Capítulo 9°: Limbo Parte I


Limbo Parte I


Me convertí en un fantasma del pasado de vuelta a la vida, con odio en mis huesos y maquinaciones concebidas durante años mientras me hundo en la marisma, en el abismo. Todo lo que quiero es enterrar las semillas de la podrida verdad, nutrir sus mortíferas espinas con sangre fresca para que crezcan y apuñalen a esta hipócrita civilización.

En el fondo del abismo... encontré una brillante estrella.

Can ci pin preludio de Priest


[Fragmento bitácora personal General del Sur Kim Seokjin

El cielo nunca ha dejado de ser del color de la brea, pero ¿Por qué tengo esta sensación de que he visto estrellas antes? No es como en los registros, tampoco como en las cintas de investigación. Es como tenerlas encima de mi cabeza. Sin embargo, si miro hacia arriba, solo veo oscuridad.

No me gusta la oscuridad, lo que es bastante ridículo porque...eh, ¿De qué estaba hablando? Uh, ¿Está grabando?

Oh, sí.

¿Qué decía?

Bien, bien...creo que ya lo he olvidado.

Hablaba de las estrellas, ¿no?, no se pueden ver desde aquí.

Fin de la entrada].

Seokjin perdió la cuenta de cuantas veces había abierto los ojos a la misma habitación.

Había una mancha en el techo de media pulgada que ocurrió en algún momento entre sus dieciocho y sus veinte años. Seokjin estaba casi seguro de que era el residuo de algún material de construcción, pero nunca se había detenido a comprobarlo. Podía ser un disparo de aceite de todas las veces que jugó con motores y maquinaria en este mismo lugar.

El dosel de la cama tenía la misma posición exacta, detenido como la fotografía de una cortina que se elevó al pasar la briza. Era un poco gracioso verlo, pero el efecto solo duraba un par de minutos después de que despertaba, que era cuando el bucle iniciaba nuevamente.

Mientras, se quedaba así.

La mancha en el techo era lo primero que veía, luego el dosel detenido en medio de su vuelo, el rayo de luz artificial que iluminaba un tercio de su cama y tres cuartos de la alfombra que había visto mejores días; estaba el despertador electrónico que Yunji le regaló algunos cumpleaños atrás, tenía la hora marcada de forma extraña: el último número había estado a medio camino de cambiar de un nueve a un cero así que la imagen congelada lucía como un siete de un rojo traslucido.

El tiempo se había detenido allí, dejándole apreciar cada pequeño detalle al que nunca le habría prestado atención, siempre demasiado ocupado corriendo de un lado a otro. Siempre demasiado cansado como para ver más allá de su nariz.

Seokjin cerró los ojos, no estaba seguro de cuanto tiempo tenía que esperar esta vez, lo cual sería gracioso de pensar porque el tiempo estaba detenido y era significativamente relativo en...este lugar. Se sentía incómodo de pensar.

No estaba seguro de saber en dónde estaba, tampoco.

Abrió los ojos a la misma escena de su última mañana, lo sabía por las cosas que había dejado en su habitación, que no era igual cada día. Tenía esta especie de orden compulsivo hacia las cosas que hacía o decía, así que estaba bastante seguro de en qué día había despertado, y después de las primeras cinco veces, estaba totalmente seguro de que siempre era el mismo día.

Estaba un poco deprimido por ello, su último día no fue demasiado memorable...si no contaba el hecho de que había muerto, por supuesto, porque él, bueno...no podía no estar muerto, de todas maneras.

Este lugar debía ser...una especie de limbo, o algo así. Pensó que el infierno debía lucir algo parecido a esto, también.

¿Era karma o castigo? Pensó que desaparecería, y después de desaparecer encontraría la nada. No este todo a medio cocinar que se sentía igual de vacío.

Incluso si hacía todas las cosas diferentes este día, todo lo que pudiera decir o hacer, nada evitaría que llegara a ese momento de la tarde, o quizá noche, no estaba seguro, en el que llegaba un paso demasiado tarde, y entonces...pues no había más entonces.

