"El Callejon Diagon, Malos Recuerdos y Mala Reputación"

Alioth miro el techo con aburrimiento. Se giro con cuidado para no molestar a Harry quien dormia a su lado cubierto por la mitad del abrigo de Hagrid y mitad de su capa con capucha. Bufo, estaba mas que aburrido pero no queria despertar a Hagrid ni mucho menos a Harry, su amigo necesitaba descansar.

Se puso bocabajo y cerro los ojos, paso 5 minutos en esa postura pero no podía volver a dormir. Eran aproximadamente las 8 o tal vez las 9, daba igual, era demasiado tarde para él. ¡Demonios! Si hasta su espalda dolia por estar tanto tiempo acostado; Alioth se había acostumbrado desde los casi 3 años a estar despierto a eso de las 4:30 de la mañana. Su tío Lesath tenía un horario estricto al menos para el niño; Alioth debia de levatarse e ir a buscar comida para ambos -más para uno que para otro- y la unica forma de conseguirla era robando; pues Lesath Black no estaba dispuesto a salir y ser atrapado, al menos no para ir a callejon Diagon; prefería salir para otras cuestiones.

Penso en la suerte que tenía Harry cuando este le contaba como lo despertaba su tía Petunia, Lesath solía despertar a Alioth con un chorro de agua fría proveniente de su varita directo a la cara, una vez se despertaba lo tomaba del brazo y lo arrastraba a la salida de la casa abvirtiendole que más le valía no volver hasta encontrar comida suficiente para dos días. No era tan malo levantarse temprano e ir a buscar comida, mínimo podia estar unos minutos sólo, si tenía suerte y encontraba algún charco de agua que dejara la lluvia podia darse un ligero baño -su tío le prestaba tan poca atención a su fisico que no notaba aquello- para lavar las heridas, y mejor aún si tenía el doble de suerte y robaba más comida de lo usual Lesath le daba un poquito más de los acostumbrado. Una vez robada la comida lo metia al cuartito sucio detras de una estantería de libros, le tiraba un plato con una miserable porcion de comida como si fuera un perro y lo mantenía ahí encerrado hasta que llegaba la tarde. La hora infernal como le decía Alioth, donde era golpeado, torturado con la maldición cruciatus y obligado a precenciar la tortura que aplicaba su tío Lesath a muggles inocentes.

"Es para sacar ese otro lado que posees sobrino, me lo agradeceras cuando eso suceda"

Era la excusa que le daba, pero él sabía la verdadera razón a parte de aquella. Odiaba a su hermano mellizo, al padre de Alioth y dado que este estaba en prisión que mejor manera de venganza que con su hijo indefenso. Lo mejor es que también le causaba dolor a la mujer que una vez amo, tres pajaros de un tiro había pensado su tío cuando descubrió lo que habitaba en Alioth.

Suspiró y se limpió una lagrima que bajo con el rabillo de su ojo. Se levantó con cuidado y salió de la casa sin hacer ruido, necesitaba ver mas haya de aquellos muros.

Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día, mantenía los ojos muy cerrados.

«Ha sido un sueño -se dijo con firmeza-. Soñé que un gigante llamado Hagrid y con mi mejor amigo Alioth, vinieron a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los ojos estaré en casa, en mi alacena.»

Se produjo un súbito golpeteo.

«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...

Toc. Toc. Toc.

-Está bien -rezongó Harry-. Ya me levanto.

Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid junto a la capa de Alioth. La cabaña estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá, Alioth no estaba al lado de Harry como esté recordaba y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico.

Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su interior. Fue directamente a la ventana y la abrió. La lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.

-No hagas eso.

Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.

-¡Hagrid! -dijo Harry en voz alta-. Aquí hay una lechuza...

-Págale -gruñó Hagrid desde el sofá.

-¿Qué?

-Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.

El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...

Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.

-Dale cinco knuts -dijo soñoliento Hagrid.

-¿Knuts?

-Esas pequeñas de bronce.

Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.

Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.

-Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio.

Harry estaba dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas.

Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su interior acababa de pincharse.

-Mm... ¿Hagrid?

-¿Sí? -dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.

-Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia.

-No te preocupes por eso -dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza-. ¿No creerás que tus padres no te dejaron nada?

-Pero si su casa fue destruida...

-¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchacho! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Come una salchicha, frías no están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.

-¿Los magos tienen bancos?

-Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.

Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.

-¿Gnomos?

-Ajá... Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo decírtelo. Nunca te metas con los gnomos, Harry. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. -Hagrid se irguió con orgullo-. En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarte a ti... sacar cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienes todo? Pues vamos.

-Espera, ¿Donde esta Alioth?

Hagrid hizo un gesto despreocupado.

-A de estar afuera, es un niño muy madrugador. Tal vez salio a estirar las patas.

-¿Patas? ¿No querras decir piernas?

-Ah... Yo me entiendo Harry, no te preocupes. Andando.

Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.

-¿Cómo llegaron aquí? -preguntó Harry; mirando alrededor, buscando otro bote.

-Aparicion -dijo Hagrid.

-¿Aparición?

-Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que ya te encontré y bueno no quiero que Alioth haga mucho esfuerzo.

¿Esfuerzo? ¿Porque?

-No veo a Alioth...

-¡Buen día!

Tanto Hagrid como Harry se giraron a mirar a Alioth, el pelinegro se acerco a ellos a paso despreocupado. Sus cabellos eran movidos por el leve viento de la mañana igual que los de Harry. El ojiver pudo notar que los ojos grises de su amigo estaban apagados y eso le preocupo.

-Buenos días Alioth.

-Creo que es hora de partir, es una pena, me hubiera gustado ver la cara de los Dursley al ver el presente que les deje anoche.

Hagrid rio divertido. No queria saber que les había dejado el pequeño Black.

-Bien vamonos.

Subieron al bote donde Harry le dio su capa a Alioth.

-Me parece una lástima tener que remar -dijo Hagrid, dirigiendo a Harry una mirada de soslayo-. Si yo... apresuro las cosas un poquito, ¿Les importaría no mencionarlo en Hogwarts?

-Por supuesto que no -respondió Harry, deseoso de ver más magia.

Alioth solo sonrió levemente.

Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.

-¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? - preguntó Harry.

Alioth se alejo por completo de la conversación. Tenia otras preocupaciones en mente por ahora. La principal de ella era lo que pasaría al llegar al callejón Diagon ya podía ver todas esas miradas llenas de odio, desprecio, miedo o lástima sobre él, siendo sincero se había acostumbrado a ellas pero de igual forma le molestaban. En otras tantas veces le causaba cierta gracia imaginar todos esos rostros llenos de miedo al ver de lo que el podía ser capaz estando furioso. Era irónicamente divertido.

Inconscientemente sonrio de lado aunque a los segundos la sonrisa de borro, tenian una opresión en el estomago. Miro a Harry de reojo y luego volvio a posar su vista en el agua bajo ellos. Una cosa era ir con su madre o solo al callejon Diagon y soportar las miradas, otra era ir con Harry, él no sabía nada y seguramente se extrañaría por dos razones. Mientras él recibía miradas, saludos y abrazos de desconocidos felicitandolo por algo que él no recordaba, Alioth recibiria malas miradas, rechazo y tal vez algunos insultos.

Las consecuencias de ser tan hábil. Las consecuencias de estar partiendote en dos.

-Hechizos... encantamientos -dijo Hagrid, desdoblando su periódico mientras hablaba-...Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad. Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes?Muy por debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido robar algo.

Harry permaneció sentado pensando en aquello, mientras Hagrid leía su periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío Vernon que a las personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso, pero era muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer en su vida.

-El Ministerio de Magia está confundiendo las cosas, como de costumbre -murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.

-¿Hay un Ministerio de Magia? -preguntó Harry, sin poder contenerse.

-Por supuesto -respondió Hagrid-. Querían que Dumbledore fuera el ministro, claro, pero él nunca dejará Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge consiguió el trabajo. Nunca ha existido nadie tan chapucero. Así que envía lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.

-Pero ¿qué hace un Ministerio de Magia?

Alioth llamo la atención de ambos al soltar una carcajada seca.

-Nada, el Ministerio de Magia no hace nada. En especial el Ministro.

-Alioth.

Miro a Hagrid con diversión en los ojos.

-En parte es cierto Hagrid, Cornelius Fudge no es más que un cobarde. Tenerle miedo aun niño de 10 años es patético, no digo que no tenga razón pero no deja de ser ridículo, además no sabe responsabilizarse de sus actos.

-¿Por que le teme a un niño?

La pregunta de Harry le hizo saber a Alioth, que se dejo llevar y hablo de más.

Gracias Hagrid, me haz contagiado. Penso el pelinegro.

-Por que el niño tiene muy buenas habilidades con la magia.

Hagrid pudo haber intervenido para evitar que Alioth dijera algo más, pero aunque intervino no fue para eso.

-El niño si que tiene buenas habilidades, extraordinarias diría yo. Nunca e inclusive Dumbledore lo ha dicho, se ha visto a alguien como ese niño. Mejor que quien-tu-sabes.

Eso hizo sonreír a Alioth. No penso que fuera para tanto.

-Vaya.

Harry estaba sorprendido, ese niño deberia ser muy bueno en la magía entonces. El ojiverde no puedo evitar preguntar.

-¿Saben quien es?

Hagris asintió.

-Esta al lado tuyo.

