Capítulo cincuenta y uno
Su risa inundó la habitación e inmediatamente se quejó.
—Por fuera te ves como un hombre, pero por dentro eres como un niño. Eres tan lindo, John— bajé la cabeza porque no me sentía cómodo mirándola en ese momento.
—Será mejor que hagas silencio.
—Eres lindo—repitió.
Carraspeé, levantándome de la cama.
—¿Estás bien? Te ves rojo— sonrió.
—Acabo de despertar. Le preguntaré al doctor si puedes levantarte para que así te bañes, debes sentirte incómoda.
—Está bien.
Salí del cuarto a buscar al doctor.
—¿Ella puede levantarse y bañarse?
—Sí, pero debe tener cuidado. No puede estar mucho rato de pie, ni moviéndose demasiado. Tiene también que limpiar bien la herida, con mucha agua y jabón.
—Perfecto. ¿Tiene medicamentos para el dolor que no la duerman?
—Sí, pero aún no le toca.
—Bien. No quiero que le digas cómo es que estás aquí. Por otro lado, no quiero que entres a la habitación a no ser que yo te llame, no me inspiras confianza.
—Lo siento, es solo que ya le tocaba el medicamento, y al ver que estaba despierta, tuve que examinarla nuevamente. Ella me pidió que no lo despertara.
—Mientras mi mujer siga así, no tendrás que estar tanto tiempo aquí. ¿Ayer llamaste a tu familia?
—Sí, señor.
—¿Tu familia no está molesta?
—Preocupada más bien.
—No le dijiste nada indebido, ¿verdad?
—No, señor.
—Bien por ti— solté antes de irme.
Caminé de vuelta a la habitación para ayudar a Daisy.
—Puedes levantarte, pero sabes que dolerá.
—Está bien— la ayudé a levantar y ella se quejó.
Caminamos hacia el baño y la desnudé, quité las gasas con extremo cuidado y examiné la herida. Al menos no perforó ningún órgano, o sino, no estaría aquí conmigo. Ese día se desmayó tras haber perdido mucha sangre, y su pulso estaba tan débil que no se podía sentir. Todo esto es mi culpa.
Acaricié alrededor de la herida y me levanté.
—No te sientas culpable, John. Si alguien es culpable aquí, esa soy yo. Ese hombre me lo había dicho.
—¿Qué te dijo?
—Que tenía que decidir entre nuestra relación o tú. No quería darme por vencida, porque sabía que si llegabas a esa lugar, habían probabilidades de que saliéramos vivos de esta. Sabía que, como siempre, ibas a ir a buscarme. Sabía que por mí siempre estás metiéndote en líos y arriesgándote. Es la segunda vez que me atrapan tan fácilmente y te pongo en riesgo. Me vi presionada en ese momento, al verte tirado en el suelo y todo golpeado. No quería que te mataran.
—Él no planeaba matarme. Él te estaba presionando a ti y ni cuenta me había dado. Es más inteligente de lo que pensé, pero no importa, estarás bien y vamos a poder salir adelante. En este lugar no nos encontrarán por ahora, tendrás tiempo de recuperarte tranquilamente.
—No quiero que por mi culpa abandones tus negocios, tienes cosas importantes que hacer.
—Eso no es importante ahora. Para mí lo importante es que permanezcas aquí conmigo y que te mejores. Ahora no hablemos más del tema, te ayudaré a bañar.
—Estoy herida, pero tengo mis manos sanas. Puedo hacerlo yo, además, mira como estás — miró mi pantalón y sonrió.
—Lo siento, no acostumbro a ver mujeres desnudas tan temprano en la mañana. Ya se me pasará, hagamos de cuenta que nada pasó.
La ayudé a meterse a la bañera y me quedé afuera esperando por ella. Le oí varias veces quejarse de dolor, por eso me mantuve cerca por cualquier situación. Según ella terminó, que se regresó a la cama, pude tomar mi turno en el baño.
Bajé a la cocina y recordé que no contraté a una empleada que se encargara de la comida y la limpieza general de la casa. En lo que consigo una, va a tardar algo. Buscar comida tardará un poco, y ella tiene que comer algo. Preparar solo un emparedado no es desayuno y yo no tengo ni puta idea de cómo cocinar.
