♰ ──── · · · 𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀
SEIS ❜
❛ DO YOU THINK, YOU'D
KILL FOR ME ONE DAY?
YES, OF COURSE.
I WILL MY DARLING ❜
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Pum, pum, pum.
Los golpecitos en el armario de Ava hicieron que su corazón latiera más rápido por el miedo. Su mente se llenó de preguntas y dudas, no estaba segura de qué estaba pasando ni de por qué había alguien en su habitación. Trató de convencerse de que solo era una alucinación, pero los murmullos no la ayudaban mucho. Luego se volvió más rápido, tuvo la valentía de escender la luz de la lamparita que tenía a su lado, la rubia se quedó estupefacta al darse cuenta de que era la hermana Mary quien estaba golpeándose contra el armario con la frente, mientras deambulaba dormida.
La primera reacción de la novicia fue de confusión y sorpresa, pero después se sintió un poco aliviada al saber que no era algo sobrenatural lo que estaba ocurriendo.
Se dio cuenta que era sonámbula.
Fairchiald se incorporó ligeramente en la cama, temblando un poco por el miedo, pero se mantuvo en silencio observando a la hermana Mary en medio de su episodio somnámbulo. Se animó a colocar su mano por encima donde se golpeaba la castaña, mientras que la otra iba en su hombro para alejarla un poco del armario. Hizo un sonido suave con sus labios para no asustarla.
No tenía la intención de despertarla, ni mucho menos dejarla sola.
La hermana Mary se detuvo abruptamente cuando sintió la suave mano de Ava en su brazo y la mano en su hombro, alejándola del armario. El contacto la hizo parpadear ligeramente, pero se encontraba en estado de somnolencia. Cuando Ava abrió la puerta de la habitación y salió afuera, la hermana Mary la siguió con pasos un poco inestables, aún en su estado, mientras caminaban por el pasillo a media luz, la castaña se mantuvo cerca de Ava, aparentemente buscando seguridad y guía en su estado inconsciente.
La novicia buscaba el número quince, maldiciendo por lo bajo mientras sus ojos escaneaban los números junto a las puertas del pasillo a media luz. Las puertas eran todas iguales, lo que hacía difícil encontrarla en la oscuridad. Después de varios intentos infructuosos, Ava tuvo la idea de tocar cada número con sus dedos sin querer hacer y despertar a las demás monjas. Finalmente, tocó la puerta marcada con el número quince, esperando que fuera la correcta.
De repente, antes de que Fairchaild pudiera entrar en la habitación de Mary, sintió una bolsa de lino cubrir su cabeza y una soga alrededor de su cintura como también en sus manos y un pañuelo en la boca. Podía oír las risas burlonas de varias novicias a su alrededor, pero no podía ver nada con la bolsa en su cabeza y su visión estaba totalmente oscura. Trató de luchar contra las restricciones al querer forcejear y querer liberarse, pero la soga estaban fuertemente atadas alrededor de su cuerpo, impidiéndole moverse.
La voz de Amelie llegó a los oídos de Ava, acompañada por una risa burlona. Su corazón se hundió aún más mientras luchaba para respirar a través del pañuelo en su boca.
—Debemos agradecer a la hermana Mary por ser sonámbula —se rió acompañandose con otras risas más— Haz que descanse Mary, ya hizo su trabajo —ordenó a una de las novicias, quien obedeció en el momento.
—¿A dónde la llevaremos, Amelie? —cuestionó una de las novicias, mirando a su compañera.
Luego, sintió cómo la ponían bruscamente en el suelo y cómo la arrastraban por el piso con sus piernas, dejando que su camisón blanco se ensuciara por la mugre que había después del convite.
—Como hicimos una vez con la hermana Angeline —le recordó aquella travesura que le hizo a la novata unos años antes.
La monja recordó la travesura que hicieron una vez con la hermana Angeline y sus ojos se iluminaron al recordar lo divertido que había sido. Aún más al recordar la humillación de Angeline.
