- Ricky -
Para cuando Alma y Marina llegaron a la discoteca donde tendría lugar la fiesta, ya iban bastante achispadas. En especial Alma, que no acostumbraba a beber, de modo que el alcohol se le subió muy rápido a la cabeza. Por ello, cuando bajaron del taxi que las dejó frente al enorme local, creyó estar frente a una supernova. Millones de luces de todos los colores y tamaños parpadeaban ante sus ojos y la sumían en una ensoñación casi mágica. Sonrió: todo iba a salir bien.
Mientras la joven observaba embobada el acceso a la discoteca, su amiga le dio una pequeña propina al taxista, que había sido muy amable con ellas todo el camino, incluso cuando Alma empezó a mandar larguísimos mensajes de audio a Carla para contarle lo emocionada que estaba por la fiesta.
La profesora se quedó muy preocupada al escucharlos. Había decidido quedarse en casa esa noche y dejar que sus alumnos disfrutaran del fin de curso sin ojos adultos atentos a sus movimientos, pero por el tono de voz vacilante reconoció que su amiga había bebido y no pudo dejar de pensar durante el resto de la noche si debería plantarse en la discoteca para comprobar que Alma estuviese bien. Blanca le dijo que estaba siendo una exagerada; Alma ya era mayorcita para saber cuidar de sí misma. Sin embargo, algo en su interior le decía que esa noche la universitaria se metería en un lío. La falta de experiencia con el alcohol sumada al despecho por todo lo ocurrido Bruno, la tristeza por su fracaso escolar y la desinhibición y falsa confianza que da la bebida eran una bomba explosiva que no tardaría en explotar de la manera más inesperada.
Para colmo, al bajar del coche Alma olvidó coger su teléfono, que había dejado fuera del bolso, en el asiento. No era la primera vez que perdía un móvil (era tan despistada que su media de teléfonos móviles al año rondaba los tres), pero en una ocasión como esa, lejos de casa, con alcohol en las venas y en medio de un fiestón universitario, el teléfono era un bien más que necesario para cualquier joven y, por desgracia, más aún para una mujer.
Sin saber que el taxi arrancaba con el móvil en el asiento trasero, las dos amigas se agarraron del brazo y caminaron con la cabeza bien alta hacia la puerta del reciento. Allí, dos porteros calvos y fortachones que podrían haber pasado por gemelos comprobaron sus invitaciones y, sin pedirles ningún tipo de identificación para comprobar la edad, las dejaron pasar.
Abrieron el portón que había tras los hombres, grande y pesado como el acceso a un castillo, y al cruzarlo la ensordecedora música las estremeció de alegría.
-¡Menudo ambientazo! -chilló Marina.
A su alrededor, cientos de universitarios bailaban y saltaban como si el mundo fuese a acabar esa noche. Para alguien, de hecho, esa alegoría se convertiría en una realidad unas horas después, pero en ese momento lo ignoraba.
-¿Para dónde vamos? -gritó también Alma.
Las dos chicas dieron un vistazo a su alrededor. En el extremo derecho del área en que se encontraban vieron una puerta que aparentemente daba hacia un jardín. Las dos chicas intercambiaron miradas de aprobación y se encaminaron hacia allí. Al salir al exterior, comprobaron que estaban junto a la piscina. A pesar de lo temprano que era todavía, ya había varias personas nadando entre risas, con copas y botellas de cerveza en la mano.
-Tendríamos que habernos traído el bañador -se arrepintió Alma.
-Siempre podemos bañarnos desnudas -contestó su amiga entre risas.
-Yo no lo intentaría, salvo que queráis que os arresten por exhibicionismo.
La voz, que provenía de algún lugar por detrás de las chicas, les resultaba muy familiar.
Antes de girarse a comprobar si su teoría era correcta, Marina miró con cara de sorpresa a Alma y se mordió el labio.
En efecto, cuando se volvieron a comprobar quién se había dirigido a ellas, se encontraron con Jon, acompañado por unos cuantos amigos. Ninguno de ellos pertenecía al grupo que se reunían con frecuencia en el césped de la universidad, así que probablemente fueron colegas de trabajo, del instituto o quien sabe de qué.
Alma le lanzó una mirada amenazante a la chica de segundo curso, como queriéndole decir "ni se te ocurra acercarte a él", pero como era de esperar, en cuanto la joven vio a su antiguo crush se lanzó a sus brazos.
¿Que llevaban meses sin hablarse? Cierto. ¿Que el grupo se había separado al posicionarse tras su enfrentamiento? También. Y aun así, ahí estaban los dos, abrazados. Él la levantó del suelo y la hizo girar en el aire a su alrededor, mientras ella reía a carcajadas, más feliz que nunca. Alma pensó que su amiga debía de ser masoquista. No entendía cómo después de todo lo que había pasado con Jon parecía olvidarlo todo.
Cuando el chico dejó a Marina en el suelo se acercó a Alma y le dio dos besos. Ella fue más fría en su saludo. Alguien tenía que recordarle a Jon que había sido un capullo, ¿no?
-¿Habéis visto la fiesta de la espuma? -quiso saber Jon.
-¡Qué va! Acabamos de llegar -dijo Marina-. ¿Está guay?
-Íbamos para allá; dicen que es impresionante y que la gente está dándolo todo. ¿Os venís?
Alma abrió la boca para decirle que no, que mejor seguían ellas solas, pero su compañera le leyó la mente y le tapó la boca sin ningún disimulo antes de que dijese nada.
-¡Claro que sí! Pero antes preséntanos a tus amigos, ¿no?
