Almas gemelas.

Movió la comida desganada. Podía sentir la mirada de su padre y Nadia sobre ella pero no hizo nada por cambiar su actitud.

La nueva esposa de su padre no era como la había imaginado; en realidad se preocupaba por ella, incluso la trató de animar llevándola a visitar universidades y plazas. Hacia todo lo posible por recrear su comida favorita y muchas noches encontró licuado de fresa con galletas afuera de su recámara a la hora de la cena.

—Keyla —la llamó su padre.

Ella levantó la mirada y encontró que su padre tenía entrelazada la mano con Nadia, ambos se veían ansiosos y eso la puso en alerta.

—¿Qué sucede? —cuestionó en voz baja.

Los adultos frente a ella intercambiaron miradas y ella dejó definitivamente su comida.

—Hay algo que queríamos decirte desde hace días, no sé cómo lo vas a tomar... espero que te dé un poco de ánimo —dijo su padre titubeando por momentos.

Nadia le dio una sonrisa discreta y ella no pudo calmar la ansiedad que se iba incrementando en su estómago.

—¿Qué es? —masculló sin desviar la mirada de la pareja.

Su padre apretó más la mano de la mujer y se aclaró la garganta.

—Nadia... está embarazada.

El mundo pareció quedarse en silencio y ella solo bajó la mirada. Aquella noticia marcaba el fin definitivo de sus padres. Se sintió una tonta por seguir albergando una absurda esperanza.

—Felicidades —musitó mientras se levantaba y salía del comedor para dirigirse al estudio de su padre.

Sabía que se había visto mal educada, pero no sabía cómo sentirse ante la noticia. Se sentó en la esquina del sillón del pequeño cuarto y subió ambas piernas para apoyar su rostro sobre ellas.

Tal vez Nadia y su padre imaginaron que la noticia la llenaría de un poco de emoción pero no... se sentía peor.

—Keyla.

La chica levantó el rostro, su padre la veía preocupado. Esperó que la regañara o algo pero no, el hombre realmente se mostraba consternado.

—Perdón, sé que debería alegrarme pero. —Comenzó a sollozar—. No puedo.

Escondió la cabeza en sus piernas y ligeros temblores invadieron su cuerpo a la par de los sollozos. Sintió a su padre sentarse a su lado y abrazarla.

—Keyla, habla conmigo, soy tu padre —susurró en su cabello.

Y ella no pudo contener más la historia; le contó su verdadera razón para huir a España. Lo que pasó con Nessa y Zack, lo que la mujer le dijo, lo que ella y su mejor amigo sentían, como lo había lastimado y las repercusiones con Zuri.

Su padre la escuchó con atención hasta el final, jamás la interrumpió.

Y cuando terminó su relato lo vio demasiado pensativo y viendo hacia la parte de arriba de su librero.

—¿Qué sabes de las almas gemelas? —preguntó de pronto.

Keyla suspiró y se encogió de hombros.

—Lo que todos saben, que sus piedras se complementan, que deben estar juntos... ¿tú qué sabes? —cuestionó con curiosidad.

Su padre le dio una pequeña sonrisa.

—Más de lo que crees, hija —le respondió incorporándose y caminando hasta su librero donde se levantó de puntas para tomar una pequeña caja de madera de hasta arriba.

La miró por unos momentos y una sonrisa de melancolía se formó en su rostro. Regresó al sillón y dejó la caja en su regazo.

—¿Quién es el alma gemela? —le preguntó poniendo una mano sobre la caja con cierto recelo.

Keyla frunció el ceño ante la pregunta.

—Con la que tu piedra encaja —respondió ella con confusión antes de suspirar y cerrar los ojos—. Supongo que es aquél que te complementa en todos los sentidos, esa persona que siempre va a permanecer en tu vida sin importar lo que pase... Con el que tienes algo especial —concluyó en un susurro.

Su padre asintió y lentamente abrió la pequeña caja.

