Capítulo 2. "El refugio de Alasdair"

Capítulo 2. "El refugio de Alasdair"

Los rayos del sol se comportaban inclementes sobre su tez clara, sintiéndola tostada y con ardor al menor tacto, pero no importaba mientras él se encontrara bien.

El príncipe que llevaba cargado a espaldas, quien cubierto por la única tela que llevaban como capa, respiraba profunda y rápidamente sobre el cuello de su hermano mayor.

Habían logrado recorrer más de la mitad del camino montados en Andrómeda, pero al finalmente aterrizar en territorio de Underland, lugar de residencia de la diosa del equilibrio, lo mejor sería pasar desapercibidos, ya que por todos era sabido que los aldeanos de Overland no eran bien recibidos en aquel lugar.

Las diferencias entre reinos eran tan notorias que tal vez la rivalidad era hasta injusta. Mientras que, para poder atravesar el reino de su padre, casi se le quema la piel en las interminables dunas; Underland parecía un paraíso de esos que se ven solo en los cuentos que alguna vez escuchó.

En medio del primer pueblo se habían encontrado con una enorme fuente de agua chisporroteante, por lo que Lesath aceleró el paso, para bajar a su hermano y recostarlo contra el muro que constituía el exterior de la fuente y tomando un poco de aquella cristalina agua entre sus manos la llevó a los labios del niño, quien casi sin fuerzas tomó la mano de su hermano entre ambas suyas y bebió de ella.

—¿Está buena? ¡Está fría! ¿Quieres más?

Todas las reacciones que tuvo en menos de un segundo delataban su necesidad de probarla por sí mismo, por lo que el niño negó con un movimiento de cabeza, liberándolo de su compromiso con él.

Al instante vio a su hermano mayor meter la cabeza completa en la fuente y sacarla cual delfín en pleno mar adentro.

—¡¿Se puede saber que está haciendo?! ¡No está permitido bañarse en las aguas de las fuentes del reino!

La voz que se escuchó los alertó a ambos, el mayor que aún con los cabellos escurriendo, tragó el agua que tenía en la boca y cubrió un poco más al pequeño por el extremo terror a que le reconocieran.

— Perdón, no era nuestra intención quebrantar ninguna de sus leyes, es solo que... venimos de un largo viaje... estamos cansados y hambrientos...

— Sí... se nota a simple vista que son forasteros... Lo mejor será que se vayan de aquí... Al príncipe no le gusta la gente extraña...

La niña de largos cabellos rubios que les había encontrado los miró de pies a cabeza, notando la deplorable vestimenta que llevaban, después de haber pasado varios días de camino, sus ropas se habían transformado en andrajos.

— Lo lamentamos, prometemos no involucrarnos con nadie... pero no vamos a irnos.

Se agachó frente a su hermano para ayudarlo a subirse nuevamente a su espalda, para una vez más continuar el camino, pero no obtuvo respuesta por parte del niño, quien no se movió, por lo que se levantó para buscar su angelical rostro bajo la capucha que la tela formaba sobre su cabeza.

— Perdóname... ya no puedo agarrarme...

— Tranquilo, yo te cargaré en brazos.

La niña que en un principio les echó del reino, se interesó al escuchar la conversación con aquel ser de voz dulce.

— ¿Lo trae para ver a la diosa?...

Lesath quien había tomado al niño en brazos, la miró con la preocupación internada en las facciones. Se notaba claramente que él tampoco estaba en las condiciones óptimas para hacerse cargo de alguien más y menos de servir de transporte, pero la forma en que aferraba al pequeño contra él la llevó a desear ayudar.

Sin embargo, para él era poco confiable el hecho que al llegar a Underland de inmediato pudiera hacerse ver por la diosa; había viajado con la firme convicción que haría lo que fuera para ser recibidos por ella.

— Yo sé dónde pueden encontrarla.

— ¿El palacio?...

La decepción de perder el atajo que pensó haber encontrado se divisó en sus ojos.

— No... Hablo sobre el "campamento de refugiados".

— ¿Campamento?...

