Capítulo 10º: Arco II Parte I


TW: Este arco contiene menciones de actos violentos, TEPT, referencias a suicidio y sangre. Ninguno de los anteriores es descrito con detalle, pero si alguno de estos elementos es desencadenante para ti, por favor, abstente de leer. Mantente segurx.

Arco II Parte I

Era un desconocido más en la ciudad de los desconocidos ilustres.
Gabriel García Márquez.

24/11/XX

03:14 a.m.

Era un barrio de clase media-alta con una calle ancha que ascendía, daba la sensación de que las casas se superponían unas sobre otras al mirar hacia arriba a la colina. Casas relativamente grandes, relativamente nuevas, relativamente bonitas.

Todas excepto la casa a media cuadra, la que había estado abandonada por, al menos, una década. La casa no era relativamente grande, era enorme; no se veía relativamente nueva, estaba a punto de desmoronarse; no era bonita, por el contrario, los residentes la llamaban La residencia de la bruja, y en el centro del patio trasero, destacándose como un pulgar adolorido por encima del techo agujereado, se erguía hacia el cielo el enorme olmo robusto y sin vida, como un guardián en medio del árido y muerto suelo del que parecía no poder surgir vida.

Era conocido como El Olmo del diablo.

En esa madrugada fría de finales de noviembre, el guardián de nada estaría custodiando algo, lo estaría cuidando desde hacía un tiempo: el cuerpo de una mujer con ojos cerrados, acunado y protegido, rodeado por el tronco hueco en un intento de abrazo cálido, porque en ese patio trasero de un barrio de clase media-alta, en esa casa enorme y abandonada y vieja y destruida, no había nada vivo. 

No lo había habido en diez años.

A la misma hora, en un barrio de clase media-baja a las afueras del norte de la ciudad, Min Yoongi despertaba de una pesadilla.

Sus párpados todavía estaban pesados por el sueño, así que no se molestó en abrirlos, pero escuchó el leve zumbido de su refrigerador viejo y el traqueteo tranquilo y esporádico de su ventilador de techo. Sonidos demasiado conocidos como para reconocer que había despertado.

Su cabeza dolía, como casi siempre lo hacía después de una noche larga de trabajo y pocas horas de sueño y la creciente sensación de que estaba olvidando algo importante crepitaba por su cuerpo como pinchazos en la piel al mover una extremidad entumecida. Pero, por su vida, no podía colocar el dedo en el lugar exacto.

Su cerebro zumbó como una mañana de resaca, solo que Yoongi no bebía tan a menudo estos días y, quizá, estaba empezando a creer que se le había olvidado el sabor a repollo que a veces tenía la cerveza barata que vendían en la tienda de conveniencia del primer piso de su edificio.

El dolor de cabeza era especialmente fuerte esta madrugada, como el sonido de los taladros o que te caiga un librero de tres metros encima, o que hayas pasado demasiado tiempo mirando la pantalla dolorosamente brillante de un computador a las tres de la madrugada porque te olvidaste del informe que tenías que presentar a primera hora del día siguiente, o que dejaras mucho tiempo el gorro de baño sobre tu cabeza, o un traumatismo craneoencefálico, o ser un paciente amnésico, lo que claramente no era el caso.

Yoongi no era propio de olvidarse sobre las cosas importantes, pero era propenso a tener caídas peligrosas y libreros sospechosamente altos tambaleándose por encima de su cabeza, y no era como si le hubiese caído un estante sobre el cuerpo, pero honestamente sonaba como el tipo de cosa que le sucedería a alguien como él y que luego olvidaría.

Abrió los ojos y parpadeó hacia la luz de la ventana del balcón que provenía de una de las ofensivas lámparas amarillentas de la calle y trató de rellenar el hueco en su memoria, pero simplemente no podía. Al mismo tiempo, parecía como si realmente no hubiese olvidado nada, todo parecía estar en el lugar y momento indicado.

Después de todo, ¿Qué podría estar olvidando?, pensó mientras parpadeaba la imagen de cabellos castaños y un cielo sin estrellas que se desintegró rápidamente.

Había vivido los últimos cinco años en el mismo apartamento, con los mismos vecinos y el mismo trabajo y habían sido las mismas paredes las que lo habían visto despertar del mismo tipo de pesadilla más veces de lo que debería ser sano.

