Veinticuatro

Cerré los ojos y respiré profundo cuando Alexandre golpeó la puerta, se suponía que me esperaría abajo; pero ahora que lo miraba, su presencia me instaba a dejar de lado todas mis aprensiones y terminar de una buena vez de elegir un collar que, en realidad, no necesitaba.

Desde la mañana hasta este momento en que todo estaba listo y dispuesto, el vestido, el cabello y el maquillaje, no pude dejar de pensar en lo que haría cuando me cruzara con su majestad, la reina. Después de razonarlo por algún tiempo, me pude hacer una idea de lo que podría haberla molestado, pero no me resignaba a dejar que mi salón se mantuviera cerrado.

El que todavía nadie me hubiera dicho nada significaba que aún tenía margen de maniobra.

Miré a mi esposo a través del espejo y capté sus ojos, que se posaban en la parte posterior de mi cuello desnudo y no pude evitar el creciente calor en mis mejillas. Su mirada celeste era tan penetrante que desvió por completo mi atención de todo lo que hasta el momento había pensado.

No sabía lo que pasaba por su cabeza la mayor parte del tiempo y me sentía frustrada y dulce al mismo tiempo cuando comprobaba que sus ojos me seguían cuando nos encontrábamos. Supe por Margot que mi madre había hablado con él no mucho después de su llegada, pero el contenido de la conversación, nadie más que ellos dos lo sabía; pero fuera lo que fuese, su actitud cambió.

—¿Qué tal? —Me di la vuelta sobre el asiento y estiré un poco más el cuello al subir la barbilla.

—Hermosa. —Escucharlo decir esa palabra con su voz baja y templada, sumado al sentimiento caluroso que se desprendía de sus orbes, hizo que mis mejillas se sonrojaran mucho más que si las hubiera empolvado.

Me di la vuelta con rapidez una vez más y me reprendí la niñería de sentirme más tímida que cuando me casé hace casi dos años; también aplaqué el sabor agridulce que me cubrió la boca al pensar en cómo mi determinación por mantener un pensamiento racional vacilaba día con día.

—¿Estás lista? —preguntó al tiempo que se acercaba a mí y posaba sus manos sobre mis hombros.

Una vez más me atreví a mirarlo a través del reflejo del espejo y quise cubrir sus ojos.

—¿No te pondrás ninguno? —Se inclinó hacia adelante, rodeándome con sus brazos y recogió una de las finas cadenas que descansaba de forma descuidada con las demás en el joyero.

—No elegí ninguno, no puedo decidirme. —Le había dicho lo mismo a Zoé antes de pedirle que se retirara hace unos veinte minutos y determiné que no era necesario ponerme ninguno; sin embargo, al verlo recorrer con sus dedos las distintas opciones, sentí una pizca de expectación.

—Este. —Seleccionó uno del montón y me sorprendí al ver la fina cadena plateada adornada solo con una pequeña gota de amatista. Era delicado y elegante, una elección adecuada para el vestido azul que usaba—. ¿Te lo pongo?

Su interrogante fue más una formalidad que una pregunta en sí, porque mientras terminaba de delinear esas palabras, sus manos ya habían rozado los contornos de mis clavículas y deslizado por los lados de mi cuello dejando una marca de cosquillas que rozaban el ardor.

En mi fuero interno, tenía una vaga idea de lo que podría estar haciendo Alexandre con sus acciones que se salían de la línea habitual de comportamiento; porque a veces encontraba una pizca de contradicción en sus ojos cuando me elogiaba o cuando, como ahora, iniciaba un contacto más íntimo entre nosotros. Tenía la sensación de que con ello intentaba rellenar las grietas que silenciosa pero firmemente habían llenado nuestro matrimonio y me vi aceptando, porque tampoco quería que todo se derrumbara tan rápido; aún tenía que pasar mi vida con él, además, no me molestaba ser mimada.

No obstante, mi inseguridad estaba lejos de irse.

Dejé salir un suspiro cuando terminó de prender el collar y levanté la cabeza para mirarlo; estiré los labios en una sonrisa y le di un apretón a la mano que volvió a posarse en mi hombro. Yo tampoco era tonta, si no encontrara en todos esos movimientos algo de sinceridad, no los aceptaría.

—Aprecio tu esfuerzo —dije tranquila, sin ánimos de romper la atmósfera pacífica que nos rodeaba y mi esposo se sobresaltó un poco al escucharme, lo supe por sus ojos que se abrieron un poco más de lo común y la línea tirante de sus labios. Movimientos pequeños pero significativos.

—¿Funciona? —Con un casi imperceptible sonrojo sobre las mejillas, cuestionó y yo sentí ganas de reírme. Todo mi nerviosismo anterior se esfumó como agua.

