Tres

La primera tarjeta de invitación llegó de la mano de un mensajero de aspecto aburrido y la letra con que la misma había sido escrita me pareció igual de sosa que dicho entrega. Casi podía ver la fuerza con la que la duquesa habría obligado a su hijo a escribir la escueta línea en que se resumía el mensaje:

Señorita Roux:

La ciudad es interesante y desearía compartir sus calles con usted.

Alexandre Blanchett

La había calificado como una tarjeta de invitación, aunque en sí mismo, no parecía ser más que una observación. Ni día, ni hora, ni fecha habían sido dadas y supuse que sería yo quien las impondría, pero cómo, me pregunté, si la persona más ocupada y, por consiguiente, la que debería considerar su conveniencia... pero dado que mi prometido no parecía expresarme especial favor incluso cuando dio su mudo consentimiento en nuestro primer encuentro, tendría que poner de mi parte para compensar su parquedad y hacer progresar la relación. Si no lo hacía, podría decir que lo di todo de mí.

—Margot, tráme tinta y papel. —Sonriendo, releí las pocas palabras, pensando a consciencia lo que deseaba poner.

La tinta y el papel me fueron entregadas con rapidez y noté que los pies junto a mí no se movían, por lo que, subiendo la cabeza, no fue extraño encontrarme con el par de ojos oscuros de mi doncella que, ignorándome, miraban la tarjeta junto a la cual había dejado la pluma limpia.

—Señorita... no cree que su prometido es un poco... emm... —Era la primera vez que veía a esta chica revolverse en sus pensamientos con tanta intensidad buscando una palabra que resultara adecuada para describir a su posible futuro señor.

—¿Seco? ¿Desinteresado? —Restándole importancia, pregunté con cierta gracia y rememoré la cara hermosa pero rígida del hijo prometedor de la casa Blanchett. Todavía me hacía gracia el prometedor quizá porque no sabía si era la percepción de su madre, o la realidad del mismo. En cualquier caso, al recordarlo nuevamente, sentí que sería divertido convivir con él, contrario a los pensamientos que se desbordaban de la expresión escéptica de Margot, yo creía que mientras más callada la persona, más interesante sería su mundo interno, aunque no podía evitar la duda de si me sería permitido entrar a ese mundo.

—¿No está asustada?

—¿De qué y por qué? —Levantando las cejas, tomé la pluma entre mis dedos y la mojé en el tintero abandonando no solo mis pensamientos sobre lo intrigante que podría ser mi prometido, sino también el rostro preocupado de la joven a mi lado.

—Por el futuro con su prometido.

—El futuro es indecible y creo que, al presente instante, apenas podemos considerarnos conocidos, no hemos dado ningún paso que me augure una mala vida. No deberías preocuparte demasiado, si noto que es una persona reprensible, no me haré sufrir a mí misma.

La escuché suspirar y simplemente negué con la cabeza mientras pensaba en cómo empezar mi propio mensaje. Su nombre ya había sido escrito con un trazo que consideraba bello y hasta cierto punto, tan cuidado que no creía que mi compromiso con nuestra futura relación no se notara.

«¿Qué debería poner?»

Me mordí el labio con cierta indecisión y consideré lo que sería correcto para este primer intercambio. Apoyé la punta de la pluma y con decisión, evité que la tinta se acumulara.

Joven Alexandre:

Espero sea lo suficientemente amable como para perdonar mi elección al nombrarlo y sepa a bien imitarme la familiaridad en su próxima carta puesto que veo innecesario forzar la lejanía y extenderla inútilmente. Llámeme Ali si me encuentra, aunque sea, agradable y empezando por ello, sigamos conociéndonos en las animadas calles de la capital.

He oído que hay un parque muy hermoso cerca del palacio que no he tenido la oportunidad de recorrer. Dentro de dos días, quizá encuentre oportuno hacerme compañía, ¿quizá a las cuatro?

Espero su respuesta.

Ali.

Satisfecha con el contenido, me pregunté si no había sido algo audaz con mis palabras, pero, considerando mi poca paciencia para rehacer las cosas, di el asunto por terminado y sacudiendo con cuidado la hoja, la doble y la metí dentro del sobre antes de imprimir mi sello sobre la cera tibia.

Se lo entregué a Margot y por ese día despejé mis pensamientos de lo que respectaba a mi posible primera cita y como quien dice, quien no espera, recibe y la respuesta llegó no mucho después.

Me reí cuando vi el Ali escrito con una A temblorosa que delataba la extrañeza y quizá incomodidad que le producía llamarme de esta forma.

«Se acostumbrará» pensé y asentí con satisfacción al ver corroborada la fecha y la hora que había propuesto.

Dentro de dos días, a las cuatro pasaré por usted.

