Capítulo 3 "Alistair"

Capítulo 3 "Alistair"

Tal vez estaba siendo demasiado paranoico al respecto, después de todo lo que habían vivido sabía que lo peor estaba por venir, permanecer en el perpetuo escape, manteniendo un bajo perfil y olvidarse de quien realmente eran.

Lesath decidió frenar el paso por un momento y ubicarse en los alrededores. La verdad era que nada parecía demasiado malo, habían logrado salir de la zona del pantano previo al campamento de refugiados y estaban juntos.

Se agachó frente al pequeño vestido con aquellos encajes sobre su cabeza.

—¿Quieres comer algo?

Preguntó con suavidad al príncipe que no había hecho más que seguirle y sin esperar la respuesta, le indicó en señales que esperara donde se encontraba.

Estaba seguro de que con su agilidad podría robarse un par de panes del negocio que los ofrecía en un canasto frente al edificio, después de todo tenía experiencia acumulada de las muchas veces que se había sentado en las gradas oscuras que conducían a la cocina del reino, mientras esperaba que sacaran las grandes bandejas de bollos y rápidamente se hacía con un par cuando nadie le veía.

Concentrado en su cometido, como todo buen bandido lo logró, pasando desapercibido por completo, metió los panes dentro de su camisa y se encaminó de vuelta con una sonrisa de satisfacción al saberse vencedor, misma que desapareció sumergiéndose en la angustia mientras empezaba a caminar lento al llegar al sitio donde había dejado a su hermano y no encontrarlo. Y más allá de lo que esperó, el recibimiento fue ser tomado por la nuca con fuerza y estrellado contra la pared de la casa por la que pasaban, sintiendo como sus ropas le eran removidas en el torso, por lo que trató de moverse pero la sensación afilada de una hoja al centro de su espalda lo detuvo.

En pan cayó al suelo con la sacudida.

— ¡¿Dónde están?!

— ¡Lo lamento! ¡Solo tomé dos! ¡Fueron solo dos!

— ...¿Tomar? Ah... además de infiltrado, ladrón...

La voz del joven hombre tan brusca y profunda le llevó a temblar las piernas. Lo había llamado infiltrado lo que significaba que conocía su procedencia o tal vez... ¿simplemente los había notado extraños al pueblo?...

— Las alas... ¡¿Dónde están las alas?! ¿Acaso puedes esconderlas?...

— ¡No tengo idea de lo que habla!

— Mi señor... sabe que en el campamento de refugiados había un ser con alas y nadie más que tú ha estado ahí...

— ¿Yo?...

Trataba de no perderse entre las palabras, pero si creía que se conducía solo... significaba que siguió sus huellas en el camino de ida, mientras llevaba encima a su pequeño hermano.

— No te hagas el imbécil...

Si en un inicio estaba nervioso al no ver a su hermano en el lugar en que lo dejó, en ese momento daba gracias a los dioses de que aquel ser no le hubiera encontrado en su lugar.

—Si hay algo que detesto es no poder cumplir con un mandato de mi señor... Ahora mismo vas a llevarme donde las dejaste.

—¿Dejar? ¡Lo dice como si las alas pudieran desprenderse del cuerpo que las posee! ¡Cosa que no es mi caso! ¡¿En dónde ha visto que una paloma se desprenda de sus plumas?!

Gritó mientras le giró con la intención de encaminarlo, quedando con la vista puesta en el callejón, por el que no a más de 6 metros se encontraba su pequeño hermano, que venía caminando al lado de la diosa.

Alasdair... no mires... ¡Por favor no vengas!

El hombre al notar como Lesath detuvo su escándalo miró fijo hacia el frente buscando lo que pudo haber cambiado su actitud, encontrando al niño de cabellos negros que sonreía disfrazado bajo la manta.

—Entonces era esa otra...

—¡No! ¡No lo conozco! ¡Está bien! ¡Diré la verdad! ¡Yo tengo las alas! ¡Están dentro de mi cuerpo!

Gritó desesperado, pero en vano. Fue soltado por las manos y tirado a un lado con brusquedad, mientras aquel hombre dispuesto a avanzar se detuvo sobre sus pasos al observar a la acompañante del príncipe, molesto chasqueó la lengua y desapareció.

Las extremidades del niño de cabellos escarlata temblaban, mientras la temperatura de su piel continuaba en la frialdad, la sensación del metal pasando afilado sobre su espalda aún estaba presente.

Por lo que su pequeño hermano cuando le vio a la distancia, aún sentado en el piso, corrió con lo que su cuerpo podía brindarle de fuerzas y llegó hasta él prácticamente tirándose de rodillas frente suyo.

—¡Hermano! ¿Estás bien? ¿Qué tienes?

No podía ocultar el miedo que aún se rezagaba entre sus miembros y dentro de su pecho y menos si era por su causa, verlo sano y salvo era la felicidad más grande que podía tener y pensar que alguien podría estar tras de él para hacerle daño, era inadmisible. Cuando finalmente elevó el rostro para que lo viera, las lágrimas aun le recorrían las mejillas.

La sorpresa de Alasdair no se iba de la expresión de sus ojos. ¿Qué habría podido suceder?

—Perdonen la interrupción... pero no pude evitar darme cuenta de lo ocurrido.

Lesath al escucharla asintió y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

—Perdóname por haber llamado a Alasdair... pero tenía el presentimiento que, si permanecía solo en ese lugar, algo podría suceder, pero no alcancé a dimensionar que podrían atacarte a ti...

