Capítulo setenta y cuatro

Nos adentramos al agua, sabía que estaba helada, Daisy no paraba de temblar del frío, pero no tenía con qué cubrirla, pues mi ropa también está mojada. 

—Solo aguanta un poco mientras llegamos.  Necesito que te mantengas abajo y cerca.

Tuve su mano entrelazada a la mía por debajo del agua hasta llegar al muelle. Le ayudé a subir a la lancha y la cubrí con una pequeña manta negra y la abracé para calentarla así fuera un poco. 

—No podré calentarte mucho porque estoy igual de mojado que tú, pero al menos lo trato. 

—Así se siente bien, gracias. Por favor, cuídate. No quiero que nada malo te pase. Ya sé que no me vas a escuchar si te digo que no vayas, pero al menos, protégete.

—Tengo varias razones para regresar. En especial, el hecho de castigarte por eso que dijiste. Despreocúpate, cosita, todo saldrá bien. 

Kwan llegó con Alexa y se subieron. 

—Tendremos que quitarnos esta ropa o nos van a descubrir más rápido— alegó Kwan.

—Lo sé. Ya encontraremos a quién quitarle la ropa y cambiarnos. Vamos a averiar las lanchas. Ustedes quédense aquí. 

Kwan y yo fuimos lancha por lancha y cortamos los cables de cada una, excepto la que usaríamos para escapar; luego regresamos con nuestras mujeres. 

—Ya nos vamos. Tápense las dos, y no dejen que nadie las vea. Tienes un arma, cielo. No dudes en usarla, si las cosas se ponen feas. Esperen aquí hasta que regresemos. Si en 20 minutos no regresamos, no duden en irse y dejarnos atrás. Perdí mi micro y Kwan ya no tiene el suyo, así que no podremos comunicarnos, pero no hagas una tontería, Daisy. Si algo malo pasa, no opongas resistencia y te vas si tienes la oportunidad. ¿De acuerdo? 

—No hables así, John. No podría dejarte. 

—No hagas esa expresión. Ambos sabemos que nada es más seguro que la muerte. Yo haré todo lo posible para regresar, ¿de acuerdo? Confía en mí, y no hagas otra necedad— asintió con la cabeza, y bajó la mirada—. Yo vendré por ti— acaricié su cabeza, y le di un beso en la frente—. Siempre lo hago.

—Te amo, John. 

—Y yo a ti, cosita. Protégete.

Kwan y yo nos fuimos a buscar a algún empleado que estuviera solo, pero todos estaban dispersados en pareja. No tenemos de otra que unirnos para darles de baja. 

Por la orilla de la playa habían dos y nos acercamos sigilosamente por la espalda para darles de baja silenciosamente. Kwan cogió el arma del tipo y la ropa, yo hice lo mismo. 

Luego de cambiarnos, nos acercamos a una distancia prudente de la casa. Había varios empleados afuera, estaban armados hasta los dientes. 

—Debe haber alguna puerta trasera o alguna ventana. 

—Sí, pero hay una cámara— le señalé a donde vi la cámara, y él se le quedó viendo.

—Ni siquiera la había visto. Que buen ojo, Alma. 

—Tendremos que separarnos y tener cuidado de no ser descubiertos. Iré por el costado de la casa, tú irás por detrás. Nos encontramos dentro. 

—Entendido. No vayas a morirte, cabrón. No te olvides que yo soy el único que debe matarte. No puedes irte sin pagar lo que me debes, Almita. 

—No sé tú, pero yo tengo a dos mujeres que me están esperando y no puedo fallarles. Cuídate también, no dejes que te maten. 

Esperé a que la cámara apuntara a otra dirección y caminé sigilosamente hasta llegar a la casa. Me mantuve agachado, mientras miraba por las ventanas. Había dos hombres en la puerta de entrada, ambos miraban en dirección a la puerta. Si hay dos ahí, significa que la mayoría están cubriendo las demás. Deberé encontrar otra forma de entrar, que no sea por ninguna de ellas.