— Hay muchos viajeros que pasan por Underland, que vienen de las tierras lejanas del este, algunos vienen heridos por la cruzada, otros solamente cansados, pero siempre se detienen en el campamento de refugiados extranjeros, donde son recibidos por la diosa. Ella instauró ese lugar hace un par de años para poder atender a la gente.

— Te lo pido... por favor llévanos, venimos desde muy lejos solo para verla...

— Estamos... bastante lejos...

— Comprendo... si tan solo...

— Vamos a tener que llevar agua para el camino.

Impidiendo que Lesath volviera a decepcionarse, le mostró la bolsa de piel que llevaba cruzada sobre su pecho y caminó hacia la fuente.

— Con esto les será más fácil beber.

Luego que ambos hermanos bebieran hasta sentirse saciados, continuaron el camino.

Las piedras bajo los pies del hermano mayor se sentían bajo las suelas gastadas de sus zapatos, pero estaba seguro de que aquel dolor era la menor de sus preocupaciones y valdría completamente la pena cuando viera a Alasdair repuesto.

Casi al anochecer, el camino les era guiado por las antorchas ubicadas en las calles.

El sudor se marcaba como brillo sobre su faz. Cuando la niña les comentó sobre el campamento, jamás pensó que literalmente se encontraría al otro lado del reino del sur, prácticamente retirado de todo lo que le pareció hermoso al entrar en él, cual los repudiados de aquel lugar de ensueño se ubicaran en aquella parte alejada como peste.

La distancia que habían recorrido era larga, pero al menos el suelo que pisó hasta ese momento era seguro. Ahora el fango se escurría entre cada paso que daba y la vista en medio de toda aquella oscuridad coloreada de dorado por el fuego de las llamas, era en verdad triste. Realmente aquel lugar no eran más que grandes mantas escurridas sobre lazos en forma de toldos de circo ambulante. Sin embargo, peor era nada...

Se dejó guiar por la pequeña hasta la entrada, de la que en más tendría que continuar solo con su hermano en brazos.

Tal parecía que cada uno se encontraba en lo suyo, lo veían pasar, pero no tomaban reacción por ayudarle o guiarlo dentro.

Caminó entre varios toldos, pero todos parecían repletos, hasta ver un pequeño espacio en el que por lo menos podría colocar al menor.

— ¿A dónde vas?

La pregunta lo sorprendió, no estaba seguro de haber actuado mal, pero nadie le había recibido, por lo que volteó despacio y angustiado, encontrando a una pequeña quizás un poco más alta que su hermano, increíblemente hermosa si la comparaba con cualquier cosa que hubiera visto antes. Largos cabellos lacios del color del atardecer y la mirada más dulce que hubo visto jamás.

— ¿Colocarías en ese lugar al objeto de tu más profundo amor?...

La presión que aquella pregunta le generó le provocó el rodar de una lágrima, era verdad que para nada le gustaría dejarlo reposar en un lugar como aquel... pero no tenía otra opción, debía actuar como lo que veía a su alrededor para poder encajar, tal vez así lograría un turno con la diosa, que era su principal objetivo. Pero dudo un momento sobre su decisión, por lo que apretó al niño contra sí.

— No había... ningún otro lugar disponible... y necesito que descanse un poco, yo estaré a su lado, cuidaré que no se meta con nadie, no estorbará...

— Efectivamente era el único lugar disponible... y elegiste que él lo ocupara en lugar de ti... a pesar de que tú también estás exhausto... Tenía un tiempo sin tener el honor de observar un amor como este. Más que una persona, pareces un refugio...

— Es... ¿Es usted la diosa?...

No había terminado de preguntar cuando con la dificultad que cargar en brazos y el cansancio le ameritaba, se puso de rodillas sin poder dejar de verla.

La niña le regaló una sonrisa dulce.

— Vamos, ambos necesitan descansar, te llevaré donde hay un poco más de espacio, si se quedan aquí, podrían incomodar a los demás refugiados de esta tienda.

Lesath en su desesperación no había logrado divisar que en realidad el campamento se extendía muchísimo más al fondo.

El paso de la diosa era invadido por la gente que salía a su encuentro, agradecida y rogando; sin embargo, no fue mucho lo que tuvo que esperar al adentrarse entre las telas de una de las campañas de más atrás. A pesar de que se sentía el vapor de la tela sofocándolos, agradecía por ese calor, en lugar de tener que pasar otra noche como las que durmieron en las dudas temblando.