—Oh, si lo recuerdo muy bien —respondió con una sonrisa en su rostro— Esa pobre hermana Angeline se llevó bastante sorpresa.
Se volvió hacia Amelie, mostrando entusiasmo ante la idea de repetir la misma travesura con Ava.
—¿Qué te hizo esta para querer llevarla? —preguntó la monja a Amelie, mientras la novicia ayudaba a Amelie a arrastrar a Ava por el suelo, ambas no pudieron evitar reírse ante la situación a juego. Las otras dos novicianas se aseguraban de que el camino estuviera despejado para continuar con la traviesa.
—Ella se lo buscó, hermana Daisy.
Daisy asintió en acuerdo con la declaración de Amelie de que siempre había una razón para que las cosas pasaran. Aunque ella no sabía aún que los celos de Amelie hacia Ava eran provocados por las interacciones que tenía con el padre Charlie.
Sí, la hermana Amelie se sintió atraída por el nuevo padre, casi con la idea de querer tenerlo que no le importaba si perdía sus votos de consagración porque después se todo podría anularlo al no ser una novata.
—Es verdad, siempre hay una razón para que las cosas ocurran —respondió Daisy a Amelie sosteniendo firmemente la pierna de Ava mientras seguían arrastrándola ante el frío suelo.
Ambas novicianas continuaron arrastrando a la rubia por el terreno oscuro de la noche, sin importarles el hecho de que Ava estuviera luchando y forcejeando contra las restricciones que la inmovilizaban. Amelie sonrió ligeramente ante la aprobación de Daisy con su declaración. Agradecía que su amiga no cuestionara el motivo detrás de su aversión hacia Ava.
—Ella necesitaba aprender su lugar —reafirmó Amelie con tono frío y autoritario, sin mostrar ningún rastro de duda en su decisión.
Las dos novicias estaban inmersas en su traviesa venganza contra Ava cuando de repente Daisy soltó un quejido al recibir un fuerte impacto en sus ojos causado por el brillo de una linterna. Se cubrió los ojos con sus manos instintivamente, soltando la pierna de Ava y deteniéndose repentinamente.
—¿Amelie? —la apuntó con la linterna— Hermana, ¿qué haces?
Amelie giró la cabeza al escuchar a su acompañante, su expresión pasando de fría a sorprendida y levemente preocupada. Al ver que la lámpara apuntaba hacia ellas, retrocedió un poco, tratando de aparentar normalidad.
Dorothea frunció el ceño al ver a las monjas despiertas a estas horas de la noche. La luz de la linterna descendió gradualmente hasta iluminar el cuerpo de Ava, aún luchando contra las restricciones mientras Amelie y Daisy permanecían en silencio por un momento.
—¿Amelie, qué mierda haces? —abrió los ojos su gemela al ver aquella escena.
Amelie mantuvo la calma, aunque sintiéndose un poco atrapada por haber sido descubierta en medio de su fechoría. Su mente se apresuró a buscar una excusa creíble, pero antes de que pudiera responder, Dorothea cambió el rumbo de la conversación hacia la figura en el suelo.
—Suéltala, Amelie —Dorothea miró a su hermana con una mezcla de sorpresa y molestia en su rostro, exigiendo que soltaran a Ava de inmediato. Amelie se mantuvo en silencio por un momento, dudando en obedecer a su hermana, pero sabiendo que no podía ignorar su pedido— Por favor, no hagas de nuevo esto.
Eventualmente por unos minutos, cedió ante la insistencia de Dorothea. Amelie soltó con brusquedad la pierna de Ava, dejando a la rubia acostada en el suelo. Las restricciones en su boca y cabeza aún continuaban inmovilizándola, pero al menos ya no la arrastraban.
Dorothea estaba a punto de decir algo más cuando de pronto Daisy colocó un pañuelo en su nariz, haciendo que cayera inconsciente al instante. Amelie se volvió hacia Daisy, con un gesto de frustración en su rostro.