Harry abrió los ojos como plato y se giro hacia Alioth.

-¿Tu? -Dijo von un tono de incredulidad.

-¿Debo ofenderme por ese tono?

-No, eso solo que...

Harry no sabía que decir, no esperaba para nada algo tan revelador.

-No te preocupes, ya hablaremos sobre eso. -Dicho eso se giro a mirar el paisaje.

Harry asintió aún anonado aunque ahora que lo pensaba Alioth habia tenido una conversación con la Señora Figg con referencia al Ministerio y a Cornelius Fudge. Confiando en que Alioth le explicaria luego las cosas volteo hacia Hagrid.

-Bueno, su trabajo principal es impedir que los muggles sepan que todavía hay brujas y magos por todo el país.

-Una de las pocas cosas productivas que hacen.-Dijo Alioth por lo bajo.

-¿Por qué?

-¿Por qué? Vaya, Harry, todos querrían soluciones mágicas para sus problemas. No, mejor que nos dejen tranquilos.

-En pocas palabras, no querrian como sirvientes.-Comento Alioth.

En aquel momento, el bote dio un leve golpe contra la pared del muelle. Hagrid dobló su periódico y subieron los escalones de piedra hacia la calle. Los transeúntes miraban mucho a Hagrid, mientras recorrían el pueblecito camino de la estación, y Harry no se lo podía reprochar: Hagrid no sólo era el doble de alto que cualquiera, sino que señalaba cosas totalmente corrientes, como los parquímetros, diciendo en voz alta:

-¿Ven eso, Alioth y Harry? Las cosas que esos muggles inventan, ¿verdad?

-Hagrid -dijo Harry, jadeando un poco mientras correteaba para seguirlo-, ¿no dijiste que había dragones en Gringotts?

-Bueno, eso dicen -respondió Hagrid-. Me gustaría tener un dragón.

-¿Te gustaría tener uno?

Alioth hizo una mueca, ciertamente los dragones le parecían criaturas fascinantes -cualquier criatura mágica le parecia maravillosa-, pero estaba prohibido tener uno sin las medidas y conocimientos necesarios. Aunque no era fan de las reglas podia decir que prefería evitar conflictos con el ministerio.

-Quiero uno desde que era niño... Ya estamos.

Habían llegado a la estación. Salía un tren para Londres cinco minutos más tarde. Hagrid, que no entendía «el dinero muggle», como lo llamaba, dio las monedas a Harry para que comprara los billetes, Alioth lo acompaño.

La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupó dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.

-¿Todavía tienes la carta, Harry? -preguntó, mientras contaba los puntos.

Harry sacó del bolsillo el sobre de pergamino.

-Bien -dijo Hagrid-. Hay una lista con todo lo que necesitas.

Harry desdobló otra hoja, que no había visto la noche anterior, y leyó:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

UNIFORME

Los alumnos de primer año necesitarán:
- Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
- Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
- Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
- Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS

Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
- El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda
Goshawk.
- Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
- Teoría mágica, Adalbert Waffling.
- Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
- Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
- Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
- Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
(Libro que Alioth tenia y sabia de memoria)
- Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección,
Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.

SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.

-Una de las reglas que pienso romper apenas llegar a Hogwarts.-Alioth sonrió ante el pensamiento. Aunque de hecho ya habia roto la regla desde hace unas semanas.

Harry iba a preguntar a que se referia con eso de las escobas propias, pero pensó que era mejor preguntarle luego.

-¿Podemos comprar todo esto en Londres? -se preguntó Harry en voz alta luego de aquello.

-Sí, si sabes dónde ir -respondió Hagrid.

Harry no había estado antes en Londres. Aunque Hagrid parecía saber a dónde iban -logicamente Alioth también-, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria. Se quedó atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejó en voz alta porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.

-No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia -comentó, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas.

Yo tampoco, penso Alioth mirando con una mueca su entorno. Respetaba a los muggles pero no por ello le agradaban, las experiencias cercanas que había tenido con algunos no eran las mejores. Miro con notable aflicción como una mujer hechaba agua en la calle con una cubeta y un recuerdo abarcó aun mente al instante.

Un Alioth de tres años de edad caminaba a paso apresurado por las frias y nubladas calles del Pequeño Hangleton, había perdido a sus perseguidores unas calles atras, su respiración estaba acelerada igual que su corazón. Lo habían descubiertos robando una caja llena de verduras y fruta, solo había podido meter unas cuántas piezas en un bolso que llevaba sujeto a la espalda. Era bastante ágil pero de todos modos se había llebado unos cuantos golpes con las cosas que le habían lanzado, especialmente la pequeña piedra que le golpeó en la sien de donde ahora sangraba. Por un instante en el momento en que noto la sangre bajar por el lateral de su rostro pensó en las palabras de sus tío. Los muggles podian ser tan despiados y brutales como no tenia idea, no debía confiar en ellos y de alguna forma lo había comprobado pero una pequeña y diminuta parte de él se negaba a creer que todos fueran iguales, debia de haber aunque sea una persona amable y bondadosa en aquel valle de buitres egoístas.

Estaba por dar la vuelta en una esquina para así regresar donde su tío cuando fue bañado por completo con agua. Estaban en epocas de invierno, los delgados trapos que cubrian su desnudez no eliminaban el frío y ahora empapado de pies a cabeza mucho menos. Busco la procedencia del agua, una mujer de mediana edad le dio una mirada de asco.

-¡Vete pequeño bastardo! ¡no quiero verte por aquí de nuevo! -Una vez dicho eso lo empujo con fuerza haciéndolo caer al suelo de espalda y le arrebato los pocos alimentos que tenia, luego de ello cerro la puerta de su vivienda.

Alioth jadeo y se levantó del suelo con cuidado. Las palmas de sus manos ardian igual que sus piernas, miro el sitio a donde fue empujando, estaba lleno de motas de cristales. Miro sus manos, estaban enroquecidas y cuarteadas con pequeños puntos rojos, era sangre. Sus ojos se llenaron de lagrimas y su corazón volvio a romperse, no había nadie bueno en aquél maldito pueblito. Camino a paso lento hacia la casa destrozada donde vivia con su tio Lesath, una de las personas más repulsivas que conocía. A Lesath Black le importó muy poco la apariencia de su sobrino, quien tenia varios golpes y cortes ademas de que temblaba consecutivamente. Al ver que sus manos iban vacías sin comida alguna no lo pensó dos veces y aplicó su castigo favorito. Le encantaba escuchar los gritos y lloriqueos del niño que tirado en el suelo pedia piedad. No fue hasta los cuatro años cuando Alioth dejó de gritar y llorar durante sus castigos.

Harry noto que Alioth ya no estaba su lado, miro al alrededor tratando de hayar a su amigo sin perder a Hagrid tampoco. Lo encontro unos metros atras con la mirada fija en el suelo, se acerco apresurado.

-¿Alioth estás bien? -Susurro no muy seguro.

El ojigris levanto la mirada y Harry por un instante vio el mismo brillo color olivo de la noche anterior, pero a los segundos desapareció.

-Si, estoy bien. Vamos o perderemos a Hagrid.

Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry y Alioth tenían que hacer era mantenerse detrás de él. Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún
lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal. ¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos? ¿Había allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas? ¿No sería una broma pesada preparada por los Dursley? Y si era así ¿Como habían convencido a Alioth para que participará? ¿O seria obra de Alioth por su cumpleaños y había convencido a los Dursley?

Si Harry no hubiera sabido que los Dursley carecían de sentido del humor y que su mejor amigo jamas le haría algo como eso, podría haberlo pensado. Sin embargo, aunque todo lo que le había dicho Hagrid era increíble, Harry no podía dejar de confiar en él y en su mejor amigo.

-Es aquí -dijo Hagrid deteniéndose-. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.

Era un bar diminuto y de aspecto mugriento. Si Hagrid no lo hubiera señalado, Harry no lo habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad, Harry tuvo la extraña sensación de que sólo Alioth, él y Hagrid lo veían.

Antes de que pudiera decirlo, Hagrid los hizo entrar.

Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa. Un hombre pequeño que llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía
una nuez blanda. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando ellos entraron. Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:

-¿Lo de siempre, Hagrid?

-No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts -respondió

Hagrid, poniendo la mano en el hombro de Harry y Alioth, obligándoles a doblar las rodillas.

-Buen Dios -dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry-. ¿Es éste... puede ser...?

El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.

-Válgame Dios -susurró el cantinero-. Harry Potter... todo un honor.

Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y le estrechó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.

-Bienvenido, Harry, bienvenido.

Harry no sabía qué decir. Todos lo miraban. La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante. Alioth por un instante se sintio cohibido y muy fuera de lugar. En silencio de alejo del tumulto que en pocos segundos sabía que se formaría.

Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, Harry se encontró estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante.

-Doris Crockford, Harry. No puedo creer que por fin te haya conocido.

-Estoy orgullosa, Harry, muy orgullosa.

-Siempre quise estrechar tu mano... estoy muy complacido.

-Encantado, Harry, no puedo decirte cuánto. Mi nombre es Diggle, Dedalus Diggle.

-¡Yo lo he visto antes! -dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción-. Usted me saludó una vez en una tienda.

-¡Me recuerda! -gritó Dedalus Diggle, mirando a todos-. ¿Habéis oído eso? ¡Se acuerda de mí!

Harry estrechó manos una y otra vez. Doris Crockford volvió a repetir el saludo.