Con cuidado y guiado por las atenciones de la -a sus ojos- resplandeciente niña, finalmente pudo recostar a su hermano sobre algunas mantas en el piso, siempre boca abajo cuidando el dolor de su espalda.

Sin embargo, la preocupación que había albergado en su corazón no menguó al ver como el rostro del niño yacía bañado en sangre por el emerger de sus pequeños cuernos, al quitarle la manta de encima para cobijarlo con ella.

La expresión de la diosa denotaba completa sorpresa al darse cuenta de que aquel ser no era un ser humano común y corriente, pero trató de no desviarse de su cometido.

— Llegará el momento en que la energía rompa la piel en busca de su liberación, tal como rompió en la cabeza...

Mencionó apenas habiendo colocado una mano sobre la pequeña espalda sin tocarlo, con el gesto preocupado ante su propia conclusión.

— ¿Romper... la piel?...

La miró aterrado de pensar que su pequeño hermano tendría que pasar por algo como eso. ¿De qué se trataba todo aquello? ¿Algo como los cuernos surgiría de su espalda?

— Tal vez no sea tan terrible como se escucha... porque puedo sentir una gran fuerza en él también. Su corazón es muy puro y desea poder enfrentarse a esto.

Su mirada le recorrió el rostro al pequeño, reflejando la pena que sus gestos de dolor despertaban en ella, por lo que buscó tomarlo de la mano, misma que apenas se asomaba bajo la sábana.

Al hacerlo, inmediatamente las lágrimas le saltaron y rodaron declive sobre sus mejillas, al sentir la imperiosa necesidad que él tenía por su apoyo cuando le apretó con la fuerza que tenía su mano. ¿Cómo demostrarle que no estaba solo?... ¿Tomar su mano no era suficiente?... ¿Cómo podría serlo si sólo tocándolo no iba a desaparecer su sufrir?...

La llevó a cuestionarse demasiado sobre si su actuar era realmente el correcto.

— Todo estará bien, va a estar bien...

Pronunció en un deseo genuino de devolverle su bienestar, a sabiendas que no existían palabras mágicas en aquel mundo que pudieran restaurar la salud de nadie.

Cerró los ojos e impuso su mano sobre la espalda del menor, quien se removió inquieto por tal acto y exclamó un suave gemido doloroso.

La energía de la diosa lo envolvió creando ante ella el efecto que la propia energía proveniente de Alasdair brindaba, la presencia etérea de dos enormes alas bajo las sábanas, sorprendiéndola.

Misma reacción que Lesath obtuvo ante lo que presenció. Sin duda alguna era algo completamente inesperado, pero tal vez... ahora podía comprender un poco más todo lo que se encontraba detrás de lo que llamaban "La maldición de Overland" y las visiones que lo acompañaron desde el primer día que puso un pie en el castillo, pero estaba demasiado cansado para pensar al respecto.

— Lo mejor será dejarlo descansar por ahora. He compartido un poco de mi energía con él, es probable que eso ayude a menguar la energía interna que estaba brotando.

Con cuidado deshizo el agarre entre sus manos, pero no había alcanzado a soltarlo cuando los dedos del niño hicieron lo posible por sostenerla un poco más, cual subconscientemente fuera sabedor que la persona que le toma de la mano hace lo posible por aliviarlo.

Ante su gesto la diosa volvió a afianzar su agarre y buscó el rostro de la víctima, quien parecía por lo menos un poco más relajado y trataba de abrir los ojos para verla, apenas divisando una silueta borrosa ante él.

— No te esfuerces. Debes descansar para reponerte... y la única forma de hacerlo es que duermas un poco...

Habló suave, cual canción que lo acunó le llevó a cerrar los ojos nuevamente, con lo que la diosa acarició por unos instantes los cabellos oscuros del príncipe, la sangre aún estaba fresca en sus mechones manchándole la mano.

— Todo estará bien... —repitió con suavidad, pero con compromiso.