Era un edificio viejo, pero bien mantenido, con cuatro pisos de dos apartamentos cada uno y un buen sistema de calefacción y tuberías. Yoongi no tendría de qué quejarse si no fuera por la constante intromisión de vagabundos en su balcón, y que, a veces, sus pesadillas lo dejaban tan trastornado al despertar que no podía reconocer a la persona que le devolvía la mirada desde el espejo. Sin embargo, esto último tenía más que ver con su trabajo que con el apartamento en sí.

Se había mudado a la ciudad después de terminar la escuela de criminalística y forense y su primer apartamento había sido una cosa que no se distinguía entre una casa y vivir debajo de un puente. Por eso agradecía las pequeñas bendiciones. Y agradecía el trabajo que se las permitía. 

Yoongi ahora era más conocido en la Unidad de Crímenes Mayores como “el chico del identikit” y a veces hacía parte de los interrogatorios y a veces de la preparación de testigos y, en más que unas cuantas ocasiones, se vio involucrado en una que otra persecución al criminal de turno.

Le dispararon una vez, en el esternón, y mientras iba camino al hospital, y mientras intentaba no morir, muy a lo lejos, escuchó una voz profunda, alarmantemente parecida a la suya, que en su oído decía: Buena suerte, general. Modo de hibernación comenzando en T -3, -2…

Eso fue un par de meses atrás, y aún después de tanto tiempo Yoongi no podía olvidar lo que parecía ser la cosa más surrealista que le había pasado en su vida.

Lo de casi morir, quiso decir, y lo de no haber muerto, después de todo.

Y la voz que escuchó, eso definitivamente sonó como si el paramédico hubiese encendido una radio.

Yoongi salió de las sábanas, reconociendo que no valía la pena intentar dormir de nuevo y caminó solo en su ropa interior por el piso de madera vieja. Tomó el bate de béisbol de metal con el que jugó en su adolescencia antes de revisar su balcón. Sin vagabundos, aparentemente. Y luego revisó el resto del apartamento porque era un bastardo paranoico en sus días buenos.

Su uniforme negro sin distintivos colgaba de la puerta del armario, justo por encima de las botas que, definitivamente, habían visto mejores días. Yoongi no tenía un arma porque no pasó el último examen psicológico y estaba en periodo de prueba hasta el próximo, sin embargo, seguía usando su arnés de seguridad en la cintura porque hacía parte de la estética y porque podía seguir engañando a los vagabundos de su calle al hacerles pensar que todavía tenía un arma con qué amenazarlos.

Yoongi preparó su café con calma, miró las notas adhesivas que había pegado en el refrigerador sobre sus responsabilidades del día y decidió que no había nada demasiado importante. Hizo un poco de ejercicio, apagó la estufa, se dio una ducha fría y se sentó en la pequeña isla de su cocina solo con la toalla colgando flojamente de su cintura.

Sentía como si hubiese demasiado silencio en su cabeza. Y a veces el tiempo pasaba entre esos momentos de desconexión y él simplemente no se daba cuenta.

Parpadeó.

Y se hicieron las cinco de la mañana.

De alguna manera.

Caminó nuevamente a su habitación y se colocó el uniforme, acomodó el arnés en su cintura y ajustó las correas en el muslo derecho. Colocó entonces el collar de plata fría sobre su pecho, dentro de su camisa, y el pequeño dije envejecido de una estrella fugaz colgó justo en el lugar donde la cicatriz del disparo todavía se veía un poco en carne viva.

El collar era una baratija que estaba seguro de que había encontrado en alguna parte cuando era niño. No lo recordaba bien. Pero había estado consigo por años y nunca lo había dejado de usar incluso si más de una vez le señalaron que era un collar bastante femenino. A Yoongi no le importaban ese tipo de cosas y mucho menos desde que el único día que olvidó colocarlo fue el mismo día en el que recibió un disparo y creó una especie de superstición estúpida alrededor de la cosa.

Yoongi era el tipo de persona que pensaría que el dije de estrella fugaz habría sido suficiente para protegerlo de que la bala se le clavara en el puto esternón.

Los movimientos que siguieron fueron la misma mierda repetitiva de todos sus días antes de ir a trabajar y pensó que sería igual de repetitivo una vez llegara a la Unidad: los mismos casos sin resolver, los mismos compañeros de trabajo y la misma tranquilidad de su trabajo de oficina el cual le fue asignado después de la cuestión de la prueba psicológica y la oh brillante noticia de que había sido removido del trabajo de campo temporalmente.

Temporalmente, mis pelotas.