Para el caso, solo despertaba de nuevo, y miraba la mancha en el techo, y observaba el dosel en vuelo y su escritorio lleno de herramientas y las luces artificiales a un tercio y tres cuartos y el siete traslucido.

Hoy, o lo que constituía el hoy en este lugar en medio de ninguna parte, Seokjin quería hacer algo diferente, incluso si sabía que no había manera de que rompiera este bucle, incluso si sabía que, inevitablemente, alrededor de diez o doce horas después de este tiempo infinito, quedaría desgarrado en algún lugar.

Dolía.

Dolía que ninguna de todas estas veces pudo evitar tener que sacrificarse. Dolía que no sabía en qué estado había quedado su cuerpo, o si directamente habían quedado restos que recoger.

Dolía pensar en su padre y en el total de 3 personas que tenía en su vida.

Y en Yunji a la que le había prometido que por fin compraría el maldito anillo para presumir.

Y dolía pensar en Yoongi.

...Dolía extrañar a Yoongi.

Habían sido tontos la mayor parte de su vida. Seokjin, quizá, no era un genio como su mejor amigo, que tenía ideas en las que sencillamente no podía imaginarse a sí mismo. Seokjin era inteligente, sí, pero era más práctico, le gustaba la mecánica, construir cosas, armar rompecabezas; las cosas del alma se las dejaba a Yoongi, las cosas del cuerpo las obtenía él. Eran un buen equipo, pero eran tontos...eran idiotas.

Seokjin le quería.

Del tipo de querer que dolía. Aunque llegado a este punto, se preguntaba si había un tipo de querer que no lo hacía, y se preguntaba también...por qué no podía tenerlo.

Yoongi era del tipo que pensaba en las luces en el cielo porque le hacían sentir algo, Seokjin era del tipo que pensaba en las luces en el cielo porque serian beneficiosas para los cultivos. Aun así, ambos querían luces en el cielo y Seokjin había prometido...prometió y prometió y prometió.

Ya no podía hilar sus pensamientos, solo estaba divagando para sí mismo. Los hilos de su memoria siempre se perdían llegando a un punto. A determinado punto.

Quizá era porque ya se estaba volviendo loco, la clase de loco en el que solo había visionado a Yoongi alguna vez. O solo era quizá que eso era el tipo de cosas que hacía el dolor. El dolor de extrañar a alguien y extrañar un momento y extrañar y extrañar y extrañar.

Seokjin tenía mucho dolor.

Solo que no podía dejar de pensar y recordar, mucho menos mientras el tiempo estaba detenido y no se podía mover.

Padre, Yunji, Yoongi. Yoongi. Yoongi. Yoongi. ¿Quién cuidaría de ellos ahora? ¿Quién escucharía las quejas nocturnas de Yunji porque estaba demasiado cansada del día como para poner sus barreras altas? ¿Quién llamaría a su solitario padre cada día para evitar que se volviese loco con tantas responsabilidades? ¿Quién se aseguraría de recordarle comer y dormir a Yoongi? ¿Quién estaría ahí cuando hiciera cosas estúpidas y potencialmente peligrosas?

Yoongi siempre había sido muy infantil, incluso si era el mayor entre los dos. Del tipo de infantil que causaría problemas, era una forma de defenderse a sí mismo de las cosas que no entendía y que terminarían lastimándolo si las pensaba demasiado. Era impulsivo, era testarudo. Así que Seokjin siempre había tenido que pensar demasiado en su lugar. Entonces si Yoongi era inmaduro y hacía cosas sin pensar y se había acostumbrado tanto a la perdida que ya nada le importaba, Seokjin tendría que ser un polo a tierra y pensar con cabeza fría y protegerlo porque él, muy por el contrario, jamás podría acostumbrarse a la pérdida, y tenía que cuidar, cuidar a Yoongi, porque si perdía a Yoongi...

Sentiría que no tenía nada.

Seokjin no quería tener nada, él lo quería todo, siempre, todo.

Y ahora...