Lesath salió de la tienda de campaña, sintiendo que el alma que hasta hace poco se estaba desprendiendo de su cuerpo, volvía a su sitio natural.

La diosa... era en verdad una diosa a pesar de que en un inicio se sorprendió porque fuera una niña solo un poco mayor que su hermano.

Al cabo de un par de minutos la deidad salió de la tienda de campaña y le sonrió para simplemente avanzar cual no le debiera o más bien no tuviera ninguna explicación para darle, después de todo no se trataba de un médico de la corte que exponía sus amplios análisis.

— Deberías hacer caso a las palabras de la diosa. El niño estará bien, siempre se ponen bien luego que ella los atiende. Mejor en lugar de estar ahí parado ve al comedor, los donantes trajeron leche y pan.

— ¡¿Leche y pan?!

Se llevó ambas manos a la boca en un manotazo al darse cuenta de su sobrerreacción.

— Perdón, debo decirle a mi hermano, no hemos comido nada como eso en días.

Se disculpó con la figura opaca entre las sombras de los alrededores del campamento. El joven de cabellos oscuros se asomó un poco más a la luz dejando ver su chaqueta militar gastada y se encaminó al lugar que él misma había ofrecido visitar.

Mientras, dentro de las telas el hermano mayor se acurrucó al lado del niño para mirarlo por algunos minutos. Al presenciarlo finalmente tranquilo apenas y caía en cuenta en todo lo que se había movido con él a cuestas, miró sus manos sucias y carrasposas cual finalmente tuviera tiempo para sí mismo y sentir el ardor de sus heridas.

Estaba exhausto, sin pensarlo demasiado se recostó junto al pequeño y cerró los ojos mientras le abrazaba, sin siquiera pensar en la merienda de la que le hablaron.

Fue como un soplido de viento el tiempo que tardó en despertar. La sensación de apenas haber dormitado lo recorría, pero trató de ubicarse rápido, recordando que se había quedado dormido junto al príncipe, quien ya no estaba.

Como si el niño hubiera sido tomado del lado de Lesath para ser llevado a los pensamientos de la diosa, los ojos de color avellana intenso y puro, no se despegaban del gran libro que había colocado sobre la mesa, mientras leía y buscaba de manera intensa.

Aquella condición era poco frecuente, en realidad era la primera vez que veía algo así. La energía maligna consumiendo el pequeño cuerpo que terminó por transformarse para adaptarse. Una condición de nacimiento que no dependía de los padres y que tras intentar ser acallada terminó por desbordarse.

— ¿Qué haces?... —La voz de su hermano la alertó mas no levantó el rostro ante su llamado, su misión era mucho más importante y no deseaba distracciones.

— Investigo...

— No puedo decir que es infrecuente verte en este lugar o de ese modo tan entregado a la lectura, pero si noto cierta ansiedad en la búsqueda.

— Sí... es un caso nuevo de los refugiados.

— Tú y tus harapientos... ¿Qué es esta vez, otro caso de esas fiebres que les descomponen el estómago?

Ante el comentario los ojos de la diosa se despegaron de la lectura.

— Es difícil para mí creer que un soberano hable de esa forma de su gente. Pero no, podría decirse que es una bendición que este mal no aqueje por masas.

— Para mí es difícil creer que tanta palabrería provenga de esa cabeza tan pequeña.

Se acercó para despejar la frente de su hermana y posar un beso sobre esta.

Aquellas demostraciones de afecto se habían normalizado entre los dioses que regían Underland. Cual el joven sintiera una necesidad profusa de demostrarle a su hermana cuánto le apreciaba.

— Las... páginas están en blanco.

Después de observar por un momento el escritorio depositó su atención en el rostro de la diosa.

— ¿No puedes ver las escrituras?

— ¿A qué te refieres? ¿Es que acaso en verdad hay algo plasmado en esas páginas?

La diosa no respondió. Las letras eran claras para ella, con aquella tinta indeleble y hasta rústica utilizada para la escritura delicada de puño que poseía el libro.

