♱Capítulo 14♱
—¿Quién eres?- Insistió el joven.
La chica giró un poco para verlo adecuadamente. —Me llamo Miku. -Hubo una pausa. —Hatsune Miku.
Sonrió finalmente.
***
Tu pasado inconcluso,
siempre encuentra la forma de volver a ti.
Ya había pasado exactamente un año desde la fuga de los dos inesperados amantes. Aún así la tensión era latente, por ello no consideraron conveniente regresar al pueblo, donde eran juzgados y señalados. Se establecieron a las afueras de una pequeña villa cercana, justo al frente de una iglesia.
Al inicio fue difícil, no se trataba de los lujos en los que Len se había criado. Era una casita con apenas lo necesario. No requerían más.
Cuando se supo de la ubicación de Len, fueron a buscarlo, y no de buena gana. Se disculpó sinceramente por ensuciar el apellido de Gumi y ofreció su fortuna entera para tratar de remediarlo, pero su ex prometida se negó rotundamente, puesto que con sus honestas disculpas le bastó. Aún así el rubio decidió empezar de cero, lo único que se llevó de su antigua mansión fue una cama doble, matrimonial. Lo demás lo consiguió con duro trabajo. Pero, claro que nada de esto le molesto ya que había iniciado una nueva vida, con la mujer que él había escogido.
Len se encontraba sentado de espaldas en el exterior de su casa, mirando al horizonte sin un punto específico. Hasta que sintió un par de brazos que rodearon su abdomen, sintió aquella suave fragancia y también como unos largos mechones de cabello le provocaban cosquillas. Era ella, su amada que lo había tomado por sorpresa.
—Te he visto en tanta calma, que no he podido evitar sacarte de ella.
Dijo de manera juguetona Miku. La joven dama quién ahora era la dueña del herido corazón del chico. Claro que con su presencia lograba resanar cualquier grieta del pasado.
—Lamento entonces decirte que has fallado en tú cometido, ya que sólo alcanzo un estado de tranquilidad plena cuando estás a mi lado.
—Y yo solo conozco felicidad plena a tú lado, amado mío.
~Sin saber nada, comenzaron a amar.
Sin dudarlo a ella, su corazón entregó.~
Miku se sentó adecuadamente al lado de Len, se miraron directamente a los ojos y sonrieron entre sí.
Inmediatamente, comenzaron a anular la distancia de sus rostros y compartieron un tierno beso. Ambos lo sentían, la felicidad completa. La chica rodeó sus brazos al rededor del cuello de su amado, por lo tanto el beso se profundizó.
Se separaron por falta de aire.
—Quiero que tengas algo, Miku. Debí dártelo hace mucho, pero quería tiempo para conocernos. Me he dado cuenta entonces de que siento en el fondo de mi corazón que ya nos habíamos conocido. -Dijo Len sujetando una de las delicadas manos de la chica.
—¿Len, que ocurre?-Preguntó curiosa.
Cuando Miku bajó la mirada, se dió cuenta de que su amado le había puesto un anillo, no era la gran cosa. Tenía forma de flor y estaba hecho de cobre. —¿Len?
—Miku. Antes de que llegases a mi vida, yo había dado por sentado que ya había terminado. Me salvaste, me liberaste y llenaste mi vida nuevamente. No imagino ahora un mundo sin ti, me resultaría nefasto y sin sentido. Te robaste cada uno de mis suspiros y corazón, por ello quiero que me concedas el honor de convertirme en tu esposo. ¿Te casarías conmigo?
Los ojos de la chica se abrieron como si de un par de platos se tratase. Pero, no tardó ni un segundo en arrojarse sobre su amado. Ambos cayeron contra el suelo.
—¡Sí!
Los recién comprometidos rieron entre abrazos y cortos besos. Hubiesen jurado que el cielo los iluminó celebrando dichoso con ellos. Miku y Len se recostaron en los verdes pastizales de su jardín. Completamente sonrojados, pero felices.
—Len Kagamine, ¿serás capaz de amarme tal y como soy con mi pasado y presente?
—Con tus penas y tus alegrías. -Complementó. —Con todo. Pero, ¿y tu a mi?, ¿Me amarás sabiendo con todo el amargo pasado que cargo?
—Ya lo hago. -Aseguro la mujer de hermosos cabellos. Finalmente volvieron a abrazarse.
Aquel abrazo duró más tiempo. Luego volvieron a unir sus labios en un dulce beso. Al separarse sus ojos volvieron a encontrarse.
—Lamento no poder organizar una ceremonia digna de merecerte.
Miku sonrió. —No la necesitamos. Dios ha de otorgarnos su bendición ante esta promesa sagrada. En cualquier momento mientras sea ante sus ojos.
—Entonces ha de ser lo antes posible. - Dijo Len.