Yoongi no admitiría jamás que quizá la experiencia había sido lo suficientemente traumática como para que las decisiones de sus superiores fuesen justificadas. Aun así, creía con toda su convicción que sus problemas personales no afectarían su juicio de trabajo incluso si la jodida y sumamente confiable prueba decía lo contrario.

Yoongi confiaba mucho en las pruebas, pero no estaba dispuesto a admitir la derrota.

De todas maneras, saldría de su edificio y recogería su moto guardada en la tienda de conveniencia del primer piso, —Yoongi estaba seguro de que la tienda era la tapadera para un negocio clandestino de partes de autos ilegales, pero no oirás una sola palabra de él—, comenzaría su día por llevar a la escuela al pequeño niño de cinco años hijo de la mujer con la que compartía piso y del cual era, algo así como, una figura paterna.

Llegaría a su trabajo casi una hora antes y su día pasaría en automático las próximas diez horas hasta que volviera a casa demasiado cansado como para pensar en la sensación de estar olvidando algo importante y en la cicatriz de su pecho y en su novia, si es que todavía era su novia, porque habían salido como por un mes a citas esporádicas y luego Yoongi no volvió a saber de ella después del incidente, bloqueado de todas partes.

Y estaba seguro de que no podías seguir siendo pareja de alguien si no habían hablado en cuatro meses, pero era solo que, si habían roto, él no había sido notificado. Y no era gran cosa porque tampoco estaba seguro de que la chica le gustara del todo.

A Yoongi no le gustaban muchas cosas ni muchas personas en general.

Suspiró aburrido, a punto de comenzar su día, cuando sus planes de una jornada tranquila y normal se vieron interrumpidos por una serie de mensajes de texto del detective Park seguidos de un mensaje de voz de su jefe.

Detective Park Jimin:

Oi, tenemos un cuerpo metido en un jodido árbol. 5:25 a.m.

Metido. En. El. Tronco.  5:25 a.m.

Como, dentro. 5:25 a.m.

Lo encontró un niño ¿Qué mierda? ¿En un árbol? ¿En serio? Amigo, son las cinco de la mañana. 5:25 a.m.

Trae tu culo seco aquí. *localización en tiempo real* 5:26 a.m.

Jefecito de laboratorio Kim Namjoon:

“Yoongi.

Esta es, probablemente, la decisión más estúpida que he pensado en tomar.

Pero ahora más que nunca necesito que me pruebes que tu vida personal no nubla tu juicio profesional.

Tenemos un caso complejo y sé que debes haber recibido algo de información del detective Park, pero necesito que estés aquí lo antes posible. Este caso… bueno, involucra a alguien que tú y yo conocemos. Y bien, sabes que hemos tenido cambio de personal, algunos son nuevos, algunos vienen de otras jurisdicciones y…

Demonios, solo ven aquí, y no lo reportes a la Unidad por el momento”

Yoongi dejó sin responder ambos chats y salió de su casa con tranquilidad. Recogió al niño de cinco años en la puerta de enfrente y lo llevó escaleras abajo montado sobre su espalda. Saludó con calma al dueño de la tienda, el señor Oh, y a su hijo mayor que se preparaban para abrir las puertas enrollables del negocio. Sacó su moto y sentó a Han YinXi entre sus brazos, tomando el camino corto a baja velocidad al jardín infantil que abría sus puertas temprano para aquellos niños con madres solteras.

Yoongi comenzó su día como cualquier otro, desviando solo el destino hacia su trabajo.

La pequeña sonrisa tranquila en su rostro no delataba el retumbar ansioso de su corazón y el zumbido mortificante de su cerebro al dirigirse a una escena del crimen por primera vez en meses y al reconocer instantáneamente el lugar al cual se dirigía.

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05:51 a.m.

En un barrio de clase alta al sur de la ciudad, un hombre sumergía su cuerpo en el agua.

En noches de insomnio como esta y todas las que había tenido el último año, la presión del agua sobre su cabeza, en sus oídos, en el resto de su cuerpo, hacía que fuera más fácil ignorar el mundo de afuera. Con sus luces brillantes, sus voces de lástima, y todos los recuerdos a los que no podía acceder después del accidente de auto que le produjo amnesia retrógrada, deteniendo su tiempo a seis años atrás donde se alojaban las últimas memorias que podía tocar.

El aire que poco a poco ya no podía retener en sus pulmones producía burbujas que explotaban en la superficie y hacían un sonido de descompresión. El frío que normalmente no dejaba de sentir en sus huesos se aclimataba con la temperatura helada del agua de la bañera.

