Cuatro

—¿Eso fue lo que pasó? ¿Realmente?

—¡Realmente! No me atrevería a mentirles. —Asintiendo vehemente con la cabeza, la mujer de unos cuarenta años, sonrió y revolvió el té con la cucharita antes de levantar sus ojos y pasarlos por el reducido círculo de invitadas que se encontraban presentes.

—Increíble... la reina... ¿realmente tuvo un amante?

—¡Shh! ¡Querida! Si mi esposo escuchara esto, sin dudas me castigaría severamente. —Aunque había dicho eso, se notaba que, aunque preocupada, estaba dispuesta a correr el riesgo para decir aquella verdad.

Recordé que en el sur las cosas eran mucho menos complicadas que aquí, las mujeres de la capital estaban constantemente en busca de nuevos chismes y algunas incluso se arriesgaban a inventarlos a costa de sufrir graves repercusiones.

Puede que, en cierta forma, se considerara inofensivo, para mí lo era, pero la mirada represiva de mi madre me indicaba lo contrario. Ella, a diferencia de mí, se había criado en este bullicioso y complicado lugar, por lo que sus reacciones me decían que quizá, lo adecuado sería ni mencionar lo que habíamos escuchado ni permanecer durante mucho tiempo más y como esperaba, al cabo de un rato, con un movimiento de faldas, mi madre y la Condesa Joubert se despidieron.

Detrás nuestro, las pocas mujeres que quedaron, parecían indecisas sobre si seguir nuestro ejemplo o quedarse, pero si lo hicieron o no, no lo supe.

—Una vez que estés aquí, cuida tu boca y con quien te reúnes. —Inmediatamente después de subirnos al carruaje, las palabras de mi madre no se hicieron esperar y sus ojos, usualmente amables, se volvieron severos— Si escuchas algo que no debes, no lo repitas y trata de que nadie sepa que lo hiciste.

—Madre... escuchar no es un crimen. —Repliqué

—En esta ciudad, lo es.

Sentí que me ahogaba con la réplica cuando ella me miró y solo pude permanecer en silencio. ¿Tan peligroso era comentar sobre algún tema? Bueno, no era que la vida personal de la reina me interesara particularmente, pero tenía cierto entendimiento en que no sería muy bueno andar esparciendo tales rumores a sus espaldas y creo que ni en su cara, pero... ¿Cómo evitar que las personas hablen?

¡Por favor! Estas mujeres de la capital decían tener mil y un entretenimientos, pero todos eran iguales, si no era el teatro, era la fiesta de té de tal o cual señora, con mucha suerte se organizaría algún banquete nocturno, un baile si se quiere, sin embargo, hasta para eso había que tener cuidado, no vaya a ser que la fiesta a la que quisieras asistir no se coincidiera con tu estado. Así, la mayoría de las mujeres, y no quería en esto omitir a los hombres, habían encontrado por pasatiempo el juntarse a hablar sobre los demás.

Era divertido, fuera cierto o no, lo que se comentaba.

Ahora... era una amargura que ni siquiera hablar estuviera libre de culpas y que tuvieran que ser todos tan cuidadosos en su propia casa, pero que bueno sería si existiera un lugar en donde esto fuera normal y donde rastrear quién había dicho qué fuera difícil.

«Hermoso».

Chismear a gusto, sin dudas, es hermoso.

Me reí entre dientes y me tapé la boca apresuradamente cuando mi madre me miró de soslayo y pensé que sin dudas me había leído el pensamiento y sería castigada solo por ello. Como era lógico, nada de esto sucedió y pude seguir divagando a mi gusto sobre un lugar tan bueno como ese.

Naturalmente tendría que haber comida, comida y lugares cómodos en donde todas esas ladies y madames pudieran sentarse a conversar sin el peligro de ser oídas por sus propios sirvientes y ser delatadas frente a sus esposos. Eran temas minúsculos las mayorías de las veces, pero por la reacción de mi madre, y ahora que había tiempo de analizar un poco más la situación y las palabras de la condesa, supe que una pequeña palabrita, lamentablemente, podría ser demasiado peligrosa para esas mujeres.

Me estremecí ante el pensamiento y decidí no decir nada más al respecto. Inesperadamente, la que inició la conversación y cortó con el tenso ambiente, fue mi propia madre, quien, volviendo a su ser normal, sonrió y tomó mi mano.

—Habías dicho que tu último encuentro con el niño Blanchett había ido bien.

«Niño...»

—Sí, puede decirse que fue un encuentro exitoso. —Asintiendo, me pregunté que era lo que esta mujer tenía en la mente.

—Eso es bueno y... —Se detuvo un momento y pareció considerar si lo próximo que diría estaba bien o mal— ...dado que él inició el contacto por primera vez, sería apropiado que seas tú quien tome la iniciativa.