Seguí caminando y dándole vuelta a la casa, mirando ventana por ventana. Solo había visto esos dos, no vi a nadie más, cuando me encontré de frente a Kwan, y venía agachado al igual que yo. 

—Encontré una ventana, y logré forzarla para abrirla. 

Lo seguí agachado hasta llegar a la ventana. Era la ventana de la cocina y me metí primero, luego entró él. Nos agachamos detrás de la mesa del comedor y miramos en dirección a la sala. Estaba el televisor encendido y dos mujeres conversando sobre temas irrelevantes. 

—Esa es la mujer y la hija mayor de Jhonny— soltó Kwan. 

—¿Tú cómo sabes eso? 

—Ya la conozco, en especial a la hija. 

—¿Te la tiraste, cabrón? 

—¿Qué te puedo decir? Tiene un buen culo la puta. 

—Que gustos patéticos tienes.

Salimos agachados de la cocina y llegamos a un corto pasillo, donde ambos nos levantamos y Kwan sacó el arma, mientras que yo sacaba la cuchilla. Teníamos que pasar por la puerta de entrada para poder subir las escaleras. No podemos matar a esos dos, debemos subir sin que se den cuenta. Estaban de espalda, pero si le damos de baja ahora, se darán cuenta de que algo está pasando y no nos conviene. 

Kwan y yo nos miramos, haciéndonos seña para actuar en conjunto. Él fue adelante y yo me le fui detrás. Caminamos agachados, hasta llegar a las escaleras. Él subió un escalón y uno de ellos se movió. Permanecimos quietos, ya que no se giró completamente. Kwan continuó subiendo y lo seguí. Por suerte no se giraron hasta que llegamos al segundo piso. Miramos el pasillo que había, pero todo se veía vacío. Con toda esa seguridad que hay afuera, era claro que lo menos que iban a pensar es que trataríamos de entrar. 

Caminamos despacio, acercándonos a varias puertas, se escuchaba una mujer gimiendo en una de ellas y la risa del viejo. Si ese cuarto es de ellos, no podemos entrar todavía. 

—Aquí está la otra hija— me dijo Kwan, señalando a una de las habitaciones. 

—¿Cómo lo sabes? 

—Está hablando por teléfono. 

—Si está despierta y grita, será un problema. 

—Yo la callaré bien— sonrió.

Abrió la puerta lentamente y me le fui detrás. La mujer estaba hablando por teléfono, sentada en una silla y pintándose las uñas. Estaba de espalda a la puerta. Kwan accedió con facilidad, sin emitir ningún sonido y le tapó la boca, mientras cerraba la puerta y Kwan seguía forcejeando con ella. Estaba tirando patadas a diestra y siniestra, hasta que este la sujetó con fuerza con ayuda de su antebrazo en el cuello. 

—¿Qué esperas, John? ¿Las navidades? — preguntó con evidente sarcasmo. 

Clavé la cuchilla en su abdomen y la giré en espiral. Camino largo, se pasa ligero. Kwan quiso asegurarse de matarla y le quebró el cuello. 

—Tan bonita que estaba— dijo, antes de arrojarla sobre la cama.

Al abrir la puerta, vimos uno de los hombres caminando por el pasillo y la cerramos rápidamente. 

—¡Maldición! Esperemos que no venga hacia nosotros—mis palabras fueron interrumpidas por el celular de la mujer y lo agarré, apagándolo de inmediato.

—Ese hijo de puta vino a dar la ronda, en el momento menos oportuno— murmuró Kwan. 

Nos quedamos escuchando sus pasos, hasta que se alejaron de la puerta. Nos asomamos al pasillo, siguiendo el rumbo a la siguiente habitación. No había nadie en la cama, pero se escuchó la pluma abierta. 

—Yo me encargo. Ve a la siguiente habitación, Alma. No tenemos mucho tiempo.

—No permitas que hagan ruido. 

Salí de la habitación y fui a la siguiente, aún faltaban tres habitaciones más y la del viejo. 

Escuché unas risitas en el baño y me quedé detrás de la puerta. Era de dos personas, pero no puedo esperar a que terminen de coger. 

