3. Incredulidad
Lucy
¿En verdad acaba de decir lo que creo que dijo? No puede ser cierto, me niego a creerle, solo debe ser un lunático que de alguna forma consiguió llegar aquí. No puedo explicar por qué nadie más parece notarlo, pero no puedo creer lo que dice, tal vez sí estoy enloqueciendo.
—¿Acaso no me crees? —él insiste, aún entretenido—. ¿Esperabas cuernos y una cola? ¿Que mi piel fuera roja? Mejor ve olvidando esas ideas, querida; una simple humana no toleraría ver la forma real de un demonio, confórmate con la sexy apariencia que tengo ahora.
En verdad luce convencido de cada una de las palabras que pronuncia; o él está demente, o yo lo estoy y la verdad no estoy segura de qué sea peor.
—De nuevo, no sé cómo ayudarte, ni siquiera sé con exactitud lo que quieres saber; si así lo quieres, puedo intentar ayudarte, pero no aquí ni ahora.
—En verdad no lo entiendes —él niega y comienza a lucir ligeramente irritado—. Las cosas no van a ser como quieras, no me voy a ir cuando lo pidas o apartarme si estás incómoda. Yo solo hago lo que se me da la gana y ahora se me antoja quedarme por aquí, ¿así entiendes, princesa? ¿O tengo que hacerte un dibujo?
No quiero caer en esto, no quiero obedecerle, solo quiero llamar a la policía para que arresten a este loco, pero por ahora lo más seguro para mí es seguirle la cuerda.
—Entiendo —asiento con toda la seguridad que puedo imprimir sin poder evitar bajar la mirada.
—Bien, eso hace más fáciles las cosas —él sonríe, satisfecho—. Supongo que ha sido suficiente por esta vez, pero recuerda que te voy a estar siguiendo muy de cerca —ensancha su sonrisa, acercándose demasiado, incluso creo que intentará besarme de nuevo, pero en su lugar desaparece de mi vista en un instante.
Considero la opción de que se haya ocultado no muy lejos, pero algo en mi interior me dice que me he quedado sola en el lugar.
¿Será posible que en verdad sea un demonio? Un escalofrío me recorre por completo al pensar en esa opción, pero más temprano que tarde me obligo a desechar esa opción, eso no puede ser, debe haber una explicación razonable detrás de todo lo relacionado con ese sujeto.
No he pegado el ojo en toda la noche y tengo un par de ojeras que lo demuestran; he intentado cubrirlas con maquillaje, pero dudo haberlo conseguido, además que mi cara de zombi no ayuda nada a disimular mi cansancio. Literalmente siento que alcancé a dormirme por un instante en clase; por fortuna, parece que nadie lo notó o le importó lo suficiente para mencionarlo.
Utilizo el tiempo que me queda entre una clase y otra para ir al baño y lavarme la cara, a ver si con eso más una bebida energética puedo sobrevivir a lo que queda de la mañana.
Todo estaba en orden hasta que me dispongo a levantar la mirada, alcanzando a identificar en el espejo unos inconfundibles ojos verdes.
—Bu —ese simple y estúpido sonido combinado con la sorpresa son más que suficiente para sacarme un grito corto y hacerme dar un brinco hacia atrás.
Ahora mismo las demás chicas en el baño me miran con cara de que están viendo el ser más extraño del mundo, mientras que el sujeto que ahora está sentado sobre el lavamanos ríe como si le hubieran contado el mejor chiste de su vida.
Si esto sigue así, siento que mi corazón va a colapsar en algún punto entre esta semana y la siguiente, siento que late tan fuerte que él podría escucharlo. Pocos momentos después, me las arreglo para recomponerme, tomar mi bolso y salir del lugar sin pronunciar una sílaba; prefiero no perder mi tiempo y esfuerzo en inventarle una excusa a unas personas que ni conozco, eso podría solo empeorar la situación.
—¿A dónde vamos? —escucho la voz del chico de cabello rosa a los pocos segundos de haber abandonado el baño—. ¿Intentas aplicarme la ley del hielo? ¿Estás molesta conmigo? —insiste con un tono herido que no podría sonar más fingido.
En parte sí estoy molesta con él, pero la razón de mayor peso por la que estoy evitando incluso el contacto visual es que la reacción de aquellas chicas indica que efectivamente nadie más debe poder verlo; lo último que me falta ahora es que todo el mundo me vea hablando sola.
