"Las Cartas De Nadie Y Saber Confiar"
La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida. Lo peor de todo es que no podía ver a Alioth, si tal vez hubiera podido al menos hablar con sobre lo que paso en el zoológico antes hubiera sido más fácil estar encerrado. Pero no se sentía tan solo, puesto que algunas veces logro escuchar a través de la puerta la voz de Alioth discutiendo con su tía, la ultima vez que lo escucho fue un día antes de que el castigo terminara.
El timbre sonó por décima vez esa mañana en la casa de los Dursley cuando Petunia por fin fue a abrir la puerta con expresión irritada, frente a ella se encontraba un niño pelinegro de grandes ojos grises que la miraban con frialdad.
-Otra vez tu.-Gruño Petunia con enfado mientras que Alioth le sonrió.- ¿Que quieres?
-Nada especial, solo ver como esta Harry.
-El esta bien.
Alioth se carcajeó con ironía.
-Seguro que esta bien, o lo bien que se puede estar cuando se te encierra en una alacena ¿A que sí? -Alioth pudo ver como el rostro de Petunia perdía color.
-Como...¿como sabes eso?
-Soy más que el niño 10 años que ve... Éstas semanas le he preguntando donde esta Harry, el por que no a salido y si está bien. Se a negado a darme respuestas y cuando alguien no da esa respuesta de forma amable... Busco mis propios métodos.
Alioth paso de ser solo un niño molesto y preguntón para Petunia a ser alguien intimidante. La manera en que la miraba y la forma en que hablo la hicieron dar un paso atrás.
Esta vez Alioth hablo en un tono mas bajo, y Harry que estaba con la oreja pegada a la puerta de su alacena no pudo comprender nada de lo que dijo.
-Solo lo diré un vez, sí Harry para mañana no es liberado de su castigo yo mismo me encargare de que descubra todo acerca de sus padres, de el "accidente" y de lo que puede hacer con la magia que tiene en su interior. Usted decide.-Alioth cruzo sus brazos y siguió mirando a Petunia directamente a los ojos.
La señora Dursley desvío la mirada incomoda y luego de unos segundo respondió molesta con una mueca en los labios.
-Mañana le quitare el castigo, pero no quiero que te atrevas a decirle nada sobre eso.
-Me parece bien, pero no olvide algo. Usted y yo sabemos que ocurre cuando un mago cumple 11 años.-Petunia no dijo nada solo le dio a Alioth una mirada dura que este ignoro con una sonrisa.- el tiempo corre y más pronto de lo que cree Harry sabrá la verdad, así que no finja demencia señora Dursley.
Petunia lo miro con sorpresa y con algo de temor cerro la puerta.
Dando media vuelta Alioth se fue de Prive Drive, sabiendo que cada vez faltaba menos para que Harry supiera lo que debería saber. Y cada vez debía de hacer las cosas mejor en sus entrenamientos, Alastor Moody era un buen profesor y por ello sus entrenamientos eran duros. Suspirando se apareció en su casa en Grimmauld Place, donde su madre lo esperaba lista para visitar a los McColl.
Al día siguiente cuando le dieron permiso para salir a Harry de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.
Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día y es que seguía sin saber de Alioth, mas que las veces que lo escucho a través de la puerta hablando con su tía Petunia. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry, donde aprovechaban la ausencia de Alioth.
Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones, y en como estaría su amigo ojigris, curiosamente unos días después volvió a ver a Alioth.
Harry estaba sentado en unos de los columpios de un pequeño y poco cuidado parque que había cerca de Prive Drive, aburrido miraba sus pies mientras las cadenas del columpio chirriaban y el aire caliente del verano rozaba sus mejillas, cuando la figura de una persona bajita se detiene frente a él. Alzando la mirada se encontró con Alioth quien lo miraba con una sonrisa sin separar los labios.
-Hola Harry.-Saludo con su típico tono alegré.
Su amigo estaba igual que siempre, vestido con unos jeans, usando unos tenis y una camisa con cuello en V haciendo juego con una chaqueta sport abierta y con las mangas hasta los codos, todo en color negro. Harry pensó que Alioth lucia como un pequeño rebelde sobre todo por que tenia las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta, justo a su personalidad. Su cabello ahora estaba mas corto pero seguía rozando su frente y sus ojos adquirieron un brillo juguetón, aunque también se notaba cansado.
-Hola Alioth.
-¿Como haz estado Harry?
-Bien, eso creó. ¿Que tal tu? -Preguntó Harry, no sabia como decirle lo del zoológico.
-Lo bien que puedo estar, ¿algo nuevo que contar?-Quiso saber sentándose en el columpio de a lado.
