Capítulo 10: El secreto del Duque

19 años atrás.

La guerra entre el imperio y la rebelión había cambiado de rumbo, pues la época de de esplendor rebelde había llegado a su fin, el imperio empezó a presionar conquistando ciudades como un viento incontrolable, apagando las llamas de la rebelión. Ciudades cuya lealtad había cambiado fueron arrasadas por los relámpagos de los dragones y las lanzas de sus caballeros, los ejércitos rebeldes eran cazados, mientras sus simpatizantes eran colgados, ancianos, ancianas, hombres, mujeres, niños, niñas, humano o Atradishe, nadie era perdonado por el imperio.

Skyland arremetía arrancándole trozos a Paradise y a Runus, poco a poco buscaba recuperar sus antiguos territorios, no había lugar al sur del imperio donde que fuera más golpeado que Bellaret, una ciudad ubicada al sur del continente, antiguamente una ciudad imperial, en ese momento representaba un importante enclave que separaba el imperio cortándole su conexión al mar del sur, así también separando al imperio de las Belamerinas, una etnia de humanas guerreras las cuales eran leales al imperio, pero mantenían un reino dependiente en la isla de Zetra.

Días de asedios por su control, enfermedades, llego un momento donde era posible ver más cadáveres que personas vivas. Todos los que pudieran usar un arma en aquella zona la usaba para luchar contra el imperio sin importar si tenías o no la bendición de las gemas, si estuvieras entrenado o no, pues los que quedaban sabían que rendirse los llevaría al mismo destino, la muerte.

Inevitablemente Bellaret cayó, los sobrevivientes rebeldes escaparon bajando más hacia el sur, escapando de sus perseguidores imperiales hasta salir de los límites del imperio encontrando refugio en el cuerno de Lafra, el cual estaba ocupado por Marsur, más exactamente se ubicaron cerca de una aldea llamada Maranda, una aldea de pastores.

Libres del hostigamiento del imperio tuvieron tiempo para sanarse, para los Marandaneces su presencia representaba más una ganancia que un peligro, siendo esta una aldea de Marsur no podía ser obligada o tomada como rehén, aunque negociar con la rebelión podría ponerla en peligro a pocos le importaba, su presencia trajo ganancias a la aldea pues ellos se volvieron el intermediario entre el ejército rebelde y Marsur.

Entre aquellos sobrevivientes se encontraba el duque Fernández, aunque en ese momento apenas era un joven soldado sobreviviente de Bellaret, no tenía sangre noble, no venía de una familia de guerreros, tan solo era hijo de unos granjeros, pero sabía defenderse, él era la única persona de su familia que quedaba, en ese tiempo apenas tenía 21 años.

Nada es eterno, pues el imperio logro dar con su escondite.

Enero 15 del año 486.

Esa mañana parecía ser tranquila, las aves cantaban, la brisa era suave, para muchos parecía representar un día tranquilo, pero algo perturbo esa tranquilidad.

Una legión conformada por 5 regimientos es decir, veinticinco mil soldados imperiales avanzaba hacia el valle, caballeros dragón, infantería, magos, cañones mágicos, artilleros, una armada dispuesta a aplastar cualquier señal rebelde se acercaba cada vez más aquel campamento.

Los rebeldes se percataron rápido de la inminente amenaza, pues contaban con valquirias que vigilaban la frontera de Lafra, además el polvo levantado por la legión imperial alertaba a kilómetros su existencia. Rápidamente los soldados rebeldes se prepararon para un enfrentamiento.

Los caballeros dragón fueron los primeros en darse cuenta que no sería un trabajo fácil.

Todos esperaban que fuera un pequeño grupo de sobrevivientes, solo ancianos, madres e hijos y un puñado de soldados. Pero antes de que se dieran cuanta...

–¡¡Fuego!!

–¡¡Derriben esas lagartijas!!

Ya había dejado de ser un campamento de refugiados, ahora era un puesto militar rebelde con casi la misma cantidad de soldados el ejército imperial.

Un torrente de magia impacto contra los dragones, desde que los rebeldes se percataron de los dragones no perdieron el tiempo y prepararon sus defesas. Ese ataque dejo confundidos a los soldados imperiales, esperaban que ellos hicieran el primer ataque y acabar con esto rápido. Muchos caballeros dragón junto con sus monturas murieron en ese primer ataque.