El hombre era demasiado alto para caber en la tina, así que su cuerpo se entumecía en una posición fetal incómoda que endurecía sus músculos a medida que los segundos pasaban. Y sus pulmones, ya acostumbrados a esta rutina, retenían todo el oxígeno que pudieran sostener.

Aguantar la respiración bajo el agua era una habilidad que requería la máxima concentración de una persona, para dejar todos los pensamientos a un lado mientras se soportaba el creciente dolor. El hombre había descubierto la primera vez, en ese estado de lucha o huida que, al borde de la muerte, podía rasgar con sus dedos la verdad.

¿Qué verdad? Aún no lo había descubierto.

No estaba seguro de que hubiesen pasado minutos o segundos, pero casi podía sentir cómo su ritmo cardiaco era cada vez más lento y su presión sanguínea cambiaba abruptamente, haciendo que el frío regresara. Incluso en ese estado, al borde de ahogarse, su nivel de consciencia seguía siendo alerta.

Poco a poco, sus músculos comenzaron a entumecerse, haciendo que las venas de sus brazos, de su cuello y su frente se abultaran bajo la piel desnuda y sensible. La sensación de claustrofobia inundó su pecho a medida que la presión del agua comenzaba a sentirse como toneladas de hierro.

Su cuerpo comenzó a sufrir espasmos violentos involuntarios que pateaban la bañera y el pitido en sus oídos se convirtió en una cacofonía de gritos y ruido blanco.

Se estaba ahogando.

Y fue en ese momento que volvió a verla.

En su memoria. A ella. Nuevamente.

De cabello decolorado y una mueca desagradable.

El hombre vio destellos de sangre, mucha sangre, y esa mujer, y escuchó voces distorsionadas por el agua y flashes de cámaras y documentos manchados de tinta y el chirrido insoportable de un choque de metal y pavimento.

En el último segundo, abrió abruptamente los ojos, trepando fuera de la bañera donde sus uñas se clavaban con fuerza a la porcelana y sus pulmones comenzaban a llenarse de cantidades copiosas de aire y sus ojos se enrojecían resecos y su cabello se pegaba incómodamente a su cara y sus oídos explotaban al perder la presión del agua.

De nuevo.

Casi se ahoga, de nuevo.

Ni siquiera le dio a su cuerpo la oportunidad de recuperarse antes de ponerse de pie tambaleándose.

Saliendo con dificultad del baño, desnudo y goteando agua por toda la helada baldosa, llegó hasta su habitación donde la luz del amanecer bañaba de una fría luz azul las pertenencias que nunca cambió de lugar incluso si ya no podía reconocer cada cosa.

En las paredes había recortes de periódico e impresiones de revistas y artículos de noticias, casi todos con su nombre o su cara en ellos. Dos premios de la National Magazine, una nominación al Pulitzer, menciones de honor aquí y allá, un diploma de la carrera de periodismo y la publicación de una tesis de la que no entendía nada realmente. No podía recordar ninguna de estas cosas por más que se esforzara.

Se sintió tan perdido y como un fraude al igual que la primera vez que vino aquí y no reconoció ninguna de estas cosas. Sus cosas.

Giró su rostro hacia el espejo, donde pudo ver su cuerpo que todavía se esforzaba por volver a la normalidad, la caída y bajada de su pecho inestable, y el tatuaje, que debió haberse hecho en algún momento de los cinco años que no recordaba. Escrito de forma vertical a lo largo de su esternón, dividiendo su pecho en dos, la palabra “veritas”.

Bastante preciso.

La mirada del hombre subió a sus ojos en el espejo y en la semi penumbra de su habitación le preguntó tranquilamente a su reflejo desnudo: —Kim Seokjin… ¿Quién eres tú?

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06:47 a.m.

Yoongi estacionó su moto justo detrás de la camioneta del jefe Kim.

El sol todavía no había salido por completo en el horizonte, pero una gran cantidad de vecinos de la gran casa abandonada se amontonaban alrededor de la cinta policial, algunos aún vestidos con su ropa de dormir, con la esperanza de cazar un buen chisme para acompañar el desayuno.

—¡Oficial! ¡Oficial! ¿Es verdad que asesinaron a una mujer?

Cuando Yoongi escuchó la nota de voz enviada por el jefe Kim, inmediatamente pensó en responder: jefe, ¿está loco? Mantener este incidente oculto sería como intentar cazar un dinosaurio. No tiene sentido.

