Dieciséis

Podía escuchar a los demás hablar y al médico inspeccionarme. Inconscientemente abrí los ojos lo suficiente para ver a medias la cara del hombre. Él pareció percatarse de mi movimiento y asintió de forma tan imperceptible que, si no hubiera estado fijando mi atención exclusiva sobre él, no lo habría notado.

—¿Cómo está? —Reconocí la voz ansiosa de Alexandre y me sentí dividida entre la diversión y la culpa. Sí, había montado una gran escena, pero muy en mi interior, sentía que se lo merecía. Si fuera un esposo confiable, no tendría que pasar por tantas cosas.

—Para ser sincero, es una suerte que la señora haya bebido poco. La hierba en el vino tiene una alta toxicidad, si no estuviera embarazada, no pasaría nada, pero reacciona con violencia ante una mujer encinta. —Este doctor había elegido la profesión equivocada, debería haber sido actor—. Su condición es un poco delicada, pero mientras tome la medicina de forma constante, no habrá peligro.

—...entiendo. Gracias, doctor.

—No hay problema, y felicidades.

No pude ver la sonrisa en los labios del médico ni la leve que se había instalado en los de mi esposo; pero estaba en extremo satisfecha por cómo se habían desarrollado los eventos.

Mientras yo permanecía en la fingida inconsciencia, había escuchado los gritos de Alexandre y la conmoción en la que se había sumido no solo la habitación, sino la casa. Mis propias doncellas habían hecho lo acordado y daban indicaciones con la voz temblorosa. Me sorprendió lo bien entrenadas que estaban y las ganas de felicitar a Juju me hicieron sonreír.

Reprimí por la fuerza la sonrisa, esperando que nadie lo hubiera visto y me dejé llevar a la habitación. El médico había hecho una primera inspección básica y luego hizo una serie de preguntas que fueron respondidas con celeridad. No pasó mucho tiempo antes de que se determinara que el vino no estaba bien y lo que contenía.

—Ali. —La cama se hundió a mi lado y una mano grande tomó la mía. Pensé que iba a decir algo, pero se quedó en silencio y mi expectación creció—. Jerome, cierra todo e inspecciona a las personas encargadas de la comida y el vino.

—Ya lo hice, Señor.

«¡Qué eficiente!», pensé y me reí por dentro. Estaba disfrutando bastante esta condición de directora de obras.

—Se cerró la mansión y los sirvientes en las cocinas están siendo interrogados.

—Bien.

Quise abrir los ojos para ver cuál era su expresión, pero me mantuve un poco más de esta forma y, en algún momento, me dormí.

*

Cuando volví a mis sentidos, la mañana había llegado y me asombré de haber dormido hasta que el sol estuviera tan alto. No sabía que estaba tan cansada; sin embargo, la vista que recibí al mirar a un lado hizo que mi corazón se saltara un latido.

Alexandre estaba sentado contra el respaldar de la cama, con una pierna subida a la cama a y la otra no; la cabeza caída hacia abajo y una mano en la mía. Supuse que no había cambiado de posición en toda la noche y resentí el dolor que tendría al despertar; eso no cambiaba el hecho de que me sentía un poco emocionada al comprobar su preocupación.

Delineé con la mirada las claras facciones bajo la luz que entraba por la ventana y suspiré, haciendo el amago de levantarme.

Mis movimientos, por muy leves que me habían parecido, lo despertaron y sus ojos celestes me enfocaron. Había un tinte de confusión dentro de su somnolencia que se aclaró de inmediato.

—¡Ali! —exclamó e hice una pequeña mueca de molestia—. Lo siento. ¿Cómo te sientes?

—Un poco débil. —¡Mentira! Me sentía renovada, pero no tenía más remedio que seguir con la farsa. Me quedé en silencio y miré al frente durante algunos segundos que parecieron eternos y en los que mi paciencia instaba al hombre a mi lado a hablar.

—¿Ali? —Su mano presionó la mía y supe que estaba preocupado. En mi mente estaba repasando todo lo que había planeado hacer y me quería reír de mí misma, no sabía si del nerviosismo o de lo ridícula que quizá me veía. En cualquier caso, lo único que sabía es que iba a llevar mi actuación hasta el final.

Me humedecí los labios con lentitud antes de tragar y llevarme las manos al estómago.

—¿Se fue? —Sentí el ardor característico de las lágrimas inundarme los ojos y los cerré buscando formar una impresión lamentable.

—No, está bien... estás bien. —La voz le salió rasposa y enseguida lo miré con sorpresa y deleite.

—¿De verdad? —No sabía si estaba muy inmersa en mi papel o qué, pero encontré aquella felicidad muy verdadera. Intenté levantarme, pero fui retenida.

