《Cap.16》
Solo falta una semana para navidad. El frío está a temperatura extrema, tanto que hace pocos días comenzó la nieve a cubrir todo el paisaje, reemplazando por completo el otoño. Los tonos cálidos del paisaje de noviembre ahora se convirtieron en tonos fríos, característicos de diciembre.
Hace días ocurrió la reunión de los camareros, en donde nos brindaron nuestros uniformes, unos lindos vestidos rojos, los cuales tienen una falda voluptuosa y un delantal blanco, el cual combina con algunos detalles que posee el vestido. Además, nos anunciaron sobre cual aperitivo estaría bajo nuestras manos y a mí me tocaron cupcakes navideños, lo cual me fascinó ya que soy gran fan de esas delicias.
Mi trabajo con Nate ya finalizó, ya lleva más de una semana operado. La verdad, extraño pasar todos los días con él, pero es lo mejor para ambos, nos estábamos acercando demasiado y eso no puede traer nada positivo. Tan solo problemas que pueden acabar con mi estancia en el castillo.
Hoy debo regar cada una de las flores que hay en los salones. Además, debo ir al pueblo a dejar las invitaciones para la celebración de noche buena. Así que decido ponerme uno de mis vestidos más largos, ya que conseguir algo para invierno en mi armario resulta algo difícil. La mayoría de mis prendas son vestidos.
Una vez lista, me miro en el espejo del baño y noto lo irritadas que se encuentran mis mejillas y mi nariz, así que coloco un poco de la crema para rosácea sobre la zona afectada. Si tan solo pudiera cambiar algo en mí, serían mi molesta rosácea, en serio la detesto.
Me dirijo a una pequeña bodega de madera, la cual está destinada para guardar las herramientas del jardín y tomo de ella, una regadera. Decidí empezar por el salón principal en donde se celebrará la gran ceremonia de navidad, allí no hay muchas plantas, tan solo algunos pequeños ramos de flores que decoran las mesas principales.
Una vez lista con ese asombroso lugar, continué así con el resto; la biblioteca, salón de conferencias, salón de caballeros, salón de arte y, por último, el salón principal de la reina, en donde realiza sus actividades diarias.
Regreso a la bodega de jardinería y dejo la regadera. Para encaminarme al salón de conferencias.
—Buenos días, su majestad —exclamo amablemente y con una reverencia, al entrar al gran salón. El rey me saluda y me invita a pasar.
—Aquí están las invitaciones, tan solo déjalas en la oficina de correos —indica—. ¿Emocionada por la celebración? —pregunta dándome las cartas.
—Emocionada y nerviosa —respondo recibiéndolas.
—Todo va a ser maravilloso, como cada año. Por cierto, ¿te contaron que tendrás dos semanas de vacaciones el próximo mes? —indica—. Lo que sucede es que cada año cambiamos el mes de vacaciones.
—No, no lo sabía. Gracias por notificármelo —respondo emocionada.
—No hay de qué.
—Permiso, voy a continuar con mis tareas —añado con una reverencia y salgo del salón. Trabajar en este lugar es simplemente un sueño, no entiendo como tuve tanta suerte.
Junto a las cartas, me dirijo a mi habitación y las coloco con mucho cuidado en una bolsita, tomo un poco de dinero y me encamino al pueblo. Siendo sincera, volver a salir de este lugar, me hace sentir temerosa porque uno nunca sabe si se volverá a encontrar con aquel chico. Pero, no pienso tardar mucho, tan solo dejaré las cartas en la oficina de correos e iré al cementerio junto a un ramo de tulipanes que compraré en el pueblo.
Una vez fuera de las murallas del castillo, emprendo mi camino hacia el pueblo. Camino sobre la carretera de piedra hasta llegar a mi destino, en donde todo sigue tal y como lo recuerdo. Paso por una de las aceras del pueblo mientras observo cada uno de los negocios del lugar, ya que aún no me sé muy bien la ubicación de cada cosa. Cuando por fin logro encontrar la oficina de correos, entro a esta.
