El reloj
—¡Ey, adivinen qué! —cantó Carlos dejando caer una enorme caja de cartón sobre el piso de la sala común de los dormitorios cuando Jay, Evie y Mal estaban ahí. Mal siguió sentada en el sillón y solo levantó la mirada de su teléfono un segundo antes de volver a él. Evie hizo de lado su esmalte de uñas y le prestó atención a Carlos. Jay se quitó los audífonos y lo volteó a ver no muy interesado.
—¿Basura de la isla? —preguntó Evie.
—Mi basura de la isla —respondió él —. Un duende me llamó y me dijo que mi mamá me mandó esta caja con todas las cosas que no logró vender en la Isla de los Perdidos y para deshacerse de ellas me las envió —el peliblanco sonrió y comenzó a ver lo que había en la caja. Un par de camisas viejas que más que ropa sucia parecían trapos recortados para hacer un trapeador, unas botas y un zapato rasgados de la suela y destrozados por Belcebú, su gato mascota, también encontró un reloj de muñeca sucio con las manecillas que ya no podían decir la hora, algunas envolturas de frituras vacías, polvo, cables y tornillos de sus inventos nunca terminados —, sip, es mi basura de la isla —se desilusionó de tener tan pocas cosas suyas en casa. Le dio las camisas a Chico para que durmiera más cómodo en su perrera y tiró a la basura lo demás, solo conservando el reloj.
—Ese parece ser un reloj bastante fino —murmuró Jay tomándolo prestado —. Esto es plata real ¿cómo Cruella no se dió cuenta? En la isla valdría mucho.
—Tal vez no se dio cuenta de que estaba en la caja —dijo Mal levantándose del sillón y tomó el reloj también —¿Desde cuando esto es tuyo? Nunca pude robarte algo tan bueno.
—Oh, sí, creo que lo encontré fuera del viejo cementerio, en la colina de los muertos —respondió el pequeño con la mano sobre la nuca —. Sí, nunca lo llevé conmigo porque tú o Jay me lo hubieran robado.
—Cierto —dijeron los dos mencionados al mismo tiempo. Evie les arrebató el reloj de las manos y se lo entregó a Carlos.
—Aún pueden hacerlo —le recordó y Carlos estaba de acuerdo en eso pese a la cara de indignación que los dos ladrones mostraron.
—Din Don sabe arreglar relojes antiguos ¿no? —preguntó el peliblanco a Mal, ella asintió —. Iré con él, tal vez pueda venderlo aquí a buen precio si lo pongo en buenas condiciones.
—¿Quién quiere un reloj de manecillas cuando hay celulares? —preguntó como una burla Mal.
—Los coleccionistas de antigüedades —dijo él seguro. Las luces de las lámparas en la pared parpadearon un segundo aunque ninguno le dio importancia —. Los veo después, iré a pasear a Chico y tirar esta porquería —Carlos levantó de nuevo la caja y con un silbido llamó a Chico, el cual lo acompañó dando saltos y vueltas.
El reloj del salón marcó la cinco de la tarde y Mal con Evie se marcharon de la sala, Jay se fue a su habitación para jugar videojuegos. Carlos había llegado al palacio de la bestia con una extraña sensación de ser vigilado, pero siempre que se daba la vuelta no veía nada, pensó que solo era su paranoia a que alguien pudiera robarle un reloj tan valioso pese a estar en el reino de la felicidad. Tocó el timbre y Din Don abrió la puerta con una mueca de desagrado en su rostro.
—Bonjour, Monsieur ¿En qué puedo ayudarlo?
—Ah, Din Don, hola —Carlos no sabía si el tema de los relojes era delicado para él por haberse quedado transformado en uno durante diez años, aún así, Carlos sacó de su bolsillo el reloj de plata —. Me preguntaba si podías ayudarme con esto.
Din Don tomó el reloj y lo examinó a simple vista. Luego miró de vuelta a Carlos y suspiró.
—Es un buen reloj, puedo repararlo, pero puede que me lleve un par de días.
