Capítulo treinta y seis
Saqué mi otra arma y disparé a la maleza; había escuchado un pequeño ruido que me alertó de que no estábamos del todo solos. Vi a ese hombre aparecer, completamente desarmado, por lo que guardé ambas armas. No es el lugar ni el momento de hacer tanto alboroto y tampoco estoy de ánimo.
—Tienes buen oído, Alma.
—Tienes los huevos bien puesto como aparecer delante de mí y solo.
—Y bien puestos. ¿Creíste que iba a permitir que le hicieras algo a mi panterita?
—Panterita, ¿eh?— miré a Daisy y ella bajó la cabeza—. Debes estar muy confiado en que no te haré nada.
—En realidad, no vengo en modo de morir y tampoco de pelear, solo venía a asegurarme de que no cometas una pendejada. ¿Por qué haces esto, Alma? ¿Realmente lo haces por sentirte traicionado, o es por celos? — sonrió.
—¿Celos? — reí—. ¿De qué voy a sentir celos?
—De que mi panterita se vea conmigo, pues tenemos una buena relación de amistad. Ella no te ha traicionado. Deberías bajarle a tus rabietas. Eres increíble, no dudaste en tratar de matarla. Ahora entiendo eso que dicen que estás podrido por dentro. ¿Qué se puede esperar de alguien que es capaz de matar a su propia sangre? ¿No te da lástima matar a una hermosa mujer como ella?
—Por los mentirosos y doble cara no se siente lástima.
—John… — Daisy se levantó del suelo y la miré.
—¿A dónde vienes? — le pregunté, al ver que trató de acercarse.
—Yo nunca le he hablado de ti.
—Quien miente una vez, miente muchas veces más; no quiero a mi lado a una mentirosa y traidora como tú— miré a Kwan—. Ya que es tu panterita, ahí te la encargo, haz lo que quieras con ella.
—John, ¿qué estás diciendo?
—Que oferta tan interesante, por supuesto que me la llevo; al lado tuyo solamente estaría peligrando.
—¿Así de fácil me tiras a un lado, John?
—Fuera de mi vista. Ahora arréglatelas como puedas. No creo que necesites mi ayuda, ya tienes quien te ayude ahora.
—Tú no puedes hacer eso. ¿Qué quieres que haga para que me perdones?
—¿Quieres saber lo que quiero? — me acerqué y llevé mi mano a su mentón—. Que te largues y no me irrites más con tu carita de víctima. Esas lágrimas de cocodrilo no funcionan conmigo.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan cruel?
—¿Por qué tienes que ser tan mentirosa e irritante? Son preguntas que no tienen respuesta.
—Tú no puedes entregarme a cualquiera. ¿Tan poco te importo?
—¿A ti quién te dijo que me importabas? Te has estado haciendo ideas erróneas. Te lo dije desde un principio, aun así, te crees que el simple hecho de mencionar esas tonterías, va a cambiar algo en este momento; lamento decirte que te equivocas.
—Entonces, ¿por qué me confundes?
—Yo no te confundí en ningún momento, tú misma te confundiste. Era una maldita y simple regla, pero nunca sigues nada. Cuando empezamos nuestro acuerdo quedamos en eso, y has roto todo lo que acordamos. Creí que quizá, tú sí eras diferente, pero me equivoqué, resultaste siendo peor. Ahí tienes a uno nuevo para abrirle las piernas.
—¡Desgraciado! — trató de darme una bofetada, pero la sujeté en el aire.
—Fuera de mi vista y no te quiero volver a ver nunca más en mi vida, Daisy. Desde en hoy en adelante, para mí estás muerta — le solté la mano y caminé hacia Kwan —. Y tú y yo tenemos asuntos pendientes, pero en otro momento lo haremos. Ahora no me interesa matarte.
—¡John! — la escuché llamarme, aun así, seguí caminando.
No quería verla más. Sentía alguna especie de opresión en el pecho. La rabia que tenía me estaba consumiendo por dentro. Debí matarla, ¿por qué demonios dudé? Solo debía halar el gatillo y problema resuelto. ¿Por qué mi mano tuvo que temblar en ese pequeño instante?
Daisy
—Ya no le ruegues a ese desgraciado. Creo que él fue muy claro, panterita.
—Él siempre es así; temperamental. Estoy segura que lo hizo por enojo, no porque realmente sienta todo eso.
—¿Lo estás justificando? ¿Puedes decir eso, cuando al llegar vi que tenía el arma en tu boca, y que no iba a dudar en halar el gatillo?
—Él no iba a hacerlo. Si él quiere hacer algo, nada se lo iba a impedir, y que estuvieras aquí, no iba a ser la excepción.