Sin embargo, si las palabras no eran visibles para todos los dioses, significaba que tal vez su búsqueda se había extendido de más, por lo que cerró el manuscrito. Lo que buscaba, era aquella magia que provenía de ese mundo y que había volcado en la vida de aquellos hermanos, la cual debía ser algo apreciable para el mundo, a menos que quien llevara a cabo tal conjuro fuera un prácticamente de gran rango de la magia.

Debía abarcar todas las variables, porque se lo había prometido... Iba a estar bien...

Fue imposible para ella no pensar en la mano del niño apretándola con fuerza y ver su rostro en su búsqueda con la necesidad imperiosa de permanecer junto a ella, su sanadora.

— ¿diosa?

El príncipe de cabellos dorados no despegó su mirada de ella al verla sumergida en sus pensamientos al respecto.

— ¿De qué se trata ese caso que intentas resolver?... ¿Quién es?

— Es solo otro caso más... ya te lo dije, de los refugiados.

Lo miró inexplicada por su actitud y se levantó.

— Ahora si me permites debo seguir buscando.

Tomó el par de libros que yacían sobre la mesa y los abrazó contra su pecho.

— ¿Acaso esa persona está muriendo?...

— No creí que los casos de los refugiados pudieran llegar a interesarte. Gracias por preguntar, pero no, no está muriendo al menos por el momento y no lo hará si yo puedo ayudarlo.

— ¿Ayudarlo?... ¡¿Se trata entonces de un hombre?!

— ¿Un hombre?... Es apenas un niño pequeño.

Pasó a su lado, ya no comprendía el interés repentino en sus cosas, caminó fuera de la biblioteca y tras despedirse con el gesto de respeto por su jerarquía se alejó.

Esa noche estaba decidida a encontrar el motivo de aquella transformación, así tuviera que buscar en todos los libros a su disposición.

Nuevamente miró su mano, cual en ella perdurara el calor de aquella pequeña mano aferrándose a la vida. La sensación de la sangre que le manchó la mano al acariciarle el cabello también volvió. Su corazón dolía al pensar en ese sufrimiento injusto.

Aceleró el paso y llegó a sus aposentos, donde soltó los libros sobre la mesa y se arrodilló sobre la alfombra mientras rogaba con las manos juntas y los ojos cerrados, porque su energía realmente hubiera servido para recuperarlo por lo menos un poco.

Al mismo tiempo que el príncipe Alasdair se había parado fuera de la tienda de campaña y aún con los pies descalzos sobre aquel pastal sumergido en barro miraba la luna, cual la frescura de la noche lo invadiera, los cuernos habían cedido y el dolor en su espalda había mermado.

Momento en que su hermano lo encontró y abrazó por la espalda agradecido con la vida por verlo mejor.

— Hermano, necesito ver a la diosa...

— Ella vendrá, seguramente pronto y cuando lo haga, le brindaremos nuestro eterno agradecimiento y devoción.

Sin embargo, pasaban los días y aquel agradecimiento inmenso no podía ser expresado ya que apenas y se le veía por el campamento o cuando el príncipe intentaba abordarla, se disculpaba y proseguía con su cometido.

Al punto de llegar a sentirse un tanto incómodo en el lugar, cual fuera una carga para la persona a la que tanto le debía.

Alasdair se encontraba descansando sobre la banca de madera, con aquella frazada, que, aunque algo vieja, se sentía suave y cálida sobre sus piernas, brindándole la relajación que desde hace varios días no tenía que no notó el momento en que cerró los ojos.

Estaba empezando a agachar su cabeza, pero la integridad de su conciencia continuaba casi intacta, así que levantó el rostro, tratando de permanecer despierto.

Fue entonces cuando la vio, observándolo a la distancia, traía una taza de té entre las manos, la diosa que le había curado de aquel dolor incapacitante en la espalda, quien al verse descubierta desvió la mirada y continuó en un rumbo diferente.

Nuevamente se le escapaba la gratitud que tanto deseaba expresarle, quedándose con el aire retenido en los pulmones y exhalado con resignación al ya no divisarla a la distancia.

Sin embargo, aquella expresión de desánimo cambió al verla volver sobre sus pasos, dirigiéndose justamente hacia él.