Harry ya no se sorprendió de que Alioth pudiera notar cuando quería decirle algo y cuando no. Ya tenían casi 4 años de conocerse.
-En el cumpleaños de Dudley.-Asi Harry le contó lo que había sucedido omitiendo el detalle donde lo habia "visto".
Alioth una vez mas confirmó sus " visiones", no fue nada grave lo que paso a excepción de la pequeña cuestión de que su amigo azabache hablo Parsel, el idioma de las serpientes, un idioma que el entendía pero que prefería fingir e ignorar saberlo, era mejor que nadie lo supiera ya tenia bastantes problemas con el Ministerio De Magia para agregarle mas, necesitaba estar bajo perfil, que no hubiera sospechas, el único que lo sabia era Dumbledore y parecía entender las preocupación de Alioth por que nadie supiera que entendía aquél idioma.
-¿Crees que estoy loco? -Preguntó Harry al terminar de contarle, temía que así fuera.
Alioth negó con la cabeza mirando a la nada por un segundo para luego clavar sus ojos grises en los de Harry.
-No Harry, supongo que existen cosas extraordinarias que solo a ciertas personas se les permite ver. Tu y yo somos unas de esas personas.
Harry fruncio el entrecejo al escuchar aquello, ¿a que se refería Alioth?
Alioth río divertido al ver la expresión confusa de Harry.
-Ya lo sabrás después Harry, por ahora que tal si me acompañas a hacerle una pequeña broma a Duddy.
Harry dejo pesar por esta vez las incógnitas que Alioth le dejo y pensó en la broma. No era mucho de hacer bromas, era mas de observar a Alioth llevarlas a cabo -cuando este se lo permitía- pero tal vez no fuera tan malo hacer una.
Acepto ayudar a Alioth lo que ocasionó que se dibujara una gran sonrisa en el rostro de su amigo ojigris. Después de que hicieron la broma donde ambos se divirtieron, Alioth se encargo de abvetirle a Dudley de que no se le ocurriera decirle a sus padres que Harry participo, o la broma siguiente seria peor. Este y sus amigos estaban asustados y solo asintieron, después de ello Harry al menos tuvo un día libre de Dudley y sus horribles tíos por que paso toda la tarde con Alioth. Al regresar a casa ninguno de los Dursley le menciono nada.
Harry pensó que después de todo si podría existir un pequeño rayo de esperanza -aparte de la que tenia con ayuda de Alioth-: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Harry en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.
-Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día -dijo a Harry-. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
-No, gracias -respondió Harry-. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. -Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.
Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años. Hubo un momento extraño cuando la puerta sonó con un toque suave.
-Harry podrías abrir por favor.-Pidió la señora Figg.
Harry se levanto del mullido sillón y se encamino a la entrada de la vivienda después de limpiarse los restos del pastel de chocolate con una servilleta, al abrir la puerta se encontró con un Alioth bastante sonriente, y como no; vestido de colores negros y grises con su ya tan suyo estilo rebelde.
-Harry ¡que alegría verte!
Alioth entró a la casa donde cerro la puerta y abrazo a Harry quien se sonrojo apenado y correspondió con timidez el abrazo.
-Alioth ¿que haces aquí? -Pregunto una vez estuvieron separaron.
Antes de que su amigo respondiera la voz de la dueña de la casa se escucho desde el salón de estar.
-Harry ¿quien a llegado?
Alioth le sonrió a Harry y pasando a su lado fue al salón siendo seguido por su amigo, sentada en un sillón tejiendo con una bolsa de estambre a un lado estaba la señora Figg, la mujer no levantó la mirada hasta que Alioth hablo.
-Hola Señora Figg -La señora Figg se levanto de su asiento dejando aun lado su tejido y abrazo a Alioth, quien correspondió.
Harry estaba mas que confundido. Alioth parecería conocer a todo el mundo.
La señora Figg invito a Alioth a quedarse un buen rato haciéndole compañía a ella y a un Harry que no entendía nada.
-En mi segunda visita a Privet Drive conocí a la señora Figg, algunas veces al mes vengo a visitarla y me quedo con ella todo el día hasta que cae la noche. -Explico Alioth cuando Harry quiso eliminar una de sus dudas y preguntó como es que la conocía.
-Alioth muchacho ¿como esta tu madre?.-Alioth dirigió su mirada a la mujer y sonrió con agradecimiento.
-Muy bien, pero esta molesta con todo lo del Ministerio, ya sabe las cosas con Millicent Bagnold no eran fáciles, y dado que hace un año se retiró pues...
Alioth hizo un gesto con la mano que demostró la indiferente que era a ello, o fingía serlo.
