Capítulo treinta y cuatro

John

La noté muy nerviosa por mi pregunta, es como si estuviera ocultando algo. Cogió la copa de vino y se lo tomó de un golpe, pero se sacudió tan pronto como bajó por su garganta. 

—No puedes tomarlo así. 

—¿Y yo qué sé? Eso no vino con un manual de cómo tomarlo, y tú tampoco me dijiste nada— su rostro se veía muy rojo, y aún permanecía con los ojos cerrados. 

Me causó algo de gracia ver cómo se sacudió.

—Me fue bien en la universidad. Varias asignaciones y un proyecto, pero tan pronto regrese a la casa comenzaré a hacerlo. 

—Estás hablando enredado. ¿No me digas que ya estás borracha?

—No estoy borracha, siempre he hablado así. 

Le pasé el menú y ella lo miró. Está mucho más delgada, baja de peso muy rápido, como estaba se veía mejor. 

—Al menos pide algo que tenga muchas calorías— añadí.

—¿Para qué quiero más calorías de las que tengo?

—Para que no vayas a secarte y piensen que estás pasando hambre conmigo. 

—Créeme que faltaría demasiado para que me seque. 

—¿Te has mirado en el espejo? Estás mucho más delgada. 

—¿No es eso bueno?

—Para tu salud sí, pero tu apariencia sin carne se vería fatal. Incluso tu trasero bajaría y no creo que sea justo, al menos no hasta que lo pruebe — traté de demostrarle lo serio que hablaba y ella me miró con sorpresa.

—Depravado… 

El camarero se acercó nuevamente a la mesa a tomar esta vez nuestras órdenes. La espera por la comida y la incomodidad de estar a solas en la mesa, nos llevó a acabarnos la botella entre los dos. Mientras que a mí no me había afectado en lo absoluto, a ella parecía que era todo lo contrario.

Hace tiempo no tomo, pero este ambiente me es sofocante. No es ella, soy yo. No acostumbro a salir a restaurantes, a menos que sea para reunirme con algún socio o empleado.  

—De verdad que el que se toma esto se lo mete al padre, esto es horrible. 

Ese comentario no sonó muy femenino que digamos. 

—¿Quieres algo más suave? 

—Sí. 

Llamé al camarero para que le trajera un cocktail de frutas. No sé porqué la hice tomar; supongo que no quiero tomar solo, pero no puedo olvidar que ella no es un hombre, y que es aún una niña para estar tomando vinos fuertes. Por lo que veo, le he robado su primera vez también en esto, debe estar furiosa.

—¿Cómo van tus negocios? 

—Todo muy bien, aún investigando quién fue la persona que te secuestró. Sin duda hay varios implicados y como tengo tantos enemigos, no sé de dónde me están tirando— ella desvió la mirada y apretó los labios—. ¿Te ocurre algo? 

—No, claro que no.

Ha estado muy nerviosa y haciendo esos gestos que me inquietan. ¿Qué me estará ocultando? 

×××

Nos quedamos en la mesa luego de haber cenado, su rostro estaba más rojo que un tomate y estaba riendo como loca. No podré llevarla a donde planeaba, y menos así de borracha como está. Esto será un dolor en el trasero, a mala hora la puse a tomar. 

La traje a la casa y ella estaba caminando de lado a lado. No puedo dejar que suba las escaleras así o caerá y rebotará como balón de baloncesto. 

La llevé con ayuda a su habitación y la recosté sobre la cama. 

—El alcohol y tú no hacen buena conexión, ¿eh? 

—¿Y tú y yo sí? 

Definitivamente está borracha hasta las tuercas. 

—Depende en qué aspecto lo digas. 

—En todos los aspectos. Ah, olvidaba que me desprecias. Debe ser difícil para ti cuidar de una niña inútil como yo, ¿verdad? 

—No digas tonterías. Sí eres complicada, pero no es como que yo sea tan fácil que digamos. Ya descansa, mujer. 

—John… 

—¿Qué? 

—Quédate conmigo — extendió su mano hacia mí y sonrió.

—No tengo ninguna intención de quedarme con una borracha. 

—Tanto que decías que deseabas tenerme en tu cama y ahora no quieres; supongo que el recuerdo de esa mujer que amas te está atormentando, y por eso no puedes tocarme. Es una lástima, porque ya estaba sintiendo ganas de estar contigo, aunque me trates como un animal salvaje. 