—No es eso lo que me preocupa... puesto que yo no tengo lo que esa persona buscaba...

—¿Te atacaron?... ¿Por ser de nuestro reino?...

La pregunta del hermano menor afligió el rostro de Lesath quien miró rápidamente hacia la diosa. Hasta el momento no habían dicho nada al respecto, simplemente las pocas palabras que habían cruzado daban a entender que, si bien no pertenecían a Underland y el niño cargaba con una maldición, no se sabía de donde provenían con exactitud, tal vez eso había sido lo mejor para que la diosa no se sintiera comprometida a ayudar o simplemente se reusara a hacerlo.

—¿Cuál era la petición de ese hombre?...

Cual comprendiera el significado de la preocupación en su mirada, la diosa simplemente pasó de largo el detalle.

Pero el rostro del hermano mayor no podía recomponerse, no era como si al no pronunciarlo el hecho se eliminara, pero tal vez... solo tal vez lo mantenía en secreto por el momento, podría asimilar lo que estaba pasando, por lo que negó con la cabeza ante la diosa y agachándose sobre su hermano lo abrazó con gran fuerza.

—Por favor pasen esta noche en mi castillo.

Ofreció la pequeña de larga cabellera de sol tardío, pero para Lesath pareciera que cada una de las palabras que abandonaba la boca de la diosa era un intento de descubrirlo, y en realidad era algo que él mismo se había buscado entre tantas mentiras o información que no podía revelar. ¿Cómo decirle que si huyeron de Overland había sido precisamente escapando no solo del lugar, sino del príncipe de este reino que había aparecido amenazándolos?

No podía moverse de la posición que había adoptado en el abrazo hacia a Alasdair, pero sentía su propia impotencia al abrazarlo con más fuerza quizás al punto de hacer sentir incomodo al príncipe.

—No es justo que cargues con esa preocupación tú solo.

Mencionó con empatía la diosa.

—Perdóneme Diosa... Pero... es solo que... pareciera que todo lo que he hecho hasta ahora está mal... porque si una persona no puede decir las cosas, es porque no está actuando correctamente... ¡Pero no había nada más que yo pudiera hacer!

Terminó por quebrarse, humedeciendo los ojos de gema del príncipe también.

—¡Por favor perdónenos!

En la desesperación tomó al pequeño de la mano y corrió a la lejanía ocultándose entre las sombras de las paredes donde las llamas ya no alcanzaban a alumbrar.

—¡Esperen!

Emprendió camino también, aunque la distancia que la separaba de ellos se volvía exponencial con el tiempo.

Los jadeos del de cabellos rojizos se compartían con los del pequeño príncipe quien al ver a los alrededores ya no divisaba los viejos edificios, cual hubieran atravesado hacia el lado boscoso, el sonido del agua chisporroteante inundaba la estancia, pero no de la manera ínfima que los guio hacia la fuente del centro de la ciudad la primera vez. El agua de la cascada se volvía imponente, mientras la ribera del río se presentaba con aguas claras pero oscuras al anochecer frente a sus ojos.

—Notoriamente era cuestión de solo un poco de tiempo para que se separaran de la diosa...

Las luciérnagas que flotaban junto al río alumbraron la sorpresa horrorizada en los ojos de Lesath. La voz de aquel joven hombre, tan profunda y escrutiñadora como en el momento del primer ataque con aquel cuchillo rasgando su espalda alta, parecía congelarle el movimiento.

Más aun al ver que en esa ocasión no había fallado al escoger a su presa, había tapado la boca de su hermano con su enorme mano y lo apretaba con fuerza contra su pecho con el propósito de no permitirle moverse.

La manta que le tapaba había caído en medio del escape.

—Quién hubiera dicho que este enano escuálido es el portador de las alas...

Mientras hablaba, la lentitud ante los ojos del hermano mayor, con que aquel hombre sacó su cuchillo lo dejó impávido, cual el grito no le saliera, hasta que en un arrebato de desesperación logró finalmente gritar.

—¡No! ¡Por favor, no!

Corrió hasta él, tomándolo del brazo para intentar que soltara a su hermano, pero no fue más que para recibir una patada que lo dejó sin aire, de la que apenas y podía reponerse mientras veía como la espalda del niño era despojada de su vestimenta a la fuerza para entonces recibir la primera estocada que enseguida lo tiró al suelo.

La vocecita de Alasdair sonó en un quejido continuado por el llanto el cual se detuvo por el ataque de tos congestionada que evidenciaba la sangre subiendo por su garganta.

—¡AHHGGG!

Se levantó poseído por la energía de la ira y la impotencia el pelirojo, pero su camino hacia el enemigo se nubló al impactar de frente contra la que parecía ser su arma principal, un hacha que en el segundo siguiente se bañó con la sangre del menor arrebatándole la luz a sus ojos y cayendo al piso dejó de moverse.

Alasdair que había quedado con la mitad del rostro visible sobre su apoyo en la tierra, al presenciar lo sucedido sintió su pecho inundarse de dolor a un punto que no podía guardarlo para sí, necesitaba saber si su hermano seguía con vida, por lo que trató de arrastrarse hacia él, pero le fue imposible, el dolor en su espalda había regresado pero de una manera nunca antes sentida y pensó entonces en las palabras que la diosa pronunció al verlo la primera vez, a pesar de encontrarse casi inconsciente, la energía podría llegar a romper su piel, así como había pasado en su cabeza y pareció comprenderlo al tratar de soportar el dolor inmensamente espantoso que acudió a él en esos momentos.

