Capítulo 1

Estar en la sala de juntas nunca ha sido su parte favorita de la semana de publicación de nuevos productos, y menos aún cuando tenía que soportar al idiota del director comercial, un tipo asqueroso de cuarenta y cinco años que se dedicaba plenamente a hacer comentarios fuera de lugar que solo tenían que ver con su cuerpo, claro está que la castaña había aprendido a tolerarlo con el paso de los años, sin embargo este día en especial Frank se había excedido con sus comentarios y la había hecho cabrear.

Cuándo finalizó la junta, Camila salió a toda velocidad sin mirar atrás en dirección a su oficina.

- Señorita Cabello. - la llamó su secretaria cuando estaba a punto de entrar a su refugio anti Frank Dillon - Habló la directora del colegio del joven Nicholas.

- ¿Y ahora qué pasó? - preguntó mientras se tocaba el puente de la nariz y suspiraba; está era la sexta vez en la semana que la mandaban a llamar del colegio de su hijo

- No lo sé, solo me pidieron que le informará que era urgente que hiciera acto de presencia. - asintió a las palabras de su secretaria y se adentró finalmente a su oficina

Tomó las llaves, su bolso y sus lentes de sol y después salió hacia el estacionamiento del edificio.

Desde que Nicholas había entrado al colegio que le habían recomendado sus ex-suegros, todos los días mínimo recibía una llamada de la directora del colegio solicitando su presencia en la dirección porque su hijo al parecer se metía mucho en problemas.

Las calles de Brooklyn estaban parcialmente húmedas por la cantidad de nieve que se estaba derritiendo gracias al primer sol intenso de primavera, por lo que la castaña tuvo que conducir lento a comparación de cómo lo hacía para así no tener un accidente camino al colegio.

La Academia Adelphi se encontraba a veinte minutos de su trabajo; era un edificio antiguo que había abierto sus puertas en 1863, sin embargo a pesar de los años que tenía, el lugar estaba completamente impecable cada año escolar. El colegio abarcaba toda una calle entera, tenía áreas verdes muy bien cuidadas, sus aulas eran absolutamente limpias y todos los profesores eran excelentes pedagogos con múltiples reconocimientos, lo único malo que tenía el lugar era que no había estacionamiento, cosa que Camila odiaba intensamente ya que debía dejar su auto descuidado sin ninguna seguridad de por medio.

- Buenas tardes. - saludó la castaña poniéndose enfrente de la secretaria que estaba afuera de la dirección

- Buenas tardes, señora Cabello. - la mayoría del personal administrativo estaba acostumbrado a verla todos los días en el colegio - La directora la espera, puede pasar. - asintió

Se quitó los lentes de sol antes de entrar a la oficina de la directora.

- Buenas tardes.

- Señora Cabello, adelante. - caminó hasta las sillas que estaban delante del escritorio y se sentó - ¿Qué tal le ha ido en el trabajo?

- Solo dígame qué ha hecho Nicholas, por favor, profesora Bowan.

- Bueno, su hijo... - se detuvo cuando la puerta se abrió de golpe mostrando a un hombre alto vestido de traje azul marino y zapatos negros - Señor Basett, por favor póngase cómodo. - le sonrió amablemente al pelinegro que cerraba la puerta con delicadeza

- ¿Qué haces aquí? - preguntó directamente la mujer de ojos color café - ¿No estabas en Nueva York?

- Hola a ti también, Mila. - se sentó en la silla que estaba a lado de ella - ¿Cómo estás? Yo bien, ¿y tú?

- No seas payaso, Ryan.

Ryan Basett, un importante médico cirujano de Brooklyn de treinta años de edad. Camila y el se conocieron cuando tenían quince y veinte años respectivamente; en ambos nació una química instantánea y meses después de conocerse iniciaron una relación amorosa, relación de la cual tiempo después nació un bebé que hizo que ambos se convirtieran en padres.

Después de que naciera su hijo, su relación solo duró cuatro años más y finalmente terminaron, sin embargo aún continuaban siendo amigos, a pesar de que muchas veces no se toleraban mutuamente, y de vez en cuando salían juntos con su hijo.

