Alios Mundos
"Cuando la primera nave, superó los seiscientos kilómetros por segundo, supimos que la exploración espacial había alcanzado un nuevo nivel. Así, la posibilidad de abandonar la Vía Láctea en pro de localizar un planeta habitable similar a la Tierra se hizo real...".
Pulso el botón de la diadema que llevo y la imagen frente a mis ojos se desvanece . Me deshago del dispositivo y lo dejo colgado en su lugar. Estoy harta de estas aburridas lecciones sobre historia y aunque sé que pronto tendré que realizar un nuevo test de conocimientos, me niego a perder más tiempo con ello ahora. Salgo de mi cama nicho, el único espacio propio que poseo, y bajo los correspondientes escalones hasta llegar al suelo.
Sin darme cuenta. hago lo que todos los días, ir al puente principal, donde una gran cristalera muestra el espacio exterior. Cuando llego allí miro la oscuridad que lo envuelve todo y las pequeñas estrellas que brillan en la distancia. Me pregunto si alguna vez podremos abandonar esta nave, si alguna vez...
—¿Por qué será que no me extraña verte aquí, Euria?
Me sobresalta oír la voz de Sua tan cerca de mí y me fijo en el leve reflejo que me devuelve el cristal.
—Ya sabes que me gusta mirar ahí fuera.
Él se coloca a mi lado y me tiende un envase que contiene el zumo vitaminado del día. Cuando lo cojo, este se sienta en el suelo con las piernas cruzadas y yo le imito.
—¿Qué esperas ver? Sabes que un día tras otro hay lo mismo. Perfectamente, podría tratarse de una imagen falsa, proyectada para nosotros.
Esa idea no me anima nada.
—¿Qué sentido tendría engañarnos de esa manera? Estamos todos en esto, ¿no? Es decir, ¿acaso tenemos alguna oportunidad más que la de vagar por el universo, generación tras generación en busca de un lugar en el que asentar de nuevo nuestra civilización?
Sua se encoge de hombros mientras da un trago al líquido de su envase. Cuando pruebo el mío, descubro un leve sabor a fresas y eso me anima. Es mucho mejor que el de apio.
—No sé, es solo que te observo mirar a través del cristal, como si en algún momento esperaras ver nuestro destino en el horizonte y sin embargo yo, creo que moriremos en esta nave como tantos otros.
En eso tiene razón. Los primeros tripulantes, seguro que pensaron que tendrían la oportunidad de encontrar un planeta para nosotros, sin embargo, cinco generaciones han ocupado ya esta nave y seguimos sin encontrar las respuestas que tanto necesitamos. Cuando la vida en la tierra se volvió insostenible, se eligió a las personas con mejor disposición genética y se prepararon estas inmensas naves con el fin de que alguna de ellas fuera capaz de encontrar un nuevo lugar en el que vivir y perpetuar no solo nuestra especie, sino recuperar también muchas de las especies de seres vivos que existían en la Tierra. En el momento en que las naves despegaron, las personas que las ocupaban dijeron adiós tanto a los que se quedaron, como al resto de ellas, ya que sabían que no nos volveríamos a encontrar. Somos como un gran archivo genético, navegando por el infinito espacio en busca de un hogar. Puede que varias naves encuentren planetas habitables o puede que ninguna lo haga. Será algo que nunca sabremos.
—¿Se puede sentir nostalgia de algo que no se ha vivido? —pregunto a Sua. Este me mira extrañado. Creo que a día de hoy, mis preguntas le siguen resultando extrañas.
—¿A qué te refieres?
—He estado viendo archivos de la vida en la Tierra. Sonará estúpido, pero lloro cada vez que veo el amanecer. Desearía tanto disfrutar de un espacio abierto, vivir cerca de un lago rodeada de bosque o... ¡cerca del mar! Escuchar el sonido de las olas... —Miro a mi alrededor—. ¿Se puede tener claustrofobia cuando no se conoce nada más que esto? Nos hemos criado aquí, lo sé, pero estas habitaciones parecen cada vez más pequeñas, los pasillos más estrechos, los techos más bajos. No me mires así, Sua, no quiero pensar que me estoy volviendo loca.
Él alarga su mano y coge la mía con delicadeza. Es un gesto que solo hace de vez en cuando e intento disfrutar de ello cuando sucede.
—No estás loca, es solo que tienes inquietudes y eso hace que no te conformes con lo que vives. Que quieras más, que busques más. Sabes que eso es lo que más me gusta de ti...
Me sonrojo y sé que si nos viera algún supervisor, reprocharía nuestra actitud. Nos piden que seamos neutros, que no nos dejemos llevar por los sentimientos, que los desequilibrios que nos provocan no son buenos, ni para nosotros, ni para la comunidad. Sin embargo, yo no puedo evitar que mi corazón salte cuando me habla de esa forma.
—No hables así, sabes que nos buscaríamos un problema si nos pillan actuando así. Además, lo nuestro no tiene futuro, tú eres Sua, fuego. Y yo soy Euria, lluvia. ¿Ves? Incompatibles.
Se ríe y me contagia su risa. Esto es lo que más me gusta a mí de él, su alegría.
—No te vas a librar de mí tan fácil —dice mientras se pone en pie—. Vamos, nos esperan en la zona de agricultura y será mejor no llegar tarde.
Menos mal que por lo menos tenemos el huerto vertical y puedo disfrutar del verde de las plantas. Se guardó un enorme banco de semillas y de ADN animal para la colonización, así que solo usamos lo justo de estos recursos para nuestra alimentación.
Con resignación me levanto, pero antes de perderme entre los laberínticos pasillos, miro por última vez hacia el espacio. Hoy no será el día en el que encontremos nuestro nuevo hogar. Puede que sea mañana, o el próximo mes, quien sabe.
Mientras, seguiré soñando con la luz del sol, el ruido de las olas, el canto de los pájaros...
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