Capítulo Cuarenta
Inspiró.
Sus pulmones buscaron oxígeno con desesperación, como si acabara de ascender a la superficie del mar más profundo.
Exhaló.
Y el aire salió por varios segundos mientras todo su cuerpo se relajaba luego de ese duro despertar.
Abrió los ojos, acomodó su visión, el techo blanco le hizo saber que no estaba en casa. Movió su cabeza y todo dio vueltas, apretó los dientes en un intento por suprimir los latidos de su mente, era como si en vez de su cerebro, lo que tuviese en su cráneo fuera su corazón palpitante.
—Aria.
Una voz suave, profunda, le hizo abrir de nuevo los ojos. Las sensaciones pasaron a un segundo plano cuando vio a Sean sentado en un asiento junto a su cama.
El aliento quedó guardado en su garganta, la última vez que lo había visto estaba postrado en una cama, débil y a punto de morir, el hombre frente a ella estaba a un mar de distancia de ser el mismo hombre.
Pero algo si era diferente en él, su cabello que antes era largo, ahora estaba recortado a tal punto que solo sobresalía apenas unos milímetros de su cabeza, no alcanzaba para ocultar la cicatriz a un costado.
Había pasado tiempo.
Y él estaba bien, vivo, consciente, mirándola con esos ojos cargados de un fuego salvaje.
—Sean —sólo se quedó mirando al puma completamente recuperado.
Era un milagro.
De verdad había funcionado.
Sentía su corazón latir envuelto en una poderosa y brutal energía, signo de que el vínculo se había hecho. Pero no como ella esperaba.
En teoría, el vínculo de sangre quedaba unido a la mente de un alfa, no a su corazón. Por eso no le encontraba una explicación lógica al porqué el vínculo que había formado con Sean había quedado firmemente unido a su corazón, protegiéndolo de una manera tan feroz que ella sentía la confianza suficiente para creer que ni la más poderosa de las balas podría atravesarlo.
Era un escudo vibrante y fuerte.
—Me salvaste —dijo, su voz se tornó en un suave ronroneo y sus ojos se volvieron amarillos—. Y te vinculaste conmigo. —Sonrió, todo su rostro quedó iluminado—. No existe en este mundo un hombre más dichoso que yo.
Quiso seguir la vieja compulsión de alejarse, pero luego recordó todo lo que había sucedido y la razón por la cual ella había hecho lo que hizo.
—Me alegra que estés bien —respondió levantándose para quedar sentada— ¿Cuándo despertaste?
Bostezó y estiró sus brazos, su cuerpo estaba tan relajado, lleno de energía renovada que pensó que había dormido todo un día entero.
—Hace dos días, pero juntos hemos dormido durante dos meses.
Sorprendida lo miró, una débil sonrisa que se negaba a ceder hizo que ella también sonriera.
—Eso es mucho tiempo.
Y sin embargo le pareció algo perfecto, pues no recordaba alguna noche que hubiese descansado por más de cinco horas. Había recuperado su vitalidad, aunque eso no explicaba el hecho de que hubiese dormido tanto sin intervención de fármacos.
Pero si Sean estaba bien, no le importaba saber.
—Permiso —la puerta de la habitación se abrió despacio dejando entrar a un hombre mayor de cabello gris y ojos azules—. Veo que por fin nuestra heroína ha despertado ¿Cómo te sientes?
Abrumada.
—Bien —mintió—. Me siento bien.
—Esa es una gran noticia, pero ¿puedo examinarte?
La amabilidad del hombre humano le hizo bajar la guardia, un poco.
—De acuerdo.
Un breve chequeo básico, nada de preguntas ni insinuaciones, el doctor parecía estupefacto en el hecho de que uno de sus pacientes se recuperara de una forma tan rápida e inesperada.
—Todo se ve en orden —asintió anotando unas cosas en su anotador digital—. Creo que ya puedo darte de alta.
—Eso sería genial.
