Capítulo 15º: Arco II Parte VI
Arco II Parte VI
Podría reconocerlo solo por su roce, por su olor; y si me quedara ciego, lo reconocería por la manera en la que respira o en la que sus pies pisan la tierra. Lo reconocería incluso en la muerte, hasta los confines del mundo.
—Madeline Miller; La canción de Aquiles.
—Yo nunca te olvidé.
Dijo aquello como si no significara el arrepentimiento más grande de la vida de Yoongi.
Mezcló un tremendo alivio con la dolorosa decepción y el miedo residual de sus peores pesadillas, marinándose en su pecho como si hicieran nido allí. Yoongi quizá sintió sus rodillas débiles, sus ojos ardiendo y su respiración obstruida.
Quizá sintió como si la gravedad de un exoplaneta cambiara el curso de la órbita de la propia tierra o como si una estrella hiciera implosión dentro de su pecho.
Y luego nada. Como las explosiones a millones de años luz de distancia.
Alzó la mirada hacia los ojos cansados de Seokjin y las olas turbulentas de su corazón de repente se convirtieron en un lago tranquilo de agua estancada que podría comenzar a apestar en cualquier momento.
Nunca olvidé. Nunca olvidé. Es bueno, yo no olvidé tampoco.
Como fuera, Seokjin no había terminado de hablar —Yo nunca te olvidé —repitió, con el mismo tono mesurado y vacilante —No del todo, por lo menos. Todo lo demás, sin embargo, se ha ido.
Yoongi lo miró, genuinamente confundido, sin saber a qué responder primero y con la terrible convicción de que no obtendría ninguna respuesta satisfactoria de cualquier manera.
—¿Qué es todo lo demás?
—Joven maestro —interrumpió el abogado que seguía en la habitación como un florero de fondo, pareciendo recuperar su alma en ese instante —como tu abogado te sugiero prudencia, como tu amigo te digo cierra la boca.
Jungkook, querido y amable Jungkook, en realidad tampoco había dormido mucho las últimas horas. Entre cuidar de dos niños pequeños y posiblemente traumatizados, lidiar con la policía y su amigo suicida casi muerto, estaba al borde de un colapso mental. Lo que, en líneas generales, era un miércoles normal para él.
Ahora Seokjin, que no sabía valorar su propia vida, después de siglos de silencio, había decidido correr su boca sin ritmo ni razón.
Porque quizá ese era el despertar de tener más de una experiencia cercana a la muerte.
Jungkook tomó aliento profundo y murmuró entre dientes para los dos hombres en la habitación: —El señor criminalista de la unidad de crímenes mayores que se encuentra actualmente investigando el caso del cual eres sospechoso debería irse a casa a descansar.
Seokjin, todavía un poco anestesiado, miró a Jungkook con un parpadeo, pareciendo recobrar la resolución que había estado buscando al captar la mirada firme del abogado.
Por supuesto. Yoongi era policía después de todo.
Siendo su casa una escena del crimen actual, la unidad había tenido la excusa perfecta para realizar un allanamiento. Como sea, no era como si Seokjin tuviese muchas cosas que quisiera ocultar allí, y realmente no había nada incriminatorio en una foto y un mango de cuchillo roto de diez años, pero no podía olvidar el hecho de que antes de cualquier otra cosa, Min Yoongi era un oficial de la ley.
Un oficial de la ley que durante años fue su única compañía, la persona en la que más había confiado y a la que había querido proteger a como diera lugar, aún a costa de su propia cordura, incluso si probablemente el peligro del cual lo estaba protegiendo era el propio Seokjin.
Miró la bolsa de evidencia, donde estaba el mango del cuchillo roto y tomó aire, sopesando rápidamente las opciones que se le presentaban, sin saber qué era lo correcto de hacer después de todo.
—Abogado Jeon, ¿Puedes dejarnos solos unos minutos?
Jungkook levantó los brazos, exasperado, porque si no era un puente o un café envenenado, Seokjin igual buscaría alguna manera de poner su vida en peligro. Porque ese era él, un maniaco-depresivo con tendencias suicidas que no escuchaba razones de nadie.
—No será mucho tiempo.
—Ya me voy, ya me voy.
No era como si el abogado pudiese obligarlo a hacer o no hacer algo, así que encogiéndose de hombros, al final, dejó la habitación luego de despedirse con formalidad, llevándose consigo uno de los desechables y una última mirada a los otros dos en la habitación.
Bueno. Tarde o temprano, algo así iba a suceder.
Para el momento en el que el sonido de la puerta indicó que el abogado los había dejado solos, Min Yoongi aún estaba de pie en el mismo lugar y siguió allí durante todo el tiempo en el que ninguno de los dos habló. Quizá fueron minutos después, Seokjin no estaba seguro, pero había pasado algo de tiempo cuando señaló la silla junto a su cama, haciendo un gesto para indicarle al criminalista que debía sentarse.
—Al menos de dinero no es nuestra deuda, Min Yoongi-ssi debería sentarse.
Si Seokjin pudiese rebuscar en sus recuerdos de los últimos cinco años como un archivador en su biblioteca personal, no tendría mucho que mirar en primer lugar; no recordaba su carrera, la casa en la que había vivido, algunos de sus logros o casi ninguno, de hecho, mucho menos sus investigaciones, la mayoría de las personas que conoció en esa época son manchas de borrador en una hoja que ha estado vacía desde un comienzo. Sin embargo, la figura de una persona siempre estaba presente, más claramente que cualquier otra.
Había una persona que lo acompañaba a todas partes en esos lugares que eran sombras oscuras y aleatorias en su cabeza, una persona a la cual le gustaba enseñarle cosas y su voz era inconfundible en los sueños más tristes y desoladores de Seokjin, guiándolo fuera de las pesadillas como si le llevara de la mano.
Esta persona siempre estaría en los enormes agujeros casi vacíos de su memora, sería la única imagen constante que aparecería además de aquellos recuerdos distorsionados de su accidente y los momentos anteriores a este.
No obstante, no sería sino hasta algunos meses atrás de la fecha actual cuando encontrara la foto y los papeles que por fin podría ponerle un rostro y un nombre a esta persona.