—Un poco, sigue esforzándote. —Me reí y me levanté antes de darme la vuelta y abrazarlo—. A decir verdad, tengo miedo de que me convenzas y me rompas el corazón.

—No lo haré —afirmó y me envolvió con fuerza entre sus brazos. El latido constante de su corazón me habló sobre la resolución de sus palabras y calmó mi propio latido, que iba más rápido de lo normal.

Aspiré el aroma que venía del perfume de su ropa y cerré los ojos por unos segundos sin intención de moverme; en realidad, si se me diera la posibilidad, me habría gustado parar el tiempo para contener durante más tiempo el sentimiento de placidez que venía con su temperatura.

—Vamos. —Rompí el abrazo y no me atreví a mirarlo; era sincera cuando decía que temía que me rompiera el corazón. Mientras más atento era conmigo, mientras más transparente fuera su mirada al verme, más me sentía como una rana en una olla; cuando me diera cuenta, el agua ya estaría demasiado caliente y yo demasiado cansada para saltar.

La entrada del palacio, iluminada por una hilera interminable de farolas me resultó exuberante. Cuando recién había llegado a la capital, me reuní de forma breve con ambos reyes y asistí a dos bailes no demasiado importantes como para mencionarse; pero ahora que de verdad había algo que festejar, la visión me parecía de ensueño.

—¿Nerviosa?

—Un poco —con sinceridad, respondí. Era consciente de la falta de interacción social con la que había vivido los últimos meses y me reprendí por ello más de una vez; más cuando me enfrenté a mi madre después de descubrir el enredo en el que me había metido con Rumeurs.

Lo peor de todo es que no pude decir nada cuando ella me recalcó mi culpa. Yo fui la estúpida que no se dio cuenta de que no podía establecer un lugar de reunión para mujeres de la alta sociedad sin pensar en lo que pasaría por las mentes de los monarcas. Era probable que, sin saberlo, desde el momento cero, me hubiera metido en los ojos de la reina. Ya era muy misericordioso de su parte el dejarme vivir con tranquilidad hasta ahora y la razón, seguro, estaba relacionada con el hombre que me llevaba por el brazo.

El arrepentimiento por este hecho era algo con lo que todavía lidiaba, no quería que Alexandre se viera arrastrado hacia abajo por mí, no cuando sabía lo duro que trabajaba por el puesto de capitán.

Todavía recordaba el elogio florido en los labios del rey en la sede de los caballeros cuando lo recompensó por haberlo salvado de unos asesinos. La marca de eso estaba en su brazo izquierdo, que ostentaba una larga cicatriz. Ahora que lo pensaba, durante ese tiempo, aún estábamos en la etapa de "cortejo" y nunca lo oí quejarse al respecto.

De forma inconsciente, apreté con más fuerza mi agarre y él volteó a mirarme con una pizca de curiosidad mezclada con preocupación. Negué con la cabeza y volví mi atención a los escalones que subíamos a paso lento siguiendo a los demás invitados. No llegamos ni tarde ni temprano, solo justo.

A lo lejos vi a Scarlett del brazo de su esposo, que me lanzó una sonrisa y un leve asentimiento. Para ella era bastante trabajoso no saltar en mi dirección y darle rienda a la prodigiosa lengua dentro de su boca y solo por eso es que no había logrado ser una verdadera flor social. Le faltaba una pizca de recato.

Verla hizo que mis nervios se aflojaran un poco y sonreí de vuelta en su dirección. Mi madre había vuelto a Carmine hace unos cuantos días, cuando los caminos se despejaron de nieve; por lo que el apoyo de mi amiga me resultaba reconfortante.

«Lo harás bien, Alizeé, lo harás bien», repetí en mi mente y dejé ir el matiz de nerviosismo que me cubría las facciones, hoy necesitaba estar segura.

Me mordí apenas el labio inferior y obligué a mis pies a pisar con firmeza los escalones, las alfombras y finalmente el salón de palacio en dónde escuché mi nombre ser anunciado junto al de Alexandre.

Ignoré todas las luces, los aromas a comida y perfume así como los cuchicheos constantes entre los presentes, sabía que no eran sobre mí, pero mi mente se afanaba en pensar que sí.

—Su servidor le rinde respeto a sus majestades, que la prosperidad de los dioses esté con ustedes. —Alexandre hizo una leve inclinación con su cuerpo antes de volver a hablar—: Espero que su majestad la reina tenga un día repleto de bendiciones.

Escuché una risa amortiguada, apropiada y femenina venir desde el frente.

Tragué saliva y no me atreví a ser menos rigurosa que mi esposo, por lo que al mismo tiempo que él, también hice mi reverencia de forma más pronunciada y esperé a que él terminara con sus saludos para dar los míos.