Con un bolígrafo de punta de goma, el doctor escribió algo en el delgado artefacto, luego una máquina pequeña en un extremo de la habitación comenzó a hacer un suave sonido hasta que terminó con un fuerte bip.
—Aquí tienes. —El doctor le entregó el papel en donde quedaba firmada su alta médica—. Ha sido un verdadero placer aprender de ustedes dos, pero prefiero no volver a verlos por aquí. —Sonriendo a ambos, guiñó un ojo—. Cuídense ¿De acuerdo?
—Sí —dijeron ambos—. Gracias.
Con un asentimiento el doctor los dejó a solas.
—Toma —Sean levantó un bolso gris—. Riley te ha traído ropa.
Se dio cuenta que ella sólo tenía puesto un camisón azul claro de hospital.
Frunció el ceño.
—Tranquila, Liam me aseguró que sólo Kaylee y Shelly te desvistieron cuando te desmayaste.
Se levantó y corrió la cortina blanca, quedando del otro lado.
Agradecida por la privacidad, Aria se vistió con un jean negro, sus botas de trabajo, una blusa roja, un suéter de lana gris y su chaqueta favorita.
Corrió la tela de la cortina y miró al puma que con expresión tensa estaba de espaldas.
—Hora de irnos.
Sonriendo, Sean caminó a su lado, en el pasillo vacío, alegría contenida era lo que emanaba su cuerpo.
— ¿Por qué no hay nadie de tu clan esperándote? — preguntó al percatarse que en la sala de espera en el primer piso del hospital no había ningún cambiante conocido.
—Ya no necesitan venir aquí, me dieron de alta ayer y como estoy en perfectas condiciones no creyeron necesario un reposo.
Amor. Una ráfaga intensa de sentimiento se dispersó por su cuerpo a medida que el puma la rodeaba con un brazo para acercarla a su cuerpo.
Tendría que haber reaccionado mal, pero, descubrió que ella era una mujer completamente distinta, que podía permitirse una muestra de afecto.
Sean se separó abruptamente cuando estuvieron afuera.
Ella miró al frente, hacia una fuente de agua en la cual esperaban sentadas cuatro personas que reconocería en cualquier parte.
Liam, Shelly, Kevin y Riley.
Ni bien la vieron, los cuatro se levantaron para rodearla de afecto y atención, dejando al puma por fuera.
—Me alegra tanto que todo resultara bien —Riley la abrazó con fuerza.
—Te extrañamos mucho —Shelly tomó su turno después.
—Es bueno volver a verte de pie —continuó Kevin.
Sólo Liam permaneció de pie frente a ella, una débil sonrisa enmarcaba su rostro, haciéndolo parecer cómodo y feliz, pero al verlo a los ojos supo que eso sólo era una fachada. Había inquietud y molestia en sus ojos verdes.
La realidad le pegó duro y ella tuvo que bloquear su vínculo para que los sentimientos que surgieron de repente no se filtraran.
Sean no tenía que saber sobre su preocupación.
El único que sabía lo que iba a hacer era Liam.
Y no estuvo muy contento cuando ella le dijo de forma apurada su plan para salvar a Sean, tampoco lo estaba ahora que todo había salido bien.
Confiaba en que él no se interpondría ni en sus decisiones ni en su camino.
Porque, una vez que supiera que había hecho algo para redimir el daño que había hecho, Aria cortaría los vínculos que la unían a su clan para dejarle su lugar a Liam.
Ella abandonaría todo para irse por un tiempo y reflexionar, tal vez volvería, tal vez viviría como un solitario el resto de su vida, no tenía mucha seguridad sobre su futuro. Pero ahora que sabía que le había dado una segunda oportunidad de vivir al puma que la había amado, podía descansar en paz.
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Gracias por leer
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¡Hola querido lector! Nuevo capítulo.
Espero que te haya gustado 😊
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Nos veremos en el ante último capítulo de Alma Salvaje 😘
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