—¡Sí, genial! —Carlos sonrió, pero Din Don lo interrumpió con una tos falsa.
—Entenderá que este servicio sobrepasa mis labores como asistente del rey y requiero remuneración por mi trabajo.
—¿Eh?
—Necesito que me pague, señor.
—Claro, sí —Carlos sacó de su cartera algunos billetes y Din Don los recibió.
—Puede venir el lunes por él.
—Gracias —dijo Carlos antes de que Din Don lograra cerrar las puertas. Volvió a la preparatoria y se quedó con Jay completando misiones en su videojuego favorito, cuando inició el toque de queda de los dormitorios, se vieron obligados a apagar las luces y dormir.
Jay se había quitado el chaleco de piel para usar su camiseta roja desgastada y un pantalón deportivo que se había arruinado con pintura en aerosol. Carlos solo se quitó la chamarra y se cambió de pantaloncillos para dormir, hablaron un rato en voz baja hasta que finalmente se acostaron para descansar. Durante la madrugada, Jay estaba completamente tranquilo roncando como de costumbre, pero Carlos aún dormido se quejaba y sudaba, tenía una extraña pesadilla. Él caminaba con normalidad por la Isla de los Perdidos como si nunca hubiera salido de ahí, pero cuando el sol fue devorado por el cielo nocturno, las tumbas donde los cuerpos del cementerio de la colina de los muertos descansaban se abrieron y lo arrastraban hasta el fondo de la tierra y lo enterraban vivo, aunque intentaba gritar no había un sonido que pudiera salir de su boca. Carlos despertó de un sobresalto, ahogándose en desesperación. Miró la habitación mientras recuperaba el aliento, entonces una sombra tiró al suelo uno de los cuadros que colgaban de las paredes. Carlos no sabía si seguía soñando, aún así le gritó a Jay, al no conseguir nada le lanzó su almohada y finalmente despertó.
—¡Ah, eh! ¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó adormilado, bostezando después.
—Creo que hay algo aquí —murmuró despacio. Jay rodó los ojos y se puso la almohada sobre el rostro.
—Fue una pesadilla, no seas un bebé —le gruño. Carlos no se tranquilizó, había visto algo, pero el cuerpo no le respondía para huir.
—Jay —lo llamó de nuevo.
—¿Qué? —se volvió a quejar con la almohada sobre el rostro.
—Hay algo aquí —repitió, esta vez estaba seguro.
Jay maldijo y se quitó la almohada. Se sentó en la cama y observó a Carlos.
—¿Qué hay, Carlos? —dijo entre dientes claramente molesto.
—Él —señaló al frente de la habitación, junto a la televisión. Una sombra o criatura oscura, parada inmovil frente a ambos, apenas visible por la luz de la luna que delineaba su presencia. Jay y Carlos se habían quedado paralizados por completo, aunque los fantasmas fueran leyendas comunes en La Isla de los Perdidos, nunca habían visto uno, además creían que sus propios padres eran peores que cualquier demonio. La sombra emitió un gemido seco y avanzó un paso al frente, ahora ambos habían salido del extraño trance y dieron un brinco corriendo a la puerta de salida. La criatura aunque era lenta, se giró a la salida y volvió a gemir desapareciendo como neblina entre la oscuridad.
Jay corrió por los pasillos del ala de los varones y regresó por Carlos a la esquina cuando tropezó con la alfombra para ayudarlo a levantarse y seguir corriendo despavoridos. Cruzaron la sala común y doblaron a la derecha para ir al ala de las chicas y recorrieron los pasillos hasta llegar a la habitación de Mal e Evie. Jay intentó abrir la puerta pero estaba bloqueada, así que tocó con fuerza usando la palma de su mano, no se detuvo hasta que abrieron. Mal estaba parada frente a él con el cabello revuelto, la camisa de Tourney de Ben puesta y un short oscuro y los pies descalzos.
