Capítulo nueve
Mi padre no mostró ni una chispa de preocupación por la acción drástica que tomé hace una semana con Liam, ya me había preparado mentalmente para un castigo, pero su actitud solo confirmó que de algún modo lo beneficiaba, lo suficiente como para inclusive, regalarme un auto nuevo para que continúe asistiendo a ese maldito colegio, al que desearía no haber entrado.
Todos parecían consternados con la desaparición de esa zorra muerta, ella se había convertido en el tema del momento, algo que ciertamente me irritaba al extremo.
Y cuando creí que la situación solo se limitaría a chismes y suposiciones, hubo alguien astuto para atar los cabos que creí haber desaparecido esa noche. Esa mujer, la misma cuyo nombre desconocía aun, pero que había tropezado conmigo el primer día que pisé este odioso lugar, era la misma que me acusó y me enfrentó en medio del pasillo.
—Te ves muy tranquilo para que tu novia haya desaparecido de la nada.
—¿Quién demonios eres?
—Yo los vi en la salida del burdel Regis, la noche antes de que sus padres reportaran su desaparición. Tú tuviste algo que ver, ¿cierto?
Inmediatamente, esa mujer se coló entre ceja y ceja. Sabía demasiado y, aunque solo eran acusaciones sin evidencias incriminatorias, no podía darme el lujo de permitir que los ladridos de esta perra llegaran a los oídos del padre de Liam.
—Estás mal de la cabeza. No deberías estar haciendo este tipo de acusaciones, sin siquiera tener pruebas. Se puede malinterpretar.
—Yo sé lo que vi y voy a contarle a la policía.
Esta zorra quiere morirse, ¿o qué?
—Desconocía que tú y Liam se conocían. Entonces es comprensible que te preocupe tanto como a mí su desaparición, pero no por eso debes andar por la vida acusando a inocentes. Puede ser peligroso y perjudicial.
—No te creo una sola palabra. Se veían en malos términos cuando salieron de allí. ¿Qué le hiciste?
Por lo visto, no será un hueso fácil de roer.
—Bien. Tienes razón. La última vez que la vieron, ella estaba conmigo, pero ciertamente estás malinterpretando las cosas. Jamás le haría algo malo a mi mujer, solo la estaba ayudando.
—¿Ayudándola?
—Seguramente Liam se molestará conmigo si se entera que abrí la boca y le conté a alguien más sobre sus planes, pero no hay más remedio. No es agradable que me culpen de algo tan horrible y grave como lo es la desaparición de alguien. Ella quería escapar de su casa por un tiempo y se está quedando en la mía. Es un secreto que ella me pidió que guardara, y tú estás complicando las cosas.
—No te creo una sola palabra.
—¿Quieres que te lleve con ella?
—No confío en ti. ¿Por qué no la llamas?
—No podía quedarse con el teléfono o sus padres la encontrarían. Ella solo quiere su espacio y estar tranquila. Está pasando muchas situaciones en su casa y con su familia, por eso decidió huir. Te pido que no le digas a nadie o ella se molestará conmigo y no creo que sea justo. Uno no se mete en problemas ajenos. No le dirás a nadie, ¿verdad? — fingí tristeza y ella se puso nerviosa—. Puedes preguntarle personalmente si quieres. Yo te puedo llevar, pero te pido que no le digas nada a nadie. Le prometí que no le contaría a nadie sobre sus planes. ¿Puedes hacer eso por mí? — sujeté sus dos manos y las llevé a mi mentón.
Sus ojos siguieron mis manos y tan pronto se dio cuenta de mi cercanía, retrocedió nerviosa.
—Está bien, quiero saber si es cierto. Quiero que me lleves con ella y que ella misma me lo diga.
¿Es siquiera posible que exista alguien tan estúpido?
×××
La llevé a mi auto y miré a todos lados, asegurándome de que nadie la viera subirse conmigo. Ella se quedó vigilándome, bastante alerta a todos y cada uno de mis movimientos y con la mano en la puerta.
Tenía planeado llevarla a la casa de seguridad que está a solo quince minutos de aquí. Está completamente sola, pues cuando paso la noche allí, no hay mejor placer que estar solo y aislado de ruidos. En estos momentos no tengo el arma encima, pero allá cuento con armas de diversos calibres y variedad de cuchillos de caza. Dudo que me tome mucho tiempo lidiar con esta mujer.
Sus ojos barrieron la casa luego de atravesar el portón eléctrico. Seguía desconfiando de mí, no era difícil darse cuenta, pues sus pasos eran lentos y se mantenía detrás de mí mientras nos acercábamos a la puerta. Cuando la atravesé, notando sus nervios e inquietud, opté por gritar el nombre de Liam, esperando que se sintiera en confianza de entrar mientras disfrutaba internamente de su ingenuidad.
