♱Capítulo 9.♱
—"Aguarda por mi, amor mío."
—Kaito...- Al escuchar su nombre. El arcángel de cabellos azulados se reincorporó. Posteriormente fijó su vista en un pequeño serafín. Al parecer traía novedades.
—¿Alguna noticia?- Fingió ignorancia.
—No la encuentran, en ninguna parte. Se ha sabido esconder bien.
—Rebusquen en todos los campos sagrados. No dejen sin levantar una sola piedra.
Las verdaderas intenciones de Kaito eran enfocar la búsqueda lo más lejos posible de Rin, y hasta el momento lo había logrado. Al ser un arcángel de posición privilegiada, nadie se atrevía a cuestionarlo.
El mensajero se limitó a asentir y desaparecer ante los ojos de Kaito. Dejándolo completamente solo. Y fue aquella soledad la que le permitió retomar sus pensamientos.
—¿En qué momento caímos tan bajo? -Trató de recordar cómo empezó todo. Fue hace muchísimo tiempo. Pero, el recuerdo se mantenía fresco. Era latente.
Antes de ver por primera vez a Rin, era un servidor devoto de la palabra de Dios. No cuestionaba nada, un simple servidor. Pero, entre los mismos ángeles hay tentación, y ellos no están en la capacidad de servir al señor.
Fue eso lo que inspiró a una deidad con apariencia femenina. La segunda de su clase. Puesto que la primera experiencia había resultado en un fracaso, humillante y devastador. Se creía entonces que las mujeres tenían más inclinación al pecado que a un camino inmaculado y entregado a la devoción por Cristo.
Kaito en ese entonces se consideraba fuerte. Su reputación intachable. Se le fue encargado educar con estricto rigor y dedicación a la futura integrante del consejo de angelical. No debía haber ningún tipo de falla. Y claro, el arcángel aceptó dicha tarea. Desgraciado fue el día que la vio. Desgraciado.
Puesto que después, no pudo evitar no verla con deseo. Había caído preso de su mirada, sus dorados cabellos y su tentador cuerpo.
Fue fuerte durante mucho. Se dedicó firmemente a empaparla de la parábola de Dios. Se lo enseñó todo. Ella era obediente, sin ni un solo rastro de deseo por el libertinaje o la galantería. Ella era fuerte, pero él no.
El tiempo pasó, el mundo cambió. Se crearon imponentes edificaciones y el humano sucumbió ante la avaricia y el deseo. Pero, Rin era la misma. Solo un recipiente que era llenado por órdenes y enseñanzas, y solo se dedicaba a cumplir con todo. A veces no parecía estar viva realmente. Quizás se debía a su condición de mujer, usualmente era castigada, maltratada, humillada y repudiada. Sin merecerlo realmente. Pero, jamás soltó ni una sola lágrima, mucho menos se defendió. Kaito comprendió entonces que ella haría cualquier cosa, si se le era ordenado. Y no reprocharía nada.
Lo planeó todo muy bien. Desde que investigó el comportamiento humano, aprendiendo rápidamente sobre el cortejo y las formalidades. Observó la dicha que causaba encontrar a alguien que respondiese plenamente a tus sentimientos. Y la desgracia al no ser correspondido. Fue por aquella época que Kaito recuperó su individualidad. Su ser.
Finalmente llegó el día, su aprendiz a quien tanto anhelaba poseer, debía ser completamente suya, hubiese dado su plena existencia por cumplir aquel deseo.
—¿Estás lista, Rin?- Preguntó dulcemente el peli azul. Próximo a la cercanía de su adorada.
—Sí- Dijo sin más.
—Hoy quiero enseñarte, algo distinto. Y me ha costado bastante comprenderlo totalmente. Se trata del romance.- Realmente no sabía si estaba usando la palabra correcta.
—¿De qué se trata?- Preguntó con curiosidad la joven ángel.
—Se trata de involucrar sentimientos, de forma pasional.
Aquello descompuso a Rin.
—Esas palabras me resultan por completo pecaminosas.
—¿Te he enseñado alguna vez algo grotesco o adulterado? - Fingió desconcierto.
—Por supuesto que no- Aseguró Rin—Pero esas son características propias de los humanos. Los cuales son débiles y sucumben ante cualquier pequeña incitación al pecado.
—Hemos sido condenados a la ignorancia, puesto que vemos a los humanos como inmundos por sentir. Ahora comprendo que son seres privilegiados y nosotros resultamos reprimidos- Dijo el arcángel.
—¿Me esta diciendo que debemos caer en el amargo frenesí que ha condenado a los mortales?
—Te estoy diciendo que se les ha brindado libre albedrío. Pero, desdichados nosotros que somos simples ovejas pertenecientes a un rebaño, sin oportunidad de decidir. Quiero cambiar aquellas antiguas reglas que coartan mis afectos hacia ti.