—¿Qué demonios...? —Jay la empujó a un lado y jaló a Carlos para que entrara y después azotó la puerta, volviendo a colocar los seguros de la perilla —. Ey, ¿qué diablos? —Mal intentó abrir la puerta, pero Jay la volvió a empujar y le suplicó que no lo intentara.
—Por favor, no. No lo hagas.
—¿Qué demonios pasa con ustedes?
—¿Nos dejas dormir con ustedes hoy, por favor? No queremos salir —pidió Carlos temblando. Mal no le creía una palabra.
—Claro que no, largo —exigió abriendo la puerta, pero Jay volvió a cerrarla.
—Había algo en nuestra habitación —le explicó Jay —Solo está noche, por favor, Mal.
Ella lo miró un momento y vio una súplica en su mirada. Suspiró cansada y accedió.
—Pueden dormir en la alfombra, les daré unas almohadas —dijo, pero Jay se opuso avergonzado.
—¿Podemos quedarnos en tu cama? Los monstruos bajo la... —murmuró.
—El suelo o el pasillo, ustedes son los cobardes que vinieron.
—No, por favor —suplicó Carlos.
—¡Ya déjalos dormir donde quieran o los enviaré a los tres al pasillo! —ordenó Evie gritando desesperada por su interminable plática. Mal cedió a regañadientes y entró en la cama con Evie. Jay y Carlos se acomodaron lo más juntos posible en la cama de Mal. Evie volvió a colocarse el antifaz para dormir y se durmió de nuevo.
—Mal ¿puedes encender una luz? —preguntó Carlos. Jay se sentía ridículo, pero no lo contradijo.
Sus ojos verdes se iluminaron de rabia, pero con un movimiento de muñeca encendió el interruptor de la luz baja sobre su cama. Durante un rato no hubo problemas, hasta que Jay sintió que la cama se movía. Carlos se despertó con él y aunque no veían a la sombra sabían que la cama se había sacudido porque ahora estaban inclinados en dirección a la ventana.
—¡Mal, Mal, Mal! —la llamaron. Ella siendo la hija de Maléfica debía tener el poder de asustar a los mismos demonios ¿no? Su madre era la emperatriz del mal, dueña de las tinieblas, eso bastaba para que los fantasmas la dejaran en paz ¿verdad?
—¡Me cansé, los dos pueden irse al...! —gritó de un saltó a punto de correrlos, pero cuando iba a hablar, ambas camas se sacudieron y dieron un vuelco que los hizo caer, las bombillas del techo explotaron y en la oscuridad divisaron la misma figura.
—¡Nos encontró! —gritó Carlos.
—¡Vamonos! —ordenó Jay tomando a Evie y corriendo con ella. Mal hizo lo mismo con Carlos y se fueron de la preparatoria aún cuando los muebles del cuarto se seguían sacudiendo.
(***)
Ben bajó y abrió la puerta de la entrada a su palacio, para su sorpresa, Mal, Evie, Jay y Carlos estaban apoyados en el marco, con la frente sudorosa y notablemente pálidos.
—¿Nos dejas pasar? —pidió Mal en un jadeo.
Ben estaba extrañado, era de madrugada y faltaba unas horas para el amanecer, no entendía que hacían sus amigos ahí.
—¿Están bien? —preguntó cuando entraron.
Mal no tenía palabras. Jay y Carlos estaban temblorosos y sin voz, Evie ni siquiera había visto a la criatura.
—Nos dejas dormir contigo ¿por favor? Ha sido... Una noche extraña —suplicó Mal limpiando el sudor de su frente. Evie se sentó en el suelo con su pantalón ancho y playera gigante juntó a Carlos y Jay y se abrazó a ellos.
—¿Eh...? Sí, claro, hay habitaciones disponibles para todos.
—¡No! —dijeron los cuatro al unísono, era lo último que querían. Mal se aclaró la garganta y siguió —. Me refiero a dormir contigo, en tu habitación... Uno o dos guardias extra tal vez —murmuró.
—¿Todo está bien? —preguntó Adam bajando las escaleras con Bella — ¿Qué pasa aquí?
