Capítulo 18
-Pov Tn___-
Me movía con cautela a través de los oscuros callejones de la ciudad, el eco de mis pasos resonando en las paredes de ladrillo cubiertas de grafitis. Mi corazón latía con fuerza, como un tambor frenético en mi pecho, mientras las sombras se alargaban a mi alrededor, estirándose como garras amenazantes. El aire estaba impregnado de un olor a humedad y descomposición, mezclado con el sutil retrogusto metálico del peligro. Cada rincón parecía estar lleno de promesas de desventura y amenaza. El silencio era inquietante, roto solo por el crujido ocasional de algún objeto caído, y me preguntaba si realmente había tomado la decisión correcta al venir aquí. Sin embargo, necesitaba respuestas. Después de todo lo que había pasado, tenía que saber la verdad, aunque el pensamiento de enfrentar a Tomura me llenaba de un miedo visceral.
Al llegar a la vieja fábrica abandonada, la puerta de metal chirrió ominosamente cuando la empujé. El sonido resonó en el silencio sepulcral, haciendo que me estremeciera. Me detuve en la entrada, mi respiración se volvía más pesada mientras trataba de reunir el coraje para entrar. Finalmente, di un paso adelante, y el polvo en el aire parecía envolverme en una niebla espesa mientras avanzaba.
El interior de la fábrica era aún más inquietante. Las vigas de metal oxidadas se erguían como esqueletos en la penumbra, sus formas distorsionadas por la débil luz que se filtraba a través de las grietas de las ventanas rotas. El frío metal rozaba mi piel mientras me adentraba en el gran espacio vacío. Tomura Shigaraki estaba allí, esperándome en el centro del salón, su cabello blanco brillando como un espectro en la oscuridad. Sus ojos rojos, fríos y penetrantes, me miraron con una intensidad que me hizo sentir un escalofrío recorrer mi espalda.
—Llegas tarde —dijo Tomura, su voz era afilada, cortando el silencio con un filo cortante.
—Tuve que asegurarme de que nadie me siguiera —respondí, intentando sonar firme a pesar del leve temblor en mi voz. No había estado tan cerca de Tomura desde el día en que todo comenzó a desmoronarse, y estar aquí, a solas con él, me hacía sentir vulnerable y atrapada.
Tomura sonrió, pero no había calidez en su expresión. —Y, sin embargo, aquí estás. —Su tono era burlón, y su sonrisa tenía un matiz cruel—. ¿Lista para hablar sobre la última dosis que te falta?
Apreté los puños a mi lado, sintiendo una mezcla de miedo y frustración burbujeando dentro de mí. —No quiero formar parte de esto, Tomura. Me traicionaste. Todo esto... no es lo que esperaba.
Su sonrisa desapareció, y su expresión se endureció. Avanzó un paso hacia mí, sus pasos resonando en el suelo polvoriento, haciendo que mi corazón latiera aún más rápido. —¿Traicionarte? —Su voz era baja, peligrosa, con un susurro venenoso—. No tienes elección, ¿entiendes? Cuando Deku se entere de la verdad, toda Class 1-A te traicionará. Eres una amenaza para ellos. Te considerarán una enemiga y te encarcelarán para siempre como le hicieron a papá. ¿O qué, piensas que Deku te va a salvar? —Hizo una pausa, inclinándose hacia mí, su aliento helado en mi rostro—. No seas tonta. No te ama de verdad.
Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, dejándome sin aliento. ¿Y si tenía razón? ¿Y si Deku, cuando descubriera la verdad, se volviera en mi contra? Tragué saliva, tratando de mantenerme firme. No quería mostrarle que me estaba afectando, que sus palabras sembraban la duda en mi mente.
—Él no me traicionaría —respondí, aunque mi voz sonó más débil de lo que esperaba, casi ahogada por el miedo y la inseguridad.
Tomura se rió suavemente, un sonido que hizo eco en el espacio vacío de la fábrica. —Eres más ingenua de lo que pensaba. Deku es un héroe. No arriesgaría todo por ti. No después de esto. Se te olvidó que en el momento que más necesitabas a uno, nadie estaba. Fui yo quien te salvó, no un héroe.
El peso de sus palabras se hundió en mí, llenándome de una sensación de desesperación y desamparo. Sabía que Deku era un héroe, que siempre elegiría lo correcto. Pero, ¿y si yo ya no formaba parte de su definición de lo correcto? Me sentía atrapada, dividida entre lo que quería creer y la realidad que Tomura pintaba ante mis ojos.
—¿Y Toga? —pregunté, tratando de cambiar de tema, de encontrar alguna grieta en su lógica—. El ataque... fue por orden tuya, ¿verdad?
Tomura ladeó la cabeza, observándome con esos ojos fríos que parecían ver más allá de mi piel, más allá de mi alma. —Toga hizo lo necesario. Necesitábamos asegurarnos de tu lealtad, de que estabas con nosotros. No podíamos arriesgarnos a que fueras una traidora. Nada personal.