Sus gritos no pudieron ocultarse en medio de la llanura y menos para la diosa que les había seguido el paso, al escuchar el desgarrador sonido se apresuró.

La herida se pronunciaba, cual el agujero hecho por el cuchillo hubiera servido de lumbral, mientras la ramificación de plumas flexionada se asomaba de a poco entre la carne.

Para ese momento los gritos del pequeño se habían vuelto incontrolables, mientras sentía la muerte a punto de detenerle el corazón. Sensación del sudor frío mezclado con la inminente debilidad ante el dolor que lo llevó a desconectarse de la realidad perdiendo la conciencia.

Todo parecía indicar que su pequeño cuerpo no contaba con la fuerza suficiente para ayudar a sus alas a emerger, cual quedaran a medio camino de la expulsión, atascadas. La que logró asomarse por la herida cuyas plumas aún goteaban la sangre que empezaba a formar grumos, más parecía una injuria letal que había cobrado la vida del príncipe.

El hombre al ver el suceso inesperado se acercó con intenciones de halarla para terminar de sacársela, si había llegado tan lejos no iba a detenerse en cumplir su cometido.

Al mismo tiempo que la pequeña diosa de Underland, había arribado finalmente a la llanura de la rivera, encontrando el mismo paisaje de luciérnagas que parecía dispersarse a su paso y desapareció de su vista cual le dieran paso a su mirada angustiada.

Encontró al príncipe de Overland tirado en el piso a unos cuantos pasos más allá de donde se encontraba con una de las alas a medio brotar, pero completamente pálido, podría jurar que de tocarlo estaría frío y laxo.

Se agachó junto a él, sin notar el momento en que las lágrimas le circularon los ojos, la sensación dentro de su pecho al solo pensar que aquella mano que había sostenido no podría volver a tomarse era otra nueva emoción que no podía describir, como diosa había visto perder a más de una vida, pero el egoísmo de no desear perder la de él... era confuso y doloroso.

Colocó la mano con delicadeza en la cabeza del pequeño y nuevamente compartió su poder con él, mientras emanaba aquella aura rosácea que le envolvió, lo sintió moverse angustiado regresando su conciencia a los momentos recién vividos.

—Mi... hermano...

La vio urgido por la búsqueda del mencionado, pero al levantar la mirada hacia el lugar donde le vio por última vez ya no estaba, mientras la decepción y el dolor jugaban una competencia sobre quien regía sobre él en ese momento.

Las lágrimas de impotencia se deslizaron con aquel toque amargo sobre su clara faz. ¿Dónde estaba? ¿Acaso ese hombre se había llevado a su hermano?... ¿Seguiría con vida después de recibir esa terrible herida en el rostro?

—Hermano... ¡Mi... hermano!

Trataba de levantarse, pero batallar contra su propio dolor era una guerra sin tregua, miró sobre su hombro tratando de ver que era aquello que estaba sucediéndole.

—... debes sacarlas... es la única forma.

—¿Sacar?...

La mirada de más cansada y asustada buscó los ojos castaños de la diosa, quien desde el inicio se sintió comprometida con su caso. En esos momentos ya era personal para ella. Tal vez si hubiera dedicado un poco más de tiempo en la búsqueda dentro de su biblioteca, habría encontrado algo que ayudara en esos momentos, pero en realidad, aunque no hubo descansado nada la noche anterior el vacío que aquello le generaba era enorme.

La aflicción en el rostro del niño era tal, que no pudo más que buscar ser su sostén por lo que atrajo su rostro hacia su pecho en un abrazo tierno, que sirvió para que el pequeño cerrara los ojos.

—Sé que es muy doloroso, pero debes concentrarte... es la única forma en que dejará de doler y podremos investigar qué sucedió con Lesath.

Ante la explicación de la diosa, el príncipe asintió con un movimiento de cabeza.

—Aún eres muy pequeño como para controlar todo el poder que tienes... es por eso por lo que los cambios ocurren sin que lo pretendas y me he dado cuenta de que mi energía divina es capaz de menguarlo, por eso puedo decirte con toda seguridad que no estás solo...

Las palabras de la diosa le brindaron la confianza que había perdido por lo que apretó entre los puños la tela del vestido de la deidad al sentirse agradecido.

—Es por eso por lo que he pensado, que la mejor solución para mantener tus poderes controlados... es que me dejes esa parte a mí...

—¿Eh?...

Levantó su rostro para ella, encontrando el convencimiento en su mirada.

—Pero... involucrarte de esa forma conmigo... sería ponerla en peligro a usted...

Stacia sonrió dulce ante su genuina preocupación, pero nada de lo que él dijera le haría desistir de su decisión, había tanto que deseaba comprender, que por supuesto que tenía que involucrarse.

—Si en algún momento corro peligro, será porque yo misma lo he buscado... pero estoy segura de que permanecer a tu lado tendrá muchísima más importancia que eso.

—Diosa...

Sabía que quedándose solo no había muchas posibilidades de hacer realmente nada, lo más probable era que terminaría volviendo a Overland, sin poder recuperar a su hermano.

—¿Qué es lo que debo hacer?

—Para ser franca... veo esto como un contrato, no... más bien un pacto, una promesa de que pase lo que pase estaremos ahí uno para el otro, mientras resolvemos este misterio y mientras tú necesites de mí.

—Pero... en un pacto... ambas partes ganan algo... y en este caso, sería solo yo quien se honre con su presencia...