—No tengo la menor idea —confesó Ben.
—Ben, por favor, h-había un... Monstruo en nuestra habitación ¿bien? V-volteó nuestras camas como si fueran papel, reventó las bombillas y... —trató de explicar tranquila, pero las palabras se enredaban en su lengua y tropezaban en sus labios, no iba a admitir que la criatura la había asustado, así que trató de corregirse hasta que Ben la interrumpió.
—¿Monstruos? No hay monstruos en Auradon —explicó con voz suave Ben, tomando las manos de Mal —, pero está bien, si están asustados puedo quedarme con ustedes. Mi habitación es enorme, pero en mi cama no caben cinco personas.
—¿Lo ves, Mal? Ben sabe lo de monstruos bajo la cama —le dijo Jay, pero ella lo ignoró. Ben se marchó y después de un rato volvió con unas almohadas y sábanas cálidas. Bella y Adam los dejaron hacer su "pijamada". Ya no hubo sucesos extraños una vez que Ben los acompañó, llegaron al amanecer y siguieron durmiendo hasta la hora del desayuno.
—¿Me hablarán de lo que pasó anoche? —Ben le dió una mordida a su tostada con mermelada y miró a sus amigos.
Mal estaba un poco cohibida por tener que desayunar con sus suegros aún en pijama con el cabello hecho un desastre y sus amigos en las mismas condiciones mientras que Ben y sus padres estaban perfectamente vestidos, bañados y arreglados.
—Un monstruo —repitió ella.
—Una cosa rara —dijo Evie.
—Un fantasma —mencionó Jay.
—Un demonio —supuso Carlos.
—Sí, ya lo habían dicho —susurró Ben, él esperaba alguna historia detrás del evento, pero al parecer no había ninguna. El rey miró a su novia, mientras ella se metía un trozo gigante de pan con chocolate a la boca, la ropa que usaba para dormir le parecía una selección extraña —. Huh... Mal ¿Esa es mi playera de Tourney?
—Hm —respondió asintiendo con la cabeza, seguía con la boca llena.
—¿Me la vas a devolver alguna vez? —cuestionó.
Mal tragó y lo miró directo a los ojos.
—Ben, no voy a mentirte —sin decir una palabra más, Mal volvió a comer. Ben suspiró, al menos ya sabía que su playera no había desaparecido por arte de magia, sino que Mal la tenía por alguna razón.
Su celular vibró en la bolsa de su pantalón y vió que era un mensaje del Hada Madrina alertando que una de las habitaciones del ala de chicas estaba patas arriba —¿Dijeron que esa cosa destruyó su cuarto?
—Sip —se lamentó Evie al recordar como su máquina de coser caía al suelo y se averiaba.
—Bien... Necesito que me acompañen después del desayuno y veamos eso con el Hada Madrina, está molesta —mencionó el castaño guardando de nuevo el celular. Los villanos se miraron entre ellos, no les asustaba lidiar con el Hada Madrina, pero temían no poder hacerle frente a un poder sobrenatural.
(***)
—¡¿Cómo se les ocurre destrozar una preciosa habitación así?! Ustedes dos están en problemas señoritas, y ustedes dos muchachos también ¡invadir el ala de las chicas en plena madrugada! Estarán castigados todos los días después de clases al menos por un mes y es lo menos, son faltas graves al código de comportamiento y merecen ser expulsados —despotricó el Hada Madrina. Ben intentó interrumpirla para ayudarlos, pero la mujer solía ser difícil de tratar algunas veces y la dejó hablar para que se tranquilizara. Cuando se calló, finalmente Ben pudo defenderlos.
—Hada Madrina, con todo respeto ellos no hicieron nada, dicen que una criatura los atacó —explicó. El Hada Madrina mostró lo poco que le importaba su excusa, igual los castigó y les ordenó limpiar y siendo la directora tuvieron que obedecer para no ser expulsados.