Sentí una oleada de ira recorrerme. Nada personal. ¿Cómo podía decir eso después de lo que había pasado? Me habían usado como si no fuera más que una herramienta, un peón en su retorcido juego. Antes de que pudiera responder, un sonido suave llamó mi atención. Un movimiento en la sombra. Mis sentidos se agudizaron, y mi cuerpo se tensó.
—¿Qué fue eso? —susurré, mis ojos escaneando la oscuridad, el pulso acelerado en mis sienes.
Tomura también se giró, alerta. Entonces lo vi: una figura que se movía entre las sombras, acercándose rápidamente. Un destello de cabello rubio, ojos encendidos de determinación. Bakugo.
—¡Bakugo! —exclamé, el pánico llenando mi voz mientras mis manos temblaban, incapaces de permanecer quietas.
Bakugo emergió de las sombras, su mirada era feroz, cargada de ira. —Así que esto es lo que estaba pasando todo el tiempo. —Su voz estaba tensa, llena de resentimiento—. ¡Lo sabía!
Sentí que mi mundo se desmoronaba a mi alrededor. No podía dejar que él se fuera con esa información. Me lancé hacia él, mi mano extendida como si pudiera detenerlo con un simple gesto. —¡Bakugo, espera! No es lo que piensas...
—¡Por supuesto que lo es! —gritó Bakugo, su voz resonando en el vacío de la fábrica—. ¿Creíste que podrías engañarnos a todos? ¡A mí!
—¡No, Bakugo! —intenté explicar, pero él no me estaba escuchando.
Sus ojos estaban llenos de una furia intensa, sus músculos tensos como resortes. Su mano se movió hacia atrás, preparándose para lanzar una explosión, y supe que no había tiempo para más explicaciones. Me lancé hacia adelante, mis pies apenas tocando el suelo, mi mente nublada por la urgencia. Nos encontramos en un choque violento, y de repente estábamos peleando, enredados en una lucha desesperada.
La primera explosión de Bakugo me rozó, el calor abrasador lamiendo mi brazo como una lengua de fuego. Me tambaleé, el dolor atravesándome, pero me obligué a mantenerme en pie. Me movía por instinto, bloqueando, esquivando, cada movimiento más desesperado que el anterior. El aire vibraba a nuestro alrededor con el poder de sus explosiones, llenando el espacio con un rugido ensordecedor que reverberaba en las paredes oxidadas.
—¡Bakugo, por favor! —grité, mi voz apenas audible sobre el rugido de sus explosiones—. ¡No entiendes! ¡No quería hacer esto!
—¡Ya no te creo! —rugió él, lanzando otra explosión hacia mí. Salté hacia un lado, sintiendo el calor quemando mi piel, y mi corazón se hundió al ver la determinación en sus ojos—. ¡Has estado trabajando con ellos todo este tiempo!
Me lancé hacia él nuevamente, mi cuerpo moviéndose antes de que mi mente pudiera detenerme. Lo golpeé con todas mis fuerzas, intentando empujarlo hacia atrás, pero Bakugo era más fuerte, más rápido. Respondió con una explosión más potente que las anteriores, enviándome volando hacia atrás. Mi espalda chocó contra una columna de metal, y el dolor estalló en mi costado como una onda de choque, desgarrando mi piel y mis esperanzas.
Me arrastré por el suelo, jadeando, tratando de recuperar el aliento mientras la oscuridad se mezclaba con el dolor. Bakugo avanzó hacia mí, sus pasos resonando en el suelo de la fábrica, cada uno más pesado que el anterior.
—¡Bakugo, tienes que escucharme! —supliqué, levantando una mano en señal de rendición. La desesperación llenaba mi voz, mis ojos fijos en los suyos, buscando alguna señal de duda, alguna chispa de comprensión. Pero todo lo que vi fue ira.
Él se detuvo, su mano brillando con una luz naranja, lista para lanzar otra explosión. —No tengo nada que escuchar de ti —escupió, su voz un gruñido bajo.
Con un último esfuerzo, me levanté, mis piernas temblando bajo mi propio peso. —Yo... nunca quise traicionar a nadie —dije, mi voz quebrándose—. No quería herir a mis amigos, a Deku... pero Tomura... él... —Miré hacia Tomura, que estaba observando con una expresión de puro disfrute—. ¡Me manipuló!
Bakugo apretó los dientes, su puño temblando con la energía contenida de su quirk. —¡No importa! —gritó, lanzando su mano hacia adelante.
El impacto de mi cuerpo contra el suelo me dejó sin aliento, el dolor estallando en mi costado como una ola fría. Intenté levantarme, mis manos temblorosas buscando apoyo en el piso de cemento, pero cada movimiento era una agonía. Levanté la vista justo a tiempo para ver a Bakugo alejándose rápidamente, su figura desvaneciéndose en la oscuridad de la fábrica.