—Mi ganancia es poder ayudar a la persona que ha despertado en mi ser toda esta cantidad de sensaciones y emociones nuevas, toda esta incertidumbre de lo que en realidad trata la vida y buscar la razón de la diferencia entre seres siendo todos habitantes del mismo mundo...

Con las últimas palabras pronunciadas se puso en pie ante él y despejando su frente de los cabellos oscuros que reposaban sobre ella, la energía inicio su recorrido desde el menudo cuerpo de la diosa hacia el niño.

—Yo, la diosa del equilibrio, comprometo el flujo de mi energía a siempre acudir a este ser con el nombre de...

Se detuvo insegura de continuar, ya que al hacerlo expondría que en realidad conocía el proceder del menor.

Pero el príncipe lo comprendía, era el momento en que solo la tenía a ella, a pesar de no conocerla casi nada, su sola presencia era un manifiesto divino para su futuro.

—Al...

Inicio el pequeño a revelar su identidad, cuando la palabra a pronunciar cambió en los labios de la diosa.

—Alistair...

Los ojos de gema del niño la miraron sin comprender.

—La pronunciación de Alasdair en este reino... es Alistair...

Sonrió dándole a entender que si bien sabía quien era en realidad, ese día nacería como alguien proveniente de Underland, que podría vivir en ese reino y sería recibido como uno más de ellos.

El príncipe asintió, si vivir como Alistair le daría la esperanza de poder seguir con vida y reunirse nuevamente con su hermano era lo que necesitaba, entonces lo haría.

La diosa continuó.

—Para que sirva como eslabón de las cadenas que desde este momento atan el poder bestial que yace en su interior y amenaza con abrirse paso a través de su cuerpo, volviéndolo... mi pertenencia...

Mencionó instintivamente al sentir como su vida se entretejía en finas cadenas de luz que recorrían el cuerpo y rostro del príncipe, en un acercamiento tan íntimo entre sus almas que podía sentir como una parte de ella se quedaba con él al resguardar las manifestaciones de los poderes de la bestia nuevamente y el pacto terminó sellándose con el aparecer de una sortija brillante frente a ella, la cual tomó entre sus dedos como pinza y observó detenidamente.

Misma que en el instante se expandió y se ajustó a su brazo como el adorno que, aunque colocara la mano declive no era afectado por la gravedad y por tanto no se desprendía de su brazo.

—Esto es...

—Creo que es esa cadena...

La respuesta de Alasdair se le hizo de todo el sentido. La materialización de aquel poder que le contenía.

—Muchas gracias.

La expresión del pequeño no se igualaba a ningún agradecimiento que hubiera presenciado antes. La verdadera liberación del sufrimiento profundo e ineludible a excepción de ella. El ala que se asomaba había desaparecido y de los cuernos no quedaba ni rastro, mientras los ojos grises no podían dejar de mirarla cual bendita.

—No me las debes...

Bajó la mano que aún posaba sobre su frente a su mejilla

—Por supuesto que sí, Diosa. Puede tener por seguro que me esforzaré por crecer rápido y fuerte para poder devolverle con el servicio de mi espada todo lo que usted ha hecho por mí.

Tomó la mano de la deidad que rozaba su rostro y besándole la palma cerró los ojos con devoción.

A la vista de cualquiera que pasara por la ribera del río en aquel momento, no se trataba más que de dos pequeños niños jugando a las damas y caballeros, cuando la realidad daba paso a un sentimiento muchísimo más profundo, dos corazones que en medio de la adversidad se habían unido en la búsqueda de un bien común y desatarían miles de historias.

Las luciérnagas acompañaron sus pasos río abajo, mientras buscaban adentrarse un poco más en la profundidad boscosa que se acercaba cada vez más al río que perdía cause, con la esperanza que tal vez su hermano hubiera sido llevado por el agua.

Pero no había nada, a donde dirigiera su mirada no había más que un enorme y triste vacío. Pero si su desaparición no la había causado el río... ¿Entonces?...

—Creo que es justo lo que piensas.

—Ese hombre... ¿Pero por qué? ¿Cuál es su intención al llevarse a mi hermano?

—Me temo que, desde un principio, él era su verdadero objetivo... y todo lo del tema de tus alas, fue simplemente para presionarlo. Ya que según entiendo es en los momentos de desesperación cuando el poder del oráculo se agudiza...

—¿O...ráculo?

El momento en que el dios oscuro al presentarse frente a ellos en el palacio le llamó "vidente" a su hermano ahora parecía cobrar sentido.

—¿No tenías idea de su poder?...

—Aunque nos vieras unidos... la verdad es que no era mucho el tiempo que podíamos compartir juntos en casa... en realidad él es solo mi medio hermano.

Se detuvo cual si proseguir le llevara inconsciente a revelar hechos que quizás no fueran buenas historias para compartir con ella.

—No debes sentirte presionado, el hecho que entre nosotros haya un pacto, no quiere decir que inmediatamente hayamos perdido nuestro derecho a la privacidad y eso es lo hermoso de este mundo y de las relaciones humanas, existe tanto, pero tanto que descubrir y un momento específico para hacerlo, Alistair.

Por un momento las palabras de la diosa le llevaron a dimensionar que él no era más que un punto más en el inmenso mapa del mundo, una raya de tinta solo un poco más grande que las luciérnagas a su alrededor.