—¿Tú sabes cocinar? — le pregunté al doctor.
—Agua hervida, y fácil puedo quemar la casa.
—¿Es que acaso en esta casa nadie sabe cocinar?
Miré los ingredientes que habían y busqué en internet recetas de qué demonios podía hacer con ellos. Ninguna decía a qué temperatura hacer las cosas. ¿Acaso debo ser adivino o qué? Esto va a tardar más de la cuenta.
El doctor se metió a la cocina y me ayudó, él tampoco entendía una mierda, pero al menos algo salió. No sabía si estaba bueno o no, así que por si acaso, le añadí un emparedado también. Espero que no esté envenenada. La cocina era un desastre. Debo contratar a alguien urgente y que limpie esto. Al menos no se quemó la casa, eso es logro.
Subí a la habitación y le llevé la bandeja, ella me miró sorprendida y sonrió.
—¿Lo hiciste tú?
—No lo comas, no vaya a ser que te vayas a envenenar.
—Gracias, me lo comeré. Buen provecho—se lo comió todo sin protestar, no parecía que le hubiera desagradado.
Se siente bien verla tan feliz por algo tan simple. Es la primera vez que hago algo así por alguien, ni siquiera por mí entraba a la cocina, pero quizá no sea tan malo.
—Gracias, estaba delicioso. No sabía que tenías a un chef dentro de ti.
—Muy en el fondo, supongo— lo dice sin ver el desastre que hice abajo.
—¿Comiste?
—Sí, ya comí algo.
—¿Puedes venir aquí?
—¿Vas a levantarte? — me acerqué y la ayudé a levantarse.
Se paró delante de mí y puso ambas manos en mis hombros, se paró de puntillas y me besó; supuse que haría eso, es demasiado obvia, aun así, no sentí las ganas de evitarlo.
La sujeté por la cintura y continué besándola. Sentía esas mismas ganas que ella. El único problema ahora era que sentía ganas de más, eso fue lo que me obligó a detenerme.
—No hagamos esto ahora— sonrió, como si se hubiera dado cuenta de mi problema.
—Eres muy alto.
—No, es que tú eres un topito. No creas que no me fijé en que tuviste que alzarte para alcanzar mis labios.
—Valió la pena, porque es la primera vez que no te veo molesto o irritado por haberlo hecho.
—¿Por qué voy a molestarme por eso ahora? ¿No es eso lo que hacen las parejas?
—Te he dicho que no digas esos comentarios tan repentinos y directos.
—Olvidaba que eso te daba vergüenza — sostuve su mentón y me acerqué—. Acostúmbrate, cosita. Te recuerdo que eres mi mujer, así que de hoy en adelante lo haré más seguido.
—Has cambiado tanto, John.
—¿Lo crees?
—Sí.
—¿Cómo alguien como tú, pudo haberse enamorado de alguien como yo? Todo lo que he hecho es malo, soy la peor persona que puedas conocer.
—No es cierto, no has sido malo del todo. Me sacaste de ese lugar y me has salvado muchas veces. Puede que hayas tomado malas decisiones y cometido muchos errores, pero también has hecho cosas buenas. Debes haber tenido un pasado muy horrible para ser así. No te justifico, pero puedo decirte con certeza, que no eres del todo malo; de lo contrario, no me hubieras gustado tanto como lo haces.
—O es que eres masoquista y te acostumbraste a que te tratara mal.
—No sé si te has dado cuenta, pero a pesar de tu forma tan cruel de decir las cosas, siempre indirectamente me ayudas. Tus insultos me ayudaron bastante, aunque suene masoquista. Me motivaron para cambiar muchas cosas, me dieron las fuerzas para seguir adelante y soportarlo todo. Te veía como un ejemplo a seguir, te admiraba y te admiro mucho. No solo me gustas como hombre, también me gustas como persona. Tu forma de ser es así, y no sé lo que viviste para juzgarte; supongo que el hecho de conocer cómo realmente eres, fue lo que hizo que te quisiera de esta forma.