Seokjin había hecho una sola cosa estúpida en su vida y esa había sido sacrificar su alma por el bien común. Era una sola decisión, pero se extendió durante todos sus años, y al final este era el resultado. Esperando siquiera quedar en el recuerdo de alguien. Viviendo su muerte cada mismo día.

Su cuerpo ya no podía llorar, quizá era porque estaba igual de paralizado que este espacio y se despertó antes de lo que debería, ocurría bastante a menudo.

A veces ocurrían cosas que no entendía en este lugar, de hecho.

Como que a veces sentía tirones en su cuerpo que eran espontáneos o sentía que lo llamaban, pero no había escuchado realmente nada. Había un vitral de una sola vía allí donde estaba, y cualquier cosa que ocurría del otro lado, simplemente, no podía verlo.

Hace poco tiempo, sin embargo, sintió una bofetada en su rostro y el dolor había sido ligero y efímero, pero nunca pudo identificar de dónde vino. También sintió en su corazón, que revoloteaba como nunca antes había hecho, algún rastro de...esperanza.

Habían pasado cosas así muchas veces. Pequeños golpes y empujones y una vez creyó...haber sentido un abrazo.

Su único consuelo eran sus pensamientos que gradualmente se hacían más y más difusos, algunos de ellos ya eran irreconciliables, algunos otros se habían aferrado a su consciencia y lo atormentaban incluso más que la perspectiva de los aguijonazos que sentiría en su cuerpo en unas horas. La mayoría de los recuerdos de ese día y los anteriores estaban perdidos en algún lugar al que simplemente no había podido acceder.

Ciertas cosas, recordaba, eran diferentes, sin embargo, a como creía que habían sido ese día.

No tenía su bengala en su cuello, para comenzar, y parecía no estar en ningún lugar, aunque la buscara por todas partes.

Tenías que saber que Yoongi le había regalado la pequeña baratija alrededor de un año y medio atrás y ni una sola vez la quitó de su cuello.

Ahora que no la tenía, sentía el peso de la ausencia.

A veces amanecía y tenía manchas de carboncillo en sus dedos, como si hubiese estado pintando, y a veces no estaban ahí. A veces se encontraba escuchando nombres y frases a medio terminar, pero se iban rápidamente.

También, estaba ese pequeño detalle, de que las heridas en su cuerpo no desaparecían sin importar las veces que intentase curarse. Sus manos estaban llenas de cortes ya cerrados que habían dejado cicatrices y otras partes de su cuerpo que no podía alcanzar ardían y picaban de vez en cuando.

Se preguntaba si la manera de detener este bucle era muriendo las suficientes veces como para que su cuerpo ya no resistiera y se desvaneciera para siempre.

Pero Seokjin era bastante reacio a desaparecer por completo, no así, al menos, él quería...

El siete traslucido que era un nueve a cero cambió. El despertador sonó y el dosel comenzó a moverse de nuevo con el viento.

El bucle había comenzado nuevamente.


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[Fragmento bitácora personal General del sur Kim Seokjin

Hay un dolor en mi pecho que echó raíces desde hace mucho tiempo. Me gustaría decir que me habitué a él, pero ¿Cómo alguien podría acostumbrarse a esto?

Y hay una persona a la que amo con todo mi corazón. Me gustaría decir que seremos felices juntos, pero no nos volveremos a ver.

Creo que...dentro de los grandes arrepentimientos de mi vida siempre encontrará el primer lugar una gran pancarta que tiene su nombre.

Me gustaría decir que podría olvidarlo si me lo propusiera, pero ¿Cómo alguien podría olvidar?

¿Cómo puedo olvidar?

¿Cómo...cómo puedo olvidar?

Fin de la entrada].

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Bajó de la cama sin mirarse a sí mismo o reparar en cualquier detalle, ya lo había hecho las primeras diez veces. Miró por la ventana abierta al cielo negro y deseó, como lo había hecho de adolescente cuando se escapaba del pabellón con Yoongi. Deseó como si hubieran estrellas que pudieran escuchar.