—¡Bakugo! —grité, la desesperación impregnando cada sílaba, pero mi voz sonó débil, como un eco perdido en el vasto y vacío espacio. Mis palabras no lo detuvieron. Ya estaba fuera, escapando, llevándose consigo la verdad que tanto había temido.
Mi corazón latía con una mezcla de miedo y angustia. Bakugo lo había visto todo, y ahora, seguramente, alertaría a los demás. La verdad quedaría expuesta, y no habría lugar donde esconderme. Todo lo que había logrado y empezado querer estaba a punto de desmoronarse.
Intenté levantarme nuevamente, mis músculos protestando con cada movimiento. Pero, antes de que pudiera ponerme de pie, sentí la presencia de Shigaraki acercándose. Sus pasos resonaban lentamente, como si saboreara cada momento de mi desesperación. Sentí una sombra caer sobre mí cuando se detuvo a mi lado.
—Bueno, parece que la decisión ha sido tomada por ti, querida hermana —dijo Shigaraki con una voz suave, casi burlona, inclinándose ligeramente hacia mí. Su sonrisa era una mezcla de satisfacción y triunfo, como un depredador que finalmente ha atrapado a su presa—. Ahora ya no tienes a dónde ir nuevamente, ¿verdad?
Un escalofrío recorrió mi espalda ante sus palabras. El miedo se apoderó de mí con una intensidad dolorosa. Era cierto. Con Bakugo escapando y llevando la noticia de mi encuentro con Shigaraki, no había camino de regreso. No podía regresar a U.A., no podía confiar en mis amigos; todo estaba expuesto y a punto de desmoronarse. La realidad de mi situación se asentó en mi estómago como una piedra pesada. Estaba atrapada, sin opciones visibles.
—No tienes que hacerlo tan difícil, Tn___ —continuó Shigaraki, su tono se volvió más suave, casi persuasivo—. Únete a nosotros, y juntos podemos destruir a esos falsos héroes. Deku, All Might... todos ellos caerán, y tú estarás del lado correcto de la historia. El lado ganador. Como siempre lo has soñado.
Las palabras de Shigaraki resonaban en mi mente, tentadoras y aterradoras a la vez. Mi pecho dolía no solo por el golpe de Bakugo, sino por la verdad que se desplegaba ante mí como un campo de minas inminente. Cada palabra de Shigaraki era una daga que penetraba mi resistencia, acentuando el terror que sentía. Me retorcí en el suelo, mi respiración entrecortada mientras mis lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas. Todo lo que había temido, todo lo que había intentado evitar, estaba sucediendo ahora, y no había nadie que pudiera salvarme de esta pesadilla. Ni siquiera yo misma.
Las lágrimas caían sin control, nublando mi visión y mezclándose con el sudor frío que perlaba mi frente. La desesperación me envolvía, opresiva y envolvente. No podía hacer esto. No quería hacer esto. Pero, al mismo tiempo, sabía que no tenía elección. Si Bakugo lograba llegar a los demás antes de que yo pudiera explicarles la situación, todo estaría perdido. Ellos me verían como una traidora, como alguien que eligió el lado de los villanos.
—Lo siento... —susurré, mis palabras quebrándose en el aire, dirigiéndome a nadie en particular, quizás a mis amigos, a Deku, o tal vez a mí misma. Sentí que mi cuerpo se relajaba, cediendo a la inevitable realidad que se me presentaba. La fábrica parecía cerrarse a mi alrededor, el eco de mis sollozos resonando en el vacío, mezclándose con el ruido distante del tráfico de la ciudad y el frío metal que me rodeaba.
—No tienes que disculparte —respondió Shigaraki, su tono era más suave, casi comprensivo—. Todos hacemos lo que debemos para sobrevivir. Y créeme, has tomado la decisión correcta. —Se acercó a mí, su mano fría y firme rodeando mi pequeño cuerpo como la primera vez que me salvó. Me sujetó con una presión que era al mismo tiempo consoladora y opresiva.
Con esas palabras, la realidad se desplomó sobre mí. Me di cuenta de que estaba más atrapada de lo que jamás podría haber imaginado. La figura de Bakugo ya no era visible, perdida en la oscuridad del mundo exterior. La tristeza abrumadora se apoderó de mí, un vacío infinito que surgía del hecho de que tal vez nunca volvería a ver la luz del día desde el mismo lugar que antes. Ahora estaba en las sombras, con Shigaraki, y no había escapatoria.
Cerré los ojos, permitiendo que las lágrimas cayeran libremente por mis mejillas. Sabía que mi vida nunca sería la misma, y que las decisiones de este momento definirían mi futuro. Un futuro que ahora parecía más oscuro y aterrador que nunca.
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