- BESOS -

En un momento dado de la noche, Marina desapareció. De haberse dado cuenta, Alma no se habría sorprendido; su amiga y Jon habían pasado todo el tiempo desde que se encontraron en la discoteca pegados el uno al otro, coqueteando y picándose el uno al otro. La atracción que había entre ellos era irresistible. Sin embargo, la mayor de las dos chicas había caído en una espiral de alcohol que ya no podía controlar.

Los brindis en casa de Marina tan solo habían sido el principio. Antes de ver a Bruno bailando con Olga ya se había tomado un par de copas. Después, para ahogar las penas, invitó a los amigos de Jon a unos chupitos. Ellos insistieron en devolverle la invitación, pero más tarde ella quiso tener otro nuevo detalle con ellos y así sucesivamente hasta que perdieron el control de cuánto llevaban bebido. Cuando una de las camareras del local se negó a servirles porque decía que Alma no parecía estar en condiciones de beber más, se marcharon indignados a otra barra, la misma en la que estaba apoyado Ricky, para poder seguir bebiendo.

Hacía un rato que Alma había dejado de perseguir a Bruno con la mirada. Estaba tan mareada que apenas podía mantener la vista en un punto fijo y la cara del chico se emborronaba en otros rostros que se movían entre el gentío. No lo veía, pero sabía que estaba cerca. Lo presentía y quería sorprenderle, hacerle ver lo que se había perdido por jugar con sus sentimientos. "Mira qué divertida soy", le hubiese gustado gritarle, "no como tu novia que solo busca llamar la atención por internet".

El joven camarero de la barra sirvió una nueva ronda de chupitos de tequila y colocó con cuidado unas rodajas de limón sobre los vasitos. Cuando Alma echó mano a su monedero para pagar las bebidas, una mano fuerte y grande se interpuso en su camino y tocó con delicadeza la suya.

-Esta vez invito yo.

Alma se volvió hacia el origen de la voz con más velocidad de la que podía permitirse en esos momentos. La cabeza le dio un vuelco que la hizo desequilibrarse un poco.

-Cuidado.

El desconocido la agarró de la cintura para evitar que se cayese, ya que el mal movimiento le había hecho doblar el tobillo y estar a punto de tropezarse.

Lo único que pudo ver Alma fueron sus profundos ojos clavados seductoramente en los suyos, mientras que la mano con la que la había tomado de la cintura no se despegaba de ella.

Los amigos de Jon, testigos del descarado acercamiento de ese tipo duro hacia Alma, le hicieron un gesto de despedida con la cabeza y se largaron de allí para dejarla entrar en acción.

"¡Malditos niñatos!", pensaría Carla en numerosas ocasiones tras esa noche al recordar lo que le había pasado a su alumna, "¿cómo se les podía haber ocurrido emborrachar a una chica que no había bebido en su vida y dejarla luego tirada con el primer desconocido que le dirigía la palabra? " Si creían que le estaban haciendo un favor estaban muy equivocados: la habían llevado a la boca del lobo.

-Te he estado observando bailar -le susurró el desconocido al oído; el aire que escapaba de sus labios, tan cerca de su oído, le hacía cosquillas-. Lo haces de muerte.

La joven no sabía quién demonios era aquel tío, pero sin pensarlo dos veces comenzó a bailar de manera muy atrevida frente a él. Agitaba el cabello en el aire mientras se contoneaba y le acercaba el trasero al chico. Giraba sobre sí misma una y otro vez mientras lo miraba con ojos de mujer seductora, feliz. Después de todo el desengaño con Bruno, que alguien se fijara en ella era toda una novedad que le provocaba un subidón increíble. Había llorado tantas veces pensando en qué había de malo en ella para que Bruno la hubiese utilizado que había llegado a creer que nunca podría atraer a nadie y que debería pasarse el resto de su vida sola. Pero mira por dónde, ese atractivo chico de rasgos difusos se había fijado en ella y en cómo bailaba, una de las habilidades de las que más se enorgullecía Alma junto a su pericia a la guitarra a la hora de actuar tocando y cantando canciones de rock.

El joven se había levantado del taburete en el que había estado sentado hasta ese momento para poder bailar con ella. Alma constató que, pese a no ser un experto bailarín, se movía bastante bien. Y cómo la tocaba... en cada movimiento en que sus cuerpos se rozaban o los dedos del chico la acariciaban, Alma se estremecía.