Una comunidad tan pequeña y un crimen tan extraño, ¿Qué esperaba? de hecho, Yoongi estaba un poco sorprendido de que no hubiera más reporteros en la escena.

Para comenzar, el cuerpo había sido encontrado por un niño. De ahí en adelante, lo más que podría intentar la Unidad sería mantener los detalles en custodia. Para cuando iniciaran las noticias matutinas, posiblemente incluso las noticias nacionales, el publico sería informado de que se había encontrado el cuerpo de una mujer desconocida dentro del tronco hueco de un árbol muerto en medio de una casa abandonada, al que conocían como el Olmo del diablo.

Era escandaloso y un poco esotérico, por supuesto que iba a llegar a las noticias.

Sin embargo, Yoongi entendía el escepticismo del jefe Kim. El laboratorio y la Unidad completa de Crímenes Mayores había estado rotando de personal los últimos meses por una serie de extraños incidentes que ponían el riesgo la credibilidad del trabajo. Se habían roto cadenas de custodia de evidencia, se filtraba información a los medios, se contaminaban escenas, se perdían archivos.

Sabotaje. En pocas palabras.

Era bastante probable que el jefe Kim y, más importante, la Sargento Pam, decidieran que el equipo de trabajo estuviese compuesto por personal de confianza. Y Yoongi solo podía esperar que su evaluación psicológica no se metiese en el camino. Porque este era un caso importante. Un gran caso importante.

Porque esta casa en medio de la colina había pertenecido a una familia reconocida, porque la mujer encontrada era una Jane Doe por el momento y había sido hallada de forma peculiar, porque más de diez años atrás, esta misma casa había sido testigo de otro crimen y una investigación llena de inconsistencias.

Porque esta era la antigua casa de la familia de Kim Seokjin.
La persona de la que Yoongi pensó y esperó no volver a saber nunca más.

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07:10 a.m.

El tronco del olmo era bajito y bulboso, y sus ramas se elevaban hacia el cielo como el cabello del diablo.

Yoongi estaba sentado en la rama muerta y débil del olmo a más o menos metro y medio del piso. No demasiado alto como para desatar su vértigo, pero lo suficientemente alto como para que la caída fuera dolorosa.

Desde donde estaba, podía ver el cuerpo en cuclillas dentro del tronco si apuntaba bien la linterna en su mano. Tenía una vista perfecta de la parte superior de la cabeza y las hebras sucias de cabello negro y largo. Parecía una mujer joven, pero era imposible determinar su edad de esa manera, quizá entre los 20 y los 40, y el cuerpo no parecía en avanzado estado de descomposición a la vista.

—¿Cómo mierda ese niño encontró este cuerpo a las tres de la madrugada? Es plena mañana y aun así no logro verlo sin apuntar la luz directamente —Yoongi gritó desde arriba. El overol antifluido pegándose incómodamente a su piel por el sol y enganchándose en el área de su trasero a las astillas de la rama.

Kim Namjoon miró hacia arriba y su rostro normalmente serio y compuesto se contraía en una mueca incómoda de concentración.

—Eso es lo que intentamos averiguar —respondió entre dientes. Había un total de cinco personas revisando toda la escena y, por el momento, solo eran ellos dos alrededor del olmo. El detective Park estaba investigando la casa y sus alrededores mientras el agente Jung había llevado al niño y a sus padres a la estación. Realmente no eran personal suficiente —Además de lo obvio, por supuesto. Por el momento, lo más importante es determinar su identidad, la causa y hora de muerte. Date prisa allá arriba.

Min asintió —También debemos averiguar como sacar a nuestra dama de aquí sin contaminar demasiado la escena, ¿No es así, querida? Te sacaremos pronto—Yoongi volvió a mirar hacia dentro del tronco y la sensación de incomodidad crepitó por su espalda. No era ni remotamente la escena más extraña o grotesca que había visto, de hecho, no podía ver nada además de su cabeza, sin embargo, había algo alrededor de este caso que no terminaba de cuadrar en su cabeza.

—El detective Park llamará al señor Kim en cualquier momento —fue la única respuesta que recibió de su jefe desde abajo, sin levantar la mirada nuevamente. Yoongi decidió ignorarlo, sabiendo que el mensaje que recibió más temprano no había tenido nada que ver con su evaluación psicológica y todo que ver con su antigua…amistad, con Seokjin.

“Necesito que me pruebes que tu vida personal no nubla tu juicio profesional” Y una mierda.