La señora Figg apretó los labios en una mueca de entendimiento mientras Harry solo escuchaba en silenció, prefería no preguntar, Alioth siempre le decía que todo se sabría a su tiempo. Tal vez deberia estar molesto por que Alioth parecia que le ocultaba algo, pero no podia enojarse con su amigo, era algo casi imposible.
-Ya me imagino, veo que la situación no a mejorado mucho con la llegada de Cornelius Fudge.
Alioth silbo con sarcasmo.
-Para nada, el sujeto es un cobarde. Si me paro delante de él en las juntas informativas el hombre parece estar a punto de salir corriendo.
La señora Figg dejo salir una risita. Era bien sabido por la comunidad mágica el gran miedo que se le tenia a los Black, después de lo que "hizo" el padre de Alioth, no era para menos, todos creían que su hijo era igual o peor. Por lo que el Ministro Fudge se la pasaba llamando al chico y a su madre una vez al mes como mínimo, antes eran dos pero Dumbledore tuvo una charla a solas con el ministro y accedió a una vez al mes.
Alioth se quedo hasta que la tía de Harry llego. Aquello estuvo bien, vieron la televisión, comieron el resto del pastel de chocolate o al menos solo Harry, por que a Alioth no le gustaba el pastel de ningún tipo, pero la señora Figg lo compenso dandole una barra de chocolate que Alioth comió más que feliz. El ojigris contó chistes y anécdotas divertidas, le dijo a Harry que algún día lo llevaría a su casa, así conocería a su madre, Sohail Black. Harry había escuchado maravillas de ella, podía ver como los ojos de su amigo brillaban con amor cada vez que hablaba de su madre, Harry pensaba en que si así brillarían los suyos si su madre y su padre estuviera con él, seguramente si. Le gustaba escuchar a su amigo tan feliz, por lo que le sonrió y le prometió que apenas tuviera oportunidad le gustaría conocer a la señora Black.
Unas pocas horas después Petunia Dursley toco la puerta de la señora Figg.
-Vámonos.-Ordeno a penas vio a Harry abrir la puerta.
Harry suspiro, Alioth fruncio el ceño, estaba detrás de Harry por lo que la tía Petunia no podía verlo, dio un paso a la derecha y hablo con burla ante la mirada de sorpresa y desagrado que la mujer le dio.
-¿Que tal señora Dursley? ¿Como se encuentra usted y su...-Alioth hizo una pausa mirando a Duddy que comía con ganas un gran helado, tenia su rostro untado de chocolate y mantequilla de maní igual que los dedos. "Que asco" pensó- lo que sea que tiene por hijo?
Alioth sonrió con inocencia mientras la señora Dursley le daba una mirada llena de enfado y Dudley dejaba caer su helado estupefacto al ver al ojigris. Harry tuvo que morderse el labio para no reír, no quería un castigo. Dudley se escondió detrás de su madre sin disimular para nada el pavor que le tenia al ojigris.
-Niño insolente.-Murmuro Petunia dando un paso hacia Alioth.
A Harry se le fueron las ganas de reír, ¿su tía no estaba pensando en levantarle la mano a Alioth o si? Pero su amigo ni se inmutó, todo lo contrarió, su sonrisa de ensancho y se inclino hacia adelante como si de un actor agradeciera a su publico.
-Gracias, es un placer ser un insolente.
La cara de la señora Dursley adquirió un tono rojo de ira, dio media vuelta tomando a Dudley del brazo después de darle una mirada a Harry que decía claramente <<muevete>>.
-Que mujer mas irrespetuosa. -Dijo Alioth, para luego acunar su manos frente a su boca como si fuera un megáfono y gritar.- ¡no le agradeció a la señora Figg!
Petunia no volteo pero encogió lo hombros en muestra de irritación. Si, Alioth podía ser la persona mas irritante si se lo proponía, pero también podía ser directo por muy dura que fuera la verdad, aunque en ese momento no podía ser tan sincero con Harry.
Realmente no podía ser sincero con nadie, ni si quiera con su madre o Dumbledore. Se recordó a si mismo.
El pelinegro suspiro y miro a Harry que tenia una expresión contrariada.
-¿Estas bien?
-Si, pero estoy confundido.
-Por lo que hable con la señora Figg.- No fue una pregunta pero Harry asintió de todos modos.- Harry, eres mi mejor amigo incluso más que eso. Asi que te diré esto sin revelar demasiado, ¿confías en mi?
Harry se sintió extrañamente conmovido por lo que dijo Alioth y sin dudar ni un segundo respondió.
-Si, confió en ti.
Alioth sonrió sin separar los labios.
-Bien, puedo decir que dentro de poco podre responde a tus preguntas cuantas veces quieras, pero tendrás que esperar un poco.