Se volvió casi una obsesión hasta el punto en el que se dio cuenta de que era imposible continuar por el camino que había seleccionado inconscientemente. Había muchos peligros dormidos y ocultos ahí que instintivamente sabía que no sería sensato despertar. Así, Seokjin se había convencido a sí mismo de que Min Yoongi sería para siempre el deseo oculto de su corazón y sin su consentimiento había pasado a ser el objetivo de todo tipo de excusas que Seokjin se repetía a sí mismo cada día para seguir ocultándose en su cascaron seguro.
Casi como una fantasía, Min Yoongi no era una persona real en sus recuerdos.
Yoongi era casi una figura mitológica alimentada por la catarsis de su mente, cualquier cosa que saliera de ella, para Seokjin, era más aterradora que la misma perspectiva de ser probablemente un asesino. Así que se había dedicado a convencerse todo este tiempo de que la figura de confort en su corazón no era más que una imagen que había evocado producto del trauma.
Todas las instancias que siguieron después, sus dos cortos encuentros de menos de 48 horas, Seokjin los había diseccionado y apartado de su registro consciente, como si el Min Yoongi de su fantasía de recuerdos fragmentados y el Min Yoongi que lo había recibido con mirada complicada en la estación o en la guardería fuesen dos seres completamente diferentes.
Ninguno de los dos sería real para Seokjin una vez que sus medicamentos hicieran efecto.
Pero Yoongi ahora estaba frente a él, como si no fuese suficiente el shock de una experiencia cercana a la muerte para que Seokjin despertara de todas sus pesadillas, que se habían apilado unas sobre otras, simultáneamente.
En realidad, Seokjin había querido fingir demencia por costumbre, como lo había hecho en la comisaria y como lo había hecho en la guardería de Wonwu, pero todo hombre tenía un límite y para Seokjin no había sido ser casi apuñalado —para sorpresa de nadie—, había sido la expresión de Yoongi al preguntarle desde cuándo podía recordarlo.
Oh, cariño, ¿Quién podría completamente olvidarte?
Verás, incluso si lo veía venir, Seokjin tampoco esperaba que fuese más impactante para él la expresión desencajada de alguien a quien se le ha roto el corazón e intenta desesperadamente que lo ayuden a armarlo nuevamente que el dolor que la anestesia no podía encubrir en el costado abierto de su cuerpo.
Una herida viva no había podido eclipsar el horror de aquella que había estado cicatrizando por mucho tiempo.
Yoongi había lanzado la pregunta, en realidad no como una recriminación, sino como buscando una respuesta que reconfortara su cuerpo exhausto. Seokjin no sabía si podía dársela.
¿Qué podría decirle? Sabía que Yoongi había hecho su parte por olvidarlo también; él sabía que había tratado de hacerlo y le había estado yendo bien en ello, era solo que este día simplemente estaba agotado.
Y es que Yoongi lo amaba. Seokjin siempre supo ese pequeño trozo de verdad. Y había cansado su cuerpo con la intensidad de su esfuerzo para no hacerlo.
A estas alturas, Seokjin no podía decir que desconociera los sentimientos de Yoongi; el hombre era tan honesto que incluso si no quisiera, sus emociones se derramarían por sus ojos, por los poros de su piel, por su boca si no tuviera cuidado.
Yoongi también era un buen mentiroso y Seokjin había seguido la corriente el tiempo suficiente.
En sus recuerdos, los menos distorsionados al menos, Seokjin sabía que había sido esta persona la que había retornado el preciado estilógrafo de su padre. Esta persona había sido quien había contestado todas las llamadas de Seokjin a medianoche o a cualquier hora del día. Esta persona lo había acompañado al memorial de sus padres cada año durante cinco años y siempre sacaría el tiempo para cenar con Seokjin cuando este estaba en sus momentos más vulnerables.
Aún sabiendo todo, Seokjin siguió la corriente de mentiras, específicamente estructuradas para mantenerlo en la oscuridad de los sentimientos del otro. Seokjin había estado bien con eso, siempre estuvo bien con eso. Tener la atención de Yoongi era suficiente, porque de lo contrario no sabría qué hacer, y aún con todo, Seokjin estaba seguro de que tampoco sabría qué hacer con la intensidad de la devoción de Min Yoongi.
Y, de nuevo, Seokjin luego se había acostumbrado a ver a Yoongi como una fantasía que no saldría de su cabeza, así que cuando se encontraron por primera vez en la estación, Seokjin no había sentido mucho, un profundo desapego quizá, pero no fue hasta que escuchó el nombre del hombre en su propia voz que algo se despertó en lo más profundo de su memoria.
Le había preguntado si se conocían y si Yoongi decía que sí, Seokjin no sabría que habría hecho. Pero el hombre había dicho que no, salvándolo del problema, y Seokjin se había dicho de nuevo que todo estaba muerto y enterrado y que el Yoongi de su memoria, jamás había existido para comenzar.
No obstante, en ese momento, cuando ambos estaban agotados y después de una experiencia traumática como lo era casi morir o casi ver morir a la persona que atesorabas con cuidado en tu corazón, no era como si alguno de los dos tuviese la mente para guardar alguna pretensión.
Seokjin no podía, físicamente, hacerse el tonto por más tiempo.
No podía decir qué sentía hacia el hombre que tenía en frente —lo había perdido todo y consigo la habilidad de conocerse a sí mismo, por lo tanto, no podía hablar en grande cuando era tan poco confiable—, pero estuvo seguro cuando vio la expresión de Yoongi de que no podía mentirle a esta persona teniéndola tan cerca y viéndose tan vulnerable, como si cualquier cosa que saliera por la boca de Seokjin la creería ciegamente.
Esta persona, después de todo, era su persona, y la profunda herida que era difícil de sanar no sería la que Seokjin ahora portaba en el costado de su cuerpo, sino la del corazón roto que le hacía preguntas. La herida abierta que Yoongi le estaba mostrando en ese momento y que Seokjin había causado inadvertidamente cuando había intentado protegerlo.
Yoongi se sentó en la silla de plástico y su vista era un poco aterradora. Su ropa llena de sangre, su cabello despeinado, su rostro desencajado, su tez pálida. Aferraba las bolsas de evidencia como si no se diera cuenta y miraba directamente a Seokjin como si temiera que desaparecería en cualquier momento.
