Cosas de Dragones | Parte Uno

La clase comenzó con el típico discurso de buenos días que el Hada Madrina recitaba de lunes a viernes a primera hora. Mal se apoyó contra el respaldo de la silla y se rascó la cabeza cuando Jay se inclinó hacía su hombro. Evie estaba detrás de ella pasándose notitas románticas con Doug mientras la directora no los observaba. Carlos y Jane estaban en la mesa del fondo haciendo lo mismo, el resto de estudiantes estaban del otro lado del salón más entretenidos dibujando o texteando que en escuchar por millonésima al Hada Madrina.  Desde que Ben había asumido el cargo de Rey de Auradon, era raro verlo en clases y usualmente Mal tenía que enviarle sus notas y las tareas, pero era difícil prestar atención a la clase cuando sentía que el cráneo se le abría en un terrible dolor de cabeza y comezón imparable. 

Las primeras dos horas intentó ignorar las desagradables sensaciones, pero con cada segundo se sentía más irritada. El receso fue refrescante cuando pudo correr al baño y lavarse la cara. Evie, quien la había acompañado, le entregó una píldora.

—¿Necesitas una toalla?

—No es eso —dijo ella sosteniendo su cabeza —. Voy a volverme loca.

—No me sorprendería considerando de quién eres hija —bromeó Evie retocando su maquillaje frente al espejo del baño. Miró por el reflejo a Mal volver a rascarse —¿Tienes piojos?

—No tengo piojos —respondió. Escucharon unos pasos y se quedaron calladas. Lonnie y Jane entraron.

—Hola, ¿estás bien? ¿Necesitas una toalla? ¿Pastillas? —preguntó Lonnie preparada para sacar las cosas de su bolso.

—Si te sientes muy mal puedo pedirle a mi mamá que te firme un justificante para que descanses —mencionó Jane.

Mal se llevó la mano a la cara.

—Gracias, en serio, pero no, gracias —murmuró con el ceño fruncido —. Me ha dolido desde la madrugada, es más molesto que doloroso en realidad.

—¿Segura que no quieres ir a la enfermería? —le preguntó Lonnie aún con la mano en el bolso.

—Estaré bien —finalizó Mal con un ademán para restarle importancia, conteniendo la necesidad de volver a rascarse.

Una vez que Evie terminó de arreglarse salieron a la cafetería y desayunaron antes de volver a clase.

De nuevo en el salón, Mal sintió que el dolor disminuyó, aún así tenía una comezón horrenda que comenzaba a arruinar su peinado.

—¿Ahora tienes piojos? —preguntó Jay a Mal mientras anotaba algo en su cuaderno.

—¡Que no son piojos! —le gritó en voz baja entre los dientes.

—¿Pulgas entonces? —mostró una risa burlona.

—¡Tú eres el pulgoso! —le respondió con fuerza. El Hada Madrina se giró a callarlos, tras una risa de los demás chicos en clase, Mal y Jay siguieron trabajando. El día terminó después de las clases extra de bondad (que aún debían cursar pese a salvar Auradon) y Mal se dirigió al castillo de la bestia con el cuaderno en la mano.

Din Don le abrió la puerta para su extrañeza, casi siempre era Lumiere quien la recibía.

—Lady Mal, un placer verla de nuevo. El amo sigue en su oficina, puede esperarlo en el salón si… —Din Don hizo una reverencia y se hizo a un lado abriendo por completo la puerta.

—Lo siento, solo quería entregarle a Ben los apuntes de hoy —dijo estirando el cuaderno para que el hombre regordete lo alcanzara.

—¡Por supuesto! —Din Don tomó el cuaderno —. Se lo entregaré cuando esté desocupado ¿de verdad no desea entrar y tomar una taza de té?