Alioth se despidió con un abrazo de Harry, quien fue corriendo a casa de los Dursley esperando que no ser castigado, y no lo fue. Alioth por otro lado regreso a casa con su madre luego de desearle buena tarde a la señora Figg y de agradecerle por el chocolate nuevamente.
Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura. Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse. A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
-¿Qué es eso? -preguntó a tía Petunia. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo.
-Tu nuevo uniforme del colegio -dijo. Harry volvió a mirar en el recipiente.
-Oh -comentó-. No sabía que tenía que estar mojado.
-No seas estúpido -dijo con ira tía Petunia-. Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los demás.
Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir. Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de la escuela secundaria Stonewall.
Seguramente parecería que llevaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.
Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes. Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
-Trae la correspondencia, Dudley -dijo tío Vernon, detrás de su periódico.
-Que vaya Harry.-El modo en que lo dijo y la mirada que le dio, parecería decirle a Harry que era su manera de devolverle lo que le hizo con la broma de Alioth.
-Trae las cartas, Harry.
-Que lo haga Dudley.
-Pégale con tu bastón, Dudley.
Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura,
y una carta para Harry.
Harry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. ¿Quién podía ser? No tenía amigos más que Alioth y este lo visitaba en lugar de enviarle cartas, ni otros parientes. Ni siquiera era socio de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello. Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una
serpiente, que rodeaban una gran letra H.
-¡Date prisa, chico! -exclamó tío Vernon desde la cocina-. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? -Se rió de su propio chiste.
Seguro Alioth hubiera hecho un gesto de asco ante el chiste tan poco gracioso. Penso Harry y volvió a la cocina, todavía contemplando su carta.
Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo.
Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
-Marge está enferma -informó a tía Petunia-. Al parecer comió algo en mal estado.
-¡Papá! -dijo de pronto Dudley-. ¡Papá, Harry ha recibido algo!
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.
-¡Es mía! -dijo Harry; tratando de recuperarla.
-¿Quién te va a escribir a ti? -dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena
cocida reseca.
-¡Pe... Pe... Petunia! -bufó.
Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Petunia la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido. El chico ojigris tenia razón.
-¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!
Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley todavía estaban allí. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smelting.
-Quiero leer esa carta -dijo a gritos.
-Yo soy quien quiere leerla -dijo Harry con rabia-. Es mía.
-Fuera de aquí, los dos -graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre.
Harry no se movió.
-¡QUIERO MI CARTA! -gritó.
-¡Déjame verla! -exigió Dudley
-¡FUERA! -gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina.
Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura. Ganó Dudley, así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
-Vernon -decía tía Petunia, con voz temblorosa-, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
-Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos -murmuró tío Vernon, agitado.
-Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
-No -dijo finalmente-. No, no les haremos caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
-Pero...
-¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Harry en su alacena.
-¿Dónde está mi carta? -dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta-. ¿Quién me escribió?
-Nadie. Estaba dirigida a ti por error -dijo tío Vernon con tono cortante-. La quemé.
-No era un error -dijo Harry enfadado-. Estaba mi alacena en el sobre.
-¡SILENCIO! -gritó el tío Vernon, y unas arañas cayeron del techo.
Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
-Ah, sí, Harry, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya eres muy mayor para esto... Pensamos que estaría bien que te mudes al segundo dormitorio de Dudley
-¿Por qué? -dijo Harry
-¡No hagas preguntas! -exclamó-. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél. En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una patada cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire comprimido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado encima. El resto de las estantería estaban llenas de libros. Era lo único que parecía que nunca había sido tocado.
Harry penso que Alioth se enfadaría al ver algo así, si a su amigo le gustaba algo casi tanto como las bromas eran los libros, amaba leer y disfrutaba pasar tiempo en la biblioteca, lo sabia perfectamente por que en varias ocasiones, el mismo Harry lo habia acompañado a su maraton de lectura que hacía cada viernes por la tarde. Si, era extraño sabiendo lo rebelde que podía ser el ojigris. Harry sonrió inconscientemente al pensar en su amigo, de alguna manera sabia que Alioth no tardaría en aparecer.
Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.
-No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.
Ese mismo día, pero, mas tarde Alioth salio de su casa después de avisarle a su madre a donde iría. Miro a todos lados, observo con sumó cuidado su alrededor, ya estaba anocheciendo, eran aproximadamente las 5 de la tarde pero parecía como si fueran las 7. Sus ojos grises vagaron por sobre las sombras que dibujaba la escasa luz anaranjada del sol, miro con el rostro serio las ventanas de las casas cercanas, no había ningún muggle cerca ni tampoco "espiando". Cerro sus ojos y se concentró en el numero 4 de Privet Drive, sintio la tan peculiar sensación de ser comprimido y succionado asia un hueco pequeño que ocasionaba la aparición, ya la había perfeccionado desde hace un mes y la estaba utilizando con regularidad para tratar de acostumbrarse; pero vamos, es un niño de 10 años, no deberia saber aparecerse por lo tanto no se acostumbraria a la sensación hasta dentro mucho tiempo.
