Te extrañaré
Sentía la mano de su madre en su cabello. La dura banca era realmente incómoda pero lograba ignorar el dolor gracias a las caricias que estaba recibiendo.
—¿Segura? —cuestionó por tercera vez la mujer que más amaba en el mundo.
Ella asintió cerrando los ojos mientras limpiaba otra lágrima de su rostro.
—Si no lo hago así, jamás me dejará ir —susurró en voz casi inaudible.
—¿Y eso es malo?
La chica suspiró, no le había dicho a su madre la verdadera razón por la que la había ido a buscar al hospital donde trabajaba. Necesitaba irse, ya tenía su Visa y Pasaporte, solo necesitaba el boleto de avión.
—Ma, necesito esto, él… no puedo darle lo que quiere.
Su progenitora la estudió por unos momentos. No sabía a ciencia cierta lo que había transcurrido entre su hija y el chico que desde hace unas semanas rara vez veía. Pero parecía ser grave, lo suficiente para que su niña le rogara por el primer boleto de avión que saliera hacia España.
—¿Hablaste con tu padre?
Keyla asintió incorporándose, estaban en un pasillo vacío del hospital.
—Dijo que un vuelo sale en tres horas, que él me recibiría —le contó.
Su madre suspiró y la tomó por las mejillas. Había mucho dolor en esos ojos miel.
—Siento que lo estás acelerando, hija, pero no soporto verte tan decaída.
Keyla sollozó un poco antes de esconder el rostro en el pecho de ella.
—Entonces ayúdame, ya no quiero estar cerca de él, por favor, ma —imploró.
Su madre la abrazó con fuerza y al sentir las lágrimas mojar su uniforme tomó la decisión más dura de su vida.
—Está bien, Keyla, vamos al aeropuerto.
No sabía cuánto tiempo llevaban recorriendo las calles. Zuri estaba al borde de las lágrimas y se negaba a marcarle a la madre de Keyla pues sabían que podía estar en medio de alguna operación.
Una ligera llovizna se había desatado y sentía la impotencia cada que imaginaba a su mejor amiga caminando con la ropa goteando y la brisa calando sus huesos.
La chica a su lado hablaba con su mejor amigo, se habían dividido y mientras el ex de Keyla buscaba cerca de su casa junto con Ezra, él y Zuri buscaban por las calles aledañas a la bodega.
Golpeó el volante de su auto al recordar ese presentimiento que tuvo, no debió dejarla ir sola, bien pudieron ir juntos a avisarle a sus respectivos amigos. Pero no, el hubiera no existía y ahora no sabía dónde más buscar.
—Zack —dijo Zuri a su lado en un jadeo.
La observó notando que veía la pantalla de su celular con ambas cejas arqueadas y la boca ligeramente abierta en un gesto de sorpresa. Orilló el auto y la chica le dio su celular.
Parpadeó varias veces para ajustarse al brillo, eran por ahí de las tres de la mañana. Cuando finalmente alcanzó a leer las líneas le regresó el celular y dio la vuelta en U para encaminarse al aeropuerto a gran velocidad.
El mensaje que recibió Zuri le daba vueltas en la cabeza.
“Me voy, Zuri, no puedo interponerme más”
Su corazón se aceleró y endureció la mandíbula. Keyla se iba y necesitaba una explicación antes de quemar todo entre ellos dos.
Keyla tomó su mochila y empuñó con fuerza el tirante al tiempo que se levantaba de su asiento. La llamada de su vuelo se repitió por tercera vez y ya no lo podía aplazar más.
Observó cómo los demás pasajeros comenzaron a formarse; algunos hablaban con ánimos, otros veían sus celulares con seriedad y ella solo se sentía ausente. Se negaba a derramar lágrimas, ya lo había hecho por mucho tiempo. Esa había sido su decisión, el universo finalmente le había explicado la razón detrás de la actitud de Zack y tenía que hacer lo mejor si tanto decía amarlo.
Suspiró y con pasos vacilantes se acercó al mostrador para entregar su boleto.
Su corazón latía rápido y mordió su labio inferior para tratar de contener las lágrimas que amenazaban con brotar en cualquier momento. Realmente estaba dejando todo por alejarse del amor de su vida para que él la olvidara y se juntara con su alma gemela.
«Una piedra no dicta nuestro destino» le había repetido una y otra vez, pero al parecer, sí lo hacía.
La fila avanzó y finalmente llegó frente a la aeromoza que la vio con irritación. Keyla entregó su boleto con una temblorosa mano mientras que los ojos de la mujer frente a ella la vieron con curiosidad antes de arrancar el ticket y regresarle su parte del boleto, ella solo asintió y entró al túnel del avión.
Cada paso se sentía pesado, la soledad y desolación se iban incrementando en su interior. Nunca se imaginó que las cosas terminarían así, menos entre ellos.
Mientras avanzaba, recuerdos de todo lo vivido con Zack la inundaron al grado de sofocarla, una solitaria lágrima escapó de su ojo derecho y ella la limpió con desesperación. Abrazos, risas, el toque de su mano, los besos, las promesas; todo dio vueltas en su cabeza como si de un remolino se tratara.
Cuando puso un pie dentro del avión se quedó pasmada, en verdad estaba poniendo distancia entre ellos.
—Señorita... —la llamaron desde atrás haciéndola sobresaltar.
Keyla se disculpó y buscó su lugar con la mirada, afortunadamente le tocaba junto a la ventana. Caminó hasta su asiento y guardó su mochila en el compartimiento superior del avión antes de sentarse.
