- A través de la pantalla -
Los siguientes días, Alma no salió de casa. Con el fin de convencer a sus padres de que no la atosigaran, alegó que tenía fiebre y necesitaba descansar. Su padre no quiso indagar demasiado, puesto que confiaba en ella, pero su madre, preocupada, quiso intervenir un par de veces tocándola para notarle la temperatura. En una de estas ocasiones logró tocar la fría frente de la muchacha. Supo de inmediato que Alma mentía, pero en la tristeza de su voz reconoció el desasosiego y el dolor de un corazón roto, por lo que decidió darle su espacio y esperar a que fuese la joven quien la buscara para contarle qué la preocupaba.
El cuarto día tras encontrarse con Óscar, Carla llamó a su amiga por teléfono. No había sabido nada en absoluto de ella, cosa extraña puesto que hasta ese momento había recibido numerosos e interminables mensajes a diario con cualquier pequeña actualización de sus avances con Bruno. Ignoraba sus mensajes al teléfono, no iba a clase y ni siquiera se actualizaba sus redes sociales. Y todo eso había sido provocado por la aparición de su colega Óscar por la universidad. ¿Qué diantres había ocurrido entre esos dos?
Tumbada en su cama, Alma apretaba los auriculares con fuerza contra sus orejas, como si de esa manera pudiese evitar malos recuerdos y pensamientos. Le costaba aceptar que antes o después debería regresar a la universidad y hacer frente a Carla, que para ese momento ya debía de saber lo que había ocurrido con Óscar. O al menos la versión del profesor, claro. No le apetecía volver a deambular por esas arenas movedizas. El pasado, pasado debía ser y Óscar no tenía ningún derecho a llegar así de repente a destrozar su nueva amistad.
Con la vista clavada en el techo, su cabeza no cesaba de rememorar aquella fiesta de fin de curso. Ella era tan joven e inocente... y él siempre le había gustado pero...
¡No! ¡No! ¡No! ¡Alma, déjalo! ¡No pienses en eso!
Sin despegar la mirada del techo estiró el brazo por encima de la cama, palpando el colchón hasta dar con su teléfono móvil. Necesitaba despejarse, así que una buena sesión de Instagram la ayudaría.
Como era de esperar, el primer perfil al que entró fue al de Bruno. Lo que encontró en él le hizo sentir un retortijón en la tripa. A pesar de que el muchacho no era gran amigo de subir fotos con su chica en las redes sociales, unas horas antes había actualizado su cuenta con una instantánea en la que se veía a ambos muy acaramelados. Para su sorpresa, la imagen era muy natural, no como la mayoría de fotos de Olga que circulaban por Internet. Estaban tumbados sobre el césped de un parque con sus rostros uno al lado del otro, prácticamente rozándose. Sonreían con una felicidad que hacía mucho tiempo que no veía en los ojos de Bruno y sus manos, con los dedos entrelazados, por encima de sus cabezas.
La tentación se apoderó de ella. A sabiendas de que lo que estaba a punto de ver le partiría el corazón, entró en la cuenta de Instagram de Olga.
Vaya. Su número de seguidores había aumentado considerablemente en las últimas horas... ¿Qué habría pasado?
La última foto de su perfil era la misma que tenía el día anterior, donde anunciaba un evento al día siguiente en Barcelona para aparecer en el videoclip del cantante de trap español más conocido del momento. Los vídeos de los stories, sin embargo, sí estaban actualizados. Hizo clic sobre el circulito color arco iris que rodeaba la foto de perfil con la cara de la influencer y esperó a que la primera de las grabaciones se cargara.
Su corazón se encogió en su pecho conforme apareció la primera imagen en la pantalla. La cámara del teléfono había grabado en un enorme primer plano una bonita y sincera sonrisa que Alma no tardó en reconocer: se trataba de Bruno.
-¿Dónde estamos?