Hizo lo de siempre: guardó las herramientas de lo que había estado armando la noche anterior [la supuesta noche anterior, la que había sido en su vida]. Trabajó muchas horas en ese prototipo de palanca de aseguramiento porque sabía que el problema en la frontera no sería fácil de manejar. Esta vez ni siquiera se molestó en llevarlo consigo, sabía que no tendría ni siquiera la oportunidad de probarlo.

Tomó su uniforme, que estaba siempre colgado del mismo perchero, y lo colocó en la cama antes de ir a realizar la desinfección matutina en todo su cuerpo. Estaba un poco reacio, por cierto, la desinfección hacía que algunas de las heridas más recientes, las de las últimas veces, se abrieran de nuevo.

Pasó rápido, ya era una rutina: se arregló el cabello, se abotonó hasta el cuello, se ajustó las botas, tomó el comando del aerodeslizador y partió de nuevo hacia la frontera, como lo había estado haciendo sin detenerse, porque hacerlo no traería un cambio de todas maneras.

Haría su trabajo, se esforzaría en ello como la primera vez, y entonces moriría, de una manara que no podría recordar ninguna de las veces en las que abriera los ojos de vuelta.

Había un gran espacio vacío de memoria en su cabeza, una memoria de, quizá, sus últimos momentos, solo que no podía acceder a ella. No obstante, vería la sombra de un rostro antes de cerrar los ojos por última vez.

Suspiró y reacomodó su expresión.

Y antes de salir por la puerta, tomó su comunicador y envió un mensaje de voz a su número de marcación rápida. Era el mismo mensaje que había enviado cada vez, las mismas palabras, el mismo tono...también, la misma sensación en su pecho, la misma premonición.

A pesar de que sabía que el mensaje no llegaría porque la señal llevaba mucho tiempo interrumpida, a pesar de que sabía que jamás lo escucharían porque su comunicador fue la primera cosa que se destruyó, a pesar de que sabía que jamás escucharía una respuesta.

[Hey, soy yo. Quería hablar contigo antes, pero no hay manera de comunicarme con el norte. Siento mucho no haberme despedido adecuadamente. Yo...solo quería decirte que te amo. Te amo, te amo...demasiado [...]. No sé cuándo sucedió, y ni siquiera sé por qué, o por qué estoy diciendo esto, no estoy esperando algo de vuelta. No tienes que contestar, tampoco, yo solo...solo quería decirte que te amo, cuando regrese...]

Que alivio, pensó, que alivio que el mensaje nunca se envió.

Porque entonces no podría encarar el hecho de que ese cuando regrese no era más que otra de sus promesas vacías.

Pero Seokjin prometió, y prometió y prometió y siguió prometiendo hasta que sus cuerdas vocales se desvanecieron.


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[Fragmento bitácora personal General del sur Kim Seokjin

A veces tengo la sensación de no poder reconocerme cuando me veo en el espejo.

Veo mis ojos que son parecidos a los de mi padre y pienso en este rostro y en este nombre y este titulo, pero siento como si no me perteneciera. A veces veo este rostro y pienso en Kim Seokjin que quiso ser artista y el que quiso ser escritor y el que quiso irse del ejército y el que quería salvar a toda la gente.

Y entonces me pregunto si son la misma persona.

Me pregunto quién soy y qué quiero, pero nunca puedo responderme. No mientras me miro al espejo, porque sé reconocer muy bien mis propias mentiras.

No puedo responderme porque simplemente no tengo nada que decir.

Soy, entonces, eso que construí para parecer como que podía ser alguien incluso si no sabía lo que eso significaba. Pero, por alguna razón, siento que ahora nadie me mira como si fuese un ser humano.

Me miran como miras las herramientas con las que arreglas algo que está dañado.

¿Sigo siendo...una persona?

Fin de la entrada].


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—General del sur, este soldado presenta sus respetos.

La tienda del general estaba cerca de la frontera. El material era delgado, y el viento viciado que se filtraba desde la tierra inhóspita lo hacía sentir escalofríos.