Pero aun así... poseía una misión y no debía detenerse hasta conseguirla. El mundo más allá de las paredes del castillo parecía no tener límite y esa sería su ventaja, podría recorrerlo todo si fuera necesario, ahora al lado de la diosa.

Sin embargo, el susto volvió a su rostro al voltear y ver a una persona parada al lado de su amiga.

—Tranquilo, Alistair, es Ritter.

—Lo lamento, no pude alcanzarlo.

El joven se arrodilló ante ella, a lo que la diosa asintió.

—Desde el momento en que sentí sus presencias alejándose del campamento de refugiados le pedí a Ritter que me acompañara a buscarlos, había dos personas tras ustedes y él fue en busca del otro, pero tal parece que ambos son ágiles en difuminarse en la oscuridad...

El príncipe identificó entonces al joven de cabellos negros, lo había visto alguna vez en el campamento de refugiados, siempre llevando esa chaqueta militar vieja y de colores gastados.

—¿Desea que procedamos según me dijo?

Miró con aquellos ojos violeta a la joven divina.

—Sí, puedo sentir como batalla para poder mantenerse en pie.

Alistair apenas y pudo comprender que estaban hablando de él cuando perdió la conciencia por el cansancio de todo lo vivido esa noche. Aunque su hermano era su prioridad, sabía que desde esa noche no volverían a dormir bajo el mismo techo.

No fue más que el parpadeo que condujo el despertar de aquella noche a la mañana de siete años en el futuro.

Para Alistair, la misión era clara para esa noche, sin embargo, la casualidad lo retrajo de la misma al haberse posado tras aquel muro de piedra que poco le faltaba para superar en altura.

Comúnmente no se detendría a poner atención a conversaciones ajenas, pero era inevitable no pensar que aquello lo atañía y de gran manera, puesto que estaba pasando justamente por lo mismo.

Día a día los suspiros lo hacían presa, sintiendo que cada vez las ansias se iban a lo profundo de su estómago sepultadas por el cúmulo de aire que luego le faltaba para respirar. Aun así, no podía evitarlo, tal vez algún día dejaría de atragantarse con sus propios deseos y podría expresarse como le gustaría, pero de momento permanecería con aquella inquietud tal vez un poco más, porque antes que él mismo, se encontraba el pacto que había hecho con ella o incluso más que el mismo pacto, la sola existencia de la diosa era un millón de veces más importante que su vida.

Después de todo, ¿Quién era él?...

Cerró los ojos con fuerza estrujando los párpados obligándose a cambiar de actitud. No podía distraerse en un momento como ese. El avistamiento parecía iba a dar frutos y debía encontrarlo, si regresaba al escuadrón sin ninguna clase de información no sería más que el objetivo de las burlas de todos, más cuando había insistido que estaba seguro de lo que decía.

Tomó la capucha que cubría su ser y si fuera posible la haló un poco más sobre su rostro, para despejar el lugar. Al retirarse, el muro de piedra donde se encontraba apoyado dejó tras de sí a las dos mujeres conversadoras cuya plática escuchada en la oscuridad había creado un remordimiento expansible en el muchacho.

Sus pasos lentos pero contundentes evidenciaban que el objetivo continuaba en la mira, aunque hubiera sucumbido ante aquella distracción.

Poco a poco aceleró el paso pasando entre las sombras que refugiaban su figura delgada, hasta que terminó corriendo a su velocidad máxima hacia el norte hasta que sus propios pasos evidenciaron su llegada, mientras el oleaje del viento sacudió de a poco sus vestimentas.

Desearía poder guardar aquel momento en un cofre para poder abrirlo ante sus compañeros en un futuro y que pudieran apreciar lo que tenía frente a sí.

Toda la zona parecía calentarse poco a poco en medio de la brisa, como si de un desierto nocturno y aún caluroso se tratara.

La energía era visible, un mar de destellos esmeraldas que animaban a tocarlo con las manos, lo cual intentó, pero se abstuvo en el último momento al sentir su respiración acelerarse en ansiedad, como si aquella luz además de iluminarlo fuera capaz de secuestrar su juicio en medio del resplandor de su belleza difuminada.

Retiró con rapidez la mano y cuando lo notó estaba en el piso, había perdido la ubicación por un par de segundos y la cabeza le dolía tanto que le era difícil concentrarse en levantar, pero con la convicción que debía cuidar de sí mismo buscó apoyarse y lograr ponerse en pie con los ojos semicerrados ante la imponencia de la luz que de un segundo a otro se esfumó.

Una vez más la había perdido de vista, muy en contra de su voluntad debería volver sin una prueba, pero era difícil, después de todo, aunque la tuvo en frente no pudo ni moverse.

Se sacudió las ropas y se dirigió por el camino de regreso hacia el bosque en el que había dejado atado su caballo, un pegaso negro llamado Sirrah, el potro al que Andrómeda había dado a luz.

—No digas nada, ya sé que tú también estás en contra de seguir buscando.

Mencionó mientras le desataba para luego montar y rodeando un par de árboles, no pudo evitar mirar atrás hacia el pueblo donde encontró lo que había salido a buscar, pero no pudo conseguir.

Pronto se elevó y todo aquello no fue más que el sabor amargo de sentir que nunca podría darle explicación a aquel fenómeno.

Las alas del animal dibujaban una estela que borraba el rastro de la luz lunar por el segundo que pasó, uno seguido de otro hasta que finalmente aterrizó.

Decepcionado de sí mismo por no haber podido reaccionar, pensó en cómo justificaría el permiso que el Capitán le había concedido, por lo que buscó entre sus ropas el pequeño monedero que la diosa le había tejido.

