♱ Capítulo 18♱

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—Maestro, he venido aquí como me lo ha pedido.

Cierta deidad se encontraba ahora en algo parecido a un estudio. Su mentor estaba ahí, un apuesto hombre de azulados cabellos, se encontraba sujetando como de costumbre, un libro. No despegó la vista de el.

—Si lo he molestado, espero acepte mis más sinceras disculpas. Me retirarte ahora mismo.

—No hace falta, Rin. Estaba leyendo lo que me faltaba, necesitaba entender.

—¿Entender?– Repitió.

—Entender que es lo que siento por usted. Francamente jamás había sido afín a nadie. Mis sentimientos por ti sin realmente imprevistos. –Confesó Kaito.

—Yo...–Rin no entendía muy bien a que se refería Kaito, aún así sintió la necesidad de disculparse. —Lo lamento mi señor.

—" El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor." 1 Corintios 13:4-5

En ese momento Rin entendió que Kaito estaba leyendo la biblia.

—Kaito...

—"Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados."1 Pedro 4:8 –Recitó otro versículo. —"El amor cubre multitud de pecados". –Repitió lo último a modo de enfatizarlo. Si el amor ha de ser el que me exonere de mis culpas, lo aceptare por usted. Me temo, Rin, que me he enamorado con locura de usted. Y cada día que paso a su lado, me encanta más. Y mi temor es que este estado sea permanente.

La joven dio un par de pasos hacia atrás. Y sintió un fuerte golpe en el pecho. Claramente, aquella confesión la había desconcertado completamente. No supo que decir o que hacer. Y aquella reacción Kaito ya la esperaba.

Cerró el libro santo que sostenía entre sus manos. Y se dirigió hacía la estupefacta joven. Que había comenzado a temblar.

—Me temo que serás la causante de mi eterna agonía, si tus sentimientos no me son correspondidos.

—Los sentimientos, fueron creados para los humanos. Nosotros carecemos de la necesidad de sentir cualquier clase de afecto más allá de la devoción. Me temo que no conozco aquellos afines que siente o cree sentir por mi. –Habló finalmente la chica.

—En ninguna parte de la biblia dice que nosotros, siervos de Dios, no podemos amar. Es una regla que nosotros mismos nos hemos puesto como penitencia, aún así somos libres de sentir si así lo queremos.

—No lo somos, mi señor. Me temo que para nosotros resulta inmundo compartir nuestras vidas con alguien que no sea el supremo señor de los cielos. Hemos entregado nuestras vidas a él.

—Yo quiero entregarte mi existencia, Rin. Por favor, acéptala. Y acéptame.

—No creo poder...

Antes de poder decir algo más, Kaito aprisionó a la deidad contra la pulida pared cubierta de marfil. Y se apoderó de sus suaves labios. Aquello a Rin, le desagradó totalmente.

Trato de apartarlo, pero su fuerza inmortal la superó con creces, y después de un rato comenzó a ceder. Se lo permitió. Ninguno de los dos necesitaba respirar, por lo tanto su beso pudo durar años, pero Kaito decidió separarse de su unión.

Y habiendo probado tal dulzor, no pudo parar.

Sujetó sus caderas y la levanto del suelo, aún la mantenía arrinconada contra la pared. Y la chica había abierto los ojos cual platos. Instintivamente cruzó sus piernas al rededor de Kaito.

—Esto no puede ser, es un pecado que ha de condenarnos al infierno.

—Caminaría gustoso al infierno si es a tu lado.

Dicho aquello Kaito volvió a apoderarse de sus labios, con más vehemencia. Esta vez, Rin le correspondió al beso. Aunque un poco torpe puesto que no entendía que estaban haciendo.

El hombre la sentó sobre su escritorio. Dejando caer varias cosas. Pero, no se detuvo. Comenzó a acariciar su delicada figura, y besó su cuello dejando varias marcas rojas, que rápidamente desaparecían. Pese a que Rin le causaba cierto placer, no se sacaba de la cabeza en terrible castigo que caería sobre los dos. Pero, no podía decir nada, no podía desobedecer los deseos de su maestro. Al final su creación había sido específicamente para servirle y complacer a sus superiores. Por lo tanto no consiguió el valor para pedirle que we detuviera. Decidió entonces cerrar los ojos y someterse a los lujuriosos deseos de Kaito.

—Está bien, Rin. Nadie lo sabrá y el castigo que recaiga en nosotros, no será tan fuerte repartido entre los dos.

