Capítulo 2: La deuda
Carmen había mantenido un perfil discreto hasta el momento, pero llegó el instante crucial para presentar su solución. Estaba convencida de que era la mejor alternativa, al menos para ella, pues era plenamente consciente de las consecuencias que su solicitud desencadenaría.
—Necesito hablar a solas con Daniel — anunció Carmen, interrumpiendo el debate acalorado que se había formado entre Daniel, Amanda y Johnny.
—No entiendo la importancia de hablar a solas con Daniel — se quejó Johnny, mostrando su frustración. —Ya me han ocultado suficiente.
—Es un asunto importante — explicó Carmen, sin intención de entrar en una disputa. —Realmente es crucial y te prometo que después compartiré todos los detalles contigo.
Johnny suspiró resignado, encogió los hombros y salió por la cocina hacia el patio trasero, seguido de Amanda.
Daniel estaba nervioso. No tenía una relación cercana con Carmen; apenas habían cruzado palabras en conversaciones breves en contadas ocasiones. Por lo tanto, el interés en hablar a solas le generaba preocupación.
—Quiero ir al punto porque es importante resolver este asunto antes de que Héctor llegue aquí. —Daniel asintió. —Lo que voy a pedirte no es algo que se me ocurriera en un momento de desesperación, lo pensé por mucho tiempo así que es totalmente racional.
—Si puedo ayudar ... —Carmen lo detuvo.
—Por favor, no digas que vas a hacer lo que te pida sin que me dejes explicarte.
—Bien.
—Resulta sumamente evidente que tú y Johnny tienen una conexión interesante... — Daniel abrió los ojos con sorpresa. — Manejan un negocio juntos y quizás son las únicas personas que se entienden mutuamente. Eres un buen hombre y no sé cuánto tiempo transcurrirá antes de que obtengamos un fallo a nuestro favor. Por eso, necesito que tú... — El castaño se levantó, visiblemente alterado al entender lo que Carmen estaba por pedirle.
—Carmen, yo no sé si estoy entendiendo bien ¿quieres que finja que tu hijo es mío y de Johnny?
—Eso es exactamente lo que deseo. No me imagino dejar a mi bebé en manos de una completa desconocida.
—Vaya, yo... yo no puedo hacerlo. —Respondió Daniel, apoyándose en la pared.
—Si puedes. — Dijo con voz firme. —Me lo debes.
—¿Qué?
—Johnny y tú me lo deben. —respondió con firmeza. —A diferencia de Amanda, mostré mucha tolerancia con el asunto del karate, y el resultado fue que Miguel se escapó a México.
—Él quería conocer a su padre, y eso no tuvo nada que ver ni con Johnny ni conmigo.
—Sí tuvo que ver. Ustedes dos estaban empeñados en tener la razón a cualquier precio, y la presión sobre cada uno de los chicos, sobre todo en nuestros propios hijos, los sobrepasó. —Daniel no pudo contestar. —¿Lo harás?
—No puedo tomar una decisión sin antes hablar con mis hijos.
—Esta respuesta debes darla hoy mismo.
—¿Qué sugieres que haga? ¿Hacerle una llamada? No sé si lo podrían entender.
—Papá. —Sam había entrado a la casa sin que nadie se diera cuenta.
...
Miguel y Robby no podían creer lo que estaban viendo. Tory había bajado del auto junto con Anthony.
—¿Van a quedarse mirando o nos van a echar una mano sacando las compras del auto? —Tory trató de sonar natural.
—Sí, solo que no esperaba verte manejando el auto de Sam. —respondió Robby.
—¿Qué, esperaban que lo manejara Anthony? Claro, como no. —Anthony se quejó.
—Lo digo por la edad. En fin, LaRusso olvidó algo en casa y como ya habíamos cargado las compras en la cajuela, tuvo que pedir un taxi.
—¿Eso significa que ya son amigas? —preguntó Miguel.
—Eso significa que estamos comenzando a construir confianza. Si no se dan prisa en ayudar, esos hielos se van a derretir y ustedes tendrán que ir a buscarlos.
Miguel y Robby creyeron la mentira y se apresuraron a ayudar. Tory se sintió mal al verlos, odiaba mentirle a la gente que quería, pero no podía decir la verdad todavía.
Mientras tanto, Sam intentaba hacer su parte, durante el viaje a casa de su madre iba pensando en lo que le diría a su papá para convencerlo de ser la pareja falsa de Johnny.
El taxi la dejó frente al camino de entrada. La joven se mantuvo en su lugar durante varios minutos, tratando de reunir el valor para entrar. Una parte de ella se sentía culpable por anhelar tanto tener a alguien como Johnny en su vida, no solo como una figura paterna, sino como alguien que la inspirara a crecer. Durante el viaje a casa se preguntaba si algún día sería motivo de búsqueda exhaustiva en internet, como Johnny lo hizo al investigar cómo ser un buen padrastro para Miguel, cómo fortalecer su relación con Robby y cómo prepararse para la llegada del nuevo bebé.