—¿Qué acabas de hacer, Daisy? No teníamos que hacerle esto a Dorothea al como la metía en la habitación de Amelie—sin creer que su cómplice le hiciera eso a su gemela.
—¿Eres tonta? Podría delatarnos.
—Sé perfectamente que podríamos ser delatadas —respondió con el ceño fruncido— Pero podrías haberla persuadido para que lo olvidara.
Daisy no quiso seguir la conversación, sabiendo que no llevaría a ninguna parte.
Ambas volvieron arrastrarla en silencio, volviendo a la ejecución de su plan. Daisy soltó un leve chasquido con sus dedos cuando habían llegado después de varios minutos. Metieron a Ava dentro de una habitación, quitándole la bolsa que la sofocada.
Ava parpadeó varias veces, intentando enfocar su vista en medio de la oscuridad de la habitación. Su visión se enfocó en las paredes, viendo claramente las palabras escritas en rojo y las cruces invertidas, lo que solo aumentó su terror y ansiedad. Parecía que había llegado a una habitación siniestra y oscura.
Ava escupió el pañuelo que tenía en su boca dejando salir un gemido.
—¿Estás enferma o qué?
—No estoy enferma —dijo con tono frío— Sólo quiero que aprendas una lección, y que te des cuenta de tu lugar.
Ava luchaba inútilmente contra sus restricciones, con la frustración evidente en sus gestos y palabras.
—¿Mi lugar? —respondió con tono desafiante— ¿Y quién eres tú para decidir dónde está mi lugar, eh?
—Tu lugar es a mis pies —respondió con severidad— Y lo aprenderás, incluso si tengo que hacerte arrastrar y humillarte para que lo entiendas.
Las palabras de Amelie fueron como un cuchillo afilado, hundiéndose en el orgullo y la dignidad de Ava.
—Nunca me arrastraré ante ti —replicó la rubia entre dientes, tratando de controlar el enojo y manteniendo un semblante desafiante— No bajaré la cabeza ante tus ridículos intentos de dominación.
Amelie no pudo evitar una pequeña sonrisa al ver cómo Ava luchaba para controlarse, tratando de mantener su orgullo y dignidad intactas. Su actitud desafiante solo servía para aumentar la diversión e intención de Campell de derribar su orgullo.
—Oh, por favor —respondió la de ojos verdes— Lo harás. Sólo se necesita un poco de persuasión y un pequeño empujón. Y de hecho, creo que estoy preparada para comenzar con eso ahora mismo.
La sonrisa de Amelie hizo que la sangre de Ava hirviera, pero estaba determinada a no demostrar ningún signo de debilidad ni rendición. Su orgullo y sus instintos de supervivencia luchaban intensamente dentro suyo, provocando una guerra entre la lógica y el ego.
—Creía que estaría unas horas aquí —la voz de Daisy interrumpió la tensión, haciendo que Campell se diera la vuelta para mirar a su acompañante. Su rostro volvió a la normalidad y se cruzó de brazos, pensando durante un momento.
—Lo sé, pero creo que un poco de persuasión y presión psicológica podría hacer que Ava reconozca su lugar en este asunto. Además, ¿no quieres que aprenda una lección?
La pelinegra negó con la cabeza al darse cuenta que su amiga quería irse a otro extremo que aún no habían explorado.
—Ya lo hicimos una vez con una novicia, por suerte no nos delato —le recordó— No haremos lo mismo.
—¿Qué pasa contigo?
Daisy estaba a punto de responder a Amelie con un tono de inquietud pero se detuvo al ver su expresión seria y escuchar el tono de su voz. Su enfado disminuyó un poco, aunque su frustración seguía presente.
—Te estás pasando de la raya.
—No creo que me esté pasando de la raya —respondió en tono defensivo— Sólo quiero asegurarme de que Ava aprenda una lección y no se entrometa nuevamente.