– ¡Preparen las armas! ¡Alístense para recibir a esos desgraciados!

Exclamaron los generales rebeldes, los soldados no dudaron, todos se prepararon para hacer otro ataque o para recibir un potente contraataque.

Ambos lados tenían poderosos cañones mágicos, ambos lados tenían artilleros, ambos lados tenían magos, ambos estaban preparados para un combate a distancia.

Pronto las explosiones llenaron el valle. Rápidamente el número de ambos se redujo.

Después de pasar un tiempo por fin fue momento de que los dos ejércitos chocaran, espadas contra espadas, metal contra metal. El imperio tomo la iniciativa adentrándose en el campamento rebelde.

–¡¡Es momento de tomar venganza contra esos matones!!

Todos tomaron sus armas y se lanzaron a un combate cuerpo a cuerpo. El joven Jonathan apenas podía defenderse de los soldados imperiales, sus esperanzas estaban en una sola cosa, sobrevivir, no dejaría que su vida fuera arrebatada. Uno a uno fue derrotando todos los soldados imperiales que lo atacaban, aun así sabía que había un mundo el cual no podía hacerle frente.

El imperio no había mandado nivel 50, solo comandantes, pero los rebeldes tenían un general, un paladín de nivel 65 al cual ningún soldado del imperio podía hacerle frente, ni siquiera un dragón parecía ser rival para él, solo un corte basto para partir un cañón en dos. Jonathan sabía que no debía meterse en su camino y solo enfrentarse a soldados débiles.

La batalla duro más de lo esperado, había llegado el medio día, muchos soldados yacían muertos en el campamento, cadáveres de dragones terrestres y voladores, cañones destruidos, aún seguían escuchándose los disparos y los choques de espadas.

– ¡Reagrúpense!

Exclamo el general rebelde, Seht Wynkele, también conocido como la mano derecha del Fénix, ya era un hombre de edad avanzada, pero seguía conservando su fuerza. Seht sabía que no podría seguir simplemente resistiendo, el imperio los había ubicado estando lejos del frente principal siendo rodeados por enemigos. Debían escapar lo más pronto posible hacia el oeste, pero para ello debían primero derrotar las fuerzas imperiales, aun así, todos los soldados estaban visualmente cansados, los magos ya no podían lanzar más hechizos, no tenían tiempo para descansar un momento.

"Auto-sacrificio" esa idea paso por su mente, si él mismo se sacrificaba intentando retener al ejército imperial podría darles una oportunidad a sus soldados.

Pero no sabía exactamente cuántos soldados imperiales quedaban, ambos lados habían perdido la mayoría de sus fuerzas.

Lo que nadie sabía era que estaban siendo observados. Estos observadores guardaban silencio mientras miraban, pero se estaban hartando de esperar, ninguno no de los bandos retrocedía o avanzaba, no era seguro que alguno tuviera la victoria garantizada, estaban igualados.

–Esto se ve muy mal...

Dijo uno de los comandantes imperiales mientras observaba la situación con gran preocupación.

–No tenemos refuerzos y fallar no es una opción... ¡No se detengan y acábenlos a todos!

Los soldados cansados no hicieron otra cosa más que obedecer, nuevamente la batalla se avivo, aun así seguían atascados, ambos lados tenían casi la misma calidad y cantidad.

–¡¡Ya basta!!

Una potente voz resonó en todo el campo de batalla haciendo que todos se detuvieran, al hacerlo todo se oscureció solo el fuego iluminaba el campo de batalla. Entonces los muertos se levantaron atacando a los vivos sin importar si eran aliados o enemigos, por fortuna eran más lentos y menos inteligentes que una persona normal, eran zombis, sorprendidos la mayoría fue tomado por sorpresa, solo fue el inicio, cuando acabaron con los zombis todos los soldados estaban confundidos.

–No puede ser...... esto es obra de un mago demoniaco, no... ¡UN NIGROMANTE!

Exclamo el paladín, un nigromante era una clase de mago el cual estudiaba la magia relacionada con la muerte desde un punto de vista demoniaco, revivir personas como zombis era una de sus habilidades, pero ninguno podría levantar a tantos muertos, debía ser obra de muchos o de uno muy fuerte.