—¿Cómo es que los humanos soportan esto a diario? Este aburrimiento es como una tortura —el irritante chico de cabello rosa se queja desde el asiento del maestro, mientras que este último anota en el tablero los parámetros para un trabajo que tememos que entregar en una semana.
Me encantaría decirle que nadie lo obliga a estar aquí y puede largarse a cualquier sitio que prefiera, pero una vez más me obligo a callarme e intentar prestar atención para no parecer una esquizofrénica y conservar la esperanza de pasar la materia, aunque fracaso por completo en la tarea de prestar atención; es casi imposible teniendo cerca a alguien que es incapaz de permanecer tres minutos en silencio.
No me explico cómo, pero este sujeto ha pasado de ser aterrador a irritante en cuestión de minutos, estoy comenzando a querer gritarle por frustración en lugar de miedo y las ganas son cada vez más grandes.
Lo bueno es que al final la clase se me ha pasado bastante rápido, lo malo es que básicamente no se me quedó nada de lo que el profesor dijo, ha sido imposible mantenerme centrada en eso.
¿Lo peor? Lo peor es que no ha dejado de seguirme y no puedo solo enfrentarlo en medio de la universidad donde cualquiera me vería gritarle al aire, por ahora debo encontrar un lugar a solas, entonces le pondré un alto a lo que sea esto.
—¡Lucy! —escucho una voz aguda llamarme y no tengo que voltear para saber que se trata de Levy. Adoro pasar tiempo con ella, pero siento que hoy está lejos de ser mi mejor día, quisiera solo ir a casa, acostarme y al despertar no saber nada sobre el chico de cabello rosa que ahora observa con curiosidad a la recién llegada—. ¿Está todo en orden? Te llamé unas cuantas veces, pero no parecías escuchar.
—No es nada; supongo que estoy algo estresada, eso es todo —miento. No puedo decirle que alucino sobre un chico pelirrosa que se cree demonio.
—Ya veo —asiente, no muy convencida, pero parece que no tiene intención alguna de preguntar más sobre el tema—. Como sea, estaba esperando a Gajeel para ir a almorzar, ¿vienes con nosotros?
Usualmente me encantaría la idea, pero de momento mi plan es alejarme de todo y de todos hasta que solucione este asunto. Estoy por contestar con una negativa, pero otra voz se me adelanta.
—En realidad tenemos planes, así que será para la próxima —dice el chico de ojos verdes junto a mí mientras me rodea con el brazo. Tengo toda la intención de decir de igual forma lo que pensaba, pero me callo a mí misma al darme cuenta de que Levy parece haber entendido fuerte y claro las palabras de este sujeto.
—Ya veo —asiente, entre confundida y desilusionada—. En ese caso...
—¡Levy! —una voz masculina a algunos metros la hace callar y no es muy difícil adivinar quién fue: el tipo con pinta de delincuente que tiene como novio—. Vámonos.
—¡Ya voy! —indica antes de despedirse y dirigirse hacia él casi a brincos.
En un intento por aparentar que todo está en orden, le dedico a Gajeel un gesto de saludo, el cual es ignorado por completo. No entiendo la razón, pero no deja de mirar al chico junto a mí con una expresión nada amigable, mientras que éste último luce entre curioso y entretenido.
Esa extraña interacción no dura mucho más, solo hasta que Levy recobra la atención del chico de cabello negro; sin embargo, no puedo dejar de darle vueltas a todo este asunto. Es un hecho que este lunático no es un producto de mi imaginación, pero es innegable que hay ocasiones en las que nadie aparte de mí parece poder verlo.
¿Quién demonios es "END"?
—¿Qué está pasando? —pregunto al cabo de algunos minutos, sin dejar de caminar.
—¿Me hablas a mí? —él devuelve, fingiendo sorpresa. Luego de algunos minutos, él parece comprender que no estoy de humor para sus estúpidos comentarios, entonces rueda los ojos antes de preguntar—: Soy listo, pero no adivino. Necesito algo más específico.
—Las demás personas te ignoran casi siempre, pero ellos dos parecían notarte como a cualquier otro, ¿cómo es eso posible?
—Ah, eso. Generalmente me agobia interactuar con humanos, así que permanezco imperceptible para ellos, pero puedo hacerme ver cuando así lo quiero —explica como si fuera lo más normal del mundo, caminando relajado con las manos detrás de la cabeza, aunque me comienza a preocupar que tal vez todo lo que haya dicho hasta ahora sea verdad.
—¿Por qué solo yo puedo verte cuando según tú no debería?