Comenzó a tocar sus pequeños senos por debajo de la ropa de la chica. Fue extremadamente delicado, puesto que la fuerza de los ángeles es desmedida. Luego, comenzó a tratar de quitarle la ropa a la chica, pero al parecer esto a ella le incomodaba. Decidió entonces respetar al menos aquel deseo.

Ese día en ella llevaba puesto un vestido blanco, que le llegaba por debajo de las rodillas. Sin quitárselo, decidió deslizar sus dedos en toda la extensión de las piernas de la chica, subiendo hasta llegar a su intimidad. Virgen e inmaculada.

Volvieron a besarse sin control, y comenzó a quitarle su ropa interior. Se sintió mal puesto que anhelaba verla sin ropa. Pero, aquello no lo detuvo. El hombre bajó sus pantalones, y dejó al descubierto su miembro. Rin, se negó a verlo, no abrió los ojos.

—No te haré daño. Tu virtud será mía, y la mía tuya. Nos entregaremos a esta pasión que nos ha condenado. Pero, que nos ha de vincular por siempre, amada mía.

Nuevamente la chica no respondió, hasta el momento que comenzó a sentir un punzante dolor, que por primera vez en su vida la hizo llorar. Se aferró fuertemente a la espalda de Kaito, y sollozó.

En busca de reconfortarla, el hombre acarició sus dorados cabellos.

—Eres mía, Rin.

Posteriormente, comenzó entre ellos el primer coito de ambos. Fue brusco, pero placentero. Al menos, durante un buen rato ambos olvidaron las penas que habían recaído sobre ellos, y disfrutaron de la unión prohibida de sus cuerpos. Aquello pudo durar años, puesto que el tiempo en el cielo con respecto a la tierra es muy distinto. Pero, cundo Rin recibió la semilla divida de Kaito dentro de si, supo que todo había terminado. Arreglaron sus ropas y volvieron a unirse en un beso ahora más tierno.

Ella meditó todo lo ocurrido. En la soledad de su cuarto se azotó fuertemente. Hasta el punto de agredir a sus propias alas. Se sintió impura, incapaz de continuar con sus labores celestiales, y estaba dispuesta a morir a fin de limpiar sus culpas.

Pero, Kaito no se lo permitió. Desde ese día, la buscaba para leerle poesía divina. Y sujetaba su mano tiernamente. Él había caído preso de la tentación al igual que Adan. Y supo entonces que su vida ahora le pertenecía a aquella mujer.

Por su parte, las pesadillas atormentaron a la chica, a tal punto que no fue capaz de resistirlo más. Y fue a confesarse. Claro, aquello fue el inicio del fin. Puesto que aquel pecado no tenía perdón, ni el mismo Dios la hubiese exonerado. En el momento que sus palabras fueron dichas, la corte la sentenció a un juicio divino. El cual le dió como sentencia la misma muerte. Pero, para ella estaba bien. Estaba dispuesta a morir para saldar su deuda con el señor.

–Has caído en el pecado original.

—He caído en el pecado en el pecado original -

—Lo peor de todo. Con tus sucias tentaciones lograste seducir al arcángel, Kaito. No son dignos de servirle más al señor.

—Mujeres. Ellas son quienes sucumben ante los placeres de la tierra. Desde la creación y luego, quieren contaminar al resto- Una tercera voz se encontraba dando su opinión. —Ella es quien no es digna de seguir aquí.

—Ha sido nuestra equivocación. No debimos nunca permitir que una mujer hiciese parte del consejo de ángeles. Es nuestra segunda manzana podrida, sin remedio ni salvación.No mereces las alas que se dieron.

—No mereces seguir existiendo- Completó una cuarta voz—La corte ha decidido de manera unánime, que seas ejecutada. Eres culpable de incitar al pecado. Estaremos orando por ti.

Un par de ángeles de la guarda sujetaron a la indefensa con fuerza brutal, y fue sacada a la fuerza.

—¡Ha sido mi culpa! Por mi ha sido que ella ha caído en la tentación, no merece morir a causa mía. Si yo he de morir para salvarle la vida, que sea de ese modo.

—No hable disparates, arcángel Kaito. La mujer es buena con la labia, la mentira y los juegos de la seducción. Debido a ello usted saldrá impune, y retomará sus labores, claro que deberá pagar una penitencia por sus actos. –Habló el principal magistrado celestial.

—Penitencia– Repitió. —Una penitencia mientras Rin paga con su vida.

—Usted ha sido débil, pero aquello será perdonado. Pero, debe olvidarse de que ella existió.

—Si mi amor aún vive, jamás la olvidaré.