Hizo una seña al soldado que acababa de entrar sin levantar la mirada, ya sabía quién era, sabía qué diría también.

Había estado rayando las hojas de los mapas. Desde que era un niño siempre tuvo ese ligero deseo de ser como los artistas que veía en las calles. Artistas que se morían de hambre como decía su padre, pero a él no le habría importado, sinceramente.

Nunca se lo dijo a nadie, ni siquiera a su mejor amigo. ¿Qué pensarían del general del sur? Haciendo dibujos de árboles y pintando rostros distorsionados.

Ahora estaba muerto, ya ni siquiera importaba, aquí nadie parecía realmente poder verlo, de todas maneras. Dibujó una versión del rostro de su madre de sus recuerdos de infancia. Seguramente eran recuerdos empañados y demasiado borrosos como para distinguirse, pero podía adivinar vagamente sus contornos, trazándolos con la punta roma de un lápiz de mala calidad hasta que podía asemejarse de alguna forma ajena a sus memorias.

—Informando al general, la anomalía del campo magnético ha vuelto a presentarse, la matriz está sufriendo cambios abruptos de frecuencia. Solicitando al general que delegue ordenes.

Jin frunció el ceño, levantando su mirada por fin hacia el soldado, sin sorprenderse de no poder ver rasgos faciales en su cara ni poder distinguir su voz, pero sabía que era el mismo soldado que venía cada vez a su tienda, tenía el cabello castaño y no era muy alto, eran las únicas características que podía señalar.

En este bucle infinito, parecía ser el único que tenía un rostro. Se había asustado por ello solo la primera vez. Era gracioso eso que lograba hacer el hábito.

—¿Estás seguro? —preguntó, aunque sabía que no obtendría respuesta, así como cada vez que se salía del guion del último día de su vida.

El soldado repitió — Informando al general, la anomalía del campo magnético ha vuelto a presentarse, la matriz está sufriendo cambios abruptos de frecuencia. Solicitando al general que delegue ordenes.

Seokjin suspiró. ¿No habían pasado solo un par de horas? Aún era de mañana en este espacio temporal, ¿Cómo era que la anomalía se había presentado ya? ¿No era él el único que no seguía el libreto?

Rodeó el escritorio endeble y camino junto al soldado sin cara, con una extraña premonición en su pecho. ¿Qué era eso? ¿Acaso este bucle estaba llegando a su fin? No podía ser el caso, incluso si pasaba un millón de veces, seguiría estando en estado de negación, no podía solo...morir así ¿Verdad? Aún no había descubierto cómo salir de allí.

—Llévame allí.

El soldado se inclinó y presentó sus respetos —Por aquí, general, el Capitán ya ha sido informado y se dirige hacia aquí con un equipo de refuerzo.

Ese había sido un detalle al que antes Seokjin no le había prestado atención. Con calma, preguntó —¿Cómo es que le han informado a mi padre? ¿Las comunicaciones no estaban obstruidas?

No recibió respuesta, como las últimas quince veces desde que se había dado cuenta.

Jin rodó los ojos, haciendo conversación consigo mismo en lo que salían del campamento protegido.

—¿Saben? Me he estado preguntando, ¿De verdad las comunicaciones estaban obstruidas en la frontera esa semana o solo obstruyeron mis comunicadores? He de decir...muy osado de su parte, yo...tenía un mensaje que había querido enviar, sin embargo, este general es agradecido por las pequeñas cosas, quizá...ese mensaje solo habría sido un tormento.

Silencio.

—Podría haberle mentido, ¿Bien? Le habría dicho que el mensaje era para mi prometida, se lo habría creído, para ser un genio es un poco tonto, pero...¿Quién le habría contado esa mentira?

Su voz hacía eco en el campo de protección y sus pasos dobles. Esta persona que caminaba a su lado solo le decía un total de tres frases cada vez, lo cual solía ser espeluznante teniendo en cuenta que no tenía boca...ni ojos, pero en momentos como ese, en el que sentía que su cordura se desvanecía por las costuras de su cuerpo, había resultado ser un gran escucha, incluso si era solo porque no podía responder.

