《Cap.5》

     Los últimos días han sido una montaña rusa, por las mañanas mis ánimos están al máximo, pero al llegar la oscura noche un miedo aparece, ya son varias veces que ruidos extraños llaman mi atención. A veces son crujidos de hojas o ramas, pero anoche era el sonido de una voz, era como si respirara agitadamente. Lo cual me aterró y no me dejó descansar en toda la noche. Sinceramente, me siento aterrada.

Hoy apenas amaneció y decidí despejar mi mente con algunas canciones junto a mi ukelele. Luego, decidí ir al pueblo y preguntar en algunos lugares lo que cuesta una habitación, pero mi trabajo no me da el dinero suficiente, así que no me quedará de otra que ser valiente y afrontar mi miedo. Le diría a un policía, pero ni siquiera puedo estar en ese bosque, así que de lo más seguro terminaría en la comisaría o peor aún, en la cárcel.

Hoy es viernes así que no me toca trabajar, hoy será mi día de aventura. Tomo un poco del dinero que guardo en mi maleta y me dirijo al pueblo. Recorro cada una de las calles, observando lo lindo que es. Me llama mucho la atención como todo el pueblo tiene la misma estructura; el color de cada casa es igual, lo único que las diferencian son las flores que decoran las ventanas y entradas de las casas. Alrededor de todo el pueblo me he encontrado con todo tipo de flores, desde rosas hasta narcisos. Logrando que las calles sean más alegres y coloridas.

—Me vende tres pretzels, por favor —menciono a la chica del carrito de pretzels.

—Claro —responde ella, tomando tres de estos y colocándolos en una bolsa de cartón blanca.

—Muchas gracias —respondo, dándole el dinero y tomando mis preciados pretzels. Continúo mi camino y decido sentarme en una de las típicas bancas de madera mientras llevo una de las deliciosas galletas a mi boca.

Contemplo mi alrededor y una sonrisa se asoma en mis labios. En dos días cumplo años, por fin mis dieciocho y ya tengo pensado cual será el obsequio que me auto-regalaré. Desde pequeña la arquería es algo que amo, así que un arco será el mejor regalo. Claro, no será el mejor de todos, ya que no cuento con mucho dinero, pero por algo se inicia.

Me levanto de mi asiento y comienzo a caminar por las aceras del pueblo hasta que visualizo de fondo una tienda de deportes, así que no dudo en entrar al lugar.

Bonjour! —dice una señora mientras limpia una mesa de madera en donde descansan unas raquetas de tenis.

Bonjour! —respondo entrando a la pequeña tienda.

—¿Qué deseas? —pregunta la señora, observándome detenidamente.

—Un arco —respondo inmediatamente.

—Vaya, vaya, un arco. No muchas personas practican ese deporte —dice seria.

—Bueno, me gusta la originalidad —respondo con el mismo tono.

—Ya veo —menciona ella mientras se dirige al mostrador y comienza a leer una lista—. Bueno, tengo un arco, pero no sé si será de tu media, voy a ir a buscarlo —dice entrando a una puerta y dejándome sola en el lugar, así que decido ver todos los artículos de la tienda.

No eran muchas las cosas que tenían, pero había para practicar la mayoría de deportes o por lo menos los más conocidos, había bolas de futbol, raquetas para tenis y bádminton, bolas de básquet y voleibol, y algunos patines de ruedas.

—Volví —exclama la señora mientras sostenía un hermoso arco de madera de gran tamaño—. Este es el único que tengo, pruébalo, porque si te queda mal, tendremos que mandarte a traer uno —responde ella, dándome el arco.

Lo tomo con cuidado y con ayuda de mi mano izquierda lo sostengo delante de mí y con mi otra mano tomo la cuerda y la estiro hacia atrás, simulando tirar una flecha.

—Te queda a la medida, ¿lo llevarás? —pregunta seria.

—Claro que sí y también tres flechas —digo alegremente.

—Muy bien, sabes ¿quieres un estuche para las flechas? Tengo este estorbándome desde hace unos meses, me harías un favor si te lo llevas —añade.

—Sería un honor —expreso sonriendo.