Jon no se hizo de rogar. Hizo un gesto a sus tres amigos para que se aproximasen un poco más a las dos chicas y dijo los nombres de todos. Alma se fijó en que uno de esos chicos tenía un ligero parecido con Bruno. Al darle dos besos sintió un escalofrío. ¿Dónde estaría su antiguo amigo? ¿Habría ido a la fiesta?
No tardó en salir de dudas, puesto que nada más llegar a la zona de la espuma, sus ojos se encontraron con los de él. En el medio de la pista, rodeado de gente que estaba claramente colocada, Bruno bailaba sensualmente con una chica de cabello largo.
-Mierda -susurró.
Marina no escuchó a su amiga. Estaba demasiado ocupada riéndole las gracias a Jon. No podía evitarlo. Alma tuvo que agarrarla del brazo para que la escuchara.
-Ha venido con Olga.
-¿Qué? -gritó Marina.
-¡Que ha venido con Olga!
Alzó la barbilla para indicar la dirección en que la otra chica debía mirar, y de nuevo sus ojos se toparon con los de Bruno, que había pasado de aparentar una gran felicidad a transmitir cierta tristeza en su mirada.
-¿Quieres que nos vayamos a otra parte? -le preguntó su amiga.
Conforme pronunció las últimas palabras, Jon la agarró por la cintura y comenzó a bailar con ella. Marina se encogió de hombros, con las cejas levantadas y un semblante de evidente culpabilidad.
Alma debió aceptar que, pese a sus promesas y sus brindis, esa noche Marina iba a caer en las redes de Jon, así que de nada serviría alejarse de esa zona. Orbitarían una y otra vez por el lugar en que Jonathan estuviese y no podría esquivar a Bruno eternamente.
Se puso de espaldas al centro de la pista con la intención de perder de vista a la pareja. Por los altavoces comenzó a sonar una canción de reggaetón que no le disgustaba, así que se unió a bailar con los demás del grupo. Pronto estaba contoneándose muy cerquita de uno de los amigos de Jon, aunque el que de verdad le atraía, el clon de Bruno, no mostraba ningún interés por ella. De hecho, parecía estar especialmente interesado en Jon.
A unos metros de allí, Olga se percató de que algo le pasaba a Bruno. De repente, sin motivo aparente, había dejado de mostrarse tan animado y no dejaba de lanzar miradas lacónicas hacia un rincón de la sala. La influencer examinó toda la zona hasta dar con la causa de su agitación.
-¿En serio?
Dejó de bailar, enfadada.
-¿En serio qué? -preguntó su novio, a la vez que desviaba la mirada de Alma a Olga.
-No me puedo creer que estés echándole miraditas de perrito triste a esa tía.
Bruno pensó a fingir que no sabía a qué se refería la chica, pero sabía que eso solo serviría para que se mosquease aún más. Optó por agarrar el toro por los cuernos.
-No seas tan dramática. Solo estaba pensando en que dejamos de hablarnos de golpe y porrazo sin ningún motivo y me da pena.
-Pues a mí me parece que había motivos de sobra. Cuando tu mejor amiga se enamora de ti y tienes novia no se puede pasar por alto que eso no puede acabar bien.
-Ni siquiera sabes si de verdad le gustaba.
-¿Acaso hace falta preguntárselo para saberlo? ¡Era más que evidente, Bruno! En serio, no entiendo cómo puedes ser tan pasota o estar tan ciego.
Molesta, se alejó del chico y se acercó a la barra para pedir algo de beber. Logró hacerse hueco sin problema entre los jóvenes que charlaban allí. Uno de ellos incluso se ofreció a pagarle la bebida.
En el centro de la pista, Bruno no sabía qué hacer. ¿Iba detrás de su chica a riesgo de agobiarla y hacerla enfadar más aún? No ir a buscarla tampoco era una solución, ya que se sentiría abandonada y dolida. Pero en el fondo, lo que más deseaba era ir a ver a Alma, que bailaba ajena a sus miradas. Quería arreglar las cosas y decirle que la echaba de menos. Como amiga, sí, solo como eso, pero había sido una persona muy importante para él durante muchos años y no quería que su amistad terminara de esa manera.
Resignado, decidió encaminarse hacia la barra, donde Olga hablaba con el chico que le había pagado la copa. No se había dado cuenta de su presencia hasta ese momento. Frunció el ceño. ¿Qué hacía ese tío allí? Olga le estaba diciendo algo al oído. Cuando se separó, los dos sonrieron y ella le dio un beso en la mejilla. No quería parecer un novio celoso, pero le preocupaba que ese chaval estuviese allí. Nunca había sido agua clara. Se aproximó a los dos y le pasó el brazo sobre los hombros a su chica.
-Hola, Ricky.
El chico, de hombros anchos y barbilla marcada, clavó sus ojos verdes en Bruno.
-Hola.
Se dieron la mano con un fuerte apretón, casi desafiante.
-¿Vamos? -en esa ocasión se dirigía a su novia.
Olga sonrió, satisfecha. Sabía que ver a Ricky le sacaría de sus casillas.
-Claro -contestó, feliz de nuevo.
Se alejaron de la barra y salieron al jardín. Se apoyaron en la verja junto a la piscina, con la vista clavada en los bañistas. Durante unos minutos ninguno de los dos habló. Ante la duda de qué decir, decidieron hacer las paces. Bruno giró el rostro de su chica con delicadeza hacia él y, sin formular palabra, la besó.
Ya tendrían tiempo de hablar de Alma y de Ricky, el ex novio de Olga.
O tal vez no.
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