《Cap.18》
Abro mis ojos lentamente apenas escucho el despertador que descansa en mi mesa de noche. Cubro mi cara con mis manos y me levanto, hoy debo alistarme rápido, ya que en unas cuantas horas Lizzie y yo partimos a Tours.
Tomo una pequeña ducha y me visto con mis pantalones vaqueros, mi sudadera amarilla y mis típicos botines. Luego, corro a la cocina y me preparo mi desayuno.
Una vez lista, tomo mi maleta en donde anoche coloqué mi ropa y dinero. Además, también iré acompañada de mi ukelele y llevaré las cartas como prueba de mi acusación, ya que si ella decide ignorarme tendré que enseñar mi evidencia. Tan solo quiero poder resolver todas las preguntas que atormentan mi cabeza.
Me dirijo a la entrada del castillo en donde Lizzie ya se encontraba esperándome. La saludo y subimos a un auto negro, el cual nos llevará hasta Tours.
Un señor coloca nuestras maletas en la parte trasera del auto y una vez listas, emprendemos camino a Tours.
—No me lo puedo creer, estoy tan emocionada. Me encanta Tours —dice alegremente Lizzie, mientras cubre sus mejillas con sus manos—. Bonita sudadera.
—Gracias —respondo con una pequeña sonrisa.
—Tranquila, no te preocupes. Estos dos días conquistaremos Tours, tú solo necesitas unas horas para hacer tu investigación en el teatro y el resto de la estancia nos divertiremos —exclama animándome.
—Por supuesto —respondo intentando sonreír.
—Yo sé cómo cambiar ese triste rostro. Hoy en la noche iremos al bar Vin Rouge es el mejor lugar —dice emocionada—. Podrás conocer chicos —añade con una sonrisa pícara.
—Voy a ir, pero eso último no me interesa —respondo avergonzada.
—¿Estás bromeando? Eres demasiado hermosa, miles de chicos desearían estar contigo.
—Prefiero mi ukelele y la arquería.
—Bueno, le eres fiel a Nathan —dice riendo.
—¿Vas a superar eso algún día? —exclamo girando mi cuerpo para quedar mirando la ventana.
—Oh, Molly, mi linda amiga. ¿Acaso no te das cuenta de lo loco que está mi hermano por ti? —dice suavemente.
—Eso es mentira —insisto mirando hacia la ventana. Todas las calles están llenas de nieve. Los árboles cubiertos del manto blanco y los lagos ahora son un enorme hielo, un paisaje de cuento de hadas.
—Bueno, ya no te digo más, pero quiero saber algo, ¿le darías una oportunidad? —pregunta en voz baja.
—¿De qué hablas? —pregunto mirando el rostro de la chica.
—Si él te dice que quiere estar contigo, ¿lo harías? Prometo no decir nada —dice con una pequeña sonrisa.
—No lo sé, Lizzie. Es algo complicado, me gusta pasar tiempo con él, pero nunca he tenido novio y si me lo preguntas, Nate y yo jamás podríamos ser algo más que amigos, somos muy diferentes. Además, la realeza no va conmigo, sin ofender —comento con seriedad.
—¿Recuerdas que los opuestos se atraen? —menciona y la miro, pero ella se encuentra leyendo uno de sus tantos libros. Así que decido enfocar mi mirada en la ventana y todo lo que pasa a mi alrededor.
—Molly, despierta —dice Lizzie empujando todo mi cuerpo con sus manos. Abro un poco los ojos y me encuentro con su rostro frente al mío—. Por fin despiertas, ya llegamos —dice tomando mi mano.
Salimos del auto y decido estirar mi cuerpo un poco. Tomo mi maleta y ambas nos dirigimos a una especie de gimnasio, entramos a este y caminamos hasta el final del lugar. Lizzie abre una puerta y nos nuestra una enorme cancha de tenis.
Entramos a esta y Lizzie sale corriendo hacia una de las chicas que se encuentra entrenando. Tomo tanto mis maletas como las de Lizzie y las coloco junto a una pared, para luego acercarme a ellas.
—Hola, eres Molly ¿cierto? —exclama una chica delgada y alta, de tez morena y un lindo cabello negro y lacio.
—¡Hola! Sí, soy yo —digo con una gran sonrisa.