Dando un suspiro se subio a la acera y teniendo cuidado de que los Dursley no lo vieran se acerco a la ventana de la sala, en ella estaban los tios de Harry, Alioth supuso que el engendro de esos dos estaba en su habitación y Harry en su alacena, pero quiso escuchar de que hablaban, asi que se pego lo suficiente a la ventana para poder escuchar. Le habian ahorrado el trabajo al tener la ventana abierta.
-¿Que haremos Vernon? ¿crees que seguiran insistiendo?.-Dijo Petunia a su esposo en tono preocupado.
-Sera mejor que no lo hagan, por que no le daremos nada al chico. -Respondio tio Vernon de forma desidida. El no tendria un anormal en su casa.
Alioth supo que se refería a la carta de Harry, la suya aun no llegaba, su madre le habia dicho que Dumbledore los visitaría, así que lo mas seguro es que él la llevara. Suspiró negando, era obvio que seguirían insistiendo, al menos hasta que la carta fuera leida por el propio Harry, por lo mientras, no importaría cuantas veces los Dursley tiraran, quemaran o hicieran lo que fuera con esas cartas, llegarian mas y mas hasta que el niño aceptado en Hogwarts la leyera.
-Entonces tendra que quedarse en la antigua habitación de Duddy hasta que esto pase.
Tio Vernon asintió, Petunia fruncio el ceño y miro a la ventana, pero Alioth se habia encondido justo a tiempo.
Alioth ya habia escuchado lo suficiente, enfadado se encondio en el lateral de la casa al oír que por la acera se acercaba un grupo de niños mas pequeños que él, espero a que pasaran y se asomo con cuidado asía arriba donde sospechaba que estaba la antigua habitación de Dudley; era el segundo piso, la unica manera de llegar ahí -al modo muggle, para evitar preguntas de Harry- era trepar por la ventana que daba a la sala, de ahí subir al tejado e inclinarse un poco para poder tocar la ventana y que Harry le abriera.
Le hecho una mirada al cielo, aun habia luz del sol por lo que seria visto con facilidad, por que justamente uno de los rayos daba de lleno en esa parte de la casa. Bufo y se recosto contra la pared de nuevo, deseo tener una capa de invisibilidad con él. Que suerte tendria Harry cuando la tuviera en sus manos, aunque él sabia esconderse muy bien entre las sobras no le vendría mal la ayuda de aquella capa. Cerrando sus ojos decidido esperar a que obscureciera un poco mas. Pasaron los minutos y el sol poco a poco comenzo a esconderse, el frío se metio entre su típica ropa negra causándole un escalofrío, abrio los ojos de nuevo para comprobar que había obscurecido, no se habia dormido pero, cualquiera que lo hubiera visto pensaria lo contrario, especialmente por su respiración pausada.
Se asomó por la orilla de la casa, la ventana ya estaba cerrada y con la luz apagada.
-Vaya suerte, se fueron a dormir temprano.-Susurro para si mismo por lo bajo.
Se giro a mirar de nuevo que no hubiera nadie cerca, una vez seguro se volvio a la ventana. Se sostuvo de la orilla sobresaliente y se impulsó asia arriba, cuando sus pies estuvieron firmes se acerco de lado al tejado e hizo la misma acción que cuando trepo por la ventana, solo que tuvo que dar un pequeño salto para llegar a sostenerse. Ya arriba del tejado sacudio su ropa, una costumbre innecesario que había tomado del entrenamiento con Ojo loco, siempre debia correr de un lado a otro en un circuito, evitando o lanzando hechizos, desde los basicos hasta los mas complicados que hasta ese momento hubiera aprendido, al final terminaba sudado y lleno de tierra. Sintio un nudo en el estómago y antes de levantar la mano para tocar la ventana se quedó estático.