Ese plano tan cerrado hizo que solo la voz de Olga delatara su presencia junto al chico. No obstante, la mano que sujetaba el móvil dio un bandazo de repente y cambió de enfoque. Ahora podía verse a la joven pareja, sonriente.
-¡Hola, chicos! Estamos en... ¡Barcelona!
Alma no había visto nunca antes a Bruno participar tan activamente en los stories de su chica, motivo por el que jamás hubiese esperado lo que estaba a punto de observar.
-Por fin hemos venido a la ciudad condal. Llevo toda la semana recordándoos que mañana a las seis de la tarde, después de colaborar con Barret en el videoclip de su nueva canción, estaré en el Fnac de la Plaza de España presentando la nueva cámara de Sony, con la que podéis grabar vídeos tan chulos como los que veréis a continuación.
El story terminaba en ese momento y el siguiente, con una calidad de imagen considerablemente mayor, mostraba a Olga y Bruno paseando por la Rambla cogidos de la mano. Alma se sentó contra el cabecero de la pared, con el teléfono en una mano y la otra aferrándose con fuerza a un almohadón que al mismo tiempo presionaba contra su pecho.
En un momento dado del vídeo, él acercaba a su novia hacia su cuerpo con un suave tirón de la mano. Los dos paraban de caminar y la velocidad del vídeo se ralentizaba. Una hermosa melodía lenta los mecía mientras Bruno bajaba sus labios hasta el cuello de la chica, le daba un pequeño y delicado mordisco en un lado y salía corriendo. Olga soltaba una carcajada que, acallada por la romántica canción, solo era el preludio de su reacción. En cuanto dejó de reírse, aún con la sonrisa en los labios, salió detrás de él a toda prisa. El chico la esquivó en varias ocasiones al utilizar un banco como protección y colocarse a toda prisa en el lado contrario del que ella se encontraba. Al final del metraje, ella colocaba un pie sobre el asiento, otro sobre el respaldo de madera y una vez de pie en todo lo alto se tiraba a los brazos de Bruno.
A continuación, Olga había subido una foto de fondo negro únicamente decorado con unas delicadas e intrincadas letras cursivas que rezaban lo siguiente: "Próximamente vlog de nuestro viaje a Barcelona". Y, por supuesto, una marca de labios formando un beso en una esquina de la pantalla, el símbolo de Olga en redes sociales.
Disgustada, Alma apagó la pantalla del teléfono y lo lanzó con furia contra la esquina contraria de la cama. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Bruno había estado jugando con ella todo el tiempo. Su amigo siempre había expresado su malestar respecto a la profesión de su chica. Solía lamentarse de que las redes sociales no creaban más que desengaños, falsas expectativas y una pérdida de valores, pero en ese momento se estaba subiendo al carro de buscar el "like", conseguir dinero fácil y pegarse la vida padre por el morro.
Ese no era el Bruno que ella conocía. Sentía como si la cabeza le fuese a estallar de darle tantas vueltas a todo. Primero todo el asunto de Óscar y ahora lo de Olga y Bruno. Quiso pensar que tal vez estaba dramatizando demasiado. Probablemente Bruno solo estuviera haciendo todo eso porque Olga se lo hubiese exigido. Quién sabe si él no tenía un motivo distinto para estar en Barcelona ese fin de semana y habían elegido ir juntos por cuestiones prácticas.
Sí, debía de haber sido eso. Tal vez en el caso de Bruno ese viaje a Barcelona se hubiese visto motivado por otra causa completamente diferente (un concierto o cualquier otro evento sociocultural) y solo habían compartido transporte y un par de horas sueltas juntos. Era lo más lógico. Si bien eran novios, Olga seguía siendo menor de edad y sus padres no la habrían dejado irse sola con él. ¿Acaso dejan a los menores alojarse en algún hotel sin la compañía de los padres?