-¿Quieres una copa? -le preguntó el chico entre canción y canción.

Ella asintió con la cabeza.

-¿Qué te gusta?

Alma no supo qué contestar. No tenía ni idea de licores, alcohol o bebidas.

-Sorpréndeme -respondió, atrevida.

Ricky se acercó a la barra con una sonrisa de suficiencia en los labios y le pidió al camarero dos mojitos. Su acompañante no se dio cuenta del súbito movimiento de muñeca que hizo sobre uno de los vasos, el mismo que le ofreció a ella.

-Vamos a esa mesa.

Alma no esperó a que el chico respondiera. Le cogió de la mano y lo llevó a una mesa alta que había en una esquina de la sala, sin taburetes. Comenzaron a beber entre baile y baile en ese esquina, pero la zona se iba llenando cada vez más. Pronto acabaron encajonados contra la pared, rodeados de personas que saltaban y gritaban para celebrar el fin de otro año escolar.

-¿Cómo te llamas? -quiso saber la joven.

El chico le contestó al oído, pero ni siquiera se molestó en preguntarle por el suyo. Le daba exactamente lo mismo. Solo estaba allí por obligación; sabía que había sido un imbécil con Olga y no quería tener que enfrentarse a ella, que además podía acabar con su estatus e incluso meterlo entre rejas. De todos modos, si podía hacerle ese favorcito a Olga y pasárselo bien a la vez, no iba a quejarse demasiado. A fin de cuentas, la chica del vestido azul no estaba nada mal y con lo bien que bailaba... Estaba convencido de que se le debían de dar bien muchas otras cosas.

Antes de que Alma pudiera saber qué hacía, se abalanzó sobre Ricky y le dio un bocado en los morros. No lo besó con pasión ni le acarició la boca con sus labios: le mordió. Ricky, se quedó impactado por ese movimiento que nunca hasta entonces habían utilizado con él. Bravucón como solía ser, no se dejó amedrentar. Agarró con fuerza la cabeza de la chica hasta que la tuvo frente a frente con él, separados únicamente por unos milímetros. Ella entreabrió los labios, excitada. Ricky sabía que la joven quería besarle, momento que aprovechó para cobrarse la venganza. Mientras ella boqueaba por él, dobló el cuello y dispuso la cabeza en posición horizontal. Movió sus labios hacia el cuello de la chica y sorbió con fuerza. Alma se derritió. No sabía de dónde había salido ese chico, pero era todo lo que necesitaba en su vida. Nada de críos ñoños como Bruno. Un hombre hecho y derecho que sabía hacerla estremecerse como nadie.

Instantes después, se besaron por primera vez, apasionados, eufóricos. Él marcaba una nueva víctima a su interminable lista de conquistas; ella se liberaba de los llantos y pensamientos hirientes de los últimos meses.

Pese a estar rodeados de decenas de personas, se tocaban como si no hubiese nadie más en la sala. Eran los dos únicos habitantes del mundo.

A Alma le daba cada vez más vueltas la cabeza. Ya casi no podía ver bien los ojos de Bruno.

"¡Mierda!", blasfemó en sus pensamientos, "nada de Bruno. ¡Es Ricky!"

-¿Quieres probarlo?

En algún momento debían de haber parado de besarse, porque Ricky estaba hablando. El chico solo era una sombra que la asía fuerte de la cintura entre el barullo de la fiesta.

Desconocía a qué se refería, pero esa noche estaba dispuesta a todo. Aceptó a ciegas, sin tener ni idea de a qué estaba cediendo.

Ricky la besó una vez más. Cuando su lengua se coló entre los labios de la chica, le pasó una píldora. Alma abrió los ojos sobresaltada. No había esperado eso. Sin embargo, se fio a ciegas de él y tragó la pastilla.

Después de ese momento, todo se convirtió en niebla. El aire en la calle acariciándole las mejillas. Una mano que se colaba por debajo de su vestido. Un gemido.

Y entonces, él. Como un espejismo, Bruno. Su cara por todas partes. Confuso. Enfadado. Preocupado. Molesto. Sonriente.

Bruno. Bruno. Bruno.

Siempre Bruno.

Oscuridad.

Bruno.

Ricky.

Ella.

Sonidos de coches pasando a su lado a toda velocidad.

Un puente.

Frío.

Bruno.

Un grito cortando la noche.

Pasos acelerados.

Oscuridad de nuevo.

Silencio.

Fin de la noche.

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