- Mandé a llamar al señor Basett, necesitaba la presencia de ambos. - habló la directora

- ¿Algo anda mal con Nick?

- Me temo que debo ser sincera con ustedes y decirles que sí, efectivamente algo anda mal con Nicholas. - la castaña se enderezó en su lugar al oír aquello - Hace una hora atrás descubrimos que su hijo no es el responsable directo de todos los incidentes que han sucedido.

- ¿A qué se refiere? - cuestionó Ryan con la mirada seria y fija en la directora del colegio de nuestro hijo

- Hay tres niños de noveno grado que golpean a Nicholas. - soltó

La boca de la directora financiera de Furdiong PINK se abrió totalmente al oír aquella noticia, en cambio en cirujano se limitó a apretar la mandíbula y arrugar la frente.

- Quiero el nombre de esos tres niños, ahora. - exigió Ryan con molestia

- Señor Basett..

- Se ha dedicado a culpar a mi hijo y suspenderlo en varias ocasiones, directora, y ahora no quiere cooperar con nosotros, ¿Es que usted aplica favoritismos aquí?

- Por su puesto que no, es solo...

- No diga más, quiero los papeles de mi hijo a más tardar hoy, el no va a volver a esta escuela donde lo menos precian y golpean. - se levantó rápidamente - Vámonos, Camila.

La castaña se levantó y de la misma forma enojada que su ex pareja salió de la oficina de la directora y ambos se dirigieron al salón donde actualmente se encontraba su hijo para poder llevárselo a casa lejos de aquella escuela elitista.

* * * *

Camila suspiró por séptima ocasión mientras mordía uno de sus dedos con desesperación. Llevaba ya más de media hora observando la puerta cerrada de la habitación de su hijo y por más que le daba vueltas al asunto simplemente no sabía cómo acercarse al niño de ocho años.

Nicholas siempre había sido un niño tímido e inseguro, pero ella jamás imaginó que eso lo llevaría a ser producto de burlas y golpes. Lo menos que quería era que su pequeño sufriera ese tipo de cosas, pero ¿Cómo podía simplemente evitar eso? Ryan había actuado de manera precipitada al pedir sus papeles ya que evidentemente no era bueno sacarlo del colegio a mediados del ciclo escolar, Nicholas no podía perder un año, y no solo porque se retrasaría si no también porque tendría que quedarse en casa y nadie podría cuidarlo ya que ella trabajaba al igual que su madre y su padrastro, y ni hablar de su hermana, porque Sofía definitivamente estaba muy ocupada con su último año escolar.

- Señorita Camila. - volteó a ver a su ama de llaves - Hay un señor al teléfono que quiere hablar con usted urgentemente. - la castaña maldijo en silencio y luego se fue a su estudio para poder responder la llamada

- Camila Cabello, ¿quién habla?

- Soy el licenciado Rickman, hablo desde California para informarle que su padre acaba de fallecer.

¿Cómo puede simplemente dar una noticia así de tranquilo? ¿Acaso no sabía que ese tipo de noticias pueden ser peligrosas si se dan de golpe?

Al oír aquello se dejó caer en el sillón de piel que había cerca de un estante de libros y todo comenzó a darle vueltas rápidamente.

Había muerto. Su papá había muerto. Alejandro Cabello, el hombre al cual no veía desde que tenía diez años, había muerto.

- ¿Señorita Cabello, está ahí? - asintió colocando una mano en su boca para ahogar un sollozo pero luego se dió cuenta que aquel hombre no podía verla hacer eso

- Sí, continué. - respondió en un hilo de voz con un nudo en la garganta

- Mi más sentido pésame. - agregó - Soy el abogado de su padre, le agradecería mucho si usted y su hermana Sofía pudieran tomar un vuelo a Napa para el funeral.

- ¿Ma-mañana?

- Sí, el cuerpo nos lo entregan mañana en la tarde para el funeral y pasado mañana será el entierro. ¿Cree poder venir? Hemos reservado un vuelo para usted y su hermana.

- Sí, sí.

- Bien, entonces estaremos en contacto, señorita Cabello. Tenga una buena noche y de nuevo, lamento mucho su perdida, su padre fue un constante luchador contra el cáncer y es triste que haya perdido la lucha, sin embargó usted debería sentirse orgullosa de él. Hasta luego. - se despidió y colgó

¿Cáncer? ¿Alejandro tenía cáncer?