En primer lugar, Yoongi no tenía mucho de una vida personal para hablar. Y en segundo lugar, incluso si, de hecho, había tenido una en algún momento. No existía más. No había motivo para pensar que afectaría su desempeño laboral.

De hecho, Seokjin no tenía nada que ver con su vida personal, muchas gracias. Realmente solo…se habían conocido ¿verdad? Y habían sido un par de años de algo así como una amistad, pero eso era todo, y no se volvieron a ver o a saber el uno del otro y luego…bueno, Seokjin tuvo un accidente un año atrás y desapareció. No exactamente, no había desaparecido como alguien secuestrado o alguien en peligro, solo desapareció porque quiso o eso supuso Yoongi, entonces consideraba que no tenía velas en ese funeral.

Así que no tenía nada que ver una cosa con la otra y Kim Namjoon debería meterse en sus propios asuntos.

Aunque Kim Namjoon, técnicamente, no se estaba metiendo en sus asuntos y Yoongi solo debería enfocarse en su trabajo.

—Ayúdame a sacarte, querida, averiguaremos qué te pasó.

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10:32 a.m.

Seokjin tenía la vista clavada en la almohadilla superior del asiento de conductor. El albacea de su familia conducía el auto con destreza y una mirada de absoluta concentración, frunciendo el ceño como si se enfrentara a un pizarrón con un problema especialmente complejo y extenso.

—Abogado Jeon —murmuró demasiado bajo como para ser escuchado por encima del ruido del tráfico de la ciudad y el programa radial al que ninguno de los dos prestaba atención. Quizá ese había sido uno de los cambios más notables de su conducta en el último año: su tranquilidad. Seokjin podía no recordar cinco años de su vida, pero se había conocido bien los veinte años anteriores a eso. Sabía que no era una persona silenciosa, solo que ahora…realmente le costaba levantar la voz.

Sentía que la voz que escuchaba no era la suya.

Que las palabras que pronunciaba eran una burla.

Que su cerebro estaba demasiado vacío para saber qué decir.

—Abogado Jeon —volvió a intentar, un poco más fuerte esta vez, logrando llamar la atención de la persona al volante.

—Joven maestro —Seokjin no era un joven maestro. Pero al abogado Jeon le gustaba hablar de esa forma en ocasiones, y Seokjin estaba demasiado exhausto como para refutar nada en ese momento —¿Pasa algo?

Aclaró su garganta y miró hacia el espejo retrovisor, a los ojos del abogado. Seokjin había estado girando el estilógrafo negro y rojo que había sido de su padre por unos minutos ya, era un Visconti Homo Sapiens Dark Crystal personalizado, con un cilindro rojo traslucido que le permitía ver la tinta por dentro. Lo amaba. Le recordaba a su padre.

—Abogado Jeon, no debe preocuparse. Incluso si mi casa está llena de infortunios, no hemos cometido ningún pecado.

—No estoy preocupado y, tampoco, estoy insinuando nada, solo …—suspiró —Me gustaría que no tuvieras que enfrentar este tipo de situación nuevamente. Debes concentrarte en tu recuperación.

—Ha pasado un año.

—Un año no es suficiente.

Seokjin solo sonrió a medias hacia el espejo y dejó que Jeon Jungkook se siguiera preocupando en su cabeza. Si Seokjin tuviera que comparar, pensó mirando el estilógrafo en su mano, el abogado Jeon sería una pluma Pelikan Souveran M800, la edición especial verde y blanco, extremadamente clásico, pero de colores refrescantes. Si  se sostenía contra la luz se podía ver la tinta dentro de él, pero implicaba conocerlo, para saber cómo verificarlo. Jungkook era algo así.

No pasaron ni siquiera diez minutos más antes de que llegaran a la estación de policía y fueran conducidos a una pequeña oficina con una mesa redonda en el centro y varias estanterías con libros de lomo ancho sin inscripciones. Archivos encuadernados.

Seokjin pensó que era una sala de interrogatorios para aquellos que no necesitaban saber que estaban siendo interrogados. Qué mal que Seokjin había pasado mucho tiempo en este lugar hacía varios años. Qué lástima que esos recuerdos no se perdieran.

En la oficina habían dos hombres. Uno sentado y uno de pie.

El que estaba sentado, Seokjin lo recordaba. El oficial Park fue uno de los primeros agentes que conoció en la estación y el que más estuvo cerca durante todo el proceso. Era un novato en ese entonces, un poco imprudente para hablar, fue el único amable con Seokjin.