—No digas una sola palabra más, Daisy. En este momento estás peligrando y no sabes cómo. No voy a aprovecharme de una mujer que está borracha, ya cuando se te pase, espero me lo digas y veremos qué pasa. 

—Ven aquí, te diré un secreto — al ver que aún estaba con su mano extendida, me senté en la esquina de la cama y acerqué mi oído.

—Habla.

—Te desprecio, pero a la vez no puedo sacarte de mi cabeza. Es como si me hubieras atado a ti para que no pueda dejarte. A veces quiero irme, pero algo me detiene. Debo odiarte por todo lo que me haces, pero no puedo. ¿Ahora ves cuán miserable e inútil puedo llegar a ser? Me he convertido en esta mujer masoquista, y que desea al hombre equivocado, a ese monstruo que eres, John. Me salvaste varias veces y te debo mucho, pero tú me debes más. Tú me quitaste todo lo que tenía, y quiero, no, te exijo que te hagas cargo por haberme arrebatado todo, y por hacerme sentir esto que siento— puso sus manos en mi mejilla y me besó. 

No esperaba que se atreviera a hacer eso la mocosa, pero para ser honesto, no quería detenerla. Otra vez me ha tomado con la guardia baja. 

No fue como otras veces donde deseaba mantenerla lejos, esta vez algo se sentía totalmente diferente. La suavidad y humedad de ese beso, me hizo desear más. Cerró sus ojos e hice lo mismo, llevé mi mano a su cuello para profundizar el beso. Creo que no había nada que pudiera frenarme ahora.

Me acomodé en la cama, y metí mis manos por debajo de su traje para quitarle la ropa interior. 

—Espero no olvides que tú misma lo pediste, ahora no se te ocurra dejarme así, porque por más que pidas que me detenga, no lo haré. 

La senté y le subí el traje para quitárselo completamente, junto a todas sus prendas de ropa, dejando su cuerpo desnudo debajo del mío. Me quedé mirándola por un instante, quería grabar cada parte de su desnudez. 

Acoomodé mi cuerpo entre sus piernas y llevé mi mano a su entrepierna y cada fibra de su ser se estremeció.

—Me gustaría embriagarte más a menudo—acaricié entre sus labios y mis dedos se humedecieron rápidamente—. Estás más que preparada y luego me llamas depravado. 

—Lo siento— musitó.

—¿Realmente te estás disculpando por eso? Que inocente me saliste, Daisy. No deberías disculparte por algo que es normal. De haberlo sabido, te hubiera complacido antes — hundí mi dedo dentro de su cavidad y apretó mi muñeca—. Antes había una pequeña barrera, pero ahora no; aunque sigues igual de ajustada. Creo que no hice bien el trabajo la primera vez — moví mi dedo suavemente y rechinó los dientes.

—No digas esas cosas. 

—¿Sientes vergüenza? 

Maldición, estaba muy húmeda y quería penetrarla ya, pero no puedo hacerlo todavía. Debo prepararla un poco más o luego estará lloriqueando. Por lo que veo, no ha estado con nadie más a mis espaldas, supongo que es mi día de suerte. 

Metí dos de mis dedos para dilatarla y ella gimió más alto, apretando fuertemente mi mano para tratar de quitarla. 

—¿No me digas que no has jugado contigo misma? Eso no podría creértelo. 

—¿A ti qué te importa?

—Solo debes relajarte y sentirlo. 

—Cállate, depravado. 

Aceleré mis movimientos y cerró los ojos. No pensé que podía lucir tan distinta en este momento, la primera vez no fue así. Me acerqué a lamer su pezón erecto y abrió los ojos.

—¿Qué haces? — preguntó temblorosa. 

—No preguntes tanto y déjate llevar, mocosa.

Mientras lo hacía, me di cuenta de que se estaba humedeciendo y palpitando aún más. Mis dedos estaban entrando con más facilidad y sus gemidos eran mucho más placenteros para mis oídos. 

Los retiré, bajando el cierre de mi pantalón. Es mucho más cómodo para mí con ropa, ya que no me gusta que nadie vea mi cuerpo. Busqué en mi billetera un preservativo, que para mí desgracia, era el único que me quedaba encima. Creo que para la próxima llenaré todos mis bolsillos por si acaso, no sé cuándo se den estas oportunidades, así que es mejor estar preparado. 