Toqué la puerta de la habitación, no tan fuerte, esperando que escucharan y quizás uno de ellos saliera, pero en el primer toque no hicieron caso. Lo hice por segunda vez, y oí que hablaron. Al escuchar la cortina del baño, me oculté detrás de la puerta. 

Una mujer salió desnuda y cogió la toalla de encima de la cama, tuve que aprovechar ese momento de agarrarla desprevenida y llevarla a la fuerza a la esquina de la habitación. Quebré su cuello, pero el ruido que hizo ella antes de hacerlo, fue bastante. Fijé la mirada a la puerta del baño y, al ver la silueta del hombre asomarse, no tuve de otra que tirarle el cuerpo de la mujer encima. Logró gritar y llevé mi mano a su cuello, pero el intento de asegurarlo, resbaló y cayó, haciendo otro maldito ruido. Puse la pierna en su cuello, ejerciendo presión, luego me agaché y de un corte horizontal, le c

—¿Todo anda bien, Sr. Charlie? — cuestionó un hombre al otro lado de la puerta.

¡Maldita sea! Tengo que deshacerme de este hijo de puta, el problema es que si hace otro ruido, las cosas se van a complicar.

—Estamos bien— traté de cambiar la voz. 

—Es que escuché varios ruidos y pensé que algo andaba mal— no terminó de decirlo, cuando escuché que se cortaron sus palabras. 

Kwan entró con el cuerpo del hombre y lo tiró sobre la cama. 

—Eres la persona más escandalosa con la que haya trabajado alguna vez. 

—Hace mucho tiempo no hago este tipo de trabajo sucio. 

—No disfraces tu incompetencia, con esa excusa barata. 

—Vámonos. 

—¿Ni un gracias puedes decir?

—Yo no te pedí que hicieras nada, además, ya él se iba.

—Solo falta la habitación del viejo. 

—¿Ya te encargaste de las demás? 

—Amarré a dos niños y los dejé en el baño encerrados. 

—También tienen que morir. 

—Sí, pero no será aquí. Los llevaremos junto al viejo al yate. Quiero ver cuando vuelen por los aires. 

—Me parece bien. 

Salimos al pasillo y caminamos hacia la puerta de la habitación. La abrí lentamente y lo vi teniendo sexo con una mujer. No comprendo, tiene a la mujer abajo, ¿y él divirtiéndose aquí con otra? 

La abrí despacio, pero hizo algo de ruido, haciendo que ambos miraran hacia nosotros. Ambos le apuntamos a la vez con el arma y ellos abrieron los ojos de par en par. 

—¿Alma negra? — preguntó Jhonny, tapándose con la sábana.

—Que rápido me reconociste, debías estar bien informado. 

Kwan cerró la puerta detrás de nosotros y caminé al otro lado de la cama. 

—No te atrevas a gritar, ni tú tampoco, perrita—el viejo estiró la mano hacia la gaveta, pero le puse el arma en la sien—. No te aconsejo que hagas eso.

Kwan se encargó de sacar a la mujer del medio.

—Calladita te ves más bonita—le puso el brazo alrededor del cuello, y le apuntó con el arma en el costado. 

—Levántate de la cama lentamente y arregla tu ropa interior, no quiero verte en pelotas—le ordené e hizo lo que le dije—. Ahora arrodíllate—señalé con el arma al suelo y volví a apuntarle. 

Cogí su corbata, la misma que estaba en el piso con el resto de la ropa y le amarré las manos a la espalda.

—Esto te va a salir caro, Alma.

—¿No crees que ya lo he pagado lo suficiente? Tú y tu padre me han hecho la vida de cuadros. Harás todo lo que te diga, y si tratas de hacer una tontería, tus hijos pagarán las consecuencias. Los tengo en la otra habitación. 

—No sabía que también estabas en ese bando, Kwan— lo miró. 

—Yo tampoco lo sabía— rio.

—No saldrán fácilmente de esta. A la que se entere mi padre, los hará pedazos. 