Seokjin agradecía las pequeñas cosas.

—¿Cómo crees...que estén ahora? Yunji es —respiró con calma —muy fuerte, debí haber comprado nuestros anillos antes, al menos le quedaría el recuerdo —hizo una pausa. Estaban a punto de salir del campo de protección del campamento, desde donde estaban, inmediatamente después de abrir una entrada, podrían ver el caos de la matriz a lo lejos. Seokjin calculaba que le quedaba media hora más de vida esta ocasión —Yoongi, por otro lado —continuó —Lo conozco bien, pero aún así no puedo predecir cómo se lo tomará. Sinceramente solo espero que no haga ninguna estupidez.

Quizá solo bloqueará mi recuerdo. Eso también estaría bien.

Tomó aliento valientemente y se preparó, colocando su tarjeta en el sensor a su lado para salir al caos.

Hace muchos meses, Seokjin había hecho un gran descubrimiento, del tipo de descubrimiento que traería consigo enormes consecuencias.

En silencio, tomó una decisión estúpida...del tipo de decisión que sabía que se arrepentiría.

Sin embargo, incluso si ha vivido esta misma situación tantas veces, aún no sabía si fue esa decisión la que lo había matado o...si había sido quien lo empujó por la espalda. Seokjin nunca podía recordar esa media hora que pasaba antes de su muerte, como si simplemente hubiesen arrancado el recuerdo de él.

Cuestionarse ya no valía la pena.

El campo se abrió, sin embargo, la escena delante de sus ojos no era la que había experimentado tantas veces que ya le era imposible contar.

Durante todos los años de su vida...Seokjin hizo todas las cosas que hizo por el bien de otras personas. Su padre siempre le dijo que era un héroe y tendría que hacer lo que los héroes hacían.

Sacrificarse.

Sacrificarse.

Sacrificarse.

Seokjin siempre se había sacrificado y nunca lo sintió como una carga hasta que se enamoró de Min Yoongi y de repente quiso ser egoísta, pero ya era demasiado tarde.

El concepto de llegar demasiado tarde había sido una de las pocas cosas que aprendió mientras crecía.

Era tarde porque Seokjin era un sacrificio, una herramienta para el bien común. Era la imagen que había creado su padre como un sucesor, su padre, que también se sacrificó y se sacrificó y se sacrificó por un millón de personas que ni siquiera sabían su nombre y que también lo miraban como si hubiese dejado de ser una persona.

Seokjin odiaba sacrificarse por las personas porque lo miraban como si no fuera una persona y cuando miró a su padre porque se sentía perdido, él le sonrió y le dijo que todo estaba bien, que lo estaba haciendo bien, pero tampoco miró a Seokjin como si fuese una persona.

Entonces Seokjin había dejado de sentirse como un ser humano con sus propios deseos y había abrazado sus responsabilidades que se sentían como montañas de peso sobre sus hombros y entonces ganó...ganó...

Estaba seguro de que había ganado algo, pero solo aún no podía saber qué era.

Seokjin miró la frontera y cerró los ojos. Le habló al soldado a su lado que no podía responderle y que no respondería jamás, con una voz tan firme, pero tan desolada, que las millones de flores artificiales que decoraban los caminos de la frontera podrían marchitarse al escucharla.

—Sigo siendo una persona.

Pero no muchos lo miraban como tal.

Recordó una misión, cuando tenía diecinueve años y Yoongi veinte. Era día de lluvia para los cultivos y ambos se apretujaron en la misma tienda abierta mientras miraban las gotas de agua caer y caer.

—Seokjin-ah, deberías dormir —había dicho Yoongi haciendo una mala imitación de la voz de su padre—El mundo no se acabará si decides cerrar los ojos unos minutos.

Pero Seokjin no se durmió, para el caso siguió haciendo bromas estúpidas e incomodas sobre todas las preocupaciones que seguían nadando en el lugar donde había intentado ahogarlas y para cuando se dio cuenta de que Yoongi tenía razón, era bastante tarde como para que tuviera sentido hacerle caso.