No había nada más bueno que el pan, por lo que pan sería.

La panadería no quedaba más que a un tiro de piedra de la entrada, por lo que tomó a su caballo de las riendas y lo dirigió tras de él. Los sonidos que salían del hocico del animal de enormes plumas oscuras le llevaban a reír suavemente al sentir como jugaba a meter su nariz sobre su hombro.

—Sé que lo haces para hacerme sentir mejor, ya entendí, ya estoy bien.

rio con suavidad.

El bufido de su amigo, le sacó otra risa más y se detuvo un momento con la bolsa en brazos para acariciarle la cabeza.

—Ya está haciendo mucho frío... vamos.

Fue solo un paso el que se adelantó cuando el sonido del metal cortando el viento lo detuvo a punto de colocar el otro pie adelante.

—Y simplemente así, moriste... otra vez.

La voz profunda del hombre cuya sombra se proyectaba frente a él inundó el lugar con una serenidad inesperada, a pesar de que había salido "de la nada" su presencia llevó al muchacho a inhalar profundo al sentir la seguridad de estar a su lado, pero fingiendo indiferencia ante su propio sentir, reclamó.

—¡No es justo! ¡Ya estaba prácticamente dentro de la zona vigilada!

—Prácticamente no es lo mismo que estarlo, Alistair.

—Perdón, Capitán.

Exclamó al darse cuenta de que no tenía sentido llevarle la contraria a su superior y más cuando estaba completamente de acuerdo en que él tenía la razón.

La mano que Alistair sintió posarse sobre su cabeza le reconfortó, el típico gesto del Capitán, desde siempre, para demostrarle que estaba ahí con él y para él.

—¿Me siguió otra vez, Capitán?

Cual la pregunta del muchacho fuera el detonante de su estadía en el lugar, recordó el momento en que se encontraba siguiéndolo tal y como él le dijo, llegando al punto de esconderse para no ser detectado y ver como al tratar de tocar la luz la misma pareció reventar en un estallido luminoso que lo tiró al suelo, mientras la energía remanente hacía notorios los efectos de su maldición, mismos que en un parpadeo desaparecieron.

—¿Capitán?

El sonido de la dulce voz joven lo sacó de sus pensamientos.

—¿Yo? ¿Seguirte?

—No sería la primera vez...

—En lugar de estar diciendo tonterías, apresúrate a entrar a la zona vigilada, niño tonto.

—¿Tonto? ¿otra vez con los insultos?, ¿Acaso no recuerda como lo regañó la última vez la Señorita Amrita?

—No es necesario que ella se entere... solo entra.

Con el bufido de sentirse obligado a acatar las órdenes, cuando él estaba por hacerlo sin la presión, finalmente ambos entraron al recinto custodiado.

La realidad era que el Capitán Ritter jamás dejaba que el joven Alistair saliera solo a ningún sitio, aunque se dijera a si mismo que era por la seguridad del niño, la verdad era que desde aquella noche donde lo conoció, el vínculo que sentía con él no hacía más que crecer y sabía que tarde o temprano las cosas podrían descontrolarse, después de todo ambos sabían que no era un ser ordinario. Aun así, estaba consciente que el pequeño que trajo cargando en brazos aquella noche ya era todo un jovencito y que buscaría las respuestas que nadie le dio por sí mismo.

—Alistair... ¿podemos hablar un momento?

Las palabras salieron despedidas desde lo profundo de su pecho capturando de inmediato la atención del recién llegado.

—Por supuesto, solo me gustaría poder entregarles el pan primero, ya que está caliente.

Aunque le había escuchado, parecía querer expresarse en ese mismo instante, por lo que no contestó, cuando notó la figura de alguien a sus espaldas lo que lo sacó del trance, un tanto más a la lejanía observó como la persona de la que hablaron hace nada, había aparecido y suspiró.

—Deja que vaya a comer tranquilo, Capitán.

Al acercarse lo suficiente logró ubicarse en lo que podría estar pasando, ya que el muchacho no se movía mientras sostenía con cierta ansiedad la bolsa entre sus brazos.

—Gracias, creo que el Capitán quería regañarme otra vez, prometo dejarle una porción Señorita Amrita.

Corrió con el objetivo de alejarse rápidamente, sin duda alguna aquella situación no había sido en lo absoluto normal. ¿Qué había querido decirle Ritter que dudó tanto?

—Pobrecito... se fue muerto del susto, no puedes solo decirle que deseas que hablen y quedarte callado. ­

Levantó el puño para pegar con cuidado sobre su pecho, pero antes del contacto bajó la mano.

—No puedo creer que me acobarde una simple plática...

—No es cobardía... creo que cuando tú sientes lo haces con mucha intensidad, tanto que platicar las cosas te descontrola.

Abrazándose a sí misma se frotó ambos brazos.

—Está helando mucho. ¿Qué pensabas hacer con él, matarlo del frío y del hambre mientras conversaban? Que poco oportuno en verdad, debes mejorar en reconocer el contexto.

—Ami...

—No pongas esa cara, hablaba de Alistair, solo de Alistair.

Con un gesto de manos extendidas le indicó que debía detener el tren de sus pensamientos.

—Lo lamento, pero me es imposible solo desvincular, yo...

—Ritter... enfócate en el niño.

