- Reencuentros -

-Y después de mosquearse porque nunca podía verla, me cubrió con una mentira para que no tuviera que contar nada que no quisiera.

La joven de mirada profunda y oscuro maquillaje, con su alegría habitual, caminaba junto a su profesora de literatura por el campus mientras rememoraba aquella ocasión en que, varios meses atrás, Bruno la había protegido. Desde que se lo contó a Carla por primera vez había sido consciente de que no era una gran idea confesar que se habían fugado varias clases para quedarse perdiendo el tiempo en los alrededores del edificio, pero la conexión entre ambas era tan grande que supo que no se molestaría. Además, Carla no era mucho mayor, a pesar de su cargo. Seguro que un par de años antes también había hecho cosas así.

La docente no respondió de inmediato, como si por vigésima vez debiese analizar cada palabra antes de dar una opinión.

-¿No te parece que si no quisiese a su novia no se habría molestado tanto por no pasar tiempo juntos?

La joven se encogió de hombros.

-Si quisiera verla más a menudo, no tendría más que coger su coche y plantarse en la puerta de su casa, ¿no crees? Cualquier explicación que dé para no hacerlo es tan poco convincente que no puede más que tratarse de una excusa. Yo también estudié segundo de Bachillerato y salía a la calle, quedaba con amigos, tenía tiempo libre... Vamos, lo normal, ¿no?

-Sí, eso está claro, aunque tal vez el problema no sean ellos, sino los padres. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una niña de diecisiete años.

-Una niña de diecisiete años con más de un millón de seguidores en Instagram.

-¡¿Qué?! -Carla miró a su alumna estupefacta-. No me digas que es influencer...

Desde hacía unos años, con el auge de las estrellas de internet sin oficio ni beneficio, Carla había descubierto que solo había una cosa que le daba más rabia que el uso de un anglicismo como influencer: la propia realidad que se escondía tras él.

-Se podría decir que sí.

Un escándalo poco común cortó la conversación de golpe.

-¿Qué está pasando? -se sobresaltó la profesora.

Por el final de la calle por la que avanzaban dirección a la biblioteca alcanzaron a ver una enorme masa de gente que se movía de un lado para otro entre voces y saltos.

-Deben ser los alumnos del instituto que vienen a ver su futura universidad...

Al mismo tiempo que formulaba esas palabras, Alma tuvo una iluminación. No... no podía ser... Pero por supuesto que sí...

-Hablando del diablo... -continuó-. Seguramente esté por aquí.

-¿Quién?

Supo la respuesta antes de que a su amiga le diese tiempo a responder.

-Vale, ya... -se rio.

-No es divertido -se quejó Alma.

-Perdona, ya lo sé. Es solo que no me esperaba esta gran oportunidad de conocer en persona a la protagonista de tantas conversaciones.

-¡Oye! ¡Creía que la protagonista era yo!

-Y lo eres; ella más bien es la antagonista. La enemiga. La rival.

Frente al impresionante edificio en el que se encontraba la biblioteca, el jaleo era cada vez mayor. Los futuros universitarios, eufóricos ante la posibilidad de utilizar sus móviles en ese terreno escolar ignoto para ellos, aprovechaban las charlas de sus guías para inmortalizar el momento. Una foto de perfil con cara de intelectual mirando a la amplia cristalera de la biblioteca, otra del grupo de amigas saltando frente a la pequeña fuente, una tercera sacada de refilón a un grupo de atractivos alumnos de Ciencias del Deporte que pasaban casualmente por allí y les habían silbado, atraídos por tanta carne fresca...

-Lo mismo de todos los años -comentó Alma- salvo por mi antagonista.

Las dos chicas rieron discretamente.

-Ojalá alguna vez fuese protagonista de algo... Estoy tan cansada de ser una segundona...

-Seguro que eres la protagonista de muchas cosas -intentó rebatir Carla-. Una chica como tú ha nacido para brillar.

-Sí... claro... Si de verdad pensase eso no vestiría siempre de negro.

-¿Y todo eso que me contaste de formar una banda de rock? -preguntó la profesora.

-Tonterías de niñata. Hace ya algún tiempo que no toco ni canto. No tengo tiempo con la uni, las clases de inglés y...

-Y Bruno.

-Shhhh. ¡No digas su nombre en alto! Cualquiera de estos -comentó mientras señalaba a los adolescentes- podría conocerlo.

Carla se llevó la mano derecha a la boca e imitó el gesto de cerrar una invisible cremallera. Después retomó la palabra.

-Mira, eso de que no tienes tiempo para tu pasión es mentira. Si parte del tiempo que dedicas a pensar en... él.... lo emplearas en tu música, otro gallo cantaría. Ahí estarías apostando por ser la protagonista de una historia, la tuya propia, pero en este momento te estás conformando con ser una secundaria, la mejor amiga del chico que está coladita por sus huesos. Puedes aspirar a más, Alma.

-Qué fácil es decirlo desde tu posición, con una novia maravillosa que te quiere, un trabajo que te encanta...

-Cientos de kilómetros de distancia con mi familia y amigos, una farragosa tesis doctoral que no me deja dormir... Aunque todos tenemos impedimentos para lograr lo que queremos ser, todo es cuestión de prioridades.

Alma pasó por alto el comentario.

-Y eso de que no quiero ser protagonista en mi historia no es cierto. Quiero estar con él. La secundaria claramente es ella.

