Capítulo 25

Enseñarles todos los alrededores de los terrenos que alguna vez pertenecieron a su padre y cada uno de los lugares que los integraban fue más sencillo de lo que Camila imagino. Durante toda el camino Nicholas se encargó de hacer el recorrido menos pesado de lo que pudo haber sido y todos los adultos disfrutaron de ello. Normani estaba fascinada por toda la naturaleza que rodeaba a la castaña día a día y le dijo varias veces lo mucho que la odiaba. Por otro lado Ryan se la pasó viendo hasta el más mínimo detalle con cautela, él sabía muy bien que su hijo siempre iba a estar a salvo con Camila, sin embargo tenía que verificar por sus propios ojos que el lugar donde ahora vivían era un sitio seguro para su hijo.

Cuando regresaron todos a la hacienda Sofia acompañó a su sobrino a su habitación para ver películas con él ya que se lo había prometido cuando venían de regreso; mientras tanto Ryan se disculpó diciendo que tenía que ir a hacer unas cuantas cosas a la ciudad pero que regresaría más tarde, así que Normani y la castaña se quedaron solas en la sala bebiendo un poco de café y hablando de como la morocha había acosado a una pasante en el trabajo.

- ¿Por qué las mujeres son tan difíciles? - preguntó la mujer de cabello rizado haciendo sonreír a Camila por su dramatismo - Todas están locas.

- Deberías entenderlo, eres mujer. - respondió dejando su taza de café sobre la pequeña mesa de centro que estaba frente a ellas - ¿Cómo va el trabajo? - trató de sonar lo más casual posible; la morocha se negaba a hablar con ella sobre la empresa y ella se sentía algo melancólica, no quería admitirlo pero en ocasiones extrañaba Furdiong PINK

- Aburrido, como siempre. - se encogió de hombros 

- No entiendo como puedes decir eso, la empresa de tu madre es de todo menos aburrida. - chilló la castaña con indignación 

- No me gustan las cosas administrativas, las odio. A ti te encantan esas cosas porque eres demasiado aburrida a veces, Mila. - rió - Eres tan metódica, cerrada y siempre sigues las reglas, te encanta el orden y adoras las finanzas, no sabes divertirte.

- Se divertirme. - se defendió

- Te gusta estar encerrada, no te mientas a ti misma, diversión no es jugar ajedrez. - la castaña rodó los ojos - No hagas esa cara, sabes que tengo la razón, o dime ¿acaso te has dado la oportunidad de disfrutar de todo este lugar? es inmenso y hermoso, Camila, y apuesto a que te la pasas trabajando y atormentando trabajadores.

- No atormento trabajadores. - se cruzó de brazos - Y no he tenido tiempo de disfrutarlo al cien por ciento, pero todas las noches después de cenar salgo con Nicholas a ver las estrellas. A él le encanta hacer eso y a mi me encanta verlo feliz. - al ver que la morocha la miraba con cara de incredulidad decidió dejar atrás el tema y defender su juego favorito - Y solo para aclarar, el ajedrez si es divertido, a ti no te gusta porque no sabes como jugarlo.

- ¡Oh, vamos Mila! - dijo Normani riendo - Claro que se jugar ajedrez, mi madre es más aburrida que tu, ella me inscribió a cursos cuando era una niña, puedo patear tu enorme y precioso trasero cuando quiera, soy asombrosa. 

- ¿Quieres jugar un poco? - ofreció la castaña con una pizca de emoción haciendo reír una vez más a su amiga, quien tuvo que tomarla del brazo para que no se levantara para buscar el tablero - ¿Qué? ¿tienes miedo de que te gane?

- No me hagas reír, no asustas ni a una mosca, Mila. - la castaña frunció el ceño - Ni lo intentes, tu mirada seria tampoco asusta, por lo menos a mi no, se que eres como los perros, ladras pero no muerdes. - se burló - Ahora respira un poco, ya tendré tiempo para patearte el trasero en ajedrez, ahora quiero que me hables un poco de tu vida aquí.

- Ya te lo he dicho todo cuando hablamos por correo. 

- No, no todo. - sonrió con malicia - ¿Te has percatado de la enorme variedad de hombres y mujeres guapas que tienes todos los días cerca de ti? - la castaña hizo una mueca, sabía por donde iba la cosa, la morocha podía ser demasiado persistente

Claro que se había tomado el tiempo de ver a algunas personas, pero los trabajadores de Pinot Gheeshlod no le llamaban para nada la atención. La única persona que le provocaba algo en ese lugar era la ojiverde y eso la hacia sentirse irritada.

- Ugh, no tengo tiempo para esas cosas. Tengo un hijo, ¿lo olvidas? no puedo darme el lujo de andar por ahí detrás de las personas como tú. 

- Necesitas rehacer tu vida, no todo es trabajo, ya hablamos de eso. - se sentó más cerca de la ojimarrón - Nicholas es un niño muy listo, el sabrá comprender que su madre necesita divertirse y darle un poco más de sentido a su vida. Dale una oportunidad al amor, Mila. 

- Eso no es lo mío. No soy una persona muy afectiva. - explicó

- No me digas. - respondió sarcásticamente la morocha ganándose un golpe - Oh por dios, Camila Cabello, ¿dónde están tus modales? me has golpeado - dijo dramáticamente para después reír - Es broma, pero en serio, eres una mujer joven y muy guapa, no dejes pasar el tiempo, busca tu felicidad. - se levantó del sillón - Ya es muy tarde, fue agradable platicar contigo, Mila, te extrañaba. - admitió - Pero por mucho que te extrañe no voy a estar por horas con mi trasero aplastado en este sitio, necesito mi sueño de belleza. - hizo su cabello a un lado - Nos vemos por la mañana, espero que cumplas tu promesa y nos acompañes a mi y a tu hermana a nadar un rato en esa linda alberca que tienes atrás de la hacienda. - sonrió

- Lo pensaré, ahora deja de fastidiarme. 