—Enchanté —exclamó ella.
—Echanté —respondí de forma amistosa.
Después de la presentación, Lizzie y yo nos fuimos a sentar en una de las bancas en donde había un niño sentado mientras comía un helado de menta.
—Mi amor, Louis —dice Lizzie abrazándolo. Por supuesto es el «sobrino» de ella.
—Tía —grita el niño emocionado. Lo cual me da mucha ternura—. ¿Quién es ella? —pregunta mientras lame su helado.
—Ella es Molly, es amiga de tía Lizzie —explica ella con cariño.
—Hola, Louis —exclamo con una pequeña sonrisa mientras me siento en la banca.
—Hola —dice el niño avergonzado.
Por los siguientes minutos, escucho las historias que le cuenta Lizzie a Louis, pero lo que me provoca especial atención es la reacción del pequeño, ya que cuando Lizzie le cuenta algo que para él es asombroso, él pone sus manos en su rostro y un «oh» sale de su boca. Se nota que es un niño muy expresivo.
—Mamá está lista —indica Madeline mientras seca su sudor con una toalla blanca. Todos nos levantamos y nos dirigimos al departamento de ella junto a nuestras maletas.
Durante todo el camino, Madeline me explica los horarios del teatro, así como el costo y en donde están los actores y actrices normalmente. Madeline, me agrada es una chica divertida, pero muy valiente, ya que a lo que ella me contó trabaja en el teatro y además compite en tenis, y aun así, cuida a su pequeño Louis. Una guerrera sin duda alguna.
Una vez en el edificio, subimos las escaleras y llegamos finalmente al departamento, el cual es pequeño y tiene las cosas básicas. Una habitación, un baño y una cocina, pero como todo está bien acomodado y limpio, el lugar tiene muy buen aspecto.
Nos indica el lugar en donde nos instalaremos y nos regala unas galletas de chocolate, mientras conversamos en el suelo del lugar.
—¿Ya sabes a cuál función irás? —pregunta Madeline para después llevar una de las deliciosas galletas a su boca.
—¿Sabes a qué hora estará Estelle Rose en el escenario? —pregunto curiosa.
—Me parece que ella haría el papel de una obra esta noche. Si no me equivoco es a las cinco de la tarde —dice intentando recordar.
—¿Qué hora es? —pregunto agitada.
—Son las cuatro —responde Lizzie. Me levanto de inmediato y le insisto a las chicas que me acompañen al teatro, no pienso entrar a ver la obra, tan solo quiero hablar con ella. Así que me tendré que colar en el lugar.
—Recuerda, después de salir de aquí, irás al bar. Ahí estaremos ambas y por supuesto, elguarda que mis padres enviaron. Según ellos, no lo iba a reconocer —exclama Lizzie una vez que llegamos al teatro. Asiento ante las palabras de la chica y ambas se alejan, dejándome sola.
Miro el teatro y es un lugar enorme, un poco antiguo, pero creo que eso lo vuelve más interesante. Miro la cartelera en donde están las obras de toda la semana y sus respectivos actores y actrices principales. Y es ahí donde miro la obra de teatro que realizarán en pocos minutos, Una doncella en aprietos. El nombre no es muy llamativo, pero por la cantidad de personas que desean entrar creo que soy la única que piensa eso.
—Disculpe, ¿en dónde está el baño? —pregunto a un señor el cual está limpiando la entrara del teatro.
—Por allí —indica sin dirigirme la mirada mientras señala unas puertas al lado izquierdo del lugar. Miro sigilosamente a todos los lados, para luego entrar lo más disimulado posible y una vez junto a la puerta, entro al baño con rapidez.
—Paso uno, hecho —me digo a mí misma mientras me refugio en el baño. No puedo creer como no tienen ningún guardia en la entrada. Tan solo hay un chico joven atendiendo en la entrada, el cual tiene todo el aspecto de pasar largas horas leyendo comics y jugando en centros de Arcade. Así que esto será más fácil de lo que pensé.
Salgo del baño y me dirijo al lugar en donde se encuentran los actores de dicha obra. Así que comienzo a seguir la dirección que Madeline anotó en un trozo de papel, camino por pasillos los cuales están vacíos y al final de uno de esos, hay una puerta de la cual radia luz y se escuchan algunas voces. Una enorme sonrisa se forma en mi rostro.
