Capítulo sesenta y siete

—Estoy muy nerviosa, John. 

—No lo estés. Tienes que calmarte, linda. Piensa en nuestro bebé. Olvídate de todo a tu alrededor y déjame las cosas a mí—coloqué el arma en mi pantalón, no podía dejarla afuera o si nos acorralan, me la podrían quitar fácilmente y solo tengo una conmigo.

Subí su traje lo más que pude y metí mis manos por debajo, para quitarle la ropa interior. Estaba bastante húmeda y todavía ese líquido transparente seguía desbordándose. 

Busqué mi teléfono, pensando que lo tenía encima, pero lo dejé en el auto por descuido. De igual manera, no creo que fuera a hacer mucho, aquí no creo que haya señal. 

Me quité el gabán y los puse debajo de su cuerpo, Daisy estaba luchando para no quejarse fuerte. Otra vez la hago sufrir por mis problemas y ahora también metí a nuestro bebé en esto. 

—¿Qué estás sintiendo? 

—Siento una presión horrible. 

—Recuesta tu cuerpo y abre las piernas. 

Al hacerlo, se quejó y tapó su boca.

—¿Qué sucede? 

—Es como si fuera salirse. Es una sensación extraña. Me duele mucho. 

Subí las mangas de mi camisa hasta el codo y me acomodé entre sus piernas. 

—No sé lo que hay que hacer, pero necesitaré que pujes lo más que puedas. Lo más probable ya vaya a salir. 

—Tengo miedo.

—No tengas miedo. Todo saldrá bien. Veamos esto como una prueba más. No dejaré que nada les pase. Confía en mí, ¿sí? 

Verla llorar me estaba doliendo, porque por más que buscaba la forma de calmar su preocupación o su miedo, no encontraba las palabras correctas para hacerlo. Ni yo mismo sabía si esto iba a salir bien o no.

—¿Crees que te sientas más cómoda acostada o sentada?

—Creo que así está mejor.

Miraba alrededor y no veía a nadie. La ventaja es que, salimos corriendo antes de que ellos se adentraran también. El auto estaba en medio de la carretera, no creo que sepan para qué lado corrimos. Podemos ganar algo de tiempo. 

Puse las manos en sus rodillas y la miré.

—Cuando estés lista. 

Respiró hondo y pujó, pero tratando de aguantar sus quejidos de dolor, se mordía fuertemente los labios. 

—No te muerdas. Te estás lastimando— me fui al lado de ella y acaricié su cabeza—. Relájate, todo va a salir bien. Muerde mi brazo, pero no te lastimes tu. Perdóname por hacerte pasar esto. Realmente lo siento. Sé lo mucho que te debe estar doliendo y estás tratando de soportarlo para que no nos encuentren—se quejó, y apretó fuertemente mi brazo.

Se veía muy adolorida, estaba sudando mucho, mientras su cuerpo se iba calentando cada segundo que transcurría. Lágrimas bajaban de sus mejillas y cerraba fuertemente los ojos, mientras pujaba. 

—No puedo. 

—Quita esas palabras de tu boca. ¿Cómo mi mujer es capaz de decir que no puede? ¡Claro que puedes! 

Estaba tratando de concentrarme en todo, en ella y en que esa gente no estuviera cerca, pero aún no había escuchado a nadie. 

Ella continuaba pujando y tratando de evitar gritar, y ya me estaba sintiendo frustrado. No podía decirle que dejara de esforzarse demasiado, porque la realidad es que, si hace mucho ruido nos van a encontrar. Con mi otra mano acaricié suavemente su barriga, quería aliviar su dolor de alguna manera. Su rostro se veía muy rojo y su respiración se encontraba muy agitada. Estuvo así por unos instantes, cuando se quejó más fuerte. 

—Siento que está ahí, John. 

Bajé a sis piernas y pude ver lo que parecía una cabeza, sobresaliendo de su parte baja. Fue un impacto para mí, no puedo negarlo. No me producía asco ni nada por el estilo, más bien, estaba sorprendido de lo que ella estaba soportando, y la impresión me causó algo de escalofrío. Me abaniqué con la mano y miré a Daisy.

—Tienes que continuar pujando, linda. Ya puedo ver su cabecita. Ya estamos casi al otro lado. 

