♱Capítulo 15♱


—Ya casi estás lista, solo hace falta peinarte y ponerte el velo. Iré a traerlo. -Dijo una joven dama de verdes y cortos cabellos.

Se encontraba en un cuarto realmente pequeño, ayudando a una futura novia a vestirse para su gran día. Era realmente irónico que fuese así ya que aquella mujer a quien brindaba su ayuda, se trataba de la chica que escapó con su antiguo prometido, hace ya algún tiempo. El resentimiento estaba aún dentro de su corazón, no es fácil olvidar algo así, pero había decido ayudar a su amigo de toda la vida.

Gumi sacó de un pequeño baúl un largo velo negro, casi sin gracia. Hacía perfecto juego con el vestido de la novia que era del mismo color. Era realmente inusual que decidiera esa tonalidad para su boda, se supone que el blanco representa pureza y virginidad. El negro todo lo contrario.

—¿Estás segura de que usar este tono tan oscuro el día de tú matrimonio resulte apropiado?

—No lo es. -Respondió Miku, sentándose en una pequeña silla de madera, detrás de un tocador. —Pero, a causa de mis pecados no soy digna de casarme de blanco.

—Ya veo.

Sin mucho más, Gumi comenzó a trenzar los largos y rebeldes cabellos de Miku. —Tú cabello, es realmente hermoso.

—Perdóname, Gumi. Después de todo lo que hiciste por mi, definitivamente no mereces todo por lo que te hice pasar. No podría vivir feliz a causa de la desdicha de alguien tan noble como tu. -Dijo Miku de la nada, dejando desconcertada a la otra chica, la cual dejó de lado el cabello de la futura esposa de Len.

—¿Qué dices? Solo te he ayudado a ponerte un vestido. -Respondió Gumi.

—Haz hecho mucho más. Tuviste compasión por mi, y ahora y pese al sufrimiento que te provocamos estás aquí con nosotros. No te merecemos, aún así espero que aceptes mis sinceras disculpas.

Esas palabras conmovieron a Gumi, ya que notó la sinceridad de sus palabras.

—Tardé mucho en comprender que aquella fuga era la única forma de liberarnos a ambos, de un compromiso que nunca debió ser. He de ser sincera, yo creía que Len me había dejado porque no era lo suficiente para él. Y sufrí muchísimo, luego entendí que lo único que hizo fue por primera vez decidir por si mismo. Y decidió irse con la mujer que atrapó su corazón.

Escuchar eso provocó un sonrojo en las mejillas de Miku.

—No todo resultó devastador, ¿sabes por qué?

—¿Por qué?

Gumi retomó su anterior tarea, y siguió arreglándole el cabello a la peli turquesa.

—Terminé finalmente con el hombre que verdaderamente amaba. Yo creí que eso solo ocurriría en nuestra siguiente vida. Y ahora soy realmente feliz, de todo corazón espero que ustedes dos encuentren igual plenitud.

Miku no lo resistió, sin pleno aviso se puso de pie y abrazó con fuerza a Gumi.

—¡Gracias! Por todo.

La peli verde esbozó una sonrisa, y brevemente le correspondió el abrazó. —Ahora vuélvete a sentar, y no arruines mi obra maestra.

Miku obedeció. —No lo haré.

Cuando terminó de peinarla, le colocó finalmente el velo. Lucía radiante pese a las oscuras tonalidades de su ropa.

—Bellísima. -Dijo Gumi. —¿Sabes qué? Creo que tengo un regalo para ti.

—No hace falta, con tu presencia aquí me es más que suficiente.

—Insisto. Por favor, espera aquí solo un momento.

Dicho esto Gumi se retiró del cuarto, pero volvió al cabo de 2 minutos, con una caja de terciopelo roja.

—Mientras nos dirigíamos aquí, paramos en uno de los pueblos aledaños. Y compré esto, iba a ser para mi pero, lo necesitarás esta noche. -La joven sonrió con picardía.