¿Por que había venido? No es que no lo recordara, simplemento no penso en algo específico del por que ir a ver a su amigo, sabia que no necesitaba excusas, pero esta vez era diferente, se sentía con la necesidad de tener una razon, una justificación del por que ver a Harry. ¿Que le diría? ¿no preguntes y confia en mi? Sonrió con ironía, él mas que nadie sabia que la confianza no era ciega, para nadie, sin excepciónes. Incluso sabia que su madre no confiaba plenamente en él, por ello cuando salía le preguntaba a donde hiba, por ello había pedido que en los entrenamientos estuvieran Steve y Nina McColl. No podía negar que eso lo hería en lo más profundo de su pobre y rota alma, pero no podia hacer algo para remediarlo, no importaba cuantas veces se dijera a si mismo que podia controlarse, que su madre desconfiaba de su "otro yo" y no precisamente de él, no importaba que se recordara que Dumbledore estaba para él, no importaba por que siempre se sintiria apartado y herido.
Sacudio su cabeza, no era momento para la autocompasión, esa palabra no existía para él, o pretendía que no existía. No compadecerse de si mismo le brindaba beneficios, de esa manera se sentía menos patético, menos débil, pero tener autocompasión le daba a sentirse un poco mas humano.
Con decisión toco la ventana y espero a que su amigo azabache le abriera. En el interior un Harry somnoliento se levanto de la cama al escuchar un toquido en la ventana, moviendo un poco asia adelante los lentes se rasco los ojos. Se acerco a la ventana pero antes de abrirla se dio cuenta de algo ¿como podria alguien tocar la ventana si estaba en segundo piso? Aun asi abrió, sus ojos verdes viajaron por el contorno de la ventana hasta parar en la silueta que estaba en la parte izquierda; levemente inclinado y mirando a la nada estaba Alioth Black.
-Alioth.-Susurro Harry, su amigo no paraba de sorprenderlo.
El ojigris se giro al escuchar su nombre, cuando la mirada de ambos se cruzo, Harry supo que algo andaba mal con su amigo. Sus ojos mostraban tristeza, estaban apagados pero aun asi una pequeña sonrisa se fromo en los labios de su amigo.
-Hola Mini "J"
-¿Puedes entrar?-Pregunto Harry haciéndose a un lado para dejarle espació a Alioth.
-Teniendo en cuenta que he trepado hasta el segundo piso considerando mi tamaño, si, supongo que puedo.-Dijo de forma irónica.
Se acerco hasta la orilla del tejado y con cuidado se sujeto de la pestaña que dejaba la ventana, sin mucho esfuerzo trepó y salto al interior de la habitación. Una vez adentro la siguiente acción de Harry lo tomo desprevenido.
Lo habia abrazado, por un segundo se quedo quieto, estático. Pero luego recobro la postura y correspondió el abrazo. Sin saberlo Harry lo había reconfortado.
-¿Estas bien?.-Pregunto Alioth cuando se separaron.
-Si ¿tu lo estas?
-Un poco. ¿que haces en esta habitación de todos modos?, no es que no me alegré de que por fin te sacaran de esa mugrienta alacena pero... es extraño.-Dijo con rostro confundido, debia aparentar lo mas que puedira. Era un experto en ello, Moody le había enseñado a esconder sus emociones en el momento justo.
Harry miro a su amigo. ¿deberia decirle? La pregunta se respondía sola, no solo debía de, sino también queria decirle lo que habia pasado. Le conto lo sucedido esa mañana hasta la parte en la que él llegaba. Alioth lo escuchó con mucha atención mientras apretaba los puños con fuerza, sabia que aquello se resolveria pero eso no disminuye su odio a los Dursley. Malditos muggles, penso el ojigris.
-¿Que piensas? .-Harry miro a su amigo ojigris con atención. Alioth le regreso la mirada y escogio las palabras adecuadas para decir lo siguiente.
-Pienso en que no debes preocuparte, esa carta seguirá llegando hasta que puedas leerla. Los Dursley pueden hacer lo que quieran con ellas pero tarde o temprano vas a tener esa carta en tus manos y la leeras.
-¿Seguira llegando?
Alioth asintió, solto un suspiro.
-Harry, se que pido mucho pero...
El ojiverde estaba confundido ¿pedir mucho? ¿como era eso?
Alioth no miraba a Harry, estaba recargado en la ventana mirando el cielo estrellado, sus ojos viajaban por los pequeños puntos luminosos.
-¿Por que dices eso? .-Se atrevió a preguntar Harry mientras se colocaba al lado de su amigo, con el ceño fruncido.
-Por que pido que confíes en mi cuando es obvio que te estoy ocultando algo... -Miro los ojos verdes de Harey, quien lo miraba atento y realmente confundido.- Por eso tambien quiero pedirte perdón. Por no poder ser sincero contigo, se cosas Harry, cosas que podrian cambiar el como vez tu vida, y me duele no poder decirtelas.-Ojos de Alioth se habian llenado de lagrimas por lo que alejo al instante la vista de su amigo y la poso de nuevo en el cielo. Parpadeo consecutivamente alejando las lagrimas, no hiba llorar. Sabia que era algo necesario para el desahogó, pero simplemente no le gustaba llorar, se sentia patético, indefenso y descubierto, algo que detestaba con todo su ser.
