Capítulo 1: El hogar Fernández.

6 de junio del año 505, barrio oeste de Paradise, casa del duque Jonathan Fernández.

–El tiempo de guerra ha llegado a su fin, después de casi cien años el imperio de Skyland nos ha reconocido como independientes a ellos.

Las palabras del duque Fernández hicieron eco en su oficina, vestía con un fino traje de terciopelo rojo, su cabello era de color turquesa, mientras sus ojos eran verdosos.

Caminaba leyendo una hoja, a ambos lados de la oficina se encontraban un par de libreros repletos en su totalidad por libros y algunos trofeos de guerra que lo decoraban, destacaba el casco de un dragón colgando en la pared del fondo, justo detrás de su silla, entre dos ventanas que daban hacia el exterior.

–Curioso, hoy también se graduaran los jóvenes caballeros, entre ellos el joven Rohei.

Hablo la señora de la casa con una voz suave y melodiosa, ella era una mujer alta, pelirroja, de ojos verdes, una elegante figura y de bello rostro, era la esposa del duque, la señora Mónica Fernández. Ella se encontraba sentada frente al escritorio junto a un par de cajas de madera.

–No es ninguna curiosidad, se decidió de esta manera para que los jóvenes graduados sepan que ya no están en guerra, el imperio ya no es una amenaza.

–Aun así... la vida de un caballero siempre está llena de peligros...

–Es parte del oficio.

El duque Fernández se acercó a la señora Mónica, acaricio sus mejillas con sus ásperas manos, ella las tomo acariciándolas y mostrándole una mirada triste, la guerra había dejado un agujero en el corazón de ambos, las noches donde la mujer no sabía si volvería a ver a su amado esposo, o el llanto al recibir malas noticias, sin embargo su relación se fortaleció con el tiempo, aunque algo que el destino siempre les había negado, era la bendición más importante, hijos.

Suavemente el duque Fernández le regalo un tierno beso a su esposa, beso que ella respondió con gran cariño, corto pero disfrutado por ambos, tras el beso el duque se alejó soltando un suspiro.

–Hoy también me encargaré de la seguridad, el general Igor me lo pidió, dice que ya está muy ocupado.

Hablo el duque Fernández en un tono un poco pensativo.

–Pero... amor se supone que tu solo darías algunas palabras para animar a los graduados, además tu enfermedad... ¿no es mucho esfuerzo para ti?

La señora Mónica le reclamo con gran preocupación, se levantó acercándose a su esposo.

–Tranquila mi cielo.

El duque Fernández se acercó quedando el uno frente al otro, suavemente tomo su cintura con su mano derecha, mientras con la izquierda acaricio su mejilla.

–En estos casos solo organizare a los guardias y dejare que ellos hagan su trabajo, el resto del tiempo me tocara estar con los representantes.

Dijo intentando demostrarle que no había nada de qué preocuparse, aquella enfermedad que el duque Fernández tenía era una muy difícil de curar, combinado con el desgaste que sufrió para alcanzar el rango de paladín, así como sobrevivir a batallas sangrientas comenzaba a hacerse presentes, a pesar de eso aún era un poderoso guerrero de nivel sesenta.

–Aun así tendrás que llevar tu armadura...

–La armadura ceremonial, es parte de mi orgullo como paladín el usarla, aunque será solo como decoración.

–Eso... preferiría que no lleves algo tan pesado... bien si insistes llamare a alguien para que te ayude.

Hablo la señora Mónica preocupada tomando una campanilla de la mesa haciendo que sonara, no paso mucho tiempo para que la puerta se abriera, una joven mujer entro a la oficina haciendo una leve reverencia, sus rasgos eran muy distintivos, baja de altura siendo de un metro y cincuenta y cinco centímetros de alto, ojos morados brillantes los cuales expresaban un gran sentido del deber, su pelo era purpura se balanceaba al caminar acariciando sus hombros, su vestido rojo y blanco reflejaba que era una de las sirvientas de la casa, su nombre era Marie Campos.

–Aquí estoy señora Mónica, estoy a sus órdenes.

–Primero que nada debes saber que no has hecho nada malo.

Hablo la señora Mónica mirándola de forma tranquila, haciendo que Marie soltara un suspiro de alivio cerrando sus ojos y relajando su expresión.

–Entonces, ¿Qué es lo que puedo hacer por usted?

Marie relajo su cuerpo dejando de estar tensa llevando sus manos de atrás hacia el frente.

–No es nada, Mary puedes retirarte.

Casi de inmediato el duque Fernández respondió a su pregunta, dejando a Marie confundida.

–Está bien señor... me retiro.

Tras hacer una ligera reverencia ella salió por la puerta. Al hacerlo la señora Mónica miro al duque Fernández con enojo.