Seokjin lo haría, si pudiera. Cambiaría su nombre y trabajaría como Drag Queen en un bar de mala muerte de una ciudad cualquiera.
Se olvidaría para siempre de esta persona y entonces dejaría de tener miedo.
Porque eso era a lo que todo se reducía: Seokjin tenía miedo.
Incluso con ese miedo, sostuvo la mirada inyectada en sangre de un Min Yoongi que no había dormido o que había estado llorando —Seokjin no sabría decir—, y pensó que incluso si este sujeto parecía sacado de una película de terror, la imagen apretujaba su corazón y no podía evitar que las puntas de sus dedos picaran con la necesidad de atraerlo a su abrazo y consolarlo.
Seokjin no había abrazado a nadie en mucho, mucho tiempo, y creía que probablemente no sabría cómo hacerlo tampoco, así que sus dedos se enroscaron sobre sí mismos en su regazo y tomó varias respiraciones profundas antes de mirar al criminalista.
Yoongi fue el primero en romper el incómodo silencio: —Tendrás que cambiar la alfombra —fue lo que dijo, como alguien que habla de lo molesto que es el tráfico —parecía…una alfombra costosa.
El pensamiento de Yoongi sin saber qué decir hizo que Seokjin sonriera inevitablemente, lo que quizá fue la cosa incorrecta de hacer, porque la mirada de Yoongi se atenuó visiblemente para luego retirarla. Cuando parecía que no había querido ni siquiera parpadear para no perder de vista a Seokjin, de repente sus ojos no sabían qué cosa mirar que no fuese la persona que tenía en frente.
Seokjin carraspeó avergonzado —No importa. La alfombra no importa.
—Me importa. No puedo dejar de pensar en tu maldita alfombra —todo el cuerpo de Yoongi temblaba tan imperceptiblemente que Seokjin se sorprendía a sí mismo de haberse dado cuenta —había mucha sangre en tu maldita alfombra.
Seokjin tenía malos hábitos.
Se mordía los labios y las uñas y a veces tocaba su cabello y si sentía alguna hebra más gruesa que las otras la arrancaba de raíz sin mirar. Lo hacía cuando disociaba y a veces para evitar decir cosas embarazosas.
Como en ese momento.
—Es porque tomo anticoagulantes.
Yoongi, que había estado rehuyendo su mirada, lo vio con ojos muertos, para luego resoplar y murmurar por lo bajo —Por supuesto que tenías que tomar malditos anticoagulantes también.
Min Yoongi era un criminalista y oficial de policía con cierta cantidad de años de experiencia. Él había visto sangre más veces de las que podía contar, escenas más escalofriantes y más grotescas de las que le gustaría recordar.
Solo que ninguna de esas personas era la persona que amaba, la que había estado desangrándose rápidamente en sus brazos, manchando más y más la alfombra bajo sus pies.
No olvidaría esa jodida alfombra en lo que le quedaba de vida.
Se quedaron en silencio otros minutos en los que Yoongi se puso de pie y tomó los desechables de comida de Seokjin. Con la mirada baja los dejó junto a la mesa de soporte que giró hacia el regazo del periodista y abrió los compartimentos con silencioso cuidado.
Seokjin no sabía si reír o llorar. ¿Qué estaban haciendo? ¿Qué querían decirse después de tanto tiempo sin poder hablar? ¿Siquiera las cosas serían alguna vez como lo eran antes?
Tomó los cubiertos que el otro había dejado junto al plato de plástico y lo miró directamente —Min Yoongi.
—Kim Seokjin.
—No tienes que hacer esto.
—¿Hacer qué?
—Intentar actuar como si todo este año no hubiese pasado. Ambos sabemos que hay cosas que no podemos cambiar, y cosas que ciertamente no deberíamos.
—¿Por qué no? —preguntó, con un aire de obstinación que raramente le había visto a alguien, ciertamente nunca lo había usado con él.
¿Por qué no deberíamos? ¿Y ahora lo preguntaba él? ¿De todas las personas?
Seokjin sonrió muy a su pesar y respondió con cuidado, de la misma manera en la que le explicaba los números a Wonwu—Eres un criminalista. Y yo soy un sospechoso. ¿Qué te hizo olvidar este pequeño detalle?
Ni siquiera había terminado de pronunciar la última palabra cuando escuchó un clank en la pequeña mesa junto a su camilla.
Yoongi había sacado de su billetera su placa y su carné oficial, y había desabrochado de su cintura el arnés que no tenía arma y que siempre llevaba consigo. Los colocó en la mesa, tirándolos como si no significaran nada, como si no fueran su sangre, sudor y lágrimas de la última década, como si no valieran más que las insignificantes partículas y átomos que componían su materia.
Seokjin, sin palabras, regresó su mirada a Yoongi sorprendido, solo para descubrir los ojos cansados y enrojecidos que, por primera vez, derramaban una simple y solitaria lágrima. Era una sola, casi invisible en la palidez de su rostro, que desapareció al caer por su mandíbula sin dejar siquiera un rastro perceptible.
Yoongi soltó sus pertenencias y todo lo que lo identificaba como servidor de la ley, mirando a Seokjin en el proceso.
—Ahora solo somos Yoongi y Seokjin —susurró, con voz pequeña y quebradiza, como si fuese un niño al que habían estado acosando durante demasiado tiempo y de repente se había armado de valor para ponerse de pie. Y esperaba, como ese niño, que alguien viniera en su ayuda.
Las manos de Seokjin temblaron y pensó con un profundo, profundo resentimiento ¿Cómo es que hemos llegado a esto?, cerró los ojos mientras escuchaba a Yoongi, tercamente, sorber por la nariz.
—Min Yoongi…
—Kim Seokjin —Yoongi siempre respondía a su nombre como si fuese una plegaria.
Dejó igualmente las bolsas de evidencia en la mesa donde tiró su placa y miró al periodista a los ojos, viéndose más joven de lo que era, y todavía luciendo como un personaje sacado directamente de una pesadilla.