El último recuerdo que tenía de Alejandro era de él abrazándola fuertemente contra su pecho diciéndole que siempre estaría junto a ella, cosa que no cumplió, ya que desde que salió de aquella hacienda donde antes vivían jamás volvió a saber nada de su padre.

- ¿Señorita, está usted bien? - preguntó Ann al otro lado de la puerta del estudio - ¿Señorita?

- Sí, estoy bien, puedes irte ya.

- ¿Está usted segura?

- Sí, Ann, vete. - respondió lo más duro que le permitió su entrecortada voz

Escuchó como los pasos de la criada se alejaban y dejó salir sus sollozos. No importaban los años que había pasado sin ver a su padre, ella aún lo amaba con todo su corazón porque jamás dejaría de ser el mismo hombre que tantas veces le leyó un libro antes de dormir, y ahora mismo se arrepentía tanto de no haber respondido aquellas cartas que el le había enviado cuando entro a Oxford, estaba tan dolida con el por no haber cumplido su promesa que dejó cegarse por ello y jamás respondió las veces que el la llamaba y ahora estaba totalmente arrepentida, pues había perdido la mínima oportunidad de volver a ver a su padre otra vez.

Las lágrimas se deslizaron sin pudor por su rostro, su dolor no tenía filtro y no podía pensar en otra cosa que en lo mucho que extrañaría a Alejandro.

Tomó el cojín que estaba detrás de ella en su espalda y lo abrazó contra su pecho dejándose llevar por el llanto hasta caer en un profundo sueño, del cual no se despertó hasta que comenzó a sentir como alguien acariciaba su cabello.

- ¿Mmmm? - se removió

- Buenas noches, cosa fea. - saludó sonriente su ex novio - ¿Qué hacías dormida aquí? Esperaba que aún estuvieras en el trabajo.

- ¿Qué haces aquí, Ryan? - preguntó con la voz ronca - ¿Cómo entraste?

- Nicholas me dejó pasar. - se encogió de hombros - Me llamó diciendo que estabas en el estudio llorando, se preocupó mucho y me pidió venir a verte, ¿Pasó algo malo? - asintió y se acercó a él para abrazarlo - ¿Qué sucede, Camila? Me preocupas.

- Mi papá murió, Ryan. - sollozó

- Lo lamento tanto, Mila. - abrazó más a la castaña contra su cuerpo - Llora, vamos, hazlo, yo estoy aquí.

No importaba cuántas veces discutían al día, al final Ryan siempre estaría ahí para recurrir en su ayuda. Muchas veces no se toleraban e incluso eran insoportables el uno con el otro, pero cuando alguno se sentía mal, el otro siempre iba a estar dispuesto a ayudar. Ryan amaba demasiado a Camila, pero sabía que ella a él no y ese era el principal problema.

- ¿No tenías que irte a una fiesta de gala esta noche? - preguntó la castaña sorbiendo su nariz

- Prefiero verte hecha todo un moco. - sonrió amablemente - ¿Te sientes mejor? - ella asintió - Bien, ¿quieres que vayamos a cenar? Le prometí a Nick que saldríamos hoy.

- Debemos hablar con él, lo sabes, ¿no? - el pelinegro suspiró - Ryan, Nicholas debió decirnos lo que aquellos niños le hacían y no lo hizo, nuestro hijo no confía en nosotros.

- ¿Y culpa de quién es?

Y sí, así de sencillo era como se iniciaban los conflictos. Ryan solía recordarle todo el tiempo que su trabajo debería ser atender a su hijo constantemente como su madre lo había hecho con el pero Camila se negaba rotundamente a ser de esas amas de casa que dependían de alguien más. Ella quería demostrarle al mundo que una madre soltera podía con y contra todos, pero Ryan odiaba eso. El quería una Camila sumisa y nunca lo conseguía, ese era otro motivo por el cual su relación había dado por finalizada.

Otro motivo era que Camila era cien por ciento lesbiana, y aunque el ya lo sabía, prefería conformarse con que el era el único hombre en su vida.