Las palabras expresadas por ella parecían de lo más duras, y aunque entendía que era lo mejor por el momento, siempre terminaba con esa sensación terrible de impotencia al mirarla. Sin embargo, la decisión en la mirada de la mujer terminaba por arrancarle una sonrisa, no sería él quien le fallara y asentía una y otra vez cual la realidad retomara la silla principal dentro de su cabeza.

­—No por nada siempre me pareciste la más hermosa y la más fuerte.

—Solo ten cuidado cuando lo abordes.

Respondió cual pasara de largo sobre las últimas palabras expresadas, sin embargo, su mirada se dirigió a Ritter por un par de segundos, enfocando en ellos al hombre de dulce mirada violeta y cabellos oscuros.

—Lo tendré... Ahora con su permiso, señorita, subjefa, mi comandante, me retiro a mis aposentos...

—¿Cómo que te vas?

—¿Quieres que me quede?, con gusto.

—En ningún momento lo dije...

—Tampoco lo negaste...

Levantó el dedo el capitán en señal de defender su punto, a lo que ella solo sonrió, para terminar, dirigiendo la mirada a los alrededores, cual examinara el aire.

—Pero es verdad... esta noche la energía está muy turbulenta...

—Por favor, esta noche debemos estar más alerta...

—No te preocupes.

Guiñó el ojo, para entonces dirigirse hacia el comedor dejándola tras de sí. Después de darle semejante respuesta positiva no podía permitir que le viera el rostro así de contrariado.

La imagen del pequeño al tocar la energía esmeralda volvió a su mente, era indiscutible que se había perdido a sí mismo en un instante.

Las noches como esa siempre le traían a la mente el día en que lo conoció, había la misma pesadez en el aire y la misma esperanza en el corazón. Y aunque había intentado posponer la plática que tenía pendiente con él durante mucho tiempo, estaba seguro de que el momento había llegado.

Con el pensamiento en mente se frotó los brazos, después de todo, quizás el frio que sentía no se debía solamente al clima, sino al miedo tácito que perder a Alistair representaba, después de todo, aunque se llamaran a sí mismo un escuadrón y él el capitán, no eran más que un grupo de huérfanos que se conocieron en el campamento de refugiados y que en algún momento unieron fuerzas para sostenerse en aquel mundo y protegerse de cada una de sus amenazas.

La base cuasi militar que habían forjado se encontraba a pocos metros de la frontera con The Land, por lo que muchas veces se habían visto envueltos en conflictos de defensa del territorio, pero a lo largo de los años, la fuerza de su clan había sido reconocida al punto de ser una fuerza clandestina de defensa del reino, lejos de ser parte de la guardia real, pero con el fin último de dar todo por su patria, misma que sostenían con la esperanza de algún día ser guiados a un futuro mejor, por el único que podía prometerles eso.

Mismo que Ritter divisó acercarse hasta donde él se encontraba. Tenía la costumbre de montar guardia sentado en uno de los brazos del enorme árbol de largas hojas púrpuras que custodiaba su hogar.

Las ramas imponentes aparentaban estar abiertas para apresar al enemigo o brindar un enorme abrazo al miembro necesitado de aquella familia no consanguínea.

El candil llevado por el pequeño parecía a punto de apagarse por la brisa. Después de la cena todo había pasado con normalidad, había ayudado a acostar a los miembros más pequeños, tal cual una vez lo hicieron con él, para entonces cumplir con la necesidad que su capitán le había expresado.

—Capitán... perdone la tardanza, ya estoy aquí.

El respeto innegable que profesaban a su líder llevó al muchacho a saludarlo como de costumbre en las reuniones de táctica, la rodilla derecha y la mirada al piso.

Sin embargo, la pregunta que vino a continuación lo obligó a permanecer en esa posición mientras pensaba cuál sería la mejor opción para responder.

—¿Por qué un príncipe se arrodillaría ante mí?...

La mano con que se apoyaba al piso le temblaba en la incredulidad. No podía levantar la mirada, tal vez... encontraría una espada desenvainada apuntando su filo hacia su garganta y tal vez estaría bien... por haber guardado su identidad durante todo ese tiempo...

—No te preocupes... que a estas alturas no espero que digas nada. Y de cierta manera es un alivio para mí por lo menos ser yo quien aclare este asunto contigo. Me preguntaba cuánto tiempo tardaría en generar la confianza necesaria para que por ti mismo me dijeras las cosas... pero ese tiempo nunca llegó.

—Capitán...

—Alteza...

Las palabras parecían ser pronunciadas con dolor, por lo que finalmente levantó la mirada hacia él, encontrando a la persona con la que se sentía más conectado que nadie en el mundo. ¿Cómo podía pensar o siquiera decir que no le tenía confianza? Pero había sido su propio hermano el que le enseñó que no podía confiar en nadie su secreto... el haber escapado del palacio había sido de por si un milagro y permanecer escondido de la mirada del dios oscuro era lo único que podía hacer para permanecer con vida mientras encontraba la forma de volver a reunirse con Lesath.

—Estuve pensando... hasta cuándo debía protegerte o podría hacerlo... y me di cuenta de que no solo podría o debía, sino que quería hacerlo, Alasdair...

—¿Cómo?...

—¿No es ese el nombre del príncipe de Overland?

—Muchos niños en el pueblo llevan ese nombre en honor a su alteza el príncipe... pero eso no compete a mi caso, mi nombre es Alistair...

—Entonces a pesar de que te estoy confrontando a la realidad... ¿Siempre insistirás es esconderte de mí?