—Seis años atrás, quizá, todo esto tendría sentido —comenzó Yoongi lentamente, como si intentara recordar un discurso que había practicado en su cabeza muchas veces y que aún no pudiera creer que podría recitar en voz alta —Tendría sentido que pensáramos en una situación peligrosa y en quienes éramos y por qué tomábamos ciertas decisiones. Tendría sentido fingir que no nos conocíamos porque teníamos reputaciones y trabajos y cualquier otra excusa que se te pueda ocurrir. Seis años atrás lo habría aceptado, maldita sea dos años, un año atrás todavía lo habría aceptado. Pero ahora, Seokjin, ahora ¿Crees que puedo aceptarlo? ¿Crees que puedo aceptarlo cuando casi te pierdo otra vez?
¿Cuando casi mueres en mis brazos? ¿Cuando pasé todo un año intentando obligarme a olvidarte en vano? ¿Cuando eres lo único que quiero? ¿Crees que puedo aceptarlo?
—No sé que quieres de mí.
—¡No quiero nada de ti! —levantándose, Yoongi paseó por el pequeño trayecto entre la silla y la puerta, llevándose las manos a la cabeza, respirando tan rápido que Seokjin temía que pudiera causarse un desmayo en cualquier momento —No quiero nada de ti, Seokjin, nada que no hayamos tenido antes. Pero antes ya no existe, solo queda el ahora, cuando creo que me odias porque sé que intentabas protegernos a ambos y mentí y dije que creía en ti cuando sabías que no lo hacía porque creía que estabas enloqueciendo y dije que no iría contigo a ese viaje cuando claramente sí quería y entonces tuviste ese accidente ¡Y no pude hacer nada!
—Yoongi-
—Sé que aun intentas eso, sé que hay alguien detrás de todo o quizá más de una persona, maldita sea, la ciudad entera podría estar involucrada si eso quieres pensar ¡Sé todo eso! Seokjin, lo sé, pero —Yoongi se detuvo. Jamás había hablado tanto y tan rápido y sentía que su cabeza se quedaba sin oxígeno —pero estás aquí.
Y esa era la respuesta a todo.
—Estás aquí. Y solo los cielos saben cómo, pero estás aquí y casi te pierdo. Seokjin, casi te pierdo otra vez. Y entonces Jimin encontró las cosas en tu apartamento y Namjoon hizo algunos análisis en tu sangre y tenemos un nuevo sospechoso, pero nada de eso me importa. Nada de eso me importa porque estás aquí y todavía recuerdo la maldita alfombra.
La habitación parecía estar contaminada con aire viciado o quizá solo era que Yoongi había agotado su cuota de oxigeno por el año y por eso sentía como que se estaba ahogando. Seokjin ya no lo miraba, había agachado la cabeza en algún punto y parecía que encontraba más interesante la papilla extraña que había comprado el abogado en algún lugar del centro a cualquier otra cosa en el cuarto.
Pasó solo un minuto antes de que Seokjin hablara. Su voz, que había sido tranquila y desapasionada, llevaba un rastro de aquello que Yoongi recordaba como una cualidad única de Seokjin, algo que no sabía nombrar pero que siempre estaba presente cuando hablaban, una emoción que nunca pudo descifrar y que pensó que había olvidado hacía mucho tiempo.
—No lo recuerdo todo —fue lo que dijo —pero lo que puedo recordar, Min Yoongi, es que estás cometiendo una equivocación al querer confiar en mí.
—¡¿Quién carajo dice que confío en ti?! —Al final, Yoongi no pudo resistir y terminó dándose por vencido, regresando a la silla de plástico incómoda y dejándose caer sin huesos sobre ella —Seokjin, Kim Seokjin, puedes confesarme en este momento que has asesinado a una persona cada dos meses desde hace diez años y eso no cambiaría nada.
—¡Min Yoongi!
—¡Kim Seokjin!
—¿Te estás escuchando? ¡No puedes simplemente decir ese tipo de cosas! ¡¿Estás loco?!
—Quizá. Estoy traumatizado. Pero ese no es el punto —Yoongi tomó aire como armándose de valor y de repente su rostro, previamente pálido, enrojeció. Seokjin habría preguntado por la razón de no ser porque las acciones de Yoongi fueron más rápidas; antes de darse cuenta, su mano estaba siendo sostenida por cálidos dedos delgados.
Yoongi no lo miraba, sus ojos eran vacilantes; sin embargo, su agarre era firme.
Parecía que quería decir muchas cosas, dar muchas explicaciones, hacer muchas preguntas, pero al final solo suspiró —Come y descansa. Debes dormir —su voz era una de mando, de alguien acostumbrado a dar ordenes, para luego decir un poco más suave, como un secreto: —Estaré aquí cuando despiertes y entonces hablaremos.
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Una de las cosas que Kim Seokjin odiaba del hospital el olor a desinfectante.
Quizá era debido a todo el tiempo que pasó metido en el ala de rehabilitación física o todas las horas que estuvo de visita en la morgue cuando lo de su familia. El olor se había quedado impregnado como una memoria sensorial de la que difícilmente se desharía alguna vez.
Entonces, el olor fue lo primero que le recordó su predicamento actual cuando volvió a despertar.
Luego fueron las luces tenues de las lámparas y el cálido resplandor naranja que entraba desde la ventana indicándole que ya era pasada la media tarde. Había dormido bastantes horas y no se sorprendió cuando se dio cuenta de que la habitación estaba vacía.
Tomó una larga respiración, lo que envió pinchazos de dolor por todo su abdomen, suponiendo que la anestesia había pasado su efecto en ese momento y la bien conocida ansiedad que recorría su cuerpo le recordaba que era hora de tomar su medicación.
Le picaban las manos y sentía comezón en el pecho, desde adentro, le temblaban los músculos y no pudo evitar el torrente de pensamientos cada vez más catastrofistas que arrasaban lentamente con cada pensamiento racional. Miraba hacia la ventana y luego la aguja del suero y necesitaba desesperadamente un baño y no estar solo.
Quería estar solo, pero no quería sentirse solo.
Comenzaba a desesperarse cuando la puerta de la habitación se abrió con fuerza.