Un joven pálido se adelantó, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo. En ese instante Alioth presto atención al sujeto, por alguna razon su presencia le resultaba extraña, los cabellos de la nuca se le erizaron cuando este paso a su lado.

-¡Profesor Quirrell! -dijo Hagrid-. Harry, Alioth, el profesor Quirrell les dará clases en Hogwarts.

Hagrid tomo a Alioth del hombro y los arrastro hacia ellos.

-P-P-Potter -tartamudeó el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry-. N-no pue-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerte.

-¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?

-D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras -murmuró el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello-. N-no es al-algo que t-tú n-necesites, ¿verdad, P-Potter? -Soltó una risa nerviosa-. Estás reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros. -Pareció
aterrorizado ante la simple mención.

Pero los demás, no permitieron que el profesor Quirrell acaparara a Harry, por lo que fue arrastrado con ellos. El profesor Quirrell puso su atención en un Alioth con el ceño fruncido.

-¿T- tu debes s-ser Alioth B-Black no?

Alioth arqueo una ceja y lo barrio con la mirada al notar un leve tono de miedo cuando dijo su apellido.

-Si ¿porque?

-Eh e-escuchado hablar de -t-ti.

-Imagino que no son cosas buenas. -Alioth le dio una sonrisa burlona.- usualmente es así.

-Le soprenderia B-Black, tengo e-entendido que t-tiene buenas habilidades m-magicas.-Le dio una mirada intensa, parecía querer descifrar algo en las reacciones de Alioth.

-Asi es.-Dijo con simpleza.

-I-intuyo que n-no tendra p-problemas en l-las clases.

-No, no tendre ningún problema. Si me disculpa.

Se alejo del profesor que lo siguió con la mirada y se sento frente a la barra donde Tom ya se encontraba, a Alioth le agradaba el sujeto, no parecia importarle nada lo que se decía de él.

-No sabia que eras amigo de Potter.-Le dijo cuando el pelinegro se acerco. Le dio un vaso de agua sin siquiera pedirselo, era una costumbre que ambos habían tomado con el tiempo.

-Trato de redimir mi reputación.-Comento sonriendo sin gracia alguna. Le dió un sorbo al agua y poso el vaso sobre la barra de nuevo.

-Se ve que son buenos amigos.

-Si, eso creo.-Miro a su amigo de reojo y solto un suspiro. Eran tan diferentes, uno amado y el otro odiado.

Uno la esperanza, el otro la maldición.

Harry tardó más de diez minutos en despedirse de los que lo rodeaban. Al fin, Hagrid se hizo oír.

-Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Alioth, Harry.

Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se lo llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos. Alioth se despidió de Tom con asentimiento de cabeza, después se coloco al lado de Harry.

Hagrid miró sonriente a Harry

-Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso, que son famosos. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerles, aunque les diré que habitualmente tiembla.

Se nota, penso Alioth. Aunque seguía sin agradarle el sujeto.

-¿Está siempre tan nervioso?

-Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde
entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?

¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.

-Tres arriba... dos horizontales... -murmuraba-. Correcto. Un paso atrás, Harry, Alioth.

Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.

El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.

-Bienvenido -dijo Hagrid- al callejón Diagon. Sonrió ante el asombro de Harry.

Entraron en el pasaje. Harry miró rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.

El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana. «Calderos - Todos los Tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.

-Sí, vas a necesitar uno -dijo Hagrid- pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero. ¿Alioth que hay de tí? ¿Haras tus compras hoy?

Alioth dejo de prestra atención a su alrededor y miro a Hagrid. Por promera vez en el día sus ojos brillaron con cariño.

-No, le prometí a Emma que hariamos las compras junto con mi madre.

-Oh, me lo imagino. Emma debe estar muy emocionada.

Alioth sonrió al imaginarse el rostro angelical de su prima ilimunado por la emoción.

-Bastante, no puede esperar la hora en que su carta llegue.

-Bueno, saludala de mi parte, igual a tu madre.

Alioth asintió y le sonrió como agradecimiento.

Harry por otro lado deseó tener ocho ojos más. Movía la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas,
las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: «Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos...».

Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco».

Varios chicos de la edad de Harry pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas. «Mirad -oyó Harry que decía uno-, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.»

Alioth miro con interes el escaparate al escuchar al murmullo, sin poder contenerse sonrió con arrogancia al saber que él ya tenia aquella maravillosa escoba en sus manos, era tan veloz y ágil que podia pasarse horas volando en ella. Desgraciadamente no tenía mucho tiempo entre los entrenamientos y charlas con Moody, así como las visitas constantes con Harry. Pero los pocos minutos que tenia los aprovechaba desde hace unos dias para poder volar en su nueva escoba, era maravillosos, por una vez en todo ese tiempo sentía un poco de libertad. La libertad que jamas había tenido ni tendrá a menos que sea por breves minutos.

Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que Harry nunca había visto. Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...

-Deberias fijarte por donde caminas pequeño engendro.-La voz furiosa de una mujer hizo girar la cabeza de Harry y Hagrid hacia la dirección de Alioth.

El pelinegro arqueo un ceja ante el insulto y el tono de despreció de la mujer frente a él. Exageradamente delgada de manos huesudas y rostro de anciana con piel grisasea la mujer le miraba con desagrado total.

¡Solo la había rosado!

Aunque no sabía que le soprendia, la gente que lo despreciaba solía hacer un escandalo cuando se los cruzaba.

-No debería hablarle así aun niño.-Le defendio Hagrid.

Harry miraba la escena sin entender nada y con un poco de preocupación hacia su amigo ojigris que tenia una mirada gelida y los labios apretados.

-¿Un niño? ¿esta cosa?-Señalo con asco a Alioth.- debería considerar un poco mas al tipo de personas que defiende.

-Se perfectamente a quien defiendo señora. -Dijo Hagrid con enfado.

-¿De verdad? ¡Es un Black! .-Aquello lo dijo tan fuerte que algunas personas que rondaban cerca se giraron a mirar al escuchar el apellido.- ¡Su familia no es confiable! !son unos mounstruos despreciables!

Harry abrio los ojos como plato al ver el odio que llameaba en los ojos de la mujer al mirar a Alioth. Algunas personas que escuchaban estuvieron de acuerdo con la mujer, otras tantas no lo estaban, después de todo Alioth seguía siendo un niño.

-Tan despreciable como usted y parte del tumulto de personas mediocres más interesadas en la vida de otros que en la suya misma.-Respondio Alioth con un tono seco.

-!¿Como te atreves mocoso?! ¡¿No sabes con quien estas hablando?!

Hagrid hiba a volver a intervenir pero Alioth le dio una mirada cortante dandole a entender que él podía solo.

-Con todo el respeto...-Con sus ojos grises barrio a la mujer de arriba abajo con una mueca de superioridad digna de su apellido.- señora, me importa muy poco quien sea usted. Podría ser el mismo Ministro de Magia y me seguiría importan nada su precencia o estatus, por que no permitiré que me insulte y blasfeme sobre mi familia.

La mujer hiba a decir algo mas, pero Hagrid se adelanto y tomando a Alioth con delicadeza de los hombros igual que a Harry comenzo a alejarse del lugar no sin antes decir algo más.

-Deberia tener un poco mas de modales y no hablarle de esa forma aun niño ni a nadie en general.

El rostro de la mujer enrojeció de furia y empujando a todos se perdió en la multitud igual que el resto de espectadores.

-¿Estas bien Alioth?-Pregunto Hagrid en tono preocupado.

Alioth solo asintió pero no dijo nada mas. Harry le dio una mirada llena de preocupación a su amigo ¿Que podia hacer por él? ¿Por que habia sucedido aquello? ¿De que hablaba aquella mujer? ¿Por que tanto odio hacia el apellido de su amigo?

Tenía tantas preguntas que esperaba recordarlas cuando Alioth pudiera responderlas.

Alioth no dijo nada durante el resto del camino hacia Gringotts, estaba serio y con la mirada puesta al frente, en ningún momento la desvío. Recordo como Hagrid lo había defendido hacía solo unos minutos, tal vez solo fueron unas cuantas palabras pero de todas formas él le agradecía por su intentó. No todos los días alguien lo defendía; con Harry, Alioth era el que se encargaba de defenderlo. Y ante el Ministro de Magia su madre lo defendía, si, pero era su madre. En cambió Hagrid no era nada suyo más que su amigo y lo había defendido, aun cuando sabia que este no creía del todo en la inocencia de su padre Sirius.

Otro recuerdo asalto su mente tan de repente que temió caerse al suelo.

Con casi 4 años de edad y siendo aún maltratado por su tío -el único familiar que pensaba que tenía- Alioth había creido tener un amigo. Un niño pequeño de escasos recursos de cabello rubio y ojos azules, timido y asustadizo inclusive más que Alioth quien era violentado. Pero estaba equivocado, no era su amigo; solo quería a alguien quien lo protegiera y lo ayudara a alimentarse por que él no podia conseguir comida sin ser visto y eso fue el causante del problema.

Ambos corrían buscando un escondite pero al dar la vuelta se toparon con un callejón del cual no había salida. Matt el niño rubio y su supuesto amigo, lloriqueaba en silenció y eso le partía el corazon a Alioth quien lo miraba muy preocupado.

-Dame tu mano.-Le ordeno Alioth.

Sabia que lo que haria posiblemente podría asustar a su "amigo" pero era la unica forma de salir de esta.