La señora tomó algunas flechas de maderas y las colocó en el estuche, luego me lo brindó y me coloqué el estuche en mi cintura, ya que este se sujeta con una faja. Después, tomé el arco y me lo coloco en el hombro de forma que yo me encuentre en medio del arco y la cuerda.

—Serían 25 euros —miro el dinero en mi mano y se lo doy, no quería gastar esta cantidad, pero en verdad deseo ese arco.

Minutos después salgo de la tienda, sin dinero, pero contenta.

—¡Feliz cumpleaños adelantado, Molly! —digo a mí misma con una gran sonrisa.

Una vez de nuevo en mi campamento, decido practicar mis tiros, sé que al principio seré pésima, pero lograré mejorar.

Así que después de comerme una manzana con lo poco que queda de ella, la apoyo en uno de los troncos de los árboles y me coloco a una distancia aceptable, tomo el arco y lo coloco delante de mí, luego tomo una de las flechas y la coloco en la delgada cuerda del arco. Con dificultad, tiro de la cuerda y apunto al corazón de la manzana, respiro profundo y suelto la cuerda. La flecha con rapidez se desplaza por el aire y se clava en el suelo.

—Bueno, pudo haber estado peor —digo arrancando la flecha del suelo.

Y así fue como me mantuve entretenida toda la tarde, cada vez estaba más cerca del corazón de la manzana, lo cual me alegraba mucho, ya que, no solo compré este arco porque me apasiona la arquería, sino que, si ese extraño se volvía acercar a mí, tendría como defenderme o por lo menos lograría ahuyentarlo.

A caer la noche, me puse una vieja bata y me comí las pocas cosas que me quedaban. La verdad estos días no había comido nada saludable y mucho menos he comido la cantidad que debo comer, pero no tengo dinero. Igual tengo pensado mañana ir a comprar algunas cosas, como frutas y quizá ingredientes para hacer algunos emparedados.

La noche es tan tranquila que lo único que logro escuchar son los sonidos de la naturaleza, la única luz es la que emite mi pequeña fogata y la linda luna. Mi arco se encuentra junto a mí, no estoy mintiendo cuando digo que esa persona me tiene aterrada. ¿Por qué solo aparece en las noches? Si fuera un ladrón, ya me habría robado, entonces ¿qué estaba haciendo?

Los largos minutos, que parecen horas me confunden y a la vez me emocionan, la misteriosa persona no se acercó hoy. No ruido de ramas, hojas o extrañas respiraciones.

***

Desperté de mañana y decidí ir al supermercado para poder comprar unos panes, quesos y jamones para hacer emparedados. En ese lugar, me encontré con Mélodie, quien me pidió que hoy trabajara y cómo no tenía nada mejor que hacer, acepté.

Las horas pasaron y yo decidí continuar practicando mi puntería.

—Apúrate que llego tarde —digo para mí misma, al ver que hace cinco minutos tuve que entrar a trabajar. Tomo mi uniforme, me lo pongo con rapidez y corro hacia el restaurante.

—Al fin llegas —menciona Mélodie, dándome la cesta llena de comida—. Tendrás que apurarte, ya hay cuatro entregas.

Asiento y salgo del restaurante. Realizo el pedido y al volver al restaurante, de nuevo estaba ahí, mirándome sin expresión alguna. Lo miro y quito la mirada rápidamente, no me agrada la vibra que tiene él. Mélodie llena mi cesta y vuelvo a salir del restaurante. Pero, por suerte al volver, él ya no estaba.


     Así continúo toda la tarde hasta las 7 de la noche.

—Aquí está tu última entrega. Por cierto, ten tu dinero, me fuiste de mucha ayuda hoy —dice Mélodie dándome un abrazo. Tomo la cesta, me despido de la chica y salgo del restaurante. Miro la dirección y me encamino a esta.

Al llegar toco el timbre y espero a que la persona salga.

Bonjour, mademoiselle —comenta una voz ronca. Miro hacia la persona y mis pelitos se ponen de punta. Es el chico del restaurante.

Bonjour! —digo con voz baja. Abre aún más la puerta y hace una seña para que entre a su casa.

—No, gracias. Ya acabó mi turno y quiero descansar —menciono excusándome.

