♱Capítulo 8.♱
—¿Rin no vendrá a desayunar?- Preguntó Gumi, al notar que la mencionada no se encontraba en la mesa aquella mañana.
—No señorita- Respondió el sirviente Piko—Me expresó su deseo de quedarse en su recámara, no los acompañará en esta ocasión. -Dicho eso, el hombre de cabellos patinados se retiró.
—¿Qué ocurre con ella?, ¿estará enferma?
Len sabía la verdad. Pero, no iba a decírselo a su prometida, puesto que no quería preocuparla.
—Puede que sea el caso. Iré a verla tan pronto como terminemos de comer. - Aseguró el joven.
La pareja se mantuvo en silencio durante un rato. Como si no tuviesen de que más hablar. Aquello resultaba verdaderamente amargo. Pero, ya estaban acostumbrados.
—Esta tarde iré a ver las flores con las que decoraremos la capilla, tienen una gran variedad ahora que las plantaciones resultan agradecidas. -Comentó Gumi, en un intento de tomar la iniciativa de iniciar una conversación. —¿Le gustaría acompañarme mi señor? Tú opinión se me es de gran interés.
—Confío plenamente en tus gustos. No considero que mi presencia sea requerida.
Gumi bajó la mirada. Al parecer el desinterés de su futuro esposo la había entristecido. Pero, Len sabía como subirle el animo nuevamente.
—He recibido una carta del famoso sastre extranjero Yuma, ha enviado uno de sus mejores vestidos para que lo uses en nuestra boda. Se encuentra en camino en este instante.- El rostro de la chica se iluminó por completo. —Cuando lo tengas, no dudes en mandarme a llamar. Lo veremos juntos si gustas.
—Por supuesto.
Al terminar de desayunar, Gumi se despidió de su prometido. Debía ocuparse de algunos asuntos referentes al matrimonio. Por su parte, Len se encontraba en su cómodo salón mientras leía un libro. Casualmente se había convertido en uno de los favoritos de Rin. Y al pensar en eso ya no pudo sacársela de la cabeza.
Cerró el libro que había estado sujetando y suspiró cerrando los ojos.
—Rin, no me atormentes así. -Pensó el chico.
Sabiendo que era inútil tratar de mantenerse distraído, se levantó de su cómodo asiento y decidió ir en busca de su huésped. Primero, la buscó en su habitación y al no encontrarla supo perfectamente en donde podría estar. Bajó nuevamente al primer piso y se dirigió a su jardín. Ella estaba ahí disfrutando de la limitada vista disponible y del sol que tanto le gustaba.
—Rin, me alegra mucho verte.
No hubo respuesta. Ella no se movió.
—Rin...sé bien que piensas que voy a mentir en un sacramento sagrado jurándole amor eterno a alguien, con quien mi unión ha sido impuesta. Y que no seré feliz, por ello estaré condenado a la desgracia. Pero, toda mi vida he estado con Gumi, me ha apoyado y ha sido incondicional. Es buena mujer.
Aún sin voltear a ver a Len, la chica le respondió—Eso no es amor, es devoción.- Aseguró —Es lo mismo que se siente por Dios. Yo tampoco tengo muy claro que conlleva amar a alguien, pero no trato de fingir que lo se.
—Rin, mírame por favor. -La chica obedeció —Yo nunca he conocido nada más. Así debe ser, y estaremos bien. Hemos esperado este momento por mucho tiempo.
—Daría todo por que fuese cierto.
—Te prometo que no vamos a dejarte sola. Podrás seguir viviendo aquí con nosotros. Nada cambiará.
—"Eso también es mentira"- Dijo Rin para si misma.
—Además quiero que salgas ese día, que estes con nosotros.
—¿Salir de aquí? Dijiste que no puedo hacerlo.
Rin ya estaba acostumbrada al encierro. No le molestaba realmente.
—Claro que puedes. Te mantuve aquí para protegerte de los aldeanos ya que cuando algo nuevo aparece, tienden a temerle.
—Afuera...- Dijo Rin, en un suspiro. La idea de salir de la seguridad de aquellas imponentes paredes la hacía temblar.
—Ese día, usarás un velo para esconder tu rostro. Y un hermoso vestido. Y al culminar la ceremonia podrás bailar conmigo.
—No sé bailar- Confesó la chica sin vergüenza alguna.
—Eso lo solucionamos ahora mismo- Len le extendió una de sus manos. Y Rin lo volteó a ver.
—No creo poder.
—Has podido con cosas más duras, Rin. Y siempre logras impresionarme.
La pequeña rubia olvidó en ese momento cualquier resentimiento, y aceptó su mano. Enseguida, Len dirigió las de la chica a sus hombros y él la sujetó de la cintura. Luego, empezó a tararear una melodía y comenzó a guiar sus pasos. Al inicio fueron un poco torpes. Pero, les sirvió para que se pudiesen reír un rato entre ellos. Y conforme pasaba el tiempo, Rin parecía haberlo dominado.
—Lo haces muy bien, ya lo entendiste.
—¿Lo haremos así ese día?
—Sí, y estoy seguro de que vas a robarte absolutamente todas las miradas.
—Solo anhelo que seas tu quien me mire.
Len dejó escapar una pequeña risilla—Te estaré mirando, Rin.
Después de un rato, decidieron sentarse a merendar. Comieron unas deliciosas galletas, y hablaron durante al menos 2 horas. Gumi llegó al poco tiempo. Le alegró bastante ver lo animada que se encontraba Rin.
Cenaron juntos. Y al terminar simplemente se despidieron y cada quien se fue a su respectivo cuarto. Lo que realmente desconcertó a la rubia fue que al llegar, había alguien ahí. Esperándola.
—Me alegra tanto verte. -Una voz macabra la recibió. Era Luka, estaba sentada en una pequeña silla de madera que daba a un tocador. —¿Cómo te fue hoy?
—No deberías estar aquí- Le reclamó el ángel.
—Tu tampoco, niña. Y aquí estamos.
No pudo discutirle, estaba en lo cierto. Rin decidió ignorar su presencia, y recostarse en la cama.
—Está bien. Mantente en silencio, no te molestaré.
—Ya lo haces-Pensó.
—Pero, ¿sabes lo tedioso que resulta no hablar con nadie? Puedo hacerlo, claro. Aunque solo con determinadas personas, mientras tanto tú compañía me resulta placentera.- Continuó hablando Luka, aún sin respuesta.
Los ángeles no necesitan dormir, tampoco los demonios. Aquella noche fue larga. Y la primera de todas las que después vinieron.
El demonio se le aparecía cada noche. Y los días los pasaba con Len. Se había vuelto una extraña rutina. Y con el tiempo empezó de cierta forma a disfrutar la compañía de Luka. Al inicio no solía decirle nada, pero eventualmente le concedió el beneficio de platicar hasta el alba. Todos los días.
—Puedo preguntar si no es muy imprudente hacerlo, ¿qué hiciste para ganarte el amor de la novicia que tanto querías?
—Nos amamos desde que nos vimos, lastimosamente lo nuestro era algo que no podía ser, ni en su mundo, ni en el mío.
—¿Y qué hiciste?- Insistió Rin.
—Me convertí en lo único que ella podría amar. Lo único aceptado. Lo que ocurriese después conmigo me tenía sin cuidado.
—¿En qué te convertiste?
—Haces muchas preguntas esta noche. Temo no podértelas responder, puesto que prefiero guardarme algunas verdades.
—¿Puedo preguntar solo una cosa más?
Luka asintió.
—¿Volviste a verla?
—No. Ni ella a mi.
"Así debía pasar."—Solo así podía salvarla.
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