—Yo me voy.
Las palabras de Daisy y su gesto de retirada sorprendieron un poco a Amelie, que la miró con incertidumbre. Su frustración luchaba con su propio conflicto interior sobre cómo manejar la situación con Ava. Se indignó a seguirla.
—Te sigo —respondió ella con un deje de molestia. Cuando Daisy miró a Ava, Amelie siguió su mirada, observando a la rubia con indiferencia.
—Sacala de aquí.
Daisy se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Amelie después de su petición. Su expresión revelaba su desencanto ante lo que consideraba un acto de debilidad de su acompañante. La idea de liberar a Ava no le resultaba aceptable en ese momento, y negarse a hacerlo con un gesto decidido.
—No voy a soltarla —respondió con firmeza y un tono cortante— Todavía necesita aprender su lección.
Daisy asintió sin ganas de discutir, se limitó salir de la habitación junto con Amelie, encerrando a la novicia allí.
—Descansa en la habitación de tu hermana Dorothea, ella está en la tuya —le recordó Daisy.
Ava buscó un punto de apoyo para poder levantarse y finalmente pudo equilibrarse contra la fría y áspera pared de la habitación. Con un gran esfuerzo, se empujó hacia arriba lo suficiente como para estar de pie y recuperar algo de su dignidad. Dirigió su atención hacia la puerta, empujándola con todas sus fuerzas, pero no pudo hacerla abrir.
Las palabras de Amelie sonaban en sus oídos:
Tu lugar está a mis pies.
Ella siguió empujando y forcejeando con la puerta, gastando cada vez más energía y sin lograr nada. Su frustración e impotencia crecían a medida que pasaba el tiempo y se sentía cada vez más atrapada. Gritó para que fuera escuchada y no hubo ni una señal.
Después de intentar desesperadamente abrir la puerta sin éxito, se rindió y se desplomó contra la puerta con un suspiro de frustración y derrota. Sus ojos se posaron en las palabras escritas en las paredes de la habitación, cada frase como un frío recordatorio de su falta de libertad. Sentía sus piernas débiles, no sabía si era por hacer fuerza o porque fue arrastrada.
Sus emociones estaban revueltas y su mente luchaba por mantener la calma. Su estómago se revolvió ante las palabras que había leído.
Una vez que se quedó en silencio, el único sonido que pudo escuchar fue el de su propia respiración agitada y el latido de su corazón. Era consciente de que estaba atrapada en esa habitación oscura y claustrofóbica, y su desesperación crecía por momentos.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado ni de cuánto tiempo más estaría atrapada allí, pero el tiempo parecía extenderse eternamente ante ella. Su mente buscó cualquier manera de escapar o de encontrar una salida, pero estaba completamente sin esperanzas.
En ese momento, deseaba estar con sus padres y se ahorraría este mal rato.
La puerta se abrió de repente y Ava cayó al suelo con un ruido sordo debido a su falta de equilibrio. Levantó la vista y se encontró con la figura de Charlie, que entraba con una sonrisa ligeramente burlona en su rostro. Sin embargo, había una marcada expresión de preocupación en sus ojos cuando la miró.
Su presencia fue inesperada, pero no del todo indeseada.
—Charlie —se limitó a decir.
Ella intentó levantarse, pero el hecho de que estuviera tan débil aún le dificultaba moverse con facilidad, y rápidamente él se apresuró a su lado donde le ofreció su brazo para estabilizarla.
—¿Puedes caminar? —preguntó él con preocupación.
—Sí, por supuesto —dijo Fairchiald— ¿No ves que caminan por si solas?
Charlie no pudo evitar reírse. Su comentario hizo que el humor surgiera en medio de la tensión del momento.
—Todavía puedes estar en contra mia, eso es buena señal —respondió él con tono de broma, mientras la ayudaba a ponerse de pie, estabilizándola con un brazo alrededor de su cintura, aprovechándose de la situación.