Ella asintió entre lágrimas y apretó la rama del árbol con todas sus fuerzas. Estaba saliendo sangre alrededor y me preocupé. No sé si era normal eso. 

Acerqué mis manos y traté de ayudarla lo más que pude. No quería lastimar al bebé, y mucho menos a ella. 

—Puja un poco más, muñeca. Tú puedes. Has hecho un excelente trabajo. 

No debo decirle lo que estoy viendo o ella se va a preocupar más. Ella continuó y vi cómo llegó un momento en que, parte de su cabecita había salido. La sujeté evitando que fuera a lastimarse y cuando vi sus hombros, traté de ayudarlo a salir. 

Daisy soltó un quejido fuerte y se tapó rápidamente la boca. El bebé salió llorando y me asusté. Era muy pequeño, podía sujetarlo fácilmente con una mano. Se sentía tan frágil, que tenía temor de lastimarlo solo con tocarlo. Su carita era muy linda y tenía los ojos cerrados. Daisy estaba queriendo recuperar su aliento y esforzándose en respirar normal. 

—¿Qué es nuestro bebé, John?

No había mirado esa parte aún. Estaba tan concentrado viendo su linda carita, que no había pensado en eso. Al mirar, tuve que acercarme más para poder confirmar que lo que realmente estaba viendo; era una niña. 

A pesar de todo lo que estaba pasando, me sentía realmente feliz. Una extraña emoción invadió mi pecho, a tal límite, de sentir una lágrima bajando por mi mejilla. 

La niña estaba con el cordón umbilical y no me atreví a removerlo. Será mejor que lo deje así y me encargue de llevarlas a un hospital según termine con todo este problema. 

Me acerqué con la niña a ella y sus ojos llorosos la examinaron de pie a cabeza. 

—Es una hermosa princesa— se sentó y se la puse en los brazos, luego me miró—. ¿Estás llorando? 

—Has hecho un buen trabajo, cosita. Gracias a ti, ya tenemos a nuestra princesa aquí. Eres increíble. Realmente te admiro. Te dije que eres una mujer fuerte— acaricié su mejilla.

—Es hermosa.

—Se parece mucho a ti.

—No hay forma de saber eso todavía. 

—No hablo solo físicamente.

—¿Y a qué te refieres? 

Le di un beso en la frente y las abracé con cuidado.

—No me hagas esa pregunta ahora, muñeca. 

Escuché un suave sonido, como si alguien hubiera pisado una hoja o algo parecido, y eso me alertó. El estar oscureciendo era una ventaja que debía aprovechar. 

—Quédate aquí—le pedí.

No terminé de decirlo, cuando vi a un hombre saliendo de uno de los árboles en el costado.

—¡Están aquí! — gritó, apuntándonos con el arma.

—No hagas una tontería y cuida a la niña— le murmuré, antes de ponerme de pie y posicionarme delante de ellas.

No hay forma de que permita que les hagan daño, primero los mato yo a ellos. 

Tengo que aprovechar que está solo, pero no quiero hacer mucho ruido. No tendré tiempo de acercarme, no me queda de otra que usar el arma. 

—¿Quién te envío? — le pregunté, tratando de llamar su atención, pero no respondió.

Corrí hacia otro árbol, para que no fueran hacerle algo a ella y él me disparó. Saqué el arma del pantalón y le disparé en el brazo, al no haber soltando el arma, tuve que dispararle por segunda vez, sacándolo de circulación. No quería gastar la munición, pero no me quedaba de otra. 

Cogí el arma del suelo y me acerqué a Daisy. Quité el traje que había puesto en el suelo y se lo puse, cubriendo a la niña. Hace frío. 

—Cúbrete con mi traje y mantén a la niña ahí. Voy a llamar la atención a otra parte. Si sucede algo, haz lo que te digan y no hagas una estupidez— le di un beso en la frente, y me levanté.

—Ten mucho cuidado, por favor. 

—Todo estará bien. Tengo razones para volver con vida. 

Arrastré el cuerpo del hombre detrás de un árbol para que no lo vieran. No sé de dónde van a venir, pero ese tipo ya los alertó. 

Me alejé un poco de Daisy y la niña, para cubrirme detrás de un árbol. Miré a todas partes, pero no vi a nadie. Me agaché tratando de mantenerme alerta a cualquier ruido. Estuve así por unos instantes, cuando escuché unos pasos cerca. Me asomé y vi que los dos estaban juntos, caminando en dirección a Daisy. No podía dejar que llegaran a ella. 

