♱Capítulo 4.♱
—Qué dicha. Mis ropas te han quedado a la perfección- Mencionó con alegría cierta joven de verde y corta cabellera, al ver a su imprevista invitada con ropa de época: Un vestido largo, de amplia falda y delicadas costuras doradas. —¿No te parece hermoso?
Rin estaba mirando su reflejó, aún así se encontraba inexpresiva.
Jamás se había visto con tanta ropa. Ya que solía vestir: un pantalón corto, además de una camisa de encaje que dejaba al descubierto su plano vientre y finalmente, unas largas calcetas que cubrían sus blancas piernas. En el cielo, la habían castigado desde su creación. Simplemente por ser del género débil, y fue obligada a vestir siempre de manera vulgar. Aquello para Los ángeles de género masculino representaba una prueba. —"Han de resistir a las tentaciones que traen consigo las impuras féminas."
Rin había entendido entonces que, la única razón de su existencia era para para que sus superiores pudiesen distinguir a los verdaderos seguidores de la religión de los pecadores que se dejan corromper ante la lujuria.
—¿Rin?,¿te encuentras bien?
La joven rubia regresó a la realidad de golpe. Y solo asintió.
—Luces radiante, ¿no lo crees?
—La vanidad incita al pecado.- Respondió.
Gumi solo le dedicó una sonrisa. —No es pecado sentirse bella.- Aseguró.
Y si bien Rin pudo deferir, prefirió no decir nada más.
—Ven, es momento de que camines un poco.
La mayor sujetó la mano de rubia. Y juró que por un instante logró ver el cielo. Aunque solo hubiese sido en el corto lapso de un parpadeo. Tuvo que reponerse y sacudir un poco la cabeza. Cuando se sintió mejor, decidió tratar de olvidar lo ocurrido. Dirigió a Rin a unas enormes escaleras. Ella inicialmente se negó a bajar. Aseguraba que: "Ya no quería seguir cayendo." Luego de un rato, finalmente la convenció de acompañarla al primer piso.
—Buenos días, Rin. Me alegra mucho verte mejor.- Habló suavemente una voz masculina. Instantáneamente fue reconocido por Rin, era su salvador.
—Buenos días.
—Por favor. Acompáñanos a desayunar.
Los tres se sentaron detrás de una enorme mesa. La madera estaba tallada y el vidrio tenía finos detalles. La comida fue servida al poco tiempo. Había una gran variedad, pero Rin apenas la tocó. La pareja la vio tan decaída que a Len se le ocurrió una idea.
—¿Por qué no me acompañas a trabajar hoy?- Propuso.—Soy doctor, y hoy tengo que visitar un par de casas. Hoy luces mejor que ayer y quizá el sol te haga bien.
—¿El sol?
—El sol-Repitió Gumi— El sol es aquel que ilumina los días y nos mantiene calientes.
Rin recordó entonces la agradable sensación que le había provocado el sol. La idea había parecido maravillarle. Asintió con con una hermosa sonrisa.
Cuando terminaron de comer, (exceptuando a Rin) el hombre agarró su maletín y se despidió de Gumi. Finalmente, le indicó a su "compañera" el camino.
La entidad divina, tuvo miedo. Cada paso que daba lo hacía temblando, pero pronto logró acostumbrarse. En especial cuando los rayos del sol volviendo a hacer contacto con sus mejillas. Len notó lo hermosa que se veía cuando el viento alborotaba sus finos cabellos dorados, y el calor había logrado colorear sus mejillas.
Creyó sentirse embrujado. Pero, sin darle muchas vueltas al asunto siguieron su camino.
—Dime, Rin, ¿cuál es tu edad?
—Mi existencia se remota al inicio de los tiempos.- Había tanta seguridad en las voz de la chica, que Len dudaba que mintiese. La revisó con anterioridad, no encontró rastro alguno de traumatismos o deshidratación.
El rubio estaba confundido. Por lo cual decidió no seguir preguntando.
Rin estaba dándose cuenta de cosas que antes habían pasado desapercibidas. Aquella tierra estaba seca. No existía rastro de naturaleza. Ni de vida animal.
—Pasamos por un mal momento. La comida escasea por la sequía, y por ello los animales murieron o escaparon- Confesó Len.
—Algo han de haber hecho para que Dios les castigue.
—Tienes razón, algo tan atroz sólo podría venir de una deidad. Ya que lo hemos intentado todo para revivir estas tierras. Nada ha servido como puedes ver.
—Orar por su salvación. Orar por sus pecados.
—¡Doctor! Gracias al cielo- Una tercera voz apareció de golpe—Es mi hija, no creo que resista mucho. Por favor haga algo.
Esas abrumadoras palabras hicieron que apresurasen el paso. Entraron a una pequeñísima casa donde en la única cama del lugar. Se encontraba una moribunda niña de nueve años.
—Kaai Yuki. ¿Cómo te sientes?
La niña no era capaz de hablar. Su hora había llegado. De todos modos Len siguió el protocolo, revisó su huesudo cuerpo. La desnutrición había acabado con ella, y estaba seguro de que no sobreviviría a la noche. Aquello lo destrozaba, pero había hecho todo lo que pudo, y solo Dios lo sabía. Ya no quedaba más por hacer.
