Di que me amas
Keyla escuchaba como la lluvia caía afuera de su ventana, el aire parecía silbar por lo fuerte que estaba y el frío le había entumecido los pies a pesar del grueso cobertor sobre su cuerpo.
No podía dormir, Zack prácticamente le colgó después de haberle contado su decisión, seguramente estaba con Vania y por eso no podía alargar la conversación.
Giró dándole la espalda a la ventana y suspiró, debería dormir, iba a tener un día pesado y faltaban pocas horas para que su alarma sonara. Pero de pronto el sonido de la lluvia ya no era lo único que escuchaba, un ligero golpeteo había invadido la tranquilidad de su recámara.
Keyla frunció el ceño y giró, ahí estaba de nuevo, se incorporó y bajó sus pies al tapete junto a la cama, las cortinas impedían ver qué había del otro lado de la ventana. Se levantó y con incertidumbre se acercó a ella; por un momento recordó a un Zack de diez años que caminó ocho calles en medio de la noche para ir a consolarla por la partida de su padre.
Corrió las cortinas y no pudo evitar la sorpresa, Zack estaba parado afuera, tenía el cabello ligeramente mojado, sus ojos brillaban a causa de la luz de la luna y en su cuerpo podía ver un halo blanco causado por la lluvia.
Miró el reloj junto a su cama y frunció el ceño, era de madrugada; con cuidado abrió su ventana y lo dejó pasar, el chico debería agradecer que viviera en una casa de una sola planta.
—Zack, ¿qué haces aquí? Con este clima y a esta hora —cuestionó con sorpresa.
Él entró con algo de dificultad y al hacerlo la miró fijamente, Keyla pudo notar cierta desesperación y molestia en sus ojos.
—¿Por qué? —Fue lo único que preguntó.
Keyla sintió su corazón comenzar a latir a gran velocidad y con fuerza, el chico frente a ella parecía determinado en conseguir algo, jamás lo había visto así.
—Ya te dije... Quiero... —Empezó a contestarle pero Zack sacudió la cabeza con vehemencia.
—No me salgas con estupideces, Keyla, odias Europa y a la esposa de tu padre, así que quiero que me digas por qué demonios quieres huir. —Zack prácticamente espetó.
Ella empuñó las manos a su lado, no entendía porqué estaba tan molesto, los amigos se separaban todo el tiempo por diferentes circunstancias, de hecho, apenas entraran a la universidad iba a pasar, sólo estaba adelantando un inminente evento.
—No estoy huyendo —dijo ella con firmeza, debía convencerlo de que lo hacía por gusto.
Zack soltó una risa llena de sarcasmo.
—Claro, no olvides con quién hablas, te conozco como a la palma de mi mano y sé que estás huyendo.
Keyla lo vio con dureza, si tanto la conocía, ¿por qué no se daba cuenta de lo que le estaba haciendo?
—No presumas de conocerme, Zack, no tienes la más mínima idea... —Ella le empezó a decir pero él la interrumpió.
—¿Es por Adriel? ¿El idiota te hizo algo? —preguntó furioso.
Keyla lo vio con asombro y luego con confusión, ¿por qué mencionaba a su ex? Sacudió la cabeza desviando la mirada.
—No, Zack, él y yo somos historia desde hace mucho, no sé...
Escuchó a su amigo jadear con sorpresa como si hubiera descubierto el más grande secreto de la humanidad. Le dio la espalda y respiró lentamente, jugó con su cabello para disimular los nervios que estaba sintiendo, no lo podía ver, esos ojos verdes siempre le terminaban por sacar unas cuantas verdades.
—Necesito irme, cambiar de aires —susurró.
—¿Por qué? Keyla merezco saber porqué te quieres ir a millones de kilómetros de mí... De todos los que te amamos —dijo Zack con desesperación.
«Te amamos» era tan fácil para él soltar esa frase. Aunque sabía que la amaba, estaba segura de que no estaba enamorado de ella, eran dos cosas totalmente diferentes, empezando por lo fraternal del primero.
Suspiró con pesadez y dejó caer los hombros, sabía que seguramente su madre estaba escuchando ya que tenía el sueño ligero, pero les tenía la suficiente confianza para no entrometerse.
—Zack, quiero descansar. —Se lo decía en más de un sentido—. Tuviste todo el día para hablar de esto, y vienes a altas horas de la madrugada a hacerlo.