Sentia una opresión en el pecho, la carga sobre sus hombros jamas hiba a desaparecer, al contrario, con los años se haria más y más grande. Realmente no creía que el algun momento de su vida fuera a ser libre de si mismo.
Harry se sitio molesto aunque no con su amigo, ¿por que Alioth no podía decirle lo que sabia? ¿que o quien se lo impedía?
Debe tener sus razones. Se dijo a si mismo el azabache, pero no disminuyo su molestia, ¿que era lo que su amigo ocultaba? Quiso preguntar pero al ver de nuevo a su amigo, noto que este parecía estar reteniendo algo, como si quisiera decirle pero se lo prohibia a si mismo. Tal vez solo deba confiar.
Después de todo a estado para él por casi 4 años, acompañándolo, protegiéndolo, haciendolo reir cuando pensaba que era un mal dia, confortandolo cuando se sentía triste por lo de sus padres, cuando sus tíos lo castigaban injustamente, lo había acompañado infinidad de veces y jamás lo había dejado de lado; siendo el tipo de chico que parecía poder tener los amigos que el quisiera con facilidad, lo había escogido a él. Con ese pensamiento se permitió confíar plenamente en Alioth, no importaba nada si tenia a su amigo con él. Tímidamente llevo su mano derecha al hombro izquierdo de Alioth quien al sentir el toque lo miro de reojo.
-No preguntaré por qué, se que cuando sea necesario me diras todo lo que tengo que saber. Confío en tí.-Esas palabras, tan simples para unos, en Alioth lograron que se sintiera mucho mejor.
Alioth atrajo a su amigo en un abrazo, dandole un silencioso gracias. Harry le correspondió. Luego de unos segundos se separaron. Alioth le dio a Harry una sonrisa traviesa.
-Que te haya dicho que esa carta seguirá llegando hasta que los Dursley no tengan mas opción que dartela, no significa que no debas de mostrarte decidido a obtenerla. Es bueno mostrar rebeldia de vez en cuanto.
Harry se rió levemente.
-Claro.
-Es hora de irme, mañana vendré a verte.
Alioth miro de nuevo hacia fuera de la habitación, hasta que Harry le hablo.
-Por cierto ¿como sabías que estaba aquí?
El pelinegro rió con algo de vergüenza mientras rascaba su nuca.
-Espie a tus tíos mientras hablaban en la sala y espere a que pudiera trepar hasta aquí.-Se encogio de hombros y Harry se sintio conmovido- Buenas noches Mini "J", nos vemos mañana.
Alioth se acerco hasta la ventana y se sento en la orilla listo para saltar, no era tan difícil, después de todo Moody lo había hecho saltar desde lugares mas altos durante el entrenamiento. Pero una mano lo sujeto de la muñeca. Miro a su amigo ojiverde con el ceño fruncido.
-¿Ocurre algo Harry?
Harry estaba sumamente sonrojado, a pesar de la obscuridad Alioth pudo notarlo.
-Ah... ¿Debes de irte tan pronto?
Alioth arqueó una ceja, Harry no era bueno para expresar lo que sentía, aunque con él era mas abierto aún se le dificultaba, por lo que de alguna forma que dijera aquello le había sorprendido tanto como el abrazo que le dio cuando llego. Sin decir nada miro asia el exterior, Harry hiba soltarlo sabíendo que no podía obligarlo a que se quedara un rato más con él, pero apenas lo solto Alioth sujeto su mano de nuevo y bajo de la ventana -sin soltarle aún- quedando frente a Harry, que seguía sonrojado.
-Me quedare.
Ambos se sentaron en el suelo y recargaron sus espaldas en la vieja cama de Duddy. Durante las siguientes horas estuvieron hablando, de cualquier cosa, hablaban de algo y a los poco minutos surgía otro tema mientras la luz de la luna iluminaba algunas veces la habitación, el frio se colaba al interior pero ellos parecían no notarlo. Se alegraban de la presencia del otro, de tener a alguien con quien hablar. De ser mejores amigos.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación. Harry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el
vestíbulo, aunque estaba un poco mejor luego de la visita de Alioth quien se tuvo que ir a eso de las 11 de la noche. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
-¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive, 4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corrió hacia el vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
-Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio -dijo a Harry sin dejar de jadear-. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta, justo como dijo Alioth. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz. Seguiría el consejo indirecto de su amigo ojigris, ser un tanto rebelde y hacer lo posible por conseguir su carta.
Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
-¡AAAUUUGGG!