—Buenas tardes, ¿qué se le ofrece? —pregunta una chica morena y alegre.
—Invitaciones del castillo. Necesito que todas lleguen a sus respectivos destinatarios, antes de que finalice esta semana —indico a la chica.
—Por supuesto —dice tomando las cartas y colocándolas en una pequeña caja de madera que descansa en su mostrador—. Apenas llegue uno de los repartidores, se las encargaré.
—Muchas gracias —respondo con una sonrisa para luego salir del lugar. Ahora solo debo buscar una floristería o algo similar. Así que comienza nuevamente mi búsqueda y por suerte, logro encontrar a un señor vendiendo varios tipos de flores en una pequeña carreta de madera.
—Bonjour, ¿tiene tulipanes? —pregunto al señor.
—Claro que sí, ¿qué color quiere? —exclama en señor mientras busca en su carreta mi pedido.
—Morados —respondo y él toma un ramo de los tulipanes y quedo enamorada de ellos. Son hermosos, así que decido comprarlos y me dirijo al cementerio, el cual se encuentra un poco lejos del pueblo.
Camino por unos cuantos minutos en dirección opuesta al castillo y logro llegar al cementerio. Entro a ese lugar y me dispongo a buscar a mi madre.
—Hola, madre. Volví —digo observando su foto—. Hoy te traje tus flores favoritas, tulipanes. Son morados, porque en realidad no sabía cuál era tu color favorito —añado colocando las hermosas flores en su tumba. Me quedo en silencio solo contemplando la escena.
—¿Eras amiga de Juliette? —pregunta una persona detrás de mí, giro un poco mi cabeza y me encuentro con una ancianita, la cual desconozco.
—Soy su hija —respondo con una pequeña sonrisa. La señora me mira desorientada, como si no me creyera.
—Disculpa, jovencita. ¿Qué dijiste?
—Yo soy hija de ella —repito un poco extrañada.
—Linda, lo siento, pero estás confundida. Juliette nunca tuvo una hija, murió muy joven por un cáncer que afectó su cerebro —explica la señora despacio.
—¿Cómo sabe eso? —pregunto seria. Podría estar mintiendo.
—Fui una gran amiga de la familia Rose —responde—. ¿De dónde sacaste esa idea? —pregunta curiosa.
Tardo algunos segundos pensando en si contarle todo o no, pero toda esta situación me tiene muy asustada. Si ella no es mi madre, ¿quién es?
—Desde pequeña, vivo en un orfanato y mi madre dejó varias cartas para mí, en donde me cuenta cosas sobre su vida y en una de esas me explicó que cuando iba a dar a luz, hubo una complicación así que alguna debía morir y ella quiso ser la que no viviría. Además, me dijo que esta era su tumba —explico nerviosa.
Ella tarda algunos segundos analizando mis palabras, pero luego me responde: —deberías investigar un poco más, porque créeme que ella no tuvo hijas. Incluso, esto puede ser obra de Estelle.
—¿Quién?
—Es la hermana mayor de Juliette. Ellas eran como el agua y el aceite, Juliette era una chica dulce, amable y soñadora, pero Estelle es una chica complicada, desde joven se fue de la casa y no sabemos mucho de ella, solo que ahora se dedica a realizar papeles en obras de teatro —explica.
—¿Sabe dónde se encuentra ahora? —pregunto.
—Creo que se encuentra trabajando en Grand Theatre de Tours, queda a unos cuarenta minutos de Rigny-Ussé, en la ciudad de Tours —menciona la señora pensativa.
—Creo que tendré que viajar —digo a la señora con una sonrisa triste, luego me alejo de ella.
El resto del camino de vuelta al castillo es eterno. Me siento traicionada, después de años de leer esas cartas y pensar en que mi madre dio la vida por mí, me hacía sentir menos insignificante, pero ahora no sé ni quien es mi verdadera madre. Podría ignorar el tema, pero en serio quiero llegar al fondo de esto, aunque eso implique la decepción más grande de mi vida.