—Porque me agarraste desprevenido, estaba asimilando la noticia —contó él en el mismo tono de desesperación.
«O más bien estabas con ella» Keyla pensó con enojo.
—Si no quieres creer la razón que te di es tu problema, tomé la decisión y mi madre me apoya, no tienes derecho a quitarme esto —dijo con la voz temblorosa.
Sintió a su amigo pararse detrás de ella, podía escuchar su respiración, juntó sus manos y las apretó, no podía dejarse mover por su presencia.
—Keyla, por favor —rogó él en un hilo de voz.
La chica apretó más fuerte las manos y suspiró sintiendo una lágrima recorrerle el rostro. Bueno, como mejor amigo merecía saber la verdad, sobre todo si no pensaba verlo en mucho tiempo.
—Te amo —dijo ella en una voz casi inaudible—. Lo hago y por eso me voy, para dejarte ir.
Zack jadeó, no podía respirar, su voz se había quedado ahogada en su garganta, solo el ligero golpeteo de la lluvia se escuchaba en esos momentos.
—¿Qué? —masculló una vez que logró recuperar la voz.
Estaba soñando, seguramente se había quedado dormido en su auto y ahora estaba soñando con lo su corazón más anhelaba, porque era imposible que la chica de sus sueños se sintiera de la misma manera que él.
Keyla puso distancia entre ellos y se negó a verlo, la verdad estaba descubierta, sentía su corazón latir a gran velocidad pero ahora un gran peso se le había quitado de encima.
—Zack, quiero descansar —repitió en voz baja.
—Keyla. —Su amiga se negó a mirarlo—. También te amo.
Ella esperó esa emoción que se suponía debería sentir al escucharlo articular esas palabras que tanto soñó, pero en vez de eso un enorme enojo la invadió.
Por fin lo miró y Zack notó que sus ojos estaban más oscuros de lo normal, algo que insinuaba que estaba muy molesta.
—¿En serio? —preguntó con sarcasmo y él la vio sorprendido pues definitivamente no había esperado esa respuesta—. ¿Me amabas cuando probaste tu piedra con todas esas chicas?
Zack sintió como si le hubieran echado encima un balde con hielos y abrió los ojos con sorpresa al entender la situación, entonces se llenó de una inmensa culpa. Keyla caminó a él y se detuvo a un paso viéndolo con dureza.
—¿Me amabas cuando besaste a Vania? —No pudo contener las lágrimas de enojo, frustración y tristeza, era un huracán de emociones—. ¿Lo hacías cuando presionabas su cuerpo al tuyo? —lo acusó con la voz ahogada.
Zack apretó la mandíbula y desvió la mirada avergonzado, podía sentir los latidos en su sien, todos sus errores daban vueltas en su mente, Zuri tenía razón, la había terminado por alejar.
—¿Lo hacías, Zack? —Ella casi gritó.
No era justo lo que estaba haciendo, llegar a eso para poder retenerla a su lado. Keyla sentía su corazón contraerse dolorosamente, su respiración era errática, estaba furiosa pero a la vez inmensamente dolida.
Zack de pronto regresó su mirada a ella y en sus ojos pudo ver una inamovible determinación.
—¿Me amabas cuando estabas con Adriel? Cuando te dije que él no era bueno para ti, ¿siquiera me escuchaste? No seas hipócrita, Keyla, tuve que verte por medio año darle todo a ese imbécil y quieres que hoy te crea que me amas —gritó.
Se miraron fijamente a los ojos, ninguno daría su brazo a torcer.
—¿Keyla? —Ambos escucharon.
Voltearon a la puerta donde la madre de Keyla los veía con sorpresa, pero no por encontrarlos juntos. Más bien era que jamás los había escuchado pelear de esa manera.
Zack dio varios pasos hacia atrás y no se atrevió a mirar a ninguna mujer.
—Vete, Zack —pidió Keyla en un susurro.
Él empuñó las manos a su lado pero asintió con pesadez.
—Lo siento —susurró y miró por unos momentos a su mejor amiga antes de salir por la ventana y perderse en la noche.
Keyla vio a su mamá mientras lágrimas comenzaron a recorrer su rostro con más intensidad.
—Mi niña. —Su madre se acercó y la abrazó antes de observar el lugar por el que Zack había salido con una mirada inundada de derrota.