Me levanté y caminé sigilosamente detrás de ellos. Cuando estuve a una distancia módica, agarré por el cuello a uno y le puse el arma en la cabeza.

—Si haces algo estúpido, no dudaré en dispararte. Suelta el arma— él la dejó caer y el otro nos apuntó—. Tú también suéltala, o le volaré los sesos a tu amigo. 

—Mis órdenes fueron claras y ya las cumplí. No tengo nada que perder— el hombre le disparó al amigo, no pensé que haría algo como eso.

Usé su cuerpo para arrojárselo encima al otro y ganar tiempo de apuntarle, pero disparó primero. Por suerte, no logró aceptar el tiro. 

—Sí que eres muy malo— le apunté y él arrojó el arma al suelo, subiéndose las mangas de la camisa—. ¿Así que por ahí vamos? Normalmente no rechazo una batalla así, pero entenderás que tengo prisa. 

Miró su reloj y se cuadró buscando pelear. Tenía ganas de hacerlo, pero no era el momento. Tengo que sacar a Daisy y a mi hija de aquí. Le disparé en el hombro y cayó de rodillas al suelo. Buscó recoger el arma, pero le disparé por segunda vez, bastante cercano al cuello. Eso fue extrañamente fácil. Algo de esto no me gusta. Por más rara que me pareciera la situación, mi prioridad era mi esposa y mi hija. 

—Ya todo pasó, linda. ¿Cómo te sientes?

—Me duele todo. 

—¿Y la niña?

—Tuve que lactarla, la niña estaba llorando y eso la calmó. 

Mi hija está dormida y se ve bastante tranquila. Es muy linda. 

—Tenemos que irnos. 

La ayudé a levantarse y caminamos en dirección al auto.

—Quédate aquí. Iré a ver que no haya nadie más. 

La dejé detrás de un árbol, mientras iba a cersiorarme de que todo estuviera en orden. La camioneta de ellos estaba un poco distante de mi auto. Miré alrededor, pero no vi a nadie. Las traje al auto y la senté en el asiento trasero. 

—¿Y ese camioneta la dejaremos ahí? 

—Sí, eso no es importante.

—¿Crees que se pueda saber quién fue?

—Eso no me importa en este momento. 

Las llaves no estaban. Busqué en todo el auto, pero no las encontré. Joder, les dio tiempo a rebuscar el auto y llevarse las llaves.

—Iré a la camioneta de ellos. Si tienen las llaves puestas me la llevaré y luego la desaparezco. 

Ellas se quedaron sentadas en la parte trasera con la puerta abierta, y yo caminé a la camioneta de ellos. Vi que las llaves estaban pegadas. Seguía pensando que nada de esto me agradaba del todo. Esas personas no eran profesionales, de haberlo sido, hubiera sido algo complicado darles de baja.

Busqué en la camioneta y encontré un sobre con fotos de Daisy y mías. Nos habían estado siguiendo hace varios días. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo dieron con nosotros? Eran muchas las preguntas que me hacía, pero no tenía respuesta a ninguna de ellas; aun así, me seguía pareciendo raro todo esto. 

Mis enemigos son poderosos y no creo que envíen a cualquier persona a acabar conmigo, a menos que no hayan tenido otras intenciones. 

«Mis órdenes fueron claras y ya las cumplí, no tengo nada que perder», las palabras de ese sujeto se cruzaron por mi cabeza. 

«¿Y cuáles fueron sus órdenes?», pensé. 

Al mirar al auto donde estaba Daisy, vi por debajo unas luces parpadeantes de color rojo. Mi reacción fue advertirle que saliera del auto y me bajé, tratando de correr hacia ellas.

—¡Sal del auto, Daisy! — le grité con todas mis fuerzas.

Todo cobró sentido en ese mínimo instante. Por eso se acercaron al auto cuando llegaron, aprovecharon esa oportunidad de que nos bajamos para aparecer, por eso ganaron tiempo en el bosque y no nos atacaron a pesar de los ruidos, por eso él miró su reloj y soltó el arma, y por eso dijo que su trabajo había terminado. ¡Soy un maldito idiota!

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