—En verdad lo siento- Dijo con voz entrecortada—Pasen el resto de la noche a su lado. No la dejen sola.
La familia de la niña estaba devastada, el pequeño hogar se llenó de lágrimas. Aún así, Rin mantenía la misma expresión.
—¿V-vienes...por mí?- Alcanzó a pronunciar la más pequeña. Con las fuerzas que le quedaban. Se estaba dirigiendo a Rin, todos los presentes lo notaron.
—Yuki, no te esfuerces más mi vida- Le dijo su madre entre sollozos.
—No- Interrumpió Rin—Aún no es tú hora.
Todos quedaron perplejos.
—Andando Rin, debemos irnos ya- Len sacó a su acompañante de la casa y la dejó sola un par de minutos mientras hablaba con los padres de su paciente.
—¿Podrían ayudar a un lamentable y desafortunadamente invidente?- Escuchó una voz próxima a ella.
Rin volteó a ver a un ciego. En medio de un transitado camino. Pero, todo el mundo lo ignoraba. La joven notó que aquel hombre poseía un rosario ya gastado de madera.Lentamente la rubia se le acercó. Quedando frente a él, esto llamó la atención de todos los presentes.
—El señor te ha perdonado. Ten fe esta noche, y mañana volverás a verlo claro- Dijo finalmente.
–Dichoso yo. Mi señor ha enviado a un serafín a anunciar mi sanación.
Las personas comenzaron a hablar en voz baja—Están locos- Pensó la mayoría.
—Vámonos , Rin- Len había llegado rápidamente al ver la multitud que se había formado. Sujetó el brazo de la chica y se la llevó de ahí.
Ella siguió sus pasos y desaparecieron de la vista de los aldeanos. Len empezaba a creer que ella era una monja que había escapado de algún culto, y a su vez había perdido la razón. Pero, de ser así el caso, era una joven muy tranquila. Más allá de sus predicaciones no presentaba síntomas de alguna enfermedad mental.
—¿Por qué visten de negro?- Las palabras de Rin, lo sacaron de sus pensamientos.
—¿Ah?
—El resto de tú gente, no viste del mismo modo que ustedes. Lo he notado este día.
—Estamos de luto-Aquello llamó la atención de Rin.
—¿De luto?- Repitió.
—El luto, significa dolor y pena, por la muerte de alguien que queremos. Y lo simbolízanos vistiéndonos de negro- Explicó el joven—Hace poco murió el querido abuelo de Gumi. Por eso vestimos de negro.
—Nadie muere realmente- Afirmó Rin—Las únicas existencias que desaparecen por completo son las de los ángeles. Ya que son extremadamente sencillos de reemplazar. Una vida humana en cambio, no hay otra que se le compare, todos son diferentes. Por eso se tornan valiosos.
—Rin...
—¡Me alegra tanto que hayan arribado!- Gumi los estaba esperando en la entrada—Vengan, la cena esta lista.
La cena fue tranquila. Len le contó a su prometida sobre los desafortunados incidentes. Decidieron aquella noche orar por el alma de los desafortunados, y cada quién fue a dormir. Lo que no sabían es que Rin, al ser una presencia divina carecía de sueño. Ella se dedicó a rezar el resto de la noche.
***
—Joven amo, lamento molestarlo tan temprano- Se excusó un sirviente.—Traigo un par de noticias que sé que son de su total interés.
—Está bien, Piko. Adelante- Pensó enseguida que le iban a notificar la muerte de su joven paciente Yuki.
—Su paciente, Kaai Yuki. Sobrevivió, esta mañana se levantó por completo alentada. Y está jugando ahora con sus amigos.
Eso si que no lo esperaba. Len estuvo a punto de dejar caer una fina taza que sostenía en sus manos. —¿Qué dices? Ella estaba al borde de la muerte ayer. No es posible que hoy...
—Eso no es todo. ¿Recuerda al ciego del pueblo?
—Sí, por supuesto.
—Hoy, asegura haber recuperado la visión. Su colega, el doctor Gakupo ya lo revisó, y no encuentra explicación racional. Su ceguera era avanzada al igual que su edad. Pero, ahora puede ver a la perfección.
Si Len no estuviese sentado, seguramente se hubiese desplomado en ese instante.
—Y hay algo más. Quizá lo más importante, hoy inexplicablemente los cultivos germinaron, los ríos sin que hubiese lluvias se volvieron a llenar y los animales regresaron.
—Esto no puede ser verdad- Len dejó de lado la taza que tenía y se apresuró a salir. No podía creerlo, todo estaba verde. Las flores habían brotado de un día a otro y los pastizales se veían relucientes. Hermosas mariposas jugueteaban entre las hierbas, y unos canarios deleitaban a las personas con su canto. No había rastro alguno de lo que alguna vez fue seco y de colores cenizos. Definitivamente, el rubio estaba perplejo. Ver todo eso lo estremeció.
En ese instante llegó Piko nuevamente. —El pueblo ya comenzó a hablar. Todo esto lo están atribuyendo a su huésped. La jovencita que vino con usted hace un par de noches.
—¿Rin?
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