Fue en ese instante que sus pies temblorosos pisaron la alfombra, que me giré hacia ella y la subí a mi hombro a la fuerza, recibiendo varios golpes suyos en la espalda. La casa se inundó de sus gritos desesperados y desmedidos. Subí las escaleras y abrí la puerta de la habitación principal de una patada, arrojando su cuerpo sobre la fría cama.
Con Liam no me divertí lo suficiente, la maté muy rápido, pero con esta salvaje, quizá sí pueda divertirme antes de matarla.
Subí al cuarto y la tiré sobre la cama.
—¡Suéltame, desgraciado!
—Lo siento. ¿Te asusté? Cálmate, no voy a hacer nada que no quieras. Me has estado vigilando desde el primer día que llegué al colegio, ¿verdad? ¿Acaso te gusto?
—¿Qué estás diciendo?
—¿Esa no es la razón? Yo creí que sí.
Se levantó de la cama, y retrocedió hasta pegarse a la pared.
—¿Dónde está Liam?
—Aquí no está, en realidad, no sé dónde está ella, te traje por otra razón.
—¿Qué otra razón? — cuestionó nerviosa.
—Yo no creo que realmente te importe saber dónde está ella. Seguramente buscas algo más. ¿No será que estabas haciendo esto para que te notara?
—No digas tonterías.
—Eso me parece. No tienes que estar tan arisca. Eres muy linda, ¿sabías? — caminé hacia ella, y retrocedió aún más, hasta que su espalda chocó con la pared.
—No te acerques o voy a gritar.
—¿No has gritado lo suficiente? Entonces grita, aunque en realidad no creo que alguien te escuche. Solo somos tú y yo en esta casa. No te pongas nerviosa, no te haré nada malo. ¿Qué tal si nos divertimos los dos?
—¡No te me acerques! — me arañó la cara y trató de correr, pero la agarré por la cintura de espalda.
—El sexo agresivo es el mejor, tienes permitido golpearme si te gusta — le dije, a lo que me miró por arriba del hombro y dejó de forcejear—. ¿Por qué no estás queriendo escapar ahora? ¿Acaso te gustó la idea? — sonreí, y me empujó.
—¡Eres un cerdo! ¡Quiero irme a mi casa!
—Ya habíamos dado un paso al frente, ¿Por qué quieres irte ahora? Esta oportunidad no se da todos los días. Te prometo que te gustará.
—¡Pervertido!
—Pero este pervertido te gusta, ¿no es así? Hazlo conmigo, no te vas a decepcionar.
—No me interesa acostarme contigo, idiota.
—Dices esa tontería mientras tu cuerpo me demuestra lo contrario. Ven aquí— la atraje hacia mí, y la besé.
No tenía ganas de forcejear con ella. Eso de violar mujeres no es lo mío. Lo que sucedió con Liam fue un caso diferente.
No hubo necesidad de obligarla, ella misma se dejó llevar y terminó cediendo. Terminamos teniendo sexo, justo lo que deseaba. Estaba estresado y necesitaba alguien con quien liberar el estrés; así es como veo el sexo ahora. Por más que tenga sexo con muchas mujeres, no puedo sentir lo mismo que sentía con esa zorra. Me sentía más a gusto con esa perra, eso es lo único que extraño de ella.
Bajó tanto la guardia, que se quedó dormida al lado mío. Tuve oportunidad y tiempo de sobra en ir por un arma y una soga. Amarré sus manos al espaldar de la cama y esos movimientos fueron lo que la despertaron. La diversión había terminado por hoy.
—¿Qué estás haciendo?
Cuando vio el arma que tenía en las manos se puso tensa.
—Cálmate, solo es una fantasía que tengo y quiero cumplirla contigo. Abre la boca— acerqué el cañón a sus labios, pero giró su rostro—. Anda, muéstrame cómo chupas. Hace un momento lo hiciste, ¿por qué ahora no?
Al ver que no giraba su rostro para hacerlo, agarré su mentón y la obligué a mirarme.
—Veamos cuánto más dejarás la boca cerrada— puse el arma en la cama y le tapé la nariz a lo que ella comenzó a tirar patadas, pero ninguna me alcanzaba.
Estuvo luchando por no abrir la boca, pero no pudo soportar más y, al hacerlo, agarré el arma y la adentré con brusquedad en su boca, hasta que la boca del arma llegó a su garganta e hizo arcadas.
—Buena niña. ¿Te gusta tenerlo en la boca? No te ves mal haciéndolo y esas lágrimas le dan un toque muy excitante a la situación, pero no deberías morderlo, eso le duele. ¿Sabes cómo mueren los soplones? — la miré y sonreí—. Oh, olvidé que tienes la boca llena para responderme. La respuesta es bien sencilla; es por la boca— halé el gatillo y me quedé contemplando la majestuosidad detrás de mi obra.
Otro desastre más para limpiar. Solo espero que no le haya contado a nadie más de eso, o esto será un puto dolor en el trasero.
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