La espero, tratando de no ser el causante de un nuevo malentendido, no iba a hablar o a encontrarla si ella no lo deseaba, pero la diosa no avanzó los últimos 10 pasos que le separaban de él. Se quedó mirándolo con el rostro lleno de angustia.

Ante su acto, decidió recortar la distancia entre los dos y llegó hasta ella.

— ¿Deseaba algo de mí?

La pregunta le pareció hasta tonta, pero era demasiado tarde para borrarla, la había pronunciado fuerte y claro, pero no obtuvo respuesta, más que un movimiento de labios compungidos.

— ¿Le desagrado, diosa?

— No es eso...

— Tranquila, es algo normal... tiendo a no agradarle a la gente, ¿Sabe? Pero de igual forma quería agradecerle que...

— ¡No es eso!

El pequeño grito con que lo interrumpió, lo dejó mudo de la impresión y aguardó mientras parecía que ella buscaba las palabras para expresarse.

— Tu mano... —habló apenas, pero lo suficiente para ser escuchada, a lo que el príncipe elevó la mencionaba y observó su propia palma en la búsqueda de lo que pudiera estar mal con ella.

— ¿Mi... mano? —Preguntó al no poder encontrar el motivo de su molestia, en verdad deseaba poder entender.

— La tomé cuando te encontrabas inconsciente por la fiebre...

Cual reviviera la acción, buscó tomar la mano que él tenía alzada entre ambas suyas, situación que lo sorprendió. No estaba acostumbrado a ese tipo de acercamientos y menos con las niñas.

Seguía sin poder expresar palabra.

— Tu mano se aferró a la mía con mucha fuerza, como si sintieras una enorme necesidad de sentir que no te soltaría y en ese momento pensé que no podría dejarte jamás... y es la primera vez que sentí algo así... y el sentimiento extraño que eso me da no me deja tranquila, porque se supone que como diosa debería ser algo normal para mí.

— ¿Por eso no se acercaba?...

— Pensé que sería una completa molestia... porque ya no habíamos hablado, aunque yo quisiera hacerlo, no estaba segura si tú estarías de acuerdo.

Terminó su explicación con el cerrar de sus ojos y cabizbaja, como si aquellas palabras auguraran el peor de los desenlaces, al saber por las escrituras que los humanos no siempre buscaban el favor de los dioses y menos si aún no había encontrado la respuesta que tanto buscaba en sus libros.

— Gracias.

— ¿Eh?

Abrió los ojos para él.

— Mi mano está aquí para que la tome si es lo que desea... aunque el agradecido soy yo. La verdad es que apenas recuerdo el momento del que habla, pero lo que sí estoy seguro de que sentí, fue un apoyo cálido, justo como ahora.

La responsabilidad de aquellas palabras mencionadas lo llevó a depositar la rodilla contra el piso frente a ella, quien no lo soltó.

— Soy tan afortunado que la propia diosa se haya preocupado por mí.

Ella que temía por su rechazo, terminó en aquella ofrenda de reconocimiento tan conmovida que no dudó en agacharse junto a él.

— ¡Pero, diosa!

— Por favor no te sorprendas de esa manera. Si esta será la primera vez que este sentimiento aparece en mí, quiero que sea completo, que la unión que pueda tener con la persona que despierta esto sea mayor que lo demás.

Las manos que rodeaban las del niño de forma dulce se apretaron aún más contra ellas, demostrándole que sus palabras eran ciertas.

El príncipe no tenía idea de cómo demostrarle que él también se sentía de la misma forma, y pensando por unos segundos la manera en que su madre le demuestra que puede contar con ella, hizo el mismo gesto, al juntar su frente despacio con la de la pequeña diosa, quien sonrió ante el gesto, permaneciendo así por unos momentos.

— Vamos... se hace tarde...

Interrumpió el silencio, pasados unos segundos en aquella posición, indicándole que no era conveniente que permaneciera más tiempo fuera de su hogar, a pesar de que le encantaría poder continuar hablando con ella, pero seguramente tendrían muchas más oportunidades.

—...Sí

Dudó por un momento, pero terminó por asentir.

Y la vio marcharse. La diosa era muy benevolente y siempre buscaba pasar su tiempo con los más necesitados. Si las personas de aquella región sonreían, era seguramente porque la presencia de aquella niña de largos cabellos color de atardecer era regocijante para todos.