—Necesito mis medicamentos —fue la orden que escuchó el abogado Jeon Jungkook cuando entró a revisar a su cliente. Había dos oficiales de policía a sus espaldas con expresiones severas que habían sido dispuestos por la unidad de crímenes mayores para proteger a Seokjin, o para evitar que escapara, cualquiera de las dos explicaciones servía —Los necesito ahora.
La voz de Seokjin era grave, dictatorial, pero temblorosa. La expresión de Jungkook se agrió cuando escuchó qué era lo que demandaba y solo pudo suspirar —Por el momento, no puedes tomarlos.
Pasándose los dedos por el cabello, Seokjin gruñó —¿Tienen…algún efecto secundario con la anestesia? No importa, sabemos que no muero fácil, necesito mis medicamentos.
—¿Quieres escapar de la realidad?
—Quiero tener mi respiración estable, eso es lo que quiero.
Jungkook suspiró. Suspiraba mucho en el último tiempo y todo era culpa de Seokjin, tres cuartas partes al menos, la otra parte la podía dividir entre su hijo y su trabajo fuera de Seokjin. Tuvo que físicamente detener al hombre en sus movimientos cada vez más bruscos para evitar que se arrancara la intravenosa que terminó por hacerlo sangrar un poco al final, de todas maneras.
—Uh-oh
—Así es, Uh-oh. Está bien, está bien, tienes que escucharme. No puedes consumir esos medicamentos nuevamente ¿Me estás entendiendo? No puedes.
—¡¿Por qué no?! Jungkook-ah, tu pequeño hermano está teniendo pensamientos desfavorables. Soy un adicto también, puedes poner la excusa que quieras.
Jungkook oprimió el botón del control de su cama, el que podía llamar a la enfermera encargada de Seokjin, para que cambiara la aguja. Mientras lo hacía, terminó por sentarse a la orilla del delgado colchón, tomando al hombre por los hombros que se veían cada vez más frágiles. Cuando se aseguró de que Seokjin lo estaba mirando, negó lentamente con la cabeza y apretó de forma gentil el músculo en sus manos, intentando imprimir en su mirada toda la amabilidad y la tranquilidad que pudiera.
—Min Yoongi-ssi viene en camino ¿De acuerdo? No sé si es lo que quieres escuchar —Jungkook miró hacia la puerta y luego, cuando confirmó que estaba cerrada, bajó imposiblemente más su voz —Cuando registraron tu casa encontraron los medicamentos psiquiátricos también. El laboratorio hizo un análisis en tu sangre y hallaron toxinas…que no deberían estar ahí. ¿Comprendes lo que te quiero decir?
A través de la neblina de su mente, Seokjin todavía era capaz de registrar pensamientos y cuando este lo hizo algunas cosas comenzaron a parecer que tenían sentido y otras habían comenzado a perderlo.
—¿Recuerdas lo que me dijiste cuando salimos de la estación ayer por la mañana y te dejé en el café? —preguntó el abogado en un susurro que era apenas audible entre las respiraciones agitadas de Seokjin.
Habían estado aparcados fuera de la cafetería durante algunos minutos y Jungkook, más en su papel de abogado que de amigo, le había pedido a su cliente que le dijera todo lo que sabía y todo lo que había hecho los últimos días en el tiempo en que Jungkook no había estado presente.
Jungkook nunca, ni por un momento, había sospechado de Seokjin, conocía al hombre mejor que nadie, y si bien era un personaje un poco oscuro y siniestro en ocasiones, no era un asesino.
Sin embargo, Seokjin había respondido —Creo que maté a una persona. Mas de una persona, de hecho.
Seokjin era paranoico, no por naturaleza, había sido a raíz del accidente, o quizá antes de ello. Cuando comenzó a investigar los casos de su madre de repente perdió mucho peso y sueño, así que sus dosis de medicación habían aumentado, con ello, sus momentos de disociación también.
Un día había despertado y había encontrado sangre que no era suya en sus manos.
Otro día un paquete de jeringas sin usar en una bolsa debajo de su cama y una botella de alcohol a la mitad.
Otro día encontró su habitación revuelta y una billetera con efectivo que no sabía de donde había salido.
Y un montón de agujeros en su memoria.
Seokjin siempre había querido ser inocente, pero no sabía si lo era.
Jungkook ahora lo miraba. Sus ojos limpios de impureza y grandes y oscuros que a veces miraban el mundo como por primera vez, siempre lo habían hecho parecer una persona en la que Seokjin podría confiar. Ese día le había dicho que, de resultar culpable, por favor lo dejara saltar del puente. No tenía que mirar, solo quería que le indicaran el camino.
Seokjin se había quedado rígido en sus manos y pensó, bueno, mierda, así que las cosas son de esta manera.
Pero Jungkook no había terminado de hablar. Negó con la cabeza a lo que él creía serían los pensamientos de Seokjin y volvió a susurrar —¿No lo entiendes? Seokjin todos los momentos de paranoia, la disociación, la falta de memoria, todo ha sido provocado por los medicamentos. ¡Te estaban envenenando para enloquecerte! ¿No creímos siempre que, durante todos estos años, siempre había parecido que alguien quería hacerte ver como el culpable? ¿No parece que querían hacerte creer a ti también que tú lo eras?
Seokjin miró al abogado y parpadeó lentamente, su cuerpo comenzando a temblar nuevamente y una expresión perdida en su rostro —Puede que lo haya hecho, de todas maneras.
Jungkook volvió a negar con la cabeza como si fuera el único movimiento que conocía, apretando su agarre en los hombros de Seokjin como si quisiera zarandearlo —Sé que eres inocente, Kim Seokjin, siempre supimos que alguien estaba jugando contigo y ahora tenemos un sospechoso. Los medicamentos que te fueron entregados pueden generar alucinaciones auditivas y visuales una vez que entran al organismo y, combinados, provocan amnesia temporal que puede agravarse a largo plazo. Además, poseen una preocupante cualidad adictiva y son usados en muchos casos como método de interrogación controlada con el objetivo de que el remitente pierda noción de la realidad. Seokjin ¿Quién te dio esos medicamentos?
Seokjin parpadeó, su mente sin ponerse del todo al día aún—¿Mi…doctor?