Abro la puerta con valor y varias de las personas que se encuentra allí, se quedan mirándome extrañamente.
—Busco a Estelle Rose —digo en voz alta y con seguridad, la cual no sé de dónde tomé.
—¿Qué quieres, niña? —responde una voz al fondo de la habitación.
—Creo que le interesaría hablar conmigo —digo con una pequeña sonrisa victoriosa. Ella se gira y me mira, sus ojos expresan confusión total y camina hacia a mí con rapidez.
—Tú no puedes ser quien yo creo —comenta con una sonrisa burlona. Ella es, ¿cómo decirlo? Una persona sarcástica y desagradable. Su tez es blanca y tiene varios lunares esparcidos en todo su rostro, cabello negro y largo, y ojos azules como los míos.
—Pues sí, soy yo, tú hija —digo con seriedad. La verdad jamás creí que esto pasaría, toda mi vida pensé que mi madre estaba muerta, pero ahora al tenerla enfrente mío tan solo me causa repugnancia.
—No, eso es imposible —exclama riendo nerviosamente.
—Créelo, y como ninguna tiene tiempo para esto, me vas a decir la historia de estas malditas cartas —respondo tomando algunas de las cartas y arrogándoselas. No puedo mentir, puedo parecer valiente en este momento, pero esto duele y mucho, jamás pensé que este recuerdo tan bonito de mi madre solo serían mentiras.
—Bueno, niña. Me embaracé, como no quería un bebé tan joven, te tuve y te envié a ese orfanato de mierda, te lo merecías, me desgraciaste la puta vida. Nadie conoce de tu existencia, ni mi madre. Pero, no me bastó con dejarte en ese horrible lugar, sino que quise ilusionarte con la típica historia de una madre amorosa y sufrida, que haría todo por su hija —dice riendo, lo cual rompe mis sentimientos—. ¿Sabes?, escribir esas cartas me llevaron al éxito, ahí me di cuenta lo buena actriz que soy, así que vete de aquí. Eres una insignificante persona, un simple error de una noche de borrachera —añade ella y vuelve a la habitación, cerrándome la puerta en la cara.
Recojo las cartas del suelo y salgo del lugar casi corriendo. Esto me está doliendo demasiado, ya que todo lo que dijo esa mujer es la verdad. Soy un simple error el cual nunca tuvo que existir. Si mi propia madre no me quiere, ¿quién lo hará?
—¿Me prestas un bolígrafo? —pregunto al joven de la entrada. Él me brinda uno y escribo en el trozo de papel el cual tenía la dirección de aquella habitación, «He vuelto a Rigny-Ussé» escribo para avisar a Lizzie.
Me dirijo al departamento de Madeline, ya que ella me dio una de las llaves. Recojo mis cosas y dejo el papel sobre una mesa de madera. Cierro la puerta y salgo del edificio.
Camino por las amplias e iluminadas calles de Tours. Y me dirijo a la única parada de buses que puedo observar. Miro que junto a la parada hay un enorme letrero en donde indican los horarios, y para mi suerte en diez minutos pasa el próximo autobús para Rigny-Ussé.
Me siento en la banca de madera que hay en la parada y me dispongo a esperar esos minutos. Este viaje no resultó nada de lo esperado, me siento mal dejando a Lizzie sola, pero mis ánimos están bajo el suelo. Podría quedarme en este lugar fingiendo que todo en mi vida es perfecto, pero no tengo ganas de mentir ni de contar la verdad, simplemente guardaré todo el dolor como siempre lo he hecho.
Minutos después, observo las luces a lo lejos del autobús. Subo a este y pago al chofer mi pasaje, busco un lugar vacío y me siento en el primero que veo. Observo por la ventana el pasar de los autos y de las personas.
Tengo ganas de llorar, toda mi vida fue destruida en esos pocos minutos en los cuales hablé con ella. Lo más decepcionante de todo es que las estrellas, ya no tendrán el significado que antes estas tenían. Me agradaba la idea de tener una heroína en la cual pensar cuando me sentía débil.
—Esto es tan humillante —digo cubriendo mi rostro y aguantando las enormes ganas de llorar ahí mismo.
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