Me lo puse y vi lo tensa que ella se puso otra vez. ¿Qué se supone que haga para relajarla? Mis palabras no creo que le ayuden, lo más probable digo algo que la moleste y ella se niegue a terminar. ¿Desde cuándo el sexo se volvió algo tan complicado? 

Llevé mi mano a su cabeza y la despeiné.

—¿Qué estás haciendo? — me miró confundida, y me sentí algo incómodo. 

—¿Eso no te calma?

—¿Calmarme?

—Olvida lo que dije— me estoy ahogando en un maldito vaso de agua, porque relajada o no, le va a doler igual. 

Lo coloqué en su entrada y ella metió la mano. 

—Espera... no seas tan salvaje, sé cuidadoso y cariñoso, ¿sí? 

—¿Y eso qué es?

—¿Con qué clase de bestia estoy a punto de acostarme?

—¿Qué dijiste?

—No te enojes ahora, déjalo para después —me pidió en un tono nervioso.

—¿Puedes dejar las manos arriba, como si estuviéramos jugando al pillo y al policía? 

—No, veo tus macabras intenciones. A la que saque mi mano, vas a tratarme mal. 

—Seré bueno, ¿por qué no confías en mí por un segundo? 

—Un segundo es muy poco tiempo, está claro que lo haces para lastimarme. 

—¿Realmente tenemos que estar teniendo esta conversación justo antes de tener sexo? 

—Lo siento, pero es que estoy un poco nerviosa. 

—Fíjate, ni cuenta me había dado— solté sarcásticamente. 

—¿Puedes dejar de ser tan sarcástico?

—¿Podrías sacar tu mano, o debo quitarla por ti?

—No te alteres. 

—No estoy alterado en lo más mínimo. 

—Estás rojo, está más que claro que ya mismo explotas y te desquitas conmigo, ya te conozco. 

Esta mujer me irrita.

—¿Prefieres que te muerda? 

—¿Qué? — me acerqué y puso su mano en mi boca—. Deja las tonterías, me das miedo. ¿No me digas que te motiva eso de morder?

—Sí, pero más excita que hayas quitado tu mano—la penetré de una estocada y ella se estremeció, cruzando sus piernas alrededor de mi cintura. 

—¡Eres un maldito! — gruñó. 

—Te has olvidado de con quién estás tratando, bonita. 

—¿Bonita?

Me quedé quieto por unos instantes, mientras se acostumbraba, y luego, me moví lentamente, esa sensación que sentí la primera vez regresó. Si fuera una experta, sin duda alguna, sería una perfecta joya. Como quisiera moverme más rápido y destrozarla. 

—Espera…

—No, no voy a esperar, ya esperé suficiente. 

—Duele demasiado — apretó mis hombros.

—Más me duele a mí, estás muy ajustada. Me siente pésimo al hacer esto tan suave. Acostúmbrate de una vez y relájate. 

Llegó un momento en que se comenzó a sentir mejor, me fue aceptando poco a poco. Su interior estaba más húmedo y caliente, sus gemidos y la expresión que hacía, me estaba calentando más que nunca. No imaginé verla así. 

Aceleraba cada cierto tiempo mis movimientos, quería saber hasta dónde más podía aguantar. Tan santita que se veía y resultó ser una pervertida. Era el mejor interior que haya probado alguna vez. Me pregunto si se sentirá siempre así. 

—John… — gimió, mordiendo su labio inferior. 

No sabía que escuchar mi nombre, con esa voz entrecortada, se iba a escuchar tan jodidamente excitante.

Presioné sus caderas contra mí y su cuerpo tembló, pude percibir cómo a su interior le agradó esa presión que ejercí, pues se ajustó alrededor de mi base. Su expresión ya no era la misma de la Daisy que conocía, se había vuelto uno más perverso. No puedo negar que se veía mucho más sexi así. 

Trató de elevar su cuerpo un poco y la detuve.

—¿A dónde vas? — me salí de ella y la coloqué de lado, levanté su pierna y la presioné contra la cama. 

Definitivamente así no podría huir de mí. Su trasero se movía como gelatina y su muslo ancho me sirvió de apoyo. La penetré de vuelta y ella soltó un quejido más fuerte. Me mantuve sobre ella, al ser tan bajita era mucho más cómodo, porque queda en el nivel perfecto para no perderme sus expresiones.  