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo!
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
-Quiero... -comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.
-¿Te das cuenta? -Le explicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos-. Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.
-No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
-Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no son como tú y yo -dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.- piensa en ese chico, el pelinegro de ojos grises que se junta con Harry, seguro es como ellos.
Petunia no dijo nada, pero penso que Vernon no se equivocaba, ese niño era como Lily, un fenómeno. Pero uno muy peligroso, pero mas le valía al niño ese no decirle nada a Harry.
El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas
entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.
Harry le decia a Alioth -cuando lo visitaba- lo que sucedía, este extrañamente le dijo que solo podia visitarlo de noche. Alioth le aconsejó que tuviera paciencia, pero que si aquello seguia de esa forma el mismo se ocuparía de la situación. Harry no podía pensar en una forma en la que Alioth pudiera hacer eso, pero no dijo nada y le agradeció a su amigo por estar con él. Ademas el chico lo hacía reír cuando se burlaba de la ideas tan ridículas del Tio Vernon.
-Ese hombre ya estaba loco Harry, esta situación solo le dio la libertad de expresar esa locura. -Le dijo en una ocasión.
El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas en la picadora.
-¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? -preguntaba Dudley a Harry, con asombro.
La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
-No hay correo los domingos -les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico-. Hoy no llegarán las malditas cartas...
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry saltó en el aire, tratando de atrapar una.
-¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor. Cuando tía Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
-Ya está -dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote-. Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Tomen alguna ropa. ¡Sin discutir!
Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se atrevió a contradecirlo. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
-Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... -murmuraba cada vez que lo hacía.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador. Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero Harry permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
-Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth
Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los miró asombrada.
-Yo las recogeré -dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.
-¿No sería mejor volver a casa, querido? -sugirió tía Petunia tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en mar-cha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
-Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? -preguntó Dudley a tía Petunia aquella tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Harry penso al instante en las palabras de Alioth.
"Si esto continua, yo mismo me ocupare de la situación"
¿Como podria ayudarlo entando a varios kilómetros de distancia?
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley gimoteaba.
-Es lunes -dijo a su madre-. Mi programa favorito es esta noche. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y
habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Harry. Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos con los Dursley: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
Por otro lado los cumpleaños con Alioth eran muy distintos, el ojigris se encargaba de hacerle pasar a Harry un día sumamente divertido y alegre. Ignoraba las insistencias de Harry en que no le comprará nada. Lo llevaban a comer helados, a hacer algunas bromas -esto solo Alioth, pero Harry igual se divertía- asistian a tiendas con videojuegos rentables, donde pasaban horas frente a las pantallas matando monstruos, recolectando tesoros, y liderando batallas contra tropas de distintos reinos, además hiban a restaurantes familiares de apariencia hogareña a desayunar y comer algo. Cada cumpleaños Alioth se esforzaba por hacerlo inolvidable para Harry, incluso a pesar de que al pelinegro no le gustaba el pastel, siempre le llevo a Harry uno generosamente grande y de chocolate con una velita con forma del numero de la edad del azabache.
-No es necesario que hagas todo esto.-Le dijo Harry cuando cumplió los 10 años y ambos se encontraban recostados en el pasto en el parque de Privet Drive.
-Se que no lo es, pero quiero hacerlo. El que seas mi amigo es algo que te voy a agradecer siempre Harry.
-Yo también, pero...
-Pero nada Mini "J".-Dijo Alioth sentándose y mirando a Harry con abvertencia.
Harry suspiró y asintió. Pero luego le sonrió a Alioth.
-Gracias.
-Lo hago con gusto James.
La sonrisa de Harry se ensanchó, le gustaba que lo llamara por el nombre de su padre.
Tío Vernon regresó sonriente sacando a Harry de au recuerdo. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
-¡He encontrado el lugar perfecto! -dijo-. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había televisión.
-¡Han anunciado tormenta para esta noche! -anunció alegremente tío Vernon, aplaudiendo-. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se balanceaba en el agua grisácea.
-Ya he conseguido algo de comida -dijo tío Vernon-. ¡Así que todos a bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda.
Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo salió humo.
-Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? -dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. En privado, Harry estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Harry tuvo que contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry no podía dormir. Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre. Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los
truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry de que tendría once años en diez minutos. Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.
Cinco minutos. Harry oyó algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a caerse el techo, aunque tal vez hiciera más calor si eso ocurría. Cuatro minutos. Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que podría robar una.
Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se estaban desplomando en el mar?
Un minuto y tendría once años. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo... tres... dos... uno...
BUM.
Toda la cabaña se estremeció y Harry se enderezó, mirando fijamente a la puerta. Alguien estaba fuera, llamando.
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