—Tu doctor
Esta vez fue Seokjin quien negó con la cabeza —imposible. Me conoce desde hace diez años, él no podría-
—Puede que sí, puede que no. Puede que quien esté detrás de los crímenes también lo esté utilizando. Lo importante aquí es que es un nuevo sospechoso al cual están interrogando en este momento porque, además de los medicamentos, encontraron una relación con un caso anterior. Seokjin ¿Me escuchas?
Como sea, Seokjin ya no estaba escuchando. Sus pensamientos corrían a mil kilómetros por hora y una extraña sensación de incertidumbre se alojó en su pecho. Algo hacía falta, pero no estaba seguro de qué era.
¿Fue siempre su doctor quien le entregaba los medicamentos? No lo recordaba, no recordaba mucho de sus momentos en el ala psiquiátrica. Su doctor era amable y no creía haberlo conocido antes tampoco, ¿Por qué le daría medicamentos así, de todas maneras? Pero, incluso con los medicamentos, Seokjin no podía explicar la sangre en sus manos ni muchas otras cosas.
¿No fue el mismo Seokjin quien había pedido pastillas en primer lugar? Cuando el mundo se había vuelto demasiado real como para manejarlo.
Seokjin todavía podía ser culpable de muchas cosas. ¿Y su doctor? Seokjin confiaba en su doctor.
No supo en qué momento se fue Jungkook, vagamente había estado hablando de algo relacionado a la enfermera que jamás apareció a cambiar la zonda de Seokjin. Captó la vista de uno de los policías en la entrada antes de que la puerta se cerrara nuevamente y recordó pensar en que Jungkook había mencionado que Yoongi aparecería pronto.
Seokjin no estaba seguro de querer que Yoongi apareciera pronto. Era muy complicado.
También, quizá, si viera su rostro nuevamente, la razón de la agitación en su cuerpo sería distinta.
Se quedó dormido nuevamente cuando la ansiedad había terminado por agotar su cuerpo.
En algún punto comenzó a soñar con algunas de sus citas médicas con el psiquiatra. Su apellido era Choi, era un hombre de unos cuarenta y tantos. Apuesto, no de la manera convencional. Era muy inteligente y amable. Seokjin nunca hablaba en sus encuentros, pero el silencio nunca fue demasiado incomodo.
Tenia ojos gentiles. Seokjin creía que confiaba en él.
—Perder a un padre es algo que nunca se puede superar —le había dicho —mucho menos a ambos.
Y Seokjin había sentido que el hombre comprendía eso más de lo que otras personas lo hacían cuando expresaban sus condolencias.
En un punto medio entre sus recuerdos y sus pesadillas, Seokjin sintió que se quedaba sin aire mientras las imágenes que pasaban por su cabeza se hacían más y más borrosas y distorsionadas y ese entumecimiento era parecido a cada vez que se sumergía en su bañera, solo que era consciente parcialmente de que seguía en el hospital.
Sus sueños nunca habían sido demasiado profundos en primer lugar, y la falta de aire comenzaba a sentirse bastante real como para ser confundida con la sensación de hundimiento en agua helada.
Abrió la boca, buscando oxigeno, temiendo encontrarse con bocanadas de agua que llenaran sus pulmones, y sintió como sus ojos se llenaban de lagrimas, su cuerpo se encogía sobre sí mismo como si buscara proteger su núcleo y fue solo en ese momento que Seokjin vio la figura que se inclinaba sobre él como una sombra.
Seokjin, solo entonces, se dio cuenta de que no estaba dormido.
Y la figura era esa mujer, saliendo directamente de sus pesadillas.
Lo miraba con ojos igualmente llenos de lagrimas, pero sus esquinas se arqueaban, como si sonriera debajo de la mascarilla. El eco de una risa todavía se registraba en sus oídos.
Llevaba una cofia, como la mayoría de las enfermeras que habían entrado y salido de su habitación en las últimas veinticuatro horas, era un pequeño cuadrado blanco que descansaba sobre sus cabellos decolorados y cortos, desordenados. Vestía de enfermera y la aguja en su mano —Seokjin supo en ese momento— había salido de la bolsa que se conectaba a su intravenosa solo unos segundos antes.
Seokjin se estaba ahogando y la mujer lloraba y sonreía.
Acercó su mano cubierta por un guante de látex blanco y acarició la frente sudorosa de Seokjin, susurrando algo parecido a una disculpa.
Lo siento, Seokjinnie, jajaja, lo siento.
Y desapareció en la nada, tal y como había aparecido.
Seokjin seguía ahogándose y todo había dejado de ser imágenes pasajeras en su cabeza embotada para convertirse en un escenario real, en el que estaba solo y no podía respirar.
Quizá si la mujer hubiera prestado un poco más de atención se habría dado cuenta de que la intravenosa no había estado bien conectada y el liquido que goteaba se desperdiciaba casi por completo, provocando hipoxia, pero manteniendo a Seokjin en un estado de alerta y consciencia.
La mujer se había ido antes de verlo ahogarse, quizá pensando que sería suficiente, pero Seokjin estaba acostumbrado a aguantar la respiración por mucho tiempo.
Se retorció, como los pequeños animales acuáticos que sacabas de su hogar, hasta que su cuerpo cayendo al suelo provocó un estropicio, llevándose consigo las maquinas y los controles y algunos cables, además de la mesita donde aun reposaba la placa de Yoongi, haciendo que cayera sobre su cabeza.
La aguja se salió de su brazo, la herida de su costado comenzó a sangrar y Seokjin seguía ahogándose.
Su mano apretó la placa de Yoongi que había caído cerca de su mano y Seokjin cerró los ojos empapados de lagrimas fisiológicas.
Escuchó un estruendo de pasos, más de una persona, y gritos.
Y seguía ahogándose, sangrando por algún lugar, con mucho frío.
Yoongi.
—¡Seokjin!
Ah, siempre responde como si dijera una maldición.
Se desmayó poco después.
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Bajo cualquier circunstancia, Seokjin podía afirmar que la hierba mala era imposible de erradicar por completo. Seokjin era una hierba mala, un karma, maldición, sentía lastima por la persona que había estado intentando matarlo desde hacía tantos años.