—Y eso no solo se da en romances, hija —le dijo entregándole la caja para que observara el contenido.

Keyla abrió los ojos y tras tomar lo que su padre le dio, vio con sorpresa el interior de la caja, eran unas piedras del destino unidas: Una tenía las iniciales de su padre y la otra... Frunció el ceño y miró al hombre buscando una explicación.

Él la vio de manera significativa y asintió.

—Pero... ¡Están separados! Tú tienes otra familia y... —Keyla no entendía nada.

Su padre observó las piedras con una pequeña sonrisa.

—Todos hablan de las almas gemelas y creen saberlo todo por leer los libros y leyendas, sin embargo, pocos somos los que las encontramos —murmuró—. Hay diferentes tipos de almas gemelas, hija... Algunas encuentran el amor, pero no a todos nos pasa.

Sacó las piedras y las puso frente a su hija quien lo veía pasmada.

—Algunas veces el alma gemela no es alguien en quien encuentres una relación amorosa, a veces, solo es una amistad.

Keyla abrió y cerró la boca varias veces sin saber qué decir.

—Tu madre y yo descubrimos que éramos almas gemelas en la universidad, nos dejamos guiar por lo que todos decían, que debíamos de estar juntos como pareja porque nuestras piedras encajaban...

Suspiró y sacudió la cabeza con tristeza.

—Cuando te tuvimos, nos dimos cuenta que nos queríamos... Pero no nos amábamos.

La chica frunció el ceño.

—¿No es lo mismo?

Su padre negó.

—El cariño y el amor tienen un mundo de diferencia, tu madre me importa y disfruto hablar con ella de todo y nada, pero no haría algo por ella que afectara Nadia.

Keyla bajó la mirada tratando de entender lo que su padre le decía.

—Tu madre no quería que supieras que seguíamos en contacto, creyó que albergarías esperanzas de algo que jamás iba a ser —le contó—. Ella es mi mejor amiga y yo soy su mejor amigo, pero esa línea entre amor y amistad jamás la pudimos cruzar.

—O sea que no me debí enamorar —masculló Keyla.

Su padre la vio con ternura y puso su mano sobre la de ella.

—Nadia no es mi alma gemela pero es el amor de mi vida, nuestras piedras jamás iban a encajar, es más, ella también tiene a su alma gemela.

Keyla lo vio con sorpresa y su padre rio.

—Es su mejor amiga, con la que pasó toda su infancia y con la que se queja de mí cada que peleamos —le contó con una sonrisa pícara.

—¿Entonces el alma gemela no necesita ser necesariamente tu pareja? —cuestionó Keyla.

Su padre sacudió la cabeza y se levantó, cerró la caja antes de regresarla a su lugar. Se encaminó a la puerta pero antes de cruzarla volvió a ver a su hija.

—Como te dije, hay muchos tipos de almas gemelas, algunos sí son todo el paquete. —Keyla lo vio confundida—. Pareja y amigo, son raras pero existen, su conexión es tan fuerte que pueden llegar a sentir lo que el otro.

La chica lo vio con el ceño fruncido y vagamente recordó cuando llegó a sentir que su dolor no era solo suyo. Su padre le dio un guiño y salió de la habitación dejándola con sus pensamientos.

Las líneas frente a él se le estaban haciendo eternas. Solo su maestro podía ser tan cruel para mandarlos a la biblioteca y pedirles que transcribieran cinco páginas de las obras más conocidas de Shakespeare.

—Tanta tecnología para tener que escribir —murmuró con ironía mientras escribía las líneas de Otelo.

—¡Zack! —Levantó el rostro y encontró a Ezra jadeando mientras apoyaba ambas manos sobre la mesa.

Lo vio con una ceja arqueada y detrás de él encontró a Zuri. Su amigo tenía el rostro rojo, seguro había corrido todo el trayecto y eso se le hizo raro.

—¿Estás bien? —le preguntó.