—El amor es una máscara del deseo, temo decirle que aquellos sentimientos que profesa por aquella pecadora no son más que espejismos, sensaciones mortales que pronto desaparecerán junto con la muerte de Rin.

"—Siempre te protegeré."

Kaito no dijo nada más. Él sabía bien lo que debía hacer.

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No le costó mucho regirle el rastro a Rin, pudo sentirlo desde el momento en que tocó las tierras humanas. Su presencia sagrada hizo germinar tierra que padecía de infertilidad, y habían rastros de luz que lo guiaron fácilmente.

El trayecto a pie, le resultó largo, pero no se cansó. Los seres divinos no son como los humanos.

La presencia de aquel destacado hombre, impactó a todos quienes lo vieron. Puesto que, era de noche, pero él iluminaba los caminos, y al parecer los animales lo reverenciaban. Hubo murmullos, que Kaito decidió ignorar, puesto que su misión era clara, y del mismo modo como apareció, desapareció en la vista de todos.

Caminó y caminó hasta llegar a una pequeña villa, al frente de una malgastada casucha. Primero, no fue capaz de creer que su amada y refinada Rin, habría corrido con tan poca suerte. Aún así entro en completo silencio, estaba oscuro. El único rastro de luz provenía de una habitación, y la sintió. Sabía que ella estaba ahí. Todo había terminado finalmente.

Se apresuró en busca de sorprender a su amor, pero el sorprendido fue él. Puesto que no era ella.
Vio una mujer de largos cabellos azules, delicada figura y blanca piel. Estaba confundido, pero obtuvo claridad en el momento que vio su sombra. Logró ver una de sus alas, y en su espalda una horrenda cicatriz, le habían arrancado la otra.

Dio un paso atrás de sorpresa, y esto provocó un chirrido en el suelo. Aquello alertó a la joven.

—L-len...¿estás ahí?

Kaito, agachó el rostro ensombrecido. Y se evaporó, no dejó rastro alguno.

Terminó en los adentros del bosque. Dónde perdió cualquier rastro de cordura. Lloró, se castigo, oro por ella. Trató de entender qué pasó, por qué tomó tal decisión. Claramente había sucumbido al peor de los tratos. Había muerto para renacer en alguien más y de este modo satisfacer sus deseos carnales. Al igual que Luka antes de ella. No habría vuelta atrás. Ya no más.

Lloró, lloró amargamente. Las tierras cercanas se secaron instantáneamente. Y golpeó su corazón varias veces.

Por mi culpa, por mi culpa. Por mi gran culpa.

Aquel hombre, sintió haberlo perdido todo. Trató de pensar en todas las opciones que tenía. Pensó en volver al cielo y azotarse en castigo por haberle fallado a los suyos. Pensó en llevarse a Rin a la fuerza. Pensó en entregarse al infierno por sus pecados. Pensó simplemente en morir.

Pero, no era capaz de olvidar la promesa que le hizo aquel día. No era tan fuerte para ignorar sus propias palabras.

"—Te lo dije, ¿no? Siempre te protegeré y estaré a tu lado."

—Siempre...
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—Deberás entonces esposo mío cumplir con tu palabra, y merendar conmigo hoy al lado del río. –Una mujer, se encontraba empacando en una cesta lo que sería la merienda de la tarde, que compartiría con el amor de su vida aquella tarde.

—Supongo entonces que no tengo opción. –Fingió molestia. A lo cual su esposa, corrió a su dirección y se arrojó sobre él. Aquello lo tomó por sorpresa.

—Serás entonces castigado amado esposo. –La joven se inclinó aparentemente para darle un beso q su esposo, y él claramente iba a corresponderte. Pero, antes de unir sus labios la jovencita mordió el labio inferior del hombre y comenzó a correr en otra dirección.

—¡Hatsune Miku, ven aquí!

—Len Kagamine, tendrá que atraparme primero. –Y de este modo, el chico comenzó a corretear a la chica, parecían un par de niños enamorados.

A Len no le tomó mucho tiempo alcánzala, las amplias faldas de ella ayudaron a que Len fuese ganador.

Se apodero de los labios de la chica en un dulce beso. Luego sujetó la mano de Miku y la llevó a sus labios, para depositar ahí un tierno beso.

—Por favor, nunca se aparte de mi lado.

—No lo haré, Len. Por ti he vuelto a nacer, ya ahora soy plenamente feliz.

Los esposos compartieron un cálido abrazo, desafortunados ellos, que no fueron capaces de darse cuenta de que alguien los estaba mirando, cubierto con una fragancia a letal a muerte y venganza.
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