—De verdad. —Sonrió y se bajó hasta estar a mi lado, llevándome a sus brazos. Hacía mucho que no experimentaba esa sensación agradable de tenerlo a mi lado en un momento de paz—. Pero debes cuidarte, afortunadamente no bebiste demasiado del vino anoche.

—¿El vino? —Abrí los ojos desconcertada y me sentí palidecer. Mi miedo era en parte real, si no me hubiera preparado de antemano. ¿Qué hubiera pasado con mi bebé?

El semblante cansado de mi esposo se volvió sombrío y asintió a regañadientes, parecía haber pensado bastante si contarme o no contarme; cosa inútil, porque me hubiera enterado de todas formas.

—Sí...

—¿Quién fue? —Apreté las manos en un puño y mis cejas se tejieron con profundidad sobre mi frente. Quería saber qué iba a hacer ahora, que era consciente del hecho de que alguien había puesto un abortivo en mi copa.

Alexandre negó y dejó caer su cabeza hasta que su frente quedó unida a la mía.

—Lo resolveré, no es necesario que te preocupes.

Abrí la boca con la intención de seguir preguntando sin éxito. Alexandre me había abrazado con más fuerza y detenido cualquier cosa que quisiera decir.

—Te extrañé. —Me sorprendí y levanté la mirada para clavarla en su rostro. Tenía los ojos cerrados y no mostraba ninguna intención de devolverme el contacto visual—. Ya no peleemos en el futuro.

Una de sus manos subió hasta posarse en la parte posterior de mi cabeza mientras la otra permaneció en mi cintura. Era una posición cómoda y dulce, pero no me había convencido.

—Todo dependerá de tu desempeño —respondí y esperé a ver qué decía.

Su pecho tembló cuando se rio y me contagió el sentimiento.

Lamentablemente, nunca recibí la contestación a mis palabras, porque el sonido de los golpes en la puerta nos interrumpió y él volvió a ser el de siempre. Su rostro perdió parte de su amabilidad y se incorporó antes de darle el visto bueno a la persona que aguardaba.

La figura de Margot se abrió paso en la habitación en conjunto con el aroma amargo de la medicina. Sobre una bandeja, un cuenco profundo aguardaba y mi gesto se torció.

—Señora, el médico dijo que debía tomarlo dos veces al día durante esta semana. —Había alivio y diversión en los ojos de mi doncella, sabía que se estaba deleitando en la parte de la obra en la que yo sufría.

—No-

—Tienes que. —La sentencia vino de parte del joven de cabello blanco. Por un segundo me sentí traicionada y se lo hice saber por medio de una intensa mirada—. Sé buena, iré a ocuparme de las cosas y regresaré.

Margot y yo aguardamos hasta que el sonido de sus pasos se desvaneció e incluso entonces, la mandé a comprobar que nadie estuviera afuera.

—¡Tira eso rápido! —Me levanté de la cama y aguanté el fuerte mareo que me sobrevino. Me tapé la boca y esperé un momento hasta que las nauseas se desvanecieron. A comparación de los días anteriores, se había ido rápido.

—No, el médico dijo que la beneficiaría tomarlo. —Negó y mi resentimiento para con ella aumentó en cuanto me acercó el tazón con la medicina. Volteé la cabeza y me rehusé a darle una segunda mirada—. ¿De qué está hecho eso? Es nefasto.

Margot rompió a reír y volvió a acercarme el tazón en contra de mi voluntad.

—Lo que dijo el doctor. —Se encogió de hombros y sonrió antes de ponerse seria—. Tómelo, el doctor dijo que aliviaría las náuseas.

Suspiré y tomé el tazón con algo de asco antes de taparme la nariz y beberlo.

Me tapé la boca y retuve las ganas de escupirlo. ¡Qué amargo!

—¿Qué pasó? —Cuando recuperé la voz y me enjuagué la boca, pregunté. Me refería justamente a lo que había pasado mientras yo fingía estar inconsciente.

—Bueno... luego de que el señor Alexandre dio orden de llamar al doctor, Jerome se hizo cargo del problema y mandó cerrar la mansión. Supongo que sospechó de lo extraño de los eventos.

—Escuché eso.

—No ha pasado nada hasta el momento, aparte del tenso ambiente.

Arqueé las cejas y dejé salir un suspiro disconforme. Quería que las cosas fuera más rápido.

—Vuélvase a acostar y descanse mientras tanto, las demás están al pendiente de lo que pasa alrededor, vendrán a informar si pasa algo relevante.

No me quedó más remedio que hacer lo que me dijo, pero el color del dosel de la cama no era especialmente novedoso.