Ava sintió un inesperado hormigueo en su cuerpo ante el contacto. Su mano se apoyó ligeramente en el brazo de él, buscando más equilibrio y apoyo.
Sus caras estaban bastante cerca en ese momento, y la rubia podía sentir su calidez y su protección. Miró unos instantes a los ojos de él, antes de apartar la mirada y recuperar la compostura, una mezcla de emociones se agolpó dentro de ella, lo que hizo que sus pensamientos y sensaciones fueran confusos y en conflicto. El contacto físico con Charlie la llevó a cuestionar sus propias emociones y reacciones, y más el momento de proximidad entre ellos que no podía ser ignorado, ni aunque que quisiera.
—Suéltame —se negó rotundamente el acercamiento del pelinegro.
Charlie escuchó su negativa y su insistencia en que lo soltara, pero estaba acostumbrado a su temperamento y a sus respuestas cortantes. No se inmutó ante su reacción y siguió sujetándola en un abrazo firme.
Se acercó un poco más, susurrando cerca de su oído.
—¿Segura que quieres que te suelte? —se sentía tentado de querer dominar el ambiente.
—Charlie.
Al escuchar cómo decía su nombre con resignación, Charlie supo que había provocado una respuesta en ella. Su boca se inclinó en una sonrisa ligeramente traviesa mientras se acercaba aún más, su aliento tibia el lóbulo de su oído.
—¿Y si no lo hago?
Sus palabras hicieron que Ava se estremeciera y sin darse cuenta, se encontró atrapada entre su cuerpo y la fría pared de ladrillo que tenía detrás. Sus ojos se desvieron hacia él, y se encontró con una mirada ardiente y traviesa que la mantuvo atrapada. Sentía su presencia cerca de ella, y aunque su primer instinto era apartarlo, había algo que la retenía.
—¿Qué vas a hacer al respecto? —sus labios apenas a centímetros de los suyos.
—Te vas a meter en problemas —respondió ella con una mezcla de advertencia y debilidad en su voz.
La advertencia de Ava fue recibida con un suave suspiro, sin importar las reglas establecidas de la capilla. Sus ojos siguieron enfocados en los de ella, y se acercó aún más, sus pechos casi rozándose.
—Creo que ambos nos hemos metido en problemas —contestó suavemente—No parece que seas capaz de apartarme.
Con cada paso que daba hacia ella, hacía que sintiera cada vez más su presencia, tanto física como emocional. Sus palabras fueron acompañadas de una caricia en su brazo, un gesto casual pero con un toque de provocación que no podía pasar desapercibido.
Pudo sentir algo en él, como una energía, un deseo no tan inocente.
—Eres un sacerdote, imbécil.
La sonrisa de Mayhew solo se hizo más amplia ante sus palabras, sin sentirse avergonzado por su profesión y claramente sin importarle mucho
—Tal vez, pero no soy un santo —Su mano subió y acarició su mejilla, pasando levemente por sus labios con su pulgar como si intentara recordar su piel.
Ava rechazo la cercanía, presionando su torso para poder empujarlo suavemente sin la intención de perder sus votos de consagración.
Su deber era ser leal a Dios, y lo estaba fallando con la tentación.
—Sé bien que no crees en esto, pero yo sí.
El sacerdote escuchó sus palabras, y por un momento pareció que finalmente se detuvo ante su determinación.
—Estoy seguro de que Dios perdonará tus pequeños desvíos —dijo él, con un tono burlón.
La seguridad de él en la clemencia divina hizo que Ava frunciera el ceño ligeramente, y finalmente encontró las fuerzas para apartarlo de nuevo. Rechazando con algo de dificultad la calidez de su cuerpo y la tentación de su toque.
—Ese tipo de charla no te servirá.