Durante un momento todo estuvo en silencio, los soldados estaban nerviosos. Entonces un relámpago rompió el silencio, cayendo desde el cielo impacto en el centro exacto del campamento, después le siguieron otros 7 relámpagos más los cuales también impactaron en el mismo lugar. Pronto se dieron cuenta que era más que simple magia, 7 personas se aparecieron en el lugar del impacto, todas vestían con túnicas grises y adornos dorados.

–Qué bueno que se detengan a escucharnos.

Uno de los hombres hablo, su túnica más que ser gris era casi negra además de estar más adornado que los otros, este parecía ser el líder.

– ¿¡Por qué deberíamos hacerte caso!?

– ¡Tal vez sean pacifistas que están hartos de esta guerra al igual que todos nosotros!

– ¡Ellos han matado a nuestros amigos! ¡Nos han dejado sin familia! ¿¡Por qué dejaríamos de luchar!?

Todos los soldados exclamaron, el campo de batalla estaba dividido en dos, y estas 7 personas estaban en el centro.

Pero entonces ellos rieron, no, ellos se burlaron de sus palabras.

–No somos pacifistas, no nos importan sus razones... pero ya es muy aburrido verlos luchar... en especial ahora que vemos que están empatados.

Hablo el líder mientras miraba a ambos bandos con desprecio.

– ¿¡Qué quieres decir con eso!?

Exclamo un soldado intentando hallar una respuesta.

–En realidad queremos que uno gane, nuestro dios quiere ver que sangre es mejor, cada guerra, cada batalla, incluso una pelea entre niños define que sangre merece seguir en este mundo... nosotros solo queremos lo mejor para 9 razas... nosotros queremos a los más fuertes, ellos controlaran el mundo entero.

Hablando con tranquilidad el líder dio una respuesta abierta para todos, era más como una invitación.

Mientras las personas dudaban el paladín Seht sabía que ellos eran peligrosos, de tal manera se acercó a uno de los soldados que estaban cerca de él, un joven que aprovechaba a descansar, Jonathan Fernández.

–Chico...

– ¡Si señor!

Exclamo Jonathan mientras se levantaba y ponía su espada completamente recta.

–Escúchame con atención, toma una montura y dirígete a Maranda, diles a los habitantes que...... es peligroso seguir cerca... pero espera un poco yo te digo cuando vas a ir.

– ¡Entendido señor!

En ningún momento el paladín aparto su mirada de los hombres.

Nuevamente vio como alguien alzaba la voz, esta vez un comandante imperial.

– ¿¡Quienes se creen!? ¡Ustedes están insultando la gloria de nuestro imperio!

Los 7 lo miraron y al mismo tiempo empezaron a hablar.

–Somos la oscuridad que se oculta tras las rocas cuando la luz llega, somos los que hemos visto la verdad, aquellos que ven como el mundo se pudre bajo nuestros pies, somos el nuevo orden, somos el jardín de la discordia, el nuevo caos, nos ande llamar...¡¡Golden Garden!!

Su entonación casi parecía ser un hechizo, su presencia era cada vez más atemorizante. Seht sabía exactamente de quienes se trataban, sin dudarlo le dio la orden al joven Jonathan, obedeció y corrió lo más lejos buscando cualquier montura libre.

–Parece que ustedes son fuertes pero no están listos para nosotros, no son una buena adición y merecen ser exterminados.

Sin dudarlo el líder levanto su mano derecha y apunto hacia un soldado.

El joven Jonathan aún estaba cerca pudo presenciar como uno de los soldados rebeldes pareció escaparse toda su humedad de su cuerpo secándose hasta quedar como una momia, su cuerpo se secó hasta los huesos, toda su vida había sido drenada, el soldado cayó muerto.

Después 2 de los 7 hombres levantaron sus manos mientras otros 2 colocaron sus manos en el suelo, los cuatro comenzaron a susurrar algunas palabras. Entonces cientos de bolas de fuego comenzaron a caer del cielo mientras que por otro lado los muertos se levantaron una vez más y atacaron, esta vez eran más fuertes y resistentes.

Con estos ataques quedo claro que ellos eran un peligro.