–Jonathan ¿¡por qué te empeñas tanto he hacer las cosas por ti mismo!? ¡Tú enfermedad debilita tu cuerpo!

–Eso... lo sé, pero aun no soy un anciano para que me ayuden con ese tipo de cosas.

Por un momento ambos quedaron en silencio, mirándose uno al otro intentando dejar la discusión, entonces la señora Mónica hablo.

– ¿Cuándo planeas decírselo a ellos?

–Eso no es importante para ellos, ni siquiera está cerca de ser grabe, le he pedido a los alquimistas de la universidad una medicina para tratarla.

–A veces pienso que solo sabes preocuparme.

Fuera de la habitación al lado opuesto de la puerta se encontraba una triste Marie que había escuchado cada palabra, estaba paralizada por la preocupación que aquello le traía, para la sirvienta el duque Fernández era como un padre, a su vez trabajar en esa casa era todo lo que tenía, como huérfana esta familia la había salvado de las calles y la esclavitud. Su dolor pronto la hizo salir corriendo en busca de alguien con quien pudiera hablar, buscaba a un amigo.

Rápidamente Marie empezó a correr por los pasillos de la casa, bajando las escaleras a paso rápido hasta llegar al primer piso, donde giro para ir hacia el lado este de la mansión, sin embargo, al hacerlo alcanzo a divisar a alguien. Cabello negro azabache, ojos castaños y afilados en un rostro serio con un lunar en su mejilla derecha justo a un lado de su fosa nasal, y otro en medio de su lóbulo de su oreja izquierda, era bastante alto midiendo un metro ochenta y tres centímetros, su cuerpo era atlético y fuerte, su armadura roja cubría gran parte de su cuerpo dejando su brazo izquierdo desnudo solo con un brazal defendiendo su muñeca, el destino le había sonreído pues era la persona que Marie buscaba.

***

Caminaba tranquilamente por el pasillo de la casa Fernández, era una casa grande y pintoresca, con colores vivos por fuera y por dentro tapizada con azulejos, cada pasillo y habitación tenía un diseño diferente dotando a cada uno con su propia personalidad. Cuando llegue por primera vez me asombre por la calidad de las decoraciones, incluso ahora sigo descubriendo diseños que no había visto antes.

Me encontraba cansado pues había regresado de la torre de Paradise, tras pasar toda la noche en vela dentro de esta preparándome para mi graduación, hacia poco alcance el nivel diez, significando que ya estaba listo para ser nombrado un caballero oficialmente, aunque ahora solo quería dormir un poco antes de la ceremonia.

Vestía con una armadura roja pues me había vuelto escudero de caballero ígneo, según todos era lo mejor para mí, incluso Luna me apoyo para que yo cambiase de clase, sobre mi espalda se encontraba un escudo en forma de lagrima desgastado y sobre mi cintura una espada común sin nada que destacar, la espada que el alcalde me había dado, "la hoja radiante", ahora se encontraba bajo resguardo del duque Fernández.

Gire hacia la derecha bostezando y estirándome, entonces sentí como alguien impactaba contra mi pecho.

– ¿Mary?

Pregunte, era Marie o como le decimos todos Mary, por suerte ella logro frenar antes de golpearse con mi armadura, evitando sufrir algún daño. En su lugar era como si se hubiera lanzado hacia mí abrazándome con fuerza.

–¿Qué pasa?

Le pregunte algo confundido tomándola de los hombros.

–El señor Jonathan se ha enfermado...

Mary me respondió mientras se separaba limpiando algunas lágrimas de su rostro. Sé que el duque Fernández es un hombre fuerte, no solo físicamente, también es fuerte emocionalmente hablando, aun así Mary es una persona muy sentimental y se preocupa por todos.

–Él estará bien, si no nos ha dicho nada es porque no es algo serio.

A veces las peores cosas son las que no se cuentan, aun así no la quería ver llorar. Me quite el guante de mi mano derecha y comencé a acariciar su cabeza, intentaba calmarla mientras la miraba a los ojos.

–El duque Fernández es un hombre fuerte, no se dejara vencer por una simple enfermedad.

Hable mostrándole una sonrisa, sin embargo las enfermedades podrían acabar con la vida de alguien fuerte, lo único que podía matar a un nivel sesenta sería otro nivel sesenta, o una enfermedad.

–Gracias Roe, me gustaría tener tu confianza.

Me respondió suspirando, Mary en ese momento tomo mi mano para llevarla hacia su mejilla, la cual era suave al tacto, ante lo cual ella me sonrió levemente.

–¿Confianza?

Pregunte mirándola de lado mientras ella cerraba sus ojos como si disfrutara mi tacto.

–Eres valiente, siempre intentas levantarte, aunque te sientas derrotado, incluso cuando tienes miedo.