—Ya hemos esperado lo justo, solo necesitamos a los testigos de nuestra unión.
—Miku, no somos del agrado de los aldeanos, ya que no nos ven con buenos ojos. Mucho menos el de mis padres, y los tuyos viven en otro país.
—Conocemos una pareja dispuesta a ser testigos de nuestro casamiento.
Al saber a quienes se refería, Len se sentó rápidamente. —Gumi no quiere saber de absolutamente nada de mí, mucho menos su esposo que me odia con todo su ser.
Miku lo miró muy tranquila.
—Este es el momento de buscar su perdón. No me sentiría nunca tranquila si no veo a esa mujer y le digo mis motivos. Ella te tiene un enorme y sincero cariño, se que es ahora momento de buscarla.
Len lo dudo bastante, lo hacía estremecer la idea de tener que encarar a su ex prometida. Pero, era una conversación que había aplazado lo suficiente y lo sabía muy bien.
—Hazlo por mi, Len. No he podido dormir adecuadamente pensando en esa pobre mujer. La culpa se ha hecho de mi lo suficiente.
—Esta bien, sabes haría cualquier cosa por ti. Además tienes razón, es momento de disculparme como se debe.
Finalmente unieron sus frentes y se tomaron de las manos con firmeza. Esa mujer sería la perdición de Len.
Hizo lo que prometió. Envió ese mismo día una carta con suma urgencia a casa de Gumi, donde le relataba sobre su reciente compromiso y sus planes de matrimonio. Temía sonar muy descarado, francamente lo era. Aún así, sabía que le debía una disculpa, no quería perder a quien por tanto tiempo fue su mejor amiga y confidente.
También cruzó por su mente que lo más probable fuese que ella no asistiera, y lo creyó con más fuerza cuando no recibió respuesta con el paso de los días. Pero, más grande fue su sorpresa cuando un elegante carruaje apareció al cabo de 2 semanas justo al frente de su modesta casa. Era ella, de la mano con su esposo.
El reencuentro fue bastante incómodo al inicio, casi no había que decir. Y Gakupo no dejó de fruncir el ceño ni por equivocación.
La pareja decidió salir a recibir a sus invitados.
—Me alegra tanto verte Gum..
—Mi estadía aquí resultará breve si no me convences de tus fines. Y tienes 5 minutos antes de que mi esposo y yo subamos nuevamente a ese carruaje y regresemos por el mismo camino.
Len volteó a ver a su prometida. Estaba igual de asustada que él. Pero encontró fuerzas en su mirada.
—Tu esposo puede esperar adentro con Miku. Si gustan, claro esta.
Gumi miró a Gakupo, y como si hablasen por telepatía el peli morado entro a la pequeña casa en compañía de Miku.
—Ven, te gustará esto.
La peli verde no respondió, se limitó a seguir en silencio a Len.
La llevó a la parte de atrás de la casa, la vista resultaba increíble, parecía un bosque de cuentos de hadas donde había también un pequeño arroyo.
—No merezco tú perdón. Pero dame el beneficio de contarte porque sé dieron así las cosas.
Gumi no respondió, por lo tanto decidió seguir hablando.
—No tuvimos elección nunca, Gumi. Aceptamos lo que nos impusieron desde la infancia, nunca se nos pregunto que opinábamos al respecto. Hemos sido amigos toda la vida, no te mentiría ahora.
—Me mentiste cuando juraste hacerme tú esposa. -Ella estaba claramente molesta.
—No me cansaré nunca de pedirte perdón. Pero, no había alternativa, solo así podríamos librarnos de esta carga que se nos fue impuesta. Ahora somos capaces de decidir, Gumi. A quién amar, a donde ir, somos libres.
Gumi estaba reflexionando las palabras de Len. Odiaba aceptarlo, pero eran completamente ciertas.
—Dime, Len. ¿Qué sientes por esa mujer? Me causa enorme curiosidad saber si nuevamente escaparas dejando desconsolada a una mujer en el altar.
—¿Qué siento por ella?- Len esbozó una sonrisa. —No podría siquiera respirar sin su presencia a mi lado, no sé qué hizo conmigo en verdad. Pero, mi corazón se encuentra en sus manos y temo enormemente que un día me lo regrese
La dama volvió a fruncir el ceño. —No mereces mi perdón, Len.
—Lo sé. -Dijo el mencionado en claro tono de tristeza.
—Pero, voy a ayudarte. En nombre de nuestra sincera amistad. Siendo que eso fue lo único en lo que no me mentiste. Además si esa mujer te hace expresarte de tal modo, debe ser especial.
Len sonrió de oreja a oreja. Sin dudarlo, el joven abrazó fuertemente a su amiga. Como hace mucho no lo hacía, para ser exactos desde niños.
Y en ese momento cualquier rastro de rencor fue evaporado.
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