—Tal vez la siguiente ocasión —Mal se despidió tensa. Una ráfaga de dolor intenso la había alcanzado y no quería que se diera cuenta. El hombre regordete cerró la puerta y Mal consideró lanzarse al jardín de rosas para aliviar la comezón, logró resistirse apenas por un pelo y regresó a las habitaciones de la preparatoria y lo primero que hizo al entrar fue darse una ducha. El agua caliente la distrajo de la picazón de la cabeza y la hizo olvidarse por un minuto del dolor de cabeza. Al salir vio un par de mensajes en su celular de Ben preguntando por ella. “Lonnie me dijo que te sentiste mal en clase ¿estás bien? ¿necesitas algo?” “¿Sigues mal? Din Don me dijo que estuviste en el castillo” “Contesta” “¡¿Estás bien?!” “Hola” “Hola” “Si no respondes voy a ir a buscarte con un batallón de enfermeros” “Sabes que soy capaz” Mal lo llamó y evitarse la vergüenza de que realmente hubiera una docena de enfermeros reunidos en la puerta de su habitación.

—Ey, Benyboo —lanzó la toalla mojada a la silla de la ropa sucia y se rascó de nuevo.

—¿Dónde estabas? ¿Estás bien?

—Sí, lo siento, me di una muy larga ducha y no pude ver tus mensajes —se secó el cabello y siguió rascándose —. Solo me dolía la cabeza, estoy bien.

—¿Estás segura? Puedo enviar a alguien.

—Ben, estoy bien. Lo prometo.

—Okay, confió en ti —hubo un segundo de silencio —. La próxima vez quédate un rato, me gustaría verte a ti en lugar de a Din Don.

—Sí, lo tendré en cuenta —Mal le sonrió aunque no pudiera verla. Le envió un mensaje después de colgar.

Cuando se colgó la llamada, Mal se tiró a la cama y trató de dormir. El día siguiente fue peor, incluso vio como una posibilidad estrellarse la cabeza contra el muro para terminar el dolor, pero se recordó a sí misma que era la hija de Maléfica y debía demostrar fortaleza ante todo. Le robó a Evie un par de pastillas y asistió a clase con normalidad. Todo iba bien hasta que a Lonnie se le cayó su lápiz y rodó hasta los pies de Mal. Ella dejó de rascarse y se agachó para recogerlo, sin prestar mucha atención estiró la mano hacía Lonnie. La chica estaba a punto de tomar el lápiz cuando soltó un jadeo y apartó la mano.

—¿Mal, estás bien? —preguntó. Los demás chicos apenas levantaron la vista y al hacerlo también contuvieron un jadeo, hubo murmullos y susurros.

—¿De qué…? —Mal agachó la mirada y percibió que la punta de sus dedos estaba teñida de sangre y había manchado el suelo y la madera del lápiz —¿Eh?

—Mamá —llamó Jane desde el fondo. El Hada Madrina se giró para ver el escándalo y aguanto un grito agudo. Mal se volvió a llevar la mano a la cabeza y su palma se cubrió de rojo. El Hada Madrina bajó y tranquilizó a la clase.

—¡Está bien, está bien! —tomó a Mal de los brazos y trató de tocar su cabeza pero se arrepintió —. Acompañaré a Mal hasta la enfermería, no tardó, nadie se levante de su asiento y sigan trabajando —una ola de murmullos y gritos llenó el grupo.

(***)

Evie, Jay y Carlos entraron a la habitación. Usualmente, los dormitorios de chicas no permitían que los varones entraran a las habitaciones, pero a ellos no les importó. Mal estaba sentada en su escritorio, con una venda rodeando su barbilla y coronilla mientras
veía videos de terror donde la hija de Blancanieves era la narradora.

—Ey chicos —saludó sin mucho ánimo.

—¿Estás bien? —preguntó Jay entregandole una hamburguesa.

—Sip, la enfermera dijo que tal vez era por rascarme demasiado —Mal abrió la bolsa de la hamburguesa y solo encontró la mitad. Miró a los chicos.

—Sí, me dio hambre en el camino —dijo Jay restando importancia al asunto.

—¿Y ya? —preguntó Carlos a Mal.

—Me dio un shampoo —agregó ella sin más.