Ben se quedó con ellos limpiando, recogiendo cristales rotos, Carlos barrió el polvo mientras Mal ayudaba a Evie a reacomodar las cosas cuando Jay terminó de poner los muebles en su lugar. Les había tomado todo el día, pero la habitación parecía nueva.
—Bien chicos, ya tengo que irme, hay una pila enorme de trabajo esperandome —les dijo Ben apenado por no poder acompañarlos esa noche —. Llamaré a unos guardias para que los cuide. Además ya escucharon al Hada Madrina, no pueden romper el código de conducta de nuevo, los chicos en el ala de chicos y las chicas en el ala de chicas.
—Tal vez podamos ir con Chad —le sugirió Carlos a Jay, sin embargo, ambos sabían que era mala idea y preferían arriesgarse a ser expulsados por el Hada Madrina. Cuando Ben se marchó, Jay y Carlos estaban decididos a quedarse en la habitación de Evie y Mal. Ellas no se negaron, después de todo preferían ser damiselas en apuros cuando un demonio del infierno las acosaba, si el espíritu quería almas podía tomar las de sus amigos mientras ellas huían.
Aunque el Hada Madrina hizo una inspección en la habitación para asegurarse de que si hayan limpiado y no solo escondido el polvo bajo la alfombra, no vio rastro de los chicos y se marchó sin más para dormir. Mal estaba tan cansada que solo se quitó las botas y la chamarra de cuero antes de lanzarse a la cama con Evie, quien no perdía la elegancia ni al dormir y se tomó la molestia de peinarse y vestirse para dormir cómoda. Jay y Carlos dudaron de si debían quitarse los zapatos, si el monstruo volvía a aparecer no querían huir con los pies descalzos. Les tomó tiempo a los cuatro conciliar el sueño, pero sin luces parpadeantes ni sonidos misteriosos pudieron dormir tranquilos al menos una hora hasta que de nuevo, en la oscuridad oyeron un gemido ahogado. El miedo los paralizó en la cama un minuto, Mal encendió la lámpara a su lado y la criatura era un hombre anciano, con los ojos blancos y opacos que flotaba sobre el suelo, la barba larga y canosa escondía bichos y de su ropa caía tierra mojada. No hubo acción de nada, el hombre solo los miraba aunque no tuviera pupilas.
Mal tembló, había escuchado de los fantasmas toda su vida aunque nunca había visto uno real. Sus amigos la empujaron al frente mientras ellos se escondían a sus espaldas.
—¡¿Q-qué hacen?! —les gritó.
—¡Usa tu reputación como hija de Maléfica y haz algo! —Evie la empujó aún más cerca del sujeto.
—¡Es posible que este tipo esté enojado contigo! —le dijo Jay empujándola más.
—¡¿Por qué conmigo?! —no importaba cuánta fuerza pusiera Mal, de alguna manera sus amigos lograban arrastrarla más cerca del espíritu.
—Tú solías patear las tumbas del cementerio —le recordó Carlos detrás de Jay.
—¡Jay también lo hacía! —El espíritu volvió a gemir. Mal tragó saliva.
—¡E-escucha amigo, yo soy Mal, la hija de Maléfica, La Emperatriz del Mal, Dueña de las Tinieblas, Aprendiz de Hades, el Dios del Inframundo y Hada Malvada más poderosa de todas. Yo no te tengo miedo y te ordeno regresar a donde quiera que pertenezcas —exigió con la voz firme, el fantasma no reaccionó, solo levantó su mano y señaló hacía arriba. Mal se sintió tan ligera como una pluma, como si flotara y se dió cuenta muy tarde que sus pies ya no tocaban el suelo, su cabeza estaba a escasos centímetros del techo, observó la intención en los ojos vacíos del espíritu —. ¡O-oye lo podemos arregla-! ¡Ah! —con un chillido, Mal terminó estampada contra la pared. Soltó un quejido cuando aterrizó en el suelo.
—La... Drón... —susurró el fantasma y bajó su dedo hasta Carlos.
—¡¿Yo?! ¡No, yo no soy del villano que roba, soy más de estafar, el ladrón es Jay! —lo señaló.