Miku no comprendió a que se refería, pero cuando su nueva amiga le pasó la caja y la abrió, su rostro quedó bañado en completo rojo.
Se trataba de un provocador conjunto de lencería, de seductores colores rojo y negro. Con un ligero de modernas mallas.

—No puedo usar esto. —Dijo Miku avergonzada a la vez que volvía a cerrar la caja.

—Serás pronto una mujer casada, le encontrarás el gusto. -Dicho esto último Gumi le guiñó un ojo.

***

Gakupo y Len ya se encontraban en la iglesia. Había muy pocos invitados a la ceremonia. Únicamente el padre, tres monjas, el antiguo sirviente de Len y Meiko Sakine, una amiga de Gumi.

Todos se encontraban reunidos, simplemente esperando la entrada de la novia.

—Si no hubieses herido a mi esposa en el pasado, hoy celebraría con dicha tu casamiento, querido amigo. -Dijo Gakupo, quien se encontraba parado al lado de Len.

—Me siento un desgraciado, puesto que he perdido a mi mejor amigo de la niñez. Pero, has de creer en mis palabras cuando te digo que en verdad lamento haberles causado tanto daño, y oro cada noche por la felicidad de ustedes, mis únicas y sinceras amistades. Espero un día ser merecedor de tu perdón.

—Puede que un día lo seas. -Aseguró Gakupo. —No te agradeceré por tus actos tan cobardes, el día que decidiste abandonar a mi amada en el altar. Aún así, ese acto tan cruel fue lo que posteriormente terminó en mi propio matrimonio con la mujer de mi vida.

Len sonrió. —No te he felicitado por tu matrimonio amigo mío. Cuando supe la noticia me llené de gozo.

—Fue algo similar a este día. Puesto que para evitar un nuevo escándalo nos casamos sin anunciarlo públicamente. Solo con nuestras familias.

—¿Cómo te sentiste? -Preguntó Len, al ver la sonrisa que se formaba en los labios de su amigo.

—Del mismo modo de que tu ahora. -Gakupo le dió un par de palmaditas en la espalda a Len. —Espero que seas feliz.

En ese instante, las puertas de la iglesia se abrieron de par en par. Y enseguida apareció Miku.
El corazón del novio se detuvo, no tenía palabras, ya que su prometida se las había quitado todas.
Cuando sus ojos se encontraron, el resto del mundo dejó de existir. No dejaron de verse, ya no podían.
Miku caminó por el pasillo, seguida por Gumi. Y al llegar los prometidos se tomaron de las manos, sonrientes.

—Esposa y esposo, ¿han venido a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente? –Preguntó el ya anciano sacerdote.

—Sí, padre. -Dijeron en coro los novios.

La ceremonia fue simple. Pero, emotiva. Todos los presentes estaban atentos y la eucaristía se llevó a cabo con normalidad.
Y fueron las palabras finales lo que concretaron aquel juramento sagrado.

—Len Kagamine. ¿Recibe usted a Hatsune Miku, como su esposa en la prosperidad y en la adversidad,
en la salud y en la enfermedad y, así, amarla y respetarla todos los días de tú vida?

—Acepto. -Dijo firmemente.

—Hatsune Miku. ¿Recibe usted a Kagamine Len, como su esposo en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tú vida?

—Acepto.

—El Señor confirme con su bondad este consentimiento suyo que han manifestado ente la Iglesia y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Los declaró marido y mujer. Puede ya besar a la novia.

Los invitados comenzaron a aplaudir, mientras que los novios cerraron aquel pacto de amor eterno con un dulce beso.

—Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre- Repitió en su mente un ente de largos cabellos rosados. Mientras miraba a las afueras de la iglesia aquella unión. —Anhelo que tú felicidad sea duradera, amiga mía.
Dicho aquello, la presencia comenzó a caminar lejos. Con una tranquila sonrisa.

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