El ojiazul dejo de jimotear y miro a Alioth con duda.

-Damela.-Ordeno el pelinegro de nueva cuenta.

Cuando el rubio por fin le dio la mano, Alioth cerro los ojos y respirando de forma profunda penso en un lugar lejos de aquel callejon, tratando de no prestar atención al sonido apresurado de pasos y gritos furiosos hizo que una luz los bañara de arriba abajo. Cuando abrió sus ojos grises de nuevo se encontraraban a las afueras de pequeño pueblo, sonriendo con la respiración agitada busco a su amigo, lo encontro tirado en el suelo con una herida en la pierna, estaba sangrando pero no era nada grave.

-¿Estas bien?.-Cuando quiso acercarse su amigo se alejo con la mirada llena de miedo.

-¡Alejate de mi demonio!

Alioth se alejo al instante herido por sus palabras. Permaneció en shock por varios minutos, en los que su mirada estaba fija en la pierna herida de Matt -por desparticion- quien tenia los ojos llenos de lagrimas y miraba también su herida. Los minutos pasaban y Alioth no se movía de su lugar hasta que Matt lo miro con terror y le gritó.

-¡Vete! ¡Vete demonio!

Alioth jadeo y sus ojos se cristalizaron, se giro y sin mirar atras corrió con todas las fuerzas que sus pequeñas piernas le daban. No paro hasta llegar a la casa de su tío quien como siempre que llegaba sin comida lo castigo de forma severa.

Dias después Alioth volvió a encontrarse con Matt, quien al verlo le sonrio con si nada hubiera pasado, haciendo desconfiar por un segundo a Alioth, pero luego este también sonrió.

-Hola Alioth.

-Hola.-Murmuro Alioth, siendo apenas audible el saludo.

Matt ensanchó su sonrisa.

-¡Encontre un cajon lleno de comida! ¡Vamos por él!

Alioth desconfío del tono que uso para decir aquello, así como la manera en que lo dijo, como si lo hubiera estado esperando. Siempre era Alioth quien lo buscaba y le decia donde encontrar comida, no al revés.

Antes de que el ojigris dijera algo, Matt lo tomo de la mano y lo hizo correr a su lado hasta llegar al mismo callejón de la otra vez. Cuando Alioth miro de reojo hacia la entrada del callejon noto varias siluetas, dandose la vuelta confirmó asustado que no debió confíar en Matt, nunca debió hacerlo. Algunos hombros del pueblo les importaba poco y nada que Alioth fuera un pequeño de casi 4 años, igual era considerado una amenaza, por lo que aprovechando lo que les conto Matt días anteriores decidieron reducir la amenaza lo mejor posible.

Ese día Alioth fue testigo de la brutalidad y violencia que podía aplicar un muggle. Fue golpeado, empujado, insultado y dejado en el suelo como si de un perro callejero se tratara. Con la poca conciencia que tenía trataba de seguir respirando aunque era casi imposible, sus pulmones estaban comprimidos y debido a las costillas rotas temia respirar con profundidad. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, su ropa bañana en sangre y su pequeño cuerpo palido tenia ematomas rojizos, mantenía su vista fija en el suelo y los labios apretado tratando de soportar el dolor.

Sintió como alguien lo levanto con sumo cuidado y lo llevaba a través de todo el pueblo hasta la casa vieja de su tío. Al ver eso supo al instante que era Lesath, también sabía por que hacía aquello. No le salvo por que lo quisiera y se arrepintiera de maltratarlo, no, Lesath lo hacía por que quería prolongar su sufrimiento, una vez que aquellos hombres vieran que Alioth estaba vivo volverian a atacarlo. Vivo Alioth Black, su tío podia exprimirlo hasta los huesos para poder sacar su verdadera esencia, vivo tenia oportunidad de acabar con aquellos que Lesath deseara y más, vivo podria tomar venganza y con ello tomarle el gusto a su peor lado, por que para ese entonces Alioth sabia que había algo malo en él, había algo mas dentro suyo; solo faltaba activarlo.

Esa misma semana luego de que a base de posiciones Alioth estuviera "recuperado", su tío Lesath le mostró a la persona con la que activar su otro yo.

Matt.

Cuando lo vió, arrodillado y jimoteando frente a él, pidiéndole que le evitara que le hicieran dañó no sintió otra cosa mas que asco, repulsión y sobretodo odió. Él en cambio no había pedido nada cuando fue golpeado gracias a Matt, no pido piedad, no lloro, no grito, no gimio por dolor hasta que todo hubo terminado e incluso ni así lo hizo. Ahora frente a él llorando estaba el niño que creyo su amigo pidiéndole piedad y por un segundo en ese remolino de tres emociones el corazon de Alioth se ablandó y volví a romperse; pero duró poco por que sin saber como, alzó su mano y susurro unas palabras extrañas que habia escuchado decir a su tío cuando traía algunas personas a casa.

Una luz verde iluminó el entorno y cuando esta desapareció, la imagen de Matt tirado inerte en el suelo se dejo ver frente a él. Su tío lo felicitó y en el pecho de Alioth creció una perturbadora satisfacción, con ello el supo una cosa: habia marcado el inicio de algo obscuro en su interior, se había condenado a si mismo.

-Gringotts -dijo Hagrid.

La voz del gigante lo saco del recuerdo, miro a su alrededor despistado haste que poco a poco recordó donde estaba. Dio un suspiro mientras miraba al suelo, segundos después extrañado sintió la mejillas humedas. Llevando sus manos a su rostro donde comprobó furioso que había estado llorando, se limpió los restos de lagrimas con enojó mientras soltaba un leve gruñido por lo bajo.

Estupido lloron.

Miro a su lado, donde Harry se encontraba. Se alegró de que su amigo mirara todo tan emocionado que no le prestó la mas mínima atención a su estado, así era mejor. Hizo lo mismo con Hagrid que miraba con una pequeña sonrisa a Harry.

Harry si es mi mejor amigo, incluso mas que eso. Se dijo tratando de darle calor a su pobre corazón.

Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había...

-Sí, eso es un gnomo -dijo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra blanca. El gnomo era una cabeza más bajo que Harry y Alioth, este último no se molesto en dirigirle ni una mirada al gnomo.

Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, Harry pudo notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los saludó. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.

Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.

-Como te dije, hay que estar loco para intentar robar aquí -dijo Hagrid.

Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contarlas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid, Alioth y Harry se acercaron al mostrador.

-Buenos días -dijo Hagrid a un gnomo desocupado-. Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter.

-¿Tiene su llave, señor?

-La tengo por aquí -dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de perro sobre el libro de cuentas del gnomo. Éste frunció la nariz. Harry observó al gnomo que tenía a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.

Alioth tenia una mueca de desagrado que no se molestó en disimular. Si los gnomos no le agradaban, no tenia por que ocultarlo.

-Aquí está -dijo finalmente Hagrid, enseñando una pequeña llave dorada.

El gnomo la examinó de cerca.

-Parece estar todo en orden.

-Y también tengo una carta del profesor Dumbledore -dijo Hagrid, dándose importancia-. Es sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece.

Alioth frunció el ceño, ¿Que ocultaba Dumbledore y por que no le había dicho?

No confía en mi, bufó irritado.

El gnomo leyó la carta cuidadosamente.

-Muy bien -dijo, devolviéndosela a Hagrid-. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las dos cámaras. ¡Griphook!

Griphook era otro gnomo. Cuando Hagrid guardó todas las galletas de perro en sus bolsillos, él, Alioth y Harry siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.

-¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece? -preguntó Harry.

Alioth miro a Hagrid con curiosidad, aunque sabia que no les diría nada.

-No se los puedo decir -dijo misteriosamente Hagrid-. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.

Alioth sintió una pequeña punzada en el estomago, pero a los segundos se le paso. Dumbledore no tenía por qué contarle todo y eso lo sabía bien. Pero seguramente no tardaría en saber que era aquello tan secreto.

Griphook les abrió la puerta. Harry, que había esperado más mármoles, se sorprendió. Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Alioth por otro lado no se inmutó salvo que había vuelto a ponerse serio.

El pasillo se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el suelo. Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles. Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha.

Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos. Harry trató de recordar, izquierda, derecha, derecha, izquierda, una bifurcación, derecha, izquierda, pero era imposible. El veloz carro parecía conocer su camino, porque Griphook no lo dirigía.

A Harry le escocían los ojos de las ráfagas de aire frío, pero los mantuvo muy abiertos. En una ocasión, le pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un dragón, pero era demasiado tarde.

Alioth también lo noto, pero no volteó para confirmar la presencia del dragón, aunque quisiera, sabia que era inútil.

Iban cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.

-Nunca lo he sabido -gritó Harry a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro-. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

-Las estalagmitas tienen una eme -dijo Hagrid-. Y no me hagas preguntas ahora, creo que voy a marearme.

Alioth sonrio divertido por la respuesta de Hagrid.

Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas.

Alioth bajo acomodando su revuelto cabello negro y se acerco a Harry.

El ojiverde le sonrió, no habían hablado mucho durante todo ese tiempo por lo que unos cuantos segundos cerca de su amigo le alegraron bastante. Alioth correspondió su sonrisa y poso una mano sobre el hombro derecho de Harry.

- Respondere tu duda: las estalagmitas se sitúan en el suelo y las estalactitas en el techo.

-Gracias Alioth.