*.*.*.*

Tal como quería mi madre, al llegar a casa ese día, había tomado papel y pluma y escrito una breve invitación. En realidad, todavía guardaba cierto resentimiento por sus palabras que me identificaban como desagradable incluso antes de llegar a vernos la cara y pensando en tal cosa, me había sido imposible dar un educado rodeo hasta llegar al punto central que, en sí, solo era dar un paseo por la calle comercial. Tenía un compromiso previo, así que no sería un desperdicio.

Así que ese día, frente a la entrada principal de la mansión, levanté la barbilla y sonreí con discreta burla al joven de cabellera blanca que se paraba delante de la puerta del carruaje con una expresión indescifrable.

Probablemente, los engranajes de su cabeza estarían girando rápidamente.

—Es un placer volver a verla.

«Oh... omitió mi nombre, pero no dijo señorita».

—Lo mismo digo. —Sin dejar de sonreír, acepté la mano ofrecida y subí seguida de mi doncella. Margot se convertía en una pequeña estatua cada vez que estábamos frente a este chico y podía comprenderla, aunque era joven, su aura era bastante difícil de soportar, aunque creía que, si sonriera un poco más, el efecto sería menor y creí que sería divertido decirlo.

Los caballos ya habían avanzado un tramo considerable cuando me decidí a hablar. Él estaba mirando discretamente por la ventana del carruaje y Margot miraba por la otra siendo la única que había mantenido los ojos dentro. La curiosidad por el exterior ya había sido suprimida hace mucho.

—Espero no estar siendo indiscreta, pero dado que seguiremos viéndonos por un largo tiempo, quisiera... no... necesito decir algo. —Seriamente, comencé y vi que su rostro se volteaba hacia mí y los ojos se le llenaban de curiosidad. Por dentro, estallé en carcajadas siendo la única que conocía mis intenciones.

—¿Qué es?

—Mi necesidad es urgente, pero temo que se ofenda. —Margot me miró y creo que entró en pánico.

—Necesito, con urgencia, que sonría porque temo que espante a la gente del pueblo con esa cara tan seria.

Sus ojos se abrieron en sorpresa y el borde de mis labios se contrajo en completa diversión, pero estaba haciendo lo posible por reprimir la risa dentro de mi boca hasta que finalmente no pude evitarlo y tapándome la boca, me reí por lo bajo.

Alexandre simplemente parpadeó desconcertado y no respondió enseguida, pero había sido bastante satisfactorio para mí.

—No esperaba que la señorita fuera tan bromista.

—¿Broma? ¿Qué broma? Estoy siendo completamente seria. —Aplastando la sonrisa en mis labios, atenué el gesto y lo hice coincidir con el de una dama apropiada.

—¿Es así? —Sus labios se curvaron muy ligeramente y supe que no se sentía demasiado divertido.

—Es así... pero ahora estoy preocupada, ¿su impresión sobre mi ha empeorado o mejorado? —En realidad, me sentía muy convencida de que su impresión había caído, si es que había algo por caer, pero admitía que me sentía muy satisfecha de mí misma.

—Mejorado, naturalmente.

«Oh».

La satisfacción se fue y me di cuenta que estaba totalmente errada. Se suponía que esta persona era mi futuro esposo y que si le agradaba se consideraba una fortuna.

Luego de eso y hasta que el carruaje se detuvo en una intersección, no pude encontrar las palabras para seguir hablando, me sentí completamente bloqueada por lo anterior y opté por callarme y poner una expresión que resultara ni agradable ni desagradable y Margot... Margot se había encogido en una esquina luego de que hubiera encontrado lo dicho demasiado para ella.

*.*.*.*

—Entonces, ¿qué desea ver?

Tomada de su brazo, nos abrimos paso entre las personas y me asombró comprobar que no parecía en lo más mínimo incomodo debido al constante flujo de personas contra las que inevitablemente chocábamos incluso si no quisiéramos.

—Nada en particular. —Pensé en el joven de las flores y miré mi pecho en donde la camelia blanca brillaba sobre el vestido verde. Mi razón de haber elegido esta parte era poder completar todo en un día, buscar la flor que deseaba y seguir con el paseo estipulado, pero aún faltaba mucho tiempo. En vez de eso, tenía curiosidad por su familiaridad con estos lugares— Bueno, soy curiosa, ¿está acostumbrado a caminar por el mercado?

—Antes de venir a la capital, acostumbraba recorrer las calles comerciales en el ducado. ¿Usted no? —Inclinando su cabeza hacia abajo, sus ojos de un azul celeste me enfocaron y yo negué sin vacilación.

—Incluso si quisiera, pocas veces he podido hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque es inapropiado para mí salir simplemente a pasear, mucho menos cuando hace muy poco tiempo que he debutado.