—Te conseguiré un collar antipulgas —dijo Jay y Mal le lanzó la envoltura de la hamburguesa.

—¿Y las vendas? —preguntó Evie.

—Son para que no me rasque mientras su estúpido shampoo hace efecto.

—Bueno, misterio resuelto. No te estás muriendo de verdad así que nuestro trabajo se termina —Jay intentó robar algunas monedas abandonadas en la mesita del centro, pero Evie se las arrebató.

—Gracias por nada, largo —Evie les abrió la puerta y luego la azotó cuando salieron. Se sentó junto a Mal en la cama.

—¿No quieres considerar la posibilidad de los piojos? —preguntó como última esperanza de hacerla reflexionar.

—Una palabra más y también te vas —amenazó. Evie suspiró y se fue a su cama. Alguien tocó a la puerta y Mal se levantó, no estaba de humor para seguir lidiando con las pulgas de Jay y se lo haría saber —¡Juró por todos los demonios que si encontraste un collar antipulgas voy a…! ¡Ben, qué sorpresa!

—¿Estás bien? Me dijeron que se te había abierto la cabeza.

—Exageraron un poco —dijo Mal. Ben señaló las vendas —. Sí, bueno, fueron por precaución.

—Me dijiste que estabas bien ayer, confié en ti ¿qué pasó?

—Yo… Realmente no lo sé, solo me dolía la cabeza, tenía comezón y cuando me di cuenta tenía sangre en las manos. Fue bastante raro.

—Insisto en que deberías ver un doctor, el médico real puede atenderte ahora mismo si…

—El Hada Madrina dijo que estoy bien, la enfermera dijo que estoy bien, en serio, ya no te preocupes, esta cosa se acabó.

Ben no estaba seguro, pero dejó en paz a su novia. Siguieron hablando unos minutos hasta que él se fue y Mal se acostó a dormir. Al día siguiente Mal no asistió a clase con la autorización del Hada Madrina, el jueves, Mal se presentó con una gorra del equipo de la preparatoria.

El Hada Madrina al verla le pidió a Mal quitarse la gorra porque iba contra las normas de vestimenta dentro de clase. Ella se negó y el Hada Madrina le volvió a pedir que lo hiciera. Volvió a negarse.

—Si no te quitas esa gorra me veré obligada a expulsarte de mi clase.

Mal se encogió de hombros. Estaba un poco cohibida y agachó la mirada. Se quitó por fin la gorra y dos pequeños cuernos como los de un ciervo asomaron por su cabeza. A diferencia de los de su madre, eran más delgados, menos curvos y en lugar de puntas afiladas estaban redondeados con una capa de terciopelo. Se escucharon algunas risas y Mal tuvo que apretar los puños.

—Ah… Sigamos —se dió la vuelta para continuar la explicación y más de uno no podía apartar la vista de sus graciosos y ridículos cuernos de bebé. El día siguió con normalidad hasta que las clases finalizaron. Jay tentaba los cuernos de Mal y también se burlaba.

—¡Basta! —ordenó ella. Jay no la escuchó.

—¿Qué diablos te sucedió? —preguntó Carlos.

—Pff, no lo sé, ayer cuando me lave el cabello estaba normal, hoy cuando desperté tenía estas cosas.

—Me recuerdas a Bambi —dijo Evie tocando los cuernos —. Solo que los suyos se veían tiernos, los tuyos se ven raros.

Mal dejó caer la frente contra la mesa y gruño.

—¿Se ven muy mal?

—Horribles —contestó Jay, pero Carlos e Evie le dieron un codazo —. Es la verdad.

—¡Tengo una cena con los padres de Ben el domingo! ¿cómo me los quito?

—¿Segura que puedes hacer eso? Digo, pensando en tu madre ya son parte de ti, son como una extremidad extra.

—No los quiero —exclamó. Jay la tomó del hombro.

—Tengo una idea —le sonrió confiado. Los otros tres se miraron entre ellos inseguros de que fuera una buena idea, pero Mal estaba desesperada.