El ojigris le dió un suave apretón en el hombro.

Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió. Cuando se aclaró, Harry estaba jadeando. Dentro había montículos de monedas de oro. Montones de monedas de plata. Montañas de pequeños knuts de bronce.

-Todo tuyo -dijo Hagrid sonriendo.

Todo de Harry, era increíble. Los Dursley no debían saberlo, o se abrían apoderado de todo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cuántas veces se habían quejado de lo que les costaba mantener a Harry? Y durante todo aquel tiempo, una pequeña fortuna enterrada debajo de Londres le pertenecía.

Harry miro a Alioth, queria que le confirmara que aquello era suyo. Solo basto la sonrisa de su amigo y un pequeño asentimiento de su parte para saber que así era.

Hagrid ayudó a Harry a poner una cantidad en una bolsa.

-Las de oro son galeones -explicó-. Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, es muy fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ti. -Se volvió hacia Alioth-. ¿Seguro que no necesitas pasar a tu cámara?

Alioth abrio los ojos como platos. ¿Cómo pudo haber olvidado algo como eso? ¡Claro que necesitaba ir a su cámara!

A los segundos recobro su compostura y miro a Hagrid.

-Ahora que lo vuelves a preguntar, si, necesito ir a la cámara de los Black.

Hagrid asintió y miro al gnomo.

-Ahora, por favor, la cámara setecientos once y luego a la setecientos trece. ¿Y podemos ir un poco más despacio?

-Una sola velocidad y muestre su llave. -contestó Griphook.

Alioth rebusco en su bolsillo tracero, inclusive había traído la llave y no lo recordaba. ¡Pero que rayos!

Le entrego la llame al gnomo que luego revisarla la devolvio con un asentimiento. Fueron más adelante como a unos 50 metros aproximadamente y volvieron a detenerse. Griphook abrió la cerradura que igual que la de Harry fue opacada por un humo verdoso, esta vez Harry abrió los ojos impresionado.

La cámara estaba el doble o casi el triple de llena que la suya. Alioth tomo el pequeño saquito que le tendió el gnomo y entro a paso seguro al interior de la cámara. Tomo dos puñados de galeones y uno de sickles, cerro el saquito y salio de la camara.

Después de ello bajaron y a mayor velocidad. El aire se volvió cada vez más frío, mientras doblaban por estrechos recodos.

Llegaron entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclinó hacia un lado para ver qué había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruñó y lo enderezó, cogiéndolo del cuello.

-Ten cuidado Harry.-Dijo Alioth.

Al llegar la cámara setecientos trece no tenía cerradura.

-Un paso atrás -dijo Griphook, dándose importancia. Tocó la puerta con uno de sus largos dedos y ésta desapareció-. Si alguien que no sea un gnomo de Gringotts lo intenta, será succionado por la puerta y quedará atrapado -añadió.

-¿Cada cuánto tiempo comprueban que no se haya quedado nadie dentro? -quiso saber Harry.

-Más o menos cada diez años -dijo Griphook, con una sonrisa maligna.

Alioth rodo los ojos ante el dramatismo del gnomo.

Algo realmente extraordinario tenía que haber en aquella cámara de máxima seguridad, Harry estaba seguro, y se inclinó anhelante, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera impresión era que estaba vacía.
Entonces vio el sucio paquetito, envuelto en papel marrón, que estaba en el suelo. Hagrid lo cogió y lo guardó en las profundidades de su abrigo. A Harry le hubiera gustado conocer su contenido, pero sabía que era mejor no preguntar.

Alioth noto la cara de desilución de Harry al no encontrar algo maravilloso en aquella cámara. Sonrió ligeramente, si algo le había enseñado la vida es no subestimar la apariencia de las personas o cosas por que en algunos casos llegaban a sorprenderte mucho. Por ejemplo él, su tamaño y edad era algo independiente de su capacidad magica, claro que con una edad mas avanzada y mas conocimientos mágicos seria relativamente más peligroso pero no es como si a los 10 años no lo fuera.

-A veces .-Comenzo a decir Alioth a Harry.- las cosas mas pequeñas guardan un poder e importancia incalculable.

Con eso Harry lo miro y sonrió casi de forma imperseptible. Entendia que de alguna forma no solo se referia a aquel pequeño paquete.

-Vamos, regresemos en ese carro infernal y no me hablen durante el camino; será mejor que mantengan la boca cerrada -dijo Hagrid.

-Yo casi ni hablo.-Dijo Alioth una vez estubieron en el carro.

Después de la veloz trayectoria, salieron parpadeando a la luz del sol, fuera de Gringotts. Harry no sabía adónde ir primero con su bolsa llena de dinero. No necesitaba saber cuántos galeones había en una libra, para darse cuenta de que tenía más dinero que nunca, más dinero incluso que el que Dudley tendría jamás.

-Tendrías que comprarte el uniforme -dijo Hagrid, señalando hacia «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones»-. ¿No les importa que me dé una vuelta por el Caldero Chorreante? Detesto los carros de Gringotts. -Todavía parecía mareado, así que Alioth asintió y jalo a Harry para entrar en la tienda de Madame Malkin, sintiéndose algo nervioso.

-Ve.-Dijo Alioth empujando levemente a Harry.

El ojiverde lo miro confundido.

-¿No me acompañaras?

Alioth hizo una mueca de disculpa. Madame Malkin era una mujer amable pero tenia un despreció a los Black, aunque más que despreció era un miedo enorme lo cual Alioth consideraba totalmente estúpido, sobretodo por que las puertas de la tienda de esa mujer estaban más que abiertas a los Malfoy quienes la trataban con auténtico despreció.

-Creeme Harry, es mejor que te espere aquí, no quiero que se arme un escándalo.

Harry asintió comprendido de que hablaba, no queria que sucediera lo de la mujer anterior, seguía sin entender por que el alboroto pero no era el momento ni el lugar así que se acerco a la mujer.

Madame Malkin era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva.

-¿Hogwarts, guapo? -dijo, cuando Harry empezó a hablar-. Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está probando ahora.

En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra, Alioth quien alcanzo a escuchar aquello y miro al fondo, puso los ojos en blanco con irritación. Madame Malkin puso a Harry en un escabel al lado del otro, le deslizó por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle el largo apropiado.

-Hola -dijo el muchacho-. ¿También Hogwarts?

-Sí -respondió Harry.

Alioth se acerco unos cuantos pasos, lo suficiente para escuchar la conversación mientras se recargaba de brazos cruzados en una de las paredes del lugar, debido a su ropa se camufló bastante bien con la oscuridad de aquella área. Dejaria que Harry entablará una conversación con el chico rubio hasta cierto punto, si este decia alguna idiotes -lo que seguro sucedería- que hiciera sentir a su mejor amigo mal, se metería a la conversación.

-Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas -dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba las palabras-. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.

Vaya al parecer coincidimos en algo, penso Alioth con referencia a la tonta regla de que los de primero no podian tener escoba propia. Aunque tenía cierta duda con respecto a cómo el rubio habia podido subirse a una escoba si caerse de cara.

Un bostezo involuntario salio de él, escuchar la voz del rubio después de varios meses de no verse le seguía causando sueño. Hay cosas que nunca cambian, era una alegría que su ponsoñoza madre no estuviera con él.

Harry recordaba a Dudley, Alioth por otro lado lo unico que pensaba era en salir ya de ahí y dejar de escuchar su desesperante voz.

-¿Tú tienes escoba propia? -continuó el muchacho.

-No -dijo Harry.

-¿Juegas al menos al quidditch?

-No -dijo de nuevo Harry, preguntándose qué diablos sería el quidditch.

-Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. -Alioth puso los ojos tan blancos que temió quedarse así.- ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?

-No -dijo Harry, sintiéndose cada vez más tonto.

Alioth hizo una mueca al desifrar el tono de voz de su amigo. No queria ni pensar como se estaria sintiendo.

-Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?

-Mmm -contestó Harry, deseando poder decir algo más interesante.

-¡Oye, mira a ese hombre! -dijo súbitamente el chico, señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid estaba allí, sonriendo a Harry y señalando tres grandes helados, para que viera por qué no entraba.

-Ése es Hagrid -dijo Harry, contento de saber algo que el otro no sabía-. Trabaja en Hogwarts.

-Oh -dijo el muchacho-, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

Alioth suspiro mientraa se recordaba que debia darle unos segundos más a Harry. ¡Demonios! No era tan facil, sobretodo cuando Malfoy solo abría la boca para decir estupideces.

-Es el guardabosques -dijo Harry. Cada vez le gustaba menos aquel chico.

¿Donde estaba Alioth?

-Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha.Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

Alioth apretó los labios con fuerza igual que los puños. Ese comentario lo estaba llevando al límite de su paciencia. ¡Nadie insultaba a Hagrid ni a nadie que él apreciera en su presencia!

-Yo creo que es estupendo -dijo Harry con frialdad.

-¿Eso crees? -preguntó el chico en tono burlón-. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?

Aun alejado, Alioth rodo los ojos.

-Están muertos -respondió en pocas palabras. No tenía ganas de hablar de ese tema con él.

-Oh, lo siento -dijo el otro, aunque no pareció que le importara-. Pero eran de nuestra clase, ¿no?

¿Enserio Malfoy estaba preguntando eso? Pero ¡Que rayos pasaba por su cabeza!

-Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres.Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos. Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?