—Él no te quiere. ¿No puedes entender eso?
—Aunque no me quiera, yo quiero estar al lado suyo. John fue quien me ayudó cuando más lo necesité y, aunque no corresponda mis sentimientos, yo no puedo dejar que esto se quede así entre los dos.
—Que mujer tan masoquista eres.
John
Llegué a la casa y desajusté mi corbata, era como si me estuviera asfixiando.
—¿Y la señorita, señor? — preguntó Abdiel, al verme llegar sin ella.
—Se fue a un mejor lugar. No la menciones más en esta casa. Quiero que elimines todo lo de su habitación y la dejes libre.
—¿Hay algún problema? Se ve disgustado.
—Me disgusta esta casa. Se ha vuelto muy ruidosa y los empleados no siguen órdenes. ¿Qué esperas para eliminar todo?
—Lo haré enseguida, señor.
Subí a mi habitación y me recosté en la cama, esta situación me recuerda mucho a la perra Liam. Creo que me he estado involucrando demás. Los años me han vuelto más pendejo. Se supone que con todas las experiencias que he tenido, esto no me esté sucediendo otra vez. Ni el respeto queda en la gente. Me ensucié las manos innecesariamente para sacarla de allí, y así me paga. Debí matarla en ese lugar. ¿Cómo le pude perdonar la vida luego de esa traición? ¿Así de débil me he vuelto?
Abdiel tocó la puerta de mi habitación, antes de entrar.
—¿Qué quieres?
—Disculpe por la molestia, pero la señorita está afuera. ¿Qué le digo?
¿Cómo se atreve a regresar? Tiene que ser una perra muy descarada.
—Déjala afuera. No se te ocurra abrirle la puerta.
—Ella no tiene intención de entrar, ella quiere hablar con usted. No se atrevió a cruzar la puerta.
—Al menos es inteligente, sabe que si lo hace le cortaré el cuello. Dile que se largue, que no me provoque si no quiere conocerme en realidad. Parece que se pasa todo lo que digo por el orto.
—Dice que no se va a ir hasta hablar con usted, señor.
—Que espere hasta que se le dé la gana. No me interesa verle la cara en este momento. Si me sigue colmando la paciencia, voy a llevarla al carnicero para que la destripe.
—No te atrevas a dejar pasar a esa traidora, o serás tú quien va a pagar las consecuencias.
×××
En la mañana, tenía planificado irme a lidiar con la situación en la base, pero la encontré acostada en la puerta.
—Por favor, hablemos. Ya sé que me odias, pero escúchame… — la interrumpí, antes de que siguiera hablando.
—No necesito escuchar a una perra barata, que fue capaz de traicionarme.
—¿Cuándo entenderás que yo no te traicioné? Sería incapaz de eso.
—¿Y cómo se llama lo que hiciste?
—Perdóname, por favor…
—Lárgate de aquí antes de que mande a soltar los perros— se aferró a mi pierna y me miró.
—Si quieres sacar esa rabia que debes sentir, hazlo, pero no me alejes de ti. Sé que cometí un error, pero no lo hice con la intención de hacerte daño, entiéndelo. Te debo mucho, y créeme que nunca me hubiera atrevido a traicionarte. Independientemente de mis estúpidos sentimientos, yo te aprecio mucho. Eres la persona que me salvó y…
—Si me veías como todo eso y, aun así, me mentiste en mi propia cara y me traicionaste, eres entonces más sucia y cínica de lo que pensé.
—Tenía miedo de decirte y que pensaras esto mismo, tenía temor de que no me dejaras explicarte y hubieras preferido matarme sin más. Jamás le hablé de ti y jamás planeé hacerlo, tienes que creerme.
—No me interesa creerte. Lo que te dije ayer, te lo repetiré porque parece que no lo captaste bien; para mí ya estás muerta, Daisy. Agradece que no tuve tiempo de matarte en ese lugar, o de lo contrario, no estarías respirando en este momento—sacudí mi pierna y retrocedí—. Ahora lárgate de aquí y fuera de mi vista.
—¡John, por favor— seguí caminando y la dejé ahí.
¡Maldita cínica de mierda! Esta provocándome y va a conocerme si sigue haciéndolo. No voy a dar mi brazo a torcer, ya fue suficiente de estar cuidando a una mocosa malagradecida.
×××
Estuve fuera de la casa varios días, no quería regresar y encontrarme con esa mujer, porque Abdiel me mantuvo al tanto de que seguía en el mismo lugar, pero no podía alargar más esta situación. Si por las buenas no lo entiende, entonces será por las malas.
—Parece que no fui claro contigo. Mirándote bien, ese papel de perrita encaja contigo a la perfección. Debería comprarte una cadena para que vigiles la casa, ya que parece que no tienes nada más que hacer.