Le dio un beso en el cabello a su hija. Sabía que esos dos un día iban a terminar por explotar, eran como dos ollas de vapor que habían guardado sus sentimientos por años.
Si tan sólo su hija hubiera notado los ojos de Zack, se habría dado cuenta de que estuvo al borde de las lágrimas; y que cuando salió por aquella ventana lo hizo resignado.
Zuri quiso tirar la puerta que tenía enfrente, pero respiró para calmarse y tocó el timbre como buena persona que era... Por el momento.
La puerta se abrió lentamente y no pudo evitar fruncir el ceño al ver la apariencia de quien la recibía.
—Te ves fatal. —Le hizo saber a la persona.
Ojos verdes la miraron con irritación antes de hacerse a un lado para dejarla pasar. No se había visto en el espejo, sin embargo, no dudaba de las palabras de su amiga pues no había dormido en toda la noche, de hecho, había llegado a su casa hace apenas unas dos horas.
Era una gran ventaja que sus padres estuvieran visitando a su hermana.
Zuri entró hasta la sala pero no tomó asiento, se giró para ver a su amigo y cruzó los brazos, estaba tratando de mantener el enojo bajo control.
—Espero estés satisfecho, Zack.
El chico se recargó en el arco que dividía la sala del pasillo y pasó una mano por su cabello con frustración.
—¿Qué quieres que haga, Zuri? Ella decidió y no... —Suspiró—. Lo arruiné y lo sé, no tienes porqué recriminarme las cosas.
Zuri observó a Zack, era la imagen andante de la derrota: tenía unas enormes ojeras, su cabello estaba exageradamente despeinado y en su rostro se notaba que no había dormido.
El chico de ojos verdes sacudió la cabeza y se dirigió a uno de los sillones, tomó asiento y puso los codos en sus rodillas para frotarse el rostro con las manos en un ademán de desesperación.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Zuri en voz baja, el ver tan mal a su amigo la había llenado de empatía.
Zack suspiró y miró al suelo.
—Nada —susurró.
—¿Qué? —gritó su amiga.
Zack entrelazó los dedos frente a él y no dejó de mirar el suelo.
—Zuri, ella quiere irse, tiene razón no estoy siendo justo, la hice pasar por mucho y no la culpo por querer alejarse. —Sacudió la cabeza—. Esto me está matando pero no la voy a retener.
—Vas a dejar que se mude a un país que odia y con gente que detesta sólo porque eres demasiado cobarde para luchar por ella —murmuró la furiosa chica.
Zack se levantó de golpe.
—¿Qué quieres que haga, Zuri? ¡Cometí errores que ella no está dispuesta a olvidar! —dijo levantando la voz.
Su amiga no se inmutó y lo observó por unos momentos antes de suspirar con frustración.
—Espero puedas con las consecuencias de tus acciones —susurró con cierta tristeza.
Zack la miró unos momentos antes de bajar de nuevo la mirada.
—Lo justo es dejarla ir, Zuri, ella quiere experimentar esto y ni tú ni yo tenemos derecho a hacerla cambiar de opinión.
La mencionada bufó frustrada, odiaba admitirlo pero tenía razón.
—Mínimo espero que ella se vaya con la seguridad de tus sentimientos, si no, juro que te dejaré de hablar —murmuró antes de encaminarse a la puerta para salir de su hogar.
Zack frotó ambas manos sobre su rostro en ademán de frustración y bufó. No tenía idea de cómo arreglar la situación.
Keyla golpeaba con el dedo índice su cabeza mientras mantenía las manos enredadas en su cabello. Aunque había asistido a la escuela se negaba a entrar a clases pues no tenía el valor para ver a su mejor amigo a los ojos después de lo acontecido.
—¿Se puede morir de amor?
Levantó el rostro con sorpresa, Adriel estaba parado frente a ella y la veía de una manera muy extraña.
—¿Disculpa? —preguntó confundida, ¿acaso Zack contó lo que transcurrió entre ellos?.
Adriel hizo un gesto con su cabeza para señalar el Dvd que se asomaba de su mochila, era la película de "Hechizo de amor"
—Ah, ¿lo dices por qué la mamá muere de un corazón roto? —exclamó aliviada, aunque dudaba que el chico frente a ella no viera otra cosa más que películas de acción.