- ¿Qué estás tratando de decir?

- Camila, te la pasas todo el tiempo trabajando, jamás te sientas y hablas con él. Nicholas te necesita.

- ¡A ti también te necesita! - gritó - No me vengas a dar charlas de lo que debo hacer cuando evidentemente tú tampoco haces nada, también te la pasas trabajando.

- Mi trabajo requiere todo mi tiempo, soy médico y es distinto.

- ¿Y yo soy menos por no ser médico? ¡Yo también debo trabajar! Nicholas necesita lo mejor.

- ¡Lo mejor sería que estuvieras a su lado, yo puedo mantenerlos a los dos con mi suelto! - se alejó de la castaña

- No, y no, sabes muy bien que no dejaré que hagas eso, soy una mujer independiente y...

- ¡Al cuerno con eso, Camila! - gritó enojado - Mi hijo te necesita, necesita que su madre este a su lado y lo escuché, ese es tu maldito deber.

- ¿Te estás escuchando? Estás actuando como un imbécil otra vez, Ryan, y no necesito oírte. No voy a dejar de trabajar nunca, ¿oíste? - se levantó del sillón y salió del estudio sabiendo que el pelinegro la seguiría - Ahora lárgate de mi casa. - abrió la puerta principal y señaló afuera

- Sabes muy bien que estoy en lo correcto, Camila. Deja de descuidar a nuestro hijo y presta más atención a sus malditos problemas. - dijo antes de salir hecho una furia

La mujer de ojos café cerró la puerta de golpe y comenzó a poner los seguros reforzados de acero.

Camila era una maniática de la seguridad, y por ello tenía más de veinte seguros en su puerta principal.

- ¿Volvieron a discutir? - escuchó la voz de su hijo a sus espaldas y cerró los ojos, odiaba que Nicholas escuchará las peleas que tenía constantemente con Ryan

- Ven aquí. - volteó y se agachó para quedar a la altura de su hijo - ¿Quieres cenar pizza? - negó - ¿No? ¿Por qué no? A ti te gusta la pizza.

- ¿Te sientes bien, mamá? Te oí llorando hace unas horas.

- Me siento bien, cariño, es solo que recibí una noticia muy fea.

- ¿Qué pasó?

- Nada, nada. - besó la frente de su hijo - Ven, te haré un emparedado. - el niño sonrió ampliamente y tomó la mano de su madre para caminar juntos hacia la cocina

Normalmente Ann dejaba hecha la cena lista antes de irse, pero el día de hoy Camila la había mandado a su casa antes de que la hiciera y por esa razón tendría que hacer de cenar, pero afortunadamente un par de emparedados podrían sacarla del apuro ya que ella no sabía cocinar.

Nicholas se sentía absolutamente feliz cada que su madre hacia acciones que una madre normal haría ya que Camila por lo regular no hacía nada que no tuviera que ver con su trabajo. A veces solía ser fría y descuidada, pero en el fondo ella amaba infinitamente a su pequeño.

- Cariño, pásame mi teléfono. - la felicidad del niño se borró rápidamente al oír el pedido de su madre - Vamos, Nicholas, dámelo.

- Toma. - se lo entregó y luego se sentó en su lugar con la mirada hacia la nada, no le gustaba para nada cuando su madre pasaba de ser hogareña a ser la bruja ejecutiva que siempre era - ¿Vas a trabajar? Ya son las diez de la noche, es tarde. - argumentó el niño mientras abría su emparedado para sacarle los restos de queso que su madre había puesto

Nicholas era intolerante a la lactosa y Camila simplemente lo olvidaba como la mayoría de las cosas que tenían que ver con su propio hijo.

- No, necesito hablarle a tu tía, mañana debemos viajar a Napa.

- ¿Te vas?

- Nos vamos, vendrás conmigo.

- ¿Y papá?

- Tu padre se va a quedar aquí, Nicholas, ahora ponte a comer y déjame arreglar este asunto con tu tía, ahora regreso. - se levantó de la mesa y dejó a su hijo quién solo se limitó a suspirar y rezar mentalmente para que ese viaje no fuera ningún viaje de negocios aburrido de su madre

Y no, no lo sería.

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