—Tranquila, por cierto, me podrías ayudar con una caja —dice con una sonrisa, pero jamás pensé que ese gesto ocultara otras intenciones.

Trago grueso y entro a la casa, él cierra la puerta delicadamente y me dice donde dejar la comida, luego de ponerla en una mesa, me dirijo a él para ayudarlo con la caja.

—Quédate aquí, creo que tengo una idea para hacerlo más fácil —exclama mientras yo intento levantarla. Él se aleja de mí y se mete en una de las habitaciones cercanas a donde me encuentro yo.

La casa se encontraba en silencio completo, pero yo seguía intentando levantar la pesada caja. Pero, de un momento a otro, un sonido llama mi atención, comienzo a escuchar una respiración agitada, tal y como la del ...bosque. Me giro rápidamente y ahí estaba el chico tocando sus genitales mientras me miraba de forma extraña.

Me quedo en blanco, no reacciono, no hago nada. Él deja se tocarse y camina hacia mí.

—No sabes cómo me pones, es solo verte y el deseo en mí, aumenta —susurra en mi oído.

—Aléjate, por favor —digo con la voz quebrada.

—Eso jamás —dice lanzándome a uno de los sofás de la casa, se tira encima de mí y comienza a tocar todo mi cuerpo. Me sentía apenada y débil. Él me tocaba con satisfacción, era como si el tuviera todo su derecho de hacer aquella calamidad. Por más que intentaba escapar de esa situación, su fuerza era bastante mayor que la mía.

Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, pero mi miedo aumentó cuando se comenzó a bajar los pantalones.

—Ya basta —grité, pero él me pegó tan fuerte que hizo que me callara de inmediato.

—Entiende que serás mía —grita.

—¡Suéltame! —grito de nuevo. Intento mirar a todo mi alrededor en busca de algún objeto con el cual defenderme. Pero, al mirar mis manos se me ocurre una idea. Meto mis uñas en sus brazos con fuerza y él se aleja de mí.

Así que decido levantarme y empujarlo, él cae en el piso y veo mi momento. Corro afuera de la calle y me escondo detrás de unas casas.

Espero unos segundos para comprobar que el chico no me sigue y me desplomo en la pared hasta quedar sentada abrazando mis pies. Comienzo a llorar. No sé qué hacer. Estuvieron a punto de violarme.

Cuando me encuentro un poco más calmada, decido pensar. No puedo volver al campamento, no es un lugar seguro y menos si él sabe cómo llegar ahí. Así que decido buscar a Mélodie y para mi suerte la encuentro en el restaurante.

—Molly, ¿qué te pasó? —dice preocupada, mirando todo mi aspecto.

—Prefiero no hablar de eso —exclamo en voz baja—. ¿Puedes acompañarme al bosque?

Mélodie me mira de forma extraña, pero aun así acepta. Así que juntas nos dirigimos a mi campamento, durante todo el camino no le dirijo una sola palabra, al igual ella. Lo cual agradezco.

—¿Me ayudas a recoger todo? —pregunto tomando mis cosas y empezando a guardar todo. Ella sigue sin preguntar nada, ni decir nada. Sé que se encuentra muy confundida por mi campamento, los moretones en mi cara, mi asqueroso cabello y finalmente, mis nervios y miedo.

Cuando terminamos de recoger todo, Mélodie me dice: —no te voy a decir que me cuentes todo lo que está pasando, pero ven conmigo a mi casa.

—Jamás te dejaría hacer eso —respondo.

—Sé que no estás bien, pero por favor ven conmigo —expresa ella brindándome su mano, asiento con una diminuta sonrisa y la sigo hacia su casa.


     Una vez en su hogar ella me indica en donde puedo pasar la noche, me acuesto en el sofá y miro al techo. No puedo parar de pensar en ese momento. En el cómo él me tocaba y yo no podía hacer nada. Cierro mis ojos y algunas lágrimas se escapan de mis ojos.

—Cómo pude ser tan tonta y débil —digo en voz baja.

Por el resto de la noche, continúo pensando en ese momento. Pero, por más que intento dormir, esos pensamientos no me dejan.

     —Estaría mejor en el orfanato —digo entre sollozos. 

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