Se desconectó de todo, ni siquiera puso atención cuando les explicaron los pasos de emergencia y les dieron el tiempo estimado de vuelo. Solo reaccionó para ponerse su cinturón y sacar su celular.
—Les recordamos que celulares…
Keyla desbloqueó el aparato y la imágen de ella con Zack en el día del niño la recibió, tocó el rostro de su amigo con lentitud y mordió su labio inferior para no caer de nuevo y empezar a llorar frente a un montón de extraños.
Miró hacia la ventana donde pudo observar a la gente abajo preparando todo para la partida del avión.
Regresó su atención al celular y una lágrima cayó sobre la pantalla, suspiró con fuerza antes de entrar a la galería y seleccionar todas las fotos que tenía con el chico de ojos verdes. Superaban las trescientas. Presionó el ícono de bote de basura y su celular la cuestionó si en verdad quería borrar las imágenes.
Parpadeó varias veces para tratar de quitar el picor de sus ojos, su dedo vaciló sobre el sí y el no. Cuando les repitieron que los celulares debían ser guardados y puestos en modo avión presionó el sí que definía en más de una manera su decisión. Las imágenes no tardaron más de treinta segundos en ser borradas.
Keyla guardó el aparato y recargó la cabeza en la ventana mientras escuchaba más explicaciones. Sintió el avión moverse y comenzar a acomodarse para levantar el vuelo. Cuando el inmenso transporte inició la carrera para elevarse al cielo sintió su corazón estremecerse y un suspiro tembloroso escapó de su boca.
Cuando finalmente comenzaron a alzarse por los cielos se juró una sola cosa: "Haré lo necesario para olvidarte"
Bajaron del auto y corrieron hasta el interior del aeropuerto, se detuvieron en medio de cientos de personas que iban y venían y miraron a su alrededor.
—Zack —exclamó Zuri señalando a la izquierda.
El chico volteó y encontró a la madre de Keyla frente a un enorme ventanal por el que se podían ver los aviones ascender y descender.
Ambos corrieron hasta ella, Zack sintió su estómago caer al suelo cuando encontró el rostro de la madre de su mejor amiga con rastros de lágrimas.
—No —masculló sintiéndose mareado.
La mujer volteó y lo miró realmente sorprendida antes de ver también a Zuri.
—Chicos, ¿qué…?
Pero el amigo de su hija dio varios pasos hacías atrás negando una y otra vez y ella lo vio con lástima, se veía peor que aquella noche en la que pelearon.
Escucharon un avión despegar y fue hasta entonces que Zack reaccionó y se acercó al ventanal. Estaba casi seguro que ahí iba su amor. Puso la mano en el cristal y sintió la humedad inundar sus ojos.
—Keyla —susurró experimentando el vacío más grande de su existencia.
Los días se fueron como arena entre los dedos. Para cuándo puso atención a la fecha se dio cuenta que ya había pasado un mes sin saber de ella.
Zuri literalmente la había bloqueado, no quiso escuchar explicaciones y pasaba los recesos llorando en los brazos de Ezra. Eso era lo único positivo que encontró de toda la situación, que sus amigos se habían acercado al grado de ser pareja.
Por su parte, él se pasaba todas las tardes practicando con la banda o escondido en aquel acantilado que inició todo ese desastre. Nessa jamás le regresó su piedra y él no tenía interés por recuperarla. Si por él fuera la destruiría sin dudar.
Se encontraba en el suelo de su recámara tocando la guitarra. Estaba completamente solo así que cantó aquella canción que no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Tenía los ojos cerrados y rasgaba las cuerdas al ritmo que la canción lo exigía.
—Ya nada es igual si no tengo tus besos, no hay como escapar me quedé en tu recuerdo…
Levantó la mirada y casi la vio frente a él dándole esa cálida sonrisa que amaba, cantó el coro sin parpadear, quería pretender que en verdad se encontraba ahí y que lo podía escuchar.
—Y te extraño, y te extraño… llueve tanto desde que no estás, júrame que vas a regresar…
Cerró los ojos y suspiró más no dejó de tocar, murmuró lo siguiente de la canción sintiendo una fuerte opresión en el pecho. Eran como ganas de llorar y gritar hasta quedarse ronco. Pero se limitó a seguir cantando, ese era el único escape que se permitiría tomar.
La extrañaba horrores, la añoranza incluso se había vuelto física. Ansiaba sostenerla en sus brazos.
Lágrimas recorrían su rostro mientras la música inundaba sus oídos. Llevaba días escuchando la misma canción una y otra vez y siempre era la misma reacción, sollozos que silenciaba en su almohada.
Y ni siquiera era una canción nueva. Pero la había visto por casualidad en Youtube y ahora no la podía dejar de escuchar. A veces la escuchaba con la espalda apoyada en su cabecera y la imagen de su mejor amigo tocando la guitarra sentado en la esquina de la cama aparecía frente a ella. Era cuando su corazón se dolía más y tenía que luchar contra las ganas de llamarlo para explicarle lo que pasó esa noche.
Odiaba sentirse conectada a él. Por momentos sentía un dolor asfixiante que se acumulaba junto a su tristeza y algo le decía que no venía de su interior.
Al parecer ni la distancia logró cortar ese lazo y no sabía cómo hacerlo. No quería que su amigo viviera atado a ella teniendo a su alma gemela.
Puso ambas manos sobre sus ojos y apretó con fuerza. Quería dejar de llorar, de sentir, de extrañarlo. Se sentía incompleta, una sensación de vacío la inundaba cada que recordaba todo aquello que dejó atrás.
A veces sentía que moriría del dolor… y eso que ni siquiera era su alma gemela.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top