Pasan algunos minutos los cuales son eternos hasta que finalmente me encuentro de frente con el castillo, lo que provoca una pequeña sonrisa en mí. Entro al lugar y me dirijo de forma inmediata a mi habitación, ya que las tareas que tenía para hoy ya las finalicé.
Abro la puerta de mi habitación, y un olor a café me recuerda lo ingenua que fui.
—Lo siento, pero sea quien seas, no eres mi madre. Solo déjame —menciono en voz baja. Sé que ese olor a café tiene que ver con algún alma, pero ya ese olor no me da alegría como lo hacía tiempo anterior, ahora solo me recuerda lo inocente que puedo llegar a ser.
¿A quién en este mundo se le ocurre creer todo lo que dicen algunas cartas, las cuales pudieron ser escritas por cualquier persona? Lo que más me duele es que todo lo que sé es que mi ukelele no tiene ningún significado importante, las estrellas dejaron de tener ese gran impacto en mí. Todo lo que he vivido ha sido como una gran estafa, pero, aunque esté dolida, quiero saberlo todo.
Voy a investigar sobre las próximas obras de ese teatro y no me quedará de otra que ir a buscar a la mujer que posiblemente es la respuesta o todas mis preguntas.
Tomo mi arco junto a sus flechas y salgo nuevamente de mi habitación. Quiero pensar en otra cosa y la única forma de hacerlo es distrayendo mi mente con la naturaleza.
Miro el castillo y el cielo que oscurece cada vez más, doy un gran respiro y corro hacia el bosque. Mientras corro hacia él, algunas lágrimas corren por mis mejillas, pero tan solo las seco con mi mano con coraje y rabia.
Llego a una zona bonita del bosque y decido sentarme en el césped, relajo todo mi cuerpo y tan solo miro al cielo, el cual me comienza a mostrar las estrellas poco a poco. Cierro mis ojos y me quedo en silencio, intentando alejar todo pensamiento negativo, pero esto es casi imposible.
—Debería volver —susurro al volver abrir mis ojos y notar que la luz del sol es casi inexistente. Así que me pongo de pie y me encamino nuevamente al castillo.
—Molly, el príncipe Nathaniel te estaba buscando —dice una de las cocineras al verme llegar a la torre de empleados. Asiento y ella se aleja de mí.
—¿Molly? —pregunta Nate al escuchar que su puerta se abre.
—Sí, soy yo —digo fingiendo una sonrisa.
—¿Te sientes bien? Te veo desanimada —dice preocupado mientras se sienta en su cama.
—Sí, estoy bien. Pero, lo importante es, ¿cómo estás tú? —pregunto.
—Perfectamente bien —añade levantándose un poco su camiseta, mostrándome su herida la cual ahora es una pequeña cicatriz sin puntos.
—Eso es genial, ahora tendrás una linda marca de victoria —menciono sentándome frente a él en su cama.
—Eso creo, ¿estabas practicando? —responde, señalando mi arco.
—Eso quería, pero solo terminé tomando un poco de aire libre —exclamo con una pequeña sonrisa.
—Espero que te sientas mejor, la naturaleza siempre ayuda —dice—. Por cierto, ¿ya pensaste en el trato?
—Nate, creo que lo mejor será no salir a acampar —respondo.
—¿Por qué? —exclama con tristeza.
—Por lo que te dije aquel día, lo mejor es no acercarnos tanto —respondo con firmeza.
—Pero, no vamos hacer nada malo —insiste.
—Nate, no sigas, por favor. No quiero que me despidan —excuso.
—Eso no va a pasar, Molly —continúa insistiendo.
—Nate, no me siento bien. Lo mejor es que me vaya —digo levantándome de la cama y dirigiéndome hacia la puerta.
—No. espera —menciona.
—Adiós, Nate —exclamo y cierro su puerta.
Desde el principio supe que venir a ver a Nate era una mala idea, debo alejarme de él, no puedo seguir con esto. Él se quiere acercar a mí, pero eso no puede pasar. Él solo debe ser la persona para la cual trabajo.
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