*.*.*.*

Como dijo, a las cuatro de la tarde, el carruaje estaba parado frente a las puertas de la mansión y él estaba parado frente a su puerta, las manos detrás de la espalda y ésta más rígida que una vara. Me causó la impresión de que estaba nervioso más que disgustado y eso tranquilizó una inquietud que no sabía que tenía.

—Buenas tardes, joven Alexandre. —Levanté ligeramente la tela de mi falda e hice una reverencia lo suficientemente delicada como para resultar agradable sin llegar a exagerar y sonreí aceptando, a su vez, la inclinación que me fue dada. Esperaba que esta formalidad no tuviera que extenderse demasiado y que pudiéramos adoptar algo de cercanía, la suficiente como para poder empezar a romper muros.

—Buenas tardes, Señ... Ali... —Lo pude ver trastabillar la forma de dirección y un cierto calor me envolvió el pecho al comprobar su esfuerzo por acatar mi pedido.

—Si le resulta incómodo, no se obligue, disponemos de mucho tiempo para habituarnos al nombre del otro —hable y estiré mi mano para hacerme de su apoyo y subir al carruaje. La suya me quedó grande y mis dedos parecieron perderse un poco en su palma.

Para esta salida, aunque mi madre consideraba que era inapropiado dejarnos pasear solos, Margot sería la única doncella que me acompañaría aparte de los mismos dos caballeros que me habían servido de escolta en mi última salida y, aunque también era inapropiado, mamá no había salido a despedirme y había optado por observar desde la ventana del primer piso, según ella, para observar su trato sin su presencia "intimidante".

Intimidante sería la última palabra que definiría a mi madre, pero dado que lo había decidido, no objeté y admití que me parecía interesante ver qué clase de cara me mostraría este muchacho serio sin la presencia de nuestras madres.

Subí y detrás de mí lo hizo esa doncella parlanchina mía que hoy se encontraba inusualmente callada y luego de eso, él. Admiré su cortesía al cederle el paso a una doncella y sentí que era un gesto realmente considerado y para nada forzado, pero si estos gestos naturales pudieran traspasarse a su boca y producir una conversación, estaría especialmente agradecida.

«Tendré que empezar yo».

—¿Cómo se ha encontrado últimamente? —Lo miré a los ojos decidida a mostrarle mi actitud respecto a él y me conmocionó el hecho de que sus ojos lucharan por mantenerme la mirada, ¿quizá estaba siendo demasiado avasallante?

—He estado bien... ¿y usted?

Lloré por dentro con su parquedad, pero me armé de valor para seguir sonriendo sin flaquear.

—También he estado bien... —Que incómodo es cuando las palabras no parecen fluir.

Pronto, el silencio se hizo presente y el ambiente en el carruaje se tornó algo pesado, probablemente era la suma combinada de incomodidad entre él, Margot y yo, pero no encontraba nada qué decir que pudiera romper con la situación. Me sentí agotada y la salida ni siquiera había sobrepasado los diez minutos aún. ¿Qué me esperaba para el resto del día? ¿Y el resto de mi vida?

Nuevamente ese pinchacito de horror por el matrimonio me llenó el pensamiento y lo alejé tan rápido como pude. ¿Miedo a qué? Por favor, me había preparado desde hace mucho tiempo para esto y sabía que todo dependía de la actitud.

—¿Ha... ha encontrado agradable su tiempo en la capital? —Me sorprendió escuchar su voz romper la tensión y mi corazón que se había sentido pesado por mis pensamientos anteriores, se relajó. Estaba preocupada por nada, era evidente que no podía esperar una estrecha y feliz relación a dos veces de encontrarnos.

«Es cuestión de tiempo... sí, el tiempo todo lo puede».

Me tranquilizó ver que hacía un esfuerzo por formar una conversación y la seguí entusiasmada controlando mis expresiones, tratando de no verme demasiado eufórica, no demasiado infantil ni demasiado mayor.

«Control Alizeé, control» recé internamente y seguí comentando mis impresiones.

En algún momento, los ojos que me habían estado evitando de a momento, se enfocaron en mí y vi cierta seriedad al escucharme. Quizá el también estuviera considerando lo que era apropiado hacer y no hacer, o quizá estaba pensando en qué contestarme, en cualquier caso, estaba contenta de ver que, por fin, la incomodidad se había atenuado y el aire se había hecho más respirable.

Para cuando llegamos al parque, habíamos logrado intercambiar algunas oraciones, algunas más largas que otras, pero lo importante era que había logrado oír su voz y comprobado que, a este paso no necesariamente le tendría que arrancar las palabras de la boca.