En el mismo instante que decía eso, airada e instintivamente, levantó el brazo y señaló a una persona a su izquierda. Apartada del resto de los universitarios, podría decirse que rezagada de los alumnos guías y de los futuros estudiantes de esa universidad, había una joven muy guapa. Alta y de melena larga, con una blusa que dejaba al aire el ombligo y un pantalón estrecho que delimitaba a la perfección unas lindas curvas, ni demasiado voluptuosas ni inexistentes. Olga.

Pese  la agitación de todo el mundo que pasaba a su lado, la joven parecía ajena a los cuchicheos y risas. Y es que estaba bailando, ni más que menos. En su primera visita a la universidad. En el centro de la misma. Delante del enorme ventanal de la biblioteca, tras el cual cientos de jóvenes la observaban anonadados.

-La dura vida del influencer... -se burló Carla.

-Más bien de la TikToker -señaló Alma-.
Además de subir sus fotos y vídeos directos cortos a Instagram, se graba cantando para esa plataforma de música. Ahí es donde se hizo famosa. Aunque en realidad ni siquiera canta, solo hace playback al ritmo de la música.

Carla no podía creerse lo que oía. No se llevaba ni diez años de diferencia con la novia de Bruno y cualquiera dirían que vivían en planetas distintos.

-Qué ganas me dan de pasar por detrás de ella y fastidiarle el bailecito...

Carla no llegó a responder a las palabras de su joven compañera porque en ese momento, no muy lejos de donde se encontraban, vio a alguien saludándola efusivamente.

-¿Óscar? Un momento, voy a ver a un... -al girarse hacia Alma, la chica había desaparecido.

Una vez más, la docente se encogió de hombros. Con una sonrisa de oreja a oreja fue hacia el chico que la había saludo, con quien se fundió en un tierno abrazo. A su alrededor, un grupo de adolescentes los observaba con atención. Uno de ellos incluso les silbó.

-¿Qué haces aquí? ¡Anda que avisas de que venías!

Al saberse regañado, el hombre se llevó la mano a la parte de la cabeza y se la frotó, como si de esa manera fuera más fácil disculparle.

-No me mates, pero no me acordaba de que trabajabas aquí. Cuando pienso en ti, siempre pienso en los bailoteos en el Flanders con Blanca y Enrique.

-Pues... además de bailar, también trabajo. ¡Sorpresa!

Entre risas, los dos profesores se abrazaron.

-Mis alumnos están haciendo la visita guiada al campus. ¿Qué te parece si mientras tanto nos tomamos algo en la cantina? ¿Estás libre?

-La verdad es que no lo sé. Iba con una amiga pero le he perdido el rastro.

-Ya... precisamente de eso quería hablarte -añadió Óscar con tono misterioso.

-Supongo que si no la veo por aquí, estoy libre. Vamos a por ese café.

* * *

En la cafetería del club social, Óscar insistió en sentarse en una de las esquinas del fondo, desde donde tenían una panorámica ideal de toda la sala.

-¿A qué viene tanto secretismo?

Antes de hablar, el hombre miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie peligroso cerca y bajó la voz.

-Esa chica era Alma, ¿verdad?

El rostro de Carla empalideció.

-Sí. ¿Cómo lo sabes?

-Fue alumna mía unos años atrás.

-¿En el instituto? -le interrogó.

Óscar negó con la cabeza.

-No. O bueno, sí, solo que yo no era su profesor. Fui su entrenador de voleibol cuando estaba en bachillerato.

-¿Y...? -Carla sabía que esas palabras no habían sido más que el inicio de la historia.

-No quiero entrar en muchos detalles, pero es una mentirosa. Solo quiero avisarte de que no es trigo limpio y de que no deberías creerte nada de lo que te diga. ¿Es alumna o amiga?

Impactada por los funestos consejos de su amigo, se le trabó la lengua al responder.

-Fue mi alumna hasta febrero y ahora es amiga... o eso creía... Pero, ¿qué pasó?

Desde los exámenes del primer cuatrimestre, Carla había dejado de impartir clases al grupo de cuarto curso, pero la relación con Alma no había hecho más que estrecharse. Pese a sentirse mal por ser la única persona que no la apoyaba en su creencia de que Bruno correspondía a sus sentimientos, la alumna acogía de buen grado las recomendaciones y palabras de Carla e incluso de su pareja Blanca. Era cariñosa, cercana y divertida. ¿Qué demonios podía tener Óscar contra ella?

-Me montó el pollo más grande de mi vida. Estuvimos a nada de ir a los juzgados y perdí mi trabajo como entrenador del equipo. Por suerte, retiró su acusación y se retractó públicamente de las insinuaciones que había ido vertiendo sobre mí. De lo contrario, no podría ser profesor. Y todo eso mientras me preparaba las oposiciones, con toda la tensión que tenía acumulada. Cada vez que lo pienso me pregunto cómo pude soportarlo. Te lo digo de corazón, Carla. Ten mucho cuidado con esa chica. Está loca. Quiero pensar que está loca, porque de lo contrario... de lo contrario solo podría decirte que es una terrible persona. Ya lo era con diecisiete años y debe seguir siéndolo ahora. Bicho malo nunca muere.

Carla no hizo más preguntas. La confesión de su amigo había sido superficial. Aun así, comprendió a qué se podía estar refiriendo y todo lo que esa historia podría haber implicado para él y también para su alumna.

Intentó cambiar de tema y continuar con una agradable conversación mientras se tomaban un agradable café. Sin embargo, por su cabeza no dejaba de pasarle el mismo pensamiento, la inquietante duda.

¿Había denunciado Alma a Óscar por violación?

Y de ser así... ¿cuánta verdad había detrás de aquella acusación?

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