—¡Ey! —Jay le gruño, pero el fantasma separó a Evie de Carlos y empujó a Jay hasta la pared también. Carlos sintió su corazón acelerarse mientras oía los gritos de sus amigos pidiendo ayuda al resto de las habitaciones, pero nadie los escuchaba o nadie quería ayudarlos. El peliblanco retrocedió sin apartar la vista del fantasma que se acercaba lentamente a él. Tropezó con el borde la cama y pudo sentir el sudor helado resbalar por su frente, bajar por su mejilla y caer a sus pies.
—Re... Loj... Mi... Re... Loj —lo oyó decir y entonces lo entendió todo. Carlos siseó encogiéndose de hombros, luego tragó saliva pesadamente.
—¡Ese reloj, era tuyo! Lo siento, nunca debí tomarlo —se disculpó, pero si sabía lo suficiente sobre fantasmas sabía que eso no iba a bastar. El fantasma regresaría al descanso eterno una vez que recuperara su reloj o se llevará al ladrón con él.
—¡Dale su maldito reloj! —le ordenó Jay adolorido.
—¡No, yo no tengo su reloj! ¡Se lo di a Din Don para que lo arreglara! —confesó y el espíritu soltó un último suspiro de su aliento rancio. De nuevo era una estatua. Mal logró levantarse del suelo ayudando a Jay e Evie a hacer lo mismo.
—Din... Don... Mi... Re...Loj —el espíritu se desvaneció como humo dejando una sensación de frío abrumadora en la habitación.
—¿Se acabó? —preguntó Carlos aún temblando.
—¡No, irá tras de Din Don! —Mal se puso las botas de nuevo y le llamó a Ben —¡Ey, el fantasma volvió e irá tras Din Don!
—¿Qué? ¿De qué...? ¡Ah! ¡Espera, alguien está gritando en la planta baja! —Ben somnoliento le respondió la llamada aunque le colgó casi al segundo después de escuchar los gritos de angustia provenientes de su palacio.
—Vas a arreglar esto —le ordenó Mal a Carlos poniendo su dedo —. Evie, preguntale al espejo si sabe cómo detenerlo.
Evie obedeció, pero el Espejo Mágico no le dió solución salvo aplacar la ira del fantasma.
(***)
Para cuando llegaron al palacio de la bestia, había un tornado de ira proveniente del fantasma, quien ya tenía acorralado a todo el personal del castillo. Ben y sus padres en una esquina abrazadose mientras Lumiere y la Señora Potts hacian lo mismo en la esquina contraria.
—¡Quiero... Mi... Reloj! —aulló el fantasma dejando que otra ola de aire sacudiera los muebles haciéndolos levantarse del suelo.
—¡Nosotros lo distraemos, tú busca ese reloj! —le dijo Mal. Ella llamó a Evie y le pidió a Jay acompañar a Carlos. Evie no estaba de acuerdo con luchar contra un fantasma, sobretodo cuando estaba enojado y ya los había arrastrado una vez, pero discutir con Mal era inútil.
—Espejito en mis dedos, dime que hacer —suplicó Evie a su espejo mágico. Él le respondió: Corre.
Cuando levantó la mirada, el fantasma la miraba fijamente y le rugió. Evie echó a correr de él. Mal aprovechó el momento de distracción para sacar a Ben y sus padres junto a los sirvientes.
—¡Ustedes se van, nosotros nos encargamos! —Mal los sacó del palacio y les cerró la puerta. Oyó gritos desde el exterior, pero no le tomó importancia —. ¡Oyeme anciano, te haré pagar por lo de hace rato! —la ojiverde corrió para embestirlo antes de qué tocará a Evie, pero de nuevo, el espíritu la elevó en el aire con un movimiento de su mano —¡Esto es injusto! ¡Aah! —otra vez, la estampó contra la pared —. Necesitamos una nueva estrategia... —murmuró con la cara contra el suelo.