—Es él quien debe cuidarse. Se metieron con mi familia y eso no lo perdono. Ya sé que no me dirás dónde encontrarlo, así que no voy a perder mucho tiempo. Vamos a dar un paseo en tu yate, digo, si no te molesta—le agarré el brazo y lo levanté, él quiso gritar, pero le di un golpe con la base del arma en la frente y se quejó—. Vuelves a tratarlo, y dile adiós a tus hijos. ¡Camina! — lo empujé a la puerta, y Kwan se encargó de darle de baja a la mujer silenciosamente.

—Iré por los niños—me avisó.

Me quedé en el pasillo vigilando cualquier movimiento y solo se podía oír el televisor de la sala encendido. Kwan salió con los dos niños, estaban amordazados y atados de manos. Se escuchó el sonido de la puerta de entrada, la abrieron bruscamente y nos pegamos a la pared. El sonido de una ráfaga de disparos se alcanzaron a oír y fijé la mirada hacia la dirección que provino, viendo a Alexa entrar a la casa, con un rifle que, al parecer, había tomado prestado de alguno de los hombres. Los dos hombres fueron baleados al instante, sin tener tiempo de defenderse. Madre e hija levantaron las manos, temiendo por su vida y bajo presión del rifle de Alexa apuntándoles. 

—¿Y Daisy? 

—¿No está con ustedes? 

Kwan y yo nos miramos con desconfianza. 

—¿Con nosotros? Se quedó contigo en la lancha. 

—Se tomaron mucho tiempo y ella ya estaba ansiosa. No quiso escucharme, solo me dijo que vendría por ustedes. 

—¿La dejaste sola?

—¿Y cómo iba a detenerla? 

Esa preocupación latente, la misma que me había estado atormentando todo este tiempo y quise hacerle caso omiso, era la misma que se intensificó al no ver a Daisy con ella. ¿A dónde habrá ido? Le dije que no hiciera ninguna necedad más y es lo primero que hace. Quiero creer que esa mujer no tiene nada que ver. 

—Espero no tengas nada que ver o vas a lamentarlo. Llevénlos al yate. Iré a buscar a mi mujer.

Me asomé a la entrada y lo único que había era un cementerio de cadáveres, pero mi única prioridad ahora era mi mujer. 

Mi destino fue la lancha, pero no había rastros suyos, solamente la manta con la que cubrí su cuerpo. Me volví como un loco, buscándola por todos los alrededores de la casa. Se supone que si ella iba a buscarnos, no puede estar muy lejos, ¿cierto?

Le llamé por su nombre incontables veces. La busqué en cada rincón de la isla, en cada lancha averiada. El único lugar que me faltaba por buscar era el yate, por eso me dirigí sin pensarlo dos veces, explorando cada cubierta y habitación. Ella no pudo haber regresado a este lugar, pues sabía que nosotros estábamos en la casa. ¿A dónde fuiste, Daisy? ¿Dónde estás?

—¿No la has encontrado? —preguntó Kwan.

La familia de Jhonny, incluyéndolo, estaba amarrada. Su esposa e hijos eran los más afectados aquí.

—Pareciera que se la tragó la tierra—miré a Alexa con notable desconfianza—. Tú fuiste la última que la viste. ¿Dónde está mi mujer? —la enfrenté, agarrando su cuello, que entre mi mano y la furia, era tan frágil. 

—No lo sé. Ya te dije lo que sabía. Pensé que ella ya se había encontrado con ustedes. 

—¿Por qué la dejaste sola y no la acompañaste? 

—Porque, a diferencia de ella, yo no quería estropear sus planes—miró a Kwan, y suspiró—. Es cierto que estaba furiosa y que mis planes desde el comienzo eran deshacerme de ella, pero les juro que no le hice nada. 

—La conozco, en esta ocasión, no me da la impresión de que esté mintiendo—Kwan intercedió por ella—. Luego de acabar con esta gente, la seguiremos buscando. 

Fijé la mirada en Jhonny. 

—De igual forma, no tenemos nada más que hacer aquí. La noticia llegará a los oídos de Kleaven, no sé si sepa de primera instancia que fuimos nosotros. Tienen tantos enemigos, que no sabrán quién de todos pudo haber sido—el llanto de los niños, y las quejas de las mujeres, me estaban desesperando. 