Adriel asintió y se sentó junto a ella, estaban en las gradas del campo de fútbol.
—Mi mamá la ve cada luna llena, te podría recitar los diálogos de memoria —le contó con cierta frustración.
Keyla rio y sacó el Dvd.
—Me gusta la banda sonora... Y Sandra...
—Sí, recuerdo que es tu actriz favorita —comentó él con una pequeña sonrisa.
Keyla asintió pensando en todo el asunto de las piedras. Se había puesto de moda porque una pareja famosa de Hollywood se casó ya que sus piedras encajaban a la perfección. Y si había algo que el noventa por ciento de las personas buscaban, era una pareja de vida.
—¿Sabes, Key? —dijo Adriel en un susurro—. Nunca te pedí perdón por cómo terminamos, creo que te llevaste una impresión errónea de mí y eso me ha molestado desde entonces.
Keyla se tensó y miró a su alrededor, en verdad no quería hablar del pasado.
—Ya no importa, las cosas son como son, algunas cosas no están destinadas.
El chico suspiró frustrado, sabía que iba a ser difícil hablar con ella, sobre todo por su última plática que terminó en pelea.
Keyla se levantó y trató de caminar pero su ex tomó su mano.
—Espera, Keyla, tengo algo que decirte.
Ella lo vio con escepticismo y encontró sus ojos llenos de un silencioso ruego y desesperación.
—Yo lamento, todo... Incluso lo que dije ese día, estuve fuera de lugar y lo sé, pero... —Soltó su mano y bajó la mirada—. Nunca te dije muchas cosas, ni siquiera fuimos amigos antes de ser pareja, actué con inmadurez ante ciertas situaciones.
Keyla lo analizó. Parecía ser sincero pero hace unos días se había mostrado como el chico déspota hijo de mami que solía ser.
—¿Qué situaciones?
Adriel se encogió de hombros y dirigió su mirada al campo de fútbol.
—Celos, más que nada.
Keyla se sorprendió a tal grado que dejó escapar un ligero jadeo. Él sacudió la cabeza.
—Sabes de quién hablo y... Sé que peleamos mucho por ese asunto pero ahora que él está con otra chica siento que exageré.
Keyla se sentó y trató de ocultar su dolor a la mención de la nueva relación de su amigo. Apretó las manos y cerró los ojos tratando de contener las lágrimas.
—Tal vez entiendas lo que se siente estar con una persona que no te ama —masculló su ex.
La chica bajó la mirada y cuando estuvo segura de que tenía sus lágrimas bajo control miró a Adriel.
—¿Por eso querías que tuviéramos relaciones? —le preguntó en voz baja.
Él hizo un gesto de extrema culpa y asintió con pesadez.
—Muy estúpidamente pensé que si te entregabas a mí en cuerpo, podrías sacar a Zack de tu corazón... Llámalo instinto cavernícola si quieres. —Keyla rio un poco—. Pero fue lo único que se me ocurrió para retenerte a mi lado.
—¿Y las chicas? ¿Con las que estuviste?
Adriel bajó su mirada, un sonrojo tiñó sus mejillas.
—Hice lo que tú, estar con otras para olvidar.
Keyla se sintió terriblemente culpable, después de todo no había sido tan cuidadosa con sus sentimientos hacia Zack como había creído.
—Lo siento mucho, Adriel, no sabes cuánto —susurró avergonzada.
Él le dio una diminuta sonrisa.
—Yo también, debí actuar diferente. —Se acercó un poco a ella y extendió su mano—. Quiero intentar ser tu amigo, eso que me salté hace meses
Ella lo vio con algo de incertidumbre y escuchó cómo el corazón le resonaba en los oídos, tal vez ahora que habían sacado todo del clóset podían intentar una amistad... De todos modos en dos meses ella estaría lejos de ese lugar.
Keyla lo abrazó ignorando su mano extendida.
—Sería grandioso.
Adriel bajó su rostro recargándose en su hombro y al levantar la mirada, sus ojos se cruzaron con unos verdes que lo veían con cierta irritación.
No pudo evitar fruncir el ceño y abrazar con más fuerza a la chica que tenía en sus brazos. Parecía que había cosas que jamás cambiarían, como esa silenciosa competencia que él y Zack tenían por la atención y cariño de Keyla.
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