—...inapropiado... ya veo. —No supe por qué, pero su expresión, que hasta entonces había sido bastante relajada, se había ensombrecido y su cuerpo se había tensado notablemente, mi pobre brazo lo estaba resintiendo, pero no me atreví a decir nada y el ambiente que apenas había logrado algo de familiaridad se enfrió.

Interiormente suspiré y supe que, si no quería pasar el resto de la tarde en un silencio sepulcral, tenía que poner de mí para generar conversación.

—Es inapropiado y no hay nada que pueda hacer al respecto salvo aprovechar las pocas veces en las que he salido... valoro los recuerdos hechos en esas salidas, sino, creo que se hubiera vuelto algo muy normal.

—Entonces, ¿la señorita considera bueno o malo estas costumbres de la nobleza? —Pareció ligeramente expectante ante la pregunta y no supe qué clase de respuesta esperaba.

—Personalmente... me gusta. —Vi que sus ojos se opacaban y que sus labios se aplanaban hasta formar una línea, ¿de dónde venía ese disgusto y desdén con el que fugazmente me había mirado?

—Ya veo.

—He sido criada así, ¿qué clase de respuesta esperaba? —Sintiéndome entre ofendida y divertida, lo miré desde mi posición. Estábamos cerca uno del otro, por lo que cualquier cambio en su rostro podía ser notado— He crecido en las costumbres que la nobleza exige y me gustan, me gusta sentarme a tomar el té y charlar ociosamente, me gusta comprar vestidos y joyas, me gusta tocar el piano y aunque es adecuado, no disfruto de cualquier cosa que conlleve una aguja, el teatro me parece interesante pero repetitivo y confieso que disfruto de los tratamientos entre las diferentes familias y estados, pero eso no quiere decir que no vea lo encantador en otras formas de vivir.

Alexandre parecía sinceramente sorprendido y quise reírme contenta de haberlo desconcertado. Este joven tenía un prejuicio que no sabía de dónde venía, pero estaba encantada en romperlo.

—¿Por qué me mira así? No es apropiado. —Me reí y dejé de mirarlo para centrar mi atención en los puestos.

—Pensé que a la señorita le resultaría incómodo venir al mercado y me pareció sorprendente que fuera quien lo sugiriera. —Escuché su voz desde el costado, pero no me tomé la molestia de mirarlo, después de todo, no necesitaba los ojos para oírlo— Si es como usted dice, no debería disfrutarlo.

—Soy una dama adecuada, al menos intento serlo, pero mis gustos o disgustos no están relacionados con ser o no ser una dama adecuada. —En este punto, me acerqué a uno de los puestos y miré con atención algunas cintas, pero aún así seguí hablando— Debería revisar su visión de las cosas.

—¿No es muy rudo de su parte?

—Quizá.

Me había cansado y no sabía de qué.

Suspiré por lo bajo y pensé en nuestra vida futura y en la fuerza mental que necesitaría para poder sobrellevar una conversación con él sin sentir que tenía que excusarme por mi forma de ser. No había dicho mucho, pero de alguna manera me había dejado claro que guardaba cierta insatisfacción, conmigo o con cómo había crecido, quizá con el ambiente o las personas... no podía culparlo, pero yo tampoco tenía culpa. Solo esperaba que fuera más abierto de mente en el futuro.

Después de ese intercambio de ideas, aunque más bien se había reducido a contarle sin intención lo que me gustaba y lo que no sin desearlo ni planearlo, la tarde se volvió un poco más amena para ambos. Soltando nuestros brazos, nos fue más cómodo movernos y para mí poder ver lo que se ofrecía y cuando vi el cielo, descubrí con cierta sorpresa que no faltaba mucho para que oscureciera y que tendríamos que volver pronto.

Miré la flor en mi pecho y el lugar donde estábamos. Si no me equivocaba, estábamos del lado contrario a donde me había encontrado con el joven Belmont la última vez y si fuera como había dicho, estaría siempre en el mismo lugar y hora todas las semanas.

Miré a mi prometido y pensé en si sería correcto hacerlo ir hasta la punta contraria del mercado y llegué a la conclusión de que, aunque no lo era, y posiblemente me encontraría molesta, tenía que hacerlo. Si el muchacho realmente había cumplido y yo no me presentaba, sentiría que me había burlado de su sinceridad, sin embargo, cuando llegué al lugar, la noche ya había caído y fui incapaz de encontrarlo.

«Quizá lo olvidó».

Era posible que ni siquiera me recordara o el pedido que le había hecho. En cualquier caso, volvería la próxima semana y vería si había cumplido o no.

La vida estaba llena de encuentros y desencuentros, este día podía ser solo un pequeño error en la trama. 

*

*

*

Podemos decir que ya es mañana. 

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