—Eso también es mi decisión; si solo quiero que me vean ciertas personas, así será —continúa, con su actitud relajada—. ¿Por qué tan preguntona de repente? Creí que estabas molesta —él ladea la cabeza con la ceja levantada en un gesto curioso.
—Pensé que nadie más te veía, no quería que me vieran como una lunática que habla sola —soy sincera; no tengo más razones para no haber insultado hasta a sus antepasados en las últimas horas—. ¿Y cómo puedo saber yo quién te ve y quién no?
—No puedes, eso es lo divertido —esboza una amplia e insoportable sonrisa—. Por cierto, ahora todos te están mirando como una loquita que pregunta cosas a la nada.
Al escuchar eso me detengo de golpe y no puedo evitar ver alrededor, confirmando que él debe tener razón al notar unas cuantas miradas extrañadas en mi dirección, acompañadas de un gesto que alguien pondría al ver a un fenómeno de circo. Al menos ya estoy lejos de la universidad, espero que nadie conocido me haya visto.
De repente una idea cruza mi mente y no dudo en ejecutarla; saco mi teléfono y me lo pongo en el oído, no sé cómo no lo había pensado antes.
—¿Es en serio? —él cuestiona, aunque deja escapar un atisbo de diversión en su tono— ¿Tanto te importa lo que piensen un montón de desconocidos que nunca volverás a ver?
—Eso es mi problema —creo que por primera vez he conseguido sonar firme frente a él, debo aprovechar—. Como sea, no quiero que vuelvas a hacer lo de esta mañana.
—¿Qué cosa? ¿Darle un poco de emoción a tu aburrida y miserable vida? Por cierto, te recomiendo guardar el teléfono ahora.
—No me vas a decir qué hacer, y que sepas que en verdad me molestó lo del baño. Por cierto, si mi vida es tan abu... —me quedo con la palabra en la boca cuando alguien pasa a toda velocidad junto a mí y me arranca el celular de la mano. Esto no puede ser cierto.
—Te lo dije —dice el irritante chico de ojos verdes junto a mí, pero no tengo tiempo para pelear con él.
Para cuando volteo, no encuentro a la persona que pudo ser, imagino que habrá dado la vuelta en la esquina, e intentar seguirlo no es una opción, sé que no lo alcanzaré. Podría preguntarle a alguien más si lo han visto, pero ni siquiera pude distinguir si era hombre o mujer, no sabría describirlo, ahora ni siquiera tengo cómo llamar a la policía.
Este día no podría ser peor.
Paso un rato intentando calmarme, en lo que concluyo que tampoco es el fin del mundo, ese teléfono ya tenía casi cinco años y al final a mí no me pasó nada, ya podré reemplazarlo y recuperar la información.
Antes de seguir caminando, le doy un vistazo rápido alrededor, descubriendo que no hay rastro del chico que no había dejado de acosarme. Espero que en verdad se haya ido y no esté solo evitando que lo vea mientras se parte de la risa con mi sufrimiento.
Por otro lado, ya que lo pienso, aquella sensación de estar siendo vigilada ha desaparecido, tal vez en verdad me dejó sola al fin.
A pesar de lo que acaba de pasar, lo que quedaba del camino a casa fue tal vez el momento más tranquilo que he tenido desde que todo esto comenzó, nunca había disfrutado tanto de la soledad.
En cuanto abro la puerta, me recibe una bola de pelos maullando a un volumen bastante alto mientras se refriega contra mis piernas; me gustaría decir que es porque me extrañó o está feliz de verme, pero sé que lo que quiere ese gato interesado son las golosinas que suelo darle al llegar.
Me dispongo a dejar mi mochila y dirigirme a la gaveta con las cosas de Happy, cuando un objeto sobre la barra me saca de balance. El gato sigue maullando, pero es casi como si no lo escuchara mientras me acerco a mi teléfono para tomarlo. No le encuentro explicación alguna a esto hasta que lo desbloqueo.
En lugar de encontrar la foto de Happy que tengo como fondo de pantalla, me encuentro con un sonriente chico de cabello rosa, guiñando un ojo a la cámara mientras levanta dos dedos en el aire. Al fijarme un poco más, creo que tras él está colgando un tipo amarrado cabeza abajo con la boca amordazada. ¿Se supone que ese era el ladrón?
—Es un idiota —digo en voz alta, pero por alguna razón no puedo evitar que una sonrisa se forme en mis labios.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top