Agradecí el gesto de ofrecerme la mano cuando estuve a punto de bajar y agarré con confianza su brazo antes de empezar a caminar pausadamente. Más de una pareja había tenido la misma idea que nosotros y paseaba entre los arbustos bien cortados, algunos con las cabezas inclinadas hacia el otro en charlas bajas, mientras otros miraban al frente en silencio, entre ellos estaban quienes ostentaban expresiones relajadas y otros que parecían haber sido forzados a la cercanía.

Miré a mi compañero y tuve el deseo de poder salirme momentáneamente de mi cuerpo para poder ver a qué clase pertenecíamos nosotros. El silencio nos acompañaba, pero no me sentía tensa o nerviosa. Los pasos moderados de mis caballeros y Margot a una distancia prudente de nosotros me reconfortaban.

—He oído por mis padres que actualmente está en la primera división de los caballeros. —Tenía ganas de comprobar si el mote de prometedor era real o no.

—Lo estoy... actualmente me entreno debajo del capitán.

—Oh... ¿es muy duro? —Interesada, miré hacia arriba, a su perfil definido por la luz del sol que venía desde su lado y pude ver, cómo las comisuras de sus labios se elevaban ligeramente. Si no hubiera estado prestando atención, era posible que me hubiera pasado desapercibido.

—A veces lo es, pero considero que estaría fallando si no diera lo mejor de mí en el entrenamiento.

Encontré que su pensamiento era el correcto y asentí en aprobación.

—Mi padre era el capitán antes de morir y si deseo poder llegar a ser como él, no puedo fallar. —Siguió hablando y las palabras me hicieron algo de ruido.

—Entonces... ¿lo hace por gusto o por obligación?

—Ambos. —Me miró y por un momento, sentí que me estaba evaluando, como si estuviera pensando si era correcto seguir hablando y comprendí que su falta de habla no era meramente porque así fuera él, sino porque era yo la receptora— Me gusta ser un caballero, pero también es una obligación con mi familia ¿Entiende?

—Entiendo. —¿Podía decir que no entendía? Había sido claro como el agua— Siempre pensé que las cosas hay que hacerlas por gusto independientemente de la obligación.

—Entonces, ¿qué piensa sobre nuestro compromiso?

Desprevenida por la pregunta, trastabillé un paso y me sentí agradecida por su rápida reacción al estabilizarme. No era nada escandaloso lo que preguntaba, pero resultaba bastante extraño cuando salía de su boca.

—¿Fue inapropiado? Me disculpo.

—No, no, en lo absoluto... simplemente... me sorprendí. —Por un segundo, no pude encontrar la expresión correcta para poner sobre mi rostro y la perplejidad tuvo que haberse notado, porque la sonrisa se hizo un poquito más amplia y yo me sentí avergonzada— Yo... pensé que había dejado claro mi pensamiento la última vez.

—Lo hizo y realmente me sorprendió... me dejó sin palabras.

«¿Yo lo dejé sin palabras? Permítame dudarlo».

—Bueno... sigue siendo ese mi pensamiento sobre nuestro compromiso. —Recomponiendo mi expresión, pestañeé y miré hacia el frente tratando de descifrar el por qué de su pregunta.

—Ya veo... ¿pensaba lo mismo antes de vernos?

—...puede decirse que sí.

Se detuvo e inclinándose ligeramente hacia mí, hizo notar su interrogante y no pude más que forzarme a sonreír.

—Es un poco inapropiado para mí decirlo, pero pensaba muy bien de usted, aunque también pensaba que, si su carácter no era adecuado, realmente me negaría. ¿Qué pensaba sobre mí? —Me volví hacia él y vi mi propio cabello deslizarse por mi hombro hacia mi espalda.

—Aún no defino lo que pienso sobre usted, solo puedo decir que no es tan desagradable como imaginaba que sería.

Inmediatamente sentí que la buena impresión que me había formado sobre él se agriaba al escuchar el "tan desagradable". ¿Eso significaba que era desagradable? ¿Qué parte de mí era desagradable?

—Pienso que es desagradable que se exprese de esa forma de mí cuando aún no me conoce. —Inevitablemente, mis cejas se tejieron y me negué a seguir dirigiéndole la mirada.

—Si esperamos cosas desagradables, si es bueno, la impresión será mejor, en vez de eso, si siguiera su pensamiento y me hubiera encontrado desagradable, quizá su decepción sería irreversible.

—Y eso quiere decir...

—Quiere decir que mi impresión sobre la señorita puede mejorar pero no decaer. Dependerá de nuestras futuras interacciones si eso sucede o no.

Contra mi disgusto, tuve que aceptar que su pensamiento guardaba cierta lógica y que, entre enojarme y sonreír, lo último parecía mucho más apropiado. 

*

*

Juro que intento ser paciente, pero no es mi fuerte, así que les subo el cap. 3 hoy y mañana el 4 y 5. Ya es mi mayor logro no subir todo hoy. 

Gracias por leer. 

Flor~

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