La chica le dio varias palmadas en la espalda a Ezra e hizo girar los ojos cuando su novio empezó a toser.

—Le dije que no corriera pero es necio —espetó.

Zack le dio una sonrisa antes de cerrar su cuaderno y comenzar a usarlo para abanicar a su amigo.

—¿Qué es tan urgente? —les preguntó a ambos.

Zuri metió la mano en la bolsa trasera de los jeans de su novio y sacó su celular, el chico seguía tratando de retomar el aliento así que decidió darle la noticia ella.

—No te dijimos, espero no te enojes —masculló mientras tecleaba en el celular de Ezra—. Se nos hizo muy raro lo de Nessa, ya sabes.

Zack bufó y sacudió la cabeza, podría pasar la vida sin volver a escuchar algo sobre las malditas almas gemelas.

—Honestamente no quiero saber, Zuri —murmuró cerrando el libro a su lado.

—No, esto lo tienes que saber; Ezra, dile.

El chico le hizo un ademán de que le diera un momento, pero su amigo negó varias veces y guardó sus cosas en la mochila que tenía en el suelo.

—Chicos, en serio, no le muevan... ya... —Negó varias veces—. La dejé ir, es lo que ella quería.

Se levantó, tomó su mochila y el libro y se dispuso a ir a dejarlo a su lugar.

—Mis abuelos eran almas gemelas —exclamó Ezra con la voz ahogada. Zack se detuvo de golpe y apretó con algo de fuerza el libro en su mano derecha—. Nunca se los dije porque todos están locos con el tema y... ¡Zuri, no me pellizques!

Volteó y observó a la pareja, su amigo se frotaba el brazo mientras la chica lo veía con algo de enojo, luego ambos lo miraron.

—Eso no me hace sentir mejor, tus abuelos estuvieron juntos hasta que ella murió —dijo en un suspiro y sacudió la cabeza.

Ezra se enderezó.

—Sí, pero nos explicó que cuando las almas gemelas se encuentran, incluso sin juntar sus piedras, se conectan de tal manera que incluso pueden sentir las emociones del otro —concluyó.

Zack frunció el ceño y trató de recordar alguna vez que sintiera algo que no fuera ese vacío existencial o la inmensa tristeza.

—Pero, puede ser que como yo estaba enamorado...

—Esa es otra cosa —lo interrumpió la chica—. No todas las almas gemelas son pareja, algunas se quedan en amistad, o sea que amar a Keyla no debió influenciar en nada.

Ojos verdes los vieron a ambos con suspicacia.

—Siento que están buscando una manera de justificarla, ella se quiso ir, ¿recuerdan?

Zuri asintió varias veces.

—Pero esa noche estaba buscando a alguien, no dejo de recordar su rostro lleno de desesperación, algo pasó en esos minutos que ninguno estuvo con ella.

Zack bufó y cerró los ojos, apretó más fuerte el libro.

—Déjenlo así. Ella tomó su decisión —masculló antes de meterse a uno de los pasillos de la biblioteca.

—Zack —lo llamó su amiga pero no se detuvo, no quería que alimentaran algo que ya estaba muerto y enterrado.

Se adentró hasta la sección de literatura del siglo diecisiete y suspiró antes de dejar el libro de Otelo en el mismo lugar de dónde lo había tomado.

Aunque una parte de él quisiera creer lo que sus amigos le dijeron, no podía. Keyla había optado por irse sin decirles nada y aunque le doliera en el alma debía respetar sus deseos. Ese día le quedó bastante claro que su mejor amiga no sentía amor por él.

—Dijiste que...

—Sabías las consecuencias, te advertí que él no sentiría nada.

Frunció el ceño extrañado, ¿era la voz de Nessa?

—No me importa, debe haber otro ritual o una manera de que olvide a esa...

—Estás jugando con almas gemelas, no es tan fácil como crees.

Se acercó al lugar de dónde provenían las voces, su corazón comenzó a acelerar los latidos.

