Y aquella pobre chica que creía estar rota, miraba desde el balcón de su ventana, escribía sobre un trozo de vidrio, mientras tomaba el té en fina porcelana.

Ingenua, incauta, había añadido otra decepción a su historia. Otra mentira, una, promesa y una foto olvidada, descansaban al pie de su cama.

Creía estar quebrada en un lugar que ha perdido la causa. Solitaria se enreda entre sábanas, buscando caricias que su rostro oculta pero el corazón clama.

Lastimada, actúa bajo apariencia indiferente. Las margaritas de su mesa están secas y ella cree que su vida se ha ido como el vivo color en ellas, oh pobre dama.

Piensa en la miseria, en la tristeza y en la muerte. Oh ilusa, no sabes que de todo eso, no padeces. No has visto cortar los finos hilos a las parcas, no has visto rogar porque no lo hagan, no has visto llorar de impotencia al no poder hacer nada.

Tus dolores pequeña, son cosas mundanas que cada día a más pobres dañan. Son más bien como una danza en la flama, respirar bajo el agua y el tibio olor de la dulce y amarilla retama.