Su tono frío no pareció disuadir a Charlie, y él simplemente siguió observándola con una sonrisa traviesa aún presente en su rostro. No intentó volver a tocarla, pero tampoco se alejó en el momento, y mantuvo su mirada sobre ella con una mezcla de fascinación y deseo.
Se apoyó contra la pared de ladrillo, cruzando los brazos contra su pecho y manteniendo su distancia, aún así manteniendo un aura de proximidad alrededor de ellos. Se dio cuenta de que necesitaba ser más persuasivo para superar su determinación. Así que levantó las manos en gesto de rendición.
—De acuerdo, de acuerdo —dijo con voz suave y conciliadora— No volveré a intentar tocarte.
Su gesto de rendición hizo que la tensión entre ellos se redujera ligeramente, y Ava pudo relajarse un poco. Sin embargo, aún no confió en él por completo y mantuvo su distancia, manteniendo una cierta suspicacia en su rostro. Fue difícil negar que encontraba atractivo y tentador, incluso ahora.
Acomodó bien su camisón blanco que estaba sucio, levantando un poco la camisa grande notando como sus piernas estaban arañadas tras haber sido arrastrada.
La sonrisa de Mayhew se suavizó un poco, y se apartó de la pared para acercarse a la rubia, a ésta le tomó un momento darse cuenta de que estaba intentando aproximarse, pero antes de poder detenerlo, él estaba frente a ella, observando sus heridas con preocupación en sus ojos.
—Deja que eche un vistazo a eso —dijo con voz suave, extendiendo una mano hacia sus piernas.
Ava negó con la cabeza, pateando con su pie su mano sin darle el acceso de tocar sus piernas. Él intentó nuevamente acercarse, pero ella volvió a apartar su mano con un pequeño golpe de su pie, manteniendo las distancias entre ellos. La frustración apareció en su rostro ante sus intentos fallidos de tocarla, pero el pelinegro mantuvo la calma y no presionó más.
—Estarán bien —antes de que pudiera seguir hablando, soltó un jadeo sorpresivo cuando la cargó— Necesito ir a la habitación a descansar.
La sostenía con facilidad en sus brazos, sintiéndose complacido consigo mismo por su pequeño truco.
—Te ahorraré el viaje.
Ava movió un poco sus pies como lucha o más bien una manifestación en contra de sus propios deseos.
—Sé donde queda mi habitación —dijo ella.
Él se rio de nuevo ante sus intentos de luchar contra él, y se sintió aún más divertido con su declaración. Reajustó su agarre sobre ella, manteniéndola firmemente contra su cuerpo.
—Lo sé —respondió con confianza, empezando a caminar hacia el pasillo— Pero esto es más rápido.
Sus intentos se soltarse de su agarre fueron en vano, pues éste la mantuvo segura contra su pecho.
—Charlie, te verán —dijo ella— ¿Qué dirás cuando vean a un sacerdote así?
—Dire que te estaba ayudando a llegar a tu habitación, te lastimaste y estaba preocupado. Es un buen argumento, ¿no —intentó no reírse ante su propia explicación y mantuvo su expresión seria mientras la cargaba por el pasillo.
La rubia no respondió, seguía forcejeando con él, molesta por la acción que hizo, se quedó callado cuando no podía hacer nada. Su vista se fue en cada habitación hasta llegar a la suya.
Depositó a Ava sobre la cama con cuidado, y no pudo evitar disfrutar de la sensación de tenerla cerca. Se sentó a su lado en la cama y la observó, sus ojos recorriendo su figura ligeramente cubierta con el camisón manchado de tierra cuando estuvo arrastrada.
Se mantuvo en silencio, pero aún así no pudo apartar la vista del pequeño trozo de piel blanca expuesto en sus piernas.
—Gracias —dijo la novicia.
Charlie se quedó ligeramente sorprendido al ver que ella lo estaba agradeciendo. Reclinado contra la cama a su lado, se llevó un momento para recuperarse de su sorpresa.