La dueña de la tienda se había alejado para arreglar el uniforme de Harry, así que Alioth salió de las sombras y ase acerco con su usual paso seguro y rostro en alto. Los Malfoy podian ser una familia adinerada y de "sangre pura" pero sin importar nada, los Black los superaban. Podia odiar su familia todo lo que quisiera pero si había algo que Alioth abmitia de ella, es que  los Black eran mejores y no había oportunidad que pasara por alto si eso le permitía demostrarlo.

Y esta era una de ellas.

-Malfoy.- Aquel apellido salio tan frio y cortante de los labios de Alioth que hizo estremecer ligeramente al rubio y a Harry.

El chico rubio lo miro ligeramente intimidado pero trato de ocultarlo tras barrer con la mirada a Alioth de arriba a bajo, el pelinegro ni se inmutó.

-Black.-Desprecio y miedo fueron evidentes en su voz.

-Entonces...¿Tus padres te siguen educando con metodos narcisistas?

-Al menos a mi me educan ambos padres..-Contraataco el muchacho.

Harry se removió incómodo, no sabia mucho de los padres de Alioth; su amigo usualmente solo nombraba a su madre por lo que ignoraba totalmente el tema del padre de Alioth. Pensó que lo que dijo el chico le afectaria pero Alioth no hizo mas que arquear una ceja y dejar bailar sobre sus labios una sonrisa burlona.

-¿Crees que recordarme la falta de figura paterna me afecta?.-El chico no respondió, más sin embargo le dio una mirada cargada de veneno.- deberias ser más creativo.

-Ni si quiera se que hago hablando contigo Black.

-Me pregunto lo mismo Malfoy. ¿Por no marcharse y dejar de molestar a mi amigo en lugar de estar haciendo una conversación con comentarios fuera de lugar?

-¿Amigo?.- El chico parecia sinceramente sorprendido. Jamas había escuchado de que Alioth Black tuviera un amigo, principalmente por el tipo de reputación que este cargaba sobre sus hombros.

-Es cierto, seguramente no conoces la definición.-Comento Alioth con sorna.

-¿Y tu si?.-Siendo sinceros para este punto ambos se habían olvidado de la presencia de Harry, quien estaba soprendido de la capacidad de su amigo para llevar una discusión con tono de burla, sarcasmo y egocentrismos sin la necesidad de levantar la voz mas haya de un tono.

-Mas que tu si, y más que tus padres seguramente. Digo, usualmente las amistades que tienen son por miedo y el dinero vacio que cargan en sus bolsillos.

Ambos chicos se quedaron mirando fijamente, retandoce con la mirada. El rubio perdió obviamente dado que a los segundos desvío la mirada a otro lado, ni si quiera Albus Dumbledore podia soportar tanto tiempo la mirada grisácea de los ojos de Alioth Black; especialmente por que él podia ver detras de ellos la oscuridad que habitaba en el chico. No soportaba ver como el alma del niño se oscurecia cada día sin poder hacer nada.

-Espero que no asistas a Hogwarts, el lugar caeria en picada con la poca categoría que le queda.

-Si me aceptan o no, no cambiaria nada. Se lo suficiente y más como para que mi inasistencia afecte, y en todo caso ya te aceptaron a tí por lo que no habría una categoría que rescatar.

Antes de que el rubio pudiera decir algo, Madame Malkin se acercó y dijo:

-Ya está listo lo tuyo, guapo.

Y Harry, sin lamentar tener que dejar de hablar con el chico, bajó del escabel y espero a que Alioth terminará.

Madame Malkin noto la presencia de Alioth en ese momento y su rostro enpalidecio. Alioth lo noto y rodo los ojos, podia simplemente mirarla de forma despectiva y marcharse con Harry, pero la mujer no le había hecho nada más que temerle así que podia ser considerablemente educado.

-Madame Malkin lamento importunarla en su negoció, se de sobra que mi presencia aquí no es bien recibida. -Sin esperar respuesta tomo a Harry de la mano y ambos salieron del lugar.

Harry estaba muy silencioso, mientras comía el helado que Hagrid le había comprado (chocolate y frambuesa con trozos de nueces). Alioth llevaba rato que había terminado el suyo y como no, Hagrid se lo habia comprado de chocolate con trozos de galleta de avena y jarabe de chocolate. No había forma de negarse ante la deliciosa sensación de un helado de chocolate en su boca, podia no gustarle muchas cosas pero sin duda el chocolate no era una de ellas. Tal vez eso se lo debia a su tío y padrino Remus Lupin.

-¿Qué sucede? -preguntó Hagrid.

-Nada -mintió Harry. Se detuvieron a comprar pergamino y plumas.

El ojigris prefirió no comentar nada, sabía que Harry se sentia un ignorante y que de alguna forma estaba molesto con él por no explicarle nada aún.

Harry se animó un poco cuando encontró un frasco de tinta que cambiaba de color al escribir. Cuando salieron de la tienda, preguntó:

-Hagrid, ¿qué es el quidditch?

Alioth entendió la indirecta, Harry no quería hablar con él por ahora. Bufo internamente.

-Vaya, Harry; sigo olvidando lo poco que sabes... ¡No saber qué es el quidditch!

-No me hagas sentir peor -dijo Harry. Le contó a Hagrid lo del chico pálido de la tienda de Madame Malkin y el como Alioth lo había ayudado.

-... y dijo que la gente de familia de muggles no deberían poder ir...

-Bueno primero que nada, bien hecho Alioth pusiste a Malfoy en lugar.- Alioth para aliviar la tension hizo una pequeña reberencia.- y en cuanto a ti Harry, no eres de una familia muggle. Si hubiera sabido quién eres... Él ha crecido conociendo tu nombre, si sus padres son magos. Ya lo has visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, qué sabe él, algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea de muggles. ¡Mira tu madre! ¡Y mira la hermana que tuvo!

-Eso es correctamente cierto, varias familias muggles han tenido grandes magos..-Dijo Alioth.- lo abmito lo muggles no me agradan en su totalidad pero a veces tienden a dar cosas buenas.

Hagrid asintió de acuerdo con él. Harry suspiro y dijo:

-Entonces ¿qué es el quidditch?

-Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es... como el fútbol en el mundo muggle, todos lo siguen. Se juega en el aire, con escobas, y hay cuatro pelotas... Es difícil explicarte las reglas.

-¿Y qué son Slytherin y Hufflepuff?

-Casas del colegio. Hay cuatro. Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles, pero...

-Seguro que yo estaré en Hufflepuff -dijo Harry desanimado.

Alioth hizo mueca que podia deducirse como decir: ¿Hablas en serio?

Su amigo estaba dando por hecho que los de Hufflepuff eran inutiles lo cual no era cierto y tambien estaba dando por hecho que él lo era. Miro a su amigo y contuvo sus ganas de tomarlo por los hombros y sarandearlo hasta que sus ideas se acoplarán de forma correcta.

-Es mejor Hufflepuff que Slytherin -dijo Hagrid con tono lúgubre-. Las brujas y los magos que se volvieron malos habían estado todos en Slytherin. Quien-tú-sabes fue uno.

-¿Vol... perdón... Quien-tú-sabes estuvo en Hogwarts?

Nuevamente Alioth rodo los ojos. ¿Que importaba decir Voldemort? No era como si el sujeto fuera a revivir de la nada y aparecer frente a ellos.

-Hace muchos años -respondió Hagrid.

-Siendo sincero no creo que haya una casa mala ni buena.-Comento Alioth con el ceño fruncido en desacuerdo.

-Bueno no, pero no me negaras que de cierto modo es así.-Respondio Hagrid.

-Particularmente prefiero pensar que en la casa de Slytherin hay personas socialmente incorrectas en cuanto a sus acciones y pensamientos altamente narcisistas, pero no todos son de esa forma.

-Bien, tienes razón.

-Tambien tu, en Slytherin no han estado los magos mas moralmente correctos. ¿Sabes Hagrid?.-Alioth pareció dudar pero igual dijo lo que pensbaa como la mayoria del tiempo.- A veces me pregunto en que casa estaré ¿Gryffindor o Slytherin?

-Gryffindor.-Le dijo un Hagrid muy seguro.

Alioth sonrió, la agradecía el gesto a su gigante amigo. Pero aun dentro de él sabía que aunque se pareciera a su padre y fuera en contra de el árbol genealógico Black, también podía estar en Slytherin.

Compraron los libros de Harry en una tienda llamada Flourish y Blotts, en donde los estantes estaban llenos de libros hasta el techo. Había unos grandiosos forrados en piel, otros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de símbolos raros y unos pocos sin nada impreso en sus páginas.

Hasta Dudley, que nunca leía nada, habría deseado tener alguno de aquellos libros. Hagrid casi tuvo que arrastrar a Harry para que dejara Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigos y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Pérdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y más, mucho más), del profesor Vindictus Viridian. Alioth si lo compro, no estaba de más, tal vez pudiera sacar algo util y que no supiera ya de aquel libro.

-Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a Dudley

Alioth sonrio orgulloso, aunque su amigo no pudier hacer el hechizo, el hecho de querer hacerle algo a Dudley era mas que suficiente para hacerlo sonreír.

-No estoy diciendo que no sea una buena idea, pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias muy especiales -dijo Hagrid-. Y de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo todavía, necesitarás mucho más estudio antes de llegar a ese nivel.