Los soldados olvidaron que estaban en una batalla el uno contra el otro, todos cambiaron de objetivo, los diez hombres eran una amenaza aún mayor.

El joven Jonathan encontró una salamandra, un reptil largo de gran tamaño con cuernos sobre una cabeza triangular, el cual era usado por los caballeros ígneos de Runus, este en especial se lamentaba de la muerte de su amo, el chico logro calmarlo para así montarlo y alejarse rápidamente del campamento aprovechando el combate.

La batalla contra los 7 fue rápida, en poco tiempo acabaron con la mayoría, solo tres de ellos quedaban de pie, el líder era uno de ellos, nadie parecía poder acercársele sin morir. Pero ya estaban acorralados.

–Entreguen sus vidas... ya no tienen esperanzas.

Hablo el paladín Seht mientras apuntaba su espada hacia los 3 hombres restantes.

–Nuestro dios nos protege... nuestro dios nos ama... nuestro dios no querrá vernos morir en este lugar.

Ellos creían que su dios los salvaría, todos los soldados los tomaban como unos locos muy peligrosos, no podían dejarlos con vida, eran un peligro para ambos bandos. Todos querían dar el golpe de gracia, pero sabían que solo un paladín podría matar al líder, Seht solo parecía esperar que alguno de los hombres reconociera su derrota.

Entonces... tranquilidad, una tranquilidad que hacía sentir incomodos a todos. Nunca antes habían sentido algo así, pronto el corazón de todos los soldados se llenó de miedo.

–Nuestro dios se acerca.

Todos lo sentían, había una presión se hacía más grande cada vez, presintiendo que algo se acercaba.

Entonces todo se ilumino, dejando de sentir aquel peligro.

Entre los tres hombres apareció un cuarto ser, no era humano, tenía un par de gigantescas alas doradas, media casi 2 metros de alto, era un ser humanoide recubierto por una armadura dorada que parecía emitir su propia luz, la oscuridad se había ido, el fuego se había apagado, toda señal de lucha había sido borrada, habían flores y hierva creciendo por todo el lugar. Todos tenían una idea de lo que estaba frente a ellos.

–Un ángel... no... un Arconte

Susurro el paladín Seht. Los ángeles eran según las leyendas los ayudantes y sirvientes del creador, pero los Arcontes eran sus soldados. Nunca antes habían visto a uno de estos seres celestiales. Solo había un par de leyendas de estos seres, pero todos sabían que ellos eran buenos. Entonces ¿Qué hacia este aquí y protegiéndolos?

–Me llamo L.........

Hablo el ángel con una voz encantadora de escuchar, todos la escucharon, incluso Jonathan quien ya estaba lejos pudo escuchar la voz, aun así no pudieron escuchar su nombre, pues su mente aún no estaba lista.

–Pero pronto me conocerán como el iluminado, seré su nuevo dios en los días que pronto llegaran... pero, ninguno de ustedes es digno, no alcanzaran a pronunciar mi nombre nunca más.

El temor invadió sus corazones, este Arconte no era bueno, su maldad era opacada por su divinidad, pero sus intenciones eran claras, los mataría a todos sin ninguna oposición. Antes de que pudieran reprochar o pedir clemencia el iluminado levanto su mano izquierda.

– [Fin]

Pronuncio con una voz que hizo eco en todo el valle, un hechizo avanzado había sido lanzado pronunciando solo una palabra, sobre el campamento apareció un disco, un sello dorado que parecía un segundo sol, de su centro descendió un rayo de luz formando una espada, la cual toco el suelo justo en donde el Arconte y los iluminados se encontraban, entonces todo se ilumino, justo en el centro se desato una enorme explosión, el joven Jonathan quien ya estaba a una distancia considerable fue mandado a volar junto a su montura, el soldado fue noqueando sin saber que había pasado.

Cuando el recupero la conciencia se percató que ya había anochecido, las estrellas tapizaban el cielo y la luna alumbraba la noche, lo que vio al despertar lo dejo atónito, el campamento no estaba, cuando se acercó no encontró ninguna señal de los dos ejércitos, solo había polvo, un cráter inerte era lo único que había quedado como evidencia de aquel hechizo.