—¿Por qué no tratas de huir ahora?

—Eres un ser malvado— sus manos apretaban fuertemente la sábana. 

Agarré parte de su seno y lo apreté entre mi mano, con la otra removí el cabello de su cuello y lo lamí. Sus gemidos eran más constantes, y al escucharla así, no pude evitarlo. Su olor impregnado en mi nariz, me volvía loco. 

Continué moviéndome bruscamente, castigando ese coño tan malvado que se contraía con tanto furor. Le agarré el cabello y ella giró su rostro hacia mí. Cruzamos miradas por unos instantes, y al verla relamer sus labios, no puede evitar besarla. 

Las reglas me importaraban un carajo; verla tan irreconocible y perversa, no iba ayudarme tampoco. 

No sé si es por el tiempo que no besaba a una mujer, o quizás es porque ella es diferente, pero esa manera tan inexperta de besar y la humedad en esos besos me encendían de una forma que jamás me habían provocado. Puse mi mano en su cuello para profundizar el beso y continué moviéndome en círculos, más rápido y profundo. 

Me sentía al límite de estallar, así que retomé mi postura y sujeté firmemente su brazo, para penetrarla más rápido y hondo. No fue mucho lo que duré, al ver sus piernas temblando y escuchar sus quejidos más fuertes y constantes, eso acabó con mi autocontrol.

—¡Mierda, que rico!

Terminé explotando en su interior, rellenándola como pavo en navidad y gruñendo con sus palpitaciones internas. Si no llegaba a tener el preservativo puesto ahora mismo, esto hubiera sido un problema. Normalmente siempre lo saco, aunque tenga el preservativo puesto; claramente por precaución, y ahora me acabo de descuidar. Se sentía demasiado bien para sacarlo. Me pregunto si hay alguna diferencia haciéndolo sin el. Al tener ese pensamiento, sacudí la cabeza. ¿Cómo se me ocurre tan siquiera pensar eso? 

La miré, pero parecía haberse quedado dormida, algo que me ofendió mucho. ¿Cómo se le ocurre dormirse luego de haber hecho esto? 

Tiene suerte de que no tengo más condones, o de lo contrario, no la iba a dejar dormir. Ella se comporta como si fuera una bebé. 

Me levanté de la cama e iba a irme de la habitación, pero estaba descubierta y no podía dejarla así, tuve que cubrirla con otra sábana, no quería despertarla quitándole la que tenía debajo.

Se quedó así mismo de lado y la miré por unos cortos instantes. Ese trasero tan redondo y gelatinoso se ha de ver jodidamente rico chocando contra mi pelvis. 

—Para la próxima trataré ese otro lado. Si vas a permanecer conmigo como hasta ahora, debes entregarme todo de ti. 

«Me he convertido en esta mujer masoquista, y que desea al hombre equivocado; a ese monstruo que eres, John. Me salvaste varias veces y te debo mucho, pero tú me debes más. Tú me quitaste todo lo que tenía, y quiero, no, te exijo que te hagas cargo por haberme arrebatado todo y por hacerme sentir esto que siento».

—¿Eso qué mierda significa? ¿Por qué se me cruzan esas palabras por la cabeza? ¿Eso qué? Aún me falta más por arrebatarte, mocosa. No dejaré que escapes de mí. Así quieras irte, está prohibido hacerlo y más luego de atreverte a besarme sin mi consentimiento; haciendo que las reglas se fueran al carajo y no solo una vez, sino tres veces. Lo peor no es eso, lo peor es que sabiendo que no debo andar mezclando ese tipo de cosas innecesarias, lo continúo haciendo sin pensar en las consecuencias que pueda traerme. Estás loca, y tu locura me está contagiando. 

—John… — musitó, aún con los ojos cerrados y sentí que se subieron los huevos anla garganta. 

Maldición, ¿acaso me estaba escuchando?

—Quédate conmigo.

—No.  

—Ok— suspiró, acomodándose mejor—. Te cortaré los huevos y se los daré de comida a los perros.

—¿Qué dijiste?

—Dulces sueños. 

—¡Borracha de mierda! 

Sonrió, aún con los ojos cerrados, y la cubrí de pie a cabeza con la sábana.

—Buenas noches, loca— salí de su habitación, apoyando mi espalda al otro lado de la puerta. 

Esta mujer me volverá loco. 

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