Si bien estaba agradecida por sus padres y valoraba lo que le habían dado, Sam reconocía que ellos a menudo tenían dificultades al enfrentar desafíos fuera de su zona de confort. Tenía la firme determinación de no caer en ese patrón, y para lograrlo anhelaba tener a alguien en su vida que la alentara a abrazar riesgos, de la misma manera en que Johnny lo había hecho al motivarla a saltar de un edificio a otro. No obstante, la idea de encontrar esa figura paterna al tomarla de alguien más la llenaba de remordimiento, haciéndola sentir mal consigo misma como persona, amiga y novia.
—¿De qué podrán estar hablando? — Sam fue sacada de sus pensamientos por la voz de su mamá. En un instante, se ocultó tras una de las columnas en la entrada.
—No lo sé, pero Carmen tenía esa mirada de tener una idea.
Impaciente, Sam decidió no esperar más y abrió la puerta de la casa con la mayor discreción posible. Avanzó sigilosamente hasta llegar al lugar de donde provenían las voces.
—Carmen, yo no sé si estoy entendiendo bien ¿quieres que finja que tu hijo es mío y de Johnny? —Casi tropieza al escuchar eso.
—Eso es exactamente lo que deseo. No me imagino dejar a mi bebé en manos de una completa desconocida.
—Vaya, yo... yo no puedo hacerlo. —Respondió su papá, apoyándose en la pared.
—Si puedes. — Su voz era firme, estaba hablando muy enserio. —Me lo debes.
—¿Qué?
—Johnny y tú me lo deben.
Sam bajó la mirada, consciente de que también tenía una deuda pendiente con Carmen. Sin embargo, sabía que nunca sería culpada, ya que Carmen la consideraba como otra víctima de los estragos de la guerra del karate. A pesar de esto, Sam había reconocido su propia responsabilidad hacía tiempo. Reflexionaba sobre cómo la ira había enturbiado su juicio y le había impedido darse cuenta de la sensación de vulnerabilidad que Miguel experimentaba. Lamentaba no haber alentado a su novio a compartir sus preocupaciones y aunque no habría detenido a Miguel en su búsqueda de su padre, ya que entendía que era un paso necesario para que él comprendiera la verdad sobre su papá, al menos habría tenido la certeza de la ubicación de su novio y habría brindado su apoyo a distancia. Pero ahora tenía la oportunidad de ayudar.
—¡Papá! —Gritó para llamar la atención.
—¿Sam? ¿Qué haces aquí? —Daniel preguntó asustado. —¿Escuchaste eso?
—Emm sí, aunque mi hermano y yo ya lo sabíamos de todos modos —respondió Sam, intentando transmitir calma en su voz. El castaño estaba sorprendido.
—¿Cómo lo supieron?
—No es importante, pero si tenías dudas sobre aceptar debido a Anthony y a mí, quiero que sepas que ambos ya habíamos considerado esta situación. Estamos de acuerdo en que deberías aceptar.
—¿Miguel y Robby lo saben? —Carmen preguntó preocupada.
—No, pero Tory si, ella está tratando de crear una distracción mientras yo estoy aquí. —Carmen respiró tranquila.
—Supongamos que acepto —Habló Daniel. — ¿Qué pasa si Johnny no quiere?
—No tiene otra opción; también es su hijo y debe aceptarlo. Si tú dices que sí, es muy probable que él también lo haga. —El castaño asintió.
Para Daniel, aceptar esta propuesta implicaba embarcarse nuevamente en aquello que pensaba ya no volvería a experimentar. Tras el nacimiento de Anthony, habían decidido que sería el último hijo del matrimonio. Por lo tanto, cuando el cuándo de los LaRusso utilizó un pañal y sostuvo un biberón por última vez, Daniel dejó escapar un suspiro de alivio, consciente de que esa etapa había llegado a su fin. No obstante, abandonar a ese bebé a su suerte no era una opción. Seguramente, Carmen enfrentaba enormes dificultades al convencerse de que, para proteger a su hijo, debía fingir que no tenía vínculo alguno con él. Ya tenía suficiente carga sobre sus hombros como para sumar la preocupación por un completo desconocido que jugaba a ser padre con Johnny.
En una ocasión, el señor Miyagi le enseñó que no se debían anteponer las pasiones a los principios. Sin embargo, ¿qué relevancia tenían esos principios en ese momento, cuando un hombre peligroso intentaba arrebatar a un bebé de los afectuosos brazos de sus padres? No, él no se permitiría contribuir a los malintencionados planes de Héctor dándole la espalda a sus amigos.
—De acuerdo, lo haré. —Respondió decidido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top