Ya quería salir de esto para seguir buscando a Daisy. Debe estar en la isla todavía. El único método de transporte era la lancha y estamos rodeados de agua. 

—Aún si nos matas, mi padre irá detrás de ti. No te olvides de que ya estás en su mira. Tu fin está muy cerca, Alma. Nos encontraremos en el infierno. 

—Lo sé, por eso acabaré con todos los que traten de tocarme a mí o a mi familia. Que tengan un buen viaje—les di la espalda, saliendo del yate en dirección al muelle.

Daisy, ¿dónde estás? 

Había otra lancha, con un hombre que no conocía, pero supuse que debía tratarse del sujeto que habló Alexa. La detonación y los fuegos artificiales no se hicieron esperar. Aunque habíamos ganado la primera guerra, el sabor de la victoria fue amargo. 

—Joder, esto es mejor que el sexo— soltó Kwan riendo—. Misión completada. Tenemos que celebrar esto con mi panterita. ¿A dónde habrá ido?

—Debiste esperar a que saliéramos de aquí, un poco más y nos dejas sordos, idiota— le gritó Alexa.

—Ya cállate, maldita loca. 

—Adelántense. Buscaré a mi mujer. 

—Iremos contigo—ambos se apuntaron. 

Saqueamos absolutamente todo, pero no la encontramos por ninguna parte. Incluso Óscar, el supuesto hermano de Alexa, se apuntó a ayudarnos. El sol fue asomándose, iluminando cada rincón, lo que se supone que haría más fácil la búsqueda, pero no fue así. Mi preocupación y ansiedad seguía creciendo. No hubo lugar que no buscaramos. Me negaba a irme sin ella, pero estábamos cortos de gasolina por todas las veces que rodeamos los alrededores de la isla, en busca de algo que nos llevara a ella. 

Ataqué a Alexa varias veces, bajo el efecto de la impotencia, la frustración y la ira, pero todo apuntaba a que ella tampoco sabía del paradero de Daisy. 

Me cuestionaba a mí mismo, ¿por qué la traje conmigo? ¿Por qué le permití que viniera? ¿Por qué la dejé sola? 

Mi pecho oprimido, por la culpa, solo me hacía sentir más miserable y angustiado. 

—Váyanse. No me iré de aquí hasta encontrarla. 

—No está, John. No sé a dónde pudo haber ido o qué sucedió, pero está claro que no está aquí. Hemos buscado por todas partes. Llevamos más de siete horas buscándola. Quizá fue secuestrada por alguien. Es lo único que se me ocurre, pues si la hubieran matado, mínimo hubiéramos encontrado su cuerpo, ¿no lo crees? Dudo mucho que por su propia cuenta se haya marchado.

—No me voy. 

—¿Y tu hija? ¿Qué pasará con ella? ¿También vas a dejarla sola? Dijiste que esto lo hacías por ellas dos, pero estás actuando de manera imprudente. Ten un poco de sentido común. Piensa con cabeza fría. Está claro que ella no está aquí. Es más factible que alguien se la haya llevado. 

—Solo éramos nosotros aquí. Todas las lanchas estaban averiadas. 

—Sí, pero ¿qué te hace pensar que por eso ella estaría excenta? Conocen tu debilidad, claramente van a atacarte por ella. Quizá había alguien más con nosotros que se hubiera percatado de nuestra presencia, especialmente de la suya y en estos momentos la tienen. 

—¿Alguien más? 

Recordé esa persona encapuchada que pasó por mi lado cuando llegamos a la isla y me dio mala espina. Había pensado que esa persona era Alexa, pues ella también se había disfrazado como uno de ellos, pero pensando mejor las cosas, es imposible que haya sido ella. Daisy estaba en el yate cuando no pasó mucho tiempo y fue sorprendida por Alexa. Es imposible que a esa mujer le haya dado el tiempo suficiente de infiltrarse en el yate y dar con Daisy. 

—Tienes razón. Creo que había alguien más. 

—¿Viste algo?

—Debemos regresar.

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