Me hablo con voz suave, conozco a Mary desde que llegue a esta casa, siempre ha sido muy amable conmigo, sin Luna ella ha sido quien cura mis heridas, he acabado pasando mucho tiempo con ella, a decir verdad se ha vuelto una buena amiga mía y de Lucy.

–Confías en tus habilidades y en que puedes hacer, incluso lograste ser uno de los mejores escuderos y pronto serás un caballero ígneo.

Me hablo con una gran sonrisa abriendo sus ojos morados para mirarme, desvie la mirada, en Paradise era el máximo honor para cualquiera volverse un caballero ígneo, excepto para mí.

–Solo... ser un caballero ígneo no es algo que me entusiasme mucho, no soy tan valiente cómo crees.

Dije negando con mi cabeza, sin embargo ella también negó, entonces extendió sus manos hacia mi rostro atrapando mis mejillas acariciándolas suavemente.

–Tú eres quien se subestima, eres valiente y muy fuerte, nunca dudas en hacer lo correcto, el duque Fernández me lo dijo y también lo he visto, nunca dudas en desenfundar tu espada para defender a los demás.

Apreté mis labios ante sus palabras sin saber que responder, solo cerré mis ojos sin saber si creer sus palabras, pero solo conseguía recordar mi estatus de traidor.

–Con permiso, denme espacio.

En ese momento una sirvienta nos habló desde atrás de nosotros, era Belén quien llevaba una gran cesta llena de manteles sucios.

–Belén, lo lamento.

–Yo también.

Hablamos apartándonos del camino dejando que ella pasara, Belén era una chica de baja estatura pues era mitad Atradishe, su cabello era castaño largo y sus ojos eran de un tono esmeralda.

–Mary ponte a trabajar, sabes bien que a la señora no le gusta vernos perder el tiempo, más cuando ayer hubo una fiesta y el jardín aun esta sucio.

Comento Belén aunque para Mary sonaba como regaño, la joven tenía razón, pues ayer también había sido mi fiesta de cumpleaños habiendo cumplido los años 20. En ese momento sentí algo de tristeza en mi corazón, Luna había prometido venir, pero nunca llego pese a haberla esperado casi toda la fiesta, eso me tenía triste y preocupado, pues hacia casi un año que no recibía sus cartas. Solo sabía que estaba viva por Nare, la general que dirigía Fígaro, además de la maga mas fuerte de ejercito de Paradise.

–Claro, porque eres la consentida del señor... de todas formas tú limpias y cocinas, espero que nuestra jefa te regañe por estar perdiendo el tiempo.

Quejándose, Belén continúo con su camino avanzando hacia el jardín central, suspire dejando que ella se fuera, negué con mi cabeza al instante, me sentía demasiado melancólico, rasque mi nuca para mirar a Mary, quien se encontraba sonrojada haciendo que yo sonriera un poco.

–Ella podría tener razón, debes tener trabajo por hacer.

Comente sonriendo un poco, ante lo cual Mary se molestó desviando su mirada y arqueando sus cejas.

–La señora me dijo que descanse por hoy.

Me respondió algo molesta para luego suspirar.

– ¿Cómo estuvo su noche? el duque Fernández le dijo a Lucy que debías pasar toda la noche en vela rezándole a la gema del fuego.

Mary me pregunto cruzando sus brazos queriendo escuchar mi experiencia.

–Fue una noche larga, no conseguí rezarle a la gema del fuego... en su lugar le ore al creador y a mi madre, espero que ella este orgullosa y no decepcionada.

Respondí, el creador era la máxima deidad reconocida por nuestra religión, pues era quien le había dado la forma al mundo así como haber creado las gemas, todos los escuderos le rezaban antes de hacerse caballeros y en mi caso, me era mejor que rezarle a la gema del fuego, a pesar de ser su guardián.

–Espero que la gema del fuego te permita hacerte un caballero ígneo, dicen que si no le rezas no te dará sus poderes, aunque con tu magia dudo que te deje sin el único elemento que manejas.

Me hablo con cierta preocupación, para luego mostrarse algo confundida ante su propio razonamiento, sus palabras y forma de pensar me hicieron sonreir.

–Aunque, me divirtió la fiesta de ayer, pude reunirme con Mateo nuevamente, aunque Josef termino pasándose de copas, igual fue bueno que conocieran a mis nuevos compañeros.

Hable sonriendo un poco queriendo animar un poco la situación.

–Pero, en realidad no creo que usted se haya divertido tanto... estuvo toda la tarde esperando a alguien, es una lástima que no pudiera animarlo, estuve ocupada y no pude pasar tiempo con usted.

Me dijo dando un paso hacia adelante acercándose a mí.

–Me gustaría haber podido hacerle compañía en ese día tan especial.

Estuvo frente a mí mirándome a los ojos con algo de ternura, como si quisiera decirme algo importante, entonces fue interrumpida por un llamado.