Para salir de dudas, decidió entrar en la cuenta de Instagram de Bruno. Se sorprendió al ver que la había hecho pública, de modo que todo el mundo podía ver todo lo que había en ella. Hasta unas horas antes, la había tenido privada, cerrada a todos esos curiosos que deseaban saber más del poco conocido "novio de Olga". Y eso no era todo. Aunque no solía subir casi ninguna foto con su chica, la última imagen que tenía en su galería era en los asientos del tren, con ella durmiendo apoyada en su hombro.
La rabia la invadía con mayor velocidad que antes. Cuando creía que ya no podía sentirse más dolida y ultrajada, pulsó en el acceso a los stories de Bruno para ser testigo de la llegada de los dos chicos al hotel. Puesto que no podía soportar escuchar la voz de su enemiga ni un segundo más, hizo clic sobre el icono de sonido para desconectarlo. En la pantalla, Olga pasaba la tarjeta sobre un moderno lector magnético junto a la puerta del dormitorio. Al encenderse una lucecita verde, Bruno abrió la puerta y dejó pasar a su novia primero.
El cuarto era gigantesco. Desde la misma puerta se alcanzaba a ver que toda la pared del fondo era un gran ventanal con una impresionantes vistas a la playa. A mano derecha, una cama de al menos 2x2 les esperaba, adornada con globos en forma de corazón de diferentes tonos rosados y rojos. En las mesillas había pequeños paquetes envueltos en papel de regalo e incluso habían colgado unas fotos de Olga del techo. En la dirección contraria desde la entrada había un cuarto de baño con una ducha efecto cascada separada del resto de la estancia por un cristal transparente. Al otro lado del retrete y de los flamantes lavamanos y espejos redondos con el nombre de la chica, un "bienvenidos" y una carita sonriente garabateados en ellos, había una bañera exenta con elegantes patas doradas. La habían llenado de agua, espuma y pétalos.
Resultaba evidente que esa habitación era solo para ellos dos. Allí no había padre, madre ni espíritu santo que valiera.
Furiosa, Alma se cubrió los ojos con las manos y rompió a llorar. Se sentía impotente ante todos esos desagradables frente abiertos. Detestaba saber que, en ese mismo momento, su amigo y su odiosa novia estarían felices, uno junto al otro, mientras ella se devanaba los sesos pensando cómo explicarle a Carla qué ocurrió con su antiguo entrenador. Para colmo, debería estar preparando un trabajo que debía entregar la siguiente semana y que no había encontrado aún el ánimo de comenzar.
Durante las siguientes horas, Alma no dejó de llorar más que para recuperar el aliento, descansar un poco y seguir llorando. Todas sus amigas le mandaban mensajes sin cesar, acostumbradas a tener noticias de ella a diario (y por lo general más de una vez al día). Carla, por ejemplo, la llamó un par de veces más a lo largo de la noche, hasta que el teléfono de la universitaria se quedó sin batería y la dejó tan incomunicada del mundo como ella misma se sentía.
Pasó la noche y con la llegada del sol de la mañana se calmaron sus lágrimas, o puede que simplemente se le acabaran, porque seguía sintiendo el corazón en mil pedazos y una tremenda confusión en su cabeza. Las piernas le fallaban cuando al fin se levantó de la cama. Se encaminó con determinación hacia el enchufe del rincón, donde colocó su móvil a cargar. Había tomado una decisión: en cuanto se cargase el teléfono, llamaría a Carla para quedar y contarle toda la verdad sobre Óscar. Necesitaba resolver sus problemas y al menos uno estaba en sus manos. No podía hacer nada que destrozara la dulce escapada de Olga y Bruno para que él se diera cuenta de una vez por todas de que era con ella con quien debía estar, pero sí podía explicar esos desagradables momentos con Óscar cuando aún era una niña y así quitarse el cargo de conciencia por haber huido despavorida aquel día.
Iba a contarle todo, solo que todavía no. Cuando se cargase el móvil. Así ganaría algo más de tiempo.
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