Harry miro a su amigo que se encontraba ojeando el libro sin ver por donde caminada, a Harry le dió la impresión de que no necesitaba mirar al frente para saber cuando hacerce aun lado para evitar chocar con alguien.

-Esa mirada me dice que intuyes que yo tengo permitido hacer magia.- Alioth no levanto la mirada del libro peronpodia imaginarse el rostro sorprendido y sonrojado de Harry.

-Si.

-Son circunstancias especiales que una vez que lleguemos a tu casa podre explicar. No comas ansías Harry.-Miro a su amigo y le dio una sonrisa casi imperceptible para luego posar su vista de nuevo en el libro.

Harry no tuvo más opcion que asentir.

Hagrid tampoco dejó que Harry comprara un sólido caldero de oro (en la lista decía de peltre), ademas Alioth lo reprendió suavemente diciendole que no necesitaba un caldero costoso para hacer una buenas pociones, pero consiguieron una bonita balanza para pesar los ingredientes de las pociones y un telescopio plegable de cobre. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas. Raíces secas y polvos brillantes llenaban las paredes, y manojos de plumas e hileras de colmillos y garras
colgaban del techo, Harry y Hagrid notaron que Alioth despegó la vista del libro con notable interes por ver aquella fascinante tienda, no era un secreto para Hagrid saber que a Alioth le encataba hacer posiones. Mientras Hagrid preguntaba al hombre que estaba detrás del mostrador por un surtido de ingredientes básicos para pociones, Harry examinaba cuernos de unicornio plateados, a veintiún galeones cada uno, y minúsculos ojos negros y brillantes de escarabajos (cinco knuts la cucharada).

-Fascinante ¿no es así?.-Comento Alioth con los ojos brillantes por ver todo aquellos ingredientes.

Harry sonrió en respuesta.

Fuera de la droguería, Hagrid miró otra vez la lista de Harry

-Sólo falta la varita... Ah, sí, y todavía no te he buscado un regalo de cumpleaños.

Alioth no había felicitado a su amigo por que queria hacerlo una vez las compras terminarán. Incluso ya tenia un regalo previsto y sabia que a su amigo le gustaría mucho.

Harry sintió que se ruborizaba.

-No tienes que...

-Sé que no tengo que hacerlo. Te diré qué será, te compraré un animal. No un sapo, los sapos pasaron de moda hace años, se burlarán... y no me gustan los gatos, me hacen estornudar. Te voy a regalar una lechuza. Todos los chicos quieren tener una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo demás.

-Un ave trabajadora y bastante fiel. Te sera muy útil.-Dijo Alioth.

Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos. Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, medio dormida, con la cabeza debajo de un ala.

Y no dejó de agradecer el regalo, tartamudeando como el profesor Quirrell. Alioth penso que su amigo era bastante timido a la hora de recibir algo de parte de alguien. Incluso después de un tiempo aún le agradecía por hacer sus cumpleaños mejores, lo cual Alioth consideraba inecesario; le gustaba hacer sentir bien a su amigo.

-Ni lo menciones -dijo Hagrid con aspereza-. No creo que los Dursley te hagan muchos regalos. Ahora nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrás la mejor.

Una varita mágica... Eso era lo que Harry realmente había estado esperando.

-¿Creen que sea posible pasar por la tienda de animales que esta de paso? Debo recoger un obsequio de un viejo amigo de la familia de mi madre.

Hagrid y Harry asintieron, no había problema alguno de hacer una parada antes.

Cuando llegaron Alioth guardo el libro en una pequeña maleta que llevaba colgada en la espalda y de ella saco la bolsa llena de dinero mágico. Se acerco a la dependienta mientras dejaba que Harry mirará a los animales enjaulados esperando por ser comprados.

-Buenas tardes Señora Mancini.

La mujer castaña y de edad mayor miro al chico y le sonrió con alegría, era de las pocas personas que les importaba un bledo la reputación de los Black y en especial de la de Alioth.

-Alioth querido, que alegria tenerte por aquí.

-Bueno quería saludar y venir por el obsequio que me envió el Señor Scamander.

Hagrid presto especial atención a aquello. Y quien no, si Alioth se estaba refiriendo al mismísimo Newt Scamander.

-Pense que vendria tu madre por que...- Tomo de un estante detras de ella una caja con varios agujeros por donde lo que estuviera dentro pudiera respirar. Cuando la poso sobre el escaparate se pudo escuchar un suave rasgueo de garras y el tintineo de algunas monedas.

-...era una sopresa, lo se. Pero mi madre no es buena con las sopresas.

-Ya lo creo. Bien aquí tienes al amiguito y una carta del Señor Scamander.

Alioth tomo la carta y la guardo en su mochila luego tomo la caja con sumo cuidado, no pesaba demasiado.

-¿Cuánto tiene de nacimiento?

-Me parece que un par de meses. Es pequeño aún, sera fácil que lo "eduques".-La mujer sonrió divertida al decir lo último.

Harry estaba junto a Hagrid muy atento a la conversación.

-Eso espero, a mi madre enloquecerá cuando vea montañas de cosas brillosas por la casa.

Ambos rieron a imaginarse algo así.

-Bien, muchas gracias Señora Mancini.- Sujeto la caja con una mano y con la otra poso el saquito con dinero magico sobre el escaparate y lo arrimo hacia la mujer.- Espero que acepte este tipo de agradecimientos.

-Oh, Alioth querido no puedo aceptarlo.

-Vamos Señora Mancini aceptelo, o me sentire ofendido. Usted se ocupó de que el obsequio llegara en la mejores condiciones.

La mujer le sonrió agradecida y asintió tomando el saquito con los ojos acuosos.

-Podran decir que no eres bueno, pero yo veo solo bondad en ti Alioth Black.

Alioth sonrió tocado por las palabras de la mujer.

-Espero que los demas vean eso algun día también Señora Mancini.

-Lo haran.

Los tres salieron del local hacia las calles semillenas de gente. Alioth podía notar que tanto Harry como Hagrid querian saber que había en aquella caja de donde podia escucharse rasgeo y sonidos de algo olisqueando muy ansioso.

No fue hasta que estuvieron a poco de llegar a la tienda de Ollivander que Hagrid pregunto curioso.

Alioth rió suavemente.

-Seguro te gustara Hagrid. Es un escarbato.

Los ojos de Hagrid se abrieron brillantes con emoción.

-¿De verdad?

-Así es, mi madre a estado hablando por cartas con los Scamander. Hace algunos años les conto que me fascinan las criaturas magicas y el señor Scamander estaba muy emocionado, quiso venir pero su mujer no lo dejo. Hace poco la pareja de escarbatos que tienen tuvo una camada y les pareció buena idea regalarme uno, claro luego de hacerme un exhaustivo cuestionario sobre que tan responsable era. Todo lo hizo de forma casual no sopeche que me mandaria uno hasta que mi madre me lo dijo.

-Eso es grandioso. ¿Supongo que Dumbledore ya está enterado?

-Si, me dejó llevarlo siempre y cuando no causara problemas. De todos modo me insistió en que debia comprarme una lechuza para poder mandar cartas. Pero la lechuza no me convence, tal vez eso lo decida cuando venga con Emma.

-Alioth.-Lo llamo Harry, el ojigris miro a su amigo esperando a que hablara.- ¿Que es un escarbato?

-Oh, cierto. Un escarbato es una criatura magica que busca tesoros con un hocico largo y delgado. Ellos se sienten muy atraídos hacia las cosas brillantes. Es por eso que debo "educarlo".

-¿Es difícil?

- Bueno, segun el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, tienen una Clasificación XXX.

-¿Eso que significa?

Hagrid fue quien respondió esta vez.

-Que solo magos competentes pueden tenerlos. Para Alioth no sera un problema.

Alioth sonrió con arrogancia.

Después de ellos continuaron la caminata.

La última tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.» (Alioth silvo por lo bajo igual que lo hizo la primer vez que visito a Ollivander). En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita.

Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar. Harry se sentía algo extraño, como si hubieran entrado en una biblioteca muy estricta. Se tragó una cantidad de preguntas que se le acababan de ocurrir, y en lugar de eso, miró las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón, sintió una comezón en la nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que le picara por alguna magia secreta.

Alioth por otro lado se sintió incómodo, había algo que le susurraba sal de aquí y no era para menos el lugar estaba repleto de varitas mágicas, algunas hechas con nucleo que llamaban a gritos a su otra parte, la parte que luchaba con esconder. Podia sentir la manos picar de ansías asi que dejo la caja delicadamente sobre el suelo.

-Buenas tardes -dijo una voz amable.

Harry dio un salto. Hagrid también debió de sobresaltarse porque se oyó un crujido y se levantó rápidamente de la silla.

Alioth ni se inmutó y se recargo contra una de las paredes carentes de muebles. Un anciano estaba ante ellos; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.

-Hola -dijo Harry con torpeza.

-Ah, sí -dijo el hombre-. Sí, sí, pensaba que iba a verte pronto. Harry Potter. -No era una pregunta-. Tienes los ojos de tu madre. Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.

El señor Ollivander se acercó a Harry. El muchacho deseó que el hombre parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres.

-Tu padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.

El señor Ollivander estaba tan cerca que él y Harry casi estaban nariz contra nariz. Harry podía ver su reflejo en aquellos ojos velados.

-Y aquí es donde...

El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un largo dedo blanco.

-Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso -dijo amablemente-.Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo...

Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en Hagrid.

-¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?

-Así era, sí, señor -dijo Hagrid.

-Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo
expulsaron -dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.

-Eh..., sí, eso hicieron, sí -respondió Hagrid, arrastrando los pies-. Sin embargo, todavía tengo los pedazos -añadió con vivacidad.

-Pero no los utiliza, ¿verdad? -preguntó en tono severo.

-Oh, no, señor -dijo Hagrid rápidamente. Harry se dio cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.

Alioth sonrió divertido. Hagrid no era para nada disimulado

-Mmm -dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid-. Bueno pero a quien tenemos aquí... Alioth Black.

Alioth lo miro atento con sus ojos grises, tan palidos como los del Señor Ollivander. Ambos de penetrantes miradas, sostuvieron la vista en el otro por varios segundos hasta que le Señor Olivander sonrió.

-Cada dia que pasa sigues siendo el retrato de tu padre. Si mal no recuerdo su varita esta hecha de roble, veintiocho centímetros, con núcleo de Fibra de corazon de Dragón, tu madre Sohail tiene por otro lado una varita de sauce, veinticiete centímetros, nucleo de pelo de unicornio, considerablemente flexible. ¿O me equivoco?

-En absoluto Señor Ollivander.-Respondio Alioth.

-Tu varita, ¿que tal?.

-Bastante útil y facil de manejar.

-No esperaba menos de usted. Después de todo tiene una varita poderosa y muy fiel.

-¿La recuerda?.- La voz de Alioth sonaba retadora pero no de mala forma si no mas bien en forma de broma. Ollivander sonrió.

-Recuerdo ambas, pero estoy seguro de que usas la de madera de Acacia con un núcleo de pelo de Thestral, treinta centímetros y medio, sorprendentemente flexible. Como ya le dije joven Black su varita es poderosa y difícil de controlar por su temperamento solo alguien con una excelente habilidad en el dominio de la magia. Y se que usted es el dueño correcto, de lo contrario la varita no lo abría elegido. Su varita es única y muy especial por su núcleo.

Alioth podia recordar perfectamente el dia que llego por su varita a la edad de 6 años, curiosamente el Señor Ollivander no se mostro sorprendido; todo lo contrario parecia extrañamente emocionado. El pequeño Black por otro lado acompañado por su madre se sintio intimidado al entrar a la tienda, sentia presión sobre su hombros y un tenue dolor en los oidos. Era como si miles de personas le susurran al mismo tiempo, no comprendia las palabras pues solo llegaba a sentir un zumbido irritante. A los minutos pudo comprender el por que de su malestar cuando Ollivander dijo >>¿Te sientes ansioso? << Alioth asintió mientras su madre lo miraba preocupada, >>Es normal, antes de que entraras supe que estabas cerca por que algunas de las varitas se pusieron inquietas<< el ojigris lo miro interrogante tratando de ignorar el zumbido de sus oidos, >> El nucleo de esas varitas se sienten particularmente atraidas por artes oscuras, así como tú. Sienten tu presencia Alioth Black y están ansiosas por estar en tu manos<<

Después de aquellas palabras y unos cuantos minutos probando varitas de nucleo peculiares, Alioth encontro la suya o en este caso dos varitas lo escogieron. La primera una varita negra de 30 cm, madera de acacia y razonablemente flexible con un núcleo de Pelo de Rougarou; un núcleo poco utilizado y que se siente fuertemente atraido por las artes oscuras. La segunda era su varita actual, madera de acacia con un núcleo de Pelo de Thestral, 30 y 1/2 cm,  sorprendentemente flexible, esta era un tanto especial; era la segunda varita existente con un nucleo de pelo de Thestral. De alguna forma u otra, su otra parte no le permitió denegar la varita con núcleo de Pelo de Rougarou y bajo la preocupada y temerosa mirada de su madre pago por ambas varitas, la primera no la utilizaba, seguía en su caja guardada bajo llave en un cajon de su armario, se negaba utilizarla pero cada día que entraba a su habitación podia sentir como si le llamará, a veces en susurros que lograba ignorar otras veces a gritos que lograban estremeserlo de pies a cabeza, esos no podía ignorarlos tan fácilmente así que tan rápido como entraba a su habitación salía corriendo hacia la puerta principal.

La voz de Ollivander le hizo regresar de sus recuerdos.

-Bueno, ahora, Harry.. Déjame ver. -Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas-. ¿Con qué brazo coges la varita?

-Eh... bien, soy diestro -respondió Harry.

-Extiende tu brazo. Eso es. -Midió a Harry del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza. Mientras medía, dijo-: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Harry. Utilizamos pelos de unicornio, pelos de Thestral, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, Thetral, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.

De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta métrica, que en aquel momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.

-Esto ya está -dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo-. Bien, Harry prueba ésta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.

Harry cogió la varita y (sintiéndose tonto) la agitó a su alrededor, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.

-Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros y cuarto. Muy elástica. Prueba...

Harry probó, pero tan pronto como levantó el brazo el señor Ollivander se la quitó.

-No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.

Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el Señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.

-Qué cliente tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible.

Alioth miro con atención aquella varita, no le daba para nada buena sensación y lo peor es que sabía la razón. Si hasta el mismo Ollivander le hizo probarla cuando él llego por su varita, pensaba que siendo como era aquella varita podría escogerlo, no fue así y es que apenas tocar la varita sintió su rechazó.

Harry tocó la varita. Sintió un súbito calor en los dedos. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando
manchas de luz que bailaban en las paredes. Hagrid lo vitoreó y aplaudió, Alioth sonrió divertido sin dejar su pose inicial y el señor Ollivander dijo:

-¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso...Realmente qué curioso...

Puso la varita de Harry en su caja y la envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».

-Perdón -dijo Harry-. Pero ¿qué es tan curioso?

El señor Ollivander fijó en Harry su mirada pálida.

-Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz.

Harry tragó, sin poder hablar.

-Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo que debemos esperar grandes cosas de ti, Harry Potter... Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas. Igual de usted joven Black, las cosas de las que sera capaz seran grandiosas, muy sorprendentes.

-Espero que sean buenas.-Comento de forma juguetona, aunque de alguna manera hablaba también en serio. Mientraa decía eso tomo la caja del suelo.

-Lo seran, aunque usted mismo no este seguro lo seran.

Harry se estremeció. No estaba seguro de que el señor Ollivander le gustara mucho. Pagó siete galeones de oro por su varita y el señor Ollivander los acompañó hasta la puerta de su tienda.

Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Alioth, Harry y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacío. Harry no habló mientras salían a la calle y ni si quiera notó la cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry. Subieron por la escalera mecánica y
entraron en la estación de Paddington. Harry acababa de darse cuenta de dónde estaban cuando Hagrid le golpeó el hombro. Alioth seguí callado, no tenía nada que decir así que por ahora no hablaría.

-Tenemos tiempo para que coman algo antes de que salga el tren -dijo.

Les compró una hamburguesa a Harry y Alioth y se sentaron a comer en unas sillas de plástico. Harry miró a su alrededor. De alguna manera, todo le parecía muy extraño.

-¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso -dijo Hagrid, aunque no solo estaba preocupado por Harry. Harry no estaba seguro de poder explicarlo. Había tenido uno de los mejores cumpleaños de su vida y, sin embargo, masticó su hamburguesa, intentando encontrar las palabras.

-Todos creen que soy especial -dijo finalmente-. Toda esa gente del  Caldero Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander... Pero yo no sé nada sobre magia. ¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso y ni siquiera puedo recordar por qué soy famoso. No sé qué sucedió cuando Vol...
Perdón, quiero decir, la noche en que mis padres murieron.

Hagrid se inclinó sobre la mesa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.

-No te preocupes, Harry. Aprenderás muy rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. -a excepción de Alioth penso Hagrid-Vas a estar muy bien. Sencillamente sé tú mismo. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso siempre es duro. Pero vas a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pasé y, en realidad, todavía lo paso. Ademas no estaras solo, tienes a Alioth. Él no va a dejarte.

Alioth alzo la mirada de su plato ya sin nada cuando sintió la mirada de su mejor amigo sobre él. Los ojos verdes de Harry se conectaron con los grises de Alioth, no necesitaban palabras para aquella promesa silenciosa. Jamas se dejarían, siempre estarían para el otro sin importar nada, por que más que amigos eran como hermanos y estaban dispuestos a ayudar al otro y apoyarlo hasta en las decisiones más estúpidas.

Hagrid ayudó a Harry  y Alioth a subir al tren que los llevaría hasta la casa de los Dursley de donde Alioth partiría a su casa en Grimauld place y luego le entregó un sobre.

-Tu billete para Hogwarts -dijo-. El uno de septiembre, en Kings Cross. Está todo en el billete. Cualquier problema con los Dursley y me envías una carta con tu lechuza, ella sabrá encontrarme aunque seguro Alioth podra ocuparse de ellos fácilmente...-el ojigris asintió- Los veré pronto, Harry, Alioth.

El tren arrancó de la estación. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levantó del asiento y apretó la nariz contra la ventanilla, pero parpadeó y Hagrid ya no estaba. El resto del viaje Alioth y Harry estubieron hablando de cualquier cosa que se les ocurriera, Harry estaba ansioso por llegar y que Alioth respondiera sus dudas sobre él y el mundo mágico. Tal vez no todo pero si lo suficiente que le permitia ser menos ignorante ante aquel mundo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top