—Pero existe, hay una manera de que él me quiera —espetó Nessa.

Zack se asomó un poco por arriba de los libros y alcanzó a ver a la chica hablando con una mujer que se le hizo bastante conocida. Era la misma de esa noche.

—No, Nessa, tienes que hacerlo como los simples mortales, pero si no se te acerca ni teniendo a su alma gemela del otro lado del mundo es claro...

—No digas, eso, ¡yo soy su alma gemela! —exclamó la chica con dureza.

La mujer hizo girar los ojos.

—El ritual solo modificó tu piedra, pero sabes que no lo eres...

Zack dio un paso atrás de la sorpresa e impactó con otro cuerpo que a su vez chocó con el librero detrás de ellos causando que varios libros cayeran.

Ambas mujeres se quedaron calladas y tras unos segundos Nessa apareció al inicio del pasillo en el que había estado escuchando.

—Zack —dijo con cierto temor antes de mirar a su prima quien sacudió la cabeza para después dirigirse a la salida dejándola a su suerte.

—Zuri —gritó Ezra pero la chica ya se había acercado hasta Nessa para, acto seguido, darle una fuerte bofetada.

—¡Eres una maldita! Mi mejor amiga está sufriendo por tu culpa —exclamó.

Nessa puso una mano en su mejilla pero no dejaba de ver a Zack.

—Yo te amo, en serio lo hago —murmuró con desesperación.

Orbes verdes la vieron con una frialdad que jamás había usado en su vida.

—¿Cómo pudiste? —gruñó.

La chica sacudió la cabeza varias veces.

—Yo te amo, ella se fue y te dejó, ella no te...

—¡Se fue por tu culpa! Keyla lo ama tanto como él —exclamó Zuri.

Nessa apareció las piedras del destino, seguían sin desplegar brillo.

—Mira, el ritual pudo fallar pero sirvió, es porque estás destinado...

Zack se acercó a ella y la chica creyendo que había logrado convencerlo le ofreció sus piedras. Pero él solo tomó la suya y la vio con desagrado.

—Espero que esto no haya traído consecuencias para ti, porque creeme cuando te digo que no quiero volver a saber nada de ti —murmuró con enojo antes de darse la vuelta para salir de ahí.

Nessa lo vio alejarse pasmada, había renunciado a su propia alma gemela para hacer el ritual, dejó todo por ese chico que la tenía obsesionada.

—¡Eres mío, Zack! Nadie te querrá como yo, ni ella. ¿Me escuchas?

Ezra tomó la mano de Zuri y negó una vez comunicándole en silencio que la chica estaba más allá de obsesionada y que no se meterían. Ella bufó pero asintió. Eso de ser almas gemelas era bastante ventajoso cuando de hablar sin palabras se trataba.

Keyla se sentó en una banca en el área de juegos del Parc del Castell de l'Oreneta observando a los niños jugar y reír mientras que otros se perseguían. Sonrió un poco recordando cuando ella y Zack solían hacer lo mismo hasta que caía la noche y sus madres prácticamente se los tenían que llevar a rastras.

Suspiró de manera audible antes de levantarse y sentarse en uno de los columpios. Recargó la cabeza en la cadena y trató de concentrarse en el cúmulo de sentimientos que poco a poco había aprendido a diferenciar.

Sentía paz, Zack estaba en completa paz. Una situación que la llenó de cierta tristeza, tal vez finalmente había aceptado a Nessa. Aun no le quedaba claro cómo podía sentir a su amigo pero era algo reconfortante tomando en cuenta que un océano los dividía.

—Una moneda por saber lo que piensas. —Escuchó en su oído y sintió un escalofrío recorrerla de la cabeza a los pies.

Esa voz, jamás la olvidaría.

Volteó con suma lentitud tratando de aplazar la decepción de encontrarse con alguien con el mismo tono de voz, pero al girarse bien, esos ojos verdes que amaba la veían.