Mientras bajaba por uno de los muros del cráter sentía que él era el único sobreviviente, pero lo lejos vio otro soldado, su armadura plateada era señal segura de que era un caballero del imperio, pero este soldado no podía luchar más, su armadura estaba hecha trizas desasiéndose solo con la mirada, su cuerpo estaba mal herido, apenas podía mantenerse de pie, no podría defenderse.

–Solo quedamos dos...

El joven Jonathan se acercó al soldado, empuño su espada con fuerza, cuando estuvieron frente a frente el soldado lo vio.

–Parece que me vas a matar...

El caballero sonrió amargamente mientras miraba la espada del joven.

–Es lo que un hombre debe hacer...

Respondió Jonathan mientras se preparaba para darle el golpe de gracia.

–Sabes... quería ver a mi hijo crecer... bueno... demonios estoy suplicando por mi vida... pero, los rebeldes ganaron esta batalla... tu y yo somos los únicos... no podré defenderme así que he perdido...

El caballero hablo con su cansada voz bajo su cabeza. Era correcto, estaba por morir.

–Mi familia... mi hogar... mis amigos... ustedes me quitaron todo.

Jonathan aumento su agarre.

–Yo no le debo nada al imperio... no tengo nada contra la rebelión... solo soy alguien que quiere proteger a su familia.

El caballero cerró los ojos mientras parecía levantar el pecho rindiéndose a su destino, solo se mantenía de pie para morir con honor.

–Acaba con mi sufrimiento...

–Arhhhh

Jonathan ataco con su espada.

La espada cortó la coraza del caballero antes de escucharse un sonido metálico golpeando el suelo seguido de un silencio.

No mato al caballero, ataco pero fallo apropósito, solo corto unas cadenas que sostenían su armadura.

–Si te mato ahora no acabare con el ciclo de venganza que existe hoy en día... lo has dicho la rebelión ha ganado esta batalla, no hace falta derramar más sangre.

El caballero cayo de rodillas, sabía que el joven era menor que él, pero, había demostrado una gran madurez al perdonarle la vida.

–En realidad... es raro... mi nombre es Jonathan Fernández...

Jonathan le extendió su mano al soldado.

–Y el mío es Marcus Castelar.

Marcus acepto su ayuda. Ese fue el día en el que el padre de Rohei conoció al duque Fernández. Ambos caminaron hasta Maranda, allí los Marandaneces curaron las heridas de los dos, Jonathan les conto lo que había ocurrido y les entrego el mensaje que le habían ordenado.

Así paso la noche.

Pero a la mañana siguiente, el caos llego por ellos.

–¡¡Corran!!

–¡¡Fuego!!

–¡¡Las casas se incendian!!

El fuego los despertó a ambos, la aldea estaba en llamas, goblins y hellhounds atacaron en la mañana, las personas eran asesinadas en las calles por estos monstruos.

Era algo típico, para las aldeas ser atacadas por monstruos era una amenaza constante, pero ninguno se quedó con los brazos cruzados, tomaron sus armas usándolas contra a los monstruos defendiendo a los aldeanos.

– ¡Deben huir, corran hacia las montañas!

Exclamo Marcus mientras intentaba encontrar una explicación. Fue en ese momento que una bola de fuego golpeo una casa haciéndola estallar y aumentando las llamas. Cuando Jonathan miro hacia el lugar de donde había sido lanzada, su cuerpo se congelo, quien la había lanzado no era ni un goblin o un helhound, era alguien que debía haber muerto, era el paladín Seht, empuñando su espada con fuerza él la agito liberando una gran cantidad de llamas.

–Un paladín... ¿Cómo es que sigue vivo?

Pregunto Marcus mientras empuñaba una espada que había prestado a los aldeanos. Su cuerpo estaba destrozado por el hechizo, solo su armadura y su silueta delataban su identidad, era más esqueleto que hombre, sin dudas magia de esos magos de Golden Garden.

Los dos se lanzaron al ataque, apenas pudieron derrotarlo, pero cuando lo lograron se dieron cuenta que ya todo estaba destruido no parecía haber nada por salvar.

– ¡Debemos buscar sobrevivientes!