Aunque, si era sincero, Seokjin no creía que quisieran matarlo, no realmente. Querían hacerlo sufrir, quizá jugar con él como un gato cuando ha atrapado al ratón y decide no comerlo de un bocado. Seokjin nunca supo si los gatos realmente se comían a los ratones o si solo era una creencia popular, pero sabía que habían estado jugando con él, no habían querido matarlo de verdad.
Estaba ahora en una habitación diferente, no había ventanas, pero algo le decía que era bastante avanzada la noche. Habían recogido sus entrañas y las habían metido de vuelta en su cuerpo, lo habían cosido como nuevo y recostado en una nueva cama.
Seguía apretando la placa de Yoongi en la mano derecha y el hombre mismo, sentado a su lado como en un deja vu, apretaba su mano izquierda.
—Quizá solo deberíamos lanzarte al mar y restregarte toda la sal del cuerpo. Eres como un mal augurio andante. Hombre imbécil y desafortunado. No puedo creerlo. Me fui dos horas. Dos horas, de verdad, fueron dos horas, tenía que bañarme.
Seokjin no sabía si el hombre se había dado cuenta de que había recuperado la consciencia, así que lo dejó despotricar por unos minutos más antes de hacérselo saber.
—…un idiota. No sé quién es más idiota.
—…
—Si me dieran una moneda por cada vez que casi mueres. Tendría alrededor de tres o cuatro, lo que no parece mucho, pero la mayoría de personas ni siquiera tendrían una sola. ¿Cómo puedes ser tan desafortunado?
—Quizá toda mi fortuna te la llevaste contigo.
Yoongi, involuntariamente, apretó la mano del hombre que acababa de hablar. Seokjin tenía una sonrisa colgando de sus labios que hizo que el corazón de Yoongi se rompiera un poco. Había algo de autodesprecio en esa sonrisa y un poco de galantería que siempre acompañaba a Seokjin incluso en sus peores momentos.
No podía no quererlo. Y él enserio lo intentó.
Seokjin abrió los ojos e hizo una mueca, quizá porque le dolía el cuerpo, tenía sentido que le doliera, después de todo. Yoongi solo se permitía a sí mismo tomar la mano del otro en silenciosa compañía, no sabía si era un consuelo para el hombre que había tenido el segundo peor día de su vida o para sí mismo, que también había tenido el segundo peor día de su vida.
De verdad, Seokjin era muy desafortunado.
—Tenías muy poca suerte para empezar, de habérmela llevado toda, no habría hecho gran diferencia.
—Muy gracioso.
—Soy hilarante.
—Delirante, querrás decir. Min Yoongi.
—Kim Seokjin —Ahí estaba, una maldición o una plegaria.
Seokjin de repente sintió ganas de llorar, pero estaba demasiado cansado para eso. Todo dolía, su cuerpo y la vida, pero quizá ese sería el estado permanente de las cosas.
Se sentía como el protagonista del peor libro peor escrito de toda la eternidad, infortunio mas infortunio sin sentido acumulado. ¿Toda esta mala suerte aportaba a su crecimiento de personaje? Se preguntaba. Esperaba que sí, no se sentía como una mejor persona, pero definitivamente valoraba un poquito más su existencia.
Quizá los medicamentos después de todo no estaban ayudando en nada.
Lo cual lo llevó a recordar…básicamente todo lo que había sucedido en las últimas horas. La pequeña sonrisa en su rostro se desvaneció.
—No deberías estar aquí. Juntarse con personas con mala fortuna hace que tu expectativa de vida se reduzca.
—¿A quién le importa? Ya probamos estar separados un año y mira cómo terminaron las cosas. Una vez me dispararon incluso ¿Lo sabías? —Seokjin abrió mucho los ojos e intentó enderezarse, pero Yoongi bajó la cabeza y palmeó su mano con cuidado —no me apartes ahora ¿De acuerdo?.
Parpadeando, el periodista sintió que la sonrisa bailaba nuevamente sobre sus labios agrietados —No tengo la mejor memoria, pero no te recordaba tan audaz.
Yoongi se encogió de hombros —Quizá eso aprendes cuando intentan asesinar al amor de tu vida algunas veces.
Seokjin no pudo detener el bufido de risa que se escapó de sus labios, lo que hizo que su cuerpo entero se quejara de dolor —Ouch, ¿Esa es tu idea de una confesión?
Yoongi lo miró como si le hubiese crecido una segunda cabeza y parpadeó de vuelta, genuinamente confundido. La falta de sueño y el estado de animo en su constante limite lo habían hecho un poco lento. Cuando su mente se puso al día con su boca y recordó palabra por palabra lo que acababa de decir, el poco color de su rostro se desvaneció instantáneamente.
—Eso no fue- tú- yo- definitivamente no fue- espera ¿Cómo era que se desencadenaba tu amnesia?
Seokjin volvió a reír. La risa salió fácil, como si hubiese estado riendo toda la vida. Y su corazón picó un poco. Y algunos otros recuerdos de Yoongi salieron a la superficie. Seokjin no estaba seguro de cómo responder. Había perdido la facultad de la reflexión mucho tiempo atrás y no podía ni siquiera reconocerse a sí mismo en el espejo.
Sabía un par de cosas, sin embargo, una de ellas era que Yoongi había sido el tipo de persona que sería capaz de enamorarse de Kim Seokjin. Otra de ellas era que el mismo Seokjin, probablemente, en algún momento de su historia, había querido profundamente a esta persona, solo que no estaba seguro en que momento ese querer se transformaba en el tipo de querer que incluía el deseo y el corazón humano.
Otra cosa que sabía era que Min Yoongi nunca supo eso.
Nunca supo que quizá Seokjin se preocupaba por él casi tanto como él lo hacía por Seokjin.
—El tatuaje de mi pecho —murmuró el periodista con lentitud cuando su risa comenzó a morir y el cuerpo de Yoongi que había comenzado a relajarse con la risa de Seokjin se tensó nuevamente —Lo hiciste tu ¿No es así? Es tu letra. Eso lo recuerdo…ahora, lo recuerdo ahora. Tu letra, quiero decir.
Yoongi lo miró, color subiendo a sus orejas nuevamente —Fue hace años. Y tú lo pediste, no puedes culparme. Querías un recuerdo permanente.
—…lo había olvidado.