*

Me despertaron los golpes en la puerta y por un segundo me cuestioné dónde estaba, no sabía en qué momento me había dormido o cuánto tiempo, pero al ver el color brillante que entraba por la ventana, supuse que no había sido mucho tiempo.

Margot se acercó a la puerta a paso rápido y le dio paso a Lucie, que parecía haber venido con prisa, dado lo sonrojado de sus mejillas.

—¡Señora! —exclamó y el tinte de emoción se filtró en su voz. Me incorporé de inmediato y la insté a hablar con rapidez—. Descubrieron las hierbas en la habitación de la doncella. ¡El señor está furioso!

Su risa cantarina se me contagió y sentí una emoción desbordante al saber que todo había funcionado. El corazón me latía con rapidez en el pecho y me llevé la mano allí, como si con eso pudiera volverlo a la normalidad.

—¿Qué hará?

Lucie negó y dijo que, hasta el momento, la estaban interrogando y los habían echado a todos.

—Las demás deberían volver pronto con más noticias.

Asentí con la cabeza un par de veces y miré con atención la puerta que se abrió tras las palabras de mi doncella. Contuve el aliento luego de ver el rostro sombrío de Alexandre, me pregunté si había oído algo de todo lo que habíamos dicho, más cuando dio la orden de dejarnos solos.

Se sentó a mi lado y vi el cansancio debajo de sus ojos unirse al sentimiento de impotencia que le siguió al tono de sus palabras.

—Supongo que te contaron. —Su mirada se fijó en la puerta que recién se había cerrado y no lo negué.

—Algo sé, sí.

—Dice que no lo hizo.

Por alguna razón, luego de oírlo, me reí. Me reí sin poner el filtro de señorita encima, sin gracia ni mesura, porque me produjo cierta amargura. Él me miró sin entender y solo entonces me detuve.

—¿Entonces quién? —pregunté y recibí un leve movimiento negativo en respuesta—. ¿Y le crees?

Vi su vacilación y no sabía si debía felicitarlo por saber que la doncella era inocente o golpearlo por no ser un poco más parcial y ceder de todas formas. Es cierto, la doncella no había puesto las hierbas en el vino, yo misma lo había hecho, pero todo había venido de su cuarto. Si ella no hubiera tenido la intención de usarlas luego de enterarse de que estaba embarazada, ¿por qué las había conseguido?

Me levanté y caminé derecho hacia la puerta.

—¿Ali?

Alexandre me siguió y puso su mano en mi hombro, deteniéndome.

—Déjame pasar.

—¿A dónde vas?

—A resolver el asunto —aclaré y él me miró con algo de resignación e impotencia—. ¿Por qué me miras así? ¿No te parece? ¿Desde cuándo eres un protector de doncellas? —me burlé.

—No es así, Alizeé. Lo sabes.

—No, no lo sé, lo único que sé es que cada vez que pasa algo con alguien de la servidumbre, lo primero que haces es pararte de su lado. ¿A qué punto hay que llegar para que me des algo de seguridad? —Hice un gesto desdeñoso y resoplé al verlo atónito—. El médico dijo que tenía que descansar, pero mira, tengo que ir yo misma a resolver el problema, porque temo que tu compasión termine por matarme.

Dicho eso, lo rodeé y abrí la puerta con fuerza. Afuera estaban Margot y Lucie esperando y le pregunté a ésta última dónde estaba la doncella.

—No vayas, lo resolveré.

Ignoré sus palabras y seguí bajando en dirección a los calabozos bajo la mansión. Un par de veces, a lo largo del camino, Alexandre había querido detenerme y la tercera vez me di la vuelta. Estábamos a solo unos pasos de la entrada y los guardias estaban cerca.

—Llévame a donde está.

—Vuelve a descansar, me encargaré. —Dio un paso adelante y puso sus manos sobre mis hombros antes de acercarme y no sabía si era porque estaba agotada o por qué, no lo rechacé—. Lo prometo... no dejaré que te vuelvas a sentir así.

—¿Puedo creerte?

—Sí.

Por esa vez, decidí confiar en él y mantenerme al margen solo para reírme contenta al volver al cuarto. Miré a mis doncellas que esperaban dentro y asentí satisfecha.

—Funcionó.

Los siguientes días, la mansión experimentó un cambio profundo y yo... yo me senté a tomar té mientras veía el espectáculo. Había sido actriz, ahora era espectadora. 

*

*

*

No tengo nada que decir jajaja, estoy satisfecha de ver cómo lo llevan por la nariz al duquesito. Igual detesto que Ali tenga que pasar por tanto problema para estar tranquila en su propia casa. 

Gracias por leer!

Flor~

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top