- Nuevo curso -

Olga había oído decir en infinidad de ocasiones que el verano entre el último curso del instituto y el primer año de carrera era inolvidable; en su caso, no habían mentido, aunque no había resultado ser precisamente como ella imaginaba.

Mientras sus compañeros de clase viajaban en grupo a Ibiza una semana en la que el alcohol y las discotecas se repetían cíclicamente noche tras noche, ella permaneció en casa, protegida y acompañada a todo momento por sus padres. Por algún motivo, le causaba verdadero pavor quedarse sola, puesto que esos momentos eran los que más la llevaban a recordar a Bruno.

Al principio, la joven celebridad decidió continuar con su trabajo en redes sociales con normalidad. A fin de cuentas, la vida seguía y le gustaba creer que Bruno así lo habría querido. Sin embargo, en el fondo de su ser residían dos verdades: el dolor punzante que le impedía sonreír con naturalidad a la cámara o relacionarse con otros influencers en eventos sociales y el saber que no tenía razón respecto a Bruno. El chico no habría querido que retomase las redes sociales tan pronto porque, de hecho, no las aguantaba. Entendía que eran una gran fuente de ingresos y que a ella le hacían feliz, por eso las toleraba, pero en realidad detestaba todo ese mundo de falsas apariencias. Su viaje juntos a Barcelona había sido maravilloso únicamente porque estaban el uno con el otro; el resto del tiempo, cuando Olga proponía grabar, Bruno debió poner una sonrisa falsa y actuar, ya que no le gustaba nada mostrar cada segundo de su vida.

Con todo el sufrimiento que estaba experimentando Olga, cobrar conciencia de la falta de compasión del ser humano hacia sus iguales fue otro golpe duro. Para su sorpresa, una vez que la muerte de Bruno se hizo pública, cientos de empresas se pusieron en contacto con ella para ofrecerle trabajo con la condición de que hiciese referencia de un modo u otro a lo sucedido. ¡Si hasta le habían propuesto hacer anuncios para una agencia de seguros de vida! ¿Es qué no podían entender que había perdido al amor de su vida y esa terrible historia no estaba en venta?

En esas mismas fechas, recibió una llamada del abogado de los padres de Bruno. Unas semanas después del asesinato, Olga había ido a la casa de su chico para comprobar cómo estaban sus padres. Sabía que esos dos adultos eran las únicas personas en el mundo que podían comprender cómo se sentía.

El padre se marchó en cuanto ella llegó a casa; no quería remover más el asunto, que estaba en manos de las fuerzas de la ley. La madre de Bruno, en cambio, fue muy amable y la invitó a tomar café con ella. Todavía parecía ida, como el día del entierro, pero había recuperado el habla. Cuando las dos mujeres se quedaron solas, fingió alegría al saber que Olga había sido aceptada en la carrera que deseaba en la misma universidad a la que había ido Bruno. Un rato más tarde le contó todo lo que sabía la policía sobre la noche de autos y sobre Ricky.

Olga no podía creerse lo que oía. En medio de toda la historia, el nombre de Alma no cesaba de repetirse. ¿Cómo era posible que estuviera en la calle? El relato presentaba claras lagunas en lo referente al papel que había jugado en el asunto. Además, su instinto se activó como una alarma antiincendios ante un rastro de humo: algo fallaba en esa ecuación. Alma no podía salir indemne de todo eso; ya se encargaría antes o después ella de lograrlo si la ley no la ponía en su sitio.

Con toda esa información en su haber, el miedo de los representantes legales de la familia hacia Olga era lógico. Temían que revelase toda la información confidencial que la madre del muchacho le había contado en un momento de debilidad y que la difundiese por redes sociales, por eso se habían puesto en contacto con ella. Habían llegado incluso a ofrecerle dinero a cambio de su silencio, lo que le resultó insultante.

Los secretos que la desolada mujer había compartido con ella le pesaban en el pecho, pero jamás habría pensado en hacer pública esa información, ni por todo el oro del mundo. Eso habría sido una falta de respeto a Bruno, además de entorpecer el curso legal que llevaría entre rejas al verdadero (o a la verdadera) culpable del asesinato.

Los días transcurrían lentos, llenos de obstáculos para su felicidad, hasta el día en que comenzó la universidad. Ese día, Olga se obligó a arreglarse y mostrar su mejor cara. Por delante tenía al menos cuatro años con sus nuevos compañeros y quería causar buena impresión. Probablemente muchos de ellos la conocieran por su papel activo en Internet, pero quería dejar de ser la "chica famosa" de la que estudiantes y profesores hablaban, como le había sucedido en el instituto, para convertirse tan solo en una universitaria más.