La joven quedó sin palabras. En aquel entonces conocía muy poco del mundo bajo sus pies. Era Kaito quien decidía lo que ella debía aprender. Pero todo eso era quizá la enseñanza más confusa.
—Te quiero, Rin. No se me es posible esconder más los impulsos que siento al verte. Me niego a reprimirme más.
Dicho eso, Kaito adelantó a Rin y entre sus manos cubrió su rostro. Enseguida, comenzó a acercarse peligrosamente a su rostro.
Rin se sintió desfallecer. Todo era nuevo, y en el fondo sabía que no era correcto. Pero, se le había enseñado a nunca contradecir a sus superiores. Por ese simple detalle le permitió continuar, hasta que pudo sentir los húmedos labios de aquel hombre presionar sobre los propios.
El beso duró hasta que Kaito se cansó. Y aquella sensación se le volvió adictiva.
—Será distinto de ahora de adelante, Rin.
Y fue de ese modo. Sus clases se volvieron pasionales, y sus encuentros cada vez mas íntimos.
Rin nunca lo cuestionó, le debía su respeto y admiración. En cuanto a Kaito, gracias a ella comprendió por completo como se sentían los humanos al estar con la persona que aman.
Nunca supo a ciencia cierta si Rin se sentía del mismo modo, pero a su lado la chica aprendió a sonreír. Aprendió a disfrutar de la compañía del arcángel que le profesaba deseo. Y cada vez que se les veía juntos, se les veía realmente felices.
Les gustaba sentirse así. Pero, el cielo es celoso de sus ángeles y sus vínculos afectivos.
Se les descubrió juntos, compartiendo de las mundanas pasiones. Y Kaito no pudo protegerla.
Se realizó un juicio del cual él salió impune. Pero, ella fue sentenciada a muerte. No, no podía permitir tan macabro acto, siendo él el único criminal.
Una vez dictado su juicio final, fue a buscarla en su celda. Kaito sabía perfectamente que debía hacer. Aunque le costase la vida.
Ella se encontraba ahí, orando con completa tranquilidad. Sin inquietud alguna.
—Rin- Llamó su nombre.
—Amén-Dijo al terminar su rezo, luego se volvió a su maestro para hablarle—Kaito, debes irte a rezar, pedir perdón.
—¿Por amarte?, ¿amarte es pecado?- Él arcángel estuvo a punto de acariciar una de sus mejillas, pero la chica se alejó bruscamente.
—No quiero ensuciarte más. Por favor, ya acepté mi destino. Hazlo tu también
—Tú final aún no ha llegado, Rin. No será este. Y jamás aceptaría una vida tan vacía sin ti a mi lado.
—Es hora de pagar por mis pecados. Mis culpas, mis pensamientos impuros que me han manchado y me han condenado.
—No has pecado. Por ello debo salvarte.
—No permitiré que sigas perdiendo el camino.
Kaito se dió cuenta de que Rin estaba a punto de volverse a hincar, pero él la interrumpió.
—!No voy a seguir viviendo sin ti! No lo acepto, no podría. Serás responsable de mi eterna agonía. Rin, por favor. Podemos irnos, nunca nos encontrarán. Déjame salvarte.
Hubo un prolongado silencio, la chica estaba pensando con detenimiento sus próximas palabras.
—Nos iremos juntos. ¿Ahora?
—No tenemos tiempo. Puedo sacarte de aquí, tu solo espérame. Si nos fugamos los dos, habrán miles de los nuestros buscándonos. Si me quedó podré controlarlos. Cuando sea seguro, nos reencontraremos jamás te dejaré ir.
—No me dejes ir ahora.- Dijo con suavidad la menor. Pudo notar la inseguridad recorriendo su cuerpo. Claro que no quería dejarla.
—Nunca te voy a dejar, estaré contigo a cada momento. Pero, ahora debo sacarte de aquí.
—¿A dónde iré?
—Con los humanos, ningún ángel goza de aquel mundo, estarán reacios de buscarte ahí.
—Los humanos- Repitió sus palabras —No soy como ellos.
—No tienen la capacidad de ver nuestras alas. Debes esconderte entre ellos. Te juro amor mío, pronto estaremos juntos de nuevo. Pero, por ahora nuestro tiempo se ha terminado.
Esa fue la despedida, tuvo que sacarla de ahí. Muy a su pesar.
—"Aguarda por mi, amor mío."
Recordar todo aquello entristeció al arcángel. No tenía certeza de la situación actual de su amor. Pero, presentía que se encontraba bien, y su reencuentro solo era cuestión de tiempo. Inevitable.
—Pronto nos volveremos a encontrar, Rin-Pensó finalmente el importante hombre.
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