—¡¿Tú crees?! —gritó la peliazul todavía huyendo. Se escondió detrás de un librero demasiado pesado para ser levantado por los poderes del fantasma. Se quitó los zapatos y se los arrojó en la cara al hombre, pero ambos lo atravesaron —¡¿En dónde demonios está Carlos?!
(***)
Jay supo que era mala idea seguir a Carlos cuando se dio cuenta de que no tenía la más minimo idea de donde estaba Din Don. Habían abierto cada puerta en la primera planta y no había rastro del hombre.
—No sabes dónde está el reloj —le dijo el moreno.
—¡Lo tiene Din Don! —repitió exasperado —, pero no sé dónde lo tiene.
—¿Dónde estará un hombre que pasó diez años convertido en reloj? —Jay se exprimió los sesos, por su padre Jafar sabía que los sirvientes tenían su propio espacio en los palacios para siempre estar al pendiente de las órdenes de sus amos, así que imaginó que la primera planta sería para los sirvientes de la bestia, pero luego se imaginó que debía ser la planta baja —. Din Don es quien organiza todo ¿no? Tal vez esta en un estudio.
—Incluso él tiene que dormir —le respondió Carlos.
—Vale la pena intentarlo —escucharon un desastre proveniente de la sala donde estaba el fantasma —. Hay que darnos prisa.
Corrieron por todos los pasillos hasta que debajo de una puerta vieron una luz encendida. Jay abrió la puerta de un golpe, Din Don estaba frente a una mesa con el reloj hecho pedazos para repararlo.
—¡No! —gritó Carlos mirando el reloj en piezas —. Din Don, ponlo como estaba.
—¡¿Qué?! ¿Ah? Monsieur, eso es lo que intento. Vuelva el lunes por él, s'il vous plaît —le recordó el hombre regordete. Carlos lo interrumpió de nuevo cuando oyó un aullido largo y escalofriante —¿Qué fue eso?
—¡Lo importante es que pongas en reloj en marcha ahora mismo! —Carlos se hizo a un lado para dejarlo trabajar cuando Jay comenzó a darle un breve resumen de lo sucedido.
(***)
Mal estaba cansada de ser la muñeca de trapo del fantasma, pero no había forma de atacarlo y aunque lo hubiera lo atravesarían como al aire. Evie ya sentía que podía competir en juegos de pulso por todos los lanzamientos de zapatos que le había asestado al fantasma.
—¡Mi... Re... Loj! —volvió a gemir.
—Que si, maldición, ya sabemos de tú estupido reloj —jadeó Mal volviendose a levantar del suelo ahora tambaleando y con unos moretones —. Llevas veinte minutos hablando de lo mismo ¿los muertos solo saben tres palabras?
El fantasma cambió su expresión, arrugó la frente y sus cejas cayeron, su barba blanca como la nieve ardió como el fuego y sus ojos vacíos se llenaron de odio. Mal se mordió los labios y se encogió de hombros. El fantasma dejó caer de golpe todos los muebles y se lanzó sobre Mal mostrando que sus dedos eran largos y huesudos, tan afilados como garras. Aunque Mal intentara correr no había dónde esconderse. Trató de protegerse con los brazos cuando un silbido desde la puerta del salón llamó la atención del fantasma.
—¡Aquí tengo tu reloj! —gritó Carlos dejando que la cadena sostuviera el reloj en el aire. El fantasma exhaló azufre y de nuevo volvió a su apariencia común de barba blanca y ojos vacíos. El fantasma conservaba las manos huesudas pero ya no eran garras de oso listas para arrancarle la garganta. Sostuvo el reloj de plata con delicadeza y una suave luz azul lo rodeó, dejando que se desvaneciera por completo.
—¿Ya se terminó? —preguntó Evie recogiendo del suelo sus zapatos por doceava vez.
—Más vale que sí —Mal se estiró y escucharon un crujido de su espalda baja, ella aulló de dolor —¡Mala idea, fue una mala idea! —volvió a quejarse.