—Daisy, quiero aprovechar el momento para pedirte que me perdones, no solo por lo que he hecho, sino por todo lo que puedo llegar a hacer más adelante. No quiero hacer o decir algo que te lastime, no estoy acostumbrado a estar con alguien, como has debido notar, y no quiero cagarla más. Te pido que si digo algo que no debo o hago algo que te haga sentir mal o molestar, no dudes en golpearme y hacerme entrar en razón.
—¿Golpearte? — estiró los brazos y sonrió—. ¿Y no puedo cambiarlo por besos?
—Ya estaba preparándome mentalmente para un golpe.
—Creo que ya hemos recibido suficientes golpes los dos.
—Eso también está incluído en la disculpa.
—Golpeas duro, idiota.
—No es cierto, es que eres muy sensible a todo.
—¿Eso qué significa, John?
—Cerremos el tema, no quiero que salgamos discutiendo.
—Debería aprovechar la oportunidad de molerte a golpes de verdad, ya lo estoy considerando.
—Ya lo cambié para besos, por petición tuya, así que solucionemos eso como corresponde.
—Si tanto quieres besarme, no busques excusas.
—Eres tú quien está supuestamente molesta. ¿Y mis besos?
—Rayos, no me acostumbro a tu cambio tan repentino.
—¿Te molesta?
—No, pero es vergonzoso.
—Eres muy linda, ¿sabías?
—Me estás cobrando lo de esta mañana, ¿verdad?
—¿Cómo crees, bonita?
—Me voy a acostar— la ayudé a sentarse en el borde de la cama y ella se recostó.
—¿Te puedo hacer compañía?
—Eso no se pregunta.
Me acosté al lado de ella y nos quedamos en silencio por unos minutos, cuando de la nada comenzó a reírse y la miré.
—¿Estás pensando en otra? — preguntó repentinamente.
—¿En otra?
—Puedo verlo en tus ojos.
—No me jodas. ¿Eres psíquica? — respondí serio.
—¿Realmente me creíste? Eres tan inocente como un niño.
—Hablando de inocente. ¿Por qué ese día que nos conocimos, me pediste la corbata?
—Mis hermanastras estaban molestándome porque no tenía agallas para hacerlo. Me pidieron que le pidiera la corbata al primer hombre que entrara usando una, y fue cuando entraste.
—Me siento utilizado, ahora deben estar pidiendo corbatas en el infierno — reí, y ella también lo hizo—. ¿Acaso lo imaginaste?
—¿Está mal reírse por esto? Los dos iremos al infierno.
—Es irónico, ya que he vivido en el toda mi vida.
—¿Qué les hiciste, John?
—¿Realmente quieres saber, cosita?
—En realidad no.
—Lo supuse. Se podría decir que murieron con la barriguita llena, bueno, en realidad no fue lo único lleno que tuvieron.
—John, ¿por qué les hacen ese tipo de cosas a las mujeres? — preguntó seria.
—Existen dos formas de matar a una persona, y es mental y físicamente. La mental requiere mucho, mientras que la física es la más rápida, pues se obtienen más resultados. A lo que quiero llegar es que, cuando es una chica, los hombres nos volvemos unos animales. Queremos destruir tanto a la persona, que buscamos la manera de joderlas de la peor forma. De esa manera las destruimos de ambas formas a la vez. En realidad, yo no disfruto de una violación, pero las ganas de destruir todo, y la satisfacción que sientes al lograr lo que quieres, es lo que te lleva a sentir algo de placer. No es tanto el acto, no sé si me entiendas.
—¿Has abusado de mujeres antes?
—Sí, de varias, de hecho, desde pequeño. ¿Tienes miedo de mi ahora?
—No, es solo que escuchar esa versión tan escalofriante es complicado.
—No hablemos más de eso entonces.
—Yo quiero conocer más de ti, John. ¿No estoy pidiendo demasiado?
—No es el momento, cuando me sienta preparado lo haré, ¿de acuerdo?
—Está bien.
Supongo que ahora sí tuvo algo de temor de mí, lo vi en sus ojos. No es el momento de decirle todas las cosas que he hecho o la asustaría más. Supuse que es más bien por lo que presenció ese día. Tiene razón de tener miedo, no la culpo. Lo que para mí parece muy normal, para ella no lo es. No puedo esperar que ella acepte todo eso de mí tan fácilmente, debo darle tiempo al tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top