—No es nada —repuso él, encogiéndose de hombros y tratando de minimizar el gesto. Pero no pudo ocultar la pequeña sonrisa en su rostro por la demostración de aprecio.
Le era tentador el impulso de volver acercarse, pero se contuvo sabiendo que necesitaba primero recuperar cierta confianza hacia a él.
En su lugar, se mantuvo a su lado en silencio, sin saber realmente qué decir a continuación.
Su mirada se deslizó hacia ella de nuevo, esta vez notando la forma en que la tenue luz de la habitación acentuaba sus rasgos, aquellas cejas que se fruncian cuando se sentía confundida o mentía, sus labios suaves y carnosos que quería devorar, aquellos ojos azules que adoraba ya que con ellas veía el mar sin darse cuenta, las mejillas cuando las mordía con delicadeza al ser tan suave como un algodón de azúcar y por último, su piel, que tanto añoraba acariciar de vuelta.
—Nunca respondiste mis mensajes.
—¿Las frases copiadas de internet? —cuestionó ella, levantando ambas cejas.
Charlie se rió por su comentario, y se acomodó sobre la cama. No estaba ofendido por su respuesta, en realidad encontró divertido su comentario.
—Lo son —respondió él, con una sonrisa algo bribona en su rostro.— Pero son frases copiadas de internet muy románticas.
—Te las hubiera respondido si hubieran sido creativas —admitió ella a lo cual fue recibida con una risa por parte de él.
Te rezo todo los días que reemplazo el nombre de Jesús por el tuyo. Enredo en mi carne un rosario como si un cuchillo afilado profundizará la agonía de morir en tus pecados y me arrodillaria hasta que deje de sentirlas para que el mundo se diera cuenta que creo en ti, como un acto de buena fé o devoción, pensó él.
—Supongo que no soy tan talentoso con la comunicación escrita —comentó él, con una nota de inocencia exagerada en su voz.
—Deberías irte —se animó a decir— Es tarde, además de que no deberías estar con una novicia en la habitación.
Su sonrisa se desvaneció un poco ante su pedido de irse, y por un momento pareció tentado a ignorarlo. Su mirada siguió fija en ella y se sentía cercano a su cuerpo, pero sabía que ella tenía un punto.
—Supongo que tienes razón —respondió con cierto tono de frustración en su voz.
No quería irse, pero también sabía que necesitaba ganarse su confianza nuevamente. Se incorporó desde la cama, pero mantuvo su mirada puesta en ella por unos segundos y salió de la habitación con cierta reticencia.
Sus ojos pasearon por los pasillos y las habitaciones idénticas a medida que se alejaba, y finalmente encontró la habitación que buscaba. Se detuvo frente a la puerta y, después de un momento de vacilación, alzó la mano y llamó suavemente con un golpecito. No recibió ninguna respuesta, tuvo la osadía de mover un poco la perilla por si no tenía llave hasta que la soltó cuando se encontró con la inquilina de la habitación cuando la abrió.
—Hermana Amelie, la estaba buscando —se atrevió a decir con un tono frío— Venga conmigo.
La monja frunció el ceño confundida por llamarla así, un poco desorientada, pero estaba en la habitación, tomó su pequeño rosario entre sus manos e hizo una rápida oración antes de seguir al padre Mayhew fuera de su habitación.
La novicia siguió a Charlie en silencio, todavía llena de curiosidad y cautela. Sus ojos estaban puestos en él, manteniendo una distancia entre los dos mientras avanzaban por los pasillos vacíos.
Era de noche, y gran parte de las monjas estaban en la cama, durmiendo, lo que solo dejaba a los dos como los únicos dos presentes. La tensión entre ellos se podía respirar mientras andaban y como desaparecían del pasillo.
¡No se olviden de votar y comentar, amores! ❤️✨️
La próxima se viene una discusión entre Nathael y Charlie sobre su amistad y por Ava.
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