– ¡Hermanito!

Mire hacia atrás de mí y vi a Lucy, ahora con nueve años había crecido mucho desde que la conocí, usaba el pelo suelto encontrándose largo, además de que portaba una boina en su cabeza, mientras vestia un vestido de una sola pieza llegando hasta sus rodillas. Ella me abrazo sonriendo aunque después mostro un rostro de desagrado apartándose.

–Hermanito, hueles muy mal deberías darte un baño.

Ella tapo su nariz pellizcándola con sus dedos mientras me miraba con algo de enojo.

– ¡Un caballero debe siempre tener una buena higiene! ¡¿Por qué estás tan apestoso?!

Exclamo Lucy, Mary confundida se acercó a mí para olerme un poco, mientras yo cruzaba mis brazos.

–Entrene un poco con mis compañeros antes de venir... además en el templo del fuego hacía mucho calor.

Dije algo pensativo aunque no notaba nada raro.

–No es sudor, parece ser algo de azufré.

–Pues mi nariz sufre.

Comento Lucy con algo de enojo ante una Mary algo sonrojada, para después suspirar y sonreírme.

– ¿Entonces ya te vas a convertir en un caballero ígneo, como Alastor o el gran Campeón?

Preguntó Lucy haciendo ademanes pretendiendo usar una espada o lanzar un hechizo, estaba muy emocionada.

–No creo que deba matar a un malvado caballero dragón para salvar una princesa.

Comento Mary haciendo su cabeza hacia un lado un poco pensativa.

–Dudo que alguno de ellos sean buenos ejemplos, son historias ficticias, además la guerra ya termino.

–Pero siguen habiendo muchos malos.

Me respondió Lucy volviendo a blandir su espada imaginaria, aunque como caballero ígneo en tiempo de paz, la única forma de conseguir avanzar seria derrotando bandidos.

–Sí, hay aún muchos malos que debo vencer, tarde o temprano caerán ante mi espada.

Dije sin muchas ganas pero mostrándole una sonrisa a una Lucy que me miraba con emoción, ella realmente era una aficionada a las historias de caballeros, pues se había hecho costumbre que le leyera un cuento en las noches. Eso desde que llegamos, en un inicio era para darle confianza, luego para hacer que no viera a los caballeros ígneos como los malos, pues al ambos ser nativos del imperio teníamos muy arraigado ese odio. Incluso alguien como yo que solo podía usar el elemento fuego se la pasaba muy mal ahí, aunque ahora como consecuencia había adquirido un miedo hacia los dragones, después de todo en Paradise y Runus, junto con sus caballeros que los montaban, eran los villanos favoritos de los cuentos.

–Oye Roe, ¿acaso el duque Fernández te había dicho que fueras a verlo en su oficina cuando regresaras?

Me pregunto Mary un poco pensativa, haciendo que yo asintiera mientras Lucy suspiraba.

–Cierto, entonces aquí nos despedimos por ahora, tengo que asearme y dormir antes de mi graduación.

Dije estirándome sintiendo que el cansancio ya me pesaba, Lucy al escucharme abrió mucho los ojos corriendo al brazo derecho de Mary para atraparlo y empezar a jalarla, pero ni siquiera logro que se tambaleara.

–Vamos Mary, tienes que ayudarme a escoger mi ropa antes de que la señora Mónica quiera volverme su muñeca de nuevo.

Hablo Lucy intentando moverla, Mary por el contrario miraba al suelo sin inmutarse.

–No te preocupes Mary, me asegurare que el duque Fernández este bien.

Le dije sonriéndole dándole una suave caricia en su mejilla derecha, entonces ella levanto su mirada cruzándose con la mía mostrándome una tierna sonrisa, coloco su mano sobre la mía acariciándola.

–Confió en que él estará bien, muchas gracias por preocuparte por mí.

Mary me agradeció, entonces me aleje caminando hacia la oficina del duque.

______________________________

Primer capitulo publicado, jaja apenas es el primero de muchos, aproximadamente unos 20 planeados, espero que disfruten esta aventura por la cuidad de Paradise, habrán muchos personajes interesantes, por ahora les dejo qui los diseños de los actuales.

Rohei Castelar: Escudero nacido en Taurus, posee el titulo de campeón de Horizon, sin embargo fue acusado de traidor al ser escogido como el Fénix.

Lucy Castelar: Hermana adoptiva de Rohei, muy alegre y extremadamente curiosa, es una fanática acérrima de las historias de caballeros.

Marie Campos: Sirvienta de la casa Fernández, esta encargada de servir a Rohei y a Lucy, se ha vuelto buena amiga para ambos, a pesar de ser huérfana ella casi considera al duque Fernández como su padre, la gran mayoría la conoce como Mary, Lucy aun no sabe que ese no es su verdadero nombre.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top