- La difícil tarea de poner punto y final -

-Verás... Después de que desaparecieras, Óscar y yo fuimos a tomar un café al club social. Nos sentamos en un lugar algo apartado para estar más tranquilos -obvió el hecho de que el verdadero fin de buscar un escondite era hablar de ella sin que nadie los oyese-. Al rato de estar allí, vi a Bruno y a Olga entrar a la cafetería cogidos de la mano. Por una de esas casualidades de la vida, se sentaron justo en la mesa de al lado de la nuestra y empezar a charlar animadamente. Un poco después de su llegada, unos alumnos de Óscar entraron a la cantina en su busca, así que me despedí de él. Decidí quedarme en la mesa un rato a esperarte, puesto que a fin de cuentas era hacia allí donde nos dirigíamos un rato antes. Cogí el móvil y te mandé el primero de todos esos mensajes que hasta hoy habías ignorado -le recriminó, seria.

> Mientras aguardaba a que dieras señales de vida, comencé a leer unos artículos que unos amigos había compartido en Facebook para matar el tiempo, y entonces fue cuando los escuché hablar. Por algún motivo, las risas y gestos cariñosos que se habían profesado unos instantes antes se habían convertido en reproches y malas caras.

-¿Hasta cuándo piensas seguir permitiendo que se aproveche de ti? ¿No ves que te tiene por su chófer?

> Olga parecía estar muy molesta, pero no alzó demasiado la vez, supongo que consciente de que muchos universitarios y adolescentes podían reconocerla.

-No seas dramática, Olga. No me cuesta nada traerla y llevarla; a fin de cuentas, tengo que hacer el mismo trayecto con o sin ella.

-De eso nada. Vas hasta la puerta de su casa a recogerla y dejarla. Creo que tiene patitas para ir hasta tu casa. Es demasiado comodona, además de una lagarta.

-Otra vez, no, por favor.

> Su novia no hizo caso a la súplica de Bruno y continuó atacándote.

-Está loquita por ti y le estás permitiendo que se cree ilusiones de que vais a estar juntos. Cada vez que coincidimos, me mira con esos aires de superioridad que me sacan de mis casillas, como si le pertenecieras o algo. Me da la impresión de que piensa que si chasqueara los dedos, estarías a sus pies, y cada día me cuesta más no dejarle las cosas claritas.

-El problema es que no hace falta ser tan borde, Olga. Es cierto que le gusto, pero no va a pasar nada entre los dos, ¿y sabes por qué? Porque quien me gusta eres tú. Eres guapísima, emprendedora, divertida, creativa y atrevida. No necesito buscar nada en nadie más porque tú tienes todo lo que podría desear.

-¡Pues díselo y acaba ya con esta situación tan desagradable para mí!

-Es mi amiga y no quiero hacerle daño.

-Lo quieras o no, le estás haciendo daño ya. ¡Joder! ¿No ves los ojitos de corderito degollado con los que te mira siempre? Además, también me estás haciendo daño a mí. Por mucho que digas que me quieres todo me suena a palabrería barata. No quieres salir en mis vídeos del canal ni en mi cuenta de Instagram, cuando sabes que las parejas venden mucho por redes sociales.

> Bruno frunció el ceño.

-Precisamente por eso no quiero salir. No quiero vender lo nuestro porque no es una farsa ni un producto. Es algo tuyo y mío y de nadie más.

> Un poco más calmada, Olga le abrazó.

-Ya lo sé, cariño. Es solo que estamos desaprovechando tantas oportunidades...

> Bruno le dio un beso en la frente mientras se dejaba mimar. Olga voy a hablar.

-Piénsatelo, ¿vale?

Él asintió.

-Y por favor... prométeme que vas a cortar un poco el rollo que te traes con Alma.

-Lo prometo.

* * *

Alma se quedó paralizada, sin poder hablar. La crónica que Carla había hecho sobre la conversación que escuchó entre Bruno y su novia le rompió el corazón. Sin embargo, se sentía verdaderamente agradecida de que su profesora (o más bien amiga, después de ese momento tan clave en su vida) le hubiese confesado todo lo que había oído. Sabía que no debía de haber sido plato de buen gusto para ella, que siempre intentaba ser tan políticamente correcta protegiendo a todos sus alumnos de acusaciones o sospechas infundadas.

De hecho, Alma había acertado de pleno con los sentimientos de Carla. Narrarle el diálogo de la joven pareja le resultaba desagradable, puesto que sentía que la conversación que habían tenido los dos en la intimidad no debía salir de allí. A pesar de ella, en los últimos días había comprendido que no podía guardar ese secreto, y sobre todo después de escuchar a Alma tan convencida de que su amigo estaba enamorado de ella. Su alumna necesitaba abrir los ojos cuanto antes y como fuera, puesto que estaba construyendo castillos en el aire en plena ventisca.

Tras hablarle del encuentro entre Olga y Bruno, Carla intentó convencer a Alma de que debía olvidarse del chico. La joven había llegado a la misma conclusión, aunque se sentía totalmente hundida y humillada. ¿Por qué Bruno había estado flirteando con ella si no quería nada? ¿Podía incluso continuar considerándolo su amigo cuando él era consciente de sus sentimientos y aun así la había tratado como una muñeca de trapo?

Cerrada en sí misma, se echó a llorar. Carla la abrazó de nuevo, pero Alma no reaccionó; únicamente intentó acallar sus sollozos mientras se rodeaba con los brazos, como si quisiera crear una burbuja para protegerse de todo y de todos. La docente no sabía qué hacer ni cómo ayudarla.

-No debería haberte dicho nada. Lo siento, Alma. Creía que era lo mejor para que pudieras pasar página.

-Tienes razón -lloriqueó esta-. Debías decírmelo, pero saber que he sido una idiota no hace más sencillo aceptar la realidad. Otra vez voy a estar sola. Nunca nadie se va a fijar en mí.

Carla le pasó la mano por la espalada, acariciándosela con ternura.

-¿Tan horrible soy? ¿Qué hay tan malo en mí para no poder encontrar a alguien que me quiera? Mejor aún, ¿tan rota me ve el mundo entero que cada chico que conozco cree que puede aprovecharse de mi cariño y cercanía para inflarle el ego? ¡Soy tan tonta!

La muchacha siguió lamentándose un buen rato. Para animarla, Carla sugirió dar un paseo por el puerto, que se hallaba bastante próximo a la estación. La brisa marina la relajó un poco, aunque Alma seguía sin poder pensar en nada que no fuese Bruno y el modo en que había permitido que se hiciera falsas ilusiones durante tanto tiempo.

Una hora después, subió en el tren de regreso a su ciudad. Agradeció una vez más a Carla que le hubiese dicho lo que había descubierto y, cuando las puertas se hubieron cerrado y ella se hubo acomodado en la butaca, tomó una decisión. Su bomba de humo previa con Carla había estado dirigida a la persona errónea. Lo que debía hacer era desaparecer de la vida de Bruno.

En el fondo, ni siquiera la echaría de menos. La maravillosa vida de influencer seguro que le haría olvidarse de ella pronto.

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