—Dime.

(***)

Al día siguiente, Jay llevó a Mal hasta el salón de carpintería. Sus cuernos habían crecido bastante en una sola noche y ahora estaban ligeramente puntiagudos y de un color casi negro.

—¡Es lo más estúpido que has pensado! —le gritó Mal.

—Igual me escuchaste —Jay encendió la sierra eléctrica —. Siéntate y no te muevas —le pidió. Mal accedió dudosa, aún así obedeció sentándose en un banco. El zumbido de la sierra le parecía aterradoramente peligroso, pero siendo su única opción para deshacerse de los horribles cuernos no se molestó más. Jay rozó los cuernos con la hoja de la sierra y no logró hacerle ni un corte, la sierra se había roto y el motor se quemó —. Ah… No creo que funcione.

Él escondió la sierra entre la basura del taller y fingiría nunca haber entrado, se llevó a Mal lejos a empujones y decidieron pensar en otra cosa.

—Okay, leí un artículo de wikimagia y dice que los ciervos se tallan contra los árboles para deshacerse de la cornamenta. Aquí hay un árbol, haz lo que tengas que hacer.

Mal suspiró. Se apartó del árbol unos metros y corrió a él con la esperanza de que el golpe le hiciera caer los cuernos. Nada sucedió al primer intento, así lo repitió un par de veces. Para el resto de alumnos en la preparatoria era extraño ver lo que sucedía. La novia del rey se estaba golpeando la cabeza contra un árbol sin una razón aparente, al parecer se había vuelto loca.

—¿Tú qué dices, Jay? ¿Parecen sueltos? —preguntó mareada, con el cabello lleno de corteza y la frente sudorosa.

El moreno la sujetó de ambos cuernos y los jaló hacía él, pero seguían firmes en su posición.

—Nop ¿tú mamá nunca te habló de esto? —alzó una ceja y miró a Mal todavía sujetándola de los cuernos.

—Mi mamá nunca me habló de muchas cosas —respondió cansada. Se resignó, golpearse contra el árbol no le sirvió de nada a parte de parecer una loca.

—¿Ustedes qué estaban haciendo? —preguntó Ben alcanzandolos en el patio —¡Wow! —retrocedió un paso cuando vio a Mal.

—Genial —murmuró ella de mala gana —. ¿A qué viniste? Pensé que trabajarías toda la semana.

—Sí, pero vine a entregarle las tareas al Hada Madrina y mencionó que te pasó algo raro… —tocó la punta de uno de los cuernos —. Bien, ahm… Son lindos.

—No me mientas —suplicó ella.

—¡No miento! Quiero decir, son extraños de ver, pero considerando quien es tu madre es natural ¿sabes?

—Maldición, tú también lo crees —Mal se cubrió el rostro molesta.

—Tu madre es un dragón escupe fuego con cuernos, tú también te transformas en dragón y escupes fuego.

—Mi madre tiene la piel verde, yo no. ¡Ay no! ¿Crees que me pondré verde? ¡No quiero ser verde!

—Tranquila, no creo que te pongas verde, aunque si así fuera seguirías siendo bonita.

—Juro que si me pongo verde yo misma voy a clavarme la Espada de la Verdad en el corazón —prometió llevándose las manos a la cabeza —. ¿Qué dirán tus padres el domingo?

—No van a decirte nada, sería muy hipócrita de su parte. Mi mamá se casó con una bestia, mi papá era un oso, cabra, león, búfalo y lobo al mismo tiempo.

—¿Y el resto del mundo? Ya me confunden con mi madre desde antes, ahora con los cuernos van a querer lincharme.

—Yo no lo permitiré —prometió Ben con la mano en el corazón, se puso a su lado —. Podemos superar esto. Solo cuidemos que no le saques un ojo a alguien —dijo y apartó una punta que amenazaba con atravesarle la mejilla.

—Ustedes me dan asco —Jay se despidió fingiendo vomitar y se marchó.

