Capítulo 3.

CAPÍTULO III

SOFÍA ALCÁZAR.
Octubre, 12. St. Lucia von Rosen.

     Los días habían transcurrido, y con ellos las semanas. Me hallaba en la cama y quizás pasaban de las once de la mañana. Con suma pereza me levanté de ella y estiré mis brazos mientras bostezaba con los ojos cerrados.

     Ya desperezada me levanté de la cama y caminé fuera de la habitación para dirigirme al baño. Después de haberme lavado el rostro, los dientes y haber hecho mis necesidades fisiológicas, me dirigí a la puerta de entrada para recoger el periódico de hoy y tomar la leche que dejaban diariamente en la puerta de la casa.

     —¡Buen día, vecina! —escucho la voz de mi vecino Frank al salir de casa, volteo mi vista y le saludo con una leve sonrisa y un movimiento de mano.

     —Buen día, Frank. —saludo en respuesta y me agacho para recoger el periódico y la leche.

     Un sobre negro llama mucho mi atención, lo tomo junto con el periódico, la leche y otro sobre, pero en vez de ser negro, es blanco. Camino de nuevo para adentrarme a la casa y dejo la leche junto con el periódico en la pequeña mesa del comedor y camino hasta mi habitación con ambos sobres en mano.

     Tomo el sobre negro primero cuando ya me encuentro sentada en la cama, es el que más llama mi atención, así que sin más lo abro. Me sorprendo al ver una carta dentro de este, así que sin más dejo el sobre de lado y abro la carta con suma curiosidad.

     —Sofía...

     » Sé que no quieres saber nada de nosotros, como nosotros tampoco queremos saber nada de ti, pero tu padre me lo ha pedido y no me he podido negar. Con el pasar de los meses, Gustavo ha empezado a sentirse mal, al punto de no poder siquiera caminar sin ayuda alguna. El médico de la familia nos ha dicho que tu padre sufre de poliomielitis[2] y que su vida se debate entre la vida y la muerte. No tiene cura, el médico nos lo advirtió, tu padre es tan terco que jamás optó por tratamientos, y ahora, ahora sólo le queda luchar por unos días más de vida... Por mí, puedes quedarte en ese pueblucho de mala muerte, pero tu padre me pidió que te avisara, y así lo he hecho. Puedes estar feliz por el mal que nos has causado a mí y a tu padre arrebatándonos a Rosario, todavía no logro entender cómo pudiste matar a tu hermana, maldita víbora, jamás vuelvas, Sofía, jamás vuelvas a España, tu regreso sólo traería dolor y sufrimiento, es lo único que sabes hacer.

     Lágrimas caen de mis ojos al terminar de leer aquella carta, aquella carta que provino de la mujer que me dio la vida, de la mujer que me trajo al mundo. No puedo creerlo, sollozo sin darme cuenta y tapo mi rostro con ambas manos sin poder creerlo.

     Mi padre, mi amado padre, aquél hombre que me dio la vida está por morir, ¿qué puedo hacer? Mis errores son tan grandes que de volver a España, sólo traería sufrimiento, tal como mi madre lo ha planteado en su carta... detractada carta.

     Tomo el sobre blanco y lo abro sin más, ¿qué más podía hacer? Veo que es otra carta y suspiro, preparándome para leerla. Antes de dejar el sobre y tomar la carta, un olor peculiar invadió mis fosas nasales, pero no presté mucha atención de ello debido a que mis lágrimas no dejaban de salir, y la tristeza en mi alma no se reducía.

     —Mi pequeña...

     » Estás decepcionada de mí, lo sé. Jamás quise que el auto donde iban tu hermana y tú se estrellara, nunca le dije esto a nadie, pero el accidente lo causé yo, yo corté los frenos del auto donde iban porque quería que Rossalie muriera, tu madre me tenía tan cansado que no pensé las consecuencias que esto traería. ¿Cómo iba a imaginarme que tú y Rosario iban a utilizar el auto esa mañana? Tu madre me había dicho que iría a la boutique, así que jamás imaginé que ustedes utilizaran el auto... Lo lamento tanto, Sofía, hoy día estoy pagando por ello. Soy el causante de la muerte de tu hermana, y verte a ti sólo hacía que su recuerdo volviera, estaba presente todos los días, ¿y cómo no iba a estarlo si eran dos gotas de agua? Perdóname, mi pequeña... te amo, y siempre te amaré. Tu padre.