- Jamás. - le guiñó un ojo - Por cierto, toma. - de su bolsillo trasero sacó un paquete de cigarrillos y se los arrojó a la morena - Algo me decía que te hacían falta de estos así que te los compré. Considéralo un regalo atrasado por tu mudanza. Buenas noches.

- Buenas noches. - respondió Camila de vuelta viendo como la morocha desaparecía de su vista para después observar el paquete de cigarrillos que tenía en las manos 

La última vez que había fumado fue el día antes de mudarse oficialmente a Napa, desde aquel entonces ni un solo cigarro había estado en contacto con ella. Irse de Brooklyn le sirvió para aplacar ciertos vicios que tenía, como el de las pastillas para la migraña, mismas pastillas que ahora estaban escondidas en lo más hondo de uno de sus cajones porque no las había vuelto a utilizar. En el caso de los cigarrillos, la morena había botado todas sus cajas en el bote de basura del aeropuerto de Brooklyn. Fumar era algo que hacía tan constante como ingerir pastillas para el dolor de cabeza; el tabaco le ayudaba mucho cuando se sentía estresada, ansiosa, preocupada o molesta, así como se sentía en esos momentos al recordar  aquella escena en donde la ojiverde estaba riendo y acariciando la mejilla de una mujer más alta y delgada que ella, ver eso la había hecho sentirse incómoda y enojada, pero tuvo que fingir un estado de ánimo perfecto ya que estaba frente a personas con las cuales no quería hablar sobre cómo se estaba ahogando cada día por culpa de aquellos ojos verdes.

Camila cerró los ojos por unos instantes y después los abrió al darse cuenta que estaba apretando demasiado la caja de cigarrillos. Se maldijo a si misma por enojarse por algo tan absurdo y patético como lo que había visto pero entonces recordó lo hipócrita que podía llegar a ser la ojiverde y se enojo aún más. Esa mujer era una coqueta empedernida, desde el primer momento debió notarlo pero lo único de lo que se había dado cuenta era de lo molesta e irritante que era con ella todos los días. 

Aflojando el agarre a la cajetilla la morena se levantó del sillón y salió de la hacienda para quedarse afuera recargada en uno de los pilares de los arcos. Antes de salir había tomado una caja de fósforos, así que después de acomodarse bien en el pilar en el que estaba recargada sacó un fósforo y un cigarro para encenderlo y después llevárselo a la boca para inhalar profundamente.

Después de cinco caladas el cuerpo de Camila comenzaba a relajarse hasta que el sonido de alguien subiendo por las escaleras de la entrada le hizo abrir los ojos de golpe y ponerse en alerta. Si Ryan la veía fumando se pondría en modo doctor y le daría una charla demasiado extensa sobre todos los peligros que presentaba el tabaco.

Afortunada o desgraciadamente los pasos no eran de Ryan.

- Vaya, no sabía que fumabas. - dijo la voz de la ojiverde a sus espaldas

- Bueno, no es algo que sea de tu incumbencia. - respondió fríamente mientras se alejaba del pilar y comenzaba a caminar lejos de la enóloga

- ¿A dónde crees que vas? - preguntó risueña tomándola de un brazo

- A cualquier sitio lejos de ti. - se liberó del agarre - Adiós, Jauregui.

- Adiós, guapa.

- Ugh, la odio. - murmuró la castaña al oír como la había llamado, odiaba sentir ese cosquilleo que inundaba su cuerpo cada que la ojiverde estaba cerca de ella, mismo cosquilleo que había sentido las tres beses que Lauren la había besado

- ¡Buenas noches, Brooklyn! - gritó la ojiverde antes de que Camila avanzará más lejos de ella

- ¡No me molestes! - gritó de vuelta la castaña haciendo reír a Lauren

- ¿Por qué me lo haces tan difícil? - negó ligeramente la cabeza la ojiverde viendo como la morena se alejaba de ella hasta perderse dentro de la hacienda - ¿En serio, Alejandro? ¿Por que nunca me advertiste sobre esto? Ella es demasiado obstinada. - preguntó mirando hacía el cielo como si su jefe realmente pudiera oírla - Lo lamento, amigo, pero tu hija me gusta muchísimo.

El sonido de un motor de auto llamó la atención de la pelinegra haciendo que todos sus pensamientos se esfumaran y volteara ver el auto que se había estacionado frente a la hacienda. De aquel auto color negro bajó el mismo hombre que había abrazado a Camila y entonces ella se escondió detrás de uno de los pilares para verlo mejor. Era alto, quizá ambos eran de la misma estatura; tenía el cabello negro y su mirada seria era idéntica a la mirada de Nicholas, entonces todos los cables conectaron en su cabeza y se respondió a sí misma la pregunta que rondaba su mente. El hombre ese era padre del hijo de Camila.

La ojiverde lo miró de arriba a abajo e hizo una mueca. Se veía como todo un niño bonito. Camila necesitaba a alguien que aprendiera a lidiar con su carácter fuerte y dominante, no a alguien que se veía más delicado que sus uñas. Lauren se enderezó y se colocó nuevamente su sombrero para después empezar a caminar hasta llegar a la zona donde estaba la cocina, en el camino saludó a Cleo y después se alejó de la hacienda hasta llegar a donde estaban los caballo, tomó a uno de ellos y se fue montando hacia su casa con una sola idea en su mente; el día de mañana enfrentaría a Camila, no le gustaba para nada la presencia del hombre delicado en los alrededores de Pinot Gheeshlod, mucho menos si su presencia implicaba que él estuviera sobre Camila todo el tiempo.

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