(***)

Pasaron algunos meses y las cosas habían recobrado su normalidad. Los susurros y risas habían cesado aunque todavía había un par de chicos que hacían comentarios sobre los nuevos cuernos de Mal. Sus cuernos ahora eran exactamente como los de Maléfica, tal vez un poco más chicos, pero eran afilados como un cuchillo y negros como el carbón. Le había costado trabajo, pero ahora los aceptaba como una parte de ella.

—Al principio esperaba que mi mitad humana hiciera su trabajo y los dejara caer, pero ahora creo que me gusta más tenerlos, me hace parecer más mala, solo por estética — mencionó Mal con su sándwich en la mano.

—Sí, te hacen ver aterradora, pero sorpresivamente guapa al mismo tiempo —comentó Ben —. Aunque, no estoy seguro de lo qué haremos cuando nos casemos, no quiero que me apuñales con ellos mientras estemos dormidos.

—Esos son problemas para el Ben y Mal del futuro —respondió dando una mordida al sándwich.

—Tienes razón —Ben sacó su almuerzo de la bolsa —. ¿Nuestros hijos tendrán cuernos?

—Espero que no cuando nazcan —Mal devoró de una mordida un sandwich extra que Ben le entregó, llegaron sus amigos para sentarse con ellos.

—La clase fue horrible —comentó Evie —. Me confundí en la sustancia y casi explota todo el salón.

—Alguien tiene problemas en química eh —comentó Jay divertido —. Vi al profesor con un examen el otro día, puedo robar las preguntas para ti si eso te ayuda.

—Nada de trampas —ordenó Ben, Jay se mordió los labios, pero le recordó a Evie que contaba con él si lo necesitaba para aprobar.

Mientras conservaban, un chico del equipo de tourney por accidente dejó que su suéter de lana se enredara en un cuerno de Mal, para sorpresa de todos, cuando jaló su suéter el cuerno cayó al suelo.

Quedaron con la boca abierta, Mal se llevó la mano a la cabeza y solo tenía un espacio vacío.

—¡Mi cuerno! —gritó con un chillido.

—¡Ah, lo siento! —dijo el chico, pero Carlos tomó el otro cuerno de su cabeza y lo jaló hacía él, también lo zafó de su cráneo y lo examinó.

—¡Ey! —le gritó Mal. El chico huyó de la situación cuando tuvo la oportunidad.

—Que interesante, son temporales —comentó.

—¡¿Qué?! —Mal intentó reacomodar su cuerno, pero seguían cayendo.

—Supongo que igual que los de ciervo, crecen una temporada y se caen a final del año.

—¿No es un alivio? Volverás a la normalidad hasta que vuelvan a crecer —dijo Lonnie.

Ahora sentía la cabeza más ligera, pero ahora se sentía extraña por no tener sus cuernos cuando ya se había acostumbrado a ellos.

—Aguarda ¿significa que volveré a sufrir como lo hice cuando vuelvan a crecer? —Carlos miró su cabeza, la zona donde estaban sus cuernos y confirmó sus ideas.

—Bueno, la herida sanará en unos días, así que sí, se tendrá que abrir de nuevo la piel para que crezcan de vuelta.

Mal se agachó e Evie la sobó de la espalda.

—Así es la vida a veces —dijo —. Es muy cruel a veces.

—Vayanse al diablo —les dijo. No iba a soportar pasar por el mismo proceso todos los años por el resto de su vida —¿Cuánto viven los humanos?

—Máximo cien años —respondió Ben.

—¿Y cuánto viven los dragones? —preguntó.

—Mínimo quinientos años —contestó Carlos después de una rápida búsqueda en internet.

—Estoy condenada —Mal realmente consideró ir al museo y apuñalarse ella misma el corazón con la Espada de la Verdad.

—Tú eres mitad humana y mitad dragón, tal vez solo vivas unos doscientos años —comentó Jay.

—Eres de gran ayuda Jay —le gruño. Sin nada más que hacer, Mal tomó sus cuernos viejos y los dejó en el contenedor de basura.

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