El niño tomó impulso para ponerse de pie, al hacerlo el conocido choque eléctrico del poder desbordado le atacó la espalda, la tensión no hacía más que empeorar el cuadro que recientemente estaba presentando de nuevo.

No pudo responder a nada de lo que aquella persona a la que había aprendido a querer como un hermano mayor le decía. Se echó a correr pensando insulsamente que podría dejarlo atrás.

¿Por qué tenía que pasar? ¿Desde cuándo sabía el Capitán?... ¿Por qué lo decía ahora?

No había corrido más de diez metros cuando se encontró contra el pecho de Ritter, quien lo abrazó con fuerza.

—Te lo repito... Estuve pensando... hasta cuándo debía protegerte o podría hacerlo... y me di cuenta de que no solo podría o debía, sino que quería hacerlo... Ali... Si en mis manos está proteger el futuro de nuestro reino, lo haré... pero no por ser la persona destinada a la corona... sino por el corazón enorme que reside dentro de ti...

—¿Un... corazón?...

Las palabras salieron de sus labios con aquella gentil voz llena de incredulidad, ya que la única forma en como había pensado siempre de sí mismo era la de la bestia que en cualquier momento se convertiría... por lo que trataba de pasar sus días como si fuera el último, siendo de utilidad y de esa manera, estaba seguro de que encontraría el camino que lo llevaría hacia Lesath.

—¿Cómo crees que no notaría ese enorme corazón en estos siete años?...

El vínculo era mayor de lo que él mismo pensaba. No había sido solo él quien se fijaba en el Capitán, tratando de imitar su forma de ser y sintiéndose orgulloso de cada logro, por ser la persona que lo había rescatado... aunque había sido mucho más que eso en estos años, era su inspiración.

Por primera vez se sintió con derecho genuino de abrazarlo.

—Por favor confía en mí, Ali...

—Perdóneme por no decir nada...

Ambos se sorprendieron con la última mención, lo había aceptado. El niño que había rescatado y llevado a formar parte de su escuadrón no era nadie más que el príncipe de Overland, Alasdair II.

Movimiento siguiente, era el Capitán Ritter quien se encontraba de rodilla derecha al suelo.

—¡Por favor, no!

Solicitó que se levantara con el gesto de ayudarlo a erguirse, flexionando sus rodillas al ver la reverencia.

—¡Alteza!

El príncipe oculto se detuvo en su cometido al escucharlo pronunciar su título.

—Por favor tenga confianza en este hombre que ahora se posa ante usted, quien será su espada ante cualquier adversidad por su bien y el de la corona.

—Pero yo... hace mucho tiempo que perdí ese derecho...

—Perdone la intromisión, Alteza... pero el derecho de existir, lo tiene desde el momento que su vida llegó a este mundo.

La voz de Amrita colándose entre la oscuridad, lo asustó, no había sido solo el Capitán, ahora también la Vicecapitán... por el contrario a Ritter quien sonrió al escucharla, sabía que ella estaba ahí en un momento tan importante como ese.

—¿Derecho?...

Había vivido menospreciándose al punto de pensar que había dejado de ser quien era por no vivir donde se suponía.

—El derecho de nacimiento.

Respondió encontrándose arrodillada de la misma forma que Ritter.

—Por favor tenga confianza en esta mujer que ahora se posa ante usted, quien será su escudo ante cualquier adversidad por su bien y el de la corona.

—De ninguna forma podría aceptar algo así... ni de usted ni del Capitán... Estamos muy bien como hasta ahora...

—¿Haciendo nada?...

Preguntó con seriedad el joven de cabellos negros lacios arrodillado frente al príncipe.

—¡Ritter!...

Le llamó la atención Amrita, por la forma descortés hablarle.

—Tu supervivencia no ha sido cosa de la casualidad... y ha llegado el momento de ponerse serio en lo que representas para el mundo. Puede que nosotros en verdad seamos muy poca cosa para proclamarnos tus protectores, pero...

—¡No lo dije por eso!

Cayó arrodillado ante ellos sin saber si lo había dominado la debilidad o simplemente deseaba deshacer la distancia que ahora sentía los separaba.

—¡Solo no quiero que corran peligro como Lesath! Quería poder proteger la vida que él consiguió para mí...

El agua se resumió en sus ojos al pensar que podría perderlos.

—Ali... El derecho de nacimiento viene de la mano con la responsabilidad que tienes con los demás... pero eso no significa que te veas obligado a hacerlo solo o sentir que sobre tus hombros o tras tu espalda debas llevarnos a todos los que te importamos... para eso nosotros también tenemos hombros y espalda, pero sobre todo manos.

Con la mención, extendió la palma hacia el niño que la miró dudoso, pero decidió realizar el acto al que ella le invitaba, tomarse de las manos y apretar el agarre.

—Estas manos que están para tomar las tuyas como hasta ahora...

—Entiendo... pero Amrita, en lugar de ser mi espada y escudo, quiero que me enseñen a ser mi propia espada y escudo... me encanta tenerlos, pero no quiero depender de ustedes. En este tiempo he aprendido... pero no lo suficiente, no lo que necesito en verdad para luchar por lo que quiero. Ya no soy ese niño que no puede hacer nada por sí solo...

—No tienes idea del orgullo que me da escuchar tales palabras de tu boca...

La felicitación de su figura masculina a seguir le sacó una sonrisa verídica al príncipe.

Y lo que había empezado como una confrontación a la realidad, terminó en un abrazo de tres, comprometedor al futuro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top