El modo en que se enfrentó a sus primeros días en la universidad le granjeó muchas amistades y numerables apoyos en su duelo entre personas totalmente inesperadas: Jonathan, Marina y el resto de amigos de Bruno. Todos ellos habían perdido a alguien a quien querían y podían comprender en cierta medida el dolor de su novia.

Alma, por su parte, recibió como un jarro de agua fría la noticia de que debería repetir el último curso de su grado. No fue ninguna sorpresa, puesto que después de la noche de la fiesta no se había presentado a ningún examen extraordinario ya que no había sido capaz ni de abrir los apuntes. De todas maneras, eso no suavizaba el impacto de saber que debería pasar otros dos cuatrimestres más allí, en los jardines donde había reído con Bruno, paseando por los caminos que Bruno y ella habían tomado para ir a clase en tantas ocasiones cogidos de la mano...

Para colmo, al repetir de curso los antiguos compañeros de Bruno en tercero eran ahora sus compañeros. Se sentía una intrusa. Cada vez que los demás hablaban de su amigo, algo que era bastante común, Alma se alejaba del grupo para no oír, para no saber, de modo que pasaba la mayor parte del tiempo sola y aislada de los demás. Clases que ya había dado, ahora en compañía de alumnos con los que nunca había congeniado, y sin la ayuda de Carla, que se había cambiado de universidad para estar más cerca de casa...

El entorno la asfixiaba y en varios momentos del primer trimestre creyó que sufriría un nuevo ataque de ansiedad, aunque afortunadamente se recompuso y supo sobrellevarlo bien. Ya no tenía nadie que le pidiese que contara para recuperar la calma. Ni siquiera podía apoyarse en Marina, que se había convertido en una de las mejores amigas de Olga. ¡Con todo lo que la habían criticado juntas! A saber cuántos de los secretos que había compartido con ella no le habría desvelado a la influencer...

Cortó toda relación con Jon, Marina y los demás, puesto que culpaba a estos dos del estado de embriaguez que había alcanzado la noche de la muerte de Bruno. Tal vez si no hubiese bebido tanto podría haber ayudado al chico. Tal vez Bruno no hubiese muerto. Su psicóloga la regañaba por plantearse ese tipo de pensamientos injustificados, pero para Alma había una razón clara: seguía sin recordar gran parte de esa noche y su aparición en la foto del descubrimiento del cadáver no parecía una buena señal. Cada vez que lo pensaba, se le ponían los pelos de punta.

Del mismo modo que el verano quedó atrás, el otoño llenó de hojas el césped de la universidad y el frío volvió a apoderarse del campus.

En diciembre, la mayoría de universitarios se tomaron vacaciones adelantadas para descansar más tiempo. La primera parte del curso había sido agotadora para todos. Muy pocos asistieron hasta clase el último día, por lo que la cantina de la universidad estaba prácticamente vacía aquel miércoles.

A Alma ya le había crecido bastante el pelo, que ahora era tricolor, con las raíces de su tono natural y las puntas rosas y azules. Vestía toda de negro con unas botas altas de cordones que le daban un aire alternativo. Cuando entró en la cafetería, nadie le prestó atención. En la universidad cada uno vestía como quería y además había coincidido con casi todos los otros alumnos allí en algún momento del curso.

Con todos menos con una, que sí levantó la cabeza del plato de espirales con tomate y la fulminó con la mirada. Alma no había visto a la chica al entrar, pero notó que era observada y volvió la vista en esa dirección.

Entonces, su corazón se sobresaltó.

Hacia meses que no se veían. Habían logrado esquivarse hasta ese momento, pero ambas habían sabido que antes o después acabarían por encontrarse y entonces ninguna de las dos callaría lo que durante tanto tiempo había pensado de la otra.

Olga se levantó de la mesa, dispuesta a caminar hacia Alma, aunque no le hizo falta. Su enemiga cambió la dirección de sus pasos y se dirigió hacia la mesa donde la novia de Bruno estaba comiendo sola.

-Hola -la saludó, con voz ronca, todavía de pie.

-Hola -respondió Olga.

El odio se podía leer en su mirada.

-Creo que es hora de que tengamos una charla -añadió.

Alma asintió en silencio y se sentó junto a Olga. Desconocía qué iba a decirle. ¿La acusaba de haber sido un cáncer para Bruno y de no haberle dejado vivir la vida como él quería, lejos de las redes sociales? ¿Le decía que estaba segura de que su novio había estado enamorado de ella durante mucho tiempo, por más que hubiese seguido a su lado? ¿Le contaba cómo la acorraló en aquel aseo o cómo estuvieron a punto de besarse en la fiesta de inicio de curso del año anterior? Tenía suficiente munición como para destrozarla.

Lo que no sabía es que la que peor parada saldría de esa conversación sería ella, pues el armamento de Olga contra Alma era mucho mayor. Había llegado el momento de recordar qué ocurrió la noche de la muerte de Bruno. Olga iba a contárselo.

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