Era tan tarde, porque al final, el mundo de Seokjin si se había acabado cuando había intentado cerrar los ojos.

Abrió los ojos y la grieta frente a él parecía haberse extendido varios kilómetros en el cielo oscurecido.

Lo que antes era una nada vacía de gases y desolación, ahora brillaba con tal intensidad que podía fácilmente cegar sus ojos. Era la primera vez que veía algo como eso en esta excusa de limbo. La grieta se hizo más y más y más grande y, en medio de ella, parecía que una luz resplandeciente se derramaba a chorros. Era difícil de ver directamente.

Jinchi ¿Puedes escucharme?

Había voces, Seokjin podía escuchar voces que venían de todas partes y una de ellas se destacó entre todas las demás.

Y era la voz de Yoongi, definitivamente era la voz de Yoongi.

Sé que no puedes escucharme, pero no te preocupes, te repetiré cada palabra cuando despiertes.

Estoy cuidándote bien, la cámara de desinfección automática hace su trabajo todos los días, así que sigues viéndote muy guapo. ¿Quizá estás más delgado? No importa, Yunji tiene un montón de esas barras de suplemento, subirás rápidamente de peso.

Me iré pronto. Hoy, si es posible. Pero no te preocupes, no me iré lejos, seguiré estando a tu lado, a través de esa cortina blanca. Ahí estaré, solo será mi alma la que se irá lejos.

Se irá a buscarte. Así que espérame, ¿De acuerdo? Quizá estoy un poco ebrio, coraje liquido le llaman. Así que no le cuentes a Yunji que entré a tu unidad.

Por alguna razón no me deja verte. Piensa que no podré soportarlo, es un poco exagerada, te estoy viendo ahora y estoy...bien.

¿Qué más debería decirte hoy, jaja? Ah...el almirante Park ha estado insinuando que va a robarte a tu prometida, así que deberías despertar pronto porque entonces...bueno, no importa.

No importa.

Podemos esperar todo el tiempo que sea necesario.

La grieta pareció extenderse en un brillante resplandor azul y eran voces y eran colores y eran imágenes que parecían recuerdos que Seokjin no debería haber tenido.

Pensó que soñaba, y el sueño era un lugar llamado Tierra, y había dos personas a las que quería con su vida. Sus dedos estaban manchados de pintura y carboncillo y extrañaba a una persona que siempre llevaba una bufanda roja y se ahogaba con su propia respiración.

Imagen tras imagen se extendía por el cielo infinito y ante sus ojos las luces de memorias perdidas destellaron mientras parecía que la tierra bajo sus pies se estiraba un kilometro más. Como si la grieta no fuese un rompimiento sino una extensión.

Está bien, pequeño ancestro, había dicho la voz de la persona de bufanda roja, nos veremos de nuevo pronto, así que solo espera un poco más.

Y Seokjin no estaba seguro de entender lo que sucedía, ni sabía si reconocía a la persona de la bufanda roja o si era la voz de Yoongi o solo un fragmento distorsionado de su imaginación, pero, contra todo buen juicio, cuando Seokjin le escuchó no pudo evitar creerle.

Le creyó, con la convicción con la que se piden deseos a las velas de cumpleaños.

Y cuando volvió a morir, y se despertó con la mancha en el techo, y el dosel en vuelo y su escritorio lleno de herramientas y las luces artificiales a un tercio y tres cuartos de la alfombra y el siete traslucido, Seokjin repitió las palabras en su corazón como un mantra para aferrarse a su cordura.

Solo espera un poco más.

Y Seokjin esperó y esperó y esperó, todo el tiempo, mientras moría una y otra vez.


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N/A: Oficialmente cerramos el Arco I.

Nada tiene sentido, lo sé, lo sé. Adivinen qué, la cosa solo puede empeorar de ahora en adelante. Estaremos muy perdidos por mucho tiempo. 

NoPidoPerdón.

Espero que tengan días maravillosos. 

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