Su sola existencia había sido una bendición para el mundo.

La ironía de aquel pensamiento con respecto a su propia situación llevó al príncipe a suspirar con aire de resignación, pero no era tiempo de sentirse así, se dio dos palmadas en ambas mejillas y sonrió. Lo que la diosa le había dicho era muy especial, de ninguna manera iba a echar a perder el momento.

Como le gustaría recordar con claridad el instante del que ella hablaba, para poder ser capaz de comprender a la perfección lo que significó, ya que el mismo al tener la más mínima experiencia fuera del castillo, jamás había tomado la mano de nadie que no fuera de su familia y menos con tanta desesperación.

Lesath que los había visto desde un tanto más atrás, se acercó rápido al ver que la pequeña diosa se había retirado.

— ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? ¿Pudiste agradecerle?

— ¡Sí!

Respondió verdaderamente feliz, contagiándole el ánimo a su hermano.

—Me dijo... que el calor de mi mano había sido especial para ella... porque sintió mi necesidad y como diosa eso es muy importante.

— Quién diría que los dioses podían llegar a expresarse de esa manera...

— Me gustaría mucho poder hablar más con ella... que fuera nuestra amiga.

— Pues... respecto a eso...

Se agachó frente a él para quedar a su altura. Y lo tomó de ambos hombros para que comprendiera la seriedad de lo que estaba por decirle.

— Si llegamos a este lugar... fue porque no teníamos otra opción para buscar por tu salud... pero nosotros no podemos quedarnos por más tiempo en Underland, hasta el momento hemos tenido suerte que solo hemos visto a uno de los dioses, precisamente la diosa del equilibrio.

— ¿Entonces... eso significa que tenemos que irnos?

— Estoy seguro de que a estas alturas el palacio de Overland es un caos... buscándote. No creo que se les ocurra venir a buscar por acá, pero, así como no estamos seguros aquí, tampoco lo estaremos si regresamos a casa...

— ¿Qué haremos?...

— De momento...

Suspiró, pensando que si lo que estaba por proponer realmente iba a dar resultado o era una completa tontería, parecía indeciso y nervioso.

— Vamos a tener que hacer unos pequeños cambios.

La sonrisa nerviosa apareció también en el rostro del pequeño.

Y un día después, la manta de encaje que esa noche le mostró su hermano daba sentido al cambio del que hablaba, lo sacaría de Underland bajo aquella manta de colores llamativos disfrazando su verdadero ser.

Y con el rostro cubierto esa noche se escabulleron hasta la salida del campamento, en el cual no habían tenido la oportunidad de ver a la pequeña diosa en el día completo.

— Por favor, no puedo irme sin despedirme de ella...

— Pero, fuiste testigo de cómo la esperamos... pero ella no sabía que nosotros nos íbamos hoy... puede que no tuviera pensado venir al campamento en estos días, ya ves que ella es muy demandada por el pueblo...

El pequeño lo comprendía... pero no podía ocultar su preocupación de nunca más poder verla, cuando él mismo le había dicho que su mano estaría ahí para ella. Miró hacia atrás y observó el silencio de las campañas.

No transcurrió mucho cuando se vio a si mismo caminando a paso rápido tras su hermano que le llevaba de la mano mientras bajaban por las calles empedradas de la entrada de la ciudad.

— Dudo mucho que logremos cruzar todo el pueblo esta noche... pero debemos encontrar un lugar donde pasar desapercibidos...

Mencionó el mayor de los niños mientras se aseguraba que las llamas que iluminaban el camino no les alumbraran ni un poco. Pero a pesar de que le pesaban sus propios párpados, decidió continuar, ya descansarían cuando al día siguiente pudieran abandonar aquel reino.

Quizás el mismo temor a ser descubiertos, hacían parecer ante él como las sombras se movían al compás de sus movimientos, cual les observaran. Ya antes había escuchado hablar al respecto de la densa magia que envolvía el reino del sur, pero jamás imaginó que pudiera llegar a sentirse como yacer en medio de miles de miradas. ¿O era que en verdad había alguien observándolos?...

Continuará...

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