—De aquí no me voy a mover. Si quieres matarme hazlo, me harías un gran favor.
—No me lo digas dos veces, o no lo pensaré; fíjate que me estaría quitando muchos problemas de encima.
—¡Pues hazlo! — me gritó entre lágrimas, y me agaché agarrando su cuello.
—No me sigas provocando, no sabes lo que estás haciendo, mocosa.
—Señor, le pido que no le haga nada a la señorita— Abdiel volvió interceder por ella.
—¿A ti quién te ha dado velas en este entierro?
—Ella se irá de aquí, yo me encargaré de eso, pero no la lastime.
—Si te encuentro mañana aquí, te echaré a los perros — entré a la casa y tiré la puerta.
Daisy
—No complique más las cosas, señorita. Vaya a otro lugar y no haga esto más difícil. El jefe está muy mal en este momento y es capaz de cualquier cosa bajo coraje. Sin duda alguna, jamás lo había visto afectado por algo, y tengo temor de que se deje cegar por esa ira y la lastime. Váyase de aquí, por favor.
—Yo solo quiero arreglar las cosas con él y que me escuche.
—Así no podrá lograr nada. Debe conocer que el señor no es de ceder cuando toma una decisión. Está empeorando las cosas así. Si se siente más presionado, terminará haciendo algo de lo que lo más probable se arrepienta después. Debe darle un respiro y tiempo. Vaya a otro lugar. Tenga este dinero y vaya a un Hotel. Coma algo, relájese y piense las cosas bien. Lleva días aquí y no ha comido nada. Me gustaría poder ayudarla más, pero no puedo, solo soy un pobre empleado.
—Quédese con este dinero, no se preocupe por mí, de igual manera, gracias por intervenir.
—Por favor, acéptelo. Me haría sentir mal si no lo hace. Sé que debe estar pasándola muy mal.
—Yo estoy bien.
—No, no lo está. ¿Se ha visto lo pálida que está? Parece muerta en vida. Hágalo por mí, ¿sí? — me puso el dinero en el bolsillo del pantalón.
—Gracias, y perdóneme por causarte también molestias.
—No se preocupe. Perdone al señor, no está acostumbrado a lidiar con este tipo de situaciones.
—Lo sé.
Caminé hacia la carretera y me quedé caminando por un largo rato, sin un rumbo fijo. En el lugar que estaba no pasaba ningún taxi que pudiera llevarme a alguna parte. Me sentía cansada, adolorida, hambrienta y sedienta. No sé ni cuántos días estuve ahí, pero tenía la esperanza de que él me escucharía si lo hacía.
Yo no quiero que me siga viendo con desprecio; esa mirada llena de odio, resentimiento y de rabia que me dio, me dolió mucho. Él me odia, pero yo no puedo odiarlo.
Sé que me equivoqué, pero jamás quise hacerle daño. Lo quiero con cada parte de mí, yo no quiero renunciar a él; aunque no me ame o yo no le importe, juré que me mantendría a su lado siempre.
Estaba caminando sin fuerzas, era como si alma fuera quien tuviera ganas de seguir, pero mi cuerpo no estaba respondiendo como quería. Traté de llegar caminando a un sitio público, sin nada de fuerza restante. Sentía unas pinzadas y dolor en el vientre y una sensación rara en mi vagina. Tenía un mareo fatal que terminé perdiendo el conocimiento. Mi visión de fue por completo a negro.
×××
Al despertar, me encontraba en un cuarto de algún hospital. El tintineo de la máquina del suero, se oía demasiado fuerte. Tal vez se trataba a que mis oidos estaban sensibles. Mi cabeza dolía y sentía mi cuerpo muy débil. Una especie de ardor se percibía en mi vientre y una constante presión. Me sujeté esa área, pensando que quizás, así se iría.
—Panterita, hasta que por fin despiertas.
—Kwan, ¿qué haces aquí?
—Ya sé que no me quieres cerca, pero no pude evitarlo. Te vi desplomarte y pensé lo peor. ¿Por qué no me llamaste, panterita?
—Tenía cosas que hacer.
—La estás pasando así de mal por ese idiota, ¿eh? ¿Cuándo dejarás de preocuparte por él? ¡¿Piensas seguir perdiéndolo todo por ese infeliz que no te merece?!
¿Por qué se veía tan molesto?
—Lo que haga o no, no debe ser tu problema; además, ¿de qué estás hablando?
—¿Por qué no me dijiste?
—¿Qué cosa? — pregunté confundida.
—Que estabas embarazada. ¿Ese bebé que estabas esperando era de Alma?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top