—Sí, todo terminó —Jay caminó a la puerta y dejó entrar a todos de nuevo —. Auradon está libre de fantasmas —sonrió satisfecho.
—¿Todos están bien? —preguntó Ben corriendo hacía Mal. Ella se apartó de él para ir con Carlos y le dio un golpe en la nuca con la palma de su mano.
—¡Que eso te enseñe! —gruñó sintiendo un chichón en su frente y su orgullo destrozado. Evie la imitó y Jay las siguió.
—¡Auch, sí, ya! No sabía que esto iba a pasar... —se quejó sobándose.
—¿Aprendiste la lección? —preguntó Mal aún sosteniendo su espalda.
—Sí, robar está mal, ya lo sabía.
—No, lo que está mal es robarle a los muertos y dejar que te sigan —respondió ella. Ben tosió detrás de ella alzando una ceja. Mal rodó los ojos —. Robar en general está mal.
—Bien, lo siento —volvió a decir el peliblanco.
—¿Porqué es el primer fantasma que vemos si todos le hemos robado a los muertos? —cuestionó Jay.
—No lo sé y no me importa —Mal se dió la vuelta para ir a la puerta —. Los veo en la preparatoria, me voy a dormir.
—Creo que deberíamos revisar nuestras cosas y devolver lo que hayamos robado —sugirió Evie.
—No, robé mis cosas con mucho esfuerzo, hasta que venga un espíritu por ellas son mías —Jay también se dió la vuelta —. Mal, esperame.
Evie suspiró y rodeó a Carlos de los hombros con su brazo. Caminaron a la salida solo despidiéndose con la mano. El palacio volvió a su silenció sepulcral de la noche. La Bella y l Bestia vieron el desastre que era su sala.
—Alguien tiene que limpiar esto y no seré yo —dijo Bella subiendo las escaleras a su habitación.
—Ni yo —Bestia la acompañó.
—Esta no es mi área de trabajo —murmuró la Señora Potts antes de marcharse también. Lumiere miró a Ben y le dio una palmadita en la espalda justo antes de irse.
—¿Eh? ¿Pero-? Ahg —maldijo en voz tan baja que ni las aves podrían haberlo escuchado, pese a ser media noche fue por una escoba y un recogedor.
Al día siguiente, después de clases el grupo se reunió en la cafetería con notables ojeras y poco apetito. Evie tentó el chichón en la cabeza de Mal y ella chilló.
—¡Sí duele! —se protegió con sus manos, haciendo de lado su malteada de fresa.
—Parece un cuerno —le mencionó Evie. Jay y Carlos soltaron una carcajada.
Mal los ignoró luego de dar un suspiro.
—¡Boo! —Chad y otros chicos del equipo de Tourney saltaron con una sábana blanca puesta para asustarlos. Carlos dió un brinco tan alto que cayó en los brazos de Jay. Mal arañó la mesa de la cafetería e hizo que sus ojos ardieran en verde por un segundo al reconocer a Chad. Los chicos en otras mesas se rieron también hasta que uno de los zapatos de Evie golpeó la cara de Chad haciendo que su nariz quedará como una manzana.
—Lo siento, reflejos —dijo Evie con su voz más encantadora e inocente fingiendo culpa. Alzó las cejas avergonzada y se cubrió los labios para no delatar su sonrisa. El rumor de que los villanos se habían peleado con un fantasma se esparció con facilidad y más de uno intentó burlarse. El equipo de Tourney aún riendo (sobretodo por la expresión de Chad con su nueva nariz) se marcharon con una disculpa rápida.
—Hm, al menos a este si lo podemos golpear —agregó Mal con una risa dando el último sorbo a su malteada.
—Ya suéltame —Jay dejó caer a Carlos al suelo y aunque este lloriqueó y se llevó la mano a los glúteos adoloridos no le respondió de vuelta más que para sacarle la lengua.
La vida en Auradon había vuelto a la normalidad. Ahora, en el Reino de la Felicidad se podían declarar libres de fantasmas, pero siempre había una aventura nueva esperando a la vuelta de la esquina.
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