El que estaba de pie cerca de la ventana, a él no lo conocía, pero le resultaba vagamente familiar. Llevaba el cabello negro más largo de lo que suponía debía ser permitido en una estación, desaliñado, un poco. Un overol blanco colgaba abierto, amontonado en su cintura, y toda su postura era incómoda y tensa, de brazos cruzados y hombros en dirección a sus orejas.

Contrastaba mucho con la postura relajada, echada hacia atrás del oficial Park. Que ahora era detective, había dicho el abogado Jeon.

—Seokjin-ssi, abogado Jeon. Diría que es un placer volver a encontrarnos, pero estas son circunstancias desafortunadas —la voz del detective Park seguía siendo cantarina y ligeramente aguda. Encantadora para los oídos.

—Espero que el detective Park haya gozado de buena salud estos años, lo mismo para… —Seokjin miró al otro hombre, que pareció tensarse imposiblemente más.

—Min Yoongi, criminalista —respondió y su voz era profunda, grave, lenta. Casi como un desafío. Una amenaza. Lo miró como si lo retara a argumentar lo contrario.

Seokjin estaba un poco estupefacto con esa reacción.

—Min Yoongi-ssi, de alguna manera…¿Nos conocemos de algún lugar? —No pudo evitar preguntar, de hecho, era su pregunta predilecta en cada ocasión que, desafortunadamente, se encontraba con alguien que parecía reconocerlo.

Fueron cinco años, se diría, muchas cosas pasan en cinco años.
Para su sorpresa, los hombros del criminalista solo se relajaron y su mirada evasiva se posó por primera vez en los ojos cafés de Seokjin, lejanos y transparentes.

—No, Kim Seokjin-ssi, este no había tenido el honor de conocerlo antes.

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11:02 a.m.

La Jane Doe #49 Era una mujer entre los 30 y 40 años. De tez clara, no tenía marcas, ni tatuajes, ni cicatrices distintivas para su identificación. Sus huellas dactilares y placas dentales no coincidían con los registros estatales y su ADN, no era cotejable con ningún perfil de persona desaparecida en el CoDIS.

Yoongi se encargó del identikit lo mejor que pudo, teniendo en cuenta que el grado de descomposición no era muy avanzado y que el cadáver no estaba tan hinchado, no resultó tarea difícil.
No hubo coincidencia.

Y, si bien la mujer no parecía extranjera, podía no ser local tampoco.

No presentaba heridas defensivas, solo unos cuantos rasguños que coincidían con el arrastre de las astillas del tronco, no había traumatismos y, aunque había parecido que la mujer estaba encuclillas, en realidad había estado de pie en el tronco, quedando en ese posición, congelada por el rigor mortis.

Congelada, de hecho, era buena manera de decirlo, porque la causa de muerte determinada había sido hipotermia. El algor mortis indicaba que la muerte había ocurrido aproximadamente, dos días atrás y por la lividez postmortem se podría decir que el cadáver no había sido movido.

¿Muerte accidental? ¿La mujer habría estado tratando de esconderse sin tener en cuenta las frías temperaturas de las madrugadas de noviembre? Sin embargo, según los resultados de toxicología, la mujer tenía niveles tan altos de alcohol en su sangre para el momento de la muerte que le habría resultado imposible trepar por si sola por las ramas muertas. Yoongi había estado ahí, habrían encontrado evidencia de ello.

El punto más importante era que, de hecho, ella no parecía haber bebido el alcohol, parecía haber sido suministrado por vía intravenosa por una diminuta y casi imperceptible herida de aguja encontrada en su cuello.

Sin contar, además, las sospechosas circunstancias en las que fue hallada. El niño todavía lloraba en alguna sala de la estación, asustado y sin decir una palabra.

Yoongi se preguntaba, Querida, ¿Qué te pasó?

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Seokjin-sii ¿Reconoce a esta mujer?

—No.

—¿Ha visitado la residencia familiar Kim en los últimos meses?

—No.

—¿Dónde estaba entre las 10 de la noche del día anterior y las 4 de la madrugada del día de hoy?

—En casa.

—¿Tiene alguien que corrobore su paradero?

—No.

—¿El día anterior?

—En casa. Todos los días estoy en casa. Solo. No hay nadie que corrobore que no he salido además de las cámaras de mi edificio.

Seokjin-ssi ¿Entiende por qué es considerado un sospechoso en este caso?

—Sí.

—¿Entiende la importancia de su cooperación?

—Sí.

—¿Qué hacía en la tienda de conveniencia del primer piso de su edificio a las 9 p.m. del día X?

