《Cap.30》
-Nathaniel Curie-
Uno de los conductores de la familia real decidió llevarme hasta Estrasburgo, a pesar de la larga distancia que hay.
Subo todas mis maletas al auto y antes de irme me despido de todos.
—Te extrañaré —dice mi hermana abrazándome, no voy a mentir, voy a extrañar mucho a esta chica, Lizzie y yo siempre hemos estado el uno para el otro, nunca nos hemos separado.
—Yo igual, te amo hermanita —exclamo, dándole un pequeño beso en la frente.
—No sabes lo feliz que soy. Tú y ella son dos mundos contrarios, los cuales se necesitan para que haya paz en el universo —dice y se separa de mí.
—Voy a extrañar tus repentinas frases de escritora —menciono riendo.
—A pesar de que aún no estoy muy convencido con tu decisión, espero que te vaya bien con el tema del arte. Al menos me dejas tranquilo al saber que continúas como príncipe —exclama él con una pequeña sonrisa mientras mantiene un mano sobre mi hombro.
—Nathan, jamás pensé que algún día te alejarías de mí. Pero, me alegra que sea para cumplir tu sueño como pintor. Además, Molly es buena para ti —susurra mi madre después de darme un beso en la mejilla.
—Gracias a los tres por darme la oportunidad de perseguir mis sueños. Eso es muy comprensible por parte de ustedes y por eso lo aprecio tanto.
—La familia se apoya. No podemos esperar más para que ocurra la siguiente celebración para verte a ti y esperemos que también a la chica —dice mi padre.
—Pienso lo mismo, padre.
Me acerco al auto y todos se despiden de mí con una gran sonrisa. Ellos son lo mejor que tengo, no sabría cómo continuar mi vida sin una de estas mágicas personas.
Subo al auto e iniciamos rumbo a Estrasburgo, gracias a Lizzie tengo la dirección exacta del departamento de Molly. Tan solo espero tener suerte y encontrarla allí.
Después de siete horas, una parada en la gasolinera y la entrada a un restaurante de camino, logré llegar a Estrasburgo. El auto se estaciona junto al edificio en donde al parecer Molly vive.
Son las seis de la tarde y ya la oscuridad comienza adueñarse de toda la ciudad. Estrasburgo es asombroso, una ciudad sacada de un cuento de hadas. Ríos rodean la ciudad y hay miles de edificios asombrosos, pero lo que en verdad llama la atención es la Catedral de Notre Dame.
—¡Tú puedes, Nate! —susurro para mí mismo al ver el edificio. Sonrío y entro a este. En la recepción me preguntan mi nombre y a quién vengo a visitar, me dicen la habitación de ella y subo por las escaleras hasta llegar al tercer piso. Su habitación es la 22, así que me dirijo a ella.
Al mirar una puerta con dicho número, me acerco a esta y mi corazón comienza a acelerarse. Respiro profundo intentando controlarme, pero me resulta imposible. Sin pensarlo más, toco la puerta y espero unos segundos, los cuales me resultan una eternidad.
La puerta se abre lentamente y puedo observar a Molly, la chica de la cual me enamoré. Su cabello se encuentra despeinado, viste un pijama color celeste y sus hermosas mejillas están rosadas, como siempre. Al verme me abraza de forma inmediata.
—Pensé que nunca te volvería a ver —susurra entre sollozos.
—Molly, necesito decirte algo —digo separándola de mí.
—¿Qué pasó? —pregunta, confundida.
—Cuando te miro puedo observar la belleza que Van Gogh admiraba en las estrellas. Nunca imaginé encontrar a alguien como tú, pero ahora que te conozco, no te quiero perder —exclamo finalmente. Ella me mira con ternura, pero no dice palabra alguna—. Te amo, pelirroja.
—Nate, también te amo —susurra ella acercándose a mí con lentitud. Ella toma mi rostro y junta sus labios con los míos, y yo acaricio su suave y rojizo cabello para luego sujetarla de la cintura con delicadeza.
—¿Te gustaría ser la futura princesa? —pregunto no alejándome mucho de ella—. No te obligaré a usar tacones —añado y ambos reímos.
—¿No te refieres a reina?
—No, la futura reina ahora es Lizzie y me matará si no me caso contigo.
—Definitivamente, usted perdió la cordura, su majestad —susurra ella con diversión.
Jamás creí que esto fuera a pasar, la vida es de los caminos más inesperados con los que una persona se topa. A veces aquello que parece imposible termina sucediendo y es donde comprendes que la vida no está planeada, simplemente los acontecimientos surgen para darle sentido a esta.
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