Exclamo el joven Jonathan mientras empuñaba el arma de Seht, Marcus asintió en respuesta, juntos comenzaron a buscar sobrevivientes entre los escombros, el fuego seguía ardiendo con fuerza quemando todo, muchas personas reposaban muertas a los alrededores. Pero ambos soldados no se rendían sus manos se quemaron mientras trataban de quitar los escombros, pero no encontraban nada más que cadáveres.

–Rindámonos... ya no queda nadie...

Hablo Marcus mientras veía que aún quedaban algunos goblins con vida los cuales huían despavoridos del incendio, se culpaba por dejar a los habitantes solos, cabía la posibilidad de que los sobrevivientes hubieran sido cazados por los monstruos al huir.

–...No lo hare... ¡¡no me rendiré!!

Exclamo Jonathan quien seguía buscando entre las ruinas cada vez más desesperadamente. No tardó mucho en comenzar a sentir que no valdría la pena, que ya no quedaban más sobrevivientes.

Cayó de rodillas rindiéndose, sus ojos se humedecieron.

–Qué mundo tan cruel tenemos, hemos traído la muerte a inocentes.

Sollozo el joven Jonathan mientras observaba como el fuego comenzaba a consumirse. Marcus lo miro con lastima, había muchas veces presenciado esto, cuando un soldado se enfrentaba por primera vez a la cruel realidad de la guerra, el mismo había pasado por esto en una ocasión.

Marcus suspiro y se acercó a un Jonathan abatido.

–Jonathan no puedes...

En ese momento un sonido los interrumpió.

Un llanto.

El llanto de un bebé, para Marcus era un sonido inconfundible. El llanto entro en lo profundo de Jonathan, en algún lugar de la aldea había un sobreviviente, en algún lugar alguien necesitaba su ayuda.

No dudo, no dijo ni una sola palabra solamente corrió hacia el llanto, no le importaba nada, solo quería ayudar.

El llanto lo llevo hasta una casa en ruinas, donde el fuego ya se había extinguido. Con cuidado Jonathan comenzó a quitar los escombros, podía escucharlo con claridad, se estaba acercando más y más, su emoción crecía en cada ocasión, así continuo hasta que pudo encontrar una trampilla con una forma rectangular parecía dar a un almacén subterráneo, con mucho cuidado la abrió, el lugar estaba libre del humo siendo este un almacén de comida, pero toda su atención se la llevo una mujer en el suelo del almacén.

Jonathan descendió al almacén, el llanto aún seguía, no provenía de la mujer, era claro que ya había muerto siendo atravesada por la flecha de un goblin la cual aún estaba alojada en su vientre, debajo de su brazo se encontraba una caja de madera de la cual provenía el llanto, era una cuna de madera cerrada por una tapa de mimbre UE dejaba pasar el aire, con cuidado la abrió y lo que vio fue una niña de pelo morado, no parecía ni siquiera haber alcanzado el año de vida.

–Supongo que ella era tu madre...

Susurro Jonathan mientras miraba con cuidado a la niña intentando calmarla, entre la manta de la bebe encontró un collar, el miro que estaba hecho de piedras de colores con la palabra mari grabada en cuatro piedras, cada una con una letra.

– ¿"Mary"? me pregunto si ese será tu nombre.

Hablo mientras guardaba el collar en su bolsillo. Después de hacerlo levanto a la niña cargándola entre sus brazos.

Después de salir intento buscar a algún otro sobreviviente, pero no encontraron a nadie, Jonathan no tuvo alguna otra opción más que llevarse a la niña con él dirigiéndose hacia Mecia al norte, los caminos de Marcus y Jonathan se separaron.

Al llegar a Mecia se encontró con una situación que no esperaba, pues las tropas rebeldes empezaban a retirarse hacia el norte, pues había llegado una orden de regresar a Runus, sin hogar y con una niña que proteger Jonathan no tuvo más opción que seguirlos.

***

–Esa es tu historia Mary...

Pronuncio el duque Fernández con gran seriedad mientras se levantaba.

Lahistoria me sorprendió llenándome de dudas, no creía en ella más bien no queríacreerle.

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Hola nuevamente, increíble que nuevamente vuelva a ser navidad, espero que todos lo hayan pasado bien. Pronto traeré más capítulos, así que esperenlos.

Feliz navidad les desea el caballero dragón.

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