—Compraba un cuchillo de cocina. El mango del mío se partió.

—¿Dónde está ese cuchillo ahora? El que se partió.

—Creo que lo boté.

Seokjin-ssi ¿Quién es esta mujer?

—No lo sé.

—¿Por qué conservaría las fotos de una mujer que no conoce?

—Esa mujer fue la responsable…hace cuatro años…

—¿Cómo dice?

—Esa mujer fue la responsable.

Seokjin-ssi-

—Esa mujer.

Seokjin-ssi, ¿de qué está-

—¡Esa mujer! ¡Esa mujer!

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12:05 m.

Kim Seokjin seguía girando su pluma mientras el detective Park terminaba de organizar sus notas. Había pasado una hora y media desde que el periodista llegó a la estación y casi no había respondido ninguna pregunta. Parecía una repetición de diez años atrás y de seis años atrás.

Kim Seokjin era, nuevamente, sospechoso de un crimen en la residencia Kim.

Diez años atrás, con el homicidio de su familia, Seokjin había sido el único sobreviviente habiéndose mudado recientemente de la residencia familiar a un apartamento en el tercer piso de un edificio en un barrio de clase media-baja.

Seis años atrás, cuando un hombre apuñalado apareció en la puerta de la residencia deshabitada con la tarjeta de estudiante de secundaria que había pertenecido a Kim Seokjin empuñada fuertemente en su mano derecha y la foto de una mujer desconocida en su mano izquierda.

Seokjin había tenido fotos de la misma mujer en su apartamento cuando se realizó el cateo de aquel entonces, en un folio tamaño oficio con un puñado de notas escritas en clave. La mujer no pudo ser identificada mientras Seokjin seguía insistiendo que ella había sido la responsable de la tragedia de su familia, negándose a dar más explicaciones hasta que no continuaran con el caso de la residencia Kim.

La autopsia y la investigación, al final, revelaron que el hombre, de hecho, se había apuñalado a sí mismo un par de calles atrás, encontrando el arma homicida y una carta de suicidio que revelaba que había sido él el responsable de la tragedia, cuatro años atrás, que había sido conducido por un deseo de venganza al ser despedido de la empresa en la que el padre Kim era el director y que se arrepentía profundamente.

Seokjin siguió insistiendo que no era cierto, que tenían que encontrar a la mujer, que estaban tratando de inculparlo de nuevo. Sin embargo, se negó a dar cualquier otra información y el caso se cerró. Ambos casos, de hecho.

Y ahora, con la pérdida de memoria muy conveniente de Kim Seokjin, esas respuestas parecían enterradas para siempre. Pero entre cielo y tierra no había nada oculto y el detective Park necesitaba que eso fuese cierto en este caso en particular.

Había dos fotos en la pequeña mesa redonda: una era el retrato robot que Yoongi había hecho basándose en la apariencia actual de la Jane Doe #49, la otra era una de las fotos de la mujer del caso de seis años atrás; una de las fotos que habían sido encontradas en el folio de Kim Seokjin.

Las dos mujeres eran una y la misma y el detective Park no podía decirse a sí mismo que todo seguía siendo una coincidencia.

—Seokjin-ssi ¿Reconoce a esta mujer?

Seokjin levantó la mirada de las fotos al detective Park y luego, muy lentamente, miró al criminalista que se había mantenido en silencio todo este tiempo.

Respondió en voz baja: —No. No lo sé.

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N/A: No estaba muerta después de todo. Y oh Yoongi no recuerda el territorio, vaya, que mal. Ustedes tampoco, todo fue un sueño febril.

Hasta el momento han leído el equivalente total de palabras del libro "El Hobbit" de J.R.R. Tolkien.

Han pasado muchos meses. De hecho, pensé que no volvería. Estuve a punto de borrar mi cuenta un par de veces y todavía estoy dudando de mis decisiones. (Así que actualicé este capítulo y ni siquiera sé si continuaré pronto o me desapareceré otro medio año).

Solo quería que supieran que sigo estando aquí (más o menos), y que sigo con vida (más o menos).

Me gradué como psicóloga. Conseguí trabajo. Lo dejé. Me enamoré un poco. Me decepcioné rápidamente. tuve una contusión cerebral porque me golpeé con mi propio librero. Hice nuevos amigos. Comencé un curso de inglés especializado. Descubrí un secreto familiar. Impedí una boda.

No mucho más ha pasado.

Espero que estés teniendo días maravillosos y, quizá, nos leerémos pronto.

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