Parpadeó varias veces tratando de asegurarse de que fuera él y que no era su mente jugando con sus sentimientos. Abrió la boca para tratar de decir algo pero su voz pareció desaparecer junto con sus pensamientos. Estaba en blanco.

Zack se puso frente a ella en cuclillas y con sumo cuidado tomó sus manos en las de él mientras la veía fijamente y trataba de controlar las ganas de abrazarla con fuerza. Se miraron por lo que pareció una eternidad.

—¿Estás aquí? —preguntó ella en un susurro.

El chico le dio una pequeña sonrisa y asintió.

—Sí, Keyla, estoy frente a ti —dijo en un suspiro.

La chica puso ambas manos sobre su rostro y sacudió la cabeza con vehemencia, su cuerpo se estremeció ante los sollozos que empezaban a salir.

—Dios, lo siento tanto, Zack, lo siento —gimió detrás de sus manos.

Sintió al chico tomarla de las muñecas y obligarla a bajar los brazos, la veía también con los ojos llenos de humedad.

—También lo siento, debí buscar una explicación mucho antes, no resignarme.

Keyla negó una y otra vez.

—No, yo te dejé, me fui porque... ella...

Zack puso las manos en sus rodillas.

—Caímos en su trampa. Tengo mucho que contarte pero primero. —Se levantó y le ofreció su mano—. ¿Puedo abrazar a mi mejor amiga?

Ella trató de limpiar sus lágrimas y lo vio con algo de temor. La advertencia de esa mujer quería imponerse sobre sus ganas de abrazar al amor de su vida. Pero recordó las palabras de su padre y la intensidad con la que podía sentir al chico.

Finalmente se levantó y lo abrazó con toda la fuerza que pudo reunir y lo sintió hacer lo mismo. Su amigo suspiró sobre su cabello y le dio un beso en la frente antes de apretarla más a su cuerpo.

—Te extrañé —dijo ella en su pecho.

Zack la volvió a besar en la cabeza.

—Y yo a ti, nena.

Se acurrucó en su cuerpo y disfrutó de la calidez que expedía. No había lugar más seguro para ella que el de sus brazos.

—¿Estás bien? —le preguntó él en un susurro.

Ella asintió antes de esconder de nuevo el rostro en su pecho e inhalar su incomparable aroma.

—Me da algo de tristeza, creo que es una chica muy solitaria —masculló y lo escuchó suspirar.

—Pienso lo mismo, pero eso no borra todo lo que hizo.

Keyla asintió y permitió que Zack entrelazara sus dedos.

—Zuri y Ezra, ¿eh? —murmuró con un dejo de sorpresa.

Su amigo rio y la beso en el costado de la cabeza.

—¿Quién lo diría? Son polos opuestos.

Keyla se encogió de hombros y se quedó pensativa.

—¿Recuperaste tu...?

Zack levantó sus manos entrelazadas al cielo.

—¿Quieres intentarlo?

Se quedaron en silencio por unos segundos observando cómo sus manos encajaban a la perfección. Keyla mordió su labio inferior antes de incorporarse.

—¿Me amas? —le preguntó viéndolo a los ojos fijamente.

Zack hizo la cabeza de lado antes de imitarla y darle un pequeño beso en la nariz para luego capturar sus labios. Sintieron de nuevo el mundo desvanecerse, esa burbuja los envolvió en la más cálida de las atmósferas, se sentían plenos.

—Con toda el alma —respondió sobre sus labios.

Keyla sonrió sintiendo la sinceridad dentro de ella. No tenía duda, Zack era su alma gemela.

—Con eso me basta —le dijo regresando al refugio de sus brazos.

No necesitaba ver sus piedras unidas. Ni siquiera sentía curiosidad. Dentro de ella lo sabía y estaba segura de que Zack también lo hacía.

Siempre estuvieron destinados a estar juntos, incluso sin esas piedras, sabían que lo estaban.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top