     Sorprendida por lo que acabo de leer, me dejo derrumbar. Las lágrimas que ya se habían detenido vuelven a aparecer con más ímpetu, el asombro se instala en mí y no desaparece. ¿Mi propio padre es el causante de la muerte de mi hermana? Una muerte por la que me he culpado día tras día, noche tras noche, una muerte por la cual casi ni puedo dormir, una muerte con la que he sufrido tanto...

     Sin poder creerlo me quedo allí, en la cama, sollozando hasta no dar más, con lágrimas saliendo de mis ojos sin detenerse... los minutos transcurren, y consigo las horas. Sigo sin poder siquiera asimilar lo que he leído. ¿Debo ir a España? No lo sé, quisiera ir e intentar hablar con mi padre de esto...

     Miedos que no sabía que tenía se instalan en mí, me levanto de la cama y veo el reloj de pared, las seis con treinta y cuatro minutos se ve en este. Paso ambas manos por mis ojos quitando todo resto de lágrimas de ellos, pequeños espasmo invaden mi cuerpo al haber dejado de llorar, son pequeños sollozos unidos a movimientos un poco bruscos involuntarios en mi cuerpo.

     Me coloco de pie y un mareo hace que me sostenga de la pared que está justo detrás del cabezal de la cama, al ya haber pasado, camino fuera de la habitación para ir al baño y lavarme el rostro. Salgo de la habitación sintiendo mis ojos empañarse nuevamente de lágrimas, pero trato de evitarlo lo más que puedo.

     Entro al baño y abro la llave del lavamanos, para seguido de ello humedecer mis manos y pasarlas por mi cara para lavarla. Me miro al espejo y lo que veo me hace sentir peyorativa. Alejo mi vista del espejo y cierro la llave del lavamos mientras me doy media vuelta para secar mi rostro y manos con la toalla.

     Camino fuera del baño para después devolverme a la habitación, pero unos toques en la puerta me hacen detener mi paso, doy vuelta y camino hasta la puerta de entrada. Al abrirla mis ojos pueden ver a Margarita con una hermosa sonrisa en su rostro, sonrisa que al verme desaparece.

     —Mi niña, ¿estás bien? —es lo primero que dice, niego moviendo la cabeza al sentir que mi garganta ni un sonido puede emitir. Sus brazos me envuelven haciendo que me rompa en llanto nuevamente—. Entremos y me cuentas, pequeña.

     Se separa de mí y me hago a un lado para que entre, cierro la puerta detrás de mí y ambas nos sentamos en el sofá de la sala de estar. Veo a Margarita y siento que quiere preguntarme qué me pasa, pero no halla cómo hacerlo, por lo cual, decido hablar yo.

     —Mis padres me enviaron una carta —susurro sintiendo mi voz quebrarse, pero aun así trato de tomar aire y continuar—, mi madre, ella... me escribió diciendo que papá —siento como mis pulmones expulsan todo el aire cuando hablo haciéndome sollozar nuevamente—, papá tiene una enfermedad y va a morir...

     —Oh, mi niña —sus brazos me rodean nuevamente y dejo que me arrulle sintiéndome incapaz de continuar—. Ya verás que todo va a estar bien...

     —No, Margarita, no puedo estar bien —me separo lentamente de ella y la miro a sus ojos apagados color gris—, mi papá me confesó que él fue el causante de la muerte de Rosario, ¡de su propia hija! —me dejo llevar por el cólera que siento en mi interior y grito desgarradoramente aferrándome a Margarita... la única compañía que tengo.

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[2] Poliomielitis: Enfermedad infecciosa producida por un virus que ataca la médula espinal y provoca atrofia muscular y parálisis.


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