—Su servidora le rinde respeto a sus majestades, que la prosperidad de los dioses esté con ustedes. —Sonreí apenas y seguí con mi discurso—: Que la belleza y longevidad de Enid la acompañe por muchos años más, mi reina.

Esta vez, la risa resultó un poco más sincera y complacida; como mujer, sabía muy bien qué era lo que otra quería escuchar. A su lado, el rey también rio.

—Esta esposa tuya es bastante hábil con su lengua. —Al escuchar al rey reír divertido, sentí como si me hubieran sacado un peso de encima—. Levanta la cabeza, querida.

No me atreví a hacerlos esperar y lo hice de forma tranquila pero constante; enseguida volví a poner mi brazo alrededor del de mi esposo.

—Escuchamos hablar mucho sobre ti, es una lástima que no hayamos tenido la oportunidad de interactuar con más frecuencia antes. —La voz femenina abandonó sus labios con un toque de cadencia que calmaba el corazón; eso, en compañía de su suave aspecto, hizo que mis nervios se relajaran—. Ahora mismo tampoco hay tiempo para hablar.

Inclinó apenas la cabeza y sus facciones se torcieron en una mueca de pena que no creí del todo.

—Pero pronto extenderé una invitación para que algunas mujeres entren a palacio a compartir un té. —Sonrió y su mirada se aguzó un poco—. ¿Puedo contar con su presencia, duquesa?

De inmediato escuché los cuchicheos de los demás presentes. ¿Era la primera en recibir la invitación?

—No me atrevería a faltar —respondí y curvé mis labios en una sonrisa pequeña, apropiada.

—¡Perfecto! —Pese a que sus labios dibujaron una exclamación gozosa, no me sentí en lo más mínimo alentada por la próxima reunión. No cuando me miraba así.

La mirada de la reina era pesada, penetrante detrás del suave celeste de sus irises, como un mar en calma en donde podrías ser tragado sin dejar pista. Era hermosa e imponente y por eso mismo, cuando acepté su invitación frente a los demás invitados, no pude evitar que las piernas, escondidas por la falda, me temblaran un poco.

—Será interesante —dijo y yo sonreí al darle la razón—. Después de todo, podremos hablar de sus logros.

La sonrisa sobre mis labios se volvió un poco rígida, pero todavía la mantuve y me aferré con fuerza al brazo de Alexandre, que a estas altura, quizá estuviera conteniendo un gemido doloroso.

—¿Logros? —pregunté y me fingí tonta—. A lo sumo pueden llamarse pasatiempos, majestad.

—No se desmerezca, duquesa, su fama y la fama de su salón son palabra constante en esta corte. —Levantó su mano de forma graciosa e hizo un gesto abarcativo antes de curvar más sus labios y mirar hacia el rey a su lado—. ¿No lo cree así, majestad?

En ese momento, al ver como los ojos del rey se entrecerraban en una mueca de amabilidad y asentía con la cabeza, sentí como si el piso a mi alrededor girara. Era como ver a un tigre sonriente a punto de devorarme. 

Buenas noches, bellezas! Gracias por esperar con tanta paciencia la actualización. 

La última vez en mi tablero dije que mi familia estaba pasando por un momento tenso y es verdad; siento que les debo una explicación al respecto. 

La verdad es que no me gusta hablar sobre mis circunstancias personales con mis lectores, siento que ustedes vienen a leer, no a escuchar mis problemas; pero como esta situación afecta directamente mi ritmo de escritura y actualización, voy a hacer una excepción, que espero no les resulte molesta. 

Cuando estuve editando Fleur les comenté brevemente que mi mamá estuvo enferma con COVID y gracias a los dioses, está sana; de esto hará unos dos meses y medio. Lamentablemente, su esposo no corrió con tanta suerte y está internado desde el mismo periodo de tiempo en una situación crítica, al punto en que en veces solo nos dicen que nos queda despedirnos de él. 

Es realmente difícil para mí sentarme a escribir, lograr el ánimo adecuado para describir las escenas, siquiera de abrir la computadora. Por eso mismo, aunque intento mantenerme positiva, no siempre lo logro y la situación me tiene cansada y agotada mental y físicamente. 

Yo de verdad siento que tengo una responsabilidad hacia ustedes, los aprecio y los quiero con toda el alma, he interactuado con la mayoría, aunque sea por un comentario y por eso, esta vez, hice la excepción y me tomé el atrevimiento de comentarles mis circunstancias, para que sepan que no es porque no quiero que no puedo tener siempre las actualizaciones a tiempo. 

De todas formas, voy a tratar de que haya siempre una actualización semanal los domingos. Si puedo y llego, voy a sumar los jueves, pero cuenten con que sea los domingos. 

Mis más profundas disculpas por todos los contratiempos y muchas gracias por leer. 

Flor~

PD: Los adelantos de capítulo los voy a dar un día antes, los sábados en mi IG. 

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