—Ironías de la vida.
Seokjin sonrió —Quizá no lo sabes, pero luego me hice otro tatuaje en la espalda.
El criminalista elevó las cejas en cuestionamiento. La verdad, Seokjin tampoco recordaba tener ese tatuaje, no podía verlo él mismo y no era como si alguien lo hubiese visto desnudo el ultimo año y lo hubiese señalado. Los doctores no lo habían hecho, de todas maneras.
—¿Quién lo hizo?
—Es mi letra —dijo Seokjin con tranquilidad y cerró los ojos —Luceat. Brillar.
El significado de tu nombre. Fue lo que no dijo.
Yoongi lo miró por un segundo solo para desviar su mirada nuevamente a su propio regazo. —Eres el peor ser humano en la historia de la humanidad.
Antes de que Seokjin pensara en qué responder, Yoongi había tomado su mano izquierda, la que todavía sostenía, llevándola a sus labios. No fue un beso, fue apenas un roce de piel contra piel disimulado, como si solo estuviese cubriendo su rostro con la mano del otro. Seokjin cerró los ojos, escuchando a Yoongi murmurar contra su piel.
—Te odio —repetía —eres el peor y te odio completamente.
—Has fila.
—Te odio tanto, tanto, que no sé qué hacer.
Seokjin, débil como se sentía, apartó la mano del rostro de Yoongi con cuidado, levantándola solo un poco más para colocarla sobre la cabeza del otro, donde sus cabellos habían sido peinados en algún momento pero que seguían viéndose rebeldes —Sígueme odiando…el resto de tu larga, larga vida. Sígueme odiando.
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Era casi medianoche cuando Yoongi por fin había logrado recoger su mierda y explicarle a Seokjin la naturaleza de su situación actual.
—Fui descartado de la investigación oficial—dijo, como si nada, como si fuese lo último que se le había pasado por la cabeza en ese momento —así que oficialmente no tengo información de la situación.
—Pero extraoficialmente…
—Extraoficialmente: el Dr. Choi está actualmente bajo investigación y encontramos una coincidencia con los casos que investigaba la periodista Kim.
—¿Mamá?
Yoongi asintió, solo ahora recordando que muchas de esas cosas, Seokjin las había olvidado por completo —No tenemos que hablar de eso ahora. Solo tienes que saber que, si bien sigues siendo un sospechoso, también eres un potencial testigo y entraste al programa de protección. Extraoficialmente, esta información es verídica y definitivamente no la escuchaste de mí.
—Eres muy poco profesional.
—Y me importa tu opinión, pero siento que he hecho cosas peores, soy un corrupto, un poco incompetente, acepto sobornos de comida, escoge la razón, cualquiera funciona.
Seokjin sonrió, y cada vez que lo hacía, Yoongi apartaba la mirada en el movimiento más obvio jamás presenciado. Seokjin estaba perdido sobre qué hacer a continuación.
Yoongi continuó hablando, porque de repente no podía callarse —Sabemos que el anterior intento de asesinato fue prácticamente nuestra culpa y la motivación tiene defensa. Sin embargo, el intento reciente es mucho más sospechoso y extraoficialmente estamos investigando el suceso, así como a los agentes que hacían guardia en ese momento.
—No los descarto, pero ellos no fueron directamente —interrumpió Seokjin que, hasta el momento lo había dejado hablar al contenido de su corazón.
Yoongi no se había dado cuenta de cuanto había extrañado a este hombre hasta ese momento —¿A qué te refieres? —preguntó un poco atontado, para luego colocarse completamente serio al entender la insinuación de Seokjin —Viste a la persona responsable —y no fue una pregunta.
—Extraoficialmente. Una mujer.
No pasó demasiado tiempo para que Yoongi, siendo el chico del identikit, consiguiera hojas y lápices y su tableta personal con la que solía mostrar las características faciales que usaba para las impresiones de los testigos.
No había necesidad, de todas maneras, Seokjin pudo haber sido artista en su otra vida. Tenía especial habilidad para recordar los mas pequeños detalles, ni hablar de que había visto a esta persona tantas veces en sus pesadillas que podía describirla de memoria con cada minúsculo detalle.
Así fue como notó que con cada avance que hacía en su descripción, la expresión de Yoongi se volvía más y más severa.
Cuando terminó, inseguro, Seokjin habló con calma —Creo que ella estuvo conmigo también ese día. El día de mi accidente, quiero decir. Lo que te hace replantear que haya sido un accidente, después de todo. Ella estaba en el auto, la recuerdo llena de sangre también. Debió ir conmigo en el auto, pero no estoy seguro de ello. También podría haberla estado alucinando hace un rato en la habitación. Como sabrás, no estaba del todo al control de mis facultades.
Yoongi no respondió por un largo tiempo y Seokjin tampoco siguió hablando. Ambos miraban el boceto de la desconocida mujer de los recuerdos de Seokjin. En realidad, era la primera vez que el periodista la veía tan claramente.
No fue hasta que habían pasado una cantidad indeterminada de minutos que Yoongi pareció despertarse de sus cavilaciones, murmurando despacio, con voz tan baja que Seokjin se sorprendió de haberlo escuchado en absoluto.
—Esta persona —dijo —creo que es mi ex novia.
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N/A:
Y bueno, todos siempre hemos sabido que no sé cómo funciona el mundo real y que ATL es pura divagación. Parece que estuvieramos cerrando el arco ¿Creen que lo estamos cerrando? ¡Ja! lo descubrirémos.
Tengo un poco de ansiedad por cómo he estado tratando los temas de esta parte, pero ya sabíamos a qué veníamos. De verdad espero que no les esté aburriendo y que me sigan acompañando por un tiempo.
Pongan atención a los detalles, por cierto, saben cómo soy y los viajes en los que ando cuando escribo sin saber qué pasará mañana.
Espero que les haya gustado la muy, muy corta maratón de capítulos y que sepan que estoy siempre atenta a tooodooos sus comentarios, preguntas y/o sugerencias.
Abro este espacio para preguntas, dudas o lo que quieran decir y/o saber.
No siendo más